EL CASO DE EDDIE
En un día cualquiera, lluvioso como siempre, Eddie se encontraba en su habitación terminando de pintar su obra maestra; sin embargo, un ruido proveniente de la planta baja llamó su atención...
Se puso tenso por un momento ante ese ruido, pero siguió pintando. Ya estaba cerca del final y no quería perder la concentración.
Mientas luchaba su inconsciente con pensamientos turbios y macabros, su tela en su caballete temblaba cual frágil hoja mientras deslizaba el pincel, dando forma a lo que le llevaría al más alto pedestal, ya era cuestión de unas pocas pinceladas y sería el final. El mundo vería su gran obra maestra, estaba tan absorto que no se percató hasta sentir por tercera vez el extraño ruido en la planta baja.
Intrigado y algo molesto por la interrupción bajó las escaleras. Lo hizo despacio y poniendo atención, por alguna razón sentía ese dolor bajo en el estómago que te avisa del peligro. No estaba solo y lo sabía. Tragó con fuerza y entró a la enorme sala a oscuras, tanteó hasta que encendió la luz maldiciendo en su fuero interno su inhabilidad para encontrar el interruptor rápido. Llevaba muy poco tiempo en esa enorme casa, muy grande para él solo, tal vez no había sido buena idea después de todo. Un ruido que parecía provenir de la cocina lo hizo dar un salto.
— ¿Hola? —preguntó con voz temblorosa.
Con paso decidido a pesar del temblor en su vientre se dirigió a la cocina. Ni bien entró vio la sombra que se acercaba a él. Su pulso le atronó los oídos y el miedo lo paralizó, no fue capaz de moverse...
Al ver la sombra más cercana a él, corrió hacia el interruptor y encendió la luz, la sombra se desvaneció. ¿Qué rayos fue eso? No entendía que había pasado ¿una alucinación? Ni bien pensaba esto cuando la luz se apagó por toda la casa. Adaptando un poco la visión pudo ver nuevamente esa sombra, los vellos de la nuca se le erizaron; rápidamente regresó a la sala llegando al mueble en donde guardaba una lámpara de mano, era poca luz que le brindaba pero era eso o nada.
El hielo lo abrazaba, en la poca luz que en su recinto había, la sombra se proyectó cual marioneta desplazándose y contorsionándose como un lagarto escuálido, la semi-penumbra era su enemigo y entonces se escuchó un grito hiriente como alma en pena vagando por los claustros del averno. Eddie temblaba, no era persona temeraria, mientras en la oscuridad unos ojos miraban inquietos esperando el momento.
La lámpara falló y al instante sintió las garras de ese ser que lo abrazaban haciéndole daño, esa cosa se acercó hasta su rostro y comenzó a absorberle la vida.
El entorno era macabro, labrado por un depravado demonio que insistía en corroer su poco aliento, Eddie estaba exhausto y era presa del pánico, sin saber por qué recordó en ese instante las delicias pasadas. Como había sido su romance con aquella preciosa dama cuando dejándose llevar por ella se sentía el más feliz de los mortales, enredado en aquel dichoso amor que le ofrecía. Sintió como su cuerpo se calentaba poco a poco al correr de sus pensamientos. Él la adoraba, ella lo idolatraba, formaron una pareja envidiable hasta que el destino cercenó sus caminos y vino esa etapa de desolación y tristeza donde solo el pincel y una tela fueron el paño de lágrimas de Eddie. Absorto estaba en sus recuerdos, vivía un pasado dichoso que le hacía derramar lágrimas.
Pero la cruda realidad lo sacó de aquel letargo. Fue el brusco aterrador impacto que se dejó escuchar en aquel mortecino recinto. No entendía que era, sus piernas flaquearon al impacto, su mente se trastorno y cayó desmadejado sin aliento.
Una voz le susurró.
—¿Por qué tienes miedo? ¿Acaso no recuerdas que me dijiste que me amarías aún después de muerto? Soy yo, mi amor. He venido por ti.
Era su voz, ¡Sí! Eddie recordó lo que había sucedido a su amada. Un día cuando él no estaba, ella entró a la pequeña bodega de vinos pues quería celebrar con Eddie el que por fin su trabajo como artista fuera reconocido en una galería en donde se exhibían algunas de sus obras. Para su mala fortuna la puerta de la bodega se cerró y se atoró. Le aterraban los espacios cerrados y para colmo el foco se dañó, así pasó mucho tiempo, sin luz y encerrada, murió de un infarto. Esa noche Eddie llegó tarde a casa y al no verla buscó desesperado hasta encontrarla. Ahora venía por él y en un beso de la muerte le quitaba el aliento. Poco a poco iba perdiendo su lucidez, la cabeza le daba vueltas, no coordinaba, sintió que algo o alguien lo estrujaba y lo asfixiaba.
Su mente voló a gran velocidad y se incrustó en una ilusión en donde unos ojos demoníacos lo miraban, unas garras invisibles lo cargaron por los aires y lo descargaron en un gran nido en el cual unos cuantos polluelos querían devorarlo y cuando él trataba de escapar, la madre protectora lo devolvía a su nidal. La fantasía absurda de Eddie llegó a su fin cuando una voz suave dijo:
<<Al fin volvió.>>
Abrió los ojos y vio a la mujer que hacía la limpieza en su casa y a su amiga, la dueña de la galería. Ambas estaban muy cerca de él. Parpadeó y tomó aire.
— ¿Qué ha pasado? –preguntó un tanto mareado.
— Te llamé varias veces y como no me respondiste me preocupé. Habías quedado en llamarme cuando terminaras tu pintura y como no lo hiciste vine a ver si estabas bien, afortunadamente Eva había regresado porque se le olvidó algo, me encontró en la puerta y entramos. Te vimos tirado en el piso asfixiándote, gracias a Dios pudimos ayudarte y subirte al sillón.— respondió su amiga.
Eddie se levantó con cuidado recorriendo con la mirada la casa, había luz y de la sombra espectral no había señales. Quizá todo fue un sueño, una mala pasada.
— Lo siento, no me di cuenta del tiempo transcurrido y se me olvidó llamarte. Estoy por terminar la pintura, ven a ver.
La chica y Eddie subieron, él al ver la pintura casi se cae para atrás.
— ¡Magníficamente aterradora! ¡Te felicito Eddie! Este trabajo supera a tus otras obras, ese surrealismo que imprimes nos deja perplejos y es por eso el éxito que has obtenido.
Eddie mira su obra y unos ojos aterradores lo observan a través de ella. En el cuadro también ha plasmado un gran nido con polluelos devorando a un sujeto.
Los demonios nos llevan, y Eddie corona su obra. Pero algo le quedó pendiente, porque, de su sueño extraviado, parte le quedó plasmado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro