Lección 08 || Los candelabros nunca se olvidan
Dick dejó que Tim colocara el suéter sobre él y se miró en el espejo.
–Te prometo que tan pronto como se vaya, te sacaremos del almacén –Timothy le prometió, mientras que los ojos de Richard se posaban en el reno de su sudadera. Los dedos pálidos acariciando la tela; era nueva.
–Son una donación de industrias Wayne –Damián explicó–. Han mejorado con los años, las primeras eran todas del mismo tono de azul insufrible.
Richard le miró, sus ojos brillando cada vez más inteligentes y nostálgicos conforme los días pasaban. Jason entró por la puerta, una bufanda sobre su hábito, al tiempo que decía:
–¿Listo, amigo? –con una caja de provisiones que ellos habían preparado para Richard con días de anticipación.
Dick asintió.
–Vamos –Jason indicó, y Tim y Damián compartieron una mirada.
–Pasará pronto –Tim se disculpó sin hacerlo por milésima vez esa tarde. Dick solo le sonrió, tranquilo, dejando un beso ligero en su barbilla.
<< Está todo bien >> porque, aunque las palabras ya eran una opción para él, la mayoría del tiempo no lo eran realmente. Y es que había demasiadas; demasiadas cicatrices que dolían y lo llevaban a lugares feos cuando sus labios se abrían y su pecho se inflaba con apenas un poco de aire para decir algo.
Timothy tragó.
–Me encargaré de que nadie toque el ponche de huevo, ni los deditos de azúcar hasta que tú vengas –Damián intervino con otra promesa. Dick sonrió de nuevo, con ese atisbo de fascinación y docilidad que mostraba la mayor parte del tiempo. Sus labios entreabiertos sobre la frente del más pequeño en una suave gesticulación.
<< Gracias >> mientras sus manos –manos asesinas– dejaban una caricia en las mejillas de Dami. La música comenzó a sonar en el salón social (es decir, la bodega, pero con todo escondido bajo mantas blancas en un rincón) a lo lejos. La melodía era alegre, sin letra y, sobre todo, no demasiado estruendosa, de modo que pudiera gustar a su principal invitado.
Jason miró hacia la ventana de vitral rojo en lo alto de la pared con un aire casi lastimero.
–Es hora –anunció.
Dick asintió de nuevo y comenzó a caminar hacia él. La cena de Navidad era algo especial en el orfanato. La mano de Jason acarició el codo de Richard, mientras lo conducía hacia afuera.
–Ustedes vayan con los demás –les dijo a Tim y Damián, que no podían estar vistiendo expresiones más culpables que las que tenían–, y traten de sonreír. Yo me les uniré en unos minutos.
Tim tragó, mientras asentía. Damián solo le miró, sus ojos tan evidentemente llenos de lágrimas sin que lo pudiera evitar, aunque, tampoco era como si alguno de los presentes fuera a señalar ese hecho. Algo extraño se hundió de igual manera en el pecho del padre, al tiempo que salía con la criatura al pasillo y cerraba la puerta a sus espaldas.
El Talon– Richard le miró. Sus ojos amarillos tan dóciles, esperando a que lo condujera al viejo almacén en donde se quedaría encerrado hasta que el gran empresario y filántropo Bruce Wayne hubiera convivido lo suficiente con los huérfanos, y los periódicos hubieran tomado todas las fotos que necesitaran antes de irse tras los huesos del gran hombre, que tenía otros eventos de alta sociedad que atender.
Jason tragó ante ese pensamiento. Él sabía que esto era lo correcto, lo más factible, sin embargo...
"¿Por qué se siente tan mal?"
No obstante, no tuvo mucho tiempo para pensar en ello. La mano pálida de Dick hizo que diera un respingo al rozar ligera su codo para llamar su atención.
–Ir... –su voz fue apenas un susurro al decirlo, sin embargo, la invitación era la clara. Y es que, desde que le explicaron el plan, él había estado de acuerdo.
"Igual que siempre" algo amargo pensó dentro de Jason, quien se encargó de tragarse todas sus emociones y comenzar a conducir a Dick hacia afuera.
La nieve caía por las grandes extensiones de tierra que rodeaban la capilla, al tiempo que oscurecía. A sus espaldas, las luces en la gran bodega que hoy era un salón de baile, brillaban como hechas de mantequilla, mientras Jason y Richard se alejaban de ellas camino a la bodega, que estaba del lado opuesto al fondo.
Richard contuvo el aliento entre sus labios al verlas. Eran tan hermosas...
Jason tragó.
–Será rápido –prometió, sin comprender lo que los ojos de Dick estaban viendo en realidad–. Trataré de que el gran hombre se canse antes y así se vaya para que puedas salir –sin embargo, en respuesta, Richard solo le dio una mirada inocente antes de observar por última vez las luces y entrar a la bodega.
Estaba tan oscuro ahí dentro hasta que Jason encendió la luz. Un par de cajas aparecieron frente a Dick, un plato con comida sobre una de ellas, una colchoneta llena de cobijas en el rincón. Las paredes eran marrones, la iluminación no era amarilla sino blanca, muerta, y había polillas.
–Enserio te prometo que será rápido –Jason repitió, pero, Dick le quitó importancia, yendo a sentarse al insípido colchón y ladeando la cabeza casi como si estuviera mientras probaba la elasticidad de este. Las sábanas eran suaves. Los cojines olían a adentro. Por otro lado, los niños habían colgado una serie de luces de colores detrás de la puerta.
Dick señaló hacia la entrada.
–Lo sé –Jason le dijo–, tengo que ir –no obstante, sus pies no se movieron.
Richard le observó, dispuesto a verlo marchar, sin embargo, Jason continuó estático. La mirada de Dick se hizo más cálida entonces, inocente y tan comprensiva al mismo tiempo, mientras se ponía en pie.
–Es estúpido que tengamos que mantenerte aquí –Jason soltó cuando la criatura estuvo frente a frente con él–. Tú no has hecho nada malo.
Richard se detuvo ante ello un momento, dudoso, observando a Jason, seguro de lo incorrecta que había sido esa declaración, no obstante, no dijo nada. Sus manos terminaron por moverse amables hasta encontrar las del sacerdote, y tomarlas de manera tentativa hasta poder colocarlas sobre sus propias mejillas.
–Feliz –susurró y sus ojos dorados buscaron a los del padre frente a él con una expresión eternamente anhelante plasmada en ellos–. Soy feliz, Jason –y Richard tragó, juntando sus labios luego de prometer lo que para él la pura verdad.
Jason lo observó y, oh, por su progenitora, la criatura frente a él era tan, tan horrenda; llena de venas negras y con estos labios tan pálidos y partidos, sin embargo.
Sin embargo, había algo tan puro dentro de ella. Su alma, la parte más religiosa dentro de él –la única parte religiosa dentro de él– sopesó. O, tal vez, eso solo que no tiene idea de lo que está pasando aquí, lo que está pasando en el mundo en general.
Jason suspiró.
–Es porque tus expectativas son algo bajas, amigo –replicó cínico, extrañamente desmoralizado y lleno de culpa, sin hacer nada por retirar el suave contacto. Sus manos se afianzaron más en el rostro de Dick. El tan horrendo rostro de Dick.
Brillando a sus espaldas, las luces de colores se reflejaban en el cabello oscuro del chico frente a él. El suéter de reno que llevaba le quedaba ridículo, el sonido de la música era apenas audible desde afuera. Y, aún así, de alguna manera, a pesar de la falta de humanidad en sus facciones, Jason no podía quitarse de la cabeza que él pertenecía dentro; a las luces cálidas de un candelabro, a un vals pausado y cadente y jugueteos en pasillos grandes de mármol y piedras preciosas.
Richard pertenecía ahí. A algo glamoroso y vivo como la chispa que día a día veía revivir a ratos en sus ojos muertos. Él no estaba para hallarse encerrado en una bodega, encerrado en cualquier lugar.
–Vendré por ti dentro de poco –prometió y las manos de Richard se apartaron despacio, mientras asentía. Su expresión dócil, cansada y tan malditamente asustada en las orillas. Jason tragó–. Solo será un momento, todos queremos que estés dentro después de todo.
Richard asintió.
***
La puerta se atrancó tras de Jason y las paredes comenzaron a cerrarse sobre él. Sin embargo, de eso ya iban más de veinte minutos. O, quizás treinta. Dick no estaba seguro, no podía saberlo. Jadeó. Su pequeña felpa, Alfred se había quedado en su cama, un gafete hecho por los niños apenas el pasado fin colgando de su cuello.
