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ruidosa, 2yeon (+18)

Idea/pedido: Jeonniemoon

Se supone que eran 500 palabras... ups.




—Te juro que una más y me consigo un gato para metérselo por la ventana —Nayeon entró a la habitación que compartía con su novia, se tiró a la cama y se puso la almohada sobre la cabeza para amortiguar el ruido. 

Jeongyeon quiso reír, pero la verdad era que ella también estaba harta. Desde que se mudaron juntas, no había día (y noche) en la que no suenen ladridos sin parar al otro lado de la pared. Sus vecinos eran una pareja mayor, amargada y con cero ganas de respetar a los que vivían cerca y al pobre perro que vivía con ellos. El ruido incesante de la mascota se mezclaba con los gritos de sus dueños, quienes creían posible razonar con un perro a base de amenazas e insultos.

—Ya, amor. Te prometo que acaba el mes de alquiler y nos mudamos —Jeongyeon se recostó a su lado y le quitó la almohada. Acomodó con dulzura el cabello rubio desordenado de su novia, y esta le hizo un puchero.

—¿No los podemos denunciar y ya?

—¿Crees que no lo he intentado? No es solo que me tengan harta, es que me da muchísima pena el pobre perrito. No es su culpa ser así, es producto de los irresponsables de sus dueños.

—Los odio —refunfuñó y se removió sobre la cama. Jeongyeon la encontró adorable—. Viejos amargados y chismosos. ¿Puedes creer que la señora me preguntó que si tenía novio o tú eras mi única "amiga"? 

—Te juro que no me he peleado solo porque hay que respetar a los mayores, pero ya he tenido varios problemas con el señor. Siempre deja su auto estacionado en nuestra puerta y me bloquea la salida.

Nayeon se sentó de golpe cuando los ladridos comenzaron de nuevo, seguidos de un insulto y el sonido de algo siendo lanzado contra la pared.

—No sé cómo toleran estar casados. 

—Los dos son igual de insoportables, algo tenían que tener en común.

—No podría vivir con alguien así. En serio, pobre perro. Nunca había conocido a una pareja tan amargada.

Jeongyeon se movió para quedar boca arriba. Divagó un momento, mientras los ruidos amortiguados aún se escuchaban al otro lado de la pared.

—Te apuesto a que ni cogen. Ese debe ser el problema —continuó la mayor.

—¡Nayeon! ¡Por favor!

—¿Qué? Así se les solucionaría todo su mal carácter, y tendrían algo más que hacer para no meterse en asuntos ajenos.

—No andes pensando esas cosas, tienen como cincuenta.

—¿Y eso qué tiene que ver? —se inclinó sobre ella—. Yo a los cincuenta todavía voy a coger contigo, te aviso.

—Mmm, bueno. Más te vale.

Nayeon sonrió, engreída, y se inclinó para besarla. Jeongyeon correspondió al instante, pero su mente no estaba concentrada. No dejaba de darle vueltas al tema del perro, y a que realmente necesitaban un poco de paz, porque estaban a nada de volverse locas. No sabía qué más hacer para que sus vecinos entiendan de una buena vez lo molesto que era tener ruidos escandalosos al otro lado de tu pared. Nayeon parecía ajena a todo, estaba satisfecha con besar a su novia, y fue cuando subió uno de sus muslos sobre su cuerpo que a la menor le llegó una idea.

—Nay, espera —se intentó incorporar.

—Cállate y bésame —la empujó por los hombros para volver a ponerla sobre la cama.

—No, es en serio, tengo una idea.

Una sonrisa traviesa inundó el rostro de la rubia. 

—¿Qué se le ocurrió a mi chica inteligente?

—Bueno... te molesta mucho el ruido, ¿verdad?

—Ugh, sí.

—¿Y quisieras que ellos sepan lo molesto que es estar escuchando gritos al otro lado de la pared?

Nayeon levantó una ceja.

—¿Quieres que nos peleemos?

La menor rio. La tomó por la cintura y la jaló para recostarla sobre ella.

—La verdad... hay formas un poco más divertidas de hacerte gritar.

