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12. 🥀 Forever yours


⚠️ Advertencia.
Capítulo con contenido explícito.

Dicen que los ojos besan antes que la boca y en aquel instante Ares lo pudo comprobar.

Aún con los ojos cerrados, lo besó mil veces antes que los delicados labios tocaran los suyos.

Cada amanecer despertaba y volvía a besarlo en sus recuerdos. Cada noche cerraba los ojos y podía sentir el suave toque de su dulce boca, mientras pedía en silencio que su bella estrella fugaz se encontrara bien en donde quiera que estuviese, anhelando que alguna vez su brillo volviera a alumbrar su oscuridad.

-Ares- vuelve a nombrarlo Aphrodite murmurando sobre la boca ajena y los oídos del dios de la guerra se endulzan con su voz de terciopelo. -Mírame, por favor.

Las marrones pupilas se abren y nuevas lágrimas caen cual manso río por la morena piel. El de largo cabello cobrizo se separa brevemente de sus labios para mirar por completo el apuesto rostro de su gran amor.

Nam parece haber perdido el habla. Las palabras no dichas mueren por salir de sus labios y sus latidos uno a uno vuelven a acompasarse con cada suave pestañeo de aquellos brillantes ojos verdes que tanto extrañó.

A pocos centímetros suyos, Ares sólo atina a observar embelesado al bello dios.

Su mirada se pierde por cada mechón de cabello enroscado, como remolinos de viento cayendo por el blanco pecho. Su perfecto cuerpo desnudo, adornado tan sólo por la claridad de su piel albina, casi vestido por la luna. Pequeños destellos dorados cual diminutas luciérnagas, iluminando el bello océano esmeralda de sus ojos.

Y sus labios rojizos y dulces como el néctar del Olimpo.

Sí, es él.

La perfección hecha dios.

Aphrodite.

Su Aphrodite.

Nam lo contempla durante largos minutos que parecen horas, antes de atreverse a hablar entre sollozos.

-Siento haber llegado tarde... Lamento todo el daño que te hicieron... Si tan sólo me hubiese quedado a tu lado...

-Tranquilo, nada de eso fue tu culpa. Todo ya quedó en el pasado- afirma Aphrodite comprensivo, sosteniendo el rostro ajeno y secando las lágrimas con sus dedos. -¿Tuviste días difíciles estando solo en la tierra?

-Todos mis días fueron difíciles sin tenerte cerca. Pero ya nada de eso importa porque al fin te encontré.

-¿Por qué lo hiciste, Ares?- cuestiona angustiado. -Al irte del Olimpo renunciaste a tu puesto. Lo tenías todo allí.

-Te equivocas. Ahora ya tengo todo lo que quiero. Lo único que he querido siempre. Te tengo a ti junto a mí y con eso tengo suficiente.

Aphrodite cierra los ojos, juntando sus frentes, suspirando de cerca al oír aquellas palabras.

-Tal vez algún día te arrepentirás de tu elección...

-Nunca lo haré. Yo te elegí a ti. Elegí amarte. Elegí tu sonrisa y la bella forma en que traías luz a mis días. Elegí quitarme la coraza del dios de la guerra porque es tu paz la que siempre he querido.

El corazón de Jin golpetea feliz nuevamente dentro de su pecho.

¿Será realmente un regalo de los cielos tener nuevamente en frente al amor de su vida, después de cientos de años de infinita soledad?

Sin embargo, un atisbo de tristeza asoma por los ojos marrones del dios de la guerra.

A pesar de amarlo con locura, Nam aún tiene miedo de no ser un digno compañero para el hermoso dios de la belleza.

-Yo quiero hacerte feliz...- continúa hablando el rubio -aunque creo que a mi lado sólo habrían más tormentas que momentos de felicidad.

Las suaves manos acarician el moreno rostro con dulzura antes de contestar.

-Prefiero un amor que entienda de guerras. Alguien que pueda levantarse de mil batallas y que aún así tenga ganas de seguir amando. Un guerrero que no se rinda, uno que jamás se canse de esperar. Un guerrero que nunca se canse de amar.

Dos preciosos hoyuelos se marcan en el rostro de Nam al escuchar la sincera respuesta y su corazón responde galopando dichoso en su pecho.

-Me hiciste tanta falta, Aphrodite- afirma Nam, ajustando sus brazos tras la fina cintura, deseando no soltarlo jamás. -Nunca me dejaste de doler aquí dentro. Te busqué en tantos lugares... Sólo quería volver a ver tu rostro una vez más.

-Yo también te extrañé- afirma Aphrodite entre sus brazos. -Pero hubiera preferido encontrarnos cuando mi belleza hubiera regresado. Sé que ésta no es la mejor versión de mí y lo lamento tanto. Si antes hubiera regenerado mi poder yo...

-No vuelvas a decir eso jamás- le interrumpe Nam.

Se niega rotundamente a dejarlo continuar. Aphrodite es precioso y no es que sólo le guste por su bello rostro. Le encanta porque es perfecto ante sus ojos.

Sí, parece tener el ego por los cielos, pero por dentro es cálido y tierno. Quizás Aphrodite sólo le tiene miedo al tiempo, a volverse viejo y que las arrugas finalmente asomen el borde de su ojos. Pero aún si eso ocurriera, seguiría siendo perfecto.

Con sus mil manías.

Simplemente perfecto.

-No necesitas deshacerte de esta cicatriz- continúa hablando el rubio, acariciando su herida mejilla. -Tú sigues siendo hermoso. Tan hermoso como las mariposas que rondaban tu jardín ¿Las recuerdas?

-¿Aquellas que solíamos perseguir entre las flores? Recuerdo vernos competir por quién atrapaba la más grande, mientras corríamos como dos locos por los alrededores del palacio. Cómo olvidarlo.

-Esas mismas. Las que luego liberábamos entre risas... ¿Sabías que las mariposas no pueden ver sus propias alas?- pregunta el dios de la guerra curvando sus labios en una sonrisa, recibiendo un adorable gesto por parte de los preciosos ojos verdes que brillan aún más por la admiración. -Aprendí muchas cosas viviendo en la tierra. Tú eres como ellas. Fascinantes y majestuosas, pero incapaces de ver sus propios colores. Sin embargo, yo siempre los pude ver en ti.

Y allí está de nuevo la debilidad de Aphrodite.

Esa sonrisa transparente. Esos hoyuelos de ensueño. El dulce ser que lograba llenar sus tardes tan sólo con su presencia, tan radiante como el mismísimo sol.

Ese dios fuerte por fuera pero de corazón blando por dentro. El mismo dios del que se enamoró sigue allí, tras esa enérgica y dorada figura, sin escudos que lo cubran.

La sonrisa espontánea brota de los labios de Aphrodite sin poderlo evitar.

-¿Cómo haces para ver lo mejor de mí, aún en mi peor momento?- cuestiona el dios de la belleza.

-Eres tú quien siempre veías lo mejor en mí. Pero olvidaste que yo sólo era un reflejo de tu alma. Del amor y la belleza que vive en ti.

El corazón de Aphrodite se derrite dentro de su pecho. Ares es el único capaz de lograr ese efecto en el dios del amor. El único ser que podría detener sus latidos y hacerlos agitar a su antojo.

Sólo él.

-Es tu amor... lo que vive en mí- pronuncia Jin antes de acercarse nuevamente al rostro ajeno y apoderarse suavemente de esos gruesos labios que le llaman a besarlos una y mil veces más.

Ares soñó mucho tiempo con sumergirse de nuevo en las apacibles olas esmeralda de aquellos ojos que tanto amó.

¿Cómo podría haber adivinado antes que aquel irreverente y terco cliente del gimnasio era el océano que andaba buscando?

Tal vez por eso su nueva imagen, pese a ser distinta de la que recordaba, seguía apareciendo en sus sueños. Fue imposible evitarlo desde la primera vez que lo vio entrar al lugar. Su voluntad fue cediendo a sus encantos, aflorando con los días sus inmensas ganas de cuidar de él.

El cálido tacto de la suave boca sobre la suya le confirma que sus instintos eran correctos y que la decisión de abandonar su hogar nunca podría ser mejor recompensada.

Ares sabía que renunciar al Olimpo sería mal visto por todos los dioses. Era consciente que su padre podría tomar represalias y arrebatarle todo su poder. Zeus podría volverlo un simple mortal e incluso acabar con su vida por tal desobediencia.

