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Lección 99 || Cuando llueve, los crisantemos no son de colores

Richard Grayson no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero algo muy dentro suyo le decía que debería sentirse feliz.

Sin embargo.

−Y aquí es en donde guardamos las cobijas, siéntase en la libertad de tomar una si le hace falta −el amable mayordomo explicó, al tiempo que la singular criatura se dedicaba a admirar el techo.

Justo como la primera vez, Alfred casi se atreve a pensar en un líquido momento de debilidad. No obstante, negó con la cabeza. Y es que, no importaba realmente si el cuerpo en el que habían creado al Talon había sido el de Dick. Este que estaba aquí no era su Richard. No de verdad. Él no había vuelto.

Aun así.

El Talon dio un pequeño brinco en su lugar al ver la lámpara posada sobre el buró de la cama. Esa era su favorita, la que tenía elefantes en ella. Con un simple toque que avisó a Alfred que se movería, los pies del muchacho se adelantaron hasta tener el rosado artefacto entre sus manos, mientras sus ojos amarillos lo examinaban.

Tragando un sabor extraño que subía por su garganta, Alfred carraspeó.

−Veo que le agrada la pieza, amo... −Dick.

Pero, el nombre se quedó atorado en su paladar, sin atreverse a salir.

Y es que, Alfred tenía que comprenderlo; él no había vuelto.

−Si gira la pequeña manija de un lado, verá que también es una especie de caja musical −dijo, en parte porque era cierto y en parte porque necesitaba la distracción−. Fue un regalo para el amo Bruce hace algunas décadas ya. Un socio de su padre lo envió desde la India −explicó−. Puede probarlo, si quiere.

Y, lanzando una fugaz mirada al mayordomo, la criatura tragó con el objeto en manos.

Los niños en el orfanato solían prestarle cosas así también; muñecas, osos de peluche, libretas, cajas musicales. Todo se sentía tan raro, tan impropio y nostálgico. Era como si hubieran pasado siglos desde que Richard hubiera tenido permitido el tener algo así entre sus manos. Como si, en cualquier momento, alguien pudiera atravesar esa puerta y quitárselo todo otra vez.

−¿Todo está bien, señor? −elocuente, aunque con el ceño fruncido en un dejo de preocupación, Alfred dio un paso al frente, al tiempo que se inclinaba ligeramente sobre la criatura al notar cómo las manos de esta se aferraban un poco al objeto.

El Talon observó el artefacto, depositándolo con cuidado sobre la superficie para poder hacer una seña.

"Yo" señaló.

Y "Conocer" después, antes de apuntar de nuevo hacia los elefantes en la cubierta de la lámpara.

"Yo. Conocer- los".

Alfred respiró. Los ojos de la criatura le miraron por un segundo con una especie de abstracto conocimiento, mientras sus dedos acariciaban al elefante bebé de la ilustración, cuya silueta mantenía su trompita fuertemente asida de la cola de su madre.

Algo en el pecho de Richard latió por un segundo con una extraña mezcla de seguridad y desconcierto.

Y es que ¿Por qué el elefante había soltado a su mamá? Y ¿Cómo podía él saber, sin prueba alguna, que eso era lo que el pequeño elefante había hecho?

"Casa" algo entre sus dientes musitó "Él debe querer ir a su casa".

Y, los golpes en las costillas del Talon dolieron un poco.

Alfred aun podía recordar el lugar exacto en el que habían estado los hematomas de la criatura cuando había llegado a la mansión, malherido. Él podía señalar el lugar preciso en el que cada uno de ellos se hallaba, aun con el traje negro cubriendo a la bestia por completo.

−Amo... −y Dick se giró hacia él.

Y es que, era tan difícil no verlo.

Los ojos amarillos de la criatura se posaron en el anciano hombre, y en la lámpara de nueva cuenta antes de mirar hacia el suelo.

Él conocía a esos elefantes. Él...

−Dick −la puerta de la alcoba en donde Richard apenas se iba a instalar, se abrió para dejar entrar a Tim. El más joven ni siquiera se detuvo cuando: −Toma tus cosas −ordenó, amable−, tenemos que irnos de aquí.

Alfred frunció el ceño.

