Los Gemelos Fantásticos
¿Hasta dónde llegamos la última vez? Ah, ¡ya me acordé! Gustavo y Hugo casi le hacen un "Extreme Makeover Cavern Edition" a la cueva de Aimeé con el tren.
Resulta que estos dos, aburridos del Olimpo igual que Romynah, pero varios siglos antes, decidieron ponerse una PyME de Turismo.
El tren de Hugo era fantástico, moderno o antiguo por fuera, según la época que visitaran, para no llamar tanto la atención. Época que elegían gracias al reloj de Gustavo, que le permitía hacer viajes en el tiempo. El asunto es que a estos dos prácticamente los había criado Aimeé y... Tenían una boletería muy parecida a la "caja" de la cueva, boletería que iba montada en el último vagón, por si había que cobrar algún impuesto durante el viaje...
Habían hecho y deshecho el transcurso de la historia como se les había antojado y se divertían de lo lindo, con decirte que una vuelta Hugo había logrado que cambiaran la Bandera Argentina por una toda roja con la sigla C.A.I... Pero él decía que era "Carajo! Argentina Independizada" Claro que nadie se acuerda porque total Gustavo le dió para atrás a la cuerda del reloj y chau!. O que Gustavo, durante la Presidencia de Derqui, allá por el 1860, logró que la ciudad de Córdoba fuera la Capital de la República...
Pero esta última vez sí que tuvieron que huír precipitadamente de la aldea por culpa de la escasez de rinocerontes... no, pará, eso es de otro lado...
Ahora me acordé. El tren lo chocaron porque venían jugando con la palanquita de mando. Se había armado una joda bárbara en la "boletería". Traían a Cleopatra, a Lady Godiva, a Lady Marian, a la Coca Sarli, a Liz Taylor y a cuanta belleza, real o ficticia, se hubiesen cruzado por el camino, ya que el tren de Hugo era tan especial que incluso invadía la literatura. Hugo había preparado una olla de fernet con coca y ya vimos los resultados.
Aimeé estaba que echaba humo y les pegó una levantada en peso que hasta el mismísimo 2K-ense habrá reculado en el Olimpo
—¡Míralos no más a estos dos desgraciaos! ¡Tan orondos en su fiesta, trayendo a cuanta vieja se han cluzao en el camino! A mi casa la respetan ¡Mielda! Ya me han enfogonao
—Paráá che Aimeé, ¡No ti calenté! —Le dijo Gustavo, todavía temblando por la borrachera— A las chichís las despachamo' ensegida, ti vinimo a ver por otra cosa
— Del pedo que tenés al resto ni nos viste ¿no? —protestó Romynah. Esta chica tiene problemas afectivos, no hay duda.
—¿Qué hacés, gordi? ¿Vos también por acá?— la saludó Hugo con un abrazo que casi la deja sin aire
—¡Pará, bruto! ¡Apretá más despacio, che! Yo también te extrañé, pero no me apretujés.
—¿Se dieron cuenta? —preguntó Lynnes— Somos 7 Dioses del Olimpo, todos juntos.
—¡Los 7 magníficos!— dijo Cris aplaudiendo y dando saltitos
—Sí, dale. Y ahora aparece un cowboy haciéndole la propaganda a Marlboro— replicó Romynah muerta de risa
—El 7 es un número bíblico... —dijo Giel, mirándose despreocupadamente las uñas.
— Entonces ¡esto va a ser épico! —Exclamó Gustavo
—¡Suelta ya!— le dijo Cris, bastante impaciente.
—Vamos adentro mejor— propuso Hugo— De paso preparo un café y charlamos tranquilos.
—Buena idea— dije yo que no había hablado nada
—¿Y ésta?— preguntó Hugo, señalándome con el pulgar por encima del hombro
—¡Ni se te ocurra!— lo amenazó Romynah— Es Naylén, mi amiga, ahora te cuento bien.
—¡Ufa, che! pregunté nada más, no hacía falta que me amenacés así
—Te conozco... Por eso— y lo señaló con el dedo mirándolo fijamente.
—Ok, Ok— dijo Hugo levantando las manos a la altura del pecho.— No lo dejan divertirse a uno— replicó casi susurrando.
—¡Te escuché!
—¡Pero! ¡Es chiste!
—Mejor así...
Ya dentro de la cueva, y estando todos sentados a la mesa, Hugo sirvió el café y se sentó.
Creo que ni a propósito nos hubiera salido, pero escupimos el café todos al mismo tiempo
—¡Esto es agua 'e piringa!— gritó Aimeé
—Si hiervo un paraguas sale más rico, culeao— se reía Gustavo.
—Dejen que yo lo arreglo— les dije, levantándome. —Ustedes tienen mucho que charlar.
Mientras arreglaba el café, que había quedado aguado, los 7 olímpicos se pusieron al día, se contaban anécdotas, era una hermosa imagen familiar.
Les acerqué el café mejorado justo para escuchar la mejor parte:
—Tenemos que apoderarnos del Olimpo, papá ya lleva demasiados años en el poder, es hora de que tome el mando gente joven.
Y la hermosa imagen familiar se fue a los caños.
—¿Y cómo lo hacemos?
—Uniendo nuestros poderes, obvio
—Hay que hacer un plan
—Hay que meterle algo en la bebida
—El tema, antes que nada, es entrar
—Hay que llamar a Cande y que nos abra un portal
—¿Segura? ¿Y no te parece que le va a contar a papá?
—No creo— dijo Romynah— tengo la forma de que no hable.
Los 7 tomados de la mano pensaron en Candela al mismo tiempo
El dolor de cabeza que le agarró a la pobre piba al sentir las 7 voces de sus hermanos no tiene nombre. Salió corriendo al baño para que nadie la viera conversar con sus hermanos. Si estaban los siete juntos no era buen augurio.
—¿Qué pasa?— pensó Cande
—Tenés que hacernos entrar sin que papá se entere —Dijo Romynah, tomando la voz cantante.
—¿Vos estás loca, nena? ¿Qué están planeando?
—Te cuento si me prometés que nos hacés entrar y no decís nada.
—¡Ni a palos! si no me contás le digo todo esto a papá.
—¿Ah, sí? ¡Entonces yo le cuento a todo el mundo que sos re fanática de las novelas pedorras de Rayita!
—¡Eso sí que no! ¡Bruja podrida! ¡Sabés que con eso no se jode!
—Entonces hacé lo que te digo.
—¡Ufa! Está bien, pero tenés que esperar hasta la noche.
Gustavo y Hugo se fueron a repartir las minas que se habían dejado en el tren y a borrar los rastros de sus andanzas. Todos los olímpicos estaban muy ansiosos, también, armar una revolución en una tarde no era nada fácil... ni sensato. En fin, allá ellos.
Justo cuando volvían Hugo y Gustavo, Cande abrió el portal y del otro lado... Estaba 2K-ense esperándolos con una gran sonrisa de satisfacción que a más de uno le dio ganas de borrársela.
—¡Hijos míos! ¡Tanto tiempo!
—¡Fan de Rayita!— le gritaron a Candela, señalándola
—Paren que yo no fuí— se alejó llorando Cande
—¿A qué se debe el honor de su visita, queridos?
—Este, ah, que...
—¡Que te extrañamos mucho, papi!— dijo Lynnes corriendo a abrazarlo.
—¡Traidora!— le gritaron juntos los gemelos.
—Terminen ya de acusarse—dije, dando un paso al frente— yo le avisé.
¡Chan! y ahora???? ¡Se aguantan hasta el próximo muejejeje!
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