Pero aquello ya no le importaba, sin Aphrodite nada tenía sentido.

Si realmente llegaba el nefasto final, sólo ansiaba encontrar su precioso ser de luz al final del camino.

Pero ahora es su ansiado final quien lo besa, quien suspira en su boca, quien respira su aire. Quien se relame de gusto y acaricia dulcemente su rostro, mientras sus labios parecen hablar al fin el mismo idioma.

Todo el amor que Ares guardaba en su interior se desborda poco a poco a través de sus manos inquietas que acarician el precioso cuerpo de su amado dios.

Sus fibrosos brazos se acomodan tras su espalda sosteniendo la fina silueta y su cuerpo empuja levemente la delgada figura, dejándola caer con suavidad sobre el suelo de la habitación.

Los pétalos azulados y violáceos de las flores antes regadas, quedan esparcidos alrededor del cabello cobrizo. Nam no se atreve a pestañear, sintiéndose indigno de poder contemplar al dios de la belleza de aquella forma.

-Me gustaría que pudieras verte a través de mis ojos- pronuncia el dios de la guerra, contemplando la escultural silueta que yace bajo su cuerpo. -No eres solamente hermoso. Eres perfecto para mí. Simplemente perfecto.

Los rojos labios se curvan en una suave sonrisa a escasos centímetros del rostro ajeno.

-Aphrodite, me encanta cada parte de ti. Te amo tal y como eres. Te regalaría mi vida entera si dejas que me quede a tu lado para siempre.

-Mi vida ya es tuya, Ares. Mi precioso regalo eres tú.

Impaciente, Jin acorta la distancia capturando los labios contrarios. Sella promesas de amor con su cálida boca, probando la adictiva miel en los gruesos belfos.

Lejos del suave beso que compartieron minutos antes, sus bocas colisionan esta vez en un ansioso contacto. Un desordenado ritmo de chasquidos que logra agitar poco a poco sus respiraciones.

Jin deja que sus labios se enreden en un beso infinito. Un toque casi mágico que desnuda poco a poco la boca ajena, intentando desvestirle hasta el alma.

Sus finas manos aprietan el fornido cuerpo sobre el suyo, ansiando más que el roce de sus pieles.

El dios de la belleza quiere entregarse por completo, quiere darle tanto amor dormido en su interior, hasta que Ares olvide quien es o quien fue.

Porque para él no es solo el dios de la guerra, ahora también es el dios del amor.

Su amor.

Sumido en sensaciones, Aphrodite abre lentamente las blancas piernas y Ares con dulzura las vuelve a cerrar.

Porque primero quiere abrir su corazón.

Los labios ardientes se deslizan por el blanco cuello, llenando de besos las agitadas colinas de su pecho, perdiéndose en la tersas dunas de su abdomen.

Nam conoce perfectamente los atajos pero prefiere elegir el camino más largo, tomándose todo el tiempo del mundo en recorrer con sus labios la deliciosa piel.

Sus dedos se vuelven pinceles que van descifrando poco a poco su cuerpo.

Pasea su boca por cada rincón, por cada curva de su dulce deseo. Busca con su lengua los lunares que llevan su nombre, haciéndolo sentir cuanto lo ha anhelado todo este tiempo.

Su inquieta lengua llega hasta el límite de lo prohibido, hundiéndose en sus entrañas, lamiendo extasiado la cueva del misterio hasta hacerlo delirar.

Jin se deshace en gemidos. Sus latidos se descontrolan al sentir el cálido aliento de Nam en lo más recóndito de su piel.

Ansioso, Ares abre la boca para recibir el sexo de su amado, recorriéndolo a paso lento, degustando el sabor a gloria en sus labios.

No es la primera felación que Aphrodite recibe. Pero esta vez se siente diferente. Ya no es más un cuerpo perfecto para usar y desechar.

Jin se siente sostenido y cuidado.

Al fin se siente amado.

Aprhodite se centró tanto en ser el dios de la belleza, que olvidó ser también el dios del amor. Olvidó que merecía ser amado.

Nunca por su brillante cabello, ni por sus pupilas esmeralda o por su piel de porcelana.