−Disculpe, señor, pero ¿Ha dicho que deben irse? −inquirió.

Tim soltó un resoplido frustrado.

−Sí, irnos −repitió−, vamos, Dick, te explicaremos en el camino, no es seguro aquí.

Alfred casi se atraganta al oírlo.

Lento, los brazos de Richard comenzaron a responder. Él tomó apenas la sudadera que le habían conseguido para el constante frío que sentía. Tim le ayudó a ponérsela.

−Sí, se ve bien, ahora vamos −Tim apremió, respondiendo con paciencia aún así a la pregunta infantil que había en la mirada del Talon cada que le vestían.

Los pies de Alfred se sentía como si estuvieran clavados al suelo. Richard se estaba yendo. Richard se estaba yendo de nuevo, y él tenía que detenerlo.

−Disculpen, quizás quieran esperar un momento −interfirió, consiguiendo que su voz sonara lo menos temblorosa y más calmada posible−. No creo que−

−Probablemente, tú no crees muchas cosas, Alfred −Timothy atajó con un dejo de hostilidad, mientras continuaba halando a Dick casi hasta llevarlo hacia la puerta−, pero, no vamos a quedarnos a discutir cada una de ellas. Venga, Dick.

La boca de Alfred se secó. Eso nunca ocurría. Sin embargo... sin embargo, el joven amo se estaba yendo otra vez. Alguien lo estaba apartando de su lado de nuevo. Y, aún si no era él..., Alfred no podía... no podía...

−Disculpen, jóvenes...

No obstante, la oración nunca terminó.

El sonido de varios cristales rompiéndose inundó los pasillos de la mansión, silenciando la pequeña escena. Y, entonces... un grito.

Venía de la cueva bajo la mansión. *

***

Y, esto quizás Tim lo admitiría más tarde: Que verlo, ciertamente fue algo aterrador.

El cristal estrellándose no había terminado de sonar, cuando Dick ya se encontraba corriendo hacia él. Sus pasos mortalmente veloces, callados. Una sombra de muerte yendo sin preguntar entre los pasillos de la mansión hasta llegar a la cueva de las coloridas cortinas.

Tim lo siguió.

Jason estaba jadeando con sus manos aún fieras en posición de ataque hacia el hombre frente a él. Y es que, luego de saber lo que Bruce Wayne había hecho con Dick, él de verdad iba a matarlo.

Por su parte, el millonario también jadeó. La sangre estaba escurriendo por una de las comisuras de los labios del sacerdote sin que este pareciera tomar mucha atención de ello. Y es que, de verdad, eso no importaba.

−Maldito infeliz −era lo que había dicho Jason antes de tratar de ahorcarlo.

Sin embargo, justo ahora tenían otras cosas por resolver primero.

−Pero ¿Qué...? −Jason apenas tuvo tiempo de preguntar cuando un par de dagas fueron arrojadas a su cuerpo con sorpresiva mortandad. La puntería había sido tan buena que él por poco y consiguió esquivarlas.

Bruce entrecerró los ojos, alerta, tratando de ver lo que se les venía. No obstante, el atacante le dio apenas un par de milésimas de segundo para localizarlo.

El cuerpo de la criatura que había entrado por la ventana era ágil. Veloz. Las dagas de detalles dorados parecían llover de él. Su traje era blanco.

−¿Qué mierda...? ¿Y ahora qué...? −pero, antes de que cualquiera de los hombres fuera empalado, un fuerte choque de hierros resonó haciendo eco en la cueva.

Dick se interpuso antes de que la criatura nueva lograse decapitar al mismo Bruce Wayne en su impresión. Los ojos del Talon luciendo algo más que fieros; fríos. Los ataques lloviendo a una velocidad que robaba el aliento y te hacía sentir las navajas antes de que tocasen tu piel.

Y es que, Jason y los chicos seguido lo olvidaban: Lo que era Dick realmente.

Damián llegó jadeando junto con Tim, frenando al borde de la pelea. Jason y el mayor de los Wayne apenas teniendo tiempo de reaccionar para tratar de ser útiles en algo.

−¿Qué es ese demonio? −Bruce inquirió con los dientes apretados, maniobrando para librar los ataques con impresionante agilidad.

Y, observando al nuevo huésped, Tim se preguntó lo mismo, mientras sus propios ojos azules comenzaban a analizar rápidamente. A simple vista, no se podía ver nada realmente; solo los ataques blancos y negros intercambiándose a una alucinante velocidad. Los choques −mortales para cualquier ser humano− siendo fácilmente descartados por el oponente. No obstante, al prestar más atención, Tim se dio cuenta.

El atacando no tenía brazos.

Una de las piernas enfundadas en blanco voló por sobre la cabeza de Richard y este a duras penas la logró esquivar. La criatura nueva iba descalza, sus pies ligeros como los de un bailarín. Quizás lo era.

Otro ataque voló.

Esta vez, Dick apenas logró interceptar la cuchilla dirigida a la parte superior de su pierna. La criatura usaba dientes y pies para apuntar. Los cabellos de un pálido color zanahoria volando en el aire sin que parecieran estorbarle.

Bruce fue el primero que intervino. Con una fuerza sorprendente para ser un ancestro, él levantó una de las placas de metal de los artefactos que estaban distribuidos en el lugar, a un lado de donde se estaba llevando a cabo la pelea, y apuntó a la cabeza. Sin embargo.

Grácil, la bestia esquivó el golpe, alzándose para contratacar.

Jason lo pateó. La criatura retrocedió un par de pasos. Sus pies tomaron impulso antes de elevarse del suelo en una marometa. Dos cuchillas volaron. Jason apenas y consiguió cubrirse.

−¡Drake, van a matarlo! −Damián exclamó, aterrado, sin despegar sus ojos color índigo de la pelea− ¡Van a matarlos a los tres! −y, en otro momento, Tim le hubiera comentado a su hermanito que, después de la información que había encontrado, era inevitable que alguien muriera ese día.

Sin embargo.

Tim lo miró por un segundo, sin saber qué decirle, antes de poner su atención en la batalla de nueva cuenta. Aun con un Talon de su lado, la criatura nueva les estaba pateando el trasero. Sus movimientos eran robóticos, casi inhumanos. Algo similar a lo que se suponía que Richard era antes de llegar al orfanato. No obstante. Tim trató de observar más de cerca. Algo no cuadraba en todo esto. Algo...

Algo era...

Tan...

Extraño.

Una patada voló, un par de cuchillas cayeron.

Los ojos de Tim se abrieron al darse cuenta. La realización llegando a él, haciéndolo sentir como un maldito Sherlock.

−¡Eso es! −exclamó, saltando en su lugar mientras lo hacía− ¡Damián quédate quieto!

Damián salió de su trance, frunciendo el ceño.

−¿Qué? ¿Drake de qué...?

−Confía en mí −Tim le pidió−. No voy a entrar a la pelea ¡Pero creo saber cómo detenerla! −exclamó y trató de echar a correr a un punto más cerca de donde estaba llevando a cabo la lucha.

Sin embargo, Damián lo detuvo.

−Drake, no... −y sus labios se sellaron, no sabía qué más decir.

Y ¿Es que el estúpido de Drake no lo veía? Iban a asesinarlo. Cualquiera de las 4 personas luchando −aun las que no tenían esa intención−, cualquiera de ellas podría... podría...

Dami negó. Por favor, era justo la siguiente opción, pero ambos sabían que eso él jamás lo diría.

Aun así, Tim comprendió.

−Dami, te prometo que no me pasará nada −dijo, y sus ojos miraron con apremio un segundo a la pelea. Y es que, ellos eran huérfanos al final. Perder a las personas no les sentaba bien, pero justo ahora...−. Me mantendré a salvo −prometió, apartando el agarre de su hermano con sutileza−, pero, sé cómo hacer que ellos también lo hagan.

Damián lo miró. Era cierto. Richard estaba en la pelea también. Y Jason. No podía verlos morir a ellos tampoco ¿Verdad?

Dami tomó aire, asintiendo.

−Bien −dijo finalmente−, pero... ten cuidado.

Tim casi sonrió.

Más golpes se escucharon. Él tenía que correr.

−Hecho.

Mientras tanto, Jason dio paso atrás antes de soltar un golpe. Ni él ni Bruce luchaban mal. Sin embargo, la bestia que estaban combatiendo no parecía ser humana. Dos cuchillas mortales fueron bloqueadas por Dick antes de que llegaran al pecho de Jason. Como si fuera nada, Dick extrajo la que se había encajado en su muslo derecho al detenerla.

−Mier−

Pero, el sacerdote no tuvo tiempo para reaccionar. Él y Bruce corrieron, tratando de seguir el paso a las bestias para ser de ayuda a la que estaba de su lado.

Tim se acercó.

−¡Jason! −exclamó− ¡Jason!

El padre soltó un gruñido, combatiendo.

−¡Ahora no, Tim! −gritó cuando otro ataque pasó rozando su cabeza. Jadeando, él levantó su defensa para sacar una patada de frente contra el pecho de la criatura, haciéndola retroceder. Él le tiró un puñetazo.

−¡Jason! −Tim trató de nuevo− ¡Pedazo de sacerdote inútil, tienes que escucharme!

Bruce cargó contra el monstruo a sus espaldas, bloqueándole con una llave por unos segundos. La criatura palpó con su pie lo que tenía más cerca y, tomando impulso, su espalda hizo un arco imposible para librarse. El gran hombre cayó al suelo.

Jason fue el siguiente.

−¡Todd!

Jason gruñó, suprimiendo el impulso de sobrarse el trasero justo debajo del huesito en donde había caído.

−¡Mierda, mis nalgas! ¿¡Qué es lo que quieres, Tim!?

Y, Timothy se mordió el labio para no responder algo no relacionado con la pelea al escuchar al padre hablándole así.

−¡Obsérvalo bien! −ordenó en su lugar, mientras la bestia casi le arranca la cabeza al dueño de empresas Wayne de una patada. Dick intervino− ¡Mira sus ojos! −Tim indicó más certero.

Jason jadeó, haciendo un gesto.

−¿Qué mierda estás diciendo...? −comenzó a farfullar.

−¡Hazlo!

Jason soltó un mugido antes de hacer lo que Tim le estaba pidiendo. A simple vista, lo más evidente en la criatura era su evidente falta de brazos, su piel casi grotescamente pálida aunque sin venas negras, y sus insano e imposible juego de pies al luchar; sin embargo, mirando más de cerca... Jason trató de poner atención en los detalles, mientras Bruce y Dick medio contenían al monstruo. Richard no estaba luchando con toda su fuerza, buscando únicamente contener a la criatura, pero ese era un pensamiento que Jason dejaría para más tarde. Nuevamente, el sacerdote se concentró en su tarea.

No hay nada más raro de lo ya jodidamente perturbador que es esta cosa y−

El tren de pensamiento de Jason se detuvo.

−Pero, qué carajo...

−Es ciego −Tim confirmó, sin saber muy bien por qué algo en el fondo de su estomago parecía hacerse nudos al pensar en eso.

No obstante, la criatura no les dio mucho tiempo para meditarlo. Jason apenas logró esquivar el par de cuchillas que volaron en su dirección en un movimiento que ni él como médico estaba seguro de que fuera posible. Tim se agachó un poco más. Su respiración se aceleró.

−Mantenlo ocupado, tengo una idea −Tim indicó al sacerdote, al tiempo que se obligaba a salir de su estupor.

−¡¿Y qué carajos crees que hago?! −el sacerdote replicó con la voz ahogada.

Timothy se puso en pie, al tiempo que aprovechaba la distracción para correr hacia Damián. Sus ojos azules examinaron el perímetro, buscando. Algo tenía que servir.

−¡Dami, ayúdame! −exclamó, tomando a su hermanito por los hombros para insistirle− ¡No hay tiempo! ¡Tenemos que hacer ruido! −indicó y se echó a correr nuevamente, dejando a Damián ahí.

Dami frunció el ceño.

−¿¡Qué!?

Tim tomó una de las piezas de electrónica de Bruce, y comenzó a desmantelarla. Un palo de escoba estaba cerca. Bien, eso también serviría.

−¡Ruido! −enfatizó− ¡Tenemos que hacer ruido! −y comenzó a golpear las piezas sueltas de un viejo ordenador con el palo que había encontrado.

