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85 | avispas

Rescataron la camioneta, y una vez que estuvo libre del lodo, se dirigieron a la iglesia. Estaba abandonada y en ruinas, lo que los dejó a todos preguntándose dónde había escondido Denmark una cruz de oro.

—Está bien —dijo JJ—. ¿Dices que Denmark Tanny decidió esconder la cruz aquí?

—Sepárense —dijo Kiara.

—Bien. Si fuera una cruz y quisiera esconderme en una iglesia, ¿dónde me escondería? —preguntó John B.

—En algún lugar —respondió Luna.

—Gracias, Lu, por esa respuesta tan hermosa y directa.

Ella se encogió de hombros—. Tú preguntaste.

—¿Seguro que Denmark Tanny la escondió aquí? —le preguntó JJ a Pope—. ¿Estamos en la iglesia correcta?

—Tiene que serla —dijo Pope.

—¿Y si tenemos que presionar un botón secreto? —preguntó JJ, acercándose a un viejo órgano—. ¿O tocar... cierto acorde, y de la nada el suelo se abre y devela unas catacumbas debajo de nosotros?

—Has visto demasiado Scooby Doo —dijo Luna.

—¿Y si buscamos pistas obvias? —preguntó John B.

—No es una sala de escape —dijo Kiara.

—Tiene que estar aquí —dijo Pope—. Vamos.

—No sé dónde podría estar —dijo John B.

—No. ¡No pudo embarcarnos en esta persecución y que desemboque en ua iglesia vacía! —exclamó Pope.

—Lo entiendo —dijo John B—. No sé qué decirte.

—La pista nos trajo aquí —dijo Pope—. La cruz está en esta iglesia.

—Pope, todo estará bien —dijo John B—. Ya tuvimos contratiempos y los superamos. La encontraremos.

—Tiene razón —dijo Kiara.

—Debemos pensar en esto lógicamente —dijo John B—. ¿Sí? ¿Dónde más esconderías una cruz de oro de dos metros?

JJ notó la expresión de Pope y preguntó—: ¿Qué?

Pope se levantó lentamente, mirando hacia arriba. Siguiendo su asombro, Luna vio las vigas encima de ellos en forma de cruz y jadeó—. Dios mío. Miren.

Pope comenzó a escalar la pared, y John B dijo—: Pope está escalando la pared.

—Pope, espera, esto es una locura —dijo Sarah.

Entre la disidencia de sus amigos, Pope llegó hasta las vigas y golpeó la madera—. Bien, esta es de madera sólida. Probaré la otra viga.

Maniobró, con sus amigos recordándole que la madera se estaba pudriendo, y cuando JJ señaló el nido de avispas sobre la cabeza de Pope, Luna hizo una mueca. Al descubrir que una de las vigas estaba hueca, Pope pidió una palanca y Sarah se dirigió a la camioneta. Cuando regresó, le arrojó la palanca a Pope, quien la atrapó con relativa facilidad.

Cuando Pope comenzó a tirar de la madera, los ojos de Luna se abrieron con sorpresa—. ¿Ven eso?

Allí, escondida en la madera hueca, estaba la cruz de oro. Emocionadas, Luna y Kiara se unieron a Sarah en su risa eufórica, incapaces de controlar sus vítores. Su entusiasmo pronto murió cuando Pope comenzó a enfrentar la ira de las avispas, quienes lo picaron y le hicieron perder el equilibrio.

Colgando de las vigas, el peligro inminente de Pope hizo que todos saltaran a la acción, empujando a un lado los bancos y ensamblando los cojines polvorientos en el suelo para tratar de amortiguar su caída. Luna estaba poniendo cojines cuando Pope perdió el control y cayó sobre ellos.

—¡Pope! —exclamó Kiara—. ¿Estás bien?

—¿Estás bien? —preguntó Luna, mirando hacia arriba—. ¡Chicos!

Por encima de ellos, la cruz se estaba soltando y Kiara miró a Pope—. ¡Muévete!

Rodó fuera del camino cuando la cruz atravesó el suelo donde había estado acostado. Luna se arrodilló al lado de su amigo—. ¿Estás bien?

—Sí —dijo Pope—. Denme un momento para recuperar el aliento.

—¿Pope? —preguntó Luna, ayudándolo a ponerse de pie mientras el resto de sus amigos examinaban la cruz—. Pope, ¿estás bien?

—Sí —dijo Pope, interrumpiendo la discusión de JJ y John B—. ¡Oye! Es la cruz de mis ancestros.

—Bien, está bien —dijo JJ—. Está bien, entonces...

—Esto es más grande que el dinero, y el mundo debe saber la verdad —dijo Pope.

—Si no nos vamos antes de que llegue Limbrey, nadie lo sabrá —dijo John B—. Así que...

—Pope —dijo Luna, tomándolo del brazo—. Pope, tu ojo se está hinchando. ¿Estás seguro de que estás bien?

—Sí —dijo Pope—. Movamos la cruz.

Todos trabajaron juntos para levantar la cruz, que era increíblemente pesada. Pope parecía estar luchando, y Luna se preguntó si realmente estaba bien. Cuando él tuvo que dejar la cruz y se dejó caer sobre uno de los bancos, respirando con dificultad, ella negó con la cabeza.

—Pope, ¿qué pasa? —preguntó Luna. JJ, John B y Sarah discutían detrás de ella, pero Luna estaba concentrada en Pope—. Mierda, Pope, ¿eres alérgico a las avispas?

—Yo no... yo nunca... no sé —dijo Pope.

—Mierda —dijo Luna—. Chicos. ¡Chicos! ¡Pope no está bien! ¡No está bien!

Pope jadeó—. No puedo...

—Está teniendo una reacción alérgica —dijo Kiara.

Pope se desmayó, deslizándose del banco, y Luna y Kiara lo levantaron de un tirón, olvidándose de la cruz mientras sacaban a Pope de la iglesia en un intento desesperado por llevarlo a un hospital.

—¡JJ! —dijo Luna—. ¡JJ!

Se amontonaron en la camioneta del padre de Luna, JJ y Luna en los asientos delanteros, y él la dirigió a través de la ciudad hasta que le ordenó que se detuviera. Golpeando su mano sobre la bocina cuando Luna se detuvo en el camino de entrada, frenó de golpe y se apresuró a salir del auto mientras JJ corría hacia la puerta.

Aparentemente, al primo Ricky no le impresionó que JJ le robara la ambulancia y aún guardaba rencor, pero después de que Luna y Sarah comenzaron a gritar que Pope no podía respirar, Ricky les abrió la puerta y les preguntó—: ¿Quién no puede respirar?

—¡Míralo! —gritó John B, señalando a Pope—. ¡Ayuda a mi amigo!

De mala gana, Ricky abrió la puerta y Luan entró corriendo—. Un gusto. ¡Lo siento!

Ella y Sarah empujaron todas las pertenencias de Ricky fuera de su mesa mientras JJ y John B acostaban a Pope. Ricky preguntó—: ¿Qué le pasa?

—Avispas —dijo Sarah.

—¿Avispas?

—¡Sí!

—¿Es alérgico a las avispas?

—¡Claramente! —exclamaron Luna y Kiara.

—Una colmena de avispas —dijo John B.

—Aguanta, tengo que buscar mi equipo —dijo Ricky, desapareciendo de la habitación.

—¿Dónde está tu equipo? —gritó Kiara.

Luna comenzó a ayudarlos a buscar una bolsa de lona, pero afortunadamente Ricky la encontró en el garaje. Cuando regresó con ellos, sacó una aguja mientras las voces de todos se superponían entre sí.

—Aquí está —dijo Ricky—. Esta es una dosis pediátrica de epinefrina.

—¿Será suficiente? —preguntó Sarah.

—Es 10 veces la dosis normal —dijo Ricky—. Si no le para el corazón, lo ayudará, pero debo usarla toda o no funcionará. Y no quiero problemas si muere.

—¡Hazlo! ¡Dásela! —gritó JJ—. ¡Vamos, apúrate! —tomó la mano de Luna, susurrándole—: Odio las agujas.

Ricky administró la droga y dio un paso atrás—. Bien, listo.

—¿Ahora qué? —preguntó Sara.

—Ahora esperamos —respondió Ricky.

Después de unos segundos, Pope seguía sin responder, y Kiara dijo—: Lo mataste.

—No.

—¡Sí, lo mataste!

—Yo no hice nada —dijo Ricky.

—¿Qué hiciste? —exclamó Kiara.

—¡Exactamente lo que me pidieron!

—¡Por favor! ¡Por favor! ¡Pope, por favor! ¡Vamos! —gritó Kiara, mientras Luna retrocedía y se tapaba la boca con la mano.

—Pope, vamos, hermano —dijo JJ, sacudiéndolo suavemente.

Después de un segundo, Pope jadeó y Luna contuvo la respiración.

JJ dijo—: Espera, espera...

—¿Pope? ¿Pope? ¿Pope? —preguntó Kiara.

Luna prácticamente comenzó a llorar en el acto cuando el alivio se apoderó de ella. Pope se incorporó y Luna dejó escapar un sollozo de alivio cuando John B notó su llanto. JJ estaba ayudando a Pope a quitarse la camisa después de que se quejara de que tenía demasiado calor, mientras que John B abrazó a Luna.

—¿Estás bien? —preguntó John B.

Luna negó con la cabeza—. Necesito un poco de aire.

—Vamos —dijo John B, ayudando a Luna a salir.

—Cielos —susurró Luna—. Pope casi muere y yo estoy aquí llorando por eso.

—Oye, está bien —dijo John B, mientras JJ y los demás trataban de calmar a Pope después de que salió por la puerta—. Está bien, han sido unas semanas difíciles.

—Suenas tan co...

—Condescendiente, lo sé —dijo John B, haciendo una mueca—. Me di cuenta después de que lo dije.

—Pero no te equivocas —dijo Luna, frotándose los ojos—. Dios, a veces me pregunto si esto vale la pena.

—¿Crees que lo vale? —preguntó John B.

Luna asintió—. Sí —cuando John B no parecía convencido, suspiró—. Quiero decir, después de todo lo que hemos hecho, nos merecemos una victoria, así que vamos a buscar esa maldita cruz.

—Esa es mi chica —dijo John B, riendo—. Vamos.

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