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Capítulo 3

—¿Cómo acepté venir a este lugar?— se quejó el hombre de orbes añiles dando un largo suspiro de resignación.

—Soy muy bueno convenciendo a las personas, no por nada decidí meterme a esto de los negocios— se pavoneó el otro hombre.

El castaño, con una expresión de diversión en su rostro, simplemente rodó los ojos y negó con la cabeza ante la respuesta de su amigo. No podía evitar sonreír ante la veracidad de sus palabras. Sin duda alguna, Seungmin era el verdadero maestro en el arte de persuadir a los compradores, convenciéndolos de manera impecable de que su empresa era la mejor opción para todos sus proyectos.

Una vez dentro del animado bar, donde se llevaría a cabo la celebración del cumpleaños de Ryujin, la secretaria de Seungmin, ambos amigos se encontraron en un dilema. Debían decidir si buscar a Ryujin o a alguien más de su trabajo para unirse a la fiesta. Se detuvieron un momento para observar el lugar en busca de alguna pista que les indicara la ubicación de su amiga.

Los ruidos de la música y las risas llenaban el ambiente, creando una atmósfera festiva y alegre. El lugar estaba repleto de personas, cada una inmersa en su propia conversación y disfrutando de la compañía de amigos y colegas. El castaño y Seungmin intercambiaron miradas cómplices, sabiendo que encontrar a Ryujin en medio de la multitud sería todo un reto.

—¿Si quiera sabes dónde está Ryujin?— preguntó Hyunjin buscando con su mirada a una rubia de estatura promedio, pero todo era un tremendo fiasco, habían varias rubias en el lugar, sería difícil poder encontrar a la que estaba buscando.

Ambos hombres estuvieron buscándola por un largo tiempo en el que Hyunjin ya se había frustrado al no poder encontrarla entre todo aquel montón de personas, ni si quiera se estaba divertido en lo absoluto y se estaba replanteando en regresar a su casa con una barata excusa, ya después felicitaría a la mujer.

—Debe estar por ahí, te apuesto a que está con Yuna, ese par de rubias son muy amigas. La llamaré para comprobarlo, espero y escuche el teléfono— el ojimiel sacó su celular y comenzó a llamar a Yuna lo más rápido que pudo.

Ya hace rato que había notado el ceño fruncido de su amigo y sabía que en cualquier momento éste se marcharía, no debía permitir que eso sucediera.

—De acuerdo. Yuna suele estar muy pendiente de su celular cuando sale de fiesta, así que espero y conteste porque ya me aburrí de estar aquí y si quieres que me quede, necesito algo de alcohol— se quejó como enésima vez en lo que llevaba de la noche.

Yuna era una mujer de una belleza deslumbrante que no pasaba desapercibida. Su cabello corto y ondulado, de un tono rubio radiante, enmarcaba su rostro con elegancia. Sus ojos azules, brillantes como el cielo en un día despejado, eran cautivadores y llenos de misterio. Con una estatura imponente y una figura esbelta, Yuna tenía curvas en todos los lugares adecuados, lo que la hacía irresistible ante las miradas de admiración.

La relación entre Yuna, Hyunjin y Seungmin era sólida y duradera. Aunque era amiga cercana de ambos hombres, su vínculo con Hyunjin era especial. Se conocieron en la universidad y desde entonces, la rubia había sido su apoyo incondicional en todos los aspectos de su vida. Juntos, habían fundado una exitosa compañía en la que Yuna se había convertido en una pieza fundamental. Su lealtad y dedicación eran incomparables.

Para suerte de ambos, en especial la de Hyunjin, la ojiazul contestó la llamada y les dijo que estaban al otro extremo del bar en la barra tomando diferentes tipos de tragos que ofrecía el sitio, y a juzgar por el tono de voz de la mujer, se podía notar que el alcohol ya le estaba haciendo efecto.

Hyunjin y Seungmin se dirigieron rápidamente hacia el lugar que Yuna les había indicado. Al llegar, se encontraron con dos mujeres que parecían un tanto desaliñadas debido a la cantidad de bebidas y bailes que habían disfrutado. No fue una sorpresa para Hyunjin ver el estado en el que se encontraba Yuna, ya que durante sus años universitarios solían salir de fiesta juntos con frecuencia, y ella siempre se esforzaba por vivir cada momento al máximo.

