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parte única

Sus dedos se movían con tal elegancia sobre las piezas blancas y negras del piano, dejando en el ambiente una melodía que no ha podido sacar de su cabeza desde que se la escuchó a su esposo tararear.

El aroma en el lugar lo envolvía en su pequeña realidad. Té de canela con un poco de leche, su bebida favorita.

Sus ojos cerrados, su cabeza moviéndose ligeramente hacia los lados, mientras que de su boca salía el tarareo de la melodía.

Eso para él era tranquilidad y disfrute, que, aunque sea llamado un prodigio en el piano, para Johnny, era la forma en cómo transmitía lo que él creía que veía. Su forma, su ser.

Esa era una de las noches más frías del invierno, pero aun así su mente estaba concentrada en la música que escuchaban sus oídos y el recuerdo de la voz de su amado esposo, como para ponerle atención a la ventana que aún seguía abierta a su espalda.

Y llegó un momento en el que terminó el sonido del piano. Suspiró por un segundo, antes de tomar su taza de té y darle dos pequeños sorbos. Y, de nuevo, retomó su postura con sus manos sobre las piezas blancas y negras.

Comenzó a tocar la canción que le recordaba cuando conoció a su amado.

Fue a finales del 2009, cuando Johnny estaba presentándose por primera vez ante un público para que se asombraran por su maravilloso talento nato. La pieza que tocó fue compuesta por él mismo, llevando por nombre: last dance.

En ese entonces, a sus 21 años, nunca se le hubiera pasado por la cabeza que esa misma noche se le abrirían grandes puertas para demostrar su talento. Pero, algo que tampoco imaginaba, era conocer a semejante niñato torpe y adorable.

El cómo se conocieron era una de sus historias favoritas, iniciando con la mejor noche de su vida, donde pudo dejar de lado ese miedo irracional y demostrar lo que realmente valía, para al final de la noche, tropezarse con aquel chiquillo tras bastidores.

—Lo siento, no lo vi —escuchó por primera vez esa voz nerviosa y suave.

—Podría decir lo mismo —soltó una pequeña risa, al escuchar el jadeo sorprendido de aquel desconocido.

Tal vez no puedo ver su reacción, pero pudo escuchar perfectamente cómo trataba de decir algo con su voz temblorosa. Aunque seguía preguntándose qué fue lo que lo hizo poner tan nervioso. Hum, podría haber sido que se haya percatado de su bastón blanco*, o puede ser que se haya asombrado con su belleza, porque Johnny sabía que era muy guapo.

Pero lo que no entendió, fue el hecho que cuando quiso decir alguna palabra, de pronto se sintió solo. ¿De verdad ese chiquillo lo había abandonado? Aquello le hizo entristecer un poco, pues ni siquiera pudo saber su nombre.

Aunque, para su sorpresa, o quizá suerte, volvió a escuchar esa voz nerviosa y suave. Cuando estaba firmando el contrato con el ceo, de la que, en ese entonces, sería su primera agencia; fueron cinco semanas después de su presentación, estaba en la oficina de jieel entertainment, cuando de pronto, se escuchó como entraba alguien por la puerta de manera precipitada.

—¡Mark! —Johnny no supo a quién el ceo llamó, hasta que escuchó de nuevo esa voz.

—Oh, l-lo siento —esa voz suave y nerviosa hicieron sonreír a Johnny—. Volveré luego.

Después de esa pequeña interrupción -y de poder firmar el contrato-, una pequeña plática surgió entre Lee jiwook y Johnny, donde supo que Mark Lee era su pequeño hijo. Un muchacho un poco torpe pero extremadamente bueno, aunque algunas veces le ganaba la timidez, fueron las palabras que dijo su padre.

Y Johnny lo pudo comprobar a las pocas semanas que estuvo ahí. Porque no fue con palabras precisamente como lo descubrió, sino al sentir como una mirada siempre lo seguía por todas partes; claro que, para ese entonces, no sabía de quién se trataba. Aunque la acción que lo delató fue una mala jugada de su torpeza; Johnny se encontraba en un salón de ensayo, curiosamente se encontraba en ese momento solo, por lo que sólo se escuchaba la melodía del piano. A lo que fue muy evidente ese sonido de algo cayéndose.

Johnny se asustó en ese momento y dejó de tocar, poniéndose rígido en su lugar.

—Lo siento, lo siento, lo siento —escuchó de una manera rápida, aunque su postura se relajó al reconocer esa voz—, De verdad lamento interrumpir, no volverá a suceder.

Johnny no pensó en qué responder, a lo que su boca había sido más rápida, cuando escuchó los pasos alejarse de ese muchacho.

—Espera —en ese momento se puso nervioso, pero, aun así, una pequeña sonrisa se formó en sus labios— ¿No te gustaría quedarte?

Y desde entonces, ese pequeño mocoso no se ha alejado de su lado. Recordando perfectamente la textura de sus manos, cuando chocaban por accidente, cuando lo convenció de darle lecciones de piano; o el dulce olor de su perfume que siempre utilizaba y se quedaba impregnado en su ropa cuando lo abrazaba. Todo de él era magnífico; su voz, su risa, su cabello suave e inclusive las imperfecciones de su rostro que él decía que tenía.

Para ese momento, Mark era un chiquillo inexperto de la vida con tan solo 18 años. Por lo que su conciencia siempre le decía que estaba mal enamorarse de él; aún era muy pequeño, siempre lo sintió así, hasta que Mark cumplió los 20 años.

Fueron 2 años conociéndose y llevando una amistad en donde Johnny sentía que estaba en un sueño; enamorándose sin control, aunque él negándolo. Pero no fue hasta cuando en una noche de otoño, cuando Mark estaba en su departamento viendo una película, con él abrazándolo, mientras recargaba su rostro en el cuello del menor. Que de la nada, Mark dijo unas cuantas palabras, que lo marcarían para toda la vida.

—Johnny, te amo —algo se atoró en su garganta, creyendo que había escuchado mal.

—¿Qué dijiste? —intentó que su voz no saliera temblorosa, pero falló.

—Estoy enamorado de usted —sabía que estaba llorando, siempre fue muy sentimental.

Y, para ese momento, Johnny mandó a la mierda todo lo moralmente correcto y lo besó. Lo que siempre creyó que solo pasaría en sus sueños.

Regresó de sus hermosos recuerdos. Dejó de tocar el piano y suspiró por un momento, sintiendo un regocijo en el pecho al sentirse tan feliz y completo junto a Mark.

Y sí, puede que sus recuerdos sean solo olores, texturas y sonidos, pero era más que suficiente para volver a sentir esas experiencias pasadas.

Sonrió por un segundo y tomó su taza de té, que ahora se encontraba tibia, pero aun así disfrutó hasta el último trago. De pronto sintió un poco de frío en la espalda, ahora recordando que no había cerrado la ventana.

Dejó su tasa sobre el piano, parándose y tomando su bastón, dirigiéndose hacia la ventana, que, con el viento helado, hacia volar las cortinas. Cuando puedo cerrarla, volteó sobre sus talones escuchando por sus pies el maullido de shushu, por lo que no dudó en agacharse un poco y tomar entre sus brazos a esa bola de pelos.

El ronroneo del felino lo hizo sonreír; ese gato era tan mimado cómo su dueño Mark, que no podía pasar un minuto sin tener una caricia en su cabeza.

Río por momento, mientras seguía acariciando la cabeza de su gato -de pelaje blanco con nariz, patitas y orejitas rositas-, preguntándose a qué hora llegaría su otro padre.

Pero, esa pregunta se respondió cuando escuchó el sonido de la puerta ser abierta. De pronto shushu saltó de sus brazos y comenzó a maullar a su otro padre.

Por otro lado, Mark se estaba sacando la bufanda y los guantes, sintiendo sus manos congeladas junto con la punta de su nariz como una cereza. Pero eso no le importaba, pues estaba que saltaba de la felicidad. Solo quería llegar y darle un dulce beso a su esposo.

—Estoy de vuelta, cariño —dijo en lo alto, acomodando su abrigo en el perchero, aún sin darse cuenta de la presencia de Johnny a su espalda.

El mayor sonrió y caminó hacia su esposo, guiándose con los maullidos de shushu, que estaba seguro andaba restregándose en los pies de Mark, con la cola alzada. Dejó con cuidado su bastón recargado en la puerta y abrazó a su esposo por la espalda. Mark realmente se sorprendió, pues ni siquiera lo escuchó acercarse, ya que estaba más entretenido viendo a shushu.

—Bienvenido, Makku —sus palabras fueron en un cálido susurro, que chocaron en el cuello de su amado.

Mark sonrió, poniendo sus manos sobre las de su esposo. De pronto sintió un sentimiento cálido que subió a su garganta y le impidió hablar, sus ojos se cristalizaron, pero eso no fue impedimento para darse media vuelta y besar los labios de su amado. Tomándolo por sorpresa, claro.

A Johnny se le fue por un momento el aire, pero eso no fue obstáculo para seguirle el beso a su Makku y tomarlo por la cintura para tenerlo más cerca y oler esa deliciosa fragancia que tanto le gustaba. Y claro, también estaba shushu restregándose y cruzándose entre las piernas de sus papis, también queriendo un poco de mimos.

—¿Cómo te fue en tu sesión de fotos? —el beso terminó, pero aun así sus labios se acariciaban. Eso le encantaba a Mark.

—Muy bien, los franceses son muy organizados —respondió, mientras acomodaba sus brazos sobre los hombros de Johnny para poder abrazarlo y así darle cortos besos—. ¿Y tú, Johnny, ya te estás acostumbrando al lugar?

—Bueno, aún no he roto algo, creo eso es una buena señal —soltó una ligera risa y con sus pulgares acarició la cintura de Mark.

El menor ya no respondió, mejor se quedó embobado viendo la hermosa sonrisa de su esposo. Joder, sí qué eres guapo. Era en lo único que cruzaba por su mente.

La razón por la que se cambiaron de departamento fue por una muy mala experiencia en su antiguo hogar -que fue el segundo cuando llegaron a parís y realmente fue difícil encontrarlo-, donde, a un lado de ellos, residía un viejecillo homofóbico que cada que los veía los insultaba. Y, aunque su dulce esposa siempre les pedía disculpas y les regalaba galletas, ellos ya no pudieron seguir viviendo en ese edificio -duraron un poco más de dos años-, a lo que optaron por un cambio de aire, aunque fue de nuevo difícil encontrar uno.

—¿Qué pasa, porque no dices nada? —cuestionó Johnny, frunciendo el ceño, queriendo escuchar la voz de su Makku.

Mark se enterneció por lo adorable que se veía su esposo haciendo eso, a lo que no se pudo resistir a darle un tierno beso en la nariz.

—Tranquilo, solo estaba pensando en que me saqué la lotería al casarme contigo —rio al terminar de hablar, viendo como las mejillas de Johnny se sonrojaban—. ¿Por qué eres tan lindo?

Preguntó el menor, regando besos por toda la cara de Johnny, mientras que el mayor negaba con la cabeza, riendo por lo bajo. Pero, de pronto, se invirtieron los papeles, ahora era Johnny quien sujetaba las manos de su menor y besaba sus labios con lentitud y cuidado, haciéndolo desesperar. Y cabe mencionar que el lugar se llenó de risas de ambos y el cálido sentimiento de su amor.

Ese momento no era más que suyo, algo por lo que siempre lucharon y que por mucho ahora lo gozaban sin freno, porque ese era el único objetivo desde que sus almas coincidieron: estar juntos. Y nada ni nadie los podría separar, más que la muerte, pero aun así ellos encontrarían la forma de volver a encontrarse.

Porque realmente no fue nada fácil llegar a dónde se encontraban ahora.

Por otro lado, shushu se cansó de no recibir atención por parte de sus papis y terminó yendo a dormirse al sofá, en la espera de que recordaran de su presencia.

—¡Basta! ¡Para! —Carcajeó Mark, intentando separar a su esposo por los hombros— ¡No es justo! Las cosquillas son un juego sucio.

Johnny le siguió la carcajada y paró de hacerle cosquilla, no pudiendo evitar dejar de reír. Sabía perfectamente que había jugado sucio, pero quien lo hizo sucio fue Mark, al querer cortar su beso, por lo que su castigo fueron esas cosquillas.

—Mark dos, Johnny treinta y ocho —dijo con gracia el mayor, aún intentado respirar sin reír.

Mark se cruzó de brazos e hizo un puchero, sintiendo falsa indignación.

—Te recuerdo que son tres, no dos, además de que este punto no cuenta porque fue juego sucio.

De pronto se le quitaron las ganas de reír a Johnny, esas palabras encendieron algo en su mente.
Y con una sonrisa ladina movió sus manos a la cadera del menor de manera lenta y apretando el agarre. Con su respiración acariciando de manera imperceptible aquellos labios que lo volvían tan loco, pudo susurrar con su cálido aliento:

—Oh, ¿en serio piensas que eso fue juego sucio?

Mark sintió sus piernas temblar, tragó un poco de saliva, sabiendo por donde quería llegar Johnny. Y si era honesto, él también estaba en la espera del toque de su amado recorriendo cada parte de su cuerpo. Su respiración se agitó y sus ojos danzaron por todo el rostro de su esposo, para al final, caer sobre aquellos labios que quería volver a besar.

—Entonces, enséñame cómo juegas sucio —retó el menor, ahora dejando sus manos sobre el pecho de John.

Esa fue señal suficiente para Johnny, que, sin pensarlo mucho, lamió los belfos contrarios. Causando un suspiro al menor, quien cerró los ojos y dejó a sus manos ser libres de acariciar aquel pecho, dejándose llevar por el momento. Mientras que Johnny solo podía pensar en ese olor a vainilla con chocolate que desprendía Mark.

—Vamos a la habitación, te necesito —habló de manera ronca, abrazándose, a su vez, con más fuerza al cuerpo contrario.

Mark balbuceó algo incoherente, sintiendo como su corazón se disparaba y de él emergía un sentimiento tan embriagante que las palabras ya no le eran permitidas. Solo entrelazó su mano con la de Johnny y lo guio hacia su habitación, cerrando la puerta detrás de ellos y enseguida besando, de nuevo, esos labios que eran su adicción.

Johnny sintió todo muy rápido, pero aun así se aferró al cuerpo de su amado y correspondió el beso con bastante energía, queriendo sentir más que eso, porque sabía perfectamente que el menor podía ofrecerle más, al igual que él.

Sus labios ya estaban más que rojos e hinchados, a tal punto que en cualquier momento podrían llegar a arder, pero, aun así, entre las caricias y más besos, se fueron desprendiendo de sus ropas superiores.

Y llegó un punto donde pararon jadeantes, buscando un poco de aire, mientras que aún sus manos seguían intentando acariciar aquella piel.

—Te necesito, Johnny —jadeó en el oído del mayor, aferrándose a su cuerpo.

Johnny asintió a su pedido y se abrazó al cuerpo del menor por su cintura, repartiendo besos por todo su cuello y hombro. Porque eran aquellos suspiros calientes del menor, que lo invitaban a más.

Mark solo estaba inmerso en cómo su pecho desnudo chocaba con el del mayor cada que suspiraba, manteniendo sus ojos entrecerrados y disfrutando esos besos. Mientras, que sus piernas aún seguían temblando, teniendo como soporte sus manos sobre los hombros de su esposo y la puerta detrás de su espalda. Pero, de cualquier forma, sentía que en cualquier momento podría caer.

—C-cariño —intentó llamar el menor, sintiendo su boca seca—, v-vamos a la c-cama.

Rogó con su último hilo de voz, tomándolo desprevenido cuando Johnny le dio media vuelta e hizo que le guiara a la cama. Mark sintió su respiración desfallecer al igual que sus piernas, tomó al mayor con un poco más de fuerza para no caer; fue retrocediendo lentamente hasta la cama, aun pudiendo sentir los belfos de John sobre su piel sensible.

Sus respiraciones agitadas jugaban un papel muy importante para ese momento, avisando que ya necesitaban estar encima de esa cama, amándose todo lo posible hasta el último momento existente. Por ahora solo necesitaban eso, sentirse.

Por suerte, o quizá, por el agarre del mayor, Mark no cayó, sus piernas pudieron soportar esos infernales siete pasos que los separaban de la orilla de la cama. Que el menor, al sentirla con la parte trasera de sus piernas, se dejó ir lentamente hacia atrás, tomando al mayor del cuello y regando un beso embriagador sobre sus labios. Johnny se apoyó con sus manos a cada lado de la cabeza del menor, intentado no perder el equilibrio y terminar perdiendo ese encantador momento; percibiendo en todo ese instante el cálido aroma que aún desprendía.

Cuando Mark se encontró completamente acostado en la cama, Johnny se hizo un espacio entre sus piernas, cuando terminó el beso, sintiendo en ese roce como sus intimidades se necesitaban. Gimió cuando lo sintió, al igual que el menor. Y, también, los suspiros no se hicieron esperar.

Mientras que Johnny intentaba deshacerse de sus prendas inferiores para quedar por completo desnudos, las manos juguetonas de Mark acariciaban con anhelo esa espalda suave de su esposo. Abriendo sus ojos y mirando el techo con sus ojos húmedos y sus labios hinchados, no recordando cuándo los había cerrado por completo. Pero eso quedó en el olvido al percibir esas caricias que le regalaba Johnny a sus piernas, ahora quedando completamente desnudo debajo del mayor.

Por un instante, recordó cómo se sintió la primera vez que estuvieron juntos. Y esta noche, por alguna extraña razón, se sentía igual que aquella vez.

—No necesito de ver para saber que eres hermoso, Markku —murmuró Johnny, con sus labios acariciando la quijada del menor, sintiendo como sus miembros se frotaban entre sí—. Y tampoco lo necesito para conocer cada centímetro de tu hermoso cuerpo.

Dicho esto, Johnny repartió varios toques sobre los muslos de Mark, disfrutando a su vez como jadeos y gemidos casi silenciosos salían de la boca del menor, dejando al aire su sensibilidad. Pero no fue por ello que los ojos de Mark estuvieran completamente empañados, a punto de salir lágrimas, sino por las preciosas palabras que dijo el mayor. Que en su pecho recayó un sentimiento abrasador, provocando a esas gotas saladas escurrir por sus sonrojadas mejillas.

No obstante, fue un dedo húmedo tanteando en su entrada que le hizo volver a aquel instante, sorprendiéndolo y causando que con sus labios formara una "o". De nuevo cerrando los ojos, solo dejando ir una lágrima más, para después deshacerse bajo Johnny en una expresión de excitación; gimiendo y temblando.

Johnny sonrió al escuchar cómo el menor poco a poco iba haciendo más y más ruido, como si fuera una invitación a que siguiera. Aunque, más por complacer al menor, Johnny realmente amaba acariciar cada parte de aquel cuerpo encantador, desde la primera vez que se le fue permitido tomarlo. Él quedó fascinado con la textura; con aquellas curvas que le hacían desear. Simplemente, él estaba en un éxtasis acariciando, besando y sintiendo a Mark completamente suyo por unos instantes. 

¡Dios! Si por morir, su castigo fuera complacer al dueño de ese cuerpo, él con gusto se quitaría la vida.

—¡Johnny! —gimió en lo alto Mark, ya no soportando morderse los labios y callar aquel nombre.

John soltó una pequeña risa, aun siguiendo con su tarea.

Cuando el primer dedo de Johnny resbaló con facilidad de adentro hacia afuera en aquel nudo de músculos, fue momento de ingresar el segundo digito. Ahora con sus dos dedos hacia la simulación de tijeras para poder dilatar lo más que pudiera y no lastimarlo a la hora que entrara.

Mark, por otra parte, se aferraba a la cobija debajo de él, tomándola con sus dedos y encajando sus uñas, gimiendo cada vez más fuerte. Aquellas sensaciones eran maravillosas: con su cuerpo temblando, sentía cómo de su miembro escurría líquido y como sus paredes apretaban de forma encantadora los dedos de su amado. Sin mencionar, también, como el pene duro de Johnny se frotaba contra su pierna, dejando un camino pegajoso de su líquido preseminal.

Mientras que Johnny solo encontraba morderse el labio y seguir frotándose contra la pierna del menor; debía ser paciente y seguir dilatando a Mark para no lastimarlo. Pero el pensamiento de poder adentrarse en su esposo, le hacía que goteara más. Dejó de morderse el belfo y pasó su lengua por ellos para poder humedecerlos, dejando a su vez a sus jadeos pesados salir de su boca. Ya sentía que faltaba poco para que Mark estuviera listo y poder penetrar ese cuerpo hermoso.

—J-Johnny, p-por favor, te necesito dentro —rogó con la voz débil, sintiendo todo su cuerpo temblar.

Pero escuchar a su Makku de esa manera, lo hizo desfallecer.

—Está bien, cariño —murmuró por lo bajo el mayor, tragando un poco de saliva y sacando los dedos.

Porque, si era honesto, sentía que su fuerza de voluntad se estaba acabando y sin avisar se hubiera hundido en el menor. 

