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11. 🥀 Be mine

⚠️ Advertencia.
Capítulo con contenido explícito.


Una sonrisa traviesa asoma por los labios de Aphrodite, mientras delinea lentamente con sus dedos los firmes músculos, paseándolos sin prisa por el pecho descubierto del atractivo entrenador.

Sus largos dedos viajan hacia el sur, cruzando a su paso viejas cicatrices sobre sus costillas, sin pensar que son marcas de guerra de los cientos de batallas que libró Ares en el pasado.

Extasiado por la hermosa vista, el dios de la guerra lo observa sentado en su cintura, sintiendo los inquietos dedos paseando sobre su ser. Le parece mentira tener sobre sí al hombre más perfecto que sus ojos hubiesen podido ver jamás.

Aún acostado sobre la cama, las manos canela toman vida propia y suben temblorosas por la tersa piel, acariciando sus largas piernas. Recorre un lento camino desde los blancos muslos hasta la fina pelvis, subiendo cautelosas debajo de la camiseta del pijama, apretando su piel con suavidad.

Su bello dios del amor se estremece bajo su tacto.

Lo había imaginado siempre en sueños y hoy por fin que lo tiene en frente, piensa tomarse todo el tiempo del mundo en recrearse con la presencia del hermoso dios, alargando los segundos, haciéndolos eternos.

El rostro de Jin se enrojece al sentir la calidez de las fuertes manos sobre su piel. No sabe si es por la excitación que empieza aflorar en su cuerpo o por la fiebre que amenaza en regresar.

Hace mucho tiempo que nadie lo tocaba de aquella forma. Los mortales con los que intimó alguna vez, solían desesperarse y desvestirlo de prisa, sellando cada trato en menos de diez minutos. Sin embargo, el instructor no parece ser igual que ellos y luce sumamente entretenido, gastando interminables minutos sólo en acariciar su piel.

Pero Aphrodite sabe que no tiene tiempo que perder. Sobre todo porque no tiene idea de cuánto más podrá perdurar el cambio de imagen sobre su ser.

Su única certeza es saber que su poder se está agotando.

Necesita recuperar cuanto antes su belleza y regresar al Olimpo, a donde pertenece. El lugar donde su gran amor lo espera.

Y si el atractivo instructor no piensa tomar la iniciativa para consumar el pacto, lo hará él mismo sin dudarlo.


Los finos brazos se deshacen de la prenda superior del pijama, quedando totalmente desnudo. Un brillo diferente se instala en los ojos de Nam al ver el exquisito cuerpo descubierto en todo su esplendor.

El dios del amor destila sensualidad por cada poro de su piel.

Ares contempla a Aphrodite tan provocativo e incitante, que queda casi paralizado ante él. Es observado fijamente por dos pupilas intensas como el café, tan profundas y penetrantes que es imposible no quedar hechizado bajo su mirada.

Una de sus grandes manos se mueve por sí sola hacia el bello rostro ajeno y acaricia suavemente su mejilla en el mismo lugar donde oculta la cicatriz bajo su nuevo aspecto.

—Me gustas tanto. Adoro incluso tu cabello negro. Eres tan diferente, tan perfecto...— suspira el rubio al contemplarlo.

Jin le sonríe complacido.

Al fin lo está consiguiendo.

Los humanos son seres predecibles. Siempre tan vulnerables y dejándose llevar por las emociones. Tarde o temprano sabía que el instructor caería rendido a sus pies.

Sin embargo, Jin frunce levemente el seño, mordiendo ligeramente su labio inferior al darse cuenta que a pesar de haber usado todos sus encantos durante casi una semana, aún no logra que el entrenador le diga "bello" o "hermoso".

¿Es que acaso no piensa admitirlo nunca?

Tal vez el dios del amor aún no comprenda que ante los ojos de Ares, su belleza siempre estuvo en segundo plano. Él siempre amó lo que había en su interior.

Los dientes de Aphrodite se marcan sobre la roja boca, haciendo que los labios del dios de la belleza se vean aún más apetecibles ante los ojos de Nam. Tal vez por eso le llamaron la atención desde la primera vez que los vio. Tan rojizos como las fresas, tiernas y jugosas.

Ares todavía puede recordar ese suave tacto sobre sus propios labios y la emoción recorriendo su ser tras el primer beso que le robó.

Una dulce sensación que ansía volver a probar.

Nam se inclina de repente, quedando sentado con el hombre sobre sí. Sosteniendo sus mejillas, atrae el fino rostro hacia el suyo con la intención de juntar sus labios al fin, pero rápidamente el dios lo evade, evitando el contacto.

Aphrodite no piensa dejar que nadie más lo bese.

La última persona fue Ares y el dios de la belleza se resiste en abandonar aquella sensación sobre su boca.

Nam lo mira de cerca, apenado por el rechazo.

¿Será que fue demasiado apresurado?

¿Tal vez aún no esté listo para aceptarlo?

Observa algunas gotas de sudor sobre la frente ajena y su tez enrojecida. Le preocupa que aún no esté recuperado del fuerte resfriado.

¿Quizás el malestar haya regresado?

—Creo... Creo que debes descansar un poco— afirma preocupado el instructor, dejando a un lado el calor del momento y envolviendo la silueta desnuda con una ligera sábana que reposaba sobre la cama.

—No necesito descansar...

—Pero la fiebre parece haber vuelto— constata el rubio, tocando la frente contraria.

—¡No necesito descansar!— exclama Aphrodite, desesperado por conseguir de una vez por todas la juventud y belleza que busca, alejándose con rapidez de la mano ajena. —¡Sólo necesito lo que hay en ti!

Nam lo observa aún más extrañado.

¿A qué se refiere su precioso dios del amor?

¿Se refiere a que necesita su poder?

¿El poco poder que le dejó su padre y que lleva guardando tantos años sólo para él?

Quizás no pueda servirle de mucha ayuda, pero por pequeño que sea, no piensa negárselo.

No sabe para qué lo necesita Aphrodite con tanta urgencia, pero prometió dárselo todo si lo volviera a ver otra vez.

Juró al irse del Olimpo que lo encontraría costase lo que costase. Aseguró concederle su poder y entregarse a sí mismo, sin medida. Prometió ante el enfurecido rostro de Zeus que rogaría por el perdón de Aphrodite y se quedaría a su lado para siempre, como su más fiel esclavo, en compensación por el gran daño que su familia le hizo.

Y la palabra de un dios es sagrada.

Ares recoge una de las suaves manos y la besa con delicadeza, antes de posarla sobre su propio pecho.

—Todo lo que hay en mí es tuyo. Tómalo, por favor.

El largo suspiro de Nam hace eco en las paredes de la habitación.

Lleva interminables minutos intentando convencer al bello dios que debe descansar y recuperarse, pero sus ruegos no están siendo escuchados.

Se encuentra sentado al borde de la cama, mientras el dios de la belleza se acomoda de rodillas sobre el suelo, deslizando lentamente el pantalón ajeno.

—No tienes que hacer esto A...

—Shhhtt.

Anteriormente, Aphrodite tanteó moverse de forma provocativa sobre el regazo del entrenador, pero sus caderas eran continuamente detenidas por las grandes manos, conteniendo cualquier movimiento.

Las últimas palabras del instructor fueron que tomara todo de él sin medida.

Entonces, ¿por qué no está cooperando?

El dios necesita endurecer el miembro ajeno a como dé lugar. Precisa que lo invada por completo para poder firmar el trato al fin. Pero el hombre a su lado sigue luciendo tan preocupado por su bienestar que parece imposible poder excitarlo con facilidad.

Es por eso que piensa darle una pequeña ayuda.

Nam luce inquieto mientras es desvestido por las blancas manos. Soñó innumerables veces con tenerlo cerca, sólo para él, pero no de esta forma.

Le preocupa que su condición empeore por el esfuerzo. Él mismo sufrió algunos años en carne propia las inclemencias de diversas enfermedades de la tierra que, a pesar de su fuerte condición física, lograron debilitarlo durante días. Pese a ello, se negó a usar parte de su escaso poder para curarse. Pasara lo que pasara, no perdía la esperanza de volver a ver a Aphrodite.

Su poder y su corazón ya tenían dueño.

El pantalón del entrenador cae en algún lugar del suelo junto a su ropa interior y Jin lo observa desde abajo, a cortos centímetros de su ansiado trofeo.

Ares no puede ocultar la preocupación en su rostro. Acaricia sus oscuros cabellos con cariño y vuelve a tocar su mejilla, comprobando que arde aún más que hace unos minutos. Le encantaría descifrar lo que pasa por la mente del bello dios.

¿Por qué es tan importante para Aphrodite complacerlo?

¿Por qué no comprende que tienen todo el tiempo del mundo para amarse y entregarse el uno al otro hasta el fin de sus días?

¿Por qué no entiende que sólo quiere cuidar de él lo que le reste de vida?

Los esponjosos labios se abren para recibir su hombría y Nam cierra los ojos en el acto, al sentir la calidez de la preciosa boca ajena.

No era usual que el dios de la belleza tuviera este gesto con ningún mortal, por el contrario, eran ellos quienes los complacían siempre. Ni siquiera está seguro de saber hacerlo correctamente, pero el perfecto miembro rosando su paladar hace más fácil su tarea.

Los labios se cierran atrapando la jugosa carne, subiendo y bajando con prisa por toda su longitud. La húmeda lengua se pasea veloz por cada pliegue, disfrutando del ardiente contacto.

