5. 🥀 Different
Los labios ajenos continúan exhalando el aire en total quietud.
Sin dejar de observarlos, Nam muerde otro par de piezas de fruta, masticando lentamente. Se ven tan suaves y definidos. El parecido es realmente increíble, casi como el de una bella figura de porcelana.
Uno de sus dedos parece moverse por sí sólo y se acerca curioso hacia el hombre dormido, intentando tocar el esponjoso belfo. Aprecia de cerca que su boca no es tan roja como las fresas, es un color especial. ¿Quizás como las manzanas? No esta seguro, pero es un color único. Una tonalidad diferente... tan adictiva... tan...
A pocos centímetros de lograr su cometido, rasguños y quejidos se oyen repentinamente, irrumpiendo en el silencio del lugar.
Un estruendo al fondo del local hace notar que Bam pudo al fin girar la manecilla de la puerta del departamento, la cual Nam olvidó como siempre asegurar con llave. El perro viene corriendo a toda prisa, galopando cual caballo desbocado adentrándose en el gimnasio.
Nam gesticula con las manos para que detenga su carrera y el gran cachorro logra frenar a tiempo, casi enfrente suyo.
Se queda sentado sobre sus patas traseras y menea la cola alegremente al ver al moreno instructor. Recibe un par de caricias en la cabeza y emite pequeños sonidos de satisfacción.
Gira su vista hacia todos lados buscando a su dueño, pero se encuentra con la figura de un intruso dormido boca abajo en el suelo.
Temeroso, empieza a rodear con lentitud la figura del extraño hombre, olisqueando por donde su nariz le va guiando.
-Shhttt... Shhttt...
El instructor le llama la atención para que pare y deje tranquilo al joven, pero el doberman persiste en su labor, curioso por la suave y agradable fragancia que llega hasta sus fosas nasales.
El hocico marrón continúa su camino. Su nariz se pasea por la espalda ajena y al llegar al cuello se detiene de repente. No sabe reconocer quién es aquella persona pero su instinto le dice que es alguien muy especial.
Alguien a quien debería obedecer y venerar.
Feliz como si hubiera encontrado un hueso enterrado, da unos pequeños ladridos de alegría y comienza a lamer desordenadamente el rostro del desconocido joven, paseando su escurridiza lengua por las blancas mejillas del muchacho e incluso parte de sus rojos labios.
Nam se levanta de su sitio intentando detener al cachorro, tirando del arnés que lleva amarrado al pecho, regañándole casi entre susurros para no despertar al posible nuevo cliente.
-¡Quieto Bam! ¡Stop! ¡Stop!
Pero el perro parece tener más fuerza que el entrenador.
El bello durmiente poco a poco va despertando con el bullicio formado, pero sigue sin despegar los ojos.
Se gira con pereza boca arriba y una gran sonrisa asoma por su boca al pensar que es otro quien causa aquellas caricias por su piel, mientras las lamidas del cachorro siguen dispersándose ahora nuevamente por su cuello.
-Mmm... ¿Nam?... Sabía que no podrías resistirte. Espera... me haces cosquillas. Tienes que decir la frase primero... la frase...
-¿Qué frase?- responde el entrenador agitado, mientras sigue forcejeando con el cachorro.
La repentina voz grave del moreno hace que Jin abra los ojos y quede sentado de golpe, asustado por no comprender lo que está sucediendo.
Unas pesadas patas se apoyan sobre su pecho y el perro vuelve a lanzarse sobre el intruso, tumbándolo sobre el suelo, ladrando y lamiendo jubiloso su mejilla y hasta su fina nariz.
-¡Basta Bam! ¡Quieto! ¡Quieto!- El instructor opta por cargar al enorme perro para que deje libre a su prisionero. -Lo lamento- se excusa Nam. -Normalmente suele saludar así a mi jefe, pero debe haberte confundido.
-N-No hay problema- afirma el pelinegro, poniéndose de pie, limpiándose la cara y sacudiendo su ropa. -Me gustan los animales. Solía tener muchos en el palacio.
-¿Palacio?
-¿He dicho palacio? Oh, lo siento. Tuve un sueño extraño. Creo que aún no he despertado correctamente.
-Es entendible, aunque haz dormido más de tres horas.
-¿TRES HORAS? ¿PERO QUÉ HORA ESSSS????- pregunta el dios con pavor, tocando su rostro con las manos, tanteando si ha podido cambiar su imagen mientras dormía.
-Faltan quince minutos para las doce de la noche.
-¡¿PARA LAS DOCEEEE?!- Jin sale corriendo hacia los cambiadores, recoge la mochila con sus pertenencias y sale corriendo cual alma que lleva el diablo hacia la puerta de salida. -¡EFHARISTOPOLI! ¡PARAKALÓ! ¡PARAKALÓ! ¡PARAKALOOOÓ!
La puerta de cristal del gimnasio queda entreabierta con el paso fugaz del pelinegro, al igual que entreabiertos quedaron los gruesos labios del entrenador, totalmente estupefacto por aquellas raras palabras del joven.
Acaba de darle las gracias y de pedir disculpas repetidas veces en griego antes de irse. Nam reconoce el idioma y muchos otros más, dados sus múltiples viajes. Sin embargo lo que le extraña al instructor es que el muchacho utilice ese dialecto cuando claramente no se encuentran en aquel país y sobre todo porque Grecia es su tierra natal.
Nam cierra la puerta lentamente y baja al perro de sus brazos, el cual ladra y corre enloquecido en todas direcciones buscando nuevamente el dulce olor, perdiéndose su figura finalmente al fondo del lugar.
De repente, Nam ya no desea que aquel impertinente cliente no regrese.
Aquel hombre se ha convertido en un interesante y bello misterio.
A primera hora del domingo, Nam se encuentra ya de pie, limpiando el departamento, sacudiendo las alfombras y ventilando el amplio local. Ha dejado todas las puertas abiertas para que la faena se le haga más fácil. Toca limpiar a fondo el área de ejercicios y los vestuarios.
Bam corre y salta de vez en cuando, ayudándole en la labor. Su dueño lo ha entrenado para recoger cualquier toalla o prenda que encuentre en el suelo y llevarlo hacia la cesta de ropa sucia.
Nam se dispone a poner la tercera lavadora del día y de repente unos aullidos de dolor provenientes del gimnasio lo ponen en alerta.
Preocupado por la mascota de Kook, corre inmediatamente hacia el lugar y encuentra al perro sentado, intentado con desesperación rascar con su pata algo extraño en su pelaje cerca de su rostro.
-¿Qué sucede, Bam?
El doberman se queja bajito entre minúsculos alaridos y el entrenador se agacha a su altura para inspeccionar si pudiera haberle picado algún insecto, pero se lleva una gran sorpresa.
-¡Oh! ¡Yo te conozco! ¿Cómo haz llegado hasta allí pequeñito?
Nam inmoviliza con cuidado la cabeza del perro e intenta abrir con extremada delicadeza la pinza del diminuto cangrejito, para poder liberar la oreja de Bam, de la que el crustáceo se aferra con una pata cómo si fuera su última esperanza de vida.
El entrenador recoge al animalito en su morena mano y lo lleva hacia la mesa del salón, sentándose a su lado en una silla cercana y observándolo curioso de cerca.
Bam ladra dando brincos a su alrededor y finalmente apoya su hocico sobre una de las piernas del hombre, intentando pedir permiso para jugar con el nuevo invitado.
