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14 | besos en la cocina

Cuando Luna llegó a casa esa noche estaba arrastrando a JJ con ella. Estaba claramente borracho, y después de que ella le arrebatara el arma de la mano y se asegurara de que no fuera un peligro para nadie, ella y sus amigos consiguieron que John B regresara a su casa y se separaron. Kiara y Pope se quedaron en casa de John B para vigilarlo, pero JJ era un desastre, así que Luna se ofreció a llevarlo a su casa y vigilarlo.

Hizo que JJ durmiera en el sofá, donde se quedó hasta que ella lo despertó a la mañana siguiente. Todavía estaba enojada por el comportamiento imprudente de Topper y JJ y el hecho de que su velada fue arruinada, y mientras agarraba la caja de cereal del estante superior después de arrodillarse en el mostrador para buscarla, sintió unos brazos rodeando su cintura y tirando de ella.

—Lo siento —murmuró JJ, mientras presionaba su rostro contra su hombro.

—¿Por qué? —preguntó Luna, tratando de zafarse de su agarre.

—Por sacar el arma —respondió JJ—. Por asustarte. Por dejar que Topper te agarre así.

—Está bien —dijo Luna—. Pero no puedes seguir haciendo esto, JJ. No quiero verte en la cárcel.

—Lo sé —murmuró JJ, todavía abrazando a Luna—. Y lo siento. Solo quería protegerte.

—Y lo hiciste, ¿de acuerdo? —dijo Luna, inclinando la cabeza hacia atrás de modo que se apoyara en el pecho de JJ, una mano estirándose para pasar sus dedos por su cabello—. Siempre me has protegido, pero tienes que dejar que yo te cuide.

—Lo siento —susurró JJ—. Lo arruiné.

—Sí, lo hiciste —respondió Luna, dándose la vuelta en los brazos de JJ, viendo que no tenía intención de dejarla ir—. Te equivocaste, JJ, pero está bien. Ahora tenemos que mantener un perfil bajo.

—Perfil bajo —murmuró JJ, asintiendo con la cabeza junto con lo que estaba diciendo—. ¿Alguien te ha dicho que eres realmente bonita?

—¿Sigues borracho? —preguntó Luna, levantando las cejas.

JJ asintió—. Quizás un poco, pero solo digo. Eres la chica más linda de la isla, Luna.

—JJ —dijo Luna en voz baja.

—Cuando vi a ese chico hablando contigo, me... enojó tanto —dijo JJ—. Quería ir y decirle que retrocediera. Que eres mi chica.

—No soy tu chica —dijo Luna.

—Pero podrías serlo —dijo JJ, apartándole el pelo de los ojos—. Podrías ser mi chica.

—¿Qué pasa con la regla, JJ? —preguntó Luna—. Sin relaciones entre Pogues, ¿recuerdas?

—Las reglas están hechas para romperse —susurró JJ.

Se veía tan vulnerable, con los ojos muy abiertos y llenos de confusión. Aún estaba borracho, y Luna lo sabía, pero nunca se había visto más hermoso. Su cabello todavía estaba desordenado por dormir sobre él, y sus ojos transmitían todo lo que no estaba diciendo.

—JJ —dijo Luna, presionando contra su pecho—. No podemos.

—¿Por qué no? —preguntó JJ—. ¿Porque nos conocemos hace mucho tiempo?

—Eso, y el hecho de que existe la regla —dijo Luna.

JJ negó con la cabeza—. La regla es una mierda.

Se estaba inclinando más cerca, y Luna estuvo tentada de detenerlo. Lo dejó presionar sus labios contra los de ella, y después de tomarse un momento para darse cuenta de que JJ Maybank la estaba besando, Luna pasó un brazo alrededor de su cuello y entrelazó sus dedos a través de su cabello. JJ la subió a la encimera, con una mano en la parte baja de la espalda, tirando de su cuerpo lo más cerca posible del de él, y con la otra rozando su mejilla, los dedos recorriendo su cabello mientras la sostenía en sus brazos.

Por unos momentos, Luna sintió los fuegos artificiales estallar en su estómago, y sintió la mano de JJ sumergirse debajo de su camisa, sintió sus dedos bailar sobre su espalda baja, sintió sus labios contra los de ella, su cabello bajo sus dedos, y luego...

—¿Luna?

Con una sacudida que la golpeó con más fuerza que cuando el bote chocó contra el banco de arena el día anterior, Luna empujó a JJ lejos de ella y se dejó caer del mostrador, justo cuando su padre doblaba la esquina. Se pasó una mano por el cabello con torpeza antes de agarrar la caja de cereal, tratando de actuar como si nada hubiera pasado mientras JJ se inclinaba contra la encimera y le sonreía a Roger.

—Ah, ahí estás —dijo Roger, al ver a su hija—. Hola, JJ.

—Hola, señor Marshall —saludó JJ, pasándose una mano por el pelo con torpeza.

—¿Qué harán hoy? —preguntó Roger.

—No mucho, papá —dijo Luna, sirviéndose cereal para ella y JJ—. Probablemente vayamos a pasar el rato a lo de John B.

—Muy bien —dijo Roger—. Pero vuelve para las cinco. Haré la cena.

—¿Harás la cena? —preguntó Luna, arqueando una ceja con curiosidad.

Roger asintió—. Sí. Vendrá una amiga.

—¿Una amiga? —preguntó Luna.

Roger asintió en confirmación—. Sí, una amiga.

—¿Una amiga? —repitió Luna—. ¿Por qué es la primera vez que escucho de ella?

—Porque puedo tener secretos, Luna —respondió Roger, tocándose la nariz con una sonrisa—. ¿Y tú? ¿Algún chico que quieras traer? —miró a JJ intencionadamente—. Es más que bienvenido.

Luna negó con la cabeza—. Si encuentro a alguien, te lo haré saber.

—Bueno, tengo que ir a trabajar —dijo Roger, besando la frente de Luna—. Diviértanse, ¿de acuerdo?

—Lo haremos.

Mientras Roger se dirigía a la puerta, se volvió y dijo—: Pero no mucho.

Luna puso los ojos en blanco—. Sí, papá. Vete, vas a llegar tarde.

—Muy bien, cariño —dijo Roger, señalando a JJ—. Mantenla fuera de problemas.

—Lo haré, señor —dijo JJ.

—Señor —dijo Roger, mirando a Luna—. Me gusta. Puede quedarse.

Luna le tiró una cuchara a su papá, fallando por unos centímetros—. ¡Fuera de aquí!

Roger se rió y levantó las manos en señal de rendición—. Muy bien. Hasta luego. Y recuerda, para las cinco en punto.

—Lo sé —dijo Luna.

Cuando Roger se fue, JJ fue el primero en hablar—. Entonces...

Luna lo interrumpió—. Eso no debería haber sucedido.

—¿Por qué no? —preguntó JJ.

Luna negó con la cabeza—. Porque valoro demasiado nuestra amistad como para hacer algo que la arruine.

—¿No confías en mí? —preguntó JJ.

—Por supuesto que confío en ti, JJ —dijo Luna—. Yo solo... ¿y si sale mal? ¿Qué pasa si salimos y terminamos rompiendo? ¿Cómo voy a soportar no tenerte en mi vida?

JJ dio un paso más hacia ella—. Yo no puedo soportar tenerte en mi vida sabiendo que no eres mía.

—JJ, detente —susurró Luna—. No puedes... no podemos.

No es que ella no quisiera. Por supuesto que quería. Había querido que este momento sucediera durante mucho tiempo, pero la realidad la golpeó como un tren. Sí, encontraba atractivo a JJ, pero no estaba segura de si lo amaba. Había crecido con él, había sido protegida por él, lo amaba como amaba a John B y Pope, pero no estaba segura de si estaba enamorada de él.

—Entonces, ¿qué hacemos?— preguntó JJ—. Porque no puedo olvidarme de ese beso. Sé que sentiste algo, Luna.

—Lo hice —dijo ella, colocando sus manos en sus mejillas—. Pero tenemos que estar seguros de esto, JJ.

—¿Qué quieres decir? —preguntó JJ.

—Tenemos que estar seguros de que no nos estamos equivocando —dijo Luna.

JJ asintió—. ¿Y ahora qué?

—Supongo que, por ahora, actuamos de forma normal —respondió Luna—. Y resolvemos las cosas. Todo esto sucedió muy rápido.

La verdad del asunto no es que haya sucedido rápido. De hecho, había sucedido lento. Durante los últimos 8 años de sus vidas, habían estado acumulando sentimientos hasta este momento, esta gran demostración de afecto que había tardado en llegar. Ninguno de los dos estaba dispuesto a admitirlo, pero, poco a poco, se estaban enamorando.

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