Nam frunce una ceja al sentir los dientes contrarios sobre su miembro. No logran lastimarle, pero rosan lo suficiente para sentir ligeras punzadas sobre su piel. Con suavidad, desliza su mano por la mejilla ajena, acomodando sus dedos en el fino mentón, conduciendo el descontrolado ritmo del hermoso dios.

Los dedos llegan hasta la roja boca, acariciando los suaves belfos que continúan en su ardua labor. Introduce el pulgar entre los gruesos labios, forzando sutilmente a abrir aún más su boca.

El acto logra encender más a Jin, al tener el miembro y el dedo ajeno sobre su lengua. Responde encantado succionando con desesperación, dando lo mejor de él.

Tal vez sea un pacto más, pero su mente se ha perdido en algún punto y lo está disfrutando como nunca creyó hacerlo.

La saliva escurre por la comisura de su boca y sus sentidos se derriten al percibir el grueso pene creciendo aún más en su cavidad. Sus mejillas se ahuecan y pequeñas lágrimas de gozo surgen de sus ojos por el esfuerzo.

Sus manos se mueven por sí solas y estimulan al hombre que continúa sentado sobre la cama, amasando su piel. El entrenador aprieta las sábanas con sus dedos, intentando mantener la poca cordura que le queda.

El glande se empuja en la fina garganta una vez tras otra y el dios del amor se siente desfallecer por el esfuerzo. El aire comienza a escasear en sus pulmones y le obligan a detenerse, tosiendo reiteradas veces.

Inmediatamente, Nam se arrodilla frente a él sobre el suelo.

—Tranquilo, mi vida. No te sobre esfuerces— lo reconforta, acariciando su espalda.

Aphrodite escucha el dulce sobrenombre mientras su pecho se contrae en fuertes espasmos. Ni siquiera tiene tiempo para pensar en ello, pues el dolor en su sien vuelve a instalarse y se siente mucho más débil que antes.

De repente, una bruma blanquecina envuelve su ser de la cabeza a los pies. Los pequeños destellos de luz fulguran a su alrededor, disipándose para mostrar nuevamente el aspecto real del hermoso dios del amor.

Dejando a un lado su bella imagen, Nam acaricia sus mejillas y le sonríe con ternura, dejando un suave beso en su frente.

—¿Te encuentras mejor, mi amor?

Aterrado, Jin parece no haberlo escuchado y observa con horror su largo cabello cobrizo cayendo por sus hombros. Aprieta largos mechones entre sus dedos, incrédulo de que su aspecto haya vuelto sin ser medianoche y sin haberlo podido evitar.

Su poder finalmente se agotó por completo.

¿Tal vez nunca pueda recuperarlo?

¿Tal vez ya no sea capaz de tomar los años de belleza y juventud de cualquier simple mortal?

Enojo y confusión.

Tristeza y frustración.

Las emociones se encadenan unas a otras formando un caos imposible de desenredar en su interior.

Una fuerte opresión en el pecho le deja aún más débil. Su cuerpo tiembla al recordar que sin su poder está totalmente indefenso y expuesto ante el entrenador, como un simple humano más, mostrándole la horrenda cicatriz en su mejilla.

Asustado, Jin se cubre el rostro con su propio cabello y retrocede con rapidez sobre el suelo, impactando finalmente su espalda contra una de las paredes de la habitación.

Un jarrón cercano se tambalea por acelerado movimiento, cayendo finalmente de lado, esparciendo las flores silvestres sobre el suelo.

—¡NO ME MIRES!— grita Jin aterrorizado.

Nam lo observa con preocupación. Los preciosos ojos verdes se esconden angustiados tras la hermosa cortina de hebras naranjas de su largo cabello.

¿Acaso es por la marca en su rostro que no quiere mostrarse ante él?

Mira con tristeza los pétalos azulados a su alrededor y confirma sin dudarlo que ninguna flor le hace justicia a su bello dios. Sin embargo, su belleza no es su mejor cualidad.

Su mayor don es su precioso corazón y lo que guarda en su interior.

El milagro siempre fue él.

Su existencia es simplemente inexplicable, extraordinaria y maravillosa.

El milagro por el que Ares tanto esperó y que está por fin frente a él, como tanto deseó.

El dios de la guerra muere por tocarlo, por tenerlo entre sus brazos y nunca jamás dejarlo ir.

Pero antes debe darle la seguridad que necesita. Hacerle entender que le da igual su aspecto. Que lo ama tal como es.

—Entonces, cerraré los ojos— afirma Ares, extendiéndole una de sus manos. —Por favor, sólo confía en mí.

Jin observa al corpulento hombre desnudo y arrodillado delante de él. No sabe qué puede estar intentando con aquel gesto, pero los latidos de su corazón se aceleran, obligándole a derribar sus escudos, forzándole a confiar.