Damián entreabrió los labios, confundido ¿Serían estas las consecuencias de la cafeína?

−¡Damián! −Tim apremió− ¡Ayúdame! ¡Haz ruido!

Dami no supo muy bien qué hacer, Tim había enloquecido. La pelea continuaba.

−¡¿Con qué quieres que lo haga?! −inquirió.

Tim no dejó de azotar los utensilios.

−¡No lo sé, solo... encuentra algo!

Damián resopló. Esto era −no por mucho− una de las cosas más estúpidas que Tim le había pedido, junto con cepillar sus dientes e ir a la cama a las diez. Sin embargo.

Los ojos del pequeño diablillo se movieron por la habitación. En una de las esquinas del lugar había algo similar a la chatarra. Resopló. Más valía que Drake supiera lo que estaba haciendo.

−¿¡Así!? −exclamó, mientras comenzaba a azotar.

Tim jadeó.

−Justo así −y, luego volvió su atención a la pelea. La criatura no parecía del todo desorientada. Necesitaban más ruido. Tim lo pensó un segundo y: −¡AHHhhhhAaAaahhAHHAahhhhaAHH!

Damián miró a su hermano horrorizado, mientras veía cómo la cordura lo abandonaba completamente. Tim continuó.

−¡AAAAhhhahahahahahahAHaHAhahAH! ¡Dami, hazlo tú también! −indicó y, de nuevo− ¡AhhhhhaAhahahaaaAHHH!

Damián arqueó una ceja. Tim insistió.

−¡DAMI!

Damián soltó un resoplido, de verdad, si no hubiera un jodido maniaco aquí...

−¡Ahhh!

−¡MÁS FUERTE!

Damián se llenó de indignación, azotando una de sus herramientas. Bien, si esto es lo que estúpido de Drake quiere...

−¡AHHHH!

−Perfecto... ¡AHHHH!

−¡AHHHHHH!

−¡AHHHHHH!

−¡AHHHHHH!

Casi siendo estrangulado, Jason los miró. Bruce miró a los chicos y luego al sacerdote con la boca entreabierta.

−¿Este...?

Jason no supo bien cómo explicar y, aprovechando un punto de agarre, se soltó de la criatura para tirarle una patada. La criatura lo esquivó.

Golpeando su chatarra, Damián hizo una pausa en sus gritos.

−¡Drake, esto no está funcionando! ¡Solo nos vemos como estúpidos!

Tim se frenó ante lo que el más joven decía. Era cierto. La bestia estaba peleando tan formidablemente como antes, entonces ¿Qué podía...?

Dick lanzó una mirada a Tim y Dami, comprendiendo los niños trataban de hacer. Con apuro, su pierna voló en una patada maestra al costado de la criatura, haciéndolo perder momentáneamente el equilibrio para permitir que Jason interviniera, y se giró hacia los chicos.

Filtrar.

Sus manos hicieron la seña antes de regresar a la pelea. Tim arrugó el ceño.

¿Filtrar?, pensó, eso no tenía sentido ¿Qué se suponía que filtrara...? Oh.

Oh.

Tim comprendió. Hacer ruido no funcionaba porque la criatura era capaz de filtrar el sonido de modo que sus sentidos estuvieran enfocados únicamente en el ruido de la pelea. Tim jadeó. Pero ¿Qué clase de Daredevil de mierda era este?

−¿Tim... y ahora qué hacemos? −Damián preguntó y Tim pudo darse cuenta de que estaba tratando de poner una cara valiente por el bien de todos ahora mismo.

Timothy pensó en que esa era una muy buena pregunta ¿Y ahora qué podían hacer? Su vista viajó por todo el lugar, mientras en su mente evaluaba y descartaba opciones, hasta que lo vio; sobre una de las viejas chatarras que había desmantelado un emblema negro y algo corroído de murciélago se erguía.

−Eso es... −musitó− ¡Bruce! −llamó al hombre, quien aun estaba en medio de la pelea, y se acercó un poco para asegurarse de que lo oía− ¿¡Tienes algo como un sonar aquí en la baticueva?!

