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Resolución De La Crisis Familiar

Mi padre hasta el día de hoy no se explica lo que pasó, él aún dice ser escéptico en los asuntos de los médium y la clarividencia. Pasó varios días en cuidados intensivos, tuvo varias contusiones en la cabeza y hubo que suturarle varias heridas. Había perdido mucha sangre y yo me ofrecí a ser su donante; el médico que lo atendió era nada más y nada menos que el mismo que estaba de guardia cuando falleció Luna, al principio mi padre no quería dejarse atender por él, su arrogancia por pequeñas fracciones de milisegundos lo dejaban ciego, sin embargo después de meditarlo aprendió a que había salido del Seol bajo el mando de un coronel de guerra, y tenía el poder de extender el bien de la indulgencia por los pasillos del hospital.

Ese día me reincorporé a la universidad, para mí había sido un día agotador: Me había tocado ser evaluada por la doctora Amelia, ella era una mujer pequeña, regordeta en extremos ligados a la obesidad, con una cara de ogro inconfundible, era morena con toques verdes en los ojos, sus manos parecían una especie de Edema, caminaba de manera dificultosa por su obesidad, y se fatigaba a cada momento; siempre tenía su cabello suelto como si eso le diera el aire femenino que no tenía, y usaba de vez en cuando unos lentes que no se comparaban para nada con los míos.

Le gustaba reprobar a todos los estudiantes, así ellos estuvieran empapados en la teoría y la práctica. Muchos decían que la presión de su influencia era para convertirlos en excelentes profesionales de salud, mientras que otros expresaban tristemente que entraban en depresión y su autoestima bajaba debido a sus acciones. Yo no la conozco muy bien, solo me ha tocado ser evaluada por ella esta vez, y para ser sincera, la última opinión era la que más se acercaba a sus extenuantes características.

Todos me han dicho que tengo el don precioso de evocar por narraciones, tal vez he narrado sin sospecharlo siquiera un tormento riguroso para todos en Segundo Año con Morfología IV, solo nos queda esperar, como un artista sin profesión que nos llegue la gran oportunidad de nuestras vidas de poder demostrar que tenemos potencial.

Si quisiéramos cantar el himno en la Universidad y se pidiera formar columnas por orden de Tamaño, del menor al mayor, yo estaría de primera con vista a la Bandera. Mi estatura sigue diminuta, tanto que a veces ni me logran divisar en la Universidad; aparte de mi corta estatura, están mis ojos algo achinados, una expresión que cambiaba de las sonrisas a la seriedad de manera fugaz, y siempre que trataba de explicar cualquier concepto mi vocabulario se entrelazaba con muletillas innecesarias que colmaban el auditorio de interrogantes.

Me encantan los Animales, sobre todo los perros, aún recuerdo cuando en una de nuestras expediciones de la Universidad encontramos una camada de cachorritos marrones; Bárbara Ignacia tomó uno y yo otro que acurruqué en el bolsillo de mi bata; así Marroncito y Canela obtuvieron un hogar por ventura del destino.

Después de la experiencia con Andreína, no siempre tenía la oportunidad de hablar con ella; lo cual a veces me hace meditar durante horas; pero dejando eso de lado quiero ilustrar a las demás personas que se encuentran detrás de mí y Bárbara Ignacia en esa columna tan irregular y descabellada: Ojalá
ninguno piense que escribo para burlarme de ellos, porque como dice La Doctora Amelia: “Yo los quiero a todos”

Pero… ¿Uno puede querer por igual a todos? Eso es imposible, porque hasta
hay bases bíblicas que hablan de que José era el más querido por su padre
Jacob porque era el menor, y sus hermanos mayores se llenaron de envidia y tramaron una emboscada terrible en contra de él. Yo sé que tal vez no logre poder describir a ese salón tan estrafalario que me ha acompañado durante un año en este trayecto algo desmirriado como lo es la Medicina, pero aquí estoy tratando de rendir, como la oración en labios de los místicos, el descubrir
horizontes infinitos y satisfacer ansias misteriosas de mi espíritu.

No creo, por lo tanto, exagerar al decir no sólo que los quería, sino que los amaba y que como en todo amor bien entendido, en su principio y en su fin, me buscaba a mí misma. Para mis pocos años aquella larga existencia fraternal, en la cual se
encerraban aventuras de viajes, guerras, tristezas, alegrías, prosperidades y decadencias, era como un museo impregnado de gracia melancólica.

Detrás de Bárbara Ignacia estaba Kairubys, una muchacha algo flacuchenta que aún recuerdo haberla confundido con una princesa india, o alguna especie de ninfa del Amazonas; siguiendo esta hilera de ascendentes talentos estaba Lilia y
María, una era más delgada que Kairubys, la otra en su sobrepeso explicaba que en su pecho se guardaba un corazón muy noble; siguiendo este disparate ambulante nos encontramos con Lizmeirys y Liz, “Las dos Liz” Si uno se queda
viéndolas detenidamente se pudiera confundirlas con hermanas, son casi
idénticas; seguidamente como si se criticaran la vulgaridad del alma estaban Diannibeth y Carliana peleando por un muchacho el cual no les corresponde a ninguna de las dos; luego al final de esa hilera estaba la Fastidiosa de Valentina, la cual siempre me robaba todos mis conocimientos y me atosigaba al extremo, por lo que La Otra Bárbara decía que estaba enamorada de mí, pero eso nunca me causó gracia. Ya que era muy bonita para parecer lesbiana. Me conformo con mi “Ángel Guardian”, el cual tampoco me corresponde por obvios motivos pero igual eso es problema mío y no de ustedes.

Y al frente de esta marcha Socialista estaba con su hilarante pelo rojo
Angie; la cual era la vocera del Hospital y nuestra líder en cualquier evento que la Doctora Amelia mandara a hacer de improvisto; a su lado estaba Alejandra ondeando una bandera cuyo color rojo ya era fucsia, el azul era ya morado y el amarillo era carmín, porque llevaba años guardada en un armario del Consultorio, ¡Esa pobre bandera necesita ser renovada! Y antes de que se me olvide: llegando tarde estaban Laurimar y Edeimar, una de cabello rojo y la otra de cabello castaño, Dos primas que se trataban como hermanas.

Desde hace mucho he tenido una duda… ¡De verdad no entiendo porque ahorita la gente inventa
tantos nombres raros! ¡Y la mayoría de los nombres de niñas terminan en
“mar”! como por ejemplo: Greicimar, Luismar, Adaysmar y muchos otros más inventos de las mentes de las madres que no se conforman con una Petra, Juana o María.

¿Y yo donde estaba? Admirando desde mi Tren de Papel. En esta posición de almirante mayor podía contemplar a mi visión todas las divinas emociones que la vida, por dudosa previsión que no hacía falta, no había querido enseñarme todavía. Seguramente, ella divirtiéndose en verme envuelto en tal impaciencia, me mostraba maliciosamente con guiños el
tormento que viviríamos todos al pasar de año.

Germán había vuelto nuevamente a recogerme. Yo en realidad no tenía ganas de atenderlo, ni siquiera podía verlo en los ojos porque sabía que lo que estaba a punto de hacer le rompería el alma. ¡Ya no podía pasarme toda mi existencia complaciendo a los demás! ¡No podía poner en juego mi felicidad! Necesitaba soltar lo que llevaba dentro y romper este yugo desigual que me carcomía el Alma.

Toda la naturaleza parecía de fiesta y manifestaba su alegría. El aire parecía perfumado por alguna Colonia francesa. Germán me llevó al mismo lugar donde me le había declarado a Misel, yo de verdad me sentía muy incómoda y sentía que le estaba faltando el respeto, quería regresarme a mi casa, era como la niña que llevan obligada al médico, y que busca cualquier excusa para escaparse sin que nadie la vea, Solo que esta vez no quise caer en la trampa del caramelo que entrega la recepcionista a los niños que se portan bien.

¿Cuál era ese caramelo? Me sorprendí a ver que se acaba de su bolsillo una pequeña cajita, se arrodillaba y me pedía con una falsa modestia que me casara con él. El paso de felices parejas es un profundo llamamiento de vida, y hace brotar de todas partes el amor que se prometerán en la cama los amantes. Estaba muy cansada y sentía vagamente que mis ojos se cerraban, me sentía muy apenada por lo que iba a hacer y sentía que el resplandor del sol se iba a pagar cuando repitiera las palabras que Misel me dijo al oído:

—Germán, eres un excelente muchacho a pesar de tus cambios repentinos de amor, te has portado muy bien conmigo y eso lo aprecio. Pero — Tragué saliva y sentí que casi no completaba la frase — tú sabes que no te amo... Y no iría acorde a mi personalidad que aceptara tu propuesta, porque te haría infeliz y tú me harías infeliz a mí también. Hagamos como que este momento nunca pasó y guarda ese anillo para tu futura esposa, que aunque no soy yo, sé que en algún momento llegará, y será el más indicado.

Pasaré por alto todos los detalles de este tumultuoso intento fallido de contraer nupcias... Las muchachas bonitas hacen un dulce despilfarro de sí mismas, inclusive cuando ven en frente de sus ojos a su príncipe azul se comportan como los anticuados filósofos, pintores y poetas: Permanecen en Un éxtasis infinito. Un pequeño no puede convertirse en hombre de la noche a la mañana, igualmente una mujer no puede regresar el tiempo para volverse una señorita nuevamente; entre estos dimes y diretes, y sinónimos y antónimos el sol se puso y dió fin a este paseo algo ortodoxo.

Nunca llegué a idolatrar a una persona, hasta que Misel Richel González me hizo contradecirme en esta sentencia. Germán bien lo sabía, pero pensaba que podría cambiar mis sentimientos con regalos caros, una voz lenta y tatuándose todo el brazo. ¡Quería convertirse en Misel! Pero eso era prácticamente imposible, puedes salir de la miseria para hacer realidad tu paraíso, pero solo un idiota puede cambiar un paraíso para terminar en la miseria. Nunca me consideré una mujer virtuosa, y sé que nunca lo seré porque rechacé una oportunidad que según fuentes estadísticas me haría una mujer más del montón.

El alegre fin de la alegría se hizo notar rápidamente; durante la hora de salida de los correos y las diligencias el chisme voló de boca en boca hasta hacerse una gran noticia. De minuto en minuto mis amistades me catalogaban como una estúpida que había sido irreverente, desaprovechado a un hombre que solo quería un bien para mí; yo simplemente me hacía la sorda y demostraba la resiliencia que me habían enseñado durante mis guardias en el hospital, me tragaba todo mi orgullo y respondía "Sí, Amén Doctora así lo hice", y las personas se alejaban de mí considerándome una inepta.

No tendré ocasión de volver a hablar de Germán, me limitaría a escribir que un tiempo más adelante se hizo un reconocido abogado penalista, resolvía casos sin querer ser acreditado por ello, Amasó una enorme fortuna, se casó con una mujer arrogante, tuvo Gemelos Fraternos y al final cuando terminó en bancarrota y no tenía 200 francos para pagar sus pequeñas deudas, se terminó ahorcando en el patio de su casa. Existen hechizos, hechizos mágicos que pueden permitirte ver el futuro, Y eso era lo que mi desequilibrada mente anunciaba con tristeza en el porvenir de este extraño, querendón y tenaz hombre.

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