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Interludio: Los juegos de Nygma parte 3

Nota: Estos interludios tienen lugar aproximadamente cuatro años antes de los sucesos actuales de esta historia. Cabe señalar que para este punto, Bruce y Dick ya sabían que Selina era Catwoman, pero ella no sabía que ellos eran Batman y Robín.

Gordon encendió los limpiaparabrisas mientras unas primeras gotas salpicaban el parabrisas del auto. A su lado, el sargento Bullock se movía en el asiento del pasajero; sus ronquidos nasales nunca perdían el ritmo. Casi habían regresado al cuartel general y ya había llamado a Barbara y le había dicho que sería una larga noche. Necesitaba hablar con Nygma.

No tenía sentido darle vueltas al tema. Nygma sospechaba de su relación con Batman pero Gordon no se dejaría intimidar ni amenazar. No toleraría las insinuaciones sarcásticas del criptógrafo. Impulsaría la confrontación, pondría a Nygma a la defensiva.

Gordon exhaló un profundo suspiro y se detuvo en su lugar reservado detrás de la sede. El Acura Conundrum blanco de Nygma ya estaba estacionado perfectamente derecho en el lugar del asistente del fiscal.

Dios dame paciencia para lidiar con este imbécil tan prepotente.

Gordon tragó saliva y se armó de valor para otro combate verbal.

Y justo cuando entro a su oficina, espero hasta que Nygma llegara del baño.

-Nygma. Tenemos que hablar.

El criptógrafo en cuestión hizo una pausa en el acto de abrir la puerta de su oficina y se volteo hacia Gordon con una mirada de desconcierto auto justificado.

-Por supuesto, Comisionado. ¿Sobre qué? – preguntó Nygma con su mano todavía en el mango –

-Por favor, ven a mi oficina – Gordon incluso le sostuvo la puerta. Respiró hondo, exhaló y se volteo hacia el criptógrafo. Y justo cuando llegaron a su oficina, se desato la carnicería – Escucha, no estoy muy seguro de cómo decir esto. Gracias por todo, has hecho un trabajo ejemplar...

-Oh, pero todavía no puedo volver a Nueva York – interrumpió Nygma. Pasó junto a Gordon y de hecho, tuvo el descaro de sentarse en la silla del Comisionado – Mi trabajo aquí... acaba de empezar – Nygma sonrió cortésmente y señaló la silla al otro lado de la mesa. Gordon apretó los dientes y permaneció de pie –

-Hiciste un excelente trabajo al descifrar las computadoras de la casa Goodwin – dijo el comisionado, manteniendo su voz nivelada con esfuerzo – Sin embargo...

-¿El departamento ya no me necesita? – Nygma se enderezó, sonriendo – Vamos, vamos, comisionado, ¡ambos sabemos que eso no es cierto! Si me voy ahora, ¿quién encontrará a Batman?

-Arrestaremos a Batman eventualmente – espetó Gordon – Tú lo sabes, Nygma. Siempre lo hacemos.

Nygma echó la cabeza hacia atrás y se rió.

-Oh, Dios mío – dijo el, recuperándose un poco – Comisionado, acabo de conseguir unas grabaciones en directo que me ayudaran a comenzar una investigación más detallada.

La mente del Comisionado Gordon volvió a mostrarse con cansancio y aburrimiento ante lo que el criptógrafo le decía.

-¿Más pistas falsas que venden en la red? – preguntó Gordon –

-¿Sabes lo que es divertido? – reflexionó Nygma, poniendo una mano en la barbilla de Gordon – ¿Sabes lo que es realmente divertido? Cuando te dije que el modus operandi de Batman... mentí. Sí, lo admito. Hubo un momento en que tenía que haber al menos dos de ellos.

-Vaya... – dijo Gordon con sarcasmo y manteniendo la cara en blanco por el esfuerzo – ¿Y cuándo fue eso?

La sonrisa de Nygma le habría hecho honor a un tiburón.

-En todas las ocasiones.

Hubo un espacio de silencio tenso. Un hilo de sudor corrió por la frente de Gordon y se lo secó rápidamente. La sonrisa de Nygma nunca vaciló.

-¿Dónde está Riddler? – Gordon le pregunto – ¿Por qué no lo has atrapado?

-Está justo frente a usted – Nygma le respondió –

Entonces luz del escritorio sobre el hombro izquierdo de Gordon explotó en una nube de chispas, y de repente apareció una Magnum en la mano izquierda de Nygma.