Nayeon se sonrojó fuertemente al entender la propuesta, pero no le tomó más de cinco segundos y una sonrisa coqueta de su novia para morderse el labio inferior e interesarse por su idea.

—Estás loca —susurró, y sintió como las manos fuertes de su chica la sujetaban firmemente por el trasero—. ¿De verdad?

—Yo sé lo ruidosa que puedes ser, nena. No te retengas, vamos a darles un poco de su propia medicina.

—No sé por qué siempre acepto estas locuras —suspiró mientras se quitaba ella misma la parte superior de su pijama. Jeongyeon abrió los ojos con sorpresa ante los pechos desnudos, metió sus manos por debajo de los shorts y la sorpresa creció al no sentir ropa interior de por medio. Se dio cuenta de lo que Nayeon planeaba esa noche, y ella no había hecho más que facilitarle las cosas.

—Porque me amas —apretó su trasero y se ganó un gemido a cambio—. Y porque eres una escandalosa.

—Respuesta correcta —se inclinó para besarla.

Jeongyeon respondió con entusiasmo. Su novia se meció contra ella, presionó sus pechos contra su cuerpo, y jadeó ronco sobre sus labios. Sabía que su chica luchaba siempre para controlar los sonidos que hacía. Eran pocas las ocasiones de total libertad en las que se permitía gritar a gusto, su personalidad tímida le impedía hacerlo a pesar de que Jeongyeon le había asegurado en más de una ocasión de que estaba bien para ella. Por costumbre, apenas sintió el impulso de gemir se apresuró a besar a la menor, pero al darse cuenta, Jeongyeon rápidamente se incorporó e hizo que salga de encima de ella.

—Oh, no. No besos, Nay. No hagas trampas.

La rubia puchereó, pero se olvidó por qué iba a hacer berrinche apenas sintió los labios de su novia envolviendo sus pezones. Un gemido agudo se le escapó de la garganta, y Jeongyeon la premió con una nalgada.

—Eso es, mi amor. Buena chica.

Nayeon sintió que sus piernas se debilitaban. Dejó que la menor consienta sus pechos unos minutos más, mientras notaba cómo la vergüenza de ser ruidosa iba desapareciendo. No reprimía los sonidos que soltaba su garganta, y le encantaba escuchar los gruñidos tranquilos de placer que le regalaba su chica. Cuando no aguantó más, se apoyó sobre sus antebrazos y levantó su trasero, ofreciendo su intimidad necesitada.

—Fóllame, Jeong. Por favor.

La menor sonrió, sorprendida y complacida en partes iguales. Acarició con sutileza los pliegues mojados, y Nayeon arqueó más su espalda para darle un mejor acceso a su vagina sensible. No la provocó mucho, la penetró directo con tres dedos, y la rubia enterró su rostro en la almohada para soltar un gemido largo y agudo.

—No, no —se inclinó para quitarle la almohada y se ganó una queja—. Quiero escucharte, fuerte y claro. Que todos sepan lo bien que te hago sentir.

Volvió a penetrarla con fuerza, empujó preciso y rápido en su entrada. El sonido mojado llenaba los sentidos de Nayeon, y hacía que su excitación aumente. Aferró las sábanas en puños y gimió con fuerza, soltando pequeños gritos cada que su novia tocaba el punto sensible en su interior.

—Vamos, córrete. Déjate llevar.

Nayeon se abandonó por completo ante el placer que le provocaba la menor. Su mente estaba totalmente en blanco, no era consciente de los gemidos agudos y chillones que dejaba salir, y Jeongyeon amaba verla en ese estado. Se acomodó para llevar su otra mano a frotarle el clítoris, y la mayor se corrió sobre su mano y con sus labios desgastando su nombre en un último gemido.

—¡Jeongyeon! ¡Ah, amor!

—Eso es, amor. Muy bien —bajó el ritmo de sus penetraciones mientras sentía que las paredes interiores pulsaban y apretaban sus dedos. Nayeon giró, se echó boca arriba y miró a su novia.

