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Lección 13 || You Are Worth It

El Talon se removió en las sábanas, angustiado.

"Has sido desobediente" una voz grave dijo. Las máscaras que lo rodeaban no apartaban sus miradas vacías de él.

"Fuiste en contra de órdenes directas" alguien más acusó, una voz femenina esta vez.

"Desafiaste a la Corte con tus acciones y, no conforme, pusiste su integridad en peligro".

"Eres un traidor".

"Falla".

"Fracaso".

"Error".

A cada palabra, el Talon sentía como sus rodillas se doblaban en contra de su voluntad, y su estómago se contraía sin que pudiera evitarlo. Y es que, a veces, él tenía sensaciones como esa aún y cuando se suponía que estas ya no deberían existir dentro de sí; cosas como dolor, miedo, humanidad. Ellos decían que no eran parte de un monstruo como él, decían que las sentía porque estaba defectuoso. Cuando sus ojos se abrían más grandes y apretaba los dientes para soportar, ellos decían que había una anomalía en su proceso de asimilación, y lo castigaban más duramente por ello.

"Bien, bien, bien" una voz, la voz principal, intervino y las demás voces en la gran corte se acallaron "Creo que las cosas se nos han ido un poco de las manos ¿No es así, Talon? Tampoco es que no sepamos cuál ha sido exactamente la causa de tu distracción, es por ello que quisimos ayudarte".

Hubo un momento de angustia y, entonces, una luz se encendió en la oscuridad, a espaldas del Talon. Sus rodillas se doblaron, dejándole indefenso en el suelo, mientras los observaba. Con mordazas en sus pequeñas bocas, los niños del orfanato gimotearon, la jaula que los contenía era cruel, el olor a gasolina, penetrante. La respiración del Talon se cortó.

"Has hecho algunos amigos ¿Qué no?" la voz del líder inquirió, burlesco "Incluso cuándo una bestia como tú jamás podría saber siquiera lo que eso significa" el Talon trató de correr hacia ellos, pero, un dolor profundo le paralizó por completo. Le habían inyectado el veneno; ese que usaban cada que querían torturarle. Los niños gritaron más fuerte "¿Sabes? No es conveniente para la corte quedarse sin su mano ejecutora y tú, tú eres un arma en la que hemos invertido una particularmente alta cantidad de recursos, así que, pensamos: ¿Por qué aniquilarlo a él, cuando podemos aniquilar a lo que causa la falla directamente?".

Uno de los secuaces de La Corte apareció junto a la jaula, un paquete de fósforos en las manos.

El Talon trató de ponerse en pie, desesperado, viendo como los pequeños se removían presas del pánico. El veneno atacó nuevamente, su composición química hecha para potencializarse conforme el nivel de adrenalina subía a causa del dolor, lo que le dejaba en un ciclo infernal del cual aún no había descubierto cómo librarse.

<< No, no, no, no, no >> fue lo único que él pudo pensar, cuando otra descarga de dolor –esta vez más intenso– le hizo sentir que su cabeza explotaría en cualquier momento.

"Todo es para ayudarte, Talon" y la voz dijo aquello en un tono tan condescendiente "Una vida sin utilidad, dime ¿Crees que pueda llamarse vida realmente?" preguntó. El Talon siguió luchando, las máscaras en la corte se permitieron reír a causa de ello "Claro que, no podíamos omitir la necesidad de darte una pequeña lección" de nuevo, otra parte de la habitación fue iluminada.

El padre Todd estaba ahí, con su hábito rasgado, semi inconsciente y fuertemente atado a una viga de madera, amordazado de la misma manera que los niños. Su cuerpo despedía este olor a combustible, al tiempo que lentamente iba recobrando la consciencia.

"Tus pequeñas distracciones no van a arder sin antes atestiguar cómo este incauto sacerdote se calcina hasta las cenizas" el líder de la Corte dictaminó, luego, su terrible máscara blanca pareció sonreír, mientras agregaba: "Será un lindo recuerdo para la eternidad ¿No lo crees?"

El Talon abrió la boca. Sus dientes eran pequeños, mientras su lengua se esforzaba por formar todos los ruegos que plagaban su mente. Las lágrimas ardían intoxicadas por todos los químicos que corrían por sus venas, pruebas inherentes de su dolorosa falta de humanidad. Jadeó y trató de suplicar de nuevo, aun y si eso nunca había funcionado antes. El Talon continuó sacudiéndose, humillándose.

"Ah, ah, ah" pero, eso era lo único que podía emitir, sus labios pegados al suelo, la saliva escurriendo, mientras él trataba de hacer algo. Lo que fuera. No podía verlos morir así, no a ellos, no por su causa "¡Argh, ah! ¡Ah!" gimió, los sonidos que emitía no parecían humanos siquiera. Y es que él no lo era. No era un humano, nunca lo fue; y, por que trató de aparentar que lo era, porque quiso quedarse demás tiempo viviendo en esa fantasía, fue que todo esto ocurrió.

La voz río de nuevo.

"Peleas como si fuéramos nosotros los que fueran a asesinar a estos huérfanos" dijo, al tiempo que el secuaz a su lado encendía uno de los fósforos "No puedes engañarnos. No a nosotros. Y no a ti. Tú eres el culpable de esto. Tú los asesinaste a todos" el Talon lloró, era cierto "Ahora, míralos arder".

Y, sin más, el fósforo voló encendido hasta llegar al padre Jason.

Y la hoguera ardió.

***

–¡Maldita sea, criatura del demonio baja de ahí de una buena vez! –Jason exclamó, exasperado. Una bufanda roja realmente fea colgaba desacomodada de su cuello.

Tim le miró, al tiempo que examinaba entretenido un matorral de bayas silvestres.

–Lo gracioso es que acabas de hablar del vocabulario en misa –dijo, tomando una de las rueditas rojas entre sus dedos, solo para tirarla después al darse cuenta de que era venenosa.

–¡Tú calla! ¿¡No se suponía que venías a ayudar!? –Jason inquirió. Sus brazos y piernas aferrados alrededor del imponente pino, como todo un bellísimo y alcohólico koala– ¿¡Y en dónde está Damián con la escalera!?

Tim arrugó el ceño.

–¿Cuál escalera? –preguntó.

–¡Damián dijo que traería una! –el padre Todd respondió, elevando su trasero en un intento de no resbalar, atrapado como estaba a tres aterradores metros del suelo, en la pequeña reserva natural que se extendía a los límites de la parroquia.

Tim se tragó la risa, al tiempo que respondía con cierta pena.

–Jason, nosotros no tenemos una escalera.

Jason gritó.

–¿¡¡QUÉ!!? –y Tim soltó una carcajada. Jason jadeó, asustado– ¡NO TE RÍAS! –exclamó– ¿¡Y ahora cómo me voy a bajar!? ¡TIM, ES ENSERIO NO TE RÍAS! ¡TIMOTHY! –sus brazos y piernas se resbalaron un poco, mientras reclamaba. Jason entró en pánico– ¡TIM! –lloriqueó– ¡TIM, BÁJAME!

Tim tomó una gran bocanada de aire, tratando de recobrar la seriedad.

–¿Y cómo se supone que haga eso? –dejó pasar un rato y agregó: –Ya, no te esponjes –confesó–, sí tenemos una escalera, pero hace años que no la usamos, así que probablemente va a llevar un rato sacarla del cobertizo.

–Timothy, maldito saco de ratas anémicas... –Jason masculló con cierto alivio.

Tim río bajito.

–Ya, te digo que no esponjes. Igual, creo que tienes razón, tenemos que darnos prisa si queremos hallarlo.

Jason resopló.

–De nuevo, dime ¿Quién fue el que tuvo la maravillosa idea de jugar a las escondidas con esa cosa? –el padre preguntó, porque enserio estar colgado de un pino no era exactamente su actividad favorita para matar el tiempo en las mañanas.

Los del monasterio iban a matarlo como se dieran cuenta de la cantidad de misas que había cancelado hoy por estar buscando a una criatura que siquiera se suponía debía existir en primer lugar.

–Los niños normalmente juegan a eso en invierno –Tim respondió, uno de sus zapatos estaba roto ya, más tarde le pediría a alguna de las madres un costurero para remendarlo–. Es porque hay nieve, hacen montículos y se esconden detrás de ellos. Es divertido. Claro que yo no puedo jugar.

–Porque eres una mierda anémica que pesca resfriados aun quedándose dentro de la parroquia –Jason comprendió, asintiendo, mientras acomodaba su trasero sobre la madera una vez más.

Tim le miró.

–¿De verdad eres un sacerdote? –inquirió, incrédulo, al tiempo que arqueaba una ceja, no obstante, estuvo de acuerdo–. Pero, tienes razón, yo no debería salir en esta época del año.

–¿Qué estás haciendo afuera, entonces? –Jason inquirió.

–¿No es eso obvio? El Talon está perdido, y el equipo de búsqueda para encontrarlo consiste en un sacerdote alcohólico, atorado a tres metros del suelo en un pino, mientras menea sus santísimas sentaderas para no caer, y un grupo de niños que todavía piensan que los mocos y otras secreciones nasales son las botanas ideales para ver películas –señaló–. No sé tú, pero yo creo que algo de ayuda les caería bien.

