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Lección 05 || Los nombres son Importantes, las Felpas También

El Talon despertó de donde estaba, dormido en el suelo entre retazos de telas. Su cabello negro cayendo por su rostro pálido, el cuello de la camisa resbalando holgado a través de su hombro, el Talon lo reacomodó. No le gustaba ver su piel. Le daba miedo.

"Sabes que puedes usar una cama ¿No es cierto?" Tim le había dicho, pero, como era de esperarse Dick no respondió. Tim se giró hacia Damián "¿Por qué no le dices que duerma con nosotros? Si no quiere dormir solo, que duerma conmigo. No abarco mucho espacio" sugirió.

Damián no respondió, al tiempo que continuaba colocando mantas en el suelo.

"No creo que funcione" dijo, sin mirarle.

Tim abrió la boca para replicar.

"Pero..."

"Drake..."

"Es solo que no me parece correcto que duerma... en el suelo" el mayor puntualizó e hizo una especie de gesto incómodo con los hombros. La mayoría de los niños en ese lugar sabían lo que una cama significaba, sin embargo, muchos de ellos también lo habían aprendido solo después de venir aquí. Damián estaba entre ellos "Damián..."

Las manos del pequeño demonio se detuvieron. Sus ojos índigos observando perdidos las arrugas que había estado tratando de eliminar de las mantas.

"Ya lo intenté" dijo, observando a la criatura que exploraba la habitación a gatas con sus manos yendo de aquí para allá a través del suelo, mientras se mantenía completamente ajeno a la conversación. Hace dos días que lo habían acogido, y el padre Todd aún no llegaba al orfanato luego de haber tenido que salir a resolver ciertos asuntos con el monasterio.

Tim arrugó al ceño con preocupación ante el comentario.

"¿Y... qué pasó?"

Damián apretó sus pequeñas manos entre los cojines, antes de responder.

"Estaba tan asustado que cayó de rodillas, su respiración se cortó. Tardé más de cuarenta minutos en hacer que respirara normal de nuevo, y sus ojos..." la voz de Damián se extinguió, su mirada dolida, al tiempo que se tomaba un momento de silencio antes de continuar "No sé qué creyó que íbamos a hacerle en esa cama y, la verdad, no me quiero enterar".

Tim ahogó una especie de jadeo húmedo en sus fosas nasales. Miró a la criatura, delgada, vestida en esas ropas tan extrañas y oscuras, que se antojaban demasiado frías para la estación, y tragó. Si lo pensaba, Tim también prefería no enterarse.

"Dale mi almohada" dijo finalmente, sus ojos sin despegarse del Talon "Le conseguiremos un suéter también, el suelo es frío".

Damián solo asintió.

De nuevo en el presente, el Talon se quedó inmóvil, sentado con sus ojos amarillos bien abiertos, en medio del tendedero que los niños montaban para él todas las noches. Con el tiempo, más y más artículos se habían ido añadiendo a su cama improvisada. Cobijas, almohadas, cojines, bufandas... una felpa.

"¡Wow! ¡Es muy bonito!" Neil había exclamado, mientras, el padre Jason extendía el pequeño animal de peluche hacia la siniestra criatura, sentada en el suelo, a un lado de la mesa en la que estaban repartiendo las donaciones. Aunque, después de algunas semanas, todos habían llegado a la conclusión de que dicha criatura no era para nada siniestra. No lo era en lo absoluto.

En ese momento, el Talon tomó el juguete entre sus manos con cuidado, sintiendo terror de que con cualquier movimiento en falso este se rompería en miles de pedazos, o que simplemente desaparecería.

"¡Ahora tienes que ponerle un nombre!" Alondra le dijo, mientras se acercaba con su aura amable a la extraña mascota de la institución.

El Talon solo la miró, confundido. Sus ojos tornándose para buscar la ayuda del padre Jason en un instante.

El sacerdote sonrió ladino, como el hombre rebelde que era, mientras algo más –de lo cual él jamás hablaría– destellaba en sus ojos, al tiempo que se encogía de hombros.

"No me veas a mí, es tuyo para nombrar" dijo.

Y el Talon esas palabras jamás las olvidaría.

<< Es tuyo >>.

La realización lo golpeó, mientras observaba al pequeño juguete de nuevo. Su juguete. De él. Era la primera vez... la primera vez que... Ese juguete era suyo.

De nuevo, los ojos dorados se posaron en el padre, llenos de gratitud. Los demás niños respetaron el momento. Hasta que, bueno, ya no lo hicieron más.

"¡Yo digo que Jorge es un buen nombre!"

"¿Jorge? ¿Jorge por qué?"

"¡Sí!¡ Eso manchistista de tu parte, Leobardo!" Cecil intervino, enojada "¿Cómo sabes que no es una niña? ¿No es cierto, Tim?" inquirió, buscando el apoyo del mayor del grupo.

Tim titubeó, reacomodando a Crystal entre sus brazos, mientras le colocaba su nueva bufanda al cuello.

"Bueno, creo que lo que quisiste decir fue <<machista>>, pero..." sugirió tranquilo, pero los niños no le hicieron caso.

"¡Pues yo digo que le ponga Goku!"

"Claro que no, Neil. El Talon no es un nerd como tú..."

"¡Damián!"

Los nombres siguieron volando de aquí a allá a través de la habitación por un rato. La tarde pasó y, al final, todos aceptaron que el hecho de que nombre del pequeño oso de felpa no lo sabría nadie más que la criatura. Y eso estaba bien. Después de todo, los niños de los orfanatos entienden ciertas cosas, y las entienden bien.

Con cuidado, el Talon levantó su pequeña felpa del tendedero de mantas en el que estaba sentado y la sostuvo sobre su regazo. Sus manos estaban llenas de venas negras. Tan, tan asquerosas. Su cuerpo en sí lo era.

<< Grotesco >> así era como ellos lo habían descrito, mientras lo lastimaban. Una y otra y otra y otra vez. Haciendo sus venas más negras, su piel más pálida, rompiendo sus huesos y volviéndolos a construir.

El Talon negó, aferrado a la felpa. No era momento para pensar en esas cosas. Sus dedos acariciaron con cuidado por en medio de las orejas remendadas y retazos parchados de la felpa.

Alfred.

Ese era su nombre. El Talon no tenía idea de en dónde lo había escuchado, pero, cuando se la dieron, no pudo evitar pensar en que eso quedaría. Cada día más consciente, su mirada viajó por el resto de la habitación en penumbra. Afuera el clima era frío, pero, ya no tanto. El invierno poco a poco comenzaba a desfallecer.

El Talon pensó en que eso estaba bien. A él no le gustaba el frío. Luego, confundido, se preguntó cómo es que lo sabía. Frío, calor. Sus pies se apretaron contra las cobijas en el suelo, su cabeza comenzando a doler. Voces, colores. La habitación estaba llena de eso, aún cuando no. Aún cuando todo estaba en silencio y los pequeños dormidos.

Negro, azul, palomitas de circo... más negro y flores blancas.

El Talon sufrió un espasmo. De pronto, un calambre atravesó de lleno sus sienes, provocando que sus manos soltaran a su preciada felpa para apretarse en puño contra su cráneo.

"¡Richard, baja de ahí en este momento!"

El Talon soltó un respiro tembloroso, ¿Quién había dicho eso?

"Amo Dick ¿Sería usted tan amable de...?"

El Talon negó.

<< Basta, pero... ¿Qué? >>

Las puertas de un lugar húmedo y enorme se abrieron. Una cueva. Él corrió a través de ellas, personas lo seguían, personas... no. Una persona. Alta, oscura. La sombra de... un murciélago.

El Talon abrió los ojos. El dolor se detuvo. La luz de la luna le daba de lleno en su espalda, algo propio cayó en el fondo de su estómago. Observó sus manos. Horrendas. Suyas. Su cuerpo... su cuerpo, que, de hecho, también era suyo. Y su nombre...

Un nombre.

Miró a los niños a su alrededor, durmiendo en sus camas. Tomó al oso Alfred entre sus manos y lo apretó contra su pecho. Su agarre temblaba, confundido, su mirada en el frente, tratando de unir los pocos hilos que tenía.

"Ahora, la custodia del niño..." de pronto, una oficina, una mujer de color con papeles enfrente.

La escena cambió.

"¿Estás feliz, Richard?"

El rostro en el espejo retrovisor de un auto, sonrió. Sus ojos eran azules, su piel era de caramelo. Su cabello era negro.

"Seguro, Bruce".

De nuevo, el Talon abrió los ojos, hecho un ovillo sobre sí mismo. Asustado de todas las imágenes en su mente que no terminaba de comprender. El rostro en el retrovisor apareció frente a sus orbes de nuevo.

–Richard... Richard... –y sus labios formaron aquel nombre tan bien.

Tim se removió en su cama, uno de los pies de Damián estaba sobre su mejilla. El Talon se giró a verlos, su ceño fruncido en pura confusión. Luego, sus ojos se ablandaron. Amarillos. Aterradores. El suéter que llevaba puesto sobre su camisa de pijama era cálido. Ellos se lo habían dado. Aún con sus ojos aterradores, con sus manos asquerosas y su cuerpo frío y pálido. Ellos se lo habían dado.

Ellos le habían dado todo.

El Talon apretó los labios.

–A salvo... –se repitió, sus rodillas arriba, Alfred el oso recargado en ellas, mientras el Talon apoyaba su frente contra la de la felpa, como si fuera el pequeño peluche al que él quisiera convencer–. Aquí... a salvo... aquí...

"¿Sabes? Algún día nos gustaría saberlo" Jason le había dicho, mientras la criatura le ayudaba a acomodar los trastes que el padre iba lavando, en los estantes "Tu nombre, quiero decir. Es algo extraño estarte diciendo << Talon >>, no sé" se encogió de hombros ", da ñañaras".

El Talon no respondió, sus oídos atentos, su mirada perdida.

"No... no tiene que ser ahora" el padre continuó, como quien no quiere la cosa "Digo, está bien si no te sientes cómodo, solo... Cuando lo hagas, cuando te sientas seguro... Dínoslo ¿Está bien?".

–Está... bien...

***

Era jueves por la noche, hora de la cena en el orfanato. Las madres estaban orando en la capilla, preparando todo para las próximas misas conmemorativas. Tim pensó en que esas misas siempre eran un mal presagio, pero, decidió dejar de lado el pensamiento.

"La sal" alguien musitó.

Tim suspiró y extendió una de sus manos hacia los condimentos en el centro de la mesa, mientras respondía.

–Claro –entonces, se dio cuenta– Oigan –arrugó el ceño y llamó la atención de los niños, que jugaban y se pateaban bajo la mesa– ¿Quién me pidió la sal? –preguntó.

Todos lo observaron, encogiendo los hombros en silencio, al tiempo que se miraban unos a otros hasta que una mano pálida retiró el objeto de las manos de Tim. El chico se giró hacia su lado izquierdo, observando atónito, sin comprender, cómo El Talon tomaba el objeto y lo observaba con sus grandes ojos amarillos llenos de cautela. Apurado, Tim lanzó una mirada a Damián en busca de una explicación, pero su pequeño hermano estaba igual de boquiabierto que él.

El Talon miró alternativamente a ambos hermanos, como si no supiera bien qué hacer. Luego, apretó los labios, antes de levantar su plato para ofrecerles de su comida en una especie de "Vamos a olvidar esto que hecho", mientras bajaba la mirada.

–Oh, gracias –Neil aceptó una de las patatas cocidas de buen grado.

–¡Neil! –Damián exclamó, y Neil no tuvo más que dejar la porción de alimento que había tomado de vuelta en el plato del Talon.

Tim sacudió la cabeza, sus ojos entrecerrándose incrédulos hacia la criatura, quién solo atinaba clavar la vista sobre su regazo, con sus hombros sufriendo pequeñas contracciones.

–Tú... –Tim comenzó a hablar, más preocupado que curioso esta vez, cuando, el fuerte estrepito de la puerta de la cocina al ser abierta le interrumpió.

–Okay, les tengo una buena y una mala: La mala es que se quemaron los panes, la buena es que aún son comestibles... o, eso quiero creer –Jason pasó al área del comedor, su cabello desordenado, el mandil que usaba sobre el hábito chamuscado en los pliegues.

El padre se inclinó apurado sobre la mesa, colocando la charola caliente con los baguets caseros a medio incinerar en el centro, al tiempo que se quitaba los guantes para hornear, sacudiéndolos. Fue entonces que se dio cuenta. Sus ojos claros se elevaron al percatarse del silencio en la habitación.

–¿Y ahora qué ocurre? –inquirió.

Tim y Damián compartieron una mirada. Luego, se giraron para ver al Talon quién estaba haciendo todo lo posible por fundirse con su silla. Nadie habló de nuevo, y los ojos amarillos por un momento miraron fijo a los condimentos en el centro de la mesa para después, posarse sobre Jason.

–Yo...

La charola cayó de las manos del padre con un estrépito. El Talon se estremeció.

–Hablaste –el padre notó con profunda obviedad. El Talon desvió la mirada un momento, antes de asentir, encogiéndose sobre sí.

–Tú... –Tim comenzó de nuevo con sus ojos asombrados posados en el Talon, haciendo que la criatura se girase a mirarlo. Tim apretó los labios, guardando silencio, realmente, no tenía nada que decir.

Damián tragó. Los demás niños se miraron unos con otros. El Talon se removió en su asiento, mientras el osito Alfred era fuertemente apretado por sus manos debajo de la mesa.

<< Asustados. Ellos... están asustados...>>

Sin embargo.

–Eso significa... –la voz de Alondra resonó en el silencio, sus ojos rasgados, claros y bonitos, mirando al padre Todd interrogantes.

–¿Ya va a poder decirnos cómo se llama? –Neil terminó la pregunta, fascinado.

Ahí fue cuando la burbuja de tensión se rompió. El padre Todd miró a Tim, luego, a Damián y, finalmente, observó a la criatura, al tiempo que sonreía.

–No lo sé ¿Por qué no se lo preguntas tú?

Y, de nuevo, los ojos de todos los pequeños se posaron en el Talon. Todos con la misma pregunta escrita en cada una de sus expresiones.

–¿Puedes...? –Tim comenzó, sus ojos claros, expectantes.

–Decirnos...

–¿Cómo te llamas?

Y quiénes fueron los valientes no tuvo importancia realmente porque, al final, con el oso Alfred sostenido fuertemente, asustado y con el corazón palpitando en su garganta, el Talon respondió.

–Yo... Ri-Richard –en una voz tan baja, que todos dudaron de haberla escuchado bien, sin embargo. Sin embargo, lo hicieron.

Y ellos lo sabían.

–Richard –Tim pronunció, una sonrisa en sus labios rosas, mientras reía en un susurro de profunda admiración.

–Es un nombre elegante –Damián opinó.

–¿Podemos decirle Dick? –Neil preguntó a Jason, para darse cuenta unos segundos después de que había dirigido su pregunta de manera equivocada, y se giró tímido hacia el Talon– ¿Podemos decirte Dick?

–¿Por qué no te decimos Ricardo? Ese es nombre de galán de telenovela.

–Cecil, no empieces...

Los niños siguieron discutiendo, uno tras otro haciendo preguntas que ni siquiera le daban la oportunidad de responder, pero, eso estaba bien. En algún punto de la entrevista, los ojos amarillos se posaron en los del sacerdote de nuevo.

El padre Todd sonrió, antes de apartar la mirada para exclamar.

–Okay, pero ¿Si estamos conscientes todos de que se van a comer los panes que hice como quiera? ¿No es cierto?

–¡Nooo! –los niños reclamaron, la cena continuó y más preguntas fueron hechas. Los pequeños maleantes discutieron, Neil atoró su boca en un vaso. De nuevo. Alguien lanzó uno de los panes quemados a través del comedor.

–¡Leobardo...! ¡No, no me interesa! ¡Te lo vas a comer!

El comedor era un caos, igual que siempre, todos hablando al mismo tiempo. Tim diciéndole a Jason que tenía que dejar de dar las misas alcoholizado. Jason respondiendo que eso pasaría el día que Tim dejara de drogarse con café.

"A salvo" el pensamiento recorrió su mente sin poderlo evitar. Y es que las personas que lo rodeaban eran tan cálidas.

Con las manos monstruosas apretando su pequeña felpa por debajo de la mesa, mientras se daba cuenta de que esa misma calidez comenzaba a crecer en su interior, por primera vez en mucho tiempo –tiempo que él ni siquiera podía recordar–, él sonrió.

Richard, Dick sonrió.

*

*

*

*

Okay, primero que nada me quiero disculpar porque esto no ha quedado como yo quería. De verdad, esto iba a ser comedia, pero, ya saben, todo lo que toco acaba en cosas feas. Literal, cuando escribí lo de las manos de Richard estaba hablando de mis propias manos, lo siento. En fin, también ofrezco una disculpa porque no está tan bien redactado como me hubiera gustado, y porque puede parecer muy forzado, pero, es que ya necesitaba que este nene hablara porque ya viene el cap en el que aparece Bruce y ¡ARGH! Lo siento, sé que es popo, pero bueno, ya ni modo. 

Por otro lado, a las personitas hermosas que comentan, neta se van a ir al cielo. 

Este capítulo es especial para un nuevo lector que,  literal, de unos días para acá se agarró a leer todo lo que hay de la Batfamily en mi biblioteca, y no para de votar y comentar y ya tiene mi corazón en una bandeja si lo quiere. El nombre es:

@TheDodoAffliction

 También dedicatoria especial a @LaSpiderPoetta y a @Gold_Lyon 

Literal estas hermosas personitas se lo pasan comentando casi que cada párrafo y enserio valoro eso porque se dan el tiempo de apreciar el trabo (medio tuerto) que hago. 

¡Les amo un buen, muchas gracias! 

Y gracias a todos los demás que leen, comentan y votan y a esos lectores fantasma también los quiero. Ya saben, consejos, sugerencias, siempre se aceptan. También si alguien quiere ayuda con algún escrito, me gusta compartir lo poco sé. 

Love u, guys! :3

P.D. Viene actualización de On Fire y, después, nos vamos a dar de lleno a Los 29 Días Más Dolorosos. Bendita cuarentena jajaj ok ya, que tengan linda noche 

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