EL VIAJE
Era un día muy frío de invierno y; sin embargo, unas jóvenes veinteañeras se dispusieron a viajar a Canadá por la autopista. Una vez ya adentro del auto checaron la lista de lo que tenían por hacer otra vez, y con varias miradas y asentimientos de cabezas empezaron su viaje sin darse cuenta que tenía poco combustible.
El camino fue tranquilo y lento mientras las jóvenes conversaban animadamente entre ellas y reían. De repente el coche derrapó en una vuelta haciendo que todas se miraran con gesto de preocupación en el rostro. Al intentar arrancar de nuevo se dieron cuenta que la gasolina con la que contaban no era suficiente para llegar a su destino, por lo que sacaron un mapa para buscar alguna gasolinera cerca de donde se encontraban; no obstante, después de haber mirando con atención el mapa durante unos minutos, no encontraron ninguna indicación.
Transcurridos unos minutos el cielo empezó a oscurecer por lo que las jóvenes no tenían mucha luz natural para ver bien el mapa, así que, poco a poco y con cuidado, retomaron su camino poniendo atención por si acaso alguna veían una gasolinera, pero su aventura apenas estaba comenzando.
Ya entrada la noche el auto se detuvo en medio de la nada, dejándolas muy preocupadas y sin ningún recurso para pedir ayuda. Sus teléfonos celulares ya se habían descargado hace bastante rato y no podían hacer ninguna llamada, por lo que el miedo comenzó a reflejarse en sus rostros. A lo lejos, una gran sombra se dirigía hacia el auto, las jóvenes al verla no pudieron reprimir un grito que se escuchó hasta afuera del propio vehículo. Provocando que un policía apareciera de la nada al lado del asiento del conductor.
Al bajar el vidrio del auto alcanzaron a escuchar un leve murmullo de aquel policía: "turistas".
—¿Nos podría ayudar, oficial? —se animó a preguntar una de ellas. Sin obtener respuesta alguna, volvió a preguntar lo mismo, esta vez recibiendo una mirada gélida por parte del oficial que respondió bruscamente:
—Hay una gasolinera a dos millas al otro lado de la frontera....¡turistas! Nadie sabía que decir. No entendían cómo sabía que necesitaban hallar una, antes de hablar, este agregó:
—Pero necesito sus pasaportes —al mismo tiempo que extendía su mano. Luego de revisarlos las miró de soslayo.
—Por cierto, necesitan dinero del país.—y dicho eso último se volvió para marcharse pero antes se escuchó la voz de una de las jóvenes:
—No tenemos, además no podemos llegar hasta allá. El coche ya no anda.
El oficial, sin volver la vista atrás se encogió de hombros y se fue, dejándolas a su suerte.
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