Jason bufó.

–Así que tú y tu inexistente sistema inmunológico vinieron al rescate –dijo–, no me hagas reír, llevas una hora jugando con las bayas.

–Busco un rastro, inútil –replicó–, es decir, padre Todd. Lo que hago es tratar de encontrar cualquier indicio de que el Talon estuvo aquí, pero, insisto en que es poco probable. Hasta eso, tu idea no es tan descabellada. Según la leyenda, los Talon gustan de lugares altos, se confunden con las gárgolas en los edificios centrales de Gotham.

–Claro que mi idea no es descabellada –Jason afirmó, enfurruñado–. Si logro llegar a la punta de esta cosa, es probale que pueda ver en dónde se esconde desde ahí...

–Si es que está es... –Tim intervino solo para detenerse en el acto. Sus ojos se plantaron serios en el frente por un momento y, después negó–. No es nada, olvídalo.

–¿Crees que se fue? –Jason preguntó, despacio, en tono más serio, dándole a Tim un vistazo sobre su hombro.

Tim tragó, girándose para mirarlo.

–¿Y si lo hizo? –sopesó– Los Talon no son exactamente una mascota, de cualquier forma. En realidad, ni siquiera estamos seguros de lo que son con exactitud.

–¿Personas? –Jason trató de contestar, pero, lo cierto es que no podía saberlo con certeza, así que, agregó– Bueno, el nuestro es bastante como una.

Tim sonrió.

–El nuestro –repitió las palabras del padre. Acuclillado como estaba, buscando rastros imaginarios entre las bayas venenosas. Él podía comprender bastante bien el sentimiento tras esa oración–. Parece que te has encariñado –comentó.

Jason no respondió.

–Siquiera se supone que deban existir esas cosas, para empezar –masculló en su lugar.

Y, sin embargo, lo hacían. Los Talon existían y tenían forma de muchachos hiperactivos, al parecer. Muchachos hiperactivos con ojos grandes y un gusto inhumano por las galletas con formas de regalos de navidad. Les gustaba jugar a las atrapadas también, y hacer trenzas deformes en el cabello mal cepillado de niñas enamoradas. También lloraban, a veces, cuando creían que nadie estaba viendo, y no usaban lágrimas cuando lo hacían, solo jadeos.

Son asesinos.

Jason trató de recordar esa parte de la leyenda, sin embargo, no logró sacarse de la mente que, realmente, los Talon... Su Talon era demasiado frágil para estar por ahí perdido en el frío bosque.

–Vamos a seguir buscando, igual –Tim concluyó, volviendo al padre Todd a la realidad–. No quiero imaginar lo que hará Damián si nos rendimos.

–Raparlos sería el primer paso –el más joven llegó, caminando a paso seguro por los pequeños montículos de nieve que se esparcían a lo largo del camino.

–Lindas botas –aduló Tim para señalar los enormes zapatos negros y toscos que Damián calzaba, dando tumbos con la escalera cargada a duras penas bajo su axila.

–Son de Jason –Damián aclaró, Tim se acercó para ayudarle.

–¡¿Así que tú las tenías?! –Jason exclamó. Tim y Damián colocaron la escalera debajo de las piernas del padre. Damián decidió ignorarle.

–Ya está, Jay, puedes apoyarte –Tim anunció, al tiempo que colocaba uno de sus pies en el primer peldaño para añadir al objeto algo de soporte.

Jason suspiró.

–Gracias al cielo –dijo, al tiempo que tanteaba el lugar en el que estaban los viejos peldaños para comenzar a descender.

Tim se giró hacia Damián.

–¿Cómo hiciste para que no te siguieran los otros? –preguntó.

Damián se encogió de hombros.

–Les dije que Jason prepararía lasaña si se quedaban dentro.

–¿Qué yo qué? –Jason inquirió– ¿De dónde se supone que voy a sacar las cosas para preparar una lasaña?

–Y un pastel de chocolate –añadió Tim y Jason se giró para mirarlo incrédulo. Tim apretó los labios, al tiempo que se encogía de hombros–. Así fue como yo hice que se quedaran en la mañana –explicó.

Jason soltó un resoplido, restregando pesadamente su mano contra el rostro.

"Un problema a la vez" una voz en su cabeza le recordó.

–Bien, como sea. Ahora, lo que debemos hacer es encontrar al monstruo que el engendro adoptó –resolvió, refiriéndose a Damián. Era más fácil pensar en él de esa forma. Menos doloroso.

El más pequeño arqueó una ceja.

–En efecto, eso es lo que debemos hacer –confirmó, sin dar pie a ninguna réplica.

Tim miró al padre.

–¿Vas a tratar de subir a un árbol de nuevo? –inquirió.

Jason negó.

–Obviamente no –dijo, vehemente–, se me ocurrió algo mejor cuando mencionaste lo de las gárgolas. Si lo piensas bien, nosotros no necesitamos subir a un árbol para conseguir un lugar del cuál mirar.

–La torre de la parroquia –Tim comprendió, al tiempo que el padre Todd asentía–. Quizás incluso esté oculto ahí. Ya sea por el juego o porque... –de nuevo, Tim decidió callar.

Los Talon eran conocidos como criaturas nocturnas. Jason asintió una vez más.

–Porque está esperando a que dé la noche para poder escapar.

***

El Talon observó hacia abajo los terrenos de la iglesia para después posar en el sinuoso bosque que se extendía su alrededor. Después, revisó el cielo. Era de tarde ya, faltaba poco para que la luz se fuera. Entonces, sería su oportunidad.

"Frío" la palabra venía a su mente una y otra vez sin que lo pudiera evitar "Cuando vuelva, ellos harán que tenga frío" pensó, juntando sus piernas otra poco contra sus costillas.

"Sabes que lo mereces" ellos le dirían, igual que siempre, mientras sus manos se dedicaban a lastimar "Sabes que, en el fondo, disfrutas del dolor, es por eso que no lo reprimes".

El Talon sacudió la cabeza. No, él no lo hacía. Él no disfrutaba del dolor.

"El dolor duele" pensó de manera infantil, no logrando colocar el pensamiento en palabras menos absurdas. Sus ojos comenzaron a picar. Había dejado las ropas que los niños le habían dado y se había colocado el atuendo oscuro con el que llegó. Casi había olvidado lo que era sentirse tan expuesto...

"Tengo tanto frío" y sus labios temblaron ante ese pensamiento, al tiempo que cerraba los ojos.

–No es bueno estar en lugares tan altos a estas horas, el clima se pone realmente helado por aquí –el Talon abrió los ojos, dando un respingo. Entrando por las escaleras que daban al campanario, el padre Todd se acercó–. Como el encargado, yo tengo todas las llaves de esta capilla –explicó–, incluyendo las de las torres, ambas.

El Talon se puso en pie, respirando a duras penas, con sus manos recargadas en los bordes de los grandes ventanales de piedra, sopesando sus opciones. Una caída desde esa altura no era nada que él no pudiera tolerar.

–Por favor, no... –Jason extendió una mano hacia la criatura, al ver las intenciones de esta por tomar impulso. El Talon le miró–. Por favor –el padre repitió–, no saltes.

Los ojos dorados del monstruo se aguaron y él mismo se sorprendió. No..., ahora de verdad, de verdad estaba defectuoso, pensó, ellos lo iban a lastimarlo tan feo cuando se dieran cuenta.

Sus labios se abrieron, un jadeó se escapó a través de ellos.

–Talon... –y eso para Jason sonó tan mal.

"Yo debería ser capaz de llamarlo por su nombre" se recriminó "Yo sé que él tiene un nombre".

Porque, no importaba lo que dijera la leyenda sobre ellos, a Jason no le importaban los Talon en lo más mínimo. El humano frente a él, el niño –tan dulce y herido– que tenía enfrente, él era quién le importaba.

El Talon jadeó de nuevo, al tiempo que sus manos subían a temblorosas hacia su rostro. Entonces, Jason notó que él estaba llorando.

–Hey... –trató de acercarse, pero, El Talon solo se tambaleó hacia atrás. Su rostro marcado por diminutas venas negras se elevó y sus ojos dorados se posaron sobre los alrededores de la parroquia. Parecía tan asustado–. Oye ¿Qué... qué ocurre? –preguntó.

El Talon jadeó de nuevo.

"Esto no, yo... soy defectuoso" sus pensamientos se desesperaron, al tiempo que golpeaba su cabeza un par de veces con sus puños "Soy tan defectuoso"

"Un error al que mantenemos vivo por simpatía".

Iban a hacerle cosas tan feas. Su cuerpo era como un juguete para ellos, experimentaban con él, lo tocaban, raspaban y quemaban en lugares que ni él mismo entendía, que jamás había tenido la oportunidad de entender. Y si lloraba... llorar.

Justo como lo estaba haciendo ahora, ellos...

"No, no, no, no".

Lo lastimaban aún peor. Y, si él se quedaba, lastimarían a los niños también. Al padre.

–Oye, tranquilo –Jason se acercó un poco más. El Talon trató de saltar fuera, sus manos temblantes, sin embargo, ocasionaron que resbalara y no lograra cruzar el alféizar del ventanal– ¡No, no hagas eso! –el padre Todd exclamó, sus brazos sosteniendo a la criatura entonces, sin escatimes.

Había dejado a Tim y a Damián abajo para que cuidaran de los otros niños, mientras algunas madres preparaban la parroquia para la misa de las nueve. Jason pensó en que estaba agradecido de haberlo hecho así.

El Talon gimió.

"Irme" jadeaba dentro de su cabeza "Tengo que irme..." el recuerdo de su pesadilla atormentando los lugares sensibles dentro de su mente, que ahora parecían ser demasiados "Ellos... van a hacerles cosas feas a..." algo como un llanto salió de sus labios con desespero.

Jason lo sostuvo.

–Oye, tranquilo –dijo, una de sus manos viajando torpemente para acomodar casi de manera maternal el cabello negro de la criatura tras su oreja–. Respira, respira –indicó, continuando con la caricia–. No voy a hacerte daño...

Las manos del Talon se movieron entonces. Algo del lenguaje de señas que Damián le había enseñado, saliendo a flote en gestos trémulos.

–Ellos a ti –apenas logró articular. Jason lo observó– Ellos. A. Ti. Sí.

Jason tragó.

–Ellos... ¿Te refieres a las personas que te hicieron daño? –preguntó en un susurro apenas, pero el Talon asintió. Más lágrimas cayeron aun y si la criatura trataba de secarlas tan pronto como estas escurrían. Los dientes de Jason castañearon, al tiempo que musitaba: –Ven aquí –y alaba al Talon contra sí, obligando a ambos a caer de rodillas al suelo. Tan cálido, necesitando tan desesperadamente el protegerlo.

El Talon no se resistió. Sus mejillas pálidas, restregándose contra el hábito negro del padre, mientras este básicamente le acunaba. Enseguida, sus manos comenzaron a gesticular lo que en un principio eran oraciones y, progresivamente comenzaron a ser palabras sueltas en un frenesí.

"Lastimar" "Duele" "Niños" "Tú" "No quiero" y "Duele" y "Lastimar" otra vez. Hasta que, entonces, más despacio, gesticuló algo diferente:

–Mamá –, antes de comenzar a llorar tan lastimeramente– Quiero a mi mamá –sin saber realmente a lo que se estaba refiriendo, él solo sabía que la quería. Quería que alguien lo hiciera sentir como esa figura borrosa lo hacía sentir en los recuerdos, que apenas y recordaba.

Ahí fue cuando los ojos de Jason se aguaron y tuvo que morder el interior de sus mejillas para evitar soltar toda la rabia, las blasfemias, e indignación que sentía en ese momento. Sus brazos apretaron más a su niño.

–Ellos no van a herirnos –le dijo–, no pienses en eso. Nosotros queremos que tú estés aquí. Yo quiero que tú estés aquí. No tienes que ir a ningún lado para protegernos –prometió–, buscaremos ayuda.

El Talon lo miró, sus manos cuestionaron.

–¿De verdad? –y Jason al ver esa mirada no tuvo ninguna duda.

–De verdad –aseguró–. Nadie va a lastimarnos –repitió, una de sus dedos sosteniendo la barbilla del joven para que este no apartara la vista–. Y, lo más importante: Nadie, nunca, jamás, va a volver a hacerte daño –dijo–. Es una promesa.

El Talon jadeó, sus ojos observando a otro lado antes de retornar a los iris azules del padre. Con cuidado, la criatura se acercó. Sus labios entreabiertos encontraron el mentón del padre, luego, dejó caer su rostro hasta apoyar su frente en el mismo punto.

"Gracias" es lo que quería decir ese gesto. El cuerpo entre los brazos del sacerdote tembló, un par de sollozos más emergieron. Los labios entreabiertos tocaron su clavícula "Gracias" una vez más, antes de aferrarse raquítico a la tela oscura del hábito.

Jason plantó un beso sobre los cabellos negros empapados de las lágrimas que el mismo joven había embarrado ahí arriba, al tratar desesperado de secarlas. No que el padre estuviera acostumbrado a esto. No que le molestara tampoco. Ellos se quedaron así un rato más.

–Venga –el padre Todd rompió el silencio, sin dejar de abrazar al muchacho. El atardecer lentamente comenzando a sangrar el cielo nocturno–, vamos con los demás..., esta noche cenaremos lasaña y pastel de chocolate, después de todo. 



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Les dije que sí la iba a actualizar :3

Luv u guys! Gracias a todos los que leen y comentan, espero que me puedan compartir su opinión... 

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