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Lección 36 || La Belleza está Sobrevalorada

Nota: Hey, solo para recordarles que esto es un AU (Alternative Universe, o Aquí hacemos lo que nos da la gana), es decir que cambio cosas de cómics y el canon para que todo quede mejor y se acomode a la historia que yo les quiero contar aquí. Espero que a nadie le moleste esto. Como fuere, también comentarles que todo se va responder a lo largo del capitulo, así que... sí. Gracias por leer y... Ah, también, este cap es un poco delicado, así que procedan con precaución. Los quiero :3

***

Y, cada cierto tiempo, Tim tendría de estos días.

Las uñas tamborilearon contra la mesa del comedor, blanquecinas, rosadas. Tim las mordió. A su alrededor, los niños jugaban. Crystal estaba a su lado, esperando a que le siguiera dando su papilla.

Y es que los expertos lo decían, que era normal que días como estos vinieran. Ellos decían que eran parte de; parte de lo que significaba ser alguien como él, ser alguien como Tim, quién había pasado, por tanto. Sin embargo, siempre había una voz en el fondo de su cabeza que le preguntaba llena de cinismo "¿De verdad lo has hecho? ¿De verdad has pasado por tanto?".

Tim tragó, cogiendo un poco de aire, al tiempo que se daba cuenta de que Jason le hablaba.

–¡Timbers! –Jason exclamó, sacando la cara de Neil de un vaso, mientras colocaba otra charola con galletas mal quemadas sobre la mesa. Si había que ser justos, él estaba mejorando bastante en esto; las galletas esta vez no tenían pinta de poder descalabrar a alguien con ellas.

–Lo siento ¿Dijiste algo? –Tim preguntó, sus manos apuradas volviendo a su tarea de dar el desayuno a la pequeña Crystal.

Jason lo miró, frunciendo el ceño ligeramente.

–Te estaba diciendo que encontré una serie de luces para el pino –repitió, pero, la noticia ya no tenía tanto peso ahora, mientras sus ojos se encargaban de examinar el rostro de Timothy–. Ya solo nos falta conseguir el bendito árbol porque, al parecer, algún idiota incendió el que teníamos al año anterior y... ¿Todo está bien, Tim? –Jason cortó sus quejas para preguntarle a Tim, consternado al ver que el más joven no daña señas de estar escuchando realmente.

Entre tanto, Crystal escupió un poco de su comida, mientras aplaudía en pequeños grititos y burbujas de saliva. Tim tomó una servilleta para limpiarla.

–Todo bien –respondió con la boca ligeramente entreabierta, haciendo una mueca graciosa para que Crystal se dejara limpiar–, solo... olvidé poner el café esta mañana y creo que comienza a cobrarme la factura –mintió, tratando en vano de regalarle al sacerdote algo como una sonrisa para restarle importancia. Sus ojos estaban cansados, sus pómulos lucían marchitos. Más de lo normal.

Jason arrugó el ceño más profundamente.

– ¿Y por qué no lo pones ahora? −sugirió, refiriéndose al café porque ¿Qué más podía decir? −. Dick lavó la cafetera ayer o, bueno, trató. El caso es que está limpia –dijo–. Ve, yo me encargo nuestra máquina de babas en miniatura.

Tim no respondió.

− ¿Timothy? −el sacerdote le llamó, y Tim no tuvo más que tragar, asintiendo.

−Sí... sí, yo creo que es un buena idea −dijo finalmente, incapaz de pensar en una excusa para quedarse, al tiempo que asentía. Terminó de limpiar la barbilla de Crystal y colocó la servilleta sobre la periquera, antes de tenderle la cuchara a Jason–. Ten, y también esto –añadió, empujando sus huevos revueltos y panqueques apenas picoteados hacia el padre–. Diles a los niños que pueden repartirse mi desayuno...

–Tim... −Jason comenzó.

–Yo comeré algunas de tus galletas cuando vuelva con mi café –Tim le tranquilizó porque que él se saltara comidas era como un tabú en días de invierno.

