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104 | la información de neville

—JJ, haz silencio —dijo John B mientras subían a la casa flotante.

Luna subió las escalera detrás de JJ, John B tomó la delantera. Metió la mano en la casa, comprobó la estufa y susurró—: La cocina está tibia. Sigue aquí.

—Tal vez se fue cuando nos oyó —sugirió JJ.

—¡Malditos! —gritó una voz.

Luna se giró cuando un hombre saltó desde el techo del bote, blandiendo un machete en su dirección. Tropezando hacia atrás mientras John B la empujaba fuera del camino, Luna se estrelló contra JJ, quien la empujó detrás de él mientras el hombre lanzaba su ataque. JJ intentó agarrarlo, sólo para recibir un codazo en la mandíbula que lo hizo retroceder.

—¡Señor! ¡Escuche! —gritó John B, tratando de contener al hombre—. ¡Neville! ¡Solo queremos hablar!

—¡John B! —gritó JJ—. ¡El cable!

John B y el hombre cayeron despatarrados en la casa flotante, y Luna actuó por instinto cuando vio al hombre inmovilizar a John B. Saltando sobre su espalda, Luna luchó por agarrar el brazo que sostenía el machete. El codo del hombre conectó con sus costillas, y JJ gritó su nombre antes de alejarla del hombre y tomar su lugar, envolviendo su antebrazo alrededor del cuello del hombre.

—¡Alto! —gritó JJ—. ¡Conocemos al profesor Sowell!

—¿Quién les dio ese nombre? —gritó.

—¡Suéltalo, amigo! —gritó JJ, luchando con el machete.

—Somos amigos, ¿sí? —gritó John B—. ¡Estuviste en el Orinoco el año pasado! Con otros cinco, ¿verdad?

—¿Cómo lo supiste?

—Suéltame —dijo John B.

—¡Suéltalo! —gritó JJ—. ¡Suéltalo!

El hombre entregó el machete a la custodia de JJ, quien lo sostuvo con fuerza en su puño, inmovilizando a Neville contra el mostrador y apuntando la hoja a su garganta. Luna lo miró—. ¡JJ!

—Estamos del mismo lado, viejo —dijo JJ—, ¿sí?

—No queremos lastimarte —dijo Luna, empujándose entre JJ y John B—. JJ, baja eso.

JJ bajó el machete cuando John B dijo—: Estuvimos con Sowell ayer. No... sobrevivió.

—¿Está muerto? —preguntó Neville.

—Sí —respondió John B—. Lo siento.

Neville se tambaleó—. Soy el último que queda.

—Sí —dijo Luna.

—Por eso debíamos llegar a ti primero —dijo JJ—. Si te encontramos, ellos también.

—Sólo tengo unas preguntas —dijo John B, desdoblando el papel que agarró en lo de Sowell—. Solana, has estado allí, ¿sí?

—Es un lugar maldito —respondió Neville.

—Bien. Esa pieza de piedra —señaló John B—. Mi papá y yo hallamos lo que va en el centro.

—¿El gnomon? —preguntó Neville.

—Gnomon —repitió JJ—. ¿Qué es un gnomon?

—El gnomon —dijo John B—. Lo tengo. Escúchame. Unos hombres malos se llevaron a mi padre a este lugar y lo matarán. Necesito encontrar este lugar, Neville.

Neville lanzó una protesta—. No.

—¿No? —preguntó Luna.

—La maldición ya hizo suficiente —dijo Neville.

—No es una maldición, ¿bien? —dijo John B—. Es peligroso, pero necesito tu ayuda.

—Oye —dijo JJ.

—¿Qué pasa? —preguntó John B.

—¡Cállate! ¡Cállate! —espetó JJ. A lo lejos, Luna escuchó el motor de un barco acelerando y JJ preguntó—: Neville, ¿cuánto tráfico hay en este río?

—Nada —respondió.

—¡Neville! —gritó un hombre—. ¡Neville Persaud!

Los ojos de Luna se abrieron cuando escuchó un disparo y la ventana se hizo añicos un momento después. JJ se abalanzó sobre ella mientras se agachaba, llevándola con él cuando cayeron al suelo y las balas comenzaron a volar a su alrededor.

—¡Mierda, Lu! —gritó JJ, tratando de cubrirla.

—¡El ancla! —gritó Neville.

—Lu, vamos —dijo JJ.

Los tres salieron sigilosamente del bote, bajaron por el otro lado y regresaron al agua. Nadando lentamente para evitar ser vista, Luna observó cómo John B subía al bote que acababa de llegar y luchaba contra el hombre que aún estaba a bordo.

Sacó a Luna después de tirar al hombre por la borda y subieron de nuevo al bote de Neville. Luna notó un arma tirada en el suelo y la alcanzó instintivamente mientras se arrastraba hacia ella. Antes de que pudiera agarrarla, un hombre salió de la casa de Neville y le dio una patada en las costillas.

Luna gimió mientras caía al suelo, escuchando a John B gritar—: ¡Oye!

Saltó frente a Luna, con las manos en alto en señal de rendición mientras el hombre tomaba el arma y le apuntaba.

—Oye, espera. Espera.

—Esta vez no, amigo —dijo el hombre.

Luna tosió y trató de levantarse, pero el hombre le dio una patada