Capítulo 01/ Componentes de una vida agitada.
Capítulo 01/ Componentes de una vida agitada.
Tras despertarme gracias a mi despertador, una cosa ruidosa que sonaba cuando quería, mi gato maullando por comida y el ruido de la carretera a la primera hora de la mañana, veo mi celular, una carcasa vieja que había comprado usado, cargo a Sergio, mi gato que maullaba como desquiciado.
— Ya, has silencio gordo.
Lo dejo en la mesa, buscó su bolsa de comida, oh vaya sorpresa, vacía, veo a Sergio, el desesperado bosteza y vuelve a maullar. camino a la alacena, masa para waffles, cuatro huevos y una lata de atún, la tomo y se la sirvo en el plato, el gato empieza a comer y maldigo internamente, no me quedaba casi nada, caliento café soluble lo unico caliente en el duro invierno, tras darme unos par de tragos quema garganta me meto a bañar y tras un baño me pongo el uniforme del trabajo, le pongo agua a Sergio, dejo la puerta de mi habitación abierta y tomo mi gorra era color verde con un logo. "Tammy 's coffee Bear" con un oso bordado, lindo , me veo en el espejo un momento, tomo la llave y la meto en mi mochila, me pongo mis audífonos, y salgo de la casa dejando a Sergio dormido por algún lado del pequeño apartamento, bajo las escaleras y al ritmo de Beyoncé empiezo a caminar, en silencio veo el camino, al llegar meto mi tarjeta de ingreso y me pongo un mandil.
— Buenos días, hoy me toca la ventanilla de orden. — Murmuro tomando el audífono.
— No, hoy te toca mostrador, los turnos cambiaron. — Explica uno de mis compañeros tomando el audífono de mis manos.
— Demonios — Maldigo por lo bajo saliendo al mostrador, reviso que la estación esté lista y en cuanto llegan los primeros clientes me muevo lo más de prisa que podía.
— Bienvenido a Tammy 's Coffee Bear, Soy Hanna ¿Qué desea hoy? — Digo con una sonrisa puesta ya por la costumbre de atender a los clientes, la mujer de gafas grandes, abrigo de yoga y mallas deportivas todos de azul más brillante de cualquier tienda de ricachones me mira de arriba abajo, apoya su bolso de alguna marca que apenas puedo pronunciar sobre el mostrador y se quita las gafas.
— Quiero un Chai latte, leche de almendras, stevia y con canela en polvo, también quiero un ponqué de avena y zanahoria.
— Bien, serían 15 dólares y 60 centavos, ¿efectivo o tarjeta?
La mujer apenas me mira, saca de su bolso un billete viejo y arrugado. — Quiero mi cambio, completo.
Sin decir nada le entrego su recibo y cambio, el recibo se refleja en la pantalla de ordenes y ella se va a su mesa, sin darme tiempo a vocalizar nada escucho la voz de otro cliente.
— Café americano sin azúcar, panecillo de avena sin gluten.
— 17 con 50 señor— Hablo mientras este mantiene su mirada fija en su celular, escucha algo en sus audífonos.
El hombre me entrega un billete, hago lo de siempre y él hace lo suyo, alza la cabeza, mira su vuelto y lo deja en el tarro, se mete el recibo al bolsillo y se da media vuelta sin siquiera mirarme a la cara.
Sigo atendiendo alrededor de un rato, cuando tengo unos minutos libres me siento en el baño y aprieto los ojos. — Mierda. — Murmuro por lo bajo exhausto, escondo mi rostro entre mis manos y bostezo, estaba exhausta, me levanto cuando escucho la alarma en mis audífonos y vuelvo al mundo real, vuelvo a atender a los clientes.
— Bienvenido a Tammy 's Coffee Bear, soy Hanna ¿En que puedo asistirle? — Le muestro una sonrisa algo desganada por el ajetreo.
—Si, disculpa ¿Que puedo comprar con dos dólares?
Algo atónita por la pregunta me dedico a mirarlo, Tenía un gran abrigo, parchado por algunos lados, un gorro de lana y pantalones harapientos, Mi compañera a la lejanía me hace una mueca de asco, la ignoro volviendo mi mirada al muchacho.
— Una galleta de mantequilla. — La decepción en su rostro es palpable, veo a los lados y me aseguro que nadie me esté viendo, escribo en un trozo de papel una nota y se la entrego.
