Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ASTRID II

La gorra blanca nadaba en un mar de gente, en un baile macabro que acercaba cada vez más al sospechoso a su enigmático objetivo. Ella intentaba seguirlo, pero el festival no ayudaba. Cada paso que daba se veía entorpecido por algún ebrio, niños correteando o algún tropezón involuntario. Algo dentro de ella sentía que estaba por ocurrir una catástrofe.

«No puedes fallar», se recordaba. Era su primera misión, la más importante para un novato. En especial, después de las palabras del teniente Ross.

El hombre era rápido y hábil, de eso no había duda. No tropezaba nunca, se mantenía a gran velocidad y nada parecía perturbarlo.

Los fuegos artificiales retumbaban cada minuto, tiñendo el cielo nocturno de colores brillantes. El alcohol impregnaba el aire y más aún en la zona de ocio. Las discotecas tenían luces neones, con imágenes de personas bailando; el ambiente alegre contrastaba demasiado con su situación.

Muy a lo lejos, el sospechoso seguía avanzando y ella aun no le perdía la pista.

Una sensación extraña le envolvía el pecho. No estaba segura de qué era, pero se sentía horroroso. Su corazón palpitaba a mil por hora y sus manos temblaban sin control. ¿Qué estaba sucediendo?

—Himmel. —El teniente Ross rompió su ensimismamiento, con una voz autoritaria e intensa—. ¿Me copia?

—Sí, señor —respondió, mientras pasaba detrás de un puesto de bebidas. El sospechoso se alejaba.

—No hay tiempo, el novato lo ha confirmado, esos dos son de alto riesgo, debes capturarlo, ¡pero ya!

La orden cayó como un golpe directo al rostro. ¿Debía usar la fuerza? ¿Acaso le estaba autorizando capturar a un enemigo? Su cuerpo se tensó, mientras clavaba la mirada en la gorra blanca. Se había detenido de manera abrupta.

El hombre giró su rostro en todas direcciones, haciendo que la chica se ocultara detrás de una columna cercana. Desde ahí, lo miraba con atención, pensando cómo derribarlo.

Sin embargo, en ese terrible momento, todo el tiempo pareció detenerse. El dron que había visto tiempo atrás volvió a sobrevolar el cielo, posándose justo sobre el sospechoso, y, en un parpadeo, un ruido agudo, como el de una campana antigua, le hizo estremecerse.

Todos los aparatos electrónicos se apagaron de golpe, las luces explotaron en una sinfonía destructiva y los gritos desesperados de las personas cercanas se convirtieron en algo perturbador. El hombre alzaba un arma pequeña sobre su cabeza, disparando varias veces y haciendo que todos se alejaran de él.

Astrid intentó usar el intercomunicador, pero tampoco funcionaba. Estaba sola.

Corrió en dirección al sospechoso, que estaba demasiado ocupado manejando al dron como para percatarse de su presencia.

«Llave al cuello, usaré su cuerpo como balanza para hacer que caiga, ¡no debo darle oportunidad!».

La estampida de gente no le dejaba avanzar, pero los evitaba, uno tras otro, escuchando gritos, lloros y mil cosas más.

Ya estaba cerca, faltaba tan poco...

Cuando de repente, un ruido potente, muchísimo más potente que todos los anteriores, casi le destruía el tímpano.

Al alzar la vista, notó con horror como el cielo se había pintado de rojo incandescente. Parecía los restos de una esfera de fuego. Era una explosión.

Se paralizó. Su cuerpo comenzó a temblar y cuando quiso reaccionar, el sospechoso la miraba fijamente. Tenía ojos marrones, era tan pálido como la leche y una sonrisa tensa se dibujaba en su cara.

«No... ¿qué hago?», pensó, sintiendo como una gota de sudor caía por su frente.

El arma del enemigo se fijó en ella, y, segundos luego disparó.

Astrid se dejó caer hacia un lado, escuchando el pasar de la bala. El hombre pareció disgustado, pero corrió en dirección contraria. No podía dejar que se escapara, debía reaccionar.

Se levantó, evitando ser arrollada por un grupo de chicos que corrían despavoridos. Fijó la vista en el sospechoso que seguía disparando para dispersar a los civiles.

No había manera de alcanzarlo, al menos no por tierra.

Alzó la vista, recordando el examen que presentó junto al Fortachón. Los balcones de la zona de ocio eran idénticos a la ciudad simulada de esa vez. Tenía la solución ante sus ojos.

Escaló por las afueras de un viejo bar llamado La última Nota, llegando hasta el segundo piso. Notó con alivio que desde allí, podía ver al enemigo con claridad.

Posó sus dos pies en la barandilla metalizada de color plata brillante y caminó con cuidado, casi conteniendo la respiración. Luego corrió, y con el corazón latiendo con violencia, saltó al siguiente balcón.

Repitió ese proceso varias veces, cada salto más arriesgado que el anterior, hasta que vio cada vez más cerca al objetivo.

Estaba a pocos metros del sospechoso, pero cuando se disponía a saltar sobre él, notó cómo giraba su vista hacia ella. Su respiración se detuvo y de nuevo esa sensación extraña recorrió su cuerpo. El sospechoso sonrió, una sonrisa que parecía disfrutar del caos, y arrojó algo brillante en su dirección.

No pasó ni un segundo cuando el dron apareció de la nada y el sonido familiar del rifle de repetición llenó el aire. El miedo le agarró el estómago, y sin pensar, saltó del balcón por instinto. Rodó al tocar el suelo, sintiendo un dolor agudo en el costado.

El hombre se alejaba con rapidez, pero Astrid, que tenía la visión borrosa y el cuerpo adolorido, alcanzó a ver hacia dónde se dirigía.

Ambos corrían, chocando con personas que se atropellaban unas a otras como en una estampida. Luego escuchó un disparo y más gritos. La multitud se alejaba en pánico del puesto de comida llamado Il mondo nuovo.

Había sangre en la acera. Un guardia yacía bocabajo, con un agujero en la frente. El estómago se le revolvió al ver esos ojos vacíos, que observaban a la nada. A lo lejos, la gorra blanca desaparecía en un callejón.

El sospechoso había cometido un error grave. Ese callejón no tenía salida. Se había encerrado solo en su intento de huida.

Astrid tomó el arma del guardia caído y avanzó hacia el callejón con cautela, apuntando en todas direcciones. Al fondo, donde unos basureros metálicos se amontonaban bajo un muro alto y oscuro que bloqueaba la salida; a la izquierda, tras un anuncio de bebidas antiguo; y a la derecha, donde un gorlack callejero saltó de un contenedor rojo y huyó, bufando.

«¿Dónde está?»

No había salida. El muro al final del callejón era demasiado alto para escalarlo. Era imposible que hubiera desaparecido. No había ningún lugar en el que pudiera esconderse... a menos que...

«¡Arriba!» Pero fue demasiado tarde.

El hombre se lanzó desde las escaleras de emergencia, cayendo sobre ella. La culata del arma chocó con fuerza contra su cabeza. El dolor estalló en su cráneo, como si su mente estuviera a punto de desmoronarse. Todo se volvió borroso mientras se desplomaba con fuerza.

El suelo, duro y frío, la recibió junto a la basura esparcida por el callejón. Su respiración se volvió errática, y su visión, un caos de sombras y neblina. Un latigazo de dolor atravesó su estómago cuando una patada la sacudió. Giró hacia la derecha, intentando incorporarse, pero el dolor punzante en la cabeza la dejó impotente, atrapada en un mar de desesperación.

Tanteó a su alrededor, buscando algo, cualquier cosa. «¿Qué busco? ¿Voy a morir?... no... papá... mamá... Evi... lo siento». Su mente estaba nublada por el pánico, pero entonces escuchó el clic del martillo del arma. Estaba listo para disparar.

«Algo, debe haber algo...» Sus dedos encontraron una superficie metálica y la agarró con fuerza. Usó las últimas fuerzas que le quedaban para girar sobre sí misma y golpear.

El chirrido de metal contra metal llenó el callejón, seguido por el estruendo de un disparo y una maldición que resonó en el aire.

Su visión comenzó a aclararse, y aunque el dolor punzante en su cabeza persistía, pudo ver que sostenía una tapa metálica roja, arrancada de un contenedor de basura. El arma del sospechoso había salido volando.

—¡Maldita sea! —gruñó el hombre de la gorra blanca—. ¡Eres una maldita perra!

El sospechoso se abalanzó contra ella, pero Astrid, en un reflejo, levantó la tapa metálica nuevamente, golpeando su cabeza con toda la fuerza que pudo reunir. El impacto lo derribó, y un hilo de sangre comenzó a brotar de su nariz.

Sabía que no podía vacilar. Necesitaba terminar con esto. Sosteniendo la tapa con firmeza, corrió hacia él para asestar otro golpe en la cabeza.

Pero el hombre fue más rápido. Una patada en la rodilla la hizo tambalear, y su golpe falló por poco. Antes de que pudiera recuperarse, sintió un golpe violento en su rostro, girándola hacia la izquierda. Apenas pudo mantenerse en pie.

«Es rápido», se dijo, mientras recuperaba el equilibrio. A pesar del dolor, se permitió un breve sarcasmo.

—¡Vaya! ¡Pero qué caballeroso!

Sus ojos se fijaron en el arma que había tomado del guardia. Estaba a solo unos centímetros. Tenía que alcanzarla, terminar con esta pelea de una vez por todas...

Pero sus pensamientos se interrumpieron cuando escuchó la voz áspera del hombre.

—Niña —dijo con desdén—, ¡Ya me hartaste!

En su mano, el hombre sostenía la otra arma.

No había tiempo para pensar. Levantó la tapa metálica justo cuando el sonido de dos disparos resonó en el callejón.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro