Lección 19 || Bad Dudes Are Good Dudes Sometimes
Hoy era martes, y los martes respirar nunca era sencillo. Mientras que, en los martes de marzo, el asunto solo se volvía peor. Oh, pero el 18. El 18 de marzo, ya fuera un martes o no, Bruce Wayne lo único que quería era morir.
–Amo Wayne, le traigo su desayuno –el mayordomo, Alfred, entró al estudio en donde el señor Wayne estaba tendido en el suelo, su espalda enfundada en las mismas ropas de hace dos noches, mientras se recargaba en uno de los lados de su costoso escritorio–. La contestadora está llena, por cierto. Le recuerdo que esta es la segunda semana que no se presenta industrias Wayne, y ya ha faltado a tres juntas corporativas en el transcurso de ese tiempo –el anciano hombre le informó. El suelo estaba lleno de cristales rotos. Alfred procuró esquivarlos. Bruce estaba descalzo, los vidrios del portarretrato y la botella de vino posados peligrosamente cerca de la planta de sus pies.
El mayordomo esperó un momento en silencio, hasta que Bruce dio indicios de reconocer su presencia.
–Bien –fue lo único que el empresario consiguió extraer desde el fondo de su garganta.
Alfred le observó. Sobre las piernas del señor Wayne estaban distribuidas carpetas con archivos, cuyo contenido Alfred no tenía que preguntar de qué se trataba para saberlo. Los papeles llenos de notas pruebas, testimonios, que nunca resultaron ser nada más que callejones sin salida. El mayordomo suspiró.
–Así que –comprendió–, es hoy ¿No es cierto? –y sus ojos ancianos, que habían conocido a Bruce por demasiado tiempo ahora como para que este pudiera mentirle, solamente se entristecieron al ver como los dientes de su amo chirriaban, con la mandíbula fuertemente ajustada y la mirada acuosa.
–Gracias por el desayuno, Alfred –Bruce se evadió, obligándose a sonar lo más entero posible–, puedes retirarte ahora.
Alfred tragó.
–Como desee, señor –respondió con un asentimiento. No importaba cuánto tiempo pasara, el 18 de marzo siempre era lo mismo. El mayordomo colocó el desayuno sobre el escritorio y tomó la charola de plata bajo su brazo para salir de la habitación. El amo Bruce no comería nada y él lo sabía, sin embargo, nada se perdía por intentar–. Oh, una última cosa –recordó, cuando estaba a punto de cerrar la puerta–. Me tomé la libertad de revisar la contestadora; hay un mensaje que sonaba urgente. Un tal... Slade Wilson, si mal no recuerdo... parece que el señor Wilson espera poder verlo pronto.
***
Jason suspiró y volvió a suspirar, al tiempo que pasaba la mano a través de su cabello, desordenándolo en una especie de alivio, que no podía describir. Tim finalmente estaba mejor. Mucho mejor.
Jason suspiró otra vez, a unos metros de la cama en donde el engendro se encontraba.
–Es lo mismo cada año –la madre Aurora comentó a su lado–. Llega la primavera y él vuelve a ser el mismo –dijo–, aunque este año requirió algo de ayuda. Es un verdadero milagro que haya podido conseguir el medicamento, padre –y su rostro se llenó de esa renovación de fe, que Jason encontraba tan desgastante, mientras apretaba el rosario entre sus regordetas manos.
El joven sacerdote solo le dio una diplomática sonrisa, antes de girarse para ver a Tim de nuevo.
–Un milagro ¿No es así? –aludió en un tono desinteresado, y eso fue lo único que dijo.
–¡No, no! ¡Espera, e-espera! ¡Hace cosquillas! –Tim río entre pequeños grititos. Su voz había vuelto, sus pulmones podían inflarse como es debido otra vez. Ni siquiera había requerido de una cirugía.
Mientras tanto, el Talon volvió a levantar la escuálida pantorrilla del muchacho con sus manos monstruosamente pálidas, para comenzar a rozar la planta del pie de Timothy con la punta de su nariz. Tim río de nuevo, sus carcajadas sonando como las del niño que a ratos todos olvidaban que era.
–Curioso animalito es esa criatura –la madre Aurora comentó al ver la escena–, no logré que se separara ni un segundo del niño Tim en todo en lo que estuvo en cuarentena –sonrió en algo que se disputaba entre el asombro y la ternura.
Jason la miró.
–Él no es un animalito –dijo, más osco de lo que pretendía.
La madre se giró, devolviendo la mirada con una sorpresa que pronto se tornó en comprensión. Sus ojos ancianos logrando leer más de lo que Jason podría si quiera imaginar en sus iris azules. La sonrisa de la madre se hizo más cálida.
–Claro que no lo es –aceptó–, mis disculpas.
Jason desvió la vista cuando la expresión de la madre se tornó en mucho para poder tolerar. El Talon estaba sentado en jaras sobre la cama, vestido en este enorme suéter rosa que los niños habían robado para él directamente del armario de una de las tres madres que vivían en la parroquia con ellos. Las donaciones estaban escaseando, las ropas de los infantes lucían cada vez más gastadas. Inclusive las sábanas que enredaban al Talon y a Tim en un nicho, estaban algo rotas también.
No que a ellos pareciera importarles.
–Es una suerte que él no se haya contagiado –Jason murmuró, mientras veía como el Talon dejaba de hacer cosquillas a Tim para ir y restregarse contra el costado del chico, logrando que Timothy lo apretujara.
"Es como una especie de oso de felpa humano y algo macabro" Jason pensó. Y, aunque ese pensamiento hubiera venido de lo más profundo de su cínica y podrida alma, eso era bastante como lo que El Talon había venido siendo para Tim en las últimas semanas.
La primera noche de la cuarentena, el padre Todd había bajado para revisar a Timothy antes de subir a dormir a una de las bancas del confesionario –que, había sido su habitación temporal en lo que Tim estuvo enfermo–, y se había encontrado con El Talon, arrodillado con las manos juntas a un lado de la cama del chico. Sus manos llenas de venas negras y chispitas de las galletas que había comido hace un rato, levantaron uno de los paños mojado en agua tibia que usaban para controlar la fiebre de Tim.
"Curar" esa fue la seña que gesticuló como explicación única a sus acciones, antes de colocar el trapo sobre la frente de Drake "Yo voy a curar...lo".
Jason no replicó.
–Suerte con eso –fue lo único que le dijo.
De nuevo en el presente, la madre Aurora le llamó una vez más.
–¿Quién dice que le consiguió las medicinas, padre? –preguntó, y Jason trató de no torcer los ojos.
El padre Todd sabía que ella no estaba tratando de ser entrometida, era más que ¿Estaba en su naturaleza? ¿La naturaleza de todas las madres que vivían ahí?
Suspiró.
–Un amigo de mi infancia –respondió, escueto–. Fue fácil para él, ya que tiene contacto con la industria farmacéutica –y eso no era del todo una mentira. El hombre del que hablaba tenía contacto con toda industria que pudiera robar.
–Pues ha sido muy generoso –la madre comentó–, por favor, si lo ve pronto o mantiene contacto con él, dele las gracias de parte nuestra. No sabemos qué hubiéramos hecho si algo le hubiera pasado a nuestro Tim.
Jason bufó por lo bajo.
–Yo le paso su mensaje.
La madre sonrió asintiendo, antes de retirarse para ir a atender el comedor. Pronto sería hora de comer y los niños nunca perdonaban la comida.
–Le dije a Damián que pronto irías a dormir con ellos de nuevo. Mi trasero ya me ruega dormir en mi habitación –Jason soltó, al tiempo que se acercaba para sentarse en la orilla de la cama, junto a Tim–. Levanta el brazo –le indicó para sacar el termómetro, que había colocado hace unos minutos debajo de este– 36 ½. Sí, parece que volverás pronto a estar en las manos del pequeño demonio ¿Qué tal suena eso?
Tim sonrió.
–Como el infierno –dijo, pero eso era una mentira.
Jason comprendió.
–Cuidado con esa boca –le reprendió falsamente indignado.
Tim bufó.
–No quiero que TÚ, padre Todd me hables acerca del lenguaje –replicó, al tiempo que El Talon gateaba hasta restregarse contra la espalda del sacerdote. Con naturalidad, el padre simplemente se permitió hacer.
–Mocoso irreverente, todavía que te consigo medicina –dijo, una de sus manos revolviendo el cabello del chico que juagaba con el rostro recargado en sus piernas.
Tim también lo acarició. El Talon se restregó necesitado contra las caricias. Luego, Tim añadió, más serio:
–Gracias –dijo, haciendo una pausa para lamer sus labios antes de continuar–. No sé qué demonios hiciste, o a quién le vendiste lo que te quedaba de alma, pero, gracias de verdad por conseguir el medicamento. Yo creí que... –tragó, negando con la cabeza y volvió su mirada al padre–. Gracias.
–Hey, no te pongas sentimental –Jason se quejó, hizo una pausa y dijo: –Igual, no hay por qué agradecer... Es bueno que estés aquí.
El Talon los miró a ambos, parecían consternados. Entonces, sus labios se entreabrieron pálidos, antes de que se inclinara para besar el ombligo expuesto por el holgado pijama que Tim vestía. Tim soltó una carcajada. Jason negó, saliendo de su burbuja y sonriendo. Él había notado que El Talon hacía eso cuando sentía que alguien estaba preocupado, o triste, o tenso, incluso cansado. Él entreabría los labios y besaba cualquier parte de la piel de la persona, que tuviera esas emociones. Y lo hacía tan despacio, tan suave. Jason se preguntaba en dónde había aprendido aquello.
–En fin –dijo el sacerdote, mientras se levantaba–, tú y el hijo del Chucky disfruten lo que les queda de su estadía en la suite presidencial, que mañana regresan con los demás engendros –declaró, y luego posó su vista en el Talon–. Te lo encargó –pidió, refiriéndose a Tim.
El Talon asintió.
–¿A dónde vas tú? –preguntó Tim, empujando la mejilla del otro chico para que dejara su estómago por un momento, mientras reía.
Jason abrió la puerta.
–Un amigo vino a verme –respondió–, el de las medicinas. Voy a charlar un rato con él.
–Dile que digo gracias –Tim pidió, y Jason simplemente asintió antes de cerrar la puerta.
***
–Bonito lugar –Slade aduló– ¿Quién diría que de todos los pequeñajos maleantes que me seguían, tú ibas a ser el que terminara en un monasterio? –su ojo bueno le miró con burla, sentado en la pequeña extensión de la capilla que estaba abierta a todas horas para las personas que quisieran ir a orar ahí.
Jason no se inmutó.
–La fe me salvó del mal camino –dijo, cínico, al tiempo que jugaba con el rosario que usaba la mayor parte del tiempo con su hábito.
Slade río bajo, inclinándose para apoyar los codos sobre sus rodillas.
–Fue por lo del accidente ¿No es cierto? –inquirió, su tono peligroso, sabiendo bien a lo que se refería.
–Prefiero no hablar sobre ese tema –el padre dijo, antes de suspirar y posar sus ojos azules en la mirada tuerta del contrario– ¿Alguna noticia sobre el otro asunto? –preguntó.
Slade retrocedió entonces. Su imagen digna de cualquier mercenario, resultaba casi cómica ahí recargado en una de las bancas de la capilla. Bueno, casi tan cómica como la imagen de Jason Todd, alias Red Hood siendo un sacerdote.
–Creo que encontré a una persona que podría conocer al sujeto que buscas, pero –le miró– no he recibido mi paga por lo de la medicina.
Jason sonrió, amargo.
–Todo siempre es sobre el dinero ¿Qué no, Deathstroke? –y sus ojos de una azul verdoso lucieron tan peligrosos por un momento, como si quisieran comprobar por qué él pertenecía a este mundo.
Slade bufó.
–¿Es que hay algo más que valga la pena? –inquirió– ¿Quieres la información? Dame la paga del otro trabajo primero, luego, hablamos sobre el actual.
Jason suspiró cansado, sin embargo, dejó de regatear y buscó en el bolso de su hábito la paga.
–Aquí está –dijo, al tiempo que le tendía a Slade una pequeña llave, con una cruz grabada encima.
Slade le observó.
–¿Serías tan amable de explicar de qué mierda me sirve esto?
Jason rodó los ojos.
–Es la llave maestra del monasterio en el que estudié. El gran, gran monasterio que sirve también como bodega de seguridad para todo lo que la Iglesia roba en limosnas. Hay una buena cantidad de dinero ahí, te lo aseguro, así que sírvete de pagarte lo que creas necesario. O lo que creas que te mereces –dijo.
Slade aceptó, tomando el artefacto, y luciendo bastante conforme.
–¿Cómo es que tú la tienes? –preguntó, guardando el pequeño objeto en su bolsillo.
–La robé cuando estudiaba ahí, les dejé una copia sin que se dieran cuenta y me quedé con la original –Jason respondió como si no fuera la gran cosa.
Slade sonrió.
–Los viejos hábitos se arraigan ¿No es cierto? –inquirió, burlón.
Jason se encogió de hombros, restándole importancia.
–Con esto te habré pagado por los dos trabajos, estamos de acuerdo –asumió.
–Parcialmente –Slade regateó–, todavía tienes algo que quiero.
–No permitiré que te le acerques, Slade. Ni tú ni ningún otro bastardo que quiera dañarlo o aprovecharse de él –sentenció.
Wilson arqueó una ceja.
–Así que ¿Ahora eres un justiciero? –cuestionó– Oh, sorpresa, oh, sorpresa –exclamó apático, mientras miraba al sacerdote frente a él, sin creer una palabra de lo que decía.
Jason no lo culpaba.
–Nada de eso –prometió–, solo soy un hombre de poca paciencia y tendencias violentas, que te está dando tres segundos para que le des la información que necesita –y no tuvo que agregar nada más para que Wilson comprendiera que la mirada aquamarina del hombre frente a él, era una amenaza directa.
Por unos segundos, ambos varones tuvieron un duelo de miradas, hasta que Slade desistió.
–Eres un dolor en el trasero –el mayor resopló finalmente, pero, aceptando el acuerdo–. No todo en este mundo se arregla con los puños, mocoso, eso deberías de aprenderlo bien.
–¿Y bien? ¿Qué fue lo que conseguiste?
Jason preguntó. Slade hizo una pausa, entre molesto y hastiado, antes de responder.
–Hay alguien en Gótica que conoce al hombre que buscas –dijo–, nadie sabe qué tipo de relación tiene con el murciélago, pero, creo que podría ayudarte.
–El nombre –Jason exigió.
Slade sacó su billetera del chaleco marrón que llevaba y arrojó una fotografía al altar a su lado. La luz de las veladoras alumbró el rostro demacrado de un hombre que parecía entrado en sus treintas, vestido con un traje negro de aspecto costoso.
–He aquí, padre Todd, te presento a Bruce Wayne.
*
*
*
Esto va a tomar un camino parecido a mi otra historia "On Fire" también de la Batfamily, pero, no se confundan solo comparten esta similitud, pero por lo demás son completamente distintas. Y es que ¿Quién no quiere a freaking Batman de guardaespaldas cuando la Corte de los Búhos es el enemigo?
En fin, gracias a todos los que han votado, leído y comentado este asunto, siempre se los digo, me hacen el día. Por cierto, necesito amigos para conversar, así que si alguien tiene Insta, y quiere charlar, les dejo el mío: piinee_applee
Oh, casi lo olvido: Recuerden que este asunto son one-shots, así que no necesariamente están en orden, para que no se vayan a confundir. Okay, ahora sí ¡Nos vemos! Love u, guys!!!
:3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro