16 | vamos a morir
—Entonces, ¿cómo estuvo la cena? —preguntó JJ, mientras Luna salía de su casa.
Luna se encogió de hombros—. No lo sé, estuvo bien.
—¿Cómo es la nueva amiga de tu papá? —preguntó JJ—. ¿Es sexy?
—No, JJ —dijo Luna, mientras ella y JJ se dirigían hacia la casa de John B—. Es realmente agradable. Su nombre es Lainey.
—¿Lainey? —preguntó JJ—. ¿Por qué conozco ese nombre?
—Lainey como Lainey Robertson, nuestra profesora de física —dijo Luna.
Los ojos de JJ se agrandaron—. ¡Maldita sea, ella es muy sexy! Tu papá es un genio.
Luna le dio un codazo a JJ en las costillas—. Fue tan extraño estar sentada con mi profesora. Me sentí como si estuviera en una conferencia de padres y maestros.
—Maldita sea —rió JJ—. Eso debe haber sido incómodo.
—Ojalá hubieras estado allí —dijo Luna—. O John B, Kie o Pope. Mi papá preguntó por ustedes.
—¿Le dijiste que estábamos buscando tesoros? —preguntó JJ.
Luna negó con la cabeza—. No, ¿qué tan tonta crees que soy?
—¿En una escala del uno al diez? —preguntó JJ—. Un nueve.
Luna negó con la cabeza—. Estúpido. Oye, ¿qué había en la bolsa?
—¡Ah cierto, lo olvidé por completo! —exclamó JJ—. Entonces, volvimos a lo de John B y abrimos la bolsa y todo lo que encontramos era una brújula, así que todos pensamos: "en serio, casi morimos por una brújula", pero luego John B dijo: "esta brújula es de mi papá", así que todos estabamos como: "no puede ser", y fue muy loco.
—¿La brújula de su papá? —preguntó Luna—. ¿Qué estaba haciendo en el barco de Scooter?
—No lo sé —dijo JJ—. Es por eso que tú, John B y yo vamos a ir a preguntarle a la esposa de Scooter.
—¿En serio? —preguntó Luna—. Ten algo de tacto, JJ. La mujer acaba de perder a su esposo. Al menos deberíamos llevarle algo.
—¿Cómo qué? Solo tengo 2 dólares en el bolsillo —dijo JJ.
—Yo tengo dinero —dijo Luna—, el que encontré en la bodega.
—700 dólares —dijo JJ con nostalgia—. ¿En qué lo vas a gastar?
—En nada —respondió Luna.
JJ sacó la lengua—. Aburrida.
—Cállate —rió Luna.
Cuando llegaron a lo de John B, JJ se llevó un dedo a los labios y golpeó la puerta con el puño—. ¡Servicios Infantiles! ¡Sé que estás ahí!
Cuando JJ saltó frente a la ventana y asustó a John B, Luna escuchó su risa.
—¡Te atrapé! Deberías haber visto tu cara.
—Déjalo en paz, JJ —dijo Luna, golpeando la ventana—. Levántate.
Cuando finalmente salieron a la carretera en la camioneta de John B, Luna se acostó en la parte de atrás, con las piernas apoyadas en el respaldo del asiento de JJ, los tobillos descansando sobre sus hombros. Tenía un libro abierto en el pecho, tratando de ponerse al día con la lectura, pero con el manejo de John B, tenía más posibilidades de leer otro idioma con fluidez que leer las palabras en la página frente a ella.
—Solo digo que no entiendo por qué no lo intentas con Kiara —dijo JJ—. Es obvio que le gustas. Está como "oh, John B".
—¿Eso hace? —preguntó John B—. ¿Y tú y Luna? Te volviste loco cuando se zambulló y tomaste su mano.
—Estoy aquí —dijo Luna, levantando su mano—. Y, además, he compartido un momento más romántico contigo que con JJ, John B.
—Es presa fácil —dijo JJ—. No finjas que no lo notas. Lo veo en tus ojos. Estás como "me gusta" y empiezas a sonrojarte —JJ se giró en el asiento para mirar a Luna—. ¿No es verdad?
—¿Me sonrojo? —preguntó John B.
—Sí, un poco —dijo Luna.
JJ agarró la brújula del tablero, y cuando John B intentó arrebatársela, dijo—: ¡Solo la estoy mirando!
—Debo admitir que la brújula de tu padre en el barco de Scooter es raro —dijo Luna.
—Por eso hablaremos con la Sra. Lana, para resolver todo esto —dijo John B.
—Estoy segura de que le encantará hablar con nosotros —dijo Luna—. No es que su esposo se haya ahogado ni nada.
—Bien, Luna —dijo John B—. ¿Por qué estás aquí si no estás de acuerdo con esto?
—Para asegurarme de que ustedes dos idiotas no hagan nada... tonto —respondió Luna—. Ahora, si no les importa, me gustaría al menos terminar esta página.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó JJ, arrastrándose hasta la parte trasera de la camioneta.
—Se llama Fahrenheit 451 —respondió Luna—. Se trata de... ¡JJ!
No tuvo la oportunidad de terminar su oración porque JJ se dejó caer sobre Luna y le tiró el libro de las manos. Levantó la cabeza para ver a JJ apoyando la barbilla en su esternón y arqueó las cejas.
—¿Cómodo?
—Claro —respondió JJ—. Dime sobre este libro, pero que no sea aburrido.
—Se trata de un bombero que se encarga de quemar todos los libros del mundo —dijo Luna—. La literatura es ilegal y en lugar de apagar incendios, los bombero queman libros.
—Eso suena tonto —dijo JJ—. Pero, de todos modos, ¿quién querría leer?
—Yo —dijo Luna, recogiendo su libro—. Ahora, si no te importa, me gustaría continuar.
—Demasiado tarde —dijo John B—. Estamos aquí.
—Maldita sea, JJ —murmuró Luna.
JJ la besó en la mejilla—. Lo siento, princesa.
Cuando salieron de la camioneta de John B, Luna dijo—: ¿Sabes cómo se ve esta casa?
—El que vive aquí fuma mucha marihuana —respondió JJ.
JJ pasó un brazo alrededor de los hombros de Luna cuando el sonido del vidrio rompiéndose resonó desde el interior de la casa. Los ojos de Luna se agrandaron.
—Quizás deberíamos volver. Es muy pronto —dijo JJ.
—No —dijo John B—. Cállate, JJ.
Luna escuchó gritos desde adentro, voces que gritaban amenazas a Lana, y Luna tomó la mano de JJ—. Yo...
—Shh —dijo John B—. Vamos.
—No te preocupes, princesa, te tengo —dijo JJ.
—Encantador —dijo Luna en voz baja.
John B se acercó a la ventana, y cuando JJ vio la silueta de un hombre, se apresuró a saltar sobre su amigo y tirar de él hacia abajo. Luna se unió, agachándose a su lado.
—¿Sigues pensando que debemos quedarnos? —preguntó JJ.
—La brújula no estaba en el barco —gritó el hombre—. ¿Dónde está, Lana?
Lana sollozaba y seguía diciéndoles a los hombres que no sabía dónde estaba la brújula, y un fuerte golpe hizo que una especie de polvo cayera sobre JJ, John B y Luna.
—¿Qué demonios? —preguntó Luna—. ¿Es pintura?
—Sí, es pintura —respondió John B.
—Deberíamos salir de aquí —dijo el hombre de la casa.
—Vámonos —siseó JJ—. Tienen...
—Cállate —respondió John B.
—Tienen contrabandista escrito por todas partes —terminó JJ.
John B los empujó detrás de la pared cuando los hombres salieron de la casa, en dirección opuesta. Luna notó el bote familiar, reconociéndolo como el que los había perseguido a través del pantano el día anterior.
—Esos fueron los que nos dispararon —dijo Luna.
—Mierda —susurró JJ.
Cuando el bote se retiró y los hombres desaparecieron, Luna rodeó el costado de la casa y subió los escalones del porche. John B gritó su nombre, pero Luna lo ignoró. Lana podría estar herida.
—¿Sra. Lana? —susurró Luna—. Sra. Lana, ¿está aquí?
La casa había sido saqueada por los hombres que habían estado antes que ellos. Cuando Luna atravesó una puerta, vio a la Sra. Lana acurrucada en el piso de su baño, temblando visiblemente.
—Sra. Lana —jadeó Luna.
—¿Luna? —gritó JJ—. Luna, ¿dónde estás?
—Aquí —respondió Luna, dirigiéndose hacia la mujer—. Sra. Lana —mientras Luna colocaba una mano sobre el hombro de la mujer, ella se estremeció.
—Está alterada —dijo JJ.
—¿Necesita un médico? —preguntó John B mientras se agachaba junto a Luna—. Llamemos al sheriff.
—Sin policías, por favor —sollozó Lana.
—Eso no es bueno —dijo JJ—. Vamos.
—No deberían estar aquí —espetó Lana.
—Eso me basta —dijo JJ—. Vamos.
—Espera —dijo John B—. ¿Qué sabe de estos tipos?
—Estaban buscando algo —respondió Lana.
John B sacó su brújula—. ¿Tiene que ver con esto? —cuando Lana vio la brújula, sus ojos se abrieron y una expresión de terror cruzó su rostro—. ¿Sabe algo de esto? Es de mi padre y Scooter la tenía. ¿Por qué?
—Scooter no la tenía —dijo Lana—. No le digas a nadie que tienes eso. No pueden saberlo. ¡Debes salir de aquí!
—¿Por qué? —preguntó John B—. ¿Qué sabe de la brújula?
—¡Vete! ¡Fuera! —gritó Lana.
JJ ayudó a Luna a ponerse de pie y ella agarró la camiseta de John B—. Debemos irnos. Vamos.
JJ se negó a soltar a Luna hasta que salieron de la casa y estuvieron a salvo dentro de la camioneta. Cuando Luna se sentó en el suelo, se pasó las manos por el pelo—. Chicos, esto es una locura.
—Lo sabemos —dijo John B—. Pero tenemos que averiguar qué tiene de especial la brújula.
—¡No! —exclamó Luna—. ¡Esos tipos nos iban a matar, John B! Claramente la quieren, así que debemos asegurarnos de que nunca descubran que la tenemos.
—Tenemos que averiguar por qué la quieren y qué tiene que ver con mi padre —dijo John B.
—Dios mío, vamos a morir —susurró Luna.
JJ le dio unas palmaditas en la pierna—. Estaremos bien.
Aún así, Luna no estaba convencida.
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