-¡Otra vez, mentiras! – Edward Nygma gruñó mientras le apuntaba al comisionado – ¡Las odio, las odio, odio las mentiras! Escuche, comisionado. No insulte mi inteligencia con fabricaciones de mala calidad. Usted trabaja con Batman y yo he dedicado mi empeño a saber quién es. Esa es la pregunta. Ese es el acertijo... yo soy Riddler.

Gordon tragó saliva y miró por encima del hombro de Nygma hacia fuera de la ventana.

-Si te tranquilizas...

-¿¡DONDE ESTA EL!? – la furia en la voz de Nygma era palpable. Recuperó el control, se reclinó en su silla y se pasó una mano por su cabello. Sus ojos eran puntos ardientes en la sombra, su rostro estaba delgado y demacrado. Gordon de repente se dio cuenta de lo... inestable que parecía el criptógrafo –

-Nygma...

-Cállate – ordenó Nygma secamente – Solo cállate. Ahora escucha. ¡Esta es tu última oportunidad de decir la VERDAD! ¿Dónde... está... Batman? – Gordon respiró hondo, cerró los ojos y suspiró –

-Sabes que no puedo decirte eso – dijo el comisionado –

El rostro de Nygma se retorció en una expresión de desprecio, pasión y furia.

-Bueno, entonces Comisionado – dijo Nygma, su voz era baja y deliberada – Si no puedes decirme dónde está... iré con alguien que pueda.

Nygma paso junto a él, le quito el arma para después arrojarla al suelo y luego le dio un golpe al comisionado en la nuca con la culata de su revólver.

En algún lugar lejano, una luz borrosa se movía tenuemente a la vista del comisionado. Gordon gimió y trató de abrir los ojos. Su cabeza palpitaba, su garganta estaba en carne viva y áspera e incluso mirando hacia la luz.

"A su oficina..."

"¿Qué sucedió? ¿Fue Batman?"

"Hay que ver al Comisionado"

Gordon jadeó en el aire y se sentó al escuchar todas esas voces.

-¿Dónde está Nygma? – apenas y pudo formular la pregunta en su lengua cuando Bullock lo ayudo a recomponerse – ¿Dónde está el?-

-Oye, tómatelo con calma, Jimbo – Harvey Bullock le entregó una botella de agua – ¿Quieres decirnos qué pasó?

-¿Dónde está Nygma?

-Se fue hace unos quince minutos en una patrulla. Dijo que tenía una misión especial tuya, ¿qué pasa?

-Quiero una orden de arresto prioritaria para Edward Nygma, ¡ahora! – les ordeno Gordon a todos – Bullock, dijiste que lo viste irse. ¿Hacia dónde?

Bullock se rascó la cabeza y tiró de su cuello elástico.

-Tal vez hacia los Narrows...

Y luego Gordon lo hilvano todo con una comprensión lenta, horrible y aplastante. Lentamente y aturdido, Gordon volvió a dejar la botella de agua sobre el escritorio.

-No... va hacia el Arkham Asylum.

***

Aburrido.

Arkham Asylum era aburrido. La comida era aburrida. El trabajo era aburrido. Su oficina era aburrida. El único entretenimiento del Dr. Crane era su fascinación con los nuevos reclusos aunque claro, no había nuevos. Crane gruñó y se lamió los labios.

-No es justo – murmuró Crane – Todo lo que les importa es ellos mismos y no sus emociones. El miedo...

Entonces su puerta se abrió rápidamente, y entró una enfermera de nombre Nancy. No, no solo era ella; ella entró torcida con una mano alrededor de su garganta desplomándose torpemente como un pez demasiado grande. Y su captor era...

-Eddie Nygma – dijo Crane con un gesto – Hola... te he estado esperando.

Eso confundió a Nygma. Solo era un niño jugando en un mundo de hombres. Arkham no era un buen lugar para un chico aunque trató de ocultarlo. Casi mantuvo la cara seria, de hecho movió el arma un poco más cerca de la barbilla de Nancy.

-Oye, oye, oye... Nygma – dijo Crane inclinándose hacia adelante en su silla – Esto es entre tú y yo... ¿por qué no dejas ir a la chica?

El chico sonrió.

-Cuando usted responda a mi pregunta – dijo Edward – O preguntas, como pueden ser.

