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Nada podía verse desde los asientos, pero aquel hombre sonreía con gusto, y sin avisar a los soldados a sus órdenes, empujó la caja desde atrás, para que un cuerpo cayese al suelo y volase por los asientos de enfrente, alcanzando a más de uno. Espantoso.
Lo primero fueron las manos, de hombre de treinta y cuantos, luego brazos, piernas, pies, torso, aunque faltaba un detalle muy importante.
"¡La cabeza!"
Lo primero que escapó los labios de Yuuto Kamishiro (Chico #8) fue una alerta indignada hacia sus demás compañeros, aquel vistazo le había alterado mucho, y pensaba fervientemente que no era de Dios hacer algo tan retorcido como aquello. Umeka concordaba mentalmente con aquello.
Las otras miradas fueron directamente a la caja, de la cual con lentitud una cabeza se asomaba rodando, párpados descansando en paz y nada en su rostro, solo el hecho de la tranquilidad en su interior, sin tener nada que objetar.
"¿A que lo reconocen, verdad?"
El hombre había carcajeado un poco al ver sus pobres y ensangrentados rostros con la peor sorpresa que pudieron darles, la muerte de su maestro.
"La verdad es que me dan ciertos celos de maestro a maestro, y bueno, se oponía fuertemente a que viniesen a jugar, ¡Pero no se puede hacer nada ahora!"
Era extraño, su actitud jovial contrastaba la desesperación y el estrés de aquellos al otro lado de la sala, sentados en sus asientos como si la tranquilidad gobernase sus almas, pero el espíritu perturbado molestaba sus cabezas, sin poder accionar el gatillo para hacer algo al respecto.
Había más de uno que quería simplemente gritar y correr hasta perderse en lo que sea que fuese el exterior, escapar y llorar en los brazos de la familia que le acuna en casa.
"¿Esto les sigue pareciendo una broma?"
Preguntó el hombre, fijando su mirada en la agonizante Kokone, que entre dolores y pérdidas de ánimo fluctuaba con la emoción de estar presenciando desde su cuerpo aquella brutalidad con el quebrar de algo tan significativo como lo era su pie.
La sala se mantuvo en un casi completo silencio, si no fuese porque Benjiro chillaba mortificado por lo bajo y arruinaba la tensión del ambiente, aunque absolutamente nadie se reía con su comportamiento, cosa que no harían en otras circunstancias.
"¡Qué bien que ya terminamos con esto! Se nos hace tarde y el tiempo corre"
Un apuro se escuchó en la voz del hombre, abandonó el podio del maestro y fue de un lado a otro, apresurado, en busca de algo que los estudiantes no lograban comprender aún, y solo le hacían observarlo, algunos con curiosidad, otros solo lo hacían, preguntándose todo.
El hombre volvió al podio con una sonrisa culposa y de uno de sus curiosos bolsillos sacó lo que buscaba, un pequeño papel amarillo doblado varias veces, y lentamente lo desdobló sintiendo la vergüenza en su mirar nervioso al abrir el trozo de papel, que al final no resultaba ser tan pequeño, desde los escritorios de los estudiantes parecía una lista.
"Perfecto, ahora que saben a qué vienen y cuál es mi nombre podemos pasar a lo siguiente."
La joven Aneko volvió a levantar su mano, la profunda y correctamente destinada curiosidad en ella tenía que ser respondida de alguna manera, y esa era la única de hacerlo, tragándose sus nervios y levantando la mano con la fuerza de una luchadora como ella.
"Señorita Matsuoka, ¡Excepcional! Adelante"
El hombre se veía contento por ser llenado por preguntas, tal vez disfrutaba de ellas y así se lograría un ambiente mucho más ameno al pútrido olor a sangre que inundaba el salón, y expulsaba deseos de escape y lágrimas en la boca del estómago.
"¿Hay más?"
Su voz estaba preocupada, intranquila y en busca de una respuesta que calmase un poco todo lo que pasaba por ella, todo lo que sentía y todo lo que estaba moviendo su vista y sus entrañas con el son de la voz del hombre allá adelante.
"¡Claro que hay más! Tengo que explicarles ciertas reglas, porque todo buen juego viene con un par de ellas, ¡Y a eso no existe excepción!"
El hombre estaba emocionado otra vez, dispuesto a explicar todo de una manera minuciosa y dedicada, experto en la palabrería técnica y en el instruir jóvenes como ellos, claro que sin una buena dosis del sentimiento de terror ahí adentro de su alma, que les perturbe y no les permita conciliar el sueño ni aunque ganen el programa.
Dos palmadas y una extraña sonrisa fueron las cosas necesarias para que ambos militares dentro de la habitación actuasen por el maestro y tomar un pedazo de tiza blanca para dibujar en la pizarra un preciso mapa y luego dividirlo en cuadrículas enumeradas verticalmente como 'A, B, C...' y horizontalmente con números del uno al once, los dos trabajadores laboraban en unidad tras el maestro que no los ojeaba ni un segundo, y solo mantenía la vista en el horizonte, perdido, o en la búsqueda espiritual de algo mucho más allá de lo físico, un pensamiento de otro plano que pase realidades y llegue hasta él.
Al terminar ambos soldados con su curiosa labor se ubicaron a un lado de la puerta de entrada, cerca de los bolsos de nilón apilados sin objeto aparente, decorando sus incertidumbres.
"Por si se lo preguntan, este es el mapa de nuestra locación, ¡Una isla! ¿Cuál? No importa, está completamente abandonada"
El hombre se movió del podio para que todos los estudiantes pudiesen admirar el inmaculado mapa, con unos cuantos edificios, árboles y todo lo que un mapa solía contener, todo estaba nombrado con el respectivo kanji, y era preciso.
Eri levantó la mano tímidamente, y al igual que Aneko había entendido que la única manera de responder a todo lo que pasaba por su cabeza era dejando atrás todo lo que le revolvía en estómago y tomando las riendas de sus nervios.
"Señorita Hiroki, adelante"
"Sí... Quería saber la razón de la cuadrícula sobre el mapa de la isla..."
La joven intentó hablar lo más fuerte que pudo, pero simplemente no quería llamar la atención entre sus compañeros, y al mismo tiempo no tener que repetirse, pero el hombre había escuchado perfectamente cada palabra y sin excepción.
"A eso voy, a eso voy, no hay necesidad de impacientarse"
En otras circunstancias la actitud cercana del tipo que les hablaba haría pensar que era un hombre bueno y que no había nada malo con él, la paz reinaba en su sonrisa y en su voz, a pesar de su apariencia, pero eso no era muy importante ahora.
"Como ven, estamos en la escuela, y cerca hay un pequeño pueblo, también hay playas, bosques y otras varias cosas en el mapa, tengan en cuenta que si intentan escapar por el mar los barcos que vigilan alrededor de la isla no dudarán dos veces en volarles el cerebro, ¿Sí?"
El hombre sonrió y guiñó el ojo como una dulce colegiala, tratando de acentuar su voz de la misma manera, pero era... Raro, por favor que no lo repita.
"Ahora, como su compañera Hiroki preguntó, la cuadrícula cumple una de las funciones más importantes, porque bueno, ¿A quién no le gustaría resguardarse en un escondite todo el juego? A mí sí, pero eso no sería bueno. Cada cuadrícula representa una zona, y cada cierto tiempo se prohibirá una zona al azar, ¡Para acorralarlos y obligarles a moverse!"
Para colorear mejor las cosas el hombre sacó de un lugar secreto bajo el podio un collar como el que se acomodaba en los cuellos de todos los estudiantes, y lo enseñó con gracia a su público.
"Esta es una maravilla científica de nuestra nación, éste lindo collar que está atado a sus cuellos también es una bomba, si lastimosamente llegan a quedar en una zona prohibida estos bebés explotarán, lo mismo si intentan quitárselos, con esto podemos monitorearlos, y sabremos su posición y si están vivos o muertos, mide su ritmo cardiaco y es a prueba de todo, agua, electricidad, manos, fuego, ¡Lo que sea! ¿No es genial?"