"Ve a la parte de atrás :)"
El muchacho me muestra una sonrisa antes de darse media vuelta y salir de la tienda, espero un momento y pido el cambio de turnos y corro a la cocina, veo los paquetes que habían retirado, chocolate caliente y una hogaza de pan, pongo algunas de las cosas en la bolsa junto a una botella de agua y una lata de fruta en conserva, salgo con discreción y veo al chico deambular en la parte trasera.
— Disculpe tantas molestias que le he causado, es que tengo tanta hambre. — Sus ojos se querían salir de sus cuencas al ver la gran bolsa de comida en mis manos.
– No te preocupes. — Musito Extendiendo la bolsa. — Soy Hanna.
— Y yo Ocean — Murmura empezando a comer, sus ojos eran muy azules casi como el mar
— Tengo que volver al trabajo Ocean... Pero si deseas algo más de comer un día de estos... No dudes en buscarme
La sinceridad de su sonrisa me conmueve, me despido con un ademán y vuelvo adentro a atender clientes todo el día, a la hora de la salida veo mi celular, sin notificaciones. Lo vuelvo a guardar, en la oscuridad de la noche me acompaña de camino a casa, me detengo en la plaza escuchando el suave tono de una canción de navidad, me asomo entre la multitud que cantaba a coro y le veo, con la bolsa de papel a un lado, con una guitarra en mano guiando a la multitud en perfecta armonía.
Campana sobre campana~
y sobre campana una.~
— Asomate a la ventana~ — Canto con cierta inconciencia mientras veía como todos ponían monedas algunos se iban otros llegaban, me mantengo de pie algo pasmada.
Dejo mi parte de la propina dentro de la gorra y me retiro sin dedicar palabra, el silencio me acompaña a casa, no sin antes pasar por la tienda de comestibles, le compro la comida a Sergio, me compro algo para cenar, exhausta llego a casa, le sirvo algo de comer al gato y me tumbo a la cama.
El sueño me invade, me quedo dormida más pronto que tarde, las horas se pasan tan rápido, apenas sentía que había descansado cuando suena la alarma, hago todo, como todos los días, me levanto, le doy de comer a sergio y como algo, me siento en el inodoro un rato, pensando qué hacer con mi vida, me tomo mis pastillas, y me pongo el uniforme, me brindo una sonrisa que se vuelve una mueca vacía y sin gracia, salgo de casa, en la puerta veo una nota, el papel tintado de amarillo por lo viejo, la firma roñosa y la impresión descolorida.
— Carajo. — Murmuro levantando la placa que sostenía el papel, me aseguro de cerrar con llave y me paro a los pies de la escalera, recuesto mi cuerpo contra la pared,
"Señora Hanna Elizabeth Myers, su contrato vence el día primero de enero del año 2026, su contrato no será renovado, tiene quince días para desalojar el inmueble, cualquier duda llamar al número... Att: Morgan Jones"
Respira Hanna, Uno... Dos...
Arrugo el papel y me lo meto en el abrigo, bajo las escaleras dando pisotones y salgo por el umbral dando un fuerte pisotón a la puerta, camino de mal humor, no podía permitirme un apartamento más caro que esto, no podía pagar un depósito y los depósitos que había pagado en el apartamento no cubría siquiera un mes de alquiler de cualquier zona del lugar, al llegar a la cafetería me siento un momento a pensar, pero algo era claro, no podía dejar de trabajar, empiezo a atender a clientes en el mostrador, me mantengo en silencio, el trabajo como la mayoría de días había sido aburrido, sin dramas, sin problemas, al salir me siento en una banca con el celular entre las manos, veo la pantalla, lo desbloqueo y busco el nombre de mi peor enemigo, mi padre.
— Doctor Myers al habla ¿Quién es? — Escucho su voz, era igual que antes, tan solida, tan fuerte, como si nunca fallara, el gran y espectacular neurocirujano.
— Soy yo. — Respondo viendo mis pies.
— ¿Elizabeth? — Su voz se entrecorta. — Hija.
Un nudo se posa en mi garganta, aprieto los ojos un momento.
— Te necesito. — Susurro, casi dos años sin estar cerca, sin dirigirnos la mirada, pero, él siempre estaba, Papá siempre estaría ahí.
— ¿Qué necesitas? ¿Está todo bien?
– No lo está. — Me derrumbo apretando la hoja dentro de mi bolsillo. — Quería saber... Si puedo volver a casa
— Claro que puedes. — Lo escucho toser del otro lado de la línea. — Después de lo que pasó, me preocupaba que nunca volvieras.
