La Abogada se enamora de su Cliente
Sí, Señor Abogado, me declaro Culpable, culpablemente Inocente de haberme enamorado de un maniquí, de un malvado hombre insensible, de un maniático tatuado… y aunque yo sé que esto puede valerme mi puesto aquí en el Bufete y en el Colegio de Abogados, No me importa, en
realidad ahora nada me importa, solo mi ingrata felicidad, si quieren enciérrenme en la mazmorra junto a él, eso no me importa me hago pasar por una antigua presidiaria
cimarrona, que en un intento de sosegar su ira acaudalada, corre a los brazos del primer delincuente que le prometa castillos de oro.
I
Diario de Misel Richel:
La tomé por los brazos con delicadeza, el agua le recorría toda la cara, su cabello embardunado en gelatina se había corroído por todo su rostro; sus lentes estaban todos
empapados; bueno, en realidad los dos estábamos totalmente
empapados; en ese momento no quería que el reloj de fantasía se acabase nunca, era mi mejor fantasía hasta ahora; ella cerró sus ojitos, le quité sus enormes lentes con gruesos cristales, y la besé un buen rato, bajo la lluvia…Hasta hace mucho
recuerdo nuestro primer beso; era de noche, veníamos de una fiesta, habíamos dejado a todos los demás muy atrás; y yo me aproveché de la soledad y de la oscuridad de la noche; la llevé al callejón de la Iglesia de la Esquina donde todos los hermanos
estaban saliendo de su culto diario; y la besé; cuando esos monjes vieron eso se escandalizaron de tal manera que se persignaron y nos reprendieron al diablo, por lo cual yo le grité a lo lejos:
—No es el diablo Señores, es la juventud, Diablo Ustedes con esas sotanas negras con capuchas.
Todos nos veían muy inocentes, retacados, serios y como intachables personas; pero todo era una careta; Los dos éramos tremendos, frente nuestros conocidos aparentábamos algo que no profesábamos en lo absoluto; si su familia (sobretodo su Padre que era Policía Estadal) se hubiesen enterado que estaba con ella paseando por la calle y besándonos bajo la lluvia yo saliendo de una gripe y ella recién vacunada hubieran pegado el grito al cielo, decomisado los teléfonos, y tomado medidas de alejamiento más drásticas de las que ya estaban planteadas.
Cuando abrí mis ojos nuevamente ya todo se había desvanecido: El reloj se había acabado; estaba en mi casa
nuevamente; toda oscura, desordenada y umbría; el cuadro
había vuelto a la normalidad; mi cama estaba deshecha; pero
mi teléfono tenía nuevas notificaciones ¿notificaciones? ¡El
mensaje de anoche! ¡Ella! ¡Otra vez!
II
Tengo que presentar 2 exposiciones, 3 exámenes, una defensa y varios ensayos para esta semana, y en lugar de estar como niña buena con lápiz en mano sacando conclusiones para
empezar con mi tarde de estudios, estoy frente el teléfono mandando textos. ¡Es increíble! Una persona tan lista y aplicada como yo ahora yéndome a estrellar en la lista de los
rezagados y reprobados por culpa de mi Admirador no tan secreto.
Quiero verlo, me muero por verlo, lo necesito abrazar, necesito tenerlo frente de mí para reconocer que esto no es ningún otro de mis sueños de infancia trastornada. No me
quiero ilusionar, mejor hubiera sido aplicarle la Ley del hielo y así no me sentiría tan apegada a él, es como si la señal del teléfono fuera con un imán, no puedo estarme tranquila sino
veo ni respondo sus mensajes. ¿Me estoy ilusionando sola? No lo sé, necesito verlo, no solo por mi ventana, no solo a una cuadra de distancia, necesito sentirlo conmigo, estoy loca por ese chico, el chico extraño, alto, amargado y corpulento de la cuadra de mi abuela.
Necesito una señal, aunque sea solo una pequeña, chiquita o minúscula, Dios no seas tan injusto conmigo, yo sé que no soy una chica religiosa pero apiádate de los enamorados, aunque sea solo los 14 de febrero…
Ustedes lo verán extraño, pero muchas veces quise correr a tocarle la puerta, no saben las enormes ganas que al final terminaban tiradas por la borda, pero no quería molestarlo, en si no lo conocía en persona, solo textos, y ni siquiera habíamos cruzado palabras personalmente, nuestras familias se tenían una gran rabia y nunca me permitirían acercarme a esa casa, y no tenía ninguna excusa contundente, además su madre era una persona invalida, exánime si es así como se dice, y no quería ser inoportuna.
La única opción que me quedaba para conocerlo era a través de la imaginación.
Sentía que lo veía en el colegio, me quedé helada, trate en todo lo
posible por no cruzármelo en el camino, esa mirada oscura,
penetrante, su caminar pausado y ronca voz que se oía a lo lejos me llenaba de pavor pero a la vez me atraía; en escondí entre la multitud de graduandos y lo seguía con cautela. En un instante dado un libro se le había caído, yo corrí a recogerlo,
pero cuando iba a gritar su nombre me quede muda, de mi garganta no salió ni siquiera un inaudible gemido.
Me guarde ese cuaderno que tenía una pésima caligrafía garabateada, y
me lo lleve a mi casa como si se tratara de un preciado tesoro.
En mi cuarto daba vueltas y vueltas presa de la incertidumbre, mientras en el colegio me ganaba las notas más bajas del curso, mi única preocupación y mi único pensamiento de la tarde era regresar ese libro, así que renunciando a todo puntaje de la defensa de Realidad Sociopolítica y al ensayo que tenía que entregar a primera hora de la mañana, me arme de valor, me escapé de mi casa por la puerta trasera sin que nadie se diera de cuenta y con pasos ligeros llegue a la casa de la esquina, donde vivía mi “Admirador Secreto”.
Esa tarde no me había escrito, en realidad tenía ya varios días que no me escribía, y cuando yo lo hacía nunca me respondía, eso me
resultó extraño y simplemente no me importó, yo estoy loca, siempre lo he estado, y mis impulsos frenéticos nadie los puede parar, necesitaba verlo, no de lejos, de cerca, sentir su mirada en mí, sentirme querida por aquel hombre tan temido y deseado
que no podía sacar de mi pensamiento.
Ya estando frente la puerta, iba a tocar pero no pude, iba a tocar el timbre y tampoco me atreví, en realidad yo siempre he
considerado a la timidez como una gran consejera y una excelente amiga, pero en estos momentos no me estaba ayudando nadita. Estaba Molesta conmigo misma en no poder hacer nada, había dado media vuelta, me iba a regresar a estudiar, pero algo me impulsó a volver, ya cuando iba a tocar la puerta alguien abre…
Mi primera reacción fue cerrar los ojos.
No quería abrirlos.
En realidad no quería ni estar allí.
Me estaba muriendo de la vergüenza.
En ese momento yo siento frente de mí una formidable sombra
masculina, siento en mi cara su respiración lenta y dificultosa, a
través de mis pestañas podía ver su silueta…
Abrí mis ojos.
Era él, no lo podía creer, me veía en una de mis mejores fantasías.
Su mirada estaba clavado sobre mis ojos, estaba aterrada, quería aferrarme a él, quería abrazarlo, quería besarlo, quería decirle con locura que lo amaba, pero no lo hice, estaba tan quieta, parecía una estatua de mármol… me miraba con
ternura, con una pequeña mueca burlona la cual imitaba una
sonrisa.
Yo le alargue mis manos con su libro.
Él lo tomó.
Me sonrió.
Nadie hablaba, las miradas hablaban por si solas.
Me dí la vuelta.
Su mano toco mi hombro y me volteé.
Ya no tenía miedo, ya no.
Me tomó las manos con vehemencia, sentí su fuerza tan delicada, me dolía un poco la presión de sus manos, mi corazón latía con rapidez, ya no me movía, ya no parpadeaba, en
realidad no me atrevía ni a respirar.
Su cara se acercó a la mía y sentí un frío beso en la frente.
Estaba loca por él, quería aferrarme a su cuello, no sé en qué momento me dí de cuenta que en mis manos había una nota, no, en realidad era una carta arrugada.
“Para ti”
Era la misma letra fea manuscrita que me limité a apreciar toda la tarde tratando de descifrar su significado.
Mientras regresaba a mi casa podía sentir su mirada, no se apartaba de mí, cuando volteé me hizo señas de despedida con la mano. Yo solo le sonreí y seguí mi camino mientras la carta que tenía en mis manos no me atrevía a leerla. ¿Era algo bueno? ¿Algo malo?
Era una pregunta.
—¿Quieres salir conmigo?
En este momento sube que era tiempo de reconectarme con la realidad.
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