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007: Último deseo.

Cuatro de la mañana, mismo panorama, Ann informando desde el baño del subterráneo. Si llego a morir, quiero que le digan a mi familia que lamento haber roto el jarrón de mamá. También díganle a tía Maya, que su lunar jamás me gusto y que cuando le dije que lucia bien por que se parecía a Marilyn Monroe, mentía. 

— Vamos a morir aquí. — Hablé llamando la atención de Justin quien estaba mirando entre el espacio de la puerta y el cemento. Me acurruque aun mas contra su chaqueta, temiendo por acabar con hipotermia. El trasero de Justin, en aquella posición quedaba a mi vista tentativamente, tanto que no pude evitar que mis ojos viajaran solos hasta sus nalgas. — ¿Puedes encontrar a alguien? 

— Está todo oscuro, no hay ninguna luz encendida. — Gruño. 

— Busca bien, probablemente hay algún guardia. — Insistí o mas bien mi lado de Ann pervertido lo hizo, solo para ver algunos segundos mas el trasero de Justin. Este tipo tenia mas traste que Kim Kardashian con Nicki Minaj juntas. 

— Si pudiera mirar por la oscuridad, probablemente encontraría a alguien. — Hablo irónico y sin mirarlo, podía descubrir que había virado sus ojos. Se levanto del suelo y me miró. — No creas que no me di cuenta que mirabas mi trasero. — Una sonrisa arrogante adornar sus labios, mientras pasaba la lengua por ellos. Mama mía. 

— No lo estaba mirando. 

— Se que mi sensualidad es distractiva, no te preocupes. — Se rió pasando por al lado mio, para luego sentarse nuevamente en el piso.

— Vamos a morir. — Pronuncie nuevamente sentándome a su lado. — Quizás estemos encerrados por siempre, se den por vencidos en abrir la puerta, moriremos aquí y jamás descubrirán que hemos quedado atrapados aquí, luego vendrá el apocalipsis zombie y comerá nuestros cerebros descompuestos. — Hable rápidamente, y mientras mas palabras soltabas, la imagen de cada cosa me hacia abrir los ojos asustada. 

— Definitivamente tienes una obsesión por las series. — Se rió.

— ¿Si murieras ahora, cual serie tu último deseo? — Pregunté, jugando con los botones de la chaqueta de cuero. 

— ¿De verdad quieres saberlo? — Asentí. — Besarte. 

Mi rostro se giró en segundos hacia el de él. No había ningún rastro de broma en su semblante, ni siquiera de arrogancia como lo había estado demostrado todo el tiempo. Se acerco a mi, quedando sus ojos avellanas directamente frente a los azules míos. 

— ¿Me dejarías? — Consulto, tomando mi mentón. 

Perdiéndome entre sus piscinas mieles y la sensación de miles de elefantes caminando en mi estómago, asentí, notando como Justin sonreía con satisfacción antes de unir sus labios con los míos. No me equivoque cuando dije que sus labios eran como algodón de azúcar, por que puedo asegurar que sabían como a uno. El maldito sabia besar. 

Enrolle mis manos en su cuello, sin antes haber acariciado su mandíbula con mi dedo indice. Dios, está definitivamente no era yo actuando. Separándonos levemente, respire profundo, tratando de controlar mi respiración. El color rojizo se hizo presente en mi rostro, una vez que Justin llevo un mechón de cabello detrás de mi oreja. — Gracias por cumplirme el deseo señorita Pinky. 

— Uhm, denada. — Mordí mi labio inferior. Justin soltó una leve risita. Me daba algo de vergüenza mirarlo a los ojos. No era el tipo de vergüenza que sentí al ver su blanco trasero. Era el tipo de vergüenza, que sientes cuando el chico por el cual has estado colada toda la vida, te habla. 

— ¿Te he comido la lengua con el beso o que? — Bromeo. ¿Donde está mi Ann parlanchina? — ¿Como era posible que siguiera así como si nada? 

— Solo estoy pensando.

— ¿En nuestro beso? Si quieres te doy mas para pensar. — Y sin darme cuenta, su boca nuevamente estaba sobre la mía, está vez tomó mi nuca, enredando sus dedos en mi cabello. — Se lo que esta pasando por está cabecita y si te lo preguntas, me ha encantado el hecho de que nos besemos. — Murmuró, pasando nuevamente su lengua por los labios, solo está vez fue por el momento compartido. — Y eso, ha sido nuevamente cursi. — Recalcó. 

— Aw, acabas de admitir ser cursi. 

— El primer paso es reconocerlo. — Se encogió de hombros, para volver a apoyar su espalda en la pared. Nos quedamos conversando un tiempo mas, agradecía no tener esos momentos incómodos después del beso. Eran muy incómodos, por algo se les llamaba momentos incómodos. Duh. 

Sin querer, un fuerte bostezo salio de mi boca, a lo que Justin cubrió con su palma. 

— Casi me tragas. — Se burlo. Hubiese protestado si mi cuerpo ya comenzara a pedirme reposo para renovar mis energías. Bostece nuevamente está vez cubriendo mi boca. — Veo que alguien tiene sueño. — Canto. — Ven aquí. — Me tiró contra él, quedando mi cabeza en su pecho. — Tu duerme, yo me quedaré despierto por si alguien viene. — Susurró en mi oído, mientras acariciaba mi cabello hacia un lado relajándome. 

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