El cangrejo se queda quieto sobre la superficie del mueble, totalmente inmovilizado al haber sido descubierto. Salir de la mochila de Aphrodite definitivamente no fue una buena idea. Se desesperó al no tener noticias suyas durante tantas horas y para colmo cuando por fin apareció, sólo cogió sus pertenencias y salió corriendo, sin caer en la falta de su presencia. Tuvo mucho miedo al encontrarse solo y pasó la noche escondido en un rinconcito de los vestidores. Pero su miedo aumentó cuando por fin amaneció. Cuando oyó ladridos y un monstruo peludo se acercó a él, quizás para comérselo, así que él se defendió cómo pudo.
-Tranquilo pequeño, Bam sólo quiere jugar.
Nam le sonríe amigablemente, acercándole un pequeño trozo de fruta del cesto sobre la mesa. Temeroso, el animalito lo recibe y comienza a comer sin dejar de observar a su amado protector. El sabor es dulce y aunque su paladar está más acostumbrado a los alimentos salados, de igual forma termina por comerlo todo ya que sus sentidos están totalmente absortos con la figura frente a él. El hombre acerca con cuidado su mano y el crustáceo sube lentamente por sus dedos, cruzando su fibroso brazo y llegando finalmente hasta el firme hombro.
Desde aquel lugar tan privilegiado puede observar aún más de cerca el perfil de su humano favorito. Los lunares de su cuello, la masculina línea marcada de su mentón y los mechones rubios cayendo cual cascada dorada cerca de sus enigmáticos orbes cafés que lo miran de reojo.
-Se te ve muy cómodo allí, ¿eh? Debiste haber estado muy asustado- pronuncia el instructor compadeciendo al animalito. Vuelve la mirada hacia el cachorro, acariciando sus cabeza para tranquilizarlo y gira nuevamente sus ojos hacia su pequeño invitado. -No te preocupes. Por la tarde te llevaré de regreso a la playa.
El diminuto cangrejo lo mira con ojitos brillosos y anhelantes.
Sabe que su amor es imposible y quizás estuvo a punto del perder la vida, pero todo había valido la pena. Estar ahora frente a su atractivo humano es mil veces la mejor recompensa que haya podido obtener en su corta existencia.
Largas patas corren presurosas en la soleada tarde camino a la playa. Bam parece guiar al moreno entrenador, quien llevando su camiseta blanca favorita y una mochila a su espalda, intenta mantener el ritmo sin romper el frasco transparente donde lleva al pequeño cangrejito.
El cachorro adora la arena. Visitar el mar es uno de sus paseos favoritos. Allí espera encontrar otros perros con los que pueda correr y nadar por la playa, aunque esta vez lleva un diminuto amigo con el que piensa que quizás podría jugar también.
Algunos niños se encuentran bañándose en el mar y sus padres los vigilan desde cerca. Otras personas reposan acostadas mientras sus traviesas mascotas hacen hoyos en la tierra.
La temperatura es agradable, aunque algunas nubes blancas en el cielo parecen vaticinar un poco de lluvia en los próximos días.
Nam llega cerca de la orilla y se sienta sobre la arena, soltando la correa de Bam para que pueda jugar libremente. Cruza las piernas y acomoda a un lado la mochila con las pertenencias del perro, la cual su jefe suele llevar siempre encima en cada paseo. Kook, como todo buen padre, siempre le tiene listo un par de juguetes para morder, una botella de agua y bolsitas de pienso por si tiene hambre.
El entrenador inclina el frasco que lleva en sus manos y el cangrejito se desliza con cautela. Viéndose libre al fin, estira feliz sus patitas sobre la arena, pero se mantiene cerca de su apuesto salvador.
Nam esboza una tenue sonrisa, agotado por el trote del camino hacia la playa y porque no durmió bien la noche anterior. Los ladridos de Bam y sus propios pensamientos le tuvieron despierto hasta altas horas de la madrugada, divagando en la extraña despedida de aquel irreverente cliente.
Antes de descansar tomando una corta siesta, gira su vista alrededor, buscando alguna zona rocosa donde pueda dejar a su pequeño amigo para que pueda refugiarse. Sin quererlo, su vista se posa en el único muelle del pueblo, donde a lo lejos distingue una silueta de cabello oscuro sentado sobre las rocas de la misma.
La persona viste una camiseta lila y menea sus brazos hacia el cielo en un singular vaivén, como si realizara un ritual frente al mar, o tal vez un canto que sólo los peces pudieran entender, pues brincan y saltan sobre el agua como por arte de magia. Casi parece que estuvieran felices de ver a aquella persona o si estuvieran danzando alguna canción desconocida.
Como si pudieran entenderlo.
Como si pudieran escucharlo.
Un extraordinario espectáculo marino que Nam, pese a haber pisado multitud de países y visitado infinidad de playas, cree no haber presenciado jamás en el mundo.
Sin embargo, ¿por qué la escena le crea una extraña sensación de dejavu?
Aunque quizás todo aquello sea sólo parte de su imaginación, motivada por la falta de sueño.
De improviso, unas pequeñas pinzas llaman la atención de Nam, subiendo por el filo de los pantalones cortos del entrenador y quedándose finalmente sobre sus morenos muslos. El cangrejo encoge sus patitas debajo de su propio cuerpo y se acomoda para descansar.
-Oh, lo siento amiguito. Supongo que tampoco pudiste dormir bien anoche. - le dice sosteniendo al animalito con cuidado sobre su mano y acostándose sobre la arena junto a él, dejándolo ahora reposar sobre su musculado pecho. -Descansemos un poco y luego busquemos un nuevo hogar para ti.
Nam cruza los brazos tras su nuca y cierra los ojos, dispuesto a dormir un par de minutos. El cangrejito se ve cómodo sobre su nueva y fuerte cama improvisada. Le parece estar soñando. Se acurruca entre los pliegues de la camiseta blanca haciéndose bolita y esconde sus diminutos ojitos.
Por favor universo, que nadie lo despierte.
Sin duda hoy podría morir feliz junto a su humano favorito.
-¡Despierta, Nam! ¿Hola? ¡Holaaaaaaaaaaa! ¿Me extrañaste?
El de piel bronceada incorpora ligeramente la cabeza, entreabre los ojos y enseguida coloca una de sus manos cubriendo su rostro, pues los últimos rayos de sol de la tarde no lo dejan ver apropiadamente.
Entre sus dedos distingue borrosa la fina silueta de un joven con la misma camiseta lila que viese horas atrás en el muelle. Poco a poco logra enfocar la figura parada frente a él. El negro cabello brillante y los cálidos ojos avellana que continúan mirándolo con total interés. El muchacho recién llegado se inclina hacia el hombre sobre la arena, colocando las manos sobre su estrecha cintura. Su larga camiseta de un suave color violeta se acorta con el gesto y deja entrever un pequeño short del mismo color que da paso a unas largas y esbeltas piernas que se apoyan firmes sobre sus pies descalzos. La misma voz parlanchina del día anterior le confirma al moreno instructor de quién se trata.
-¿Quizás viniste a buscarme?- vuelve a interrogar Jin en tono coqueto y divertido, ante el silencio del entrenador. -Tu revoltoso amigo me encontró y me dijo que también te alegrarías de verme.
Bam da un par de escandalosos ladridos, corriendo en círculos alrededor de ambos hombres. En uno de sus saltos golpea ligeramente al joven, quien pierde el equilibrio y cae sin querer sobre el entrenador.
Jin se sostiene de ambos brazos sobre la arena para no golpearse contra el corpulento hombre y su rostro queda a escasos centímetros de su faz. Con los ojos redondos como platos lo mira estupefacto por el repentino acercamiento.
Nam lo observa atentamente, sin mostrar emoción alguna. No puede negar que el rostro del hombre en frente suyo es realmente hermoso. Sus blancas mejillas coloreadas ahora de un suave rubor rosa y unas largas pestañas adornando su mirada. Al mirar sus pupilas, Nam suspira derrotado al confirmar sus pensamientos de la noche anterior.
Estos bellos ojos no encierran el océano que él anda buscando.
Avergonzado, Jin se incorpora con rapidez y se sienta a un lado del rubio instructor, desviando su mirada hacia otro lado, tratando de ocultar su confusión.
El dios quiere conseguir a toda costa su ansiado pacto pero la estrepitosa caída no estaba en sus planes. La forma tan fría e indiferente en que el fuerte hombre lo estaba observando no es la que él busca. Sigue sin encontrar ese brillo especial en su mirada. Necesita seducirlo y conquistarlo antes y no está siendo una tarea fácil. Si hubiera acortado la distancia de sus rostros para besarlo, sólo podría haber acarreado un posible rechazo del entrenador y Aphrodite se niega a aceptarlo.
Sólo debe ser un poco más paciente.
Aunque lamentablemente no sea el dios de la paciencia y si éste es un don, parece ser que ya se le está agotando.
-Lo lamento- se disculpa Nam, restándole importancia a lo sucedido y sentándose a la misma altura del pelinegro. -Bam está muy inquieto desde que mi jefe se fue de viaje. Anoche aulló tanto que casi no pude dormir.
-No hay problema, estoy bien. Es normal que lo extrañe. Yo también echo de menos a un pequeño amigo que ahora no soy capaz de encontrar y... -repentinamente, los ojos cafés del dios reparan en el animalito que el entrenador lleva casi colgando de la camiseta, sosteniéndose con ambas patitas delanteras de la blanca tela.
-¿Pero qué haces allí? ¡Te estuve buscando todo el día!
Jin intenta coger al diminuto crustáceo pero éste no parece querer abandonar la ropa del entrenador, asiéndose a ella con más fuerza.
Nam observa el tira y afloja de ambos y su propia vestimenta que está a punto de romperse.
-¿Estás seguro que lo conoces? Si es tu mascota, ¿por qué no parece querer irse contigo?
-¡Claro que lo conozco! Y no, no es mi mascota, es mi amigo- afirma sin dudarlo. -Los animales son mis amigos, pero este es un pequeño traidor- finaliza con ironía el dios, pronunciando la última frase casi entre dientes.
Aphrodite intenta jalar nuevamente con moderada fuerza y la gentil mano del entrenador lo detiene de la muñeca, antes que el forcejeo logre romper su camiseta.
"Los animales son mis amigos"
Aquella frase no ha pasado desapercibida para el rubio y ahora parece retumbar en sus oídos, intentando despertar recuerdos que permanecían dormidos.
El toque de la morena mano no es tosco, al contrario, es suave. Su tibia piel logra causar un ligero hormigueo en Aphrodite. Una extraña sensación que creyó no volvería a sentir.
-Quizás debas dejarlo un tiempo conmigo. Bam lo asustó mucho esta mañana cuando lo encontró en los vestuarios. Aún debe estar aterrorizado.
-Oh... Entiendo- pronuncia el dios separando con lentitud su mano de la ajena y echando de menos automáticamente el tibio roce.
El doberman ha dejado de correr alrededor y lleva unos minutos recostado al lado de Aphrodite, totalmente relajado con el suave aroma que emana del dios y que sólo su adiestrada nariz puede percibir.
-Quizás... yo también deba quedarme con Bam unos días- sugiere Jin, acariciando el lomo marrón del animal, oyéndolo dormitar. -Así podrías descansar mejor por las noches.
-No creo que sea buena idea. Es muy grande y difícil de controlar.
-Tu cuidas de mi amigo y yo cuido del tuyo. Me parece un trato justo.
-Mi jefe me mataría si le pasara algo a Bam. Además, eres un extraño, ni si quiera recuerdo cómo te llamas.
-Me llamo Todo.
-¿Todo?
-Todo tuyo.
El pelinegro comienza a reír a carcajadas por su hilarante e improvisada respuesta, mientras Nam lo observa sin pizca de gracia en el rostro.
-¿Es en serio? ¿Eres así siempre?- pregunta el entrenador cortando el alboroto formado a su lado. -Eres...
-¿Extraordinario? ¿Increíble?
-No. Me refiero a que eres...
-¿Maravilloso? ¿Irresistible? Lo sé.
-Eres diferente.
Jin deja de reírse y lo mira fijamente a los ojos. Tras un par de segundos termina por mostrarle una gran y esplendorosa sonrisa.
"Diferente" es un adjetivo poco usual para su persona. Estuvo acostumbrado a que se refiriesen a él de mil formas, cada una más hermosa que la otra, pero "Diferente" es la segunda vez que lo oye de los labios de alguien, a pesar de su larga existencia.
El de cabellos negros dibuja algo con sus dedos sobre la arena y se levanta de su sitio, cogiendo a Bam de la correa. El cachorro menea feliz la cola entendiendo que se va de paseo y coge la mochila entre los dientes, pues sabe que Kook suele poner allí siempre todo aquello que le gusta.
Diferente.
Claro que Jin se siente "Diferente". Es un dios. El dios de la belleza y el amor. El hecho de que el humano haya notado una pequeña diferencia en su ser es ya un gran paso. Aphrodite piensa colarse poco a poco en su mente, hasta que no pueda pensar en nadie más. Hasta que sólo pueda pensar en él.
Triunfante, se aleja caminando junto al perro, despidiéndose de espaldas.
-¡Tranquilo, lo llevaré todas las tardes a nuestra sesión de entrenamiento!- pronuncia el dios cada vez más lejos. -¡Espero que esta noche sueñes conmigo!
Nam no hace el amago en levantarse o detenerlo. Por alguna extraña razón sabe que dice la verdad y que mañana volverá a verlo.
Lo observa marcharse moviendo las largas y blancas piernas en un suave compás e incluso su forma de andar le parece especial y diferente.
Él es totalmente diferente a cualquier persona que se acercase para intentar conquistarlo. Unos optaron por hacerse los inocentes y otros por intentar forzarlo. Pero nadie lo había hecho tan descaradamente como él.
Nam contempla la arena a su lado y lee lo escrito sobre ella:
"Soy Jin y pronto seré tuyo"
Vuelve su vista hacia el horizonte que está a punto de perder su dorado color, acomoda al cangrejito sobre su hombro y suspira, cerrando los ojos al sentir la brisa del mar en su rostro.
Sabe que aquella persona, tan extraña e impulsiva, pierde su tiempo. Quizás el muchacho tenga la suficiente tenacidad de ser capaz de terminar la semana de entrenamiento y finalmente obtener la ansiada recompensa de adueñarse unas horas de su cuerpo, pero nunca podrá adueñarse de su corazón.
Porque su corazón le pertenece al único ser que vive en su mente y se apodera cada noche de sus sueños.
¿Cómo podría olvidarlo?
Aún recuerda las dulces melodías que tarareaba mientras lo veía danzar entre los árboles. Era tan irreal, tan mágico, tan perfecto, tan... diferente.
Recordarlo cada anochecer duele.
Duele aún más saber que nunca será capaz de enamorarse de igual forma. Prefiere guardar sus sentimientos en lo profundo de su interior, como una penitencia por haber amado a quién sabía desde el principio que era prohibido para él.
Ahora tan sólo le queda desperdigar en cada ciudad las migajas de su amor no correspondido, hasta que no le quede más esperanzas.
Hasta que su alma se canse de esperar.
Y cuando sus ojos decidan ver al fin el último ocaso sobre las aguas de algún mar, piensa forzar a su corazón a encontrar una nueva ilusión.
Una nueva razón para existir.
Pero aún no ha llegado ése día.
Tal vez es pronto para saber que la paz que tanto busca quizás está justo detrás del sentimiento que tanto evita.
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