Johnny movió ligeramente la cabeza, intentando deshacerse de aquellos pensamientos y volver con su amado; ahora concentrándose en tomar el miembro de su Makku para frotarlo con el suyo.

—¡Johnny! —chilló Mark, removiéndose bajo el mayor, ya desesperado— P-por favor, ya entra.

Sonrió ligeramente el mayor, soltando sus miembros y provocando un jadeo en Mark. Y dando una última caricia a la cadera del menor, tomó con su diestra su miembro, sintiéndolo totalmente húmedo y pegajoso. Guió su glande hasta el nudo de músculos del menor, sintiéndolo mojado y mordió su belfo inferior, una vez más. Su corazón se disparó, bobeando tanta sangre, que sentía todo su cuerpo arder, o ese era el efecto que Mark provocaba en él. Soltó un gemido y poco a poco la punta de su miembro se fue introduciendo en el menor, de pronto sintiendo jadeos pesados salir de su boca.

Mark arqueó su espalda, reteniendo por un instante su aliento, sintiendo perfectamente como Johnny entraba en él. Era magnifico, le hacía entrecerrar los ojos y olvidarse de todo lo exterior; mordiéndose los labios y enterrando un poco más sus uñas entre las sábanas. Viendo las estrellas, como muchos decían.

Johnny se acomodó mejor, bajando su pecho hasta hacerlo rozar con el del menor y tomando las manos de Mark para entrelazar sus dedos y poder colocarlas como corona sobre la cabeza del menor; también sintiendo como las piernas de Mark se abrazaban a su cadera, formando un cinturón para que no se alejara lo suficiente como para ya no sentirlo. Sonrió ante aquel acto, disfrutando como las paredes del menor abrazaban su miembro con calidez. Entró por completo.

Mark retomó su aliento y gimió con gusto, entreabriendo sus ojos y apreciando lo más hermoso de esa noche. La imagen del rostro de Johnny se le hacía tan bella: con sus ojos cerrados, gotas de sudor sobre su frente, que resbalaban a sus costados, sus labios soltando jadeos que chocaban con su boca y esa expresión de goce. Simplemente hacían a su corazón estremecer en felicidad, sintiéndose tan completo y satisfecho por haber encontrado a alguien como Johnny, para amarlo en cuerpo y alma. 

Y no pudiendo evitarlo, de nueva cuenta soltó lágrimas, que resbalaron al costado de su sonrojado y hermoso rostro; preguntándose qué habría hecho bien en su vida pasada para merecer al ser perfecto frente a él.

Si Johnny pudiera ver por un segundo el rostro de su amado, seguro un nudo se formaría en su garganta y lágrimas se formarían en sus lagrimales, agradecido por ver esa belleza.

—Cariño... —murmuró el mayor, sobre los labios de Mark, soltando un suspiro antes de arrebatarle el aliento con un beso.

Mark cerró sus ojos y se dejó llevar ante aquella acaricia, guiándose con los movimientos del mayor y sintiendo como Johnny comenzaba a moverse de forma lenta.

De pronto, el recuerdo de su primera vez juntos uniendo sus cuerpos, vino de nuevo; experimentando otra vez esas sensaciones, como si fuera la primera vez. Simplemente no podía evitarlo, era algo con lo que su baúl de recuerdos se abría y dejaba a su mente revivir ese momento. Porque era como si nunca cambiara la forma en cómo se amaban en cuerpo, semejando las acciones y sintiendo lo mismo que las anteriores veces, pero nunca aburriéndose con ello. Aunque de alguna u otra forma, cada una de esas experiencias, tenían algo que las hacía únicas.

El beso terminó, pero todavía sus rostros se rozaban, dejando en ese mínimo espacio que sus jadeos y gemidos se combinaran, formando una maravillosa melodía para sus oídos. Mark tragó un poco de saliva y apretó un poco más el agarre de sus manos, sintiendo como las penetraciones de Johnny se hacían más profundas.

—Johnny... Johnny —eso era lo único que sus labios podían susurrar, aún sin abrir los ojos.

Johnny no era alguien de muchas palabras a la hora de hacerle el amor a su esposo, solo se ocupaba de hacerlo sentir bien y de disfrutar de cómo lo llamaba entre jadeos y suspiros.

—Te amo —pero cuando algo salía de sus labios, solo era para enamorar más a Mark.

Porque así estaba bien, no se necesitaban de palabras sobrantes para hacer de ese momento suyo. Como todo lo que conllevaba una decisión en sus vidas; porque con sentirse cerca lo sabían todo. Como aquel momento que escaparon de corea, solo para poder amarse y no ser juzgados con las miradas de las personas que decían que les apreciaban.

Sin duda, en ese momento fue la decisión más importante de sus vidas, que, si no hubiera funcionado, no hubieran sabido cómo resolverlo. Pero ese no fue el caso, afortunadamente las personas que trataban a toda costa de separarlos, no lo lograron. Porque fue hasta en el momento que ellos ya estaban en el avión, que aquellas personas se enteraron de su fuga, no pudiendo hacer nada para impedirlo. Una historia de amor completamente sacada de un libro cliché, pero eso no importaba, porque lograron formar todos y cada uno de sus sueños... Bueno, aún les faltaba uno por cumplir, pero ese pronto se haría realidad.

Entonces sí; esa relación que construyeron con los años era algo tan hermoso como el acto que estaban cometiendo en esa cama, llenándose de besos, caricias y amor. Más que lujuria, era un acto con sus cuerpos para recordarse que solo ellos podían hacerse estremecer de esa forma, porque fueron diseñados el uno para el otro; completándose de manera maravillosa.

Pronto las piernas de Mark dejaron de abrazar el cuerpo del mayor y cayeron a los costados, sintiendo como su cuerpo pronto iba a llegar al clímax. Temblando y gimiendo, amando la forma en cómo sus cuerpos se unían, disfrutando juntos ese placer. Sus respiraciones profundas y lentas se habían sincronizado en algún punto de esa noche, al igual que los latidos de sus corazones. Amaba como la cercanía de Johnny lo cubría, teniendo esa respiración caliente acariciando cerca de su cuello, además que su abdomen se frotaba con su miembro.

Johnny gimió, apretando su agarre de manos, también sintiendo que pronto se correría, pero sus movimientos -aun así- no cambiaron mucho de velocidad; siguieron siendo profundos y con un ritmo suficiente para hacerlos eyacular. Mark no podía pedir más, Johnny sabía cómo tomarlo para hacerlo arquear y que de sus labios solo saliera su nombre acompañado de jadeos y gemidos.

La habitación, en lo absoluto se sentía una pisca de frialdad, pues eran sus cuerpos sudorosos que emitían su calor, creando una atmosfera demasiado acogedora.

Y el tan esperado orgasmo cayó sobre ellos. Mark se dejó ir entre sus cuerpos, salpicando hasta sus pechos, soltando un chillido, mientras que de nuevo con sus labios formaba una "o" y fruncía el ceño, arqueando un poco más su espalda; Johnny no tomó conciencia de lo que hacía, así que mordió el hombro de Mark, llenando con su semilla al menor y gozando como esas paredes calientes de su amado lo atrapaban.

Cuando pasó un poco el aturdimiento, Johnny se separó con cuidado del menor, dejando de morder. Y claro que también dejaba un pequeño rastro de saliva con una pequeña marca roja. No lo veía, pero lo sabía.

—Lo siento —murmuro un poco avergonzado el mayor, deshaciendo su agarre de manos y saliendo del cuerpo del menor, acomodándose a un lado de la cama.

Mark, aún jadeante, sonrió por lo tierno y lindo que era su Johnny; sí, es cierto que sintió como lo mordió, pero la verdad es que no le dolía. Johnny jamás lo lastimaría. 

Abrió sus ojos con lentitud y volteó su cabeza a Johnny, apreciándolo con su cabello negro alborotado en su frente, sus ojos cerrados, su lengua pasándose sobre sus labios y sus mejillas con un lindo tono rosado. Si así se encontraba Johnny, no quería ni imaginarse como estaba él. Rio por lo pensado y salió de sus pensamientos, de nuevo prestando toda su atención al hombre frente a él, no pudiendo evitar suspirar y con su mano izquierda acariciar la mejilla del mayor. Johnny rápido notó el contacto y posó una mano sobre la del menor, sintiéndose de pronto tan tranquilo que le hizo sonreír.

—También te amo, Johnny —escuchó el susurro del menor, además de un pequeño beso sobre la comisura de sus labios. Johnny dejó salir esa sonrisa brillante y abrazo por la cintura a su esposo.

Porque Mark era así, no necesariamente te respondía de manera inmediata, sino, cuando era el momento indicado.

Un agradable silencio se formó en la habitación, relajándose con las caricias de ambos dejando sus semblantes tranquilos, a tal punto de quedarse medio dormidos, pero fue de nuevo la voz del menor que llamó la atención de Johnny.

—Cariño, tengo algo importante que decirte —no fue necesario hablar fuerte, solo con susurros, pues sus rostros estaban cerca. Johnny hizo un pequeño ruido nasal para hacerle saber que lo escuchaba, aun disfrutando de las caricias del menor en su rostro, que pronto pasaron a acomodar el cabello de su frente. Mientras que Mark tragaba un poco de saliva, sintiéndose emocionado y un poco nervioso por lo que iba a decir—: ¿Recuerdas cuál fue nuestro mayor deseo, después de casarnos? 

La pregunta hizo de inmediato sonreír a Johnny, claro que lo recordaba, porque no solo fue la noche de su boda que entró a su baúl de recuerdos, sino también esa promesa de hacía casi seis años.

Mark tomó esa acción de Johnny para proseguir, seguro que lo recordaba.

—Bueno, hoy en la tarde recibí una llamada... —cortó por un momento, sentido sus ojos cristalizar y en su pecho la misma sensación que tuvo cuando entró al departamento. Johnny sintió su corazón agitarse, sintiéndose impaciente por el repentino silencio del menor, pero su respiración pronto se cortó, al escuchar de nuevo Mark—: Era de la abogada... —tomó un respiro para no llorar y prosiguió— dijo que el orfanato aceptó las condiciones.

Sus lágrimas ya no pudieron ser retenidas y un sollozo salió de sus labios, abrazándose con alegría al cuerpo de su esposo.

Johnny se quedó por un momento sin reaccionar, sintiendo que lo que dijo el menor fue solo un sueño, aun no creyendo que fuera real. Pero, fueron sus lágrimas escurrir que sintió a la realidad.

—V-vamos a ser papás —balbuceó el menor contra el pecho de Johnny, sintiendo su cuerpo temblar y las lágrimas de Johnny caer en su cabeza.

—Gracias, gracias por todo Makku —murmuró el mayor, besando la coronilla del menor, no solo sintiéndose feliz por esa noticia, sino también con la vida por haber coincidido con alguien tan maravilloso como lo era Suh Mark -su actual nombre de casado-.

Su mayor deseo, después de casarse fue el construir una familia; ser papas de una linda niña o un lindo niño -la verdad no importaba-, además de tener una mascota -aunque esa ya la tenían-. Pero, como siempre en la vida de una pareja homosexual, fue muy difícil llegar a un acuerdo con un orfanato -pasaron por muchos-, pero no por eso perdieron la esperanza. Porque ellos sabían que tenían todo lo necesario para darle una crianza digna a cualquier infante, pero no se los permitían demostrarlo.

La perseverancia fue su mejor aliada, ya que sin ella -y su abogada- no hubieran llegado a esta felicidad que les hacía llorar. De verdad lucharon para poder obtener esta meta.

Ahora este momento sería uno más que guardar para su preciado baúl, que conforme pasaba el tiempo, se enriquecía en mayor medida. Porque, como en esta noche, en algún punto del futuro -cuando fueran ancianos y quizás estén sentados frente a una fogata, tomados de las manos, sintiendo como sus vidas estaban a punto de terminar-, volverían a abrir ese baúl, recordando tantos buenos como malos momentos, pero, aun así, se sentirán orgullosos por el camino que construyeron juntos.

Porque ese era el objetivo de un baúl de recuerdos, ¿no? Preservar las cosas importantes de tu vida, para que en algún punto poder recordar de ellas y aprender de lo sucedido, así como simplemente de gozar de nuevo ese momento que te hizo tan feliz.

Porque John Suh y Mark Lee aún tenían más cosas por qué vivir y experimentar, para poder guardarlo en el baúl; sintiéndose tan agradecidos, felices y en paz, por poder disfrutar todos y cada uno de esos momentos juntos, como estaba destinado hacerlo y lograrlo.



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Bastón blanco: se trata de una vara ligera y alargada que identifica a las personas ciegas y les sirve de guía para sus desplazamientos de forma autónoma por la vía pública.

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