La caja de música sonaba mientras limpiaba la habitación que era de mi madre, Edith Ferré. Una de las mejores compositoras de América.

Cuando era niña, mi madre tocaba algo para mí; ya fuese en el piano, en el saxofón, en la flauta, en el arpa... Y siempre me decía lo mismo: «Está canción la compuse solo para ti.»

Ella era mi ídola, mi gran ejemplo a seguir. Siempre quise ser como ella: bella, inteligente, carismática, ágil, genuina, elegante, capaz, de aspecto frágil pero con carácter duro. Lamentablemente, nunca fue así. Lo único que heredé de ella fue el don de tocar; sin embargo, no soy muy buena con todos los instrumentos que ella dominaba, solamente en el arpa.

A veces, tocábamos juntas nuestra melodía favorita. Fue la primera que compuse y que era totalmente dedicada a ella. Incluso ahora, después de 23 años de su muerte, sigo tocándola con ella, con su espíritu.

Cuando descubrimos que había sido envenenada ya era muy tarde. Estaba hasta los huesos y vomitaba sangre cada tres días a la semana. Y a pesar de ello, siempre que estaba con ella tocaba el laúd para mí y sonreía con gracia.

El día de su muerte, ella me dijo que tenía un regalo para mí y abrió el cajón del buró que se encontraba junto a su cama, en ese momento empezó a sonar una linda melodía. Me entregó una caja de música blanca con dorado y me dijo que la conservara toda la vida.

Nunca mencionó quien la había envenenado. No fue hasta que mi padre me abandonó a los pocos meses  que encontré la carpeta en donde, inconclusa, la letra de una canción que estaba componiendo mi madre, nombraba a su asesino: mi padre.

He aquí la letra:

Mi amado esposo
Todas las noches te esperé,
Y todos los días te besé,
Mostrándote mi amor culposo.

En cambio tú,
No querías esposarme,
Siempre osabas ignorarme,
Deseabas apagar mi luz,
Y actuabas para no ver despertar
A tu esposa, no querías mirar.

Yo sé lo que escondes,
En la comida y la bebida;
Veo tus mentiras,
Y verdaderamente como eres.

Pero mi amor a nuestra hija,
Aquella que no se fija
En el mal de los demás
Me puedo sacrificar sin más.

El espíritu de mi madre sigue vagando por la casa, para cuidar a su única hija, y de vez en cuando toca algo para aliviar su dolor.

A veces la oigo por las noches, otras cuando voy llegando a casa y también cuando cocino algo.

Muchas personas se asustan cuando las invito a mi casa. Siempre ha habido rumores de que está embrujada porque cada vez que alguien llega escucha algún instrumento o  ven las puertas abriéndose o cerrándose.

Una vez uno de mis exnovios me comentó que encontró fotos de mi madre desnuda y desangrándose mientras tocaba el violín. Otro caso similar pasó con el más reciente, que aseguraba haber visto como el laúd se tocaba solo y se movía por el aire como si alguien lo estuviera sujetando. Por lo que sigo soltera.

Hoy, por fin me he decidido. Después de tocar en el Grandmusic Museum's Idol me he dirigido a la casa de mi padre, el cual había regresado a México apenas hace un par de meses luego de haber vivido en Argentina durante 18 años.

Hoy, sábado, veintitrés de octubre; se cumplen 23 años y 4 meses desde que mi madre, "La gran Ferré", falleció. Y hoy, el espíritu de mi madre, que me acompaña en el auto, va a ver como su hija va a cobrar venganza.