Capítulo 12
Jisung llegó a casa durante la tarde-noche, cansado pero con una sonrisa aún dibujada en el rostro. A su lado caminaba su amigo rubio, quien no dudó ni por un instante en acompañarlo hasta la puerta de su hogar para asegurarse de que el ojiverde llegara sano y salvo después de la jornada. Las luces de la calle destellaban débilmente en la oscuridad, iluminando su camino mientras el reloj marcaba una hora más tardía de lo habitual. A pesar del cansancio, la sensación de haber compartido momentos únicos durante el día mantenía a Jisung en un estado de ánimo radiante.
La demora en su llegada se debía a que, después de que el misterioso hombre de ojos azules lo dejara en casa de su mejor amiga, Chaewon y Felix, siempre ansiosos por escuchar sus aventuras, no pudieron resistirse a la tentación de pedirle que les contara todos los detalles. Con una risa y una mirada cómplice, Jisung aceptó con gusto.
Jisung les contó a sus amigos desde el momento en que dejó el lugar donde había cantado para el hombre de ojos azules, omitiendo los detalles más íntimos y personales, por supuesto, hasta el momento en que este último lo dejó en la casa de su amiga.
Ambos chicos gritaron de emoción al escuchar cómo Jisung describía su tiempo con el misterioso hombre. A pesar de haber pasado poco tiempo juntos, el rizado estaba encantado con el trato que recibió. La forma en que Hyunjin lo trató lo había dejado impresionado y deseaba sinceramente volver a verlo. Las dos semanas que habían acordado parecían una eternidad para él; necesitaba verlo lo más pronto posible.
—Mamá, ¡Ya llegué!— exclamó Jisung, irrumpiendo en la casa con un brillo de emoción en los ojos, seguido de cerca por su amigo Felix.
La mujer castaña de ojos verdes, que estaba ocupada en la cocina, escuchó la voz de su hijo y sonrió ampliamente. Dejó a un lado la tarea que tenía entre manos y se apresuró a salir para recibirlos. Lucía un mandil amarillo adornado con flores de colores, atado a su cintura, que contrastaba con el tono de su blusa. Traía puestos un par de guantes del mismo color y su rostro estaba manchado con un poco de harina, un rastro que evidenciaba de lo que estaba haciendo en la cocina.
Sus ojos verdes brillaron con ternura al ver a su hijo y su amigo, y una cálida sonrisa iluminó su rostro. A pesar de las pequeñas marcas del tiempo que se podían percibir en su rostro, su belleza y elegancia natural seguían siendo evidentes.
—Jisung, cariño, llegan justo a tiempo. Estoy terminando de hacer un pastel de chocolate, el que tanto te gusta— dijo la madre con una sonrisa radiante, anticipando el placer de ver la alegría en el rostro de su hijo al recibir la noticia de su postre favorito. Sin embargo, su expresión se tornó un tanto perpleja al notar las bolsas negras con letras doradas que Jisung llevaba en sus manos. Frunció el ceño, incapaz de recordar que su hijo se hubiera ido con ellas.
Decidió no hacer preguntas por el momento, sabía que Jisung le contaría cuando estuviera listo. Por ahora, prefería disfrutar de la compañía de su querido hijo y escuchar cómo le había ido mientras compartían el delicioso pastel que había preparado con tanto cariño para él.
—Hola señora Han— saludó Felix con un cálido tono de voz, mostrando una sonrisa amistosa al entrar en la casa.
La mujer le devolvió la sonrisa con ternura. —Ya hablamos de esto, Felix. Puedes decirme solo Yoona— dijo con amabilidad, mientras se encogía de hombros con gesto despreocupado. —Después de todo, ya eres como de la familia.
Felix asintió con una sonrisa agradecida. —Lo siento, la costumbre— respondió, mostrando una expresión de disculpa sincera.
—No pasa nada— dijo Yoona con un gesto de mano casual, transmitiendo una sensación de calma y hospitalidad.
—Mamá, ¿Y papá?— preguntó Jisung, curioso por la ausencia de su padre, que generalmente estaría en casa a esa hora.
—Oh, fue hacer unas compras— explicó la ojiverde con tranquilidad, mientras preparaba el pastel en la cocina. —Jisung, cariño, si quieren pueden subir a tu habitación mientras yo termino de darle los últimos detalles al pastel.
Jisung asintió con entusiasmo. —¡Claro! ¿Vamos, Lix?— preguntó, con una enorme sonrisa que iluminaba su rostro y dejaba al descubierto sus encantadores hoyuelos, invitando a Felix a acompañarlo a su habitación.
El chico rubio asintió con entusiasmo y siguió a Jisung hacia la segunda planta, donde se encontraba la habitación del ojiverde.
Una vez en la habitación, Jisung dejó las bolsas al pie de su cama y ambos se dirigieron hacia el colchón, que parecía una invitación irresistible. Con un gesto cómplice, se lanzaron sobre el colchón, dejando que sus cuerpos se hundieran en la suavidad del mullido.
Unas pequeñas risitas escaparon de sus labios cuando sus cuerpos rebotaron ligeramente, haciendo que se chocaran entre sí de manera juguetona.
—No puedo esperar a que ya pasen las dos semanas— soltó un suspiro con su mirada pérdida.
—Son solo dos semanas, se pasarán rápido, ya verás. Pero ¿cómo piensas pedir permiso a tus padres?— inquirió Felix con curiosidad. —¿No habías dicho que Hyunjin te vendría a buscar? ¿Cómo le explicarás a tus padres cuando vean que un lujoso auto viene a recogerte y de él se baja un hombre más mayor que tú?— preguntó, planteando una preocupación válida.
Jisung se quedó pensativo ante la pregunta de Felix.
Con Hyunjin habían acordado que, si su relación llegaba a algo más, no querían mantenerla en secreto. A pesar de ser mayor de edad, aún vivía con sus padres, y la diferencia de edad entre él y Hyunjin añadía otra capa de complejidad a la situación. Hyunjin le había asegurado que hablaría con sus padres, pero cuando Jisung mencionó la salida dentro de dos semanas, Hyunjin simplemente dijo que "pasaría". Jisung supuso que tendría que pedir permiso tarde o temprano, pero aún no tenía una respuesta clara sobre cómo abordar el tema con sus padres.
—Solo les voy a decir que saldré con alguien y listo— se encogió de hombros, esa era una buena idea.
—Sung, pero deberías contarles todo—intervino Felix con un tono de voz preocupado. —Sé que Hyunjin se portó muy bien contigo y respetó tu espacio, pero sigue siendo un desconocido. ¿Y si te pasa algo y tus padres no saben con quién estabas?— planteó, expresando sus inquietudes.
Felix reflexionaba sobre su responsabilidad como amigo. Había dejado que Jisung se fuera con aquel hombre sin considerar las posibles consecuencias, y cuando Jisung le informó que se iría con él a un hotel, se preocupó en silencio pero no expresó sus preocupaciones en ese momento. Ahora, al considerar las posibles complicaciones, estaba lleno de ansiedad por la seguridad de su mejor amigo. No soportaría la idea de que algo malo le sucediera a Jisung.
Jisung, quien permanecía acostado sobre la cama junto con su amigo, se sentó y lo observó fijamente, absorbido por las palabras de Felix. Lentamente, su expresión se tornó reflexiva mientras procesaba la validez de las preocupaciones de su amigo. Bajó la mirada, sintiendo un peso en su pecho al aceptar que Felix tenía razón.
Era evidente que Felix se preocupaba genuinamente por su bienestar, y Jisung se sentía agradecido por tener a un amigo tan atento a su lado. La idea de ocultarle información a sus padres de repente parecía irresponsable y arriesgada. Se sintió abrumado por la idea de que algo pudiera salir mal y no tener a nadie en quien confiar.
Con un suspiro pesado, Jisung asintió lentamente, reconociendo la importancia de ser honesto con sus padres sobre sus planes y con quién estaba saliendo.
—No lo había pensado de esa manera— dijo Jisung en voz baja, sintiéndose abrumado por la perspectiva que Felix le había ofrecido.
Se sentía como un completo estúpido por no haber considerado las posibles consecuencias de sus acciones. A pesar de que su instinto inicial había sido ignorar las preocupaciones de Felix, ahora reconocía que su amigo tenía razón. Hyunjin seguía siendo un total desconocido, y la seguridad de Jisung debía ser su máxima prioridad.
—Pero no sé cómo pedirles permiso— continuó Jisung, compartiendo su dilema con Felix. —Mamá siempre ha repetido que salir con hombres mayores no es bueno porque siempre te terminan lastimando o usando— explicó, revelando la preocupación arraigada en las palabras de su madre.
La idea de enfrentarse a esa conversación con sus padres le provocaba ansiedad.
La historia de Yoona, la madre de Jisung, era un recordatorio doloroso de los riesgos y las decepciones que podían venir con las relaciones con hombres mayores. A los veintiséis años, Yoona había salido con un hombre que tenía catorce años más que ella.
La relación parecía prometedora al principio; él la trataba con amabilidad, le hacía regalos, la invitaba a citas y le decía que la amaba. Yoona creía cada palabra y cada gesto de afecto, convencida de que había encontrado al amor de su vida.
Sin embargo, cuando descubrió que estaba embarazada y esperaba a su hijo, las cosas cambiaron. En lugar de recibir apoyo y alegría, el hombre la abandonó a su suerte, culpándola por el embarazo y rechazando toda responsabilidad. Yoona se encontró sola, con una pequeña pancita de tres meses en la que se formaba la persona que se convertiría en el amor de su vida: su adorable rizadito de ojos verdes.
La experiencia de Yoona había dejado una marca cauterizada como un tatuaje en su corazón, llenándola de desconfianza y cautela cuando se trataba de relaciones con hombres mayores. A pesar de las cicatrices emocionales que llevaba consigo, nunca había dejado que su dolor afectara su amor y dedicación hacia Jisung.
Yoona tuvo que enfrentar su embarazo sola, asumiendo todas las responsabilidades por sí misma, mientras se resignaba a la idea de quedarse sola para siempre, convencida de que nadie querría a una mujer con un hijo. Sin embargo, la vida tenía planes diferentes para ella.
La luz llegó a su vida en forma de Donghae, su actual pareja. Donghae apareció en sus vidas cuando Jisung tenía tan solo tres años, y desde el momento en que puso los ojos en el encantador niño de cabellos rizados, su corazón se llenó de amor y determinación. Decidió que haría todo lo posible para hacer feliz y cuidar a ese pequeño niño y a su madre con su vida.
Con Donghae, Yoona encontró el amor y la compañía que tanto anhelaba, y Jisung ganó un padre amoroso y un compañero de juego. Juntos, formaron una familia unida y llena de amor, superando las dificultades del pasado y construyendo un futuro brillante lleno de esperanza y felicidad.
Eventualmente, Donghae se convirtió en la figura paterna del rizado, y aunque Jisung sabía que aquel hombre no era su verdadero padre biológico, lo veía como tal en todos los sentidos. Donghae no solo se encargaba de acompañarlo a sus eventos escolares junto con su madre, sino que también lo colmaba de amor y atención, comprándole muchas cosas y apoyándolo en cada paso de su vida.
Cuando Jisung finalmente enfrentó su propia identidad y reveló que le gustaban los hombres, Donghae fue la primera persona en quien confió y a quien recurrió en busca de apoyo. Con comprensión y amor incondicional, él respaldó cada una de sus decisiones, brindándole el apoyo necesario para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.
A pesar de cualquier eventualidad que pudiera surgir en el futuro, sabía en lo más profundo de su corazón que Donghae siempre sería su verdadero padre. El amor y el vínculo que compartían eran más fuertes que la sangre, y Jisung no necesitaba buscar más allá para encontrar el amor y la guía que había recibido de Donghae a lo largo de los años.
—¿Y si solo les dices su nombre y les das tu ubicación?— sugirió.
—Creo que llamaré a Hyunjin más tarde para preguntarle y explicarle las cosas— creyó que sería una mejor opción hacer eso.
—De acuerdo— asintió Felix.
—Jisung cariño, ya bajen— se escuchó desde las escaleras la voz de la madre del ojiverde.
—¡Ya vamos!— exclamó Jisung en respuesta, elevando un poco la voz para asegurarse de que su madre lo escuchara. Se levantó de la cama y extendió su mano hacia el rubio.
Felix tomó la mano de Jisung y se ayudó a levantarse, dejándose guiar por el ojiverde hasta el comedor de la casa.
Cuando llegaron al comedor, Jisung y Felix encontraron a los padres del primero ya sentados, disfrutando de una de las rebanadas del delicioso pastel que había preparado Yoona.
—¡Papá!— dijo emocionado el rizado mientras rodeaba la mesa para ir a abrazar a su padre.
—Hola, señor Han— saludó Felix con una enorme sonrisa, él también le tenía mucho aprecio a aquel hombre.
—Hola, cariño— correspondió el abrazo del ojiverde. —Felix, me haces sentir viejo con el "señor"— dijo prestándole atención al rubio amigo de su hijo mientras reía bajo por su propio comentario.
Felix rió por ello.
—Hola chicos— saludó Yoona con una sonrisa cálida mientras cortaba otra porción de pastel para ellos. —¡Qué bueno que ya están aquí! ¿Listos para comer?— Jisung y Felix asintieron con entusiasmo, tomando asiento junto a ellos.
El aroma tentador del pastel recién horneado llenaba la habitación, y ambos amigos no podían esperar para deleitarse con el sabor dulce y reconfortante de la creación de Yoona.
Después de eso, todos en la mesa se sumergieron en una atmósfera de alegría, disfrutando de la comida mientras compartían pequeñas conversaciones, bromas y risas.
Yoona compartía anécdotas divertidas sobre su día, mientras Donghae se unía con comentarios chispeantes que sacaban sonrisas a todos.
Jisung y Felix no se quedaban atrás, intercambiando historias de la escuela y compartiendo risas contagiosas. Incluso los más pequeños detalles se convirtieron en temas de conversación animada, creando un ambiente cálido y acogedor alrededor de la mesa.
Editado.
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