
one in a million, samo
Pedido: MaferTozaki24
—Ya estoy harta —Sana entró al dormitorio que compartía con Momo y otras cuatro chicas más. Una de sus compañeras estaba sentada en su cama, pero al escucharla hablar en japonés rodó los ojos y se fue de la habitación.
Sana puchereó y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sabía que todos pensaban mal de ellas, que se creían superiores por ser extranjeras, y que por eso no hablaban con nadie y usaban japonés para que nadie más las entienda. No podían estar más equivocados. La verdad era que Sana no sabía decir más de veinte oraciones en coreano, y se quedaba hasta tarde todas las noches estudiando para poder entender a los demás. Momo, por su lado, se había rendido. Vio en algún lado de internet que el mejor método para aprender un idioma era la inmersión, y en sus palabras, estaba "dejando que el tiempo haga su magia". Sana no sabía qué tan efectivos eran sus métodos, ya que a la hora de pedir comida o permiso para ir al baño, ella se había convertido en su intérprete oficial. Sin embargo, la adoraba tanto, y era la única persona en la que podía confiar, que no pensaba reclamarle nada. Se pasó el dorso de la mano para secar sus lágrimas y poder acercarse a Momo. Su amiga estaba sentada en el piso, ordenando sus cajones. Sana se acercó y se dejó caer sobre su cama.
—Tranquila, Satang. Te vas a acostumbrar.
—Pues han pasado tres meses y no me acostumbro —enterró su rostro en la almohada y suspiró pesado—. Quiero a mi mamá.
—Recuerda por qué es que estamos haciendo esto. Siento que tenemos algo grande por delante. No sería tan difícil si no fuera así.
—Pero... Momoring, ya no puedo más —susurró—. Hablan mal de mí a mis espaldas, creen que no me doy cuenta, pero ya me he memorizado los insultos. Se ríen cuando no puedo seguir una indicación porque no entiendo lo que dicen los profesores. Nadie me quiere.
—No es así, pequeña —dejó sus cosas de lado y apoyó su mano en su rodilla, acariciando con cariño—. Nayeon unnie ha sido muy buena con nosotras. ¿Por qué no intentas hablarle más?
—¡Porque no puedo! —rompió a llorar—. No puedo, Momo, no entiendo. Estudio y estudio, pero a la vez tengo que concentrarme en aprender a bailar, y aprender a cantar, y tratar de ignorar que todo el tiempo me muero de hambre. No soy capaz de acercarme a hablarle, y aunque lo hiciera, ¿qué se supone que le diría? Ella ya tiene tiempo aquí, todos saben que va a debutar. Es una estrella, ¿no lo ves? No va a ser amiga de alguien como yo.
—Sana...
—A ti te respetan porque eres muy buena bailando —sollozó—. Todas las demás saben que no les conviene meterse contigo porque en algún momento les va a servir tenerte de su lado. Yo soy un chiste.
Momo sintió un nudo en la garganta. No soportaba ver a Sana así, luego de todo lo que habían pasado y construido juntas. Era la única persona en la que podía confiar en Corea, solo ella sabía lo maravillosa que era y la enfurecía no tener las herramientas para mostrarlo. Sana era un ser humano lleno de luz, pero las circunstancias la estaban apagando, y Momo no estaba dispuesta a permitir que eso pase. Se levantó, miró por el pasadizo para asegurarse de que nadie estaba cerca, y cerró la puerta. No tenía seguro, pero confiaba en que nadie las molestaría por un rato. Regresó a su cama, donde Sana lloraba abrazada a una almohada. Con cuidado de no asustarla, se recostó a su lado y la rodeó con sus brazos.
—No te voy a decir que no llores, porque sé que lo necesitas. Pero te voy a recordar que no estás sola. Cada que sientas que las cosas no van bien, me tienes aquí. Para lo que sea.
Sana sollozó. Soltó la almohada, giró para quedar frente a Momo y se acurrucó en su pecho. La mayor la sujetó más fuerte y le acarició el cabello.
—No sé que sería de mi sin ti —susurró Sana.
—Vas a superar esto, bonita. No quiero que te rindas. Estamos juntas en esto, ¿recuerdas? Juntas desde el inicio y juntas hasta el final. Lo estás haciendo bien, solo tienes que darte tiempo.
—No sé si voy a poder...
—Vas a poder —le acarició las mejillas con delicadeza—. Me tienes aquí siempre.
Sana se sonrojó.
—Eres mi ángel, ¿lo sabías? Incluso si no debuto, no me va a importar. Yo siento que todo vale la pena solo por el hecho de tenerte —confesó con voz suave y los ojos brillantes.
Momo sonrió y llevó sus caricias al resto de su rostro. Le pasó las yemas de los dedos con extrema delicadeza por los labios y la nariz, mientras Sana la miraba con adoración.
—Hermosa... —susurró, más para sí misma—. Eres preciosa por dentro y por fuera, y odio que todos sean tan idiotas como para dejar que un idioma les impida notar toda la belleza que hay en ti. Pero te prometo que va a llegar un día en el que el mundo sepa tu nombre, y todos los que te han hecho sentir mal se van a arrepentir.
—¿Tú crees?
—Estoy segura —le dio un beso en la frente—. Desde el día en el que te conocí supe que estás destinada a mucho más que esto. Solo tienes que esforzarte y darle tiempo.
—No lo sé... a veces siento que todo esto es imposible, Momoring. Realmente es una locura. Hay una posibilidad en un millón.
—Si es una en un millón, nosotras vamos a ser esa una —se acercó hasta que sus labios se rozaban—. No dudes tanto de ti misma. Tú eres una en un millón, Sana. Eres una obra de arte.
Sana se debilitó ante la cercanía. Los besos robados que compartía con Momo siempre eran a escondidas, en salones de baile a oscuras cuando todos ya se habían ido, en los baños más alejados de la compañía, en alguna cafetería escondida de Seúl en el único día libre que tenían cada quince días. Su compatriota había sido su ancla a tierra en todo ese tiempo, y nunca fallaba en hacerla sentir como la chica más especial del mundo. Se estaba enamorando, y aunque le asustaba sumar ese a la lista interminable de giros que su vida había dado ese año, de todo lo que le había sucedido, querer a Momo era lo que se sentía más correcto y seguro.
Titubeó, indecisa sobre acercarse. Sabía que alguien podía entrar en cualquier momento, y si ya de por sí la situación era difícil de explicar, le iba a ser imposible sin maneja el idioma. A pesar de sus dudas, los ojos sinceros y hermosos de Momo la hacían desearla con todo su corazón.
—¿Puedo...? —su voz tembló —¿Me dejas besarte ahora, Momoring?
La mirada de Momo evidenciaba nerviosismo. Dio un rápido vistazo a la puerta, con miedo de que alguien entre de repente. Cuando posó sus ojos nuevamente en Sana se encontró con una expresión dulce y suplicante, mejillas rosadas y los labios más tentadores que había conocido,y pensó que valía la pena correr el riesgo. Asintió con suavidad.
—Sí —la menor sonrió ante el permiso concedido—. Pero rápido, bonita.
Sana estiró su cuello y alcanzó los labios de Momo. Le dio un beso suave y tierno, acarició sus labios con delicadeza por pocos segundos. Las mariposas llenaron su estómago. Todo entre ellas era así, dulce e inocente, con nada más que cariño y admiración mutua de por medio. Momo tomó una de sus manos para entrelazar sus dedos, y se separó con suavidad para besarle los nudillos.
—Te quiero, Sana. Esto es solo el inicio.
—Si de verdad lo logramos, ¿me seguirás queriendo cuando seas famosa y todos se mueran por ti?
—Entonces te querré dos veces más.
soy llantos, qué cute. se imaginan cuántas historias de amor de trainees habrán existido y nunca lo sabremos? pero bueno, en las sabias palabras de Mulán, la flor que florece en la adversidad es la más rara y hermosa de todas <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro