Más que una leyenda
A veces, me detenía a verme a mí mismo con las manos empapadas de sangre. A veces, con el placer bajo las fibras de mi tela. Otras veces, muy raras veces, me detenía a ver qué estaba ocurriendo, qué estaba haciendo, y me preguntaba ¿dónde estaba la luz?¿dónde estaba el día?¿dónde estaba mi piel humana?
Entre tanto, estaba ahí el yo de siempre, golpeando y golpeando hasta que se sentía llegar el fin de los ciclos lunares, en los que, en fausto purgatorio, la luna se escondía y salía al instante del otro extremo. No había día, no ha habido desde mi nacimiento ni mucho menos puedo saber cómo es para crear una descripción. La noche ha estado perpetuamente viéndome con su ojo de Selene, observando al detalle mis saltos, mis palizas, mis victorias y mis fracasos.
¿Qué era yo?¿qué constituía en sí? Porque, podía pensar, pero a la vez no. Me sentía atado a una persona, y a la vez no. Cómo una sombra, del que la gente jacta ser inseparable, me moldeó según sea el objeto o sujeto del que cuelgo. ¿Quién soy?¿quién fui?¿O quién seré? Sospecho que todas las preguntas se respondían con la eternidad, prolongándose más allá de un manto, sino infinitas capas y almas.
Pero eso sí, sí distinguía un inicio torpe, del que al menos hallaba certeza de que ahí fue el arranque de mi concepción. Un hombre, adolorido por la orfandad, convirtió su sombra en un traje. Ese traje, o lo que representaba, era yo, tan divagante en ciertos aspectos que la falta de definición exacta hacía que mi primer huésped cometiese las peores atrocidades, a la vez que fracasaba estrepitosamente en crímenes mundanos que harían reír años después a sus peores monstruos.
A partir de él, me forme como ente trascendental, que iba en contra del tiempo. Me hice participante de una ambivalencia que incluso yo, en cualidad abstracta, no entiende del todo, y no entiendan que divago en mi ser, ya que, seamos sinceros, ¿acaso es posible que algo defina su propia naturaleza? Fui volviéndome un crisol venenoso, eso sí lo sé. Nací como fantasma por parte de ese primer maestro, cuya soledad parecía la rutina y la negrura nocturna nuestro vientre materno. Las noches se cernieron cuál extensión monstruosa de una voluntad aparentemente adulta, pero verdaderamente infantil, pues ¿acaso el inicio, no fue más que un niño que nunca pudo dejar atrás una terrible noche?¿no es que su espíritu quedó enclavado en un bache?¿acaso esto no es una tragedia mortal, que se convirtió en una divina comedia?
Las primeras noches estuvieron nubladas por la aparición de simples villanos si nos ponemos exactos. Un tal Hugo Strange sería el primer rival real que tendríamos, apareciendo a veces en años posteriores. Éste sujeto, loco por la espesura, se caracterizó por intentar crear nieblas para cometer sus crímenes en discreción. En cierto sentido, intentó estar más oculto en la oscuridad, todavía más envuelto en ella. La cuestión es que, para mala suerte suya, yo no nací para estar en ella... sino que soy ella. Yo soy la oscuridad, la duda del hombre, el miedo de la probabilidad en cada maldito rincón de esta ciudad. Yo soy Batman.
Desde entonces, mi primera representación, el leit motiv de mi esencia, definiría qué otros tipos de seres acompañarían mi mitología. El Pingüino a veces ha sido heredado alguna vez en ciertas décadas; el Espantapájaros también por su sustancia particular; y no hablemos del Acertijo, quién sería uno de los más amados por su muestra de carisma. Pero ninguno de ellos tendría la misma fuerza que mi maldición. Porque alguna vez surgen ciertos Pingüinos, Espantapájaros, Acertijos, Dos Caras...pero siempre ha habido un Batman. Creo apuntar que nada ha sido igual a mí. El único que se ha acercado a lo que soy yo, y que enfrentaba casi siempre en mi historia, era, en síntesis, la mayor representación de la locura, el leviatán de los monstruos...el Joker.
Ambos compartimos demasiado, por más que siempre los humanos en mi posesión han querido negar y luchar contra él; éstos han estado igual de locos que el ente del caos al que aparentan evitar, puesto que todos tienen una lucha interminable que fragua las calles de las ciudad. Por más que Bruce Wayne lo confrontase con todo lo que tuvo...solo estuvo luchando contra sí mismo. Esa parte de la humanidad que está cansado de todo y no quiere más que rendirse. Todos los humanos quieren rendirse en algún sentido, destruyendo todo aquello que, de todas formas, alguna vez el tiempo destruirá, divirtiéndose al menos en el proceso. Una antítesis, dirían ellos, de lo bueno, como si yo fuese el bien encarnado, cuando no soy más que otra cosa. Cómo mucho, la copia defectuosa de aquello de lo que se me adjudica. Soy la idea prostituida de los miedos y deseos más egoístas.