Aun así, Jason hizo una mueca.

–Bien –aceptó finalmente.

Crystal se río de nueva cuenta, agitando sus manitas sobre la periquera, y Tim le sonrió cabizbajo antes de desviar la mirada. Por un momento, una de sus manos se levantó y sus ojos casi se posaron sobre Jason con un tipo de brote de esperanza extraño, sin embargo, al final desistió, tragando y bajando la vista con un suave: << Provecho >> antes de irse sin más.

Jason lo miró marchar, su ceño fruncido, la cuchara de Crystal en su mano, mientras la bebé balbuceaba, fascinada con las pequeñas burbujas de baba que salían de su boca.

–Damián –el padre llamó al chico que traficaba las galletas menos quemadas, de las que se había adueñado, al otro lado de la mesa por un precio razonable– ¿Has notado algo raro con respecto a Tim recientemente? –preguntó, llevando finalmente un poco de papilla a la boca de Crystal.

De nuevo, babeando, la niña la escupió.

− ¿Huh? −Damián le miró, mientras aun se preguntaba si el panque mordido de Alondra era un buen intercambio por dos de sus galletas− ¿Te refieres a algo raro como su dieta de cafeína y miseria? ¿O raro como la vez que se puso a decirle a un foco todo lo mal foco que era por no querer prender? −inquirió, tomando el panqueque mordido con dos rebanas de jamón mal tostado adicionales. En esta casa los negocios y la familia eran dos asuntos separados.

−Ah... −Jason lo pensó−. Raro como "Soy Tim y olvidé poner el café". Ese raro −Jason resumió−. Ni siquiera parecía estarle poniendo atención a Crystal, mientras le daba su papilla −agregó y Damián apreció comprender.

−Oh, ese raro, entonces ¿Huh? −dijo, sonando ligeramente sombrío por un par de segundos.

Jason arrugó el ceño, mirando inquisitivo al pequeño diablillo.

− ¿Tú sabes que le ocurre? −preguntó y los ojos de Damián lo encontraron por un instante, solo para bajar la vista después. Y es que, él no sabía si tenía derecho o no para decir algo realmente. Antes de Todd, nunca había tenido que explicarle a nadie nada de esto, ni a las madres, ni a los otros sacerdotes que se habían pasado por aquí. Nadie nunca se había interesado en saber.

Y, quizás por eso, Damián decidió contarle.

–Esto a veces pasa –dijo finalmente, lento, con cuidado de elegir bien sus palabras para no dar ninguna pieza de información que no le perteneciera realmente–. Tim tiene días... malos ¿Entiendes? –pero, lo cierto es que ni el mismo Damián lo entendía, no por completo. Con los años, él había aprendido que lo mejor era solo dejarlo pasar–. Normalmente no dura mucho. Él... –Damián negó. Había dicho suficiente–. Solo dale su espacio ¿De acuerdo? Y, si lo escuchas llorar... Bueno, somos huérfanos, Todd. Los huérfanos lloramos de vez en cuando.

Jason trató de asentir. La bebé junto a él manoteó un poco, al tiempo que reía. La bebé a la que ellos habían tenido que nombrar porque su madre la había tirado cuando recién nacida a un bote de basura. Él comprendió.

–Entiendo –y, realmente, hasta cierto punto. Él entendía.

Damián afirmó.

–Bien −y, cada cual volvió a lo suyo.

***

Si a Dick le dijeran que escogiera un suavizante de ropa preferido, él elegiría el morado. Sin embargo, el amarillo tampoco estaba tan mal. Encogiéndose de hombros, vertió una tapa de uno y otra de otro en la lavadora y cerró el aparato para que este comenzara a trabajar entre ruidos insufribles.

Jason y las madres le habían enseñado a usar el cuarto de lavado hace una semana, luego de que el padre se percatara de que hacer algo de quehacer realmente ayudaba a la singular criatura a manejar el estrés, que sus constantes pesadillas parecían ocasionarle.

–¡ARGH! ¡NO! –un estrepito seguido un grito estrangulado, hizo que Dick se pusiera alerta, no comprendiendo lo que el ruido decía realmente. La cesta llena de ropa limpia cayó a su lado, mientras él se concentraba en el pasillo a su alrededor. Ellos... ellos podían estar en donde fuera– ¡AH, NO! ¡NO! –más gritos sonaron, Dick arrugó el ceño.

Fue entonces que la reconoció. La voz de Tim sonó en una de las habitaciones del fondo, en donde solo había viejas hojas y velas de cera rojiza apiladas sobre cajas y cajas de archivos que jamás nadie volvería a leer.

Dick no dejó pasar ni un segundo antes de correr en dirección al sonido. La daga que siempre cargaba consigo, sin importar lo colorido de sus suéteres, asomando ya por la manga que cubría su pálida muñeca izquierda. Tim estaría bien a costa de lo que fuera.

De lo que fuera.

***

Cuando Tim rompió el espejo, realmente no sabía muy bien en lo que estaba pensando. Alguna estupidez, tal vez. Muy probablemente. O también...

Un sollozo bastante feo salió de su pecho, mientras gemía. Sus dientes estaban apretados. No había nadie cerca, todos estaban en el patio. La lavadora hacía suficiente ruido desde la lavandería para que nadie oyera. Ese era el punto. El cabello negro caía sobre su cara, mientras él tiraba más fuerte de sus puntas humedecidas con lágrimas corridas en intentos vanos por retirarlas.

Y es que Tim quería tanto no verlo. Tanto. Y solo–

–¡Argh! –de nuevo porque, realmente, no sabía qué más podía decir, qué podía rogar, o exclamar en el vasto universo. Nunca lo había sabido. Los cristales a su lado reflejaban el techo. Solo una pequeña parte había sobrevivido en su sitio después de que le arrojara esa estúpida veladora vieja.

Sollozó.

La puerta fue abierta.

De entre todas las cosas que Dick podía generarle; normalmente, y pese a la ironía, el miedo no era una de ellas. Sin embargo. Sin embargo, más tarde, cuando se hubiera calmado, Tim no podría negar que ver a un Talón en posición de ataque, con daga en mano, y ojos fríos, listos para matar, no había sido algo ligeramente impresionante.

Dick examinó la habitación con la vista atenta, su cuerpo pronto acercándose al de Tim, procurando protegerlo de donde quiera que viniera la amenaza. Tim tragó, obligándose a sí mismo a recomponerse un poco al darse cuenta.

−Ta... Richard, Dick −porque, con las lágrimas, con el desespero y la falta de cafeína, su cerebro no estaba funcionando como se debe−. Hey, Dick, no es nada... no ¡Ouch! −Timothy apretó los labios apenas la exclamación fue soltada, una de sus manos comenzando a sangrar luego de que hubiera rozado su palma contra un trozo de vidrio.

Dick se giró hacia él de prisa, la habitación parecía despejada, así qué... ¿Qué era lo que estaba ocurriendo?

−Estoy bien −Tim prometió con la voz estrangulada, al tiempo que apretaba los contornos de la herida para nivelar el dolor−. Solo... fue un accidente −y es que, hasta cierto punto, de verdad lo había sido.

El Talon... Dick se acuclilló despacio frente a él. Los ojos de Tim sin lograr percatarse de en qué momento la daga de fina empuñadora dorada había vuelto a desaparecer entre los pliegues de su ropa. Una de las manos de la criatura se posó sobre la piel lacerada, estaba fría.

−¡No...! −Tim exclamó antes de que pudiera detenerse.

Dick se apartó, observándolo asustado, confundido. Sus ojos grandes habían vuelto a ser los mismos; solo que no lo eran. De alguna forma, con el paso de los días, la mirada del Talon comenzaba a lucir ligeramente mayor, algo similar a la de Jason, pero, más dulce.

Tim tartamudeó.

−No, no me refería a... lo siento, yo... −pero, las palabras habían dejado su boca permanentemente.

¿Qué estaba haciendo?, se preguntó. Ahí, llorando y quejándose, y ocultándose como un bebé asustado cuando ya estaba claro que ya era lo bastante mayor. Es decir, todos los niños que habitaban en ese lugar habían vivido su buena tanda de horrores también, él no era especial, él era tonto, el más tonto de todos, y tan, tan malditamente egoísta...

Y, el espiral comenzó.

Los ojos de Tim se tornaron vidriosos un momento frente a Dick, moviéndose como cuando leía los instructivos que el padre Todd se negaba a leer, para asegurarse de que nada resultara en llamas en las "renovaciones", que el sacerdote constantemente hacía. Dick lo observó sin saber qué hacer, cuando, de pronto Tim pareció volver en sí por un instante, antes de soltar un sollozo.

Richard frunció el ceño, preocupado, sus dedos emulando el reflejo fantasma de apretar a su osito Alfred, aunque este no estuviera aquí ahora mismo. Quizás podría traerlo, pensó, prestárselo a Tim para que lo consolara como a él cuando tenía pesadillas.

−Tim... −y su voz, similar a la de un niño, rasposa como si tuviera cenizas en ella, no fue suficiente. Con cuidado, Dick trató de acercarse una vez más, elevando una mano hacia la espalda de uno de sus pequeños.

Y es que, el tacto era tan importante para él. Manos amables sobre la piel, pequeños toques de "con permiso", empujones juguetones, caricias de "duerme bien", o simples "estoy aquí" que se reparten de muchas y diferentes formas a lo largo de los días, todo eso... todo eso a Dick le había sido negado por mucho tiempo, y ahora que lo tenía, se moría tanto por aprender a darlo también.

−Ngh −sin embargo, Tim no parecía querer eso. El sonido dejó su boca como el ruido de algún animal herido, los ojos azules elevándose para ver como la criatura frente a él retraía el contacto con la mirada confundida−. No... por favor... lo siento, yo solo... No puedo, ahora mismo... no −y es que por eso había roto el espejo.

Por eso cada tanto rompía algún espejo, alguna superficie de cristal, cualquier cosa en la que pudiera ver su reflejo. En la que pudiera ver las manos... las manos de esas personas... las manos de ellos.

Tim sollozó.

−De verdad... −musitó−... de verdad, no puedo −y, sin más, dejó que su llanto fluyera. O, quizás, no lo hizo. Quizás su pecho solo se hartó de ayudarlo a esconderse y decidió que era tiempo de que alguien más lo viera, de que alguien más se diera cuenta de todo lo que cargaba a diario y jamás decía, y en cuanto a ¿Por qué había sido con Dick? Eso jamás lo sabría, era cosa de su pecho, de las sensaciones dentro de él que se encargaron de decirle que Richard, de todas las personas, era un lugar seguro−. Dick... −y, no, tampoco sabe por qué lo llamó, pero, se sintió bien, así que, lo hizo de nuevo−. Dick... −y, cuando sus manos se elevaron para aferrarse al aire, Richard reprimió el impulso de tomar una de ellas.

−Aquí −dijo en su lugar, como una promesa, algo que se dice bajito cuando ya te vas a dormir−. Aquí −porque eso es lo que era, eso es lo que él hacía; Dick se quedaba. De rodillas entre los cristales rotos, de rodillas frente al cuerpo desmoronado de Tim.

El tan grotesco y desmoronado cuerpo de Tim, que era como Timothy lo concebía.

Tim sorbió sus lágrimas en un jadeo muy feo, tratando de tragarlas, pero, fue imposible, estas no dejaban de caer.

−Me odio −gimió−... yo... e-enserio, me... Argh... ¡Ngh! −y, sin que lo pensara sus puños se estrellaron contra sus muslos. Necesitaba tanto hacerse daño. Sus manos pálidas tomaron impulso de nuevo para golpear, lastimar, cuando...

−No −las manos de Dick los atraparon en un agarre de firme delicadeza. Los ojos amarillos rogando porque se detuviera−. No −repitió y, estúpidamente, Tim forcejeó para zafarse−. No −Richard reafirmó y Tim lo miró por un segundo, antes de sollozar en rabia.

− ¡Ngh! ¡Suéltame! −pero, eso apenas y fue un grito. Su voz estaba rota, ronca, llenar de arena y aguardiente desesperanza− ¡Me odio! ¡Me odio! ¡ME ODIO! −y, ese último sí sonó un poco más fuerte.

Algo en el estómago de Dick hizo algo divertido, que a él lo llenó de miedo. Y es que lo gritos siempre fueron una mala señal de donde él venía. Los tirones, los golpes, aunque pequeños, siempre conseguían arrojarlo a lugares de su mente que daban miedo, y asco, y traían desolación. Sin embargo. Sin embargo, este no era el momento.

En un alarde de valor, Dick se irguió, lanzando su cuerpo ligeramente hacia el frente hasta colocar su rostro y el de Tim realmente cerca. Sus ojos amarillos firmes, llenos de un ruego, una súplica muda que se parecía mucho a la orden de un hermano mayor. No que Tim supiera de eso.

−No −sentenció, amable, ligeramente tembloroso en los bordes, pero sin un ápice de miramientos. Luego, más suave: −No... por favor −y el agarre en las manos de Tim se aflojó un poco, mientras este cedía, impactado. Dick aprovechó, y recargó su frente contra la de su hermano menor. No que él supiera lo que ese pensamiento significaba tampoco.

Los puños encerrados en las manos de Dick cayeron sobre los muslos del más pequeño. Luego, cuando, el asombro se hubo ido, y la frente de Richard se volvió demasiado cálida sobre la suya, Tim lloró una vez más. Los sollozos sacudiendo sus hombros delgaduchos, la tela cayendo sin gracia por los pliegues de su sudadera.

−Me odio...

−Tim...

−Me odio...

Richard lo miró, doloroso.

−Odio todo de mí −Timothy jadeó, sus ojos estaban cerrados−. Odio mis manos, mis ojos, mis labios, soy tan estúpido... −el pecho de Dick se constriñó−. Hay... tantas... tanas manos en... todas partes... soy tan asqueroso... −y eso último fue lo que hizo click.

Y es que, es imposible saber ciertas cosas a lujo de detalle solo con algunas pistas; sin embargo, hay otras que con solo la idea general pueden comprenderse bastante bien.

Dick miró a Tim, a su pena por un momento. Luego se miró a sí mismo, y comprendió. Con cuidado, una de sus manos soltó el puño izquierdo de Timothy. El más joven abrió los ojos para ver lo que Dick hacía. Las manos pálidas no se detuvieron, avanzando con cuidado hasta tener la palma de Tim al descubierto y comenzar a guiar los finos dedos de uñas mordisqueadas hacia su antebrazo.

−Dick... ¿Qué...? −pero, no tuvo tiempo de continuar. El tacto de la piel fría hizo que tuviera que apretar la quijada por un momento, al tiempo que Richard conducía sus dedos más arriba hasta llegar al reverso de su codo, encima de sus venas negras, mientras iba levantando su sudadera−. Dick ¿Qué estás...?

−Mira −Richard le pidió, no sonando poco amable−. Mira −insistió en su voz muda y, con los ojos hinchados y el llanto aún colgando en alguna parte de su garganta en espera de volver con más fuerza, Tim no tuvo más opción que ver.

Y, cuando vio, cuando real y verdaderamente vio, pudo percatarse; porque, ahora se daba cuenta, él nunca se había detenido a meditar que la piel pálida y las venas negras podían significar algo; que podían significar todo.

−Asqueroso −y la palabra dejó los labios de Dick casi con vergüenza. El mensaje era claro: "Esto es asqueroso. Yo soy asqueroso, no tú".

Tim no dejó pasar ni un segundo antes de comenzar a negar en medio de la llantina.

−No, Dick, no, tú no... −pero, tuvo que pararse. Porque entre tantas cosas que quería decirle, tanto que le quería explicar, debía darse un momento para acomodar su idea. Tragó−. Dick, esto es... Esto no es culpa tuya −optó finalmente, porque negar la anormalidad no les haría ningún bien, pero había que aclararlo: −Fueron ellos. Me refiero, las personas malas que te tenían antes... ellos fueron los que te hicieron esto. Ellos son asquerosos, no tú.

Dick lo miró entonces. Y es que Tim podía no tener venas negras, pero, Dick lo sabía; que las otras marcas que había en su piel no habían sido culpa suya.

−Ni tú −y, eso fue tan sencillo. Los ojos de Tim se elevaron en un segundo ante la frase, ni siquiera se había dado cuenta de cuánto tiempo se había quedado mirando al suelo−. Ni tú −Dick repitió y su mirada era tan comprensiva. Por un momento, Tim estuvo tentado a preguntar cómo es que lo sabía, quién se lo había dicho o por qué pensaba que podía comprender.

Sin embargo.

El llanto vino y lo tomó nuevamente. Por suerte, los brazos de Dick hicieron lo mismo.

−Yo no... no quería... ¡Lo siento! ... no, lo siento...

Porque había cosas que ni siquiera a Damián le había dicho, que ni siquiera Jason sabía porque no estaban en sus papeles, pero, que habían pasado. Vaya que sí. Y es que fotografías no era lo único que su madre había vendido de él cuando era niño.

Dick lo apretó un poco más; realmente, el conocimiento que él tenía de todo eso era nulo. Él no sabía nada del pasado de Tim, no sabía nada de su propio pasado tampoco. Sin embargo. Sin embargo, tenía la sensación de que eran algo parecido. Manos malas tomando cosas de cuerpos demasiado pequeños, adultos que pretendieron no ver, y gente que se vio beneficiada cuando ellos estaban sufriendo.

Asqueroso.

Sí, pero, ellos no lo eran. Dick tenía que creer eso al menos, que ni él ni Tim, ninguno era algo grotesco como los habían hecho creer porque, su osito Alfred disfrutaba de pasar tiempo con él ¿No es así? Y los cuentos que Tim les leía en las noches sonaban realmente bonitos en su voz, demasiado para pensar en que a quién esa voz pertenecía era alguien asqueroso. Y, si Dick podía aferrarse a eso, entonces Tim también. Ellos no tenían que volver a esos lugares, oscuros y llenos de sombras que hieren, y cortan, y se ríen cuando uno comienza a llorar. No, claro que no. Ni Jason, ni Damián, ni Neil, Cecil, o Alondra, o Leobardo... ninguno de ellos lo permitiría.

Tampoco él. Tampoco Dick dejaría nunca que Tim, o cualquiera de los otros pequeños, tuviera que volver a un lugar en donde les habían hecho daño.

No.

Antes prefería morir.

−Aquí −prometió una vez más con una recién encontrada dulce fiereza, enterrando su mejilla en los cabellos suaves de su hermanito−. Aquí −repitió, ignorando el resurgimiento de esa palabra en su línea de pensamiento. Y es que, él no sabía lo que significaba. En lo absoluto.

Sin embargo.

"¿Algún día van a venir más?" la voz de un niño mortalmente similar a la suya preguntó, mientras un Alfred, que no era su pequeña felpa, sacaba algo que olía realmente bien de un horno, que no echaba llamas.

"¿Más qué, amo Dick?" y eso era tan extraño. La manera en la que se referían a él en los recuerdos de plata, que a duras penas podía comprender.

"Más niños" él respondió.

"Mmm, no lo creo. No lo sé ¿Es eso algo que a usted le preocupe?" el hombre inquirió.

Dick, en su recuerdo, ni siquiera pareció pensarlo, mientras hacía una torre de palillos y servilletas.

"No en realidad. Solo pensé que sería divertido... ya sabes, tener hermanitos y todo". 



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Espero que les haya gustado, perdonen como siempre la demora. Luv u guys :3

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