No necesitaba cambiar para merecer amor. Él merecía ser amado tal y como era.

Su cuerpo se contrae al sentir la corriente de excitación por sus venas. Su manos se aferran a los rubios cabellos, clamando sus labios de deseo, mientras la húmeda cavidad recibe cada estocada de su miembro, regando finalmente el blanco elixir por completo.

El corpulento hombre se sienta sobre el suelo, observando orgulloso el desastre causado en el precioso y jadeante cuerpo, limpiando sin delicadeza la brillante saliva que escurre por su mejilla.

Recuperando la respiración, Jin se incorpora sobre su sitio. Las vivas llamas de la pasión afloran en sus iris verdes y lentamente comienza a gatear sobre el suelo, acorralando su presa, haciendo retroceder el fuerte cuerpo.

El dios del deseo ha despertado.


Aphrodite trepa con suavidad por la rodillas ajenas. Se acomoda finalmente sobre las fornidas piernas, dejando descansar la espalda de Nam sobre uno de los lados de la cama.

Ares se queda sin aliento.

Es tan maravilloso ver a la mismísima deidad de la belleza montada nuevamente en su regazo.

Los suaves dedos se deslizan por el torso moreno, cruzando una ardiente línea ascendente por el perfecto lienzo. Acaricia cada músculo llegando hasta el cuello, perdiéndose en cada centímetro de piel, subiendo por el marcado mentón, entreabriendo los gruesos labios que hasta hace unos segundos le habían hecho estallar de gozo y placer.

Ansioso, Aphrodite atrae con sus manos el apuesto rostro, besándolo con fervor, probando su propio sabor en los belfos que tanto había deseado besar de nuevo.

Con un sonoro chasquido de su boca, se separa lentamente de la ajena. Fija su mirada en las pupilas felinas de su amado y toma sin cuidado el miembro grueso con su finos dedos, acariciándolo travieso, juntándolo lascivamente al suyo, friccionando ambos en constantes y fogosos movimientos.

Las manos hábiles del dios se frotan una y otra vez contra las jugosas carnes, abrazando los erectos falos, enardeciendo los sentidos del dios de la guerra y haciéndolo caer poco a poco en la tentación.

Las manos de Nam toman vida propia acariciando los muslos de su amado hasta llegar a su cintura, amasando su piel. Sus dedos se pierden tras el final de su espalda, esparciendo divinas caricias por su delicioso trasero, humedeciendo su centro, entrando y saliendo por su angosta cavidad.

Un largo gemido escapa de la esponjosa boca y Ares la calla con la suya propia, mordiendo levemente los labios de su perfecto dios.

Aphrodite abandona su incitante tarea y se sostiene de los firmes hombros. Acomoda sus caderas y con lentitud se introduce de lleno en el erguido miembro ajeno, invadiendo el umbral de su estrechez.

Nam cierra los ojos, mordiéndose los labios al percibir el calor que lo embriaga, sintiendo su pene arder en el mismo infierno.

-Me cuidaste como una delicada mariposa, Ares. Ahora seré yo quien se encargue de mostrarte el cielo.

Aphrodite desliza sus brazos levemente hacia atrás y apoyando sus manos en los fornidos muslos, comienza una lenta danza circular con su cintura. Poco a poco la fina pelvis se amolda en un suave y rítmico vaivén, cabalgando sobre el vigoroso cuerpo, moviéndose de forma exquisita sobre el erecto miembro.

El flexible cuerpo de Jin se arquea seduciendo con sus encantos. Las rodillas sobre el suelo se impulsan una vez tras otra. Sus redondas nalgas, cual perfectas medias lunas, se balancean precisas de izquierda a derecha, extasiando la trémula carne que palpita en su centro.

La mullida boca libera suspiros al aire, sus quejidos siendo cada vez más altos y sonoros, mientras Nam queda hipnotizado por el excitante movimiento del precioso dios sobre su cuerpo.

La lengua del dios de la guerra se mueve por sí sola, relamiéndose de gusto ante la incitante y poderosa imagen.

El volcán de sus deseos despierta.

El señor rompecorazones sucumbe al hechizo del bello durmiente.

Los gruesos belfos se apoderan de la delirante boca, acallando los ensordecedores gemidos.

Sus manos vuelven a acariciar los bordes de su cuerpo y sus dedos inquietos amasan cada tramo, rasguñando su espalda, volviendo rosáceo el blanco mármol de su piel.

Nam apresa la fina figura entre sus brazos, mientras el dios de la belleza continúa su fascinante movimiento, enloqueciéndolo por completo.

La jadeante boca del dios de la guerra se desliza por su cuello, mordisqueando la clara piel y baja lentamente, atrapando la dura perla que corona su pecho, besando con pasión cada rincón de su ser que reclama sus labios.

El tonificado cuerpo vuelve a acomodar la figura del dios sobre el suelo, desparramando los largos cabellos, posándose sobre él sin dejar el ardiente contacto de sus labios.

Las piernas delgadas se encadenan a la fuerte cintura, incitando a sumergirse de forma más profunda dentro de su ser. Nam lo complace clavando su miembro como un huracán enfurecido, hundiéndose una y otra vez en aquel delicioso cuerpo, suave, perfecto y exquisito.

-Se mío para siempre, Aphrodite. Se mío- respira la ronca voz sobre la boca ajena.

-Siempre he sido tuyo, Ares- responde extasiado el dios de la belleza. -Por siempre tuyo.

Nam suspira encantado. Las emociones aflorando en su interior por tener entre sus manos el ser más precioso del universo.

Sus dedos se adhieren a su piel de porcelana, su dientes se aferran a su boca, degustando sus labios tibios y jadeantes.

Y de sus ojos caen lágrimas de alegría, inundados al poseer por fin a quien tanto había amado. La más hermosa divinidad hecha hombre, su Aphrodite.

Y Ares decide dar rienda suelta a su amor desbordado, sosteniendo las delicadas manos sobre lo alto de la cobriza cabellera.

La fuertes caderas se empujan salvajemente sobre la fina figura, sintiendo su miembro ser engullido en las paredes cálidas que se ajustan a la perfección, devorándolo una y otra vez, saciando la sed de poseerlo por completo.

Jin pierde la noción del tiempo. Su boca mordisquea a gusto la garganta canela. Su piel arde como jazmines en llamas bajo la hoguera del moreno cuerpo que lo domina magníficamente, haciendo que la pasión se derrame por cada resquicio de su ser.

Y al fin Aphrodite vuelve a sentirse hermoso. Porque Ares lo hace sentir infinitamente precioso en su propia piel, no sólo por su bello cuerpo, sino tan solo por ser él.

Son sus almas las que al fin se encuentran, conectándose en cada embestida, reconociéndose en cada roce de sus cuerpos, alineándose en la misma sintonía.

El calor sofocante envuelve ambos corazones que laten a la par, enredándose en el suave olor de sus pieles, en sus voces y gemidos.

Dos dioses retomando de la forma más sublime aquel fragmento del pasado en sus vidas que debió durar para siempre, reescribiendo una nueva historia con cada movimiento ondulante de sus cuerpos.

La bocas jadeantes gritan sus nombres en el preciso momento en que ambos seres se consumen en el límite del abismo, en el éxtasis supremo en que se funden en uno solo, formando la tormenta perfecta, quemándose en el fuego divino, llegando a la gloria del placer infinito.

Y Aphrodite al fin se siente completo.

Porque la soledad y el vacío en su interior nunca se debió a su falta de belleza.

Era por su falta de amor.

Los finos dedos se encajan en la dorada piel al sentir derramarse un mar tibio entre sus muslos.

Las gotas de lluvia resbalando por el cristal de la ventana se vuelven testigos fugaces del milagro acaecido.

Dos dioses que no sólo acaban de hacer el amor, sino que han creado vida a través de sus pieles y respiros.

Instantáneamente, una poderosa energía comienza a fluir por las venas de Aphrodite.

Y no, no son los años de juventud prestada ni la belleza que antes ansiaba.

Es el poder de Ares.

Jin cierra los ojos y respira profundamente antes de volver a abrirlos. Sus verdes luceros vuelven a posarse en los ajenos, recibiendo una dulce sonrisa.

-Ahora mi poder es tuyo- afirma Ares, acariciando con ternura la blanca mejilla, a sabiendas que al entregar la última parte divina de su ser ya no podría volver más al Olimpo.

Aphrodite le sonríe en respuesta y no duda dos veces en hacer uso de una pequeña parte del poder recibido.

Vuelve a cerrar sus pestañas mientras su figura es envuelta en una suave bruma blanquecina de la cabeza a los pies, disipándose lentamente para descubrir la nueva imagen del dios de la belleza.

La negra cabellera regresa a adornar su sien y al abrir los ojos, dos esmeraldas vuelven a relucir en sus orbes, tan brillantes como espejos.

Nam lo mira preocupado, acariciando nuevamente su mejilla.

-Mi vida, tu cicatriz sigue aquí.

-Y allí se va a quedar, mi amor- responde Aphrodite, dejando un corto beso en los labios contrarios. -Si esa marca no estuviera en mi piel, tu no estarías aquí conmigo. Prefiero llevarla con orgullo antes que perderte de nuevo.

Ares lo abraza emocionado por sus palabras. Su dios del amor al fin comprende que su belleza no está sólo en su rostro. Su principal belleza siempre estuvo en su interior.

-Dijiste que me veía igual de hermoso- vuelve a hablar el ahora pelinegro entre sus brazos, -y que te gustaba mi cabello negro, así que es lo único que elegí cambiar para tí.

-No necesitabas cambiar nada, pero aún así pensaste en mí. Eres el amor de mi vida, Aphrodite. Tal vez yo no sea tu primer amor, pero déjame por favor ser el último.

-Eres el primero y el último, Ares. Mi corazón te eligió a ti.

Los ojos de Nam brillan al escuchar la respuesta y recoge delicadamente una de las blancas manos para apoyarlas unidas sobre su propio pecho.

-Escucha el latido de mi corazón. Él te llama sólo a ti cada vez que quiere. Porque dentro de la oscuridad en mi interior, tú siempre brillaste tan intensamente.

-Es tu luz la que siempre he querido. Gracias por mostrarme lo que soy y despertarme del profundo sueño en el que vivía. Por elegirme y ya no sentirme solo. Gracias por llegar y ser al fin un 'nosotros'.

-Te elegiré hasta el final de mis días- responde el de cabellos rubios, besando la dañada mejilla. -Te extrañé tanto, Aphrodite. No sabes cuánto. Estuviste lejos de mis ojos, pero nunca de mi corazón.

-Ni tu del mío. Te quiero, dios de la guerra.

-Te amo, dios de mi amor.

Y la suave boca vuelve a buscar la calidez en los labios ajenos, bebiendo del manantial de sus besos el dulce néctar que tanto extrañó.

Dos corazones tibios, deteniendo el tiempo con cada latido, avivando nuevamente el fuego perpetuo de su amor.

Dos deidades errantes que de tanto buscarse se vuelven a encontrar.

Dos almas perdidas que a pesar de la adversidades, al fin hallan de nuevo su otra mitad.

Dos lobos heridos que buscan refugio, acurrucándose en el calor del otro, lamiendo sus heridas mutuamente, con la certeza de que al llegar la noche no volverían a separarse jamás.


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Holaaasssss!!!

Corregí este capítulo unas cien veces por lo menos. Lamento la tardanza, espero que haya valido la pena 💞

La próxima y última actualización será el domingo 03/06/2023.

Así es 🥺, queda sólo un capítulo más para terminar esta linda historia 🤧🤧.

Aún no sé cómo una idea lanzada en un grupo Namjin de Facebook, que al principio pensé convertir en un Twoshot, me inspiró de tal forma que al final llegó a extenderse hasta 13 capítulos 😱 (querida creadora de la idea, si estás por aquí, mil gracias!!! ❤️).

Gracias también a todas las lindas personitas que con paciencia han esperado estos 5 meses cada actualización. Los llevo siempre en mi corazoncito de algodón 💜💜💜💜.

PD1: Al terminar Afrodita, me tomaré algunos meses en ordenar las ideas de una nueva historia que tengo en mente. La pista principal de la nueva trama está en el último párrafo de este capítulo 🙈💞

PD2: El diálogo final está inspirado en la letra de "Save me" 😻, bendita canción espectacular ❤️❤️

Nos vemos pronto 😙💜

Besos para tod@s!!

Con amor.

Ayri 🌻

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