—Hyuunn— canturreó la ojiazul abalanzandose sobre el castaño, colocando sus largos brazos alrededor de su cuello. —¿Que haces aquí? ¿Cómo es que Seungmin te logró convencer de venir cuando yo he tratado miles de veces?— preguntó curiosa la mujer con una sonrisa en sus labios y su nariz un poco arrugada, ahora le debía 100 dólares a Seungmin.

—Un mago jamás revela sus secretos— respondió Seungmin a la pregunta que había hecho la de orbes celestes, haciéndola reír sobre el hombro de Hyunjin.

—Hola, señor Hwang. Me alegro que haya aceptado venir— dijo la mujer de ojos color cafe, quién no estaba en mejores condiciones que Yuna.

—Solo dime Hyunjin. Estamos fuera del horario de trabajo, así que no hace falta tanta formalidad. Y de nada, no hay de qué— sonrió soltandose del agarre de Yuna para poder tomar asiento cerca de ambas chicas.

Ryujin asintió feliz y le susurró al oído a la otra chica que se había quedado parada a un lado de Hyunjin si podían ir a bailar. El alcohol en su sistema, el cuál ya había hecho efecto, la hizo reír y aceptar la invitación sin dudarlo. Ambas mujeres solo querían divertirse al límite, así que salieron a trompicones hacia el grupo de personas que se encontraban bailando con sus cuerpos pegados, sudorosos y un tanto ebrios al ritmo de la música que sonaba en el lugar.

—Disculpa, podrías darme un trago de whisky— pidió Hyunjin al bartender que se encontraba a unos centímetros de distancia de dónde estaba sentado. El chico asintió en respuesta, moviéndose ágilmente alrededor de la barra, sabiendo a la perfección la posición de cada cosa.

—Yo quiero uno de vodka, por favor— pidió Seungmin. —Hyun, ¿Por qué no buscas a alguien está noche? Y no sé, solo te diviertes— propuso el ojimiel.

Hyunjin frunció el entrecejo con evidente disgusto. Las luces tenues del bar no hacían más que resaltar la atmósfera cargada de humo y risas estridentes a su alrededor. No sentía la menor inclinación por socializar con aquellos individuos embriagados que pululaban en el local. En cambio, prefería mantenerse en su asiento, sumergido en sus pensamientos, disfrutando de su soledad relativa mientras saboreaba con parsimonia cada sorbo de las variadas bebidas que le ofrecía el lugar.

—Porque— iba a responder pero fue interrumpido por el bartender que ya tenía listos sus tragos en un vaso de vidrio.

—Aquí tienen— dijo amablemente el joven tendiendoles lo que habían pedido.

—Gracias— agradeció Seungmin seguido por Hyunjin. Ambos tomaron un poco del líquido amargo y Seungmin se decidió por seguir conversando —Ya no me respondiste— le recordó.

—No quiero porque nadie en este lugar me llama la atención y la mayoría de las personas están ocupadas bebiendo sin parar— explicó simple encogiendose de hombros.

Hyunjin no veía la necesidad de querer estar con alguien, no le hacía falta.

—Esos chicos de allá— señaló el otro extremo del bar hacia una mesa con un grupo grande de chicos que se veían particularmente jóvenes. —No han parado de verte y se nota que están babeando por ti— dijo con una sonrisa socarrona para molestar un poco a su amigo.

—Da igual, no me interesan, seguro solo son un montón de hormonales— se encogió de hombros.

Seungmin suspiró, resignado ante la terquedad imperturbable de su amigo. Había aprendido a aceptar que para Hyunjin, nadie parecía ser lo suficientemente interesante o digno de captar su atención, incluso en aquel bar bullicioso.

Mientras tanto, Hyunjin se sumergió en su vaso de whisky con gesto adusto, como si el líquido dorado pudiese ofrecerle alguna respuesta a su desdicha momentánea. Consciente de que la compañía inapropiada no era de su agrado, se mantuvo aislado, con los ojos entrecerrados en una mueca de desaprobación sutil.