Crane no pudo ocultar una sonrisa y se lamió los labios con anticipación.

-Eddie, Eddie... suelta lo que tengas que decir – le respondió el doctor –

-Como, eh... ¿dónde está Harvey Dent? – le pregunto Nygma con deseo de respuesta –

Los ojos de Crane se iluminaron, pero con una especie de brillo duro.

-Está vivo – respiró el doctor – ¿Te gustaría conocerlo?

Sin decir más, el trio recorrió los sótanos del Arkham Asylum y Crane entro por una puerta café que estaba bien oculta entre unos libreros. Cuando la abrió, les hizo señas a los demás para que lo siguieran.

-Estos son los túneles del doctor Crane – dijo la enfermera sin aliento. Crane le dio lo que esperaba que fuera una sonrisa alegre y le dio una palmadita en la espalda –

Nygma apretó la mandíbula y miró al frente

-Ahora, Edward... estamos a punto de conocer a uno de mis más cercanos y queridos amigos. ¡Uno de los verdaderos grandes apostadores de Gotham! – Crane le lanzo una mirada a Nygma de autoridad y luego le señalo con el dedo – Solo quiero que te veas lo mejor posible. Incluso te di mi mejor chaqueta. Y ni siquiera me lo agradeciste.

La enfermera palideció; sus ojos estaban fijos en los de Nygma. Fue tierno, pero entonces... llegaron a una puerta más corroída dentro del túnel.

-¡Oye, Harvey! ¡Harv! – le grito Crane – ¡Despierta ! ¡Hay alguien aquí que quiere verte!

El llavero tintineó con fuerza, Crane se estiró e introdujo una llave curva en la cerradura. La puerta se abrió.

La mitad de la habitación era blanca y cegadoramente pura; como nieve en una montaña, había papel bajo la luz durante la mitad de la celda. La otra mitad estaba marcada con cientos, miles, de pequeñas líneas de rasguños... ¿Tinta? ¿Lápiz? No, era sangre por supuesto. Todo estaba manchado e incluso rasgado en los bordes de las baldosas acolchadas.

En el centro de la habitación y con el rostro vuelto hacia la derecha, hacia el blanco, Harvey Dent estaba sentado en su cama. La moneda de plata se elevó en el aire, rodó y volvió a caer en su mano expectante.

-Dent – respiró Nygma, con los ojos muy abiertos, los ojos brillantes – Escuché que estabas muerto.

Harvey Dent vaciló con la moneda en la mano, miró hacia ellos y se volteo. Crane sintió que el tejido de su carne expuesta tiraba de sus labios mientras estallaba en una amplia sonrisa. Detrás de él, Harley jadeó de horror.

-Escuchaste bien dijo Dent, y no se parecía en nada a su pulida voz de campaña. Un gruñido bajo y gutural Hola, doctor... ¿Quién es la chica?

-No te preocupes por ella – Crane intervino – Ella está un poco, eh, confundida en este momento. Pero... – Crane agarró el hombro de Eddie y lo empujó hacia adelante – Él quiere conocerte. Se llama Edward Nygma ¡Él es... tu agente de prensa! – Harvey no parecía impresionado, por lo que Crane se inclinó un poco más y lo miró a los ojos – Escucha, Harv. Ya tuvimos nuestra pequeña charla. Así que créeme cuando te digo... que no estoy aquí para crear problemas. Eddie viene a hacerte un favor.

-La gente de Gotham City debe saber la verdad – interrumpió Nygma con entusiasmo – La verdad sobre lo que Batman y Robín te hicieron... ¿No quieres eso?

Harvey se giró de repente; su globo ocular expuesto rodó grotescamente.

-¿Verdad? ¿Justicia? ¿Quieres saber la verdad sobre la justicia? –Asintió a Nygma; su cara quemada se curvó en una mueca de pesadilla – Trata de quedarte con estos locos por un tiempo, veremos cuánta verdad realmente sabes... ¿Y la justicia? Aquí está la única justicia. En un mundo de caos... el destino, el azar... son la única respuesta. Hablas de justicia y crimen, verdad y mentira, bien y mal... ¿no lo ves? Ambas son las dos caras de la misma moneda.

Dent se inclinó hacia atrás y lanzó la moneda.

