Capítulo 2
Jisung se encontraba cómodamente sentado en el mullido sofá de color beige de su sala, con las piernas cruzadas, mientras esperaba pacientemente la llegada de su mejor amigo Felix. Habían quedado en que Felix estaría en su casa a las seis de la tarde y ahora faltaba menos de media hora para ese momento. Aprovechando el tiempo, decidió enviar unos mensajes a otra de sus mejores amigas para ponerse al día.
Hoy era un día especial para Jisung, ya que celebraba su cumpleaños número dieciocho y quería visitar a Chaewon, una encantadora chica de cabello castaño y ojos verdes, a quien había conocido a principios de curso en la preparatoria. Desde entonces, habían construido una amistad cercana y se habían convertido en mejores amigos junto al rubio. Sin embargo, la distancia había intervenido en su relación, ya que Chaewon se había mudado a Leeds hace algunos meses, lo que dificultaba su encuentro tan frecuente como antes.
Chaewon, siendo consciente de la importancia de este día para Jisung, le había hecho una invitación especial. Le propuso a Jisung y a Felix que se unieran a ella para celebrar su cumpleaños en su nueva casa en Leeds. Además, le informó emocionada que podrían salir juntos a un bar cercano y disfrutar de la vida nocturna de la zona. Aunque Jisung tenía algunas dudas sobre cómo obtener el permiso de su madre para viajar a Leeds, no pudo resistirse a la idea de pasar su cumpleaños con Chaewon y aceptó de inmediato la invitación.
Con determinación, Jisung se acercó a su madre y le explicó con entusiasmo los planes que Chaewon había organizado para su cumpleaños. Aunque al principio su madre se mostró reacia debido a la distancia y al tiempo que tomaría el viaje en automóvil desde Londres hasta Leeds, Jisung supo cómo persuadirla. Utilizando su encanto y algunas súplicas bien colocadas, logró convencer a su madre de que esta sería una experiencia única y que se encargaría de regresar a casa de manera segura.
Finalmente, con el permiso de su madre otorgado, Jisung esperaba con ansias el encuentro con Felix y la emocionante celebración de su cumpleaños en compañía de su amiga.
Jisung emitía una elegancia casual, ataviado con unos ceñidos skinny jeans en un tono profundo de negro, que abrazaban cada curva de sus largas piernas con una precisión casi artística. Sobre su torso, lucía un suéter de un delicado azul pálido, cuya textura suave se deslizaba con gracia sobre su figura. Sus pies, envueltos en unas zapatillas Converse del mismo tono que sus pantalones, parecían bailar en perfecta armonía con cada paso que daba. Cada pliegue de tela, cada detalle, parecía estar meticulosamente calculado para resaltar la belleza natural de su físico.
Y es que, en conjunto, cada prenda no solo realzaba sus atributos físicos, sino que también transmitía una sensación de estilo y confianza que sabía era capaz de capturar la atención de todos a su paso.
—Jisung, cariño. ¿A qué hora vas a llegar mañana?— preguntó su madre, saliendo de la cocina observando a su, ya no tan, pequeño hijo.
—Durante la tarde, Mami— le respondió. —Felix dijo que él me vendría a dejar— sonrió en grande, mostrando los bonitos hoyuelos que se le formaban a los lados de sus mejillas despegando la vista de su celular para poder ver a su madre.
—De acuerdo, cariño— asintió la mujer. —Me llamas cuando llegues allá. Necesito que me mantengas al tanto de tu situación y si necesitas que vaya por ti, iré enseguida.
—Claro, prometo portarme bien. No haré nada indebido y te avisaré de cualquier cosa que suceda— dijo con su angelical rostro tratando de venderle a su madre la barata idea de que no rompía ni un plato cuando él sabía perfectamente que era todo lo contrario.
Jisung era un estudiante ejemplar, destacándose por sus excelentes calificaciones y su impecable conducta ante sus profesores. Era conocido por ser amable y considerado con sus vecinos, así como por su trato afectuoso hacia su familia. Aquellos que no conocían realmente al ojiverde podrían describirlo como un angelito inocente, alguien que parecía no tener una sola pizca de maldad.
Sin embargo, la realidad era completamente diferente.
Detrás de esa fachada de inocencia, Jisung ocultaba una faceta completamente distinta. Lejos de ser inocente, el rizado era todo menos eso. Sus fetiches y prácticas sexuales no tenían absolutamente nada que ver con la imagen que la gente tenía de él.
Jisung era una persona que disfrutaba intensamente de su vida sexual, explorando sus deseos más oscuros y encontrando placer en experiencias que muchos considerarían tabú.
Uno de sus mayores placeres era ser dominado. Le encantaba ser sometido y experimentar sensaciones intensas de sumisión. La asfixia erótica era una de sus prácticas favoritas, disfrutando de la sensación de las manos grandes y fuertes de hombres apretando su cuello, impidiendo que el aire llegara fácilmente a sus pulmones. Sentir esa presión, esa falta de control, lo llevaba a un estado de éxtasis y placer indescriptible.
Pero eso no era todo. A Jisung también le fascinaba recibir algunos golpes en ciertas partes de su cuerpo. El dolor y el escozor que sentía cuando sus glúteos eran golpeados lo excitaban profundamente, haciéndolo gemir con fuerza y dejándolo en un estado de delirio. Además, no podía resistirse a las marcas que quedaban en su piel después de esos encuentros, marcas de tonos rojos y violetas que eran el testimonio de lo mucho que disfrutaba siendo sometido y penetrado con fuerza.
Otro de sus grandes placeres era ser degradado y hablar de forma vulgar durante el acto sexual. Le encantaba que lo trataran como una puta necesitada, mientras pedía por más placer y se entregaba por completo a sus deseos más oscuros. Estos eran solo algunos de los fetiches que formaban parte de la vida sexual de Jisung, secretos que solo compartía con sus amigos más cercanos, aquellos en quienes confiaba plenamente.
Por eso cuando alguien afirmaba que Jisung era tierno e inocente, sus amigos no podían evitar estallar en carcajadas, sabiendo lo lejos que estaban de la realidad.
Jisung era una verdadera caja de sorpresas, consciente de que si su madre llegara a enterarse de las cosas que hacía en la intimidad de su habitación con otros hombres, probablemente lo desheredaría. Por eso, prefería mantener en secreto esos aspectos de su vida y disfrutar de sus fetiches en la privacidad de su espacio personal. Mientras tanto, la imagen de un chico tierno y dulce seguía siendo la que proyectaba hacia el exterior, sin que nadie sospechara las pasiones y deseos ocultos que habitaban en su interior.
—Está bien, amor. Te cuidas y le mandas saludos a Chaewon de mi parte— pidió antes de dirigirse de nuevo hacia el interior de la cocina, donde estaba preparando una rica lasaña para más tarde.
Jisung asintió en señal de entendimiento y retomó su conversación con Chaewon, sumergiéndose nuevamente en la pantalla de su teléfono. Sin embargo, su concentración fue abruptamente interrumpida por el estridente claxon de un automóvil que resonó desde el exterior. Reconoció al instante el sonido característico del auto de Felix, indicando que su amigo ya había llegado para recogerlo.
Con un rápido movimiento, se levantó del cómodo sofá y se dirigió apresuradamente hacia la puerta principal de la casa. Al abrir, se encontró con Felix, quien emergía con elegancia de su automóvil. Vestía unos ajustados pantalones negros que realzaban su figura, complementados por una camiseta blanca que resaltaba su bronceada piel. Un par de lentes de sol cubrían sus penetrantes ojos azules, mientras que unos tenis blancos completaban su conjunto casual pero estilizado. Su característico cabello rubio caía de manera desordenada sobre su rostro, añadiendo un toque de rebeldía a su apariencia.
Jisung no pudo evitar notar lo bien que se veía Felix con ese atuendo. La combinación de prendas no solo realzaba su atractivo físico, sino que también reflejaba su innegable sentido del estilo.
—Hola, Lix— saludó con emoción el rizado parado en el umbral, dejando a la vista sus bonitos hoyuelos cuando una sonrisa se pintó en sus labios.
—Hola, Sung. ¿Ya estás listo para irnos?— preguntó parado a unos centímetros de distancia, colocándose los lentes de sol sobre su cabeza.
—Si, solo voy por mi mochila y me despido de mi mamá. Pasa si quieres en lo que lo hago— dijo apartándose de la entrada para que el rubio pasara al interior de su hogar.
—De acuerdo, aquí te espero. Iré a saludar a tu mamá de mientras— dijo con una sonrisa el ojiazul.
Con eso Jisung subió casi a trompicones hacía su habitación para buscar sus cosas.
Una vez que cruzó el umbral de su habitación, sintió la emoción palpable de lo que se avecinaba. Sabía que ese día sería especial. Con determinación, se acercó a su mochila, y comenzó el minucioso proceso de selección de artículos esenciales.
Cada objeto que colocaba dentro de la mochila era elegido con precisión, anticipando las posibles necesidades que podrían surgir durante su corta estancia. Jisung se aseguraba de que estuviera completamente equipado para cualquier eventualidad que pudiera surgir.
Mientras organizaba sus pertenencias, también se tomó el tiempo de revisar minuciosamente el contenido ya presente en su mochila. Cada artículo era examinado con atención, garantizando que todo estuviera en orden y listo.
Sumido en esta tarea absorbente, Jisung se dejó llevar por la emoción, perdiendo gradualmente la noción del tiempo mientras se sumergía en la planificación meticulosa. Fue solo cuando el sonido insistente de golpes en la puerta interrumpió su concentración que se dio cuenta de que la hora de partir se acercaba rápidamente.
—¿Sung? ¿Ya estás listo?— preguntó Felix.
Oh sí, un momento. Ya voy— dijo en un grito. Con una sonrisa de anticipación, se apresuró a abrir la puerta. —Ya estoy listo, ¿Nos vamos?
Felix asintió y bajaron juntos las escaleras dirigiendose a la puerta donde ya los esperaba la madre de Jisung con una sonrisa dibujada en su rostro.
—Se van con cuidado, por favor— suplicó. —Feliz cumpleaños de nuevo, mi pequeño bebé— dijo Yoona, la madre del rizado con una calida sonrisa mostrando sus hoyuelos como los de su hijo, tomando en sus brazos la delgada anatomía del chico para después soltarlo con un beso en su mejilla.
—Te veo mañana, mamá— dijo el rizado saliendo por la puerta principal, dejando un beso sobre la mejilla dea mujer.
—Hasta luego señora, Han— se despidió también el rubio.
Ambos chicos se dirigieron al auto del ojiazul, el rizado subió sus cosas al maletero y de ahí tomó su lugar en el asiento del copiloto.
—Chaewon me mandó un mensaje diciendo que ya tenía el lugar a donde iremos, dice que es el Stone Roses Bar, por si lo quieres buscar— dijo Felix encendiendo el auto y comenzado a echarlo a andar.
—Después, confío en que el lugar será muy bueno si lo eligió Chaewon— se encogió de hombros. —¿Puedo poner música?— preguntó el rizado.
Con un gesto afirmativo, el joven de cabello rubio mostró su aprobación, lo que bastó para que su amigo de ojos verdes se apresurara a tomar su teléfono celular y lo conectara hábilmente a los altavoces del automóvil. Con un movimiento fluido, seleccionó la canción "Brooklyn Baby" de Lana del Rey, estableciendo así el tono musical para su travesía.
A medida que el motor cobraba vida y la música comenzaba a llenar el espacio, ambos muchachos se sumergieron en la melodía, dejando que los acordes envolvieran sus sentidos mientras se adentraban en el viaje que tenían por delante. La voz melancólica de Lana del Rey resonaba en el interior del automóvil, creando una atmósfera de ensueño que acompañaría su trayecto a través de la ciudad.
A lo largo del camino, se sucedieron una variedad de canciones cuidadosamente seleccionadas de la ecléctica playlist del joven de cabello rizado. Desde los pegajosos éxitos de Taylor Swift hasta los clásicos atemporales de Pink Floyd, cada canción aportaba su propio matiz al viaje, manteniendo a los amigos entretenidos y emocionados en cada curva del camino.
Entre risas y conversaciones animadas, compartieron historias y recuerdos mientras la música actuaba como el telón de fondo perfecto para sus interacciones. Las horas pasaron volando mientras exploraban los diversos sonidos y estilos musicales, sumergiéndose en la experiencia compartida de descubrir nuevos ritmos y redescubrir favoritos de siempre.
Tras tres extenuantes horas de viaje, el cansancio se desvaneció al divisar finalmente la casa de Chaewon al horizonte. El reloj marcaba las 9:00 de la noche cuando el automóvil se detuvo frente a la residencia de la chica castaña, quien los aguardaba en la entrada con una cálida sonrisa que iluminaba su rostro. La emoción de reunirse con sus mejores amigos después de varios meses sin verse se reflejaba en cada gesto de Chaewon, quien los recibía con los brazos abiertos y el corazón rebosante de alegría.
—¡Jisung!, ¡Felix!— gritó emocionada cuando recibió a ambos chicos y se les lanzó encima.
—¡Chaewon!— gritaron ambos chicos al unísolo mientras abrazaban a la ojiverde.
—Los extrañé demasiado— dijo con un mohín en sus labios, separándose de ambos cuerpos.
—Nosotros igual— respondió el rizado.
—De acuerdo, si quieren pueden pasar para cambiarse. El bar abre a las diez, así que tenemos una hora todavía— dijo con una sonrisa la castaña.
Felix y Jisung aceptaron, así que Chaewon los guío a donde sería su habitación para esa noche y acomodaron todas sus cosas.
—Felix, ¿Cuál crees que se me ve mejor? Esta falda o este pantalón— preguntó el ojiverde mostrándole ambas prendas al rubio.
—Yo creo que te verías bien con esa falda— apunto a la bonita prenda y caminó hacia el montón de ropa que Jisung tenía sobre la cama. —Y te puedes poner este suéter, le quedaría muy bien y serviría por si te da frío— alzó un bonito suéter de lana de color blanco.
—Me gusta, lo puedo usar con estos converse del mismo color— señaló los zapatos blancos que tenía en el suelo.
—Si, te verás muy bonito— halagó. —Ahora apresúrate para poder llegar a buena hora al bar, Chaewon dijo que suele llenarse muy rápido— pidió.
El rizado tomó su conjunto de ropa y se dirigió al baño que había en la habitación.
Una vez que estuvieron debidamente preparados, los tres amigos emprendieron su camino hacia el bar, que se encontraba a poca distancia de la casa de la ojiverde. La ausencia de los padres de Chaewon les otorgaba la libertad de tomar sus propias decisiones, sin necesidad de solicitar permiso para disfrutar de la noche en ese lugar. Entre chistes y risas que resonaban en el aire, se dirigieron animadamente hacia el establecimiento que sería el escenario de la celebración del decimoctavo cumpleaños del rizado.
Editado.
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