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Mi Hermana Luna

"las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones.

Lo esencial es invisible a los ojos"

Antoine de Saint Exupéry
(El Principito)

Cuando era chica mi madre dejó a mi papá por una infidelidad de éste y se consiguió un novio mucho más mayor que ella, era muy simpático y muy aficionado a la cerveza. Es posible que mamá hubiera cambiado de domicilio para estar cerca de ese personaje sin nada de autoridad Paterna, pero en realidad no recuerdo. Mi madre trabajaba, pero tampoco recuerdo en qué, Aunque actualmente lleva 15 años en el negocio del manicure y el pedicure, seguramente en esas fechas estaba empezando el curso para poner su propio negocio, pero creo que fue más tarde cuando se dió cuenta que era muy rentable, pero gastaba demasiado En el alquiler del local. Con ayuda de mi abuela montó Jenny'style en la sala de estar de la casa, que es donde actualmente labora y comparte gastos con su trabajo de educadora universitaria.

Al poco tiempo mi padre volvió, y el simpático novio destartalado de mi madre tuvo que irse de la casa; a los pocos días mi padre lo encerró en la penitenciaría por más de una semana hasta que cancelaran una elevada fianza.

Nunca más lo volví a ver con mi mamá, cada vez que ella se lo topaba en la calle por casualidad se hacían los indiferentes, pero yo cada vez que lo veía brincaba de la felicidad e iba corriendo a abrazarlo. Se llamaba Jesús pero yo consideraba que era un nombre demasiado religioso para una persona que nunca en su vida había pisado una iglesia.

Mi Abuela vivía todo el tiempo cansada del Trabajo, muchas veces se marchaba a casa de su Comadre porque Luis Ramón y yo éramos demasiado traviesos. Encontraba trabajos mejor pagados porque mi madre les exigía más de lo que estaba dispuestas a dar. Sólo sé que hubo muchas veces en las que mi Hermana Luna nos cuidaba en su ausencia.

Luna Era una verdadera chica adolescente que se reía mucho, inclusive hasta las lágrimas. Yo sólo tenía cuatro años, pero no dejaba de entrever que tenía un sentido del humor estupendo; por desgracia, además de estupendo era peligroso: cada estallido de júbilo daba como resultado juegos algo alocados que terminaban con mis rodillas llenas de magulladuras y con Luis Ramón llorando mientras se encerraba en el cuarto de mi mamá para esperarla.

A veces soy mala con las cifras, y casi nunca recuerdo fechas importantes. Pero en ese entonces Luna tenía 15 años, Yo apenas iba a cumplir 9 y Luis Ramón acababa de soplar 6 velitas en una fiesta repleta de mocosos malcriados y ruidosos. Durante esas fechas mi madre notaba que Luna se cansaba rápido, iba constantemente al baño, tomaba demasiada agua y tenía un apetito voraz, mi padre, un policía que simplemente le importaba limpiar las calles de los malhechores; nunca reparó en los cambios de su hija. Es por ello que mi madre una tarde cerró temprano su comercio para llevar a Luna a hacerse un chequeo médico.

Yo no fuí, pero estuve caminando de un lado a otro con Aires de preocupación. Amaba profundamente a mi hermana si ni siquiera demostrárselo. Yo estaba dispuesta a dar mi vida por ella; era mi ejemplo a seguir, mi ídolo, una perfecta imitación de la cantante Selena Quintanilla en cuerpo y en voz. Danzaba como si flotara en el aire, quería estudiar administración de empresas en un futuro y tener un hijo que se llamase Luis Fernando, para apodarlo gentilmente con la contracción sin apóstrofe "Luis Fer".

El doctor Báez había dado su presunta impresión diagnóstica:

IDX: Presunto caso de Diabetes Tipo 1.

Hace pocos días la doctora lucelyn me reprobó este tema donde hablaba de las Hormonas y el Sistema Endocrino. Me acusaba de no estudiar y me expulsó del salón, simplemente porque lo había explicado de manera coloquial y lloraba, pero no lloraba porque no me supieras el tema, sino porque poco a poco mis dolorosas reminiscencias iban tomando cavidad en toda mi mente, dejándola en blanco para poder anotar todo lo que serían las vivencias de este diario que estoy redactando con nostalgia.

Cuando mis padres creían que yo no estaba escuchando, pegaba mi oído a la pared para oír inaudibles sonidos, Pero lo único que podía entender era que estaban preocupados, con el paso de los días los exámenes de laboratorio y pruebas dieron positivo al diagnóstico. Para todos fue un golpe duro sobre todo para Luna, pero ella estaba acostumbrada a reaccionar con viveza con respecto a los casos de familia y golpes del destino.

Y siguió su vida normal: iba al colegio, pasaba 8 horas presa en un aula, regresaba cansada y con los pies hinchados a la casa, los fines de semana salía con sus amigos a la discoteca sin el permiso de mi mamá, fumaba con su ex novio en una cancha contigua a la casa Y muchísimas otras cosas que desafían la autoridad de los padres. Ella se respaldaba con que era su vida y tenía derecho a vivirla, Y yo que simplemente era una niña de tan tierna edad, no sabía si lo que hacía era bueno o malo. Mi Discernimiento era escaso.

Cuando empecé a crecer, y empecé a notar diversos cambios en mi cuerpo, me exaltaba y empezaba a llorar a moco suelto. Mi hermana era la encargada de sentarme en sus piernas y explicarme que todo era simple fisiología humana, que era algo completamente normal por lo que todas las mujeres pasaban. De esta manera veía como mis senos crecía, mi voz chillona se iba haciendo más sensual y en mis caderas se iba formando poco a poco una cintura de avispa. Cada vez que me miraba al espejo veía a una muchacha guapa y atractiva, pero yo no notaba mi belleza.

Tal vez fueron estos atributos los cuales hicieron que Misel se fijara en mí.

Ya ustedes lo conocen, no es necesario volver a describirlo: su imagen se queda eternamente plasmada en el alma de las personas que le quieren. Tengo pocos recuerdos de él cuando era apenas un niño. Era flacuchento, siempre usaba camisetas de variados colores, la mayoría de sus calzados estaban rotos y sus Bermudas gastadas. Los vecinos decían que llevaba una vida algo cochina, pero ni siquiera se atrevían a tocar a la puerta de la casa de la madre de Misel para averiguar por qué Él y su hermano estaban en tan deplorables condiciones. Hacía falta esperar que el destino confirmara los rumores de la muerte de algún joven en el vecindario.

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