No hubo respuesta alguna, y era más que evidente, con tanta información atragantada al mismo tiempo era fácil asustarse, más si era algo que agregar a la lista de riesgos y restar a la poca esperanza de vida que les quedaba.
"Con eso podemos pasar al siguiente punto en la lista... Las mochilas"
Los cuarenta y dos pares de ojos en el salón se posaron en las mochilas de nilón esperando pacientemente en la puerta, junto a los dos soldados resguardándolas cuidadosamente.
"En ellas podrán encontrar dos botellas de agua, algo de pan, una brújula, un mapa de la isla con su respectiva repartición, un compás, un reloj y... ¡Un arma al azar! Como dije antes, la igualdad es primordial aquí, por lo que no me importa si su arma es un palo o un cañón."
El hombre volvía a comportarse como una colegiala, tratando de aligerar el ambiente a su manera, sin darse cuenta de los dolores de estómagos y mareos por olores y pensamientos entre todos, y no era que importase mucho, dentro de poco esos estudiantes serían ya no más.
"¿Debería mencionar que si no asesinan a alguien en veinticuatro horas todos explotarán?... Para que comprendan que bueno, el juego debe siempre continuar"
Uno de los soldados interrumpió al hombre, acercándose para susurrarle cosas al oído, la inseguridad de las palabras estaba en las mentes de los estudiantes, que recorrían cualquier posibilidad dentro de la situación, para algunos parecía muy irreal, y para otros nada podía ser más posible que eso.
El soldado después de su pequeña charla de susurros le entregó al macabro instructor un sobre sellado de colores blancos y dorados, el hombre solo asintió y frunció su ceño, preocupado.
"Tenemos que hacer esto todo más rápido, me temo que nuestro tiempo juntos debe terminar... ¡Para empezar la masacre estudiantil!"
La seriedad en su voz fue efímera, volviendo a su actitud extraña y jovial, fallando en alegrar a los estudiantes de su estado de perpetua ansiedad y preocupaciones frente a la muerte en sí, sin escape a la realidad y un buen respiro de libertad, por lo menos una última vez.
"Chicas no se preocupen, en los juegos pasados el 48% ha sido ganado por chicas, ¡Si ellas pueden ustedes también!... Ahora bien, cada uno saldrá de este salón con dos minutos de diferencia, tomará una de las mochilas y abandonará junto con su equipaje, luego de que todos hayan abandonado la escuela pasarán veinte minutos antes de que esta se convierta en la primera zona prohibida de muchas, ¿Sí? Perfecto. En orden de lista abandonarán desde el estudiante que esté escrito en este sobre"
La cátedra del hombre se apuró completamente, sudaba un poco y enseñaba el sobre dorado descaradamente, porque en él estará el destino de posiblemente todo el juego, ¿Pero por qué la prisa?
Con cautela una de las muchas chicas de la clase A sacó un pequeño papel de su equipaje, al igual que un bolígrafo, no estaba especialmente en frente y sus cuidadosas manos intentaban escribir con cautela, pero el temor de ser descubierta le ganaba más, y no evitaba temblar de los nervios al escribir, y rezaba porque la cátedra durase lo suficiente para terminar su pequeño trabajo, si la separarían de su mejor amiga querría encontrarla más adelante, era muy importante para ella, y no querría perderla nunca.
"A ver, a ver, ¿Quién será el primero en irse?"
El hombre abrió el bonito sobre sin reparo alguno, sacó la pequeña carta de su interior y la leyó cuidadosamente, entrecerrando sus ojos para leer con claridad, dando a entender que necesitaba lentes, y el verse así de seguro era una farsa, como él.
Las palabras no salían de su boca, y todos pedían en su interior no ser los primeros en irse de ahí, y posiblemente morir al instante por otro igual, que les dispare o acuchille, rompiendo toda la confianza entre ellos.
Pero no decía ni una palabra, guardando el suspenso.
Quedan 42 estudiantes
A/N
Feliz navidad
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