En cualquier caso, numerosas noches se cernieron donde vi a ese payaso tener enfrentamientos contra mi padre ideológico. Esos momentos en los que las balas, el hierro, la ira, la alegría y la sangre entonaban canciones en tejados, espacios cerrados y en medio del aire absoluto. Fue un largo tiempo de consistencia entre ambos los que llevó a mi creador ha pasar medio siglo enfrentándose a ese ser.
Hasta que, una noche, fue suficiente.
Aquel día fue el colmo de sus actos. La noche en la que mató a uno de sus hijos bajo las peores torturas jamás replicadas en la historia. Cuando halló a su hijo finalmente, con la lengua cortada, los ojos extirpados con otros de vidrio "graciosos" como remplazo, y la espada tan característica de su estirpe incrustada entre sus brazos, sabía que ese payaso quebró finalmente a mi amo.
Él no dejó de pegarle tras morir. Arrastró su cuerpo por ciudad Gótica, creando senderos enteros de un rojo demoníaco. Cuando regresó a sí, vió que el horror de todos los criminales bañó la mirada de los ciudadanos. La justicia que Batman representaba nunca volvió a ser la misma, por más que todo el resto de generaciones buscaran limpiar su nombre. Cuando la gente ve a su ídolo en el pecado, ¿Qué individuo no perdería la esperanza?
Lo último que reconozco es su mano colocándome en una perchera metálica bajo un cristal. No es que no tenga leves nociones de dónde anduvo en sus últimos momentos...había reminiscencias mías en él hasta en sus últimos instantes. Él supo que la peor versión de mí tenía el peligro de consagrarse en la eternidad, así que él hizo el último estadio de un hombre longevo: morir. Solo por ese acto, al menos pudo irse como Bruce Wayne, el hombre que mató al Joker.
Tras él, siguieron otros: Jason Todd, Tim Drake, Terry Mcginns...
Todos luchando por lo mismo, pero divagando entre hacerlo mejor que el uno o el otro en distintas áreas. A la final, ¿importa? ¿Acaso algo ha importado hasta ahora? Insisto...insisto...todo ha sido una locura. No sé si el mero hecho de haber nacido sea un pecado para Dios, o un castigo que él impuso en el mundo. Tantas respuestas y nunca tendré una que pueda satisfacer tanto a mí como a todo el mundo.
Por un tiempo tuve fe en que "Batman" se iría...espere cien noches para ver un resultado, otros mil esperando cambios, unos diez mil más, cien mil últimos hasta hartarme... un millón de noches para matarme. Pero no sangro, ya nunca lo haré.
Todos los que pudieron alguna vez sucederme, heredar directamente el manto...han muerto. Pero yo no, nunca lo haré. Ya no solo por ser cultivado por la humanidad a lo largo de siglos, sino ya por difundirse la idea de mí por todo el cosmos. Entonces, me volví lo que esperaban.
Nací con un cuerpo físico, en sombras, de las cavernas ya abandonadas del primer caballero de la noche, para surgir de la subtierra para combatir en las negruras de todo mal.
Ustedes me crearon. Ustedes me han dado vida. Ustedes me convirtieron en un mito. Y los mitos no mueren. Y si se cree con suficiente fuerza en un mito, incluso existen.
Ya no tengo ningún humano que me posea. No tengo ninguna atadura. Pero sigo prisionero de lo que soy. Sigo prisionero de ser Batman.
Y así será por toda la eternidad en el universo. Así será hoy y todas las noches, en este vacío mundo sin luz. Solo porque necesitan que algo se mueva en todo esto...para que haya un sentido a luchar por existir.
"Mira, Mamá- dijo un menor en un planeta lejano a la tierra, señalando en el tejado de un edificio- es Batman...- una sombra sobrevoló la ciudad, algunos creen que es solo un tipo disfrazado, otros creen que es una criatura extraña de un planeta recóndito, algunos un monstruo, y otros saben que solo es un mito, así que la madre acuesta al pequeño y valora positivamente su imaginación- <<<como si Batman existiera>>-se dice riendo la madre. Otra noche pacífica en el universo"
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