Temeroso, Aphrodite acerca lentamente sus dedos a la mano ajena.

Al sentir el roce sobre su piel, Nam sostiene su mano con fuerza y lo jala hacia su cuerpo, atrayéndolo hacia su pecho de un solo impacto. Los musculosos brazos rodean la fina figura del dios, abrazándolo con fuerza.

—No te miraré nunca más, si es lo que deseas. Pero a cambio de mis ojos sólo te pediré tu corazón— expresa Ares, dejando un tibio beso sobre los cobrizos cabellos, intentando que su bello dios entienda al fin sus sentimientos.

El corazón de Jin comienza a latir aún más fuerte al contacto del pecho ajeno. Una perfecta calidez lo embriaga y nuevamente el pálpito en su interior vuelve a retumbar en su ser.

"Es él. Es él"

Aún entre sus brazos, Aphrodite aleja suavemente su rostro del cuerpo ajeno y observa de cerca el apuesto perfil del hombre a su lado. Sus largas pestañas oscuras y cerradas, sus marcados y masculinos rasgos encajando perfectos con sus gruesos y atrayentes labios.

La cercanía hace que Nam perciba al fin el dulce aroma que emana del dios, tan sutil y exquisito como la fragancia de las flores. Aspira de ella y al reconocerla, marca sin querer un tímido hoyuelo sobre su rostro.

El dios de la belleza acerca uno de sus dedos a la piel canela, deslizándolo con suavidad por el suave cuenco de su mejilla. Instantáneamente, el dios de la guerra toma su mano y acurruca su faz sobre ella, sonriendo al sentirlo más tranquilo a su lado.

—Mi precioso ser de luz— lo nombra Ares, besando cada uno de sus dedos. —El único capaz de crear magia con las manos y de reconstruir un corazón. Déjame entregarte el mío para siempre. Gustoso sellaría mis ojos y dejaría de ver el mundo si prometieras que serás por siempre mío, Aphrodite.

Jin reacciona ante las palabras dichas. Incluso el malestar parece haber abandonado su cuerpo al escuchar su verdadero nombre ser pronunciado. Su corazón sigue latiendo descontrolado al saber que su otra mitad esta justo a su lado.

Nadie podría haber expresado aquellas mismas palabras con la misma sinceridad que sintió al leerlas por primera vez en aquella carta de amor.

Sólo él, su amado Ares.

Finalmente el dios de la belleza termina por comprenderlo.

La increíble presencia de su instructor. Su magnética mirada. Su amabilidad y fortaleza. Su paciencia y esmero. Su sonrisa de ensueño y sus preciosos hoyuelos.

No, no fue un sueño.

Es real.

Es él.

El único ser a quien amó.

El único ser a quién su corazón siempre perteneció.

Su dios de la guerra está por fin junto a él, sosteniéndolo con ternura entre sus brazos.

—Ares...— susurra Aphrodite, antes de posar sus labios en los ajenos, cubriéndolos con los suyos en un dulce beso.

El dios de la guerra suspira ante el suave tacto. Al fin puede volver a besarlo como tantas veces imaginó. El tibio roce de la boca que tanto había ansiado probar de nuevo, esos labios carmesí de los que siempre quiso ser el único dueño.

—Sé mío, Aphrodite. Sólo sé mío...— susurra la temblorosa boca al mezclarse con el suave aliento del dios del amor.

Las lágrimas se deslizan por las morenas mejillas, llegando hasta sus labios. Las gotas saladas empañan poco a poco el dulce beso, como gotas de rocío al caer la madrugada, esperando que llegue el cálido amanecer.

Así lo esperó Ares y sin dudarlo esperaría miles de amaneceres más, por conseguir la dicha de tenerlo nuevamente junto a él.

Dos dioses cuyo amor estaba destinado al fracaso, vuelven por fin a reencontrarse.

🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻🌻

Hellooooo!!!

Este capítulo parece corto pero termina con más de 3000 palabras 😳. Originalmente eran muchas más, pero me quedó larguiiiiiiisimo... al final casi 7000 palabras!! 👀. Así q tuve q dividirlo en dos, sorry 🤭.

Nos vemos la próxima semana con las 4000 restantes en la continuación:
12. Forever yours. (Siempre tuyo)
(Capítulo también con advertencia de contenido ⚠️ jsjsjs 🙈)

Gracias x el esfuerzo de seguir mi historia en emisión 💞. Sé que es difícil para muchos tener que esperar cada semana. Incluso yo a veces también me desespero y elijo también las historias terminadas. Por eso valoro mucho a las lindas personitas que le han dado una oportunidad a mi Afrodita y esperan con paciencia y amor cada actualización.

Besitos de algodón de azúcar para todos ustedes 😙😙💜💜

Ayri 🌻

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