Edward Nygma lo observaba fascinado. Mientras la moneda subía en espiral lentamente hacia arriba, Crane se dio cuenta de que Nygma se enderezaba, los ojos se le iluminaban y la enfermera Nancy aún no había corrido. Ella se inclinó más cerca, su cuerpo presionado contra la puerta y sus ojos estaban fijos en la moneda.

La moneda cayó en la mano expectante de Dent y se volcó del lado marcado hacia arriba. Harvey miró hacia arriba; los músculos expuestos de la mandíbula en su rostro se apretaron visiblemente.

-¿Qué quieres que haga? – le pregunto a Nygma el hombre desfigurado –

Una alarma saltó en alguna parte. Nygma siguió riéndose y mató a Nancy de un tiro en la cabeza para después echarse a correr junto con Two Face, no sin antes haberle disparado a Jonathan Crane en la pierna.

Escapar era una cuestión de fuerza estratégica, un problema, un rompecabezas.

Un acertijo que podía resolverse.

***

Treinta y cinco.

Treinta y seis.

Treinta y siete.

Treinta y ocho.

Selina estaba haciendo su rutina de flexiones en los brazos cuando un fuerte golpe en la puerta del apartamento interrumpió el ritmo de sus ejercicios. Ella se sentó de mala gana y alcanzó la toalla sudada de la mesa de junto. El anochecer ya estaba tiñendo de rosa su ventana, y miró el reloj de pared. Eran las 5:47 PM.

¿Quién llamaría a las puertas de su apartamento ya tan tarde y luego en un día laborable?

-Mejor que no sean los testigos de Jehová – murmuró ella, caminando hacia la puerta. Ella empujó su ojo contra la puerta y se puso en guardia. Dos hombres corpulentos con traje estaban parados afuera; el más alto llevaba gafas de sol oscuras –

-¿Hola... puedo ayudarte? – preguntó Selina sin abrir la puerta –

-Tómese las cosas con calma, señora – dijo el alto, levantando las manos apaciguadamente – Solo estamos aquí para entregar un mensaje.

Selina arqueó una ceja.

-¿De quién? ¿Para qué?

Los hombres intercambiaron miradas y el alto tosió para ocultar una sonrisa de suficiencia.

-Se suponía que debía darte esto – el alto sacó un sobre blanco de la chaqueta de su traje y lo paso por el buzon – Buenas tardes, señora.

-Igualmente – dijo Selina con frialdad. Cerró la puerta, echó el pestillo y dio la vuelta al sobre –

No había nombre, solo un signo de interrogación escrito con tinta verde. Selina puso los ojos en blanco y abrió el sobre.

HOLA GATITA

UN ENIGMA PARA TI

DECNOUEDDRYLQJEOIYZ

¿HIPPIYLEAPQNY?

Había algo sujetado con un clip a la hoja de papel. Selina frunció el ceño, le dio la vuelta y se detuvo. Era Edward Nygma y estaba en una fotografía en color brillante de 8x10 de el mismo, sentado en una oficina bastante lúgubre, con un abrigo morado oscuro y un chaleco verde Grinch, y sonriendo. Incluso lo había autografiado con lo que ella esperaba que fuera un marcador verde.

Espera a ver mi presentación, Riddler.

Selina parpadeó varias veces y se quedó mirando la foto. Definitivamente no era un photoshoot. Nygma en realidad tenía una mano en el cajón superior del escritorio, como si lo abriera y la transición de la piel a la madera era demasiado realista.

Selina se concentró en el fondo: era una oficina mal cuidada y mal iluminada, y la mayor parte del fondo estaba en sombras. Un cilindro beige y una caldera de horno llenaban una esquina, y solo podía distinguir un tubo de estufa deslustrado en la parte superior. Las paredes estaban cubiertas de papeles y cuerdas. Selina entrecerró los ojos y se concentró en resaltar los detalles. Hilos verdes y rojos cubrían las paredes con telarañas, cubriendo papeles mecanografiados, hojas de antecedentes de lo que parecían ser niños, entrevistas en tabloides, titulares de periódicos, etc. Selina solo pudo distinguir uno, un artículo central rodeado y recirculado en tinta verde que decía.

¿QUIÉN ES BATMAN?

-Conozco esa oficina – gruñó Selina – Es el orfanato Pinkney...

Dejó caer el papel y la fotografía, tiró la toalla en el cesto y se dirigió a su dormitorio.

El celular ya estaba sobre la cama, esperándola. Era hora de llamar a un conocido...

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