—¿Qué haces con ropa? Ven aquí, quiero chuparte.

No se pudo negar. Se desvistió con movimientos temblorosos, bajo la atenta mirada de deseo de la mayor. Gateó hasta que colocó ambas piernas a los lados de la cabeza de su chica, y se sostuvo de la cabecera de madera para no perder el equilibrio. Al instante, Nayeon la sujetó por las caderas y la atrajo contra su rostro. Jeongyeon jadeó con sorpresa, su novia la devoraba con la habilidad experta que había desarrollado en todo ese tiempo juntas. Sentía la lengua suave pasearse por sus pliegues, rodear su clítoris y ocasionalmente penetrarla sin aviso. Durante unos minutos se balanceó con cuidado y delicadeza sobre la boca de la rubia mientras soltaba jadeos suaves, hasta que Nayeon se separó de golpe.

—Quiero escucharte también.

—Pero yo... —Jeongyeon era mucho más tímida en ese aspecto. Nunca había sido excesivamente ruidosa, y en ocasiones era tan imperceptible que tenía que esforzarse en hacerle notar a Nayeon que estaba disfrutando.

—Pero nada. Quiero que te dejes llevar, ¿está bien? Sé que puedes hacerlo.

Jeongyeon asintió con suavidad. Nayeon la sujetó nuevamente y retomó su tarea, al instante atrapó el clítoris duro entre sus labios y succionó con fuerza. Al sentir eso, la menor tiró su cabeza hacia atrás y soltó un gemido ronco desde su garganta.

—Muy bien, amor.

Las palabras de aprobación la encendieron y le dieron valor para soltarse más. Dejó escapar gemidos fuertes para hacerle saber a su novia lo mucho que disfrutaba, cuando de repente sintió que la penetraba con dos dedos sin aviso. Gritó de sorpresa y sujetó más fuerte aún la cabecera de la cama.

—Móntame, Jeong. Muévete.

Jeongyeon tembló ante la propuesta. Bajó la mirada y se encontró con esos profundos ojos marrones que tanto le encantaban fijos en ella, y fue el impulso que necesitaba para soltarse por completo. Comenzó a mecerse sobre los dedos de su novia, sollozando de placer al sentirlos moverse en su interior. Nayeon la penetró firme y preciso, y los movimientos de cadera de la menor se aceleraron. Sentía que perdía el equilibrio, así que puso todo su peso sobre la superficie de madera. La cama comenzó a chocar contra la pared y el ruido no era para nada sutil, pero no le importó. Estaba concentrada en conseguir su orgasmo, y no podía pensar en nada más.

—No sabía que podías ser tan ruidosa. Me encanta escucharte así.

La menor aceleró sus movimientos hasta que se volvieron erráticos y descontrolados, y  sintió cómo el orgasmo la dominaba por completo cuando Nayeon succionó su clítoris con delicadeza. Apoyó su frente contra la pared en búsqueda de estabilidad y soltó un grito agudo de placer puro. Nayeon la acarició con cuidado hasta lograr que se estabilice, y luego la ayudó a echarse a su lado. Cuando todo se calmó, se miraron a los ojos y no pudieron evitar reír.

—¿Crees que eso haya funcionado?

Jeongyeon se encogió de hombros.

—No los escucho gritar ahora, así que supongo que sí.

~*~

Dos días después, Nayeon regresó a casa y encontró su cojín favorito destrozado. Corrió al dormitorio a avisarle a Jeongyeon que era muy probable que un gato se haya metido a la casa, y casi se desmaya al verla sentada en la cama, abrazada a un perro blanco y esponjoso.

—¡¿Secuestraste al perro de los vecinos?!

—Se llama Nube a partir de hoy, y técnicamente lo rescaté. 

—No nos va a dejar dormir con sus ladridos.

—Bueno, al parecer el problema no era él, lo tengo desde la mañana y no ha hecho más que darme besos. Oficialmente, la ruidosa de la casa eres tú.

Nayeon rodó los ojos, pero no fue capaz de negarle nada. Su corazón se volvía loco por esa chica.





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