1. 🥀 Be my friend
-¡Hola pequeño! ¿Quieres ser mi amigo?
El diminuto animal posado sobre el pie del hombre lo observa temeroso y avanza lentamente desde el tobillo hacia la rodilla.
Al ver que el dueño de tan musculada anatomía continúa sentado sobre la arena de la playa y no hace el ademán de apartarlo con brusquedad, como cualquier persona normal haría al tener un bicho encima, coge valentía y avanza por los fuertes muslos con lentitud hasta la mitad del recorrido.
Se queda quieto unos segundos y sus minúsculos ojitos parecen tomar un brillo especial. Enseguida el animal mueve sus pequeñas patas delanteras, deslizándose dos pasos a la izquierda y dos pasos hacia la derecha, una y otra vez, abriendo y cerrando sus pinzas, agitándolas hacia el cielo.
Pareciese un gracioso baile ritual.
El hombre observa la danza del pequeño animal sobre su cuerpo y sonríe marcando un suave hoyuelo sobre la morena mejilla.
Es un lenguaje dudoso el de los animales.
¿Ese espectáculo era un baile de la amistad?
Sentado cerca de la orilla del mar, Nam apoya sus manos sobre la arena, observando risueño al minúsculo cangrejo que ha terminado de bailar y lo sigue contemplando, como si esperara alguna respuesta.
Repentinamente Nam cae en cuenta de un hilo rosa que pareciese estar atado en una de las patas traseras del pequeño animal.
Es posible que estuviera enredado y le estuviera pidiendo ayuda con sus extraños movimientos.
Con delicadeza, Nam acerca un par de dedos hacia el pequeño cangrejito. Da un suave toque en el caparazón con cuidado y termina por desanudar la delgada cinta que parecía molestar al crustáceo.
Sin embargo, como si estuviese enfadado, el cangrejo salta de nuevo hacia la arena y huye despavorido hacia un pequeño agujero entre las rocas cerca de un gran peñasco de la orilla.
Nam lanza un largo suspiro al aire viéndolo partir. La sonrisa se borra de repente y se encoje de hombros regresando a mirar la fina línea que divide el mar y el horizonte.
Tal parece ser que no tiene el don social de hacer amigos con facilidad.
Pensándolo bien, no le parece tener ningún don más que el de su desmesurada fuerza la cual le ha traído problemas más de una vez.
Su padre se lo repetía constantemente, que supiera aprovechar la fuerza y figura que por sus genes le había sido regalado. Pero él no quería ser valorado sólo por eso. Se esforzó en desempeñar labores que ocuparan otras habilidades, pero sus padres sólo parecían tener ojos para su hermano mayor, el más diestro con las manos. Su hermano fue un artista desde pequeño. De niño construía sus propios juguetes y de mayor podía fabricar desde refinados enseres hasta los más delicados accesorios y cuánto su mente prodigiosa inventara en su gran taller. Lamentablemente, cada vez que quería apreciar de cerca el fino trabajo de su hermano mayor, Nam era incapaz de medir la fuerza de sus manos y terminaba rompiendo alguna valiosa creación, lo cual generaba siempre riñas y una constante rivalidad entre ambos.
Todavía recuerda cuando antes de llegar a la adolescencia, su hermano confeccionó para él un casco de vistosas plumas rojas y brillantes láminas de cobre que dejaban vislumbrar el rostro hasta la mitad. Nam lo recibió emocionado pues creyó que era el mejor regalo del mundo, que podrían jugar juntos y por fin retomarían ambos una buena relación, pero su hermano mayor le aseguró que sólo lo hacía por el bien de la familia y para que nadie se burle de él, haciéndole prometer que debía usarlo siempre para cubrir su fealdad.
Avergonzado e inseguro de sí mismo, creyendo que las palabras de su hermano eran realmente ciertas, Nam usó aquel casco cada día durante tantos años que incluso perdió la cuenta.
Su padre quizás tenía razón. Lo único bueno en él era su físico y su fuerza.
Nam vuelve a mirar las nubes y suspira pensando en su familia y en qué quizás sin él se encuentren mejor ahora.
Pero no es lo único que le produce melancolía.
Él es capaz aún de cerrar los ojos y sentir con nostalgia las suaves manos de antaño, secando sus lágrimas y curando sus heridas de juventud.
No fueron las manos de su madre.
Eran las gentiles manos de la única persona que se acercó a él desinteresadamente, sin exigirle que sea fuerte y valiente como debe ser un hombre de su condición. Aquella persona que no pidió explicaciones y que sólo se conformó con acompañarlo en su momento más frágil, entibiando con su cálida presencia su afligido corazón.
Mientras contempla el ocaso, Nam no puede dejar de desear con todas su fuerzas que aquella persona haya vivido realmente una buena vida aunque él ya no pueda verla y que pese a las adversidades haya brillado para ella siempre el más radiante sol de primavera.
La tarde va llegando a su fin y el mar se torna de un hermoso color naranja y dorado.
No es la primera vez que Nam pasa la tarde en aquella playa de Muan. Suele hacerlo cada vez que tiene el día libre en el gimnasio, su trabajo temporal.
Aún recuerda esa misma playa, hace algunos meses atrás.
Había llegado al pueblo hace sólo tres días y se había quedado casi sin dinero tras usarlo en el viaje en barco desde la isla de Jeju en la que estuvo dos meses.
Visitó anteriormente varios países sin rumbo fijo: India, Maldivas, Bangladesh, Vietnam, Tailandia, Filipinas, Taiwán, China, Japón... tantos países que había perdido ya la cuenta. La aventura le llevaba ahora a recorrer algunos pueblos costeros de Corea, sin asentarse nunca en algún lugar fijo más de un par de meses.
Como un alma libre llevada por el viento del sur, buscando su otra mitad.
Sólo cargaba consigo una mochila mediana que usó a modo de almohada para dormir esas noches en la playa. Un ligero suéter azul cayendo holgado sobre sus fuertes hombros, pantalones cortos y zapatillas desgastadas de tanto andar completaban su atuendo peculiar.
Por las mañanas daba un breve paseo por el pueblo, observando las viejas fachadas de las casas y llegando hasta una abarrotada plaza donde se sentaba y tomaba apuntes en una libreta estropeada por el tiempo, entretenido viendo la gente pasar. Por las tardes agotaba las horas ejercitándose sobre la arena, despejando su mente hasta que caía de nuevo el ocaso y se daba un corto baño en el mar. Afortunadamente el clima era agradable y las noches eran cálidas.
Al cuarto día un grito lo levantó de la playa abruptamente antes de las seis de la mañana.
-¡Hey! ¡Buenos días!
El viajero se incorporó con pereza, adormecido, acomodando sus cabellos rubios que caían casi hasta la mejillas y restregándose enseguida los ojos.
A sus pies se encontraba un joven alto de contextura atlética. La camiseta deportiva se pegaba a su pecho sudoroso y algunas gotas resbalan por su firme cuello. Descansaba con una mano en la cintura y bebía despreocupado una botella de agua para aplacar la sed después del trote diario por la orilla del mar.
Terminó de beber y sonrió al extraño que continuaba sentado, causándole gracia su cara adormecida y la arena de la playa que aún conservaba en el cabello y parte de la mediana barba que posiblemente llevaría sin recortar más de un mes. Observó sus apuestas facciones y calculó que posiblemente aquel hombre podría tener treinta y tantos años.
Alargó enseguida su brazo lleno de coloridos tatuajes, ofreciendo la botella al forastero.
-¿Quieres un poco, namja?
Namja significaba 'hombre' en su idioma nativo y era la forma común de llamar a cualquier desconocido.
El viajero aprendió muchos idiomas en cada viaje y su facilidad innata hizo que pudiera comunicarse sin problemas. Aunque le sirviera de poco ya que no solía pronunciar más de tres o cuatro frases al día, como si todas las palabras no dichas estuvieran siendo reservadas en su boca para una sola persona. Se consideraba callado y reservado, aunque era muy observador.
El moreno hizo un leve asentimiento de cabeza, sacudió sus manos de la arena y recibió agradecido la bebida.
-Soy Kook- dijo el joven y se sentó a su lado, abrazando sus piernas recogidas hacia el pecho mientras contemplaba las olas. -¿No eres de por aquí, verdad? Llevo observándote un par de días. Te veo hacer flexiones por las tardes y dormir en el mismo lugar cada mañana que vengo a correr por la playa. Supongo que no tienes donde quedarte. Yo estuve en tu misma situación hace casi cuatro años atrás, cuando llegué a este encantador pueblo. Todos fueron muy amables y me acogieron como uno más. Ahora tengo un pequeño gimnasio cerca de la plaza central. Si quieres puedes quedarte allí el tiempo que desees. No te pediré dinero, pero me vendría bien si me ayudas un poco con la limpieza y la organización. Incluso puedes usar la maquinaria, aunque no creo que te haga mucha falta ya que pareces tener buen físico. Hasta creo que podrías darme algunos consejos para trabajar los gemelos y cuádriceps que tanto me cuestan- pronunció el muchacho, mirando de reojo los bien formados músculos de las morenas piernas. -¿Cuál es tu nombre?
-Yo... Yo soy...
El desconocido se quedó sin palabras de repente. Su sólo nombre le traía recuerdos dolorosos a la mente. Durante años había recorrido multitud de países y en cada ciudad dio un nombre diferente, al punto de haber olvidado casi su identidad y sus recuerdos. Encantado los borraría todos, si no fuera por un solo recuerdo que se resiste a mantener en su memoria, aquellas suaves manos que una vez lo consolaron, como una pequeña llama de esperanza alumbrando su alma desolada.
-Olvídalo, namja- interrumpe Kook el incómodo silencio. -No hace falta que me digas tu nombre. Creo que por alguna extraña razón todos llegamos a este pueblo de Muan cuando necesitamos comenzar de cero o escapar del pasado- El joven suspiraba recordando su propia historia de desamor que le llevó a refugiarse en aquel pueblo, mientras miraba con nostalgia algunas gaviotas dar saltitos en la orilla. Acomodó sus oscuros cabellos hacia atrás, observó el cielo y regresó la mirada hacia el hombre a su lado, sonriéndole con sinceridad. -Tu nuevo comienzo necesita un nuevo nombre. Te llamaré Nam.
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Holis🥺.
Sé que es imposible sonreír desde el 13 de diciembre de 2022 😔💔💔💔💔, pero espero que al menos esta historia pueda animar a tod@s un poco...
Estaba pensada inicialmente como Two shot, pero al final será historia corta.
Iba a empezar a publicar mucho antes, pero cambie de teléfono y la aplicación donde suelo escribir no traspasó los capítulos que avance de un teléfono a otro. He tenido que empezar de nuevo desde un borrador 😔. No podré actualizar todos los fines de semana como tenía previsto, así que espero puedan tenerme paciencia 🥺.
Esta vez no les dejo besos de algodón de azúcar, en vez de eso les dejo un gran abrazo namjinista que dure mínimo hasta el 2025, hasta que todos regresen sanos y salvos 🥺.
Mi corazón está dividido, pero haré mi mejor esfuerzo en seguir escribiendo.
Gracias por acompañarme en una nueva historia💓.
Con amor,
Ayri 🌻💜
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