Forcejeando y con la voz ahogada, Bruce alegó.

−¡Esta no es la...!

Tim no tenía tiempo para esto.

−¡¿Lo tienes o no?! −atajó, y la mirada del hombre pareció dudarlo por un momento.

Hay que ver el tamaño de la estupidez...

Dos segundos de combate pasaron, Bruce se quitó a la criatura de encima apenas, y Jason intervino para lidiar con ella. Bruce jadeó.

−Debajo del panel de control botón morado a la derecha −indició finalmente, sus ojos brillando en una súplica negra que Tim no tenía tiempo de entender.

Timothy asintió antes de salir corriendo hacia el panel de control para buscar el botón que el mayor le había indicado. El tablero estaba lleno de opciones de comandos y, de hecho, había más de un botón púrpura en él.

Virgen que no eres virgen, por favor deja que sea este...

Tim presionó el interruptor y cerró los ojos. Hubo un instante de agonizante silencio y, entonces... un sonido fantasmal llenó la baticueva.

Dick levantó la vista apenas el ruido comenzó, confundido, mientras el estado de alerta era lentamente reemplazado en él por incertidumbre. Los golpes cesaron. Sin embargo, el sonido −agudo y eterno− no lo hizo. Richard se giró hacia los demás. Tanto los chicos como Jason y Bruce parecían tolerarlo bien. Todos lucían intactos. Todos... salvo la criatura. Y es que la sensibilidad auditiva podía ser una maldición a veces.

De un momento a otro, el monstruo que los había atacado cayó al suelo, doblándose sobre sí mismo hasta convertirse en un ovillo. Su rostro sin expresión de pronto parecía aterrado y... pequeño. Dick lo observó. Flashes de una vida que se negaba a recordar aparecieron en su mente por un momento, y el olor a la sangre −sangre que no estaba realmente ahí− lo embargó por completo.

−Tim... −sus labios musitaron sin que lo pudiera evitar.

Los ojos dorados de Richard se encontraron con los de Timothy, y este les regresó la mirada confundido. Dick avanzó hacia él. El sacerdote y el millonario compartieron un intercambio de expresiones, sin saber muy bien lo que ocurría. El sonar en la cueva se seguía reproduciendo.

−Dick ¿Qué...? −pero, Timmy no fue capaz de terminar la pregunta.

Con tranquila resolución, Richard apartó las manos del menor gentilmente del panel de control. Sus ojos ávidos sin despegarse de la criatura en el suelo, mientras, para sorpresa de todos, Richard desactivaba el sonar.

−Dick... −un poco más apurado, Tim trató de llamarlo de nuevo.

−¿Qué se supone que está haciendo? −Bruce inquirió, desconfiado y listo para dar pelea− ¿Se están aliando? −preguntó, apretando los dientes porque claro que esa fue su primera opción.

Y, para ser completamente francos, por un momento incluso Jason contempló esa opción.

Sin embargo.

Los ojos de Dick se mantuvieron alerta, mientras él se acercaba a la criatura, no obstante, había algo más en ellos también. Algo que lucía cálido y asustado a un mismo tiempo.

Por su parte, Dick se obligó a mantener los recuerdos a raya. Sangre −tanta sangre−, gritos, cuerpos pálidos que habían salido mal, y lágrimas de cartón que caían de mejillas destrozadas de muñeca. Una bailarina.

−Dick... −Tim lo intentó una vez más.

En cuanto el sonar había cesado su cantó, la criatura había dejado salir un resuello, aliviada. No obstante, no se había vuelto a poner en pie. El traje blanco que llevaba se perdía entre trozos de su piel nívea con manchas rosadas, que parecían cicatrices de quemaduras envueltas en vendas. Sus ojos grisáceos y de ojeras rojas eran algo complicado de ver, mientras su espalda se sacudía y su cabello de un naranja pálido luchaba por ocultarle del mundo.

Richard se acercó.

−Esto es una maldita−

Pero Jason alzó una mano antes de que Bruce pudiera continuar. Sus ojos profundos aun atentos a los movimientos de ambas criaturas.

−Dick...

Timothy observó como el mayor de los Grayson −o lo que quedaba de él−, se arrodillaba frente a la otra bestia que se encontraba derrotada en el suelo.

Y es que todo había salido tan terriblemente mal.

Ellos iban a descuartizarlo. Otra vez. Ellos iban a lastimarlo... tanto... pero-pero esto no había sido su culpa. Ellos lo superaban en número, y no... todo ocurrió porque no quiso matar a los niños. Pero... pero, ellos dijeron... ellos...

Agujas y pernos atravesando la piel tierna.

<< No quiero, no quiero... por favor... no quiero... >>.

Ellos iban a quitar y a poner todo de nuevo. Ellos...

Un sollozo escapó de los labios de la criatura, seguido de un resuello, y solo fue entonces que Jason se percató; y es que la criatura era tan... pequeña. Su cuerpo delgado, y su rostro con facciones aun de niño −o niña, tal vez, era complicado decirlo−. Jason tragó. Por un maldito carajo, el monstruo frente a ellos no debía ser mayor que Timbo.

−Dick... −esta vez fue él el que lo dijo; porque él quería decir tantas cosas en este momento.

Richard pareció comprender; sus ojos dorados posándose sobre el sacerdote.

−No peligro −musitó, despacio, seguro. Y luego: −No peligro −una vez más, más significativo, mientras posaba la vista en la bestia, diciéndole: −No peligro −en un susurro.

Despacio, Jason observó cómo ambas manos se encontraban. Los dedos de Dick apenas rozando los nudillos de la criatura en un toque ni siquiera tentativo.

−No peligro −le oyó musitar otra vez, porque no lo había−. No peligro −y las manos de Dick trazaron apenas el fantasma de una caricia sobre la piel de su contraparte.

Con cuidado, Richard fue guiando esa misma caricia hasta llevarla en ternura hasta sus labios entreabiertos. Siempre entreabiertos.

No peligro, le decía en algo que no era un beso, y que al parecer solo criaturas... niños como ellos podían entender. Dick lo miró. A salvo aquí, y esa era una promesa porque que, de corazón, Dick sabía que lo estarían. Ellos siempre iban a estar a salvo ahí.

La criatura soltó un sollozo de nuevo, su respiración tornándose dificultosa mientras trataba de entender.

Por un maldito demonio, él era solo otro niño...

Acercándose a la escena acompañado de Tim, Damián dio un paso al frente.

−Es... como nosotros −musitó al darse cuenta−. Es como Dick.

Y Tim, con una expresión complicada de leer en el rostro, asintió, dándole la razón a su hermanito antes de girarse hacia el padre.

−Jason −le llamó con la mirada llena de algo que se debatía en la incertidumbre y la decisión de una manera tan valiente−. Tenemos que hacer algo.

Jason tragó, Tim estaba en lo cierto.

Y es que, que él supiera, hay muchas cosas que se le deben decir a un niño en sus primeros años de vida. No obstante, en su experiencia, la mayoría de ellas siempre son ignoradas deliberadamente por los adultos hasta épocas inciertas, a veces hasta que el niño en cuestión ya no fuera un niño, o bien, ya no pudiera escucharlas nunca más.

Sin embargo. Dick miró al sacerdote con esperanza, confiando en su ayuda. Jason suspiró.

−Estás a salvo −dijo a la nueva criatura, alzando un poco la voz porque, bueno, eso era un comienzo. Eso y: −Aquí nadie te va a lastimar −que no eran más que promesas a las que todo infante debería tener derecho.

Jason se acercó, dando un paso con amable y violenta resolución hacia el niño. (Violenta únicamente hacia cualquiera que tratara de disuadirlo de protegerlo), al mismo tiempo que, para el asombro de Bruce, Tim y Damián hacían lo mismo.

Y es que eso es lo que hacían ellos. Dick, mejor que nadie, podía dar testimonio de eso.

La criatura sollozó, y tanto Tim como Jason supieron que estaban de nuevo en el punto cero. No obstante, eso estaba bien.

Tranquilo, Dick meció su cuerpo un poco hacia adelante para juntar frentes con la criatura. Todo iba a estar bien porque...

−A salvo −musitó−. Aquí. A salvo.

Y sonrió.


*

*


*

Hola :3 

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