Lo que él ignoraba en su burbuja de desinterés, era la presencia discreta de un joven de ojos verdes y cabello rizado, cuya mirada lo envolvía con una mezcla de admiración y asombro. Desde su rincón distante, ese chico observaba a Hyunjin con una devoción silenciosa, con la esperanza latente de que quizás, solo quizás, podría ser él quien cambiara el rumbo de esa noche solitaria y melancólica para el aparentemente indiferente hombre.

El grupo de amigos se sumergió en la atmósfera vibrante del local, donde la música retumbaba con fuerza y los impulsaba a dejarse llevar por el ritmo. Sus cuerpos se hallaban empapados de sudor, testigos de las risas compartidas y los movimientos frenéticos que los mantenían unidos en la pista de baile. A pesar de la diversión desenfrenada, habían sido cautos con la cantidad de tragos consumidos, conscientes de sus límites para evitar una embriaguez desmedida.

Conscientes de la responsabilidad de no despertar con una resaca al día siguiente, los amigos se mantenían alerta a su ingesta, aunque en el fondo sabían que unas copas adicionales no les vendrían mal para mantener viva la celebración. La euforia de la noche se reflejaba en sus sonrisas, mientras buscaban ansiosos un lugar donde descansar y recargar energías para continuar festejando el cumpleaños de Jisung, quien recién cumplía los esperados 18 años.

Una vez acomodados, el bullicio del lugar se desvaneció ligeramente y dieron paso a conversaciones triviales, compartiendo risas y anécdotas sin importancia, disfrutando de la complicidad en momentos como aquel.

—¿Aún te sigue llamando?— preguntó Felix con una mueca a la chica castaña.

—Si, no sé que parte de "terminamos" no entendió— Chaewon respondió rodando los ojos.

—Ese tipo nunca me cayó bien, después de que te fuiste, llegó a mi puerta exigiendo saber dónde te habías metido porque no contestabas sus llamadas y tu casa estaba cerrada todo el tiempo— resopló el ojiverde arrugando su nariz en molestia.

—Es un patán, no sé cómo no me había dado cuenta antes. Creo que estaba encandilada con su perfecto rostro— dijo con una mueca.

—Tal vez, pero no es culpa tuya— se encogió de hombros el rubio. —Deberías buscar a tipos que valgan la pena— dijo cómo si nada.

—Si, tal vez, pero me gustan de esos que te dejan sin estabilidad emocional— respondió simple la chica.

—A mí me gusta que me traten bonito— dijo con un mohín en sus labios el rizado.

—Si, seguro. Pero fuera de la cama porque dentro de ella eres todo lo contrario— dijo socarrón Felix.

Jisung solo atinó a sonrojarse.

—Tal vez, pero es el equilibrio perfecto— restó importancia.

—Felix, quiero ir al baño, ¿Me acompañas? no quiero ir sola— pidió Chaewon.

—Claro— aceptó el rubio comenzado a pararse de su lugar.

—Sung, ¿Tu no quieres ir?— preguntó la castaña juntando sus piernas para presionarlas, ya no aguantabas las ganas que tenía de ir al baño.

—No, no se preocupen. Aquí los espero— negó con una sonrisa decorada por unos lindos hoyuelos.

La chica al escuchar la respuesta salió corriendo jalando al ojiazul con ella, estaba segura que no soportaría más tiempo.

Jisung se encontró repentinamente solo en medio del bullicio festivo. Sacó su celular con gesto distraído y empezó a deslizar su pantalla en busca de distracción en las redes sociales, pero la monotonía de las publicaciones lo aburrió al instante. Decidió apagar el dispositivo y se sumergió en una exploración visual del entorno que lo rodeaba.

Con curiosidad palpable, sus ojos recorrieron cada rincón del amplio local, captando la energía vibrante que emanaba de las numerosas personas reunidas allí. La música estridente llenaba el ambiente, creando una sinfonía caótica que se entrelazaba con las risas y conversaciones animadas de los presentes. Su mirada se detuvo en una tarima improvisada cercana, adornada con un micrófono solitario en espera de ser utilizado.

El joven de rizos revueltos contempló la tarima con intriga, imaginando las posibilidades que aquel escenario ofrecía. Se preguntó en silencio quién sería el próximo en tomar el micrófono y cautivar a la multitud con su voz, o qué tipo de actuación sorpresa podría estar preparándose en aquel momento. El misterio flotaba en el aire, y Jisung se sintió momentáneamente absorbido por la excitante anticipación de lo que la noche aún tenía reservado en aquel lugar lleno de promesas y sorpresas.

Continuó su inspección del lugar con curiosidad cuando, de repente, su mirada se detuvo en él. Allí, sentado con una elegancia natural, se encontraba un hombre notablemente atractivo, cuya presencia destacaba entre la multitud bulliciosa. Sostenía entre sus manos un vaso de cristal que contenía un líquido misterioso, cuyos matices y aromas escapaban a la identificación de Jisung.

El desconocido emanaba un aura magnética, vistiendo una impecable camisa blanca con el primer botón desabrochado y las mangas hábilmente dobladas hasta descansar en sus codos, revelando un estilo casual pero sofisticado. Una corbata azul marino ligeramente desalineada añadía un toque de encanto descuidado a su apariencia, mientras que unos pantalones formales del mismo tono abrazaban sus piernas y su trasero con precisión, realzando su figura con elegancia.

Los zapatos del enigmático hombre, de un color café oscuro según Jisung, se perdían en la penumbra del local, ocultando parte de su esencia bajo las luces tenues y coloridas que bailaban a su alrededor. A pesar de la presencia de otro hombre igualmente atractivo a su lado, la atención de Jisung se mantuvo cautiva por la misteriosa figura, que parecía sumido en una conversación con su acompañante mientras su mirada, de algún modo, parecía buscar algo más allá, desafiando la oscuridad del ambiente con un destello de intriga y seducción.

La imagen del misterioso hombre había dejado a Jisung completamente absorto, como hipnotizado por la presencia magnética que emanaba de él. En su mente, el rizado llegó a comparar al desconocido con un auténtico Dios griego, una figura mitológica que desafiaba la realidad con su atractivo arrollador.

Cada rasgo del hombre era una obra de arte en sí misma: desde su mandíbula y pómulos perfectamente definidos, hasta sus labios gruesos que parecían clamar por ser besados con pasión desenfrenada. Los cabellos oscuros, revueltos en una melena indomable, añadían un aire de misterio y rebeldía a su apariencia, convirtiéndolo en el centro de atención indiscutible en aquella atmósfera cargada de deseo.

La despreocupación que parecía emanar de él se combinaba de manera exquisita con su irresistible atractivo, creando una combinación que dejaba a Jisung sin aliento. Cada gesto, cada mirada, lo incitaban a desear ser poseído por aquel hombre en un arrebato de pasión ardiente, sin importar las consecuencias.

Sin embargo, sus pensamientos lujuriosos se vieron bruscamente interrumpidos por las voces de sus amigos, cuyas miradas cómplices y risas sugerentes indicaban claramente que habían captado la dirección de la mirada del joven rizado, sumergiéndolo en un mar de rubor y complicidad que lo devolvía a la realidad con un toque de vergüenza y excitación.

—Sung, tienes un poco de baba escurriendo por tu boca— se burló Felix.

Jisung volteó rápidamente para ver al ojiazul con sus mejillas ya teñidas por un fuerte color carmín.

—Es muy guapo, Sung. ¿Porqué no le hablas?— animó Chaewon sentándose a lado de él.

Jisung iba a responder pero fue interrumpido por la voz de alguien más.

—Buenas noches, espero todos se la estén pasando bien, recientemente comenzamos a implementar esto en el bar para que se puedan divertir aún más— dijo una voz feminina que provenía de aquella tarima que el rizado había observado. —Las personas que gusten pueden pasar a cantar la canción que quieran, solo deben acercarse a mi y decirme que pista les gustaría cantar— explicó animada la mujer que vestía el uniforme de los empleados del bar.

—Sung, ¿Porqué no pasas? Tienes una voz muy bonita— dijo con una sonrisa la castaña.

—Chaewon tiene razón— concordó. —Deberías pasar— trató de animarle.

—¿Están seguros?— preguntó dudoso.

—¡Si!— chillaron ambos en respuesta.

—De acuerdo, lo haré— respondió con una sonrisa ladina el ojiverde, ya sabía que es lo que cantaría y para quién.

La noche sería divertida.

Editado.


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