Dick trató de concentrarse en las luces entonces, aferrando sus codos y antebrazos todo lo que podía a sus costillas. El reno en su vientre se arrugaba en grandes pliegues por cuanto la sudadera le quedaba inmensa. Su cena estaba intacta frente a él. No podía respirar.
–All that I wanted was to be wanted... –tarareó apenas la letra de alguna canción que había escuchado ya hace un tiempo en una de esas noches en las que el padre Todd alquilaría una película para ver entre todos, sin embargo, repasar la letra no lo hizo llegar a ningún lado.
Los colores bonitos de la serie de foquitos frente a él cambiaron su ritmo. Encendiendo y apagando lento y después rápido, y luego lento una vez más.
–Too young to wander London streets alone and haunted... –jadeó–. Too young to wander... to wander... –él quería tanto estar en ese baile. Las luces comenzaron a parpadear como si estuvieran defectuosas. Un nudo se formó en la garganta de Dick. El oxigeno se estaba yendo, ellos venían, ellos... lo iban a lastimar tanto. Negó–. Too young to... wander London streets alone... alone...
Dick gimió. Ellos... las paredes, los gritos... Un vals. La visión de un candelabro centellando hermoso sobre su cabeza. El pomo de la puerta hizo clic al ser abierto el candado, sin que él pareciera notarlo. La letra de la canción se hizo caótica dentro de su mente. La luz principal de la habitación se extinguió, y las lucecitas parpadearon.
–Too young, too young to... –pero, el eco de la música cantarina del salón social no le permitió recordar más.
Richard se preguntó por un momento si Damián querría enseñarlo a bailar. Si Timothy o el padre Todd lo harían. El aire de afuera se sentía tan gélido.
–Con que ahí estás, Talon –la voz que dijo aquello fue osca, siniestra y, aun antes de que la criatura que la había emitido atravesar la puerta, Dick estuvo seguro de haber escuchado antes aquella voz–. Te he buscado por un largo tiempo.
La luz de los foquitos se quedó estática, sin alternar los colores si quiera, dejando casi únicamente foquitos rojos iluminando el recinto. La silueta dio un paso al frente, pero, eso no hizo la gran diferencia. El traje que llevaba era tan negro como la misma noche.
–Es hora de que tú y yo ajustemos algunas cuentas –el hombre vestido de murciélago sentenció.
La música de afuera siguió sonando un poco menos tenue. La nieve caía. En la mente afectada de Dick, el candelabro sobre su cabeza era grande, de luces y ornamentos cristalinos, llenos de luz –preciosa, tan preciosa– luz amarilla. Una suave melodía sonando desde un piano a lo lejos. Tan lejos. Su pecho dolió. Palabras revueltas en el aire frío, las paredes se- se cerraban. Y, el murciélago... el murciélago frente a él le recordaba tanto, él era tanto como–
–Papá.
Y eso fue apenas un murmullo. Un ruego. Los candelabros volvieron, violentos, el vals se hizo más fuerte. Un golpe certero se impactó contra su mejilla. Dolor, él... él hombre murciélago quería saber en dónde estaba. Él estaba buscando a Richard. Dick jadeó.
–Esconderte entre un montón de niños inocentes fue la peor de tus jugadas –y su puño centelló en algo eléctrico en la oscuridad, al tiempo que apretaba a Richard con su mano libre por la garganta–. Ahora es tiempo de que me digas... ¿En dónde está mi hijo?
Dick trató de pelear, pero, no lo hizo realmente. Sus ojos llenos de algo tan extraño. Fantasmas. Fantasmas tan hermosos, que le decían que estaba en donde debía estar. Que los brazos que lo herían no eran peligrosos. El murciélago lo golpeó de nuevo.
<< All that I wanted was to be wanted...>>.
El vals, los candelabros, todo se tornó negro.
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*
*¨
Lo prometido es deuda, por favor comenten qué tal le pareció.
La letra de la canción que Dick canta es de Beautiful Ghosts de Taylor Swift, de una peli super rara que ni he visto. Está super linda la rolita, por si la quieren oír.
En fin, los quiero y espero que estén en sus casitas a salvo del covid, guardando las medidas, va? Okay, va.
Enserio espero sus comentarios que este lo hice super rápido, pero, con todo el amor. Los quiero guys, gracias por leer! :3
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