Apoyo mi cabeza contra la silla, siento náuseas por los nervios. cierro los ojos un momento
— En enero volveré a Montana... ¿No les causo inconvenientes a ti y a Laura? — Pregunto con cierta inseguridad.
— Puedes volver cuando quieras, hija, este siempre será tu hogar.
Tras un rato de palabrerías y formalidades él termina la llamada, empiezo a caminar, la noche ya entrada en sus salsas, el pueblo daba miedo de noche, las escasas colinas de nieve creaban sombras raras en el suelo, me abrazo a mi misma, escondiendo mis manos en mi abrigo, veo los pocos carros pasar por la avenida hasta llegar a casa, subo las escaleras y al entrar a casa cargo a Sergio, lo acurruco en mi pecho.
— Adivina a dónde nos vamos. — Susurro antes sus ronroneos, lo mimo un momento, me siento patética por un rato, pero me la paso hablando con el gato.
Unos días pasan y ahora estaba en el trabajo, atendiendo a clientes, viendo a cada personaje en aquella cafetería.
— Bienvenida a Tammy 's Coffee Bear, soy Hanna, ¿Qué desea hoy? — La mujer frente a mí me recuerda a alguien, aquellos ojos tan azules me lo confirman, era algo, no podía decir que, pero una posible pariente muy cercana de Ocean.
— Buenos días cariño, si por favor, deme cinco Americanos grandes y un cortado pequeño, y una docena de galletas de mantequilla.
— Bien. — Hago el recibo. — Son 35 dólares.
Le entrego el recibo, la mujer me mira por un momento, saca el dinero y me los entrega, por un momento vacila, pero saca un papel con una foto impresa.
— Él es mi hijo, Ocean, él... Él no es de aquí, somos de Montana, tiene problemas de adicciones y vinimos para llevarlo a casa, solo queremos ayudarlo. — Le brotan las lágrimas, me apresuro a darle servilletas y cuelgo el cartel en el corcho.
— Le conozco. — Explico mientras mi compañera le sirve los cafés. — Suele tocar en la plaza, señora, es un buen chico, este lugar es muy pequeño y turístico, si el se metiese en problemas lo habría sabido.
— Gracias, me acabas de dar una pista que no nos habían dado. Gracias linda, si lo encontramos estaré siempre en deuda contigo.
Le muestro una sonrisa empática, sus manos se posan sobre la mía rodeándome de un cierto calor maternal.
Cuando le sirven sus cafés me encargo de que todo esté bien empacado, tras un buen rato veo a aquel muchacho, su mirada cansada me recuerda a la mujer que había estado ahí hace un momento, le hago una seña para que fuese hacía atrás, me quito el mandil y me cuelo por la cocina, salgo y le veo dando vueltas sobre sus pasos.
— ¿Tienes hambre? — Pregunto con cierta curiosidad. — Tu madre estuvo aquí.
— No, ya comí. — Murmura nervioso, apoya sus manos en su rostro un momento. — Sí, la vi al otro lado de la calle. — Su mirada estaba llena de culpa y tristeza. — Me vine a despedir.
— ¿Despedirte? — Con cierta confusión me recuesto de la pared. — ¿A dónde vas?
— A un hospital, como siempre que me encuentran. — Un suspiro exhausto se escapa de sus labios. — Gracias chica.... Hanna ¿No?
— Oye, sinceramente no sé lo que te pasa por la cabeza, pero, si ese hospital te puede ayudar a mejorar... Es posible que puedas hacerlo, ama a esa familia que te quiere y si vinieron de Montana hasta aquí solo para cuidarte, oye chicos todos valen oro. — Poso mi mano en su hombro. — Espero que la próxima vez que te vea estés mejor.
Su mirada se suaviza, sus brazos me rodean en un abrazo cálido y cansado.
— Gracias por la comida, me salvaste la vida.
Cuando nos separamos le veo sonreír con cierta esperanza en su mirada, se da media vuelta, caminando con más calma, vuelvo a mi puesto y en un rato veo a una familia, se notaba el cariño que le tenían, al verlo corren a abrazarlo y este se funde en los brazos de aquellos a los cuales le puede llamar hogar.
Mi propia familia se planta en mi mente, mucho tiempo sin verlos, muchos cabos sueltos, no estábamos en buenos términos, volver a casa se sentía como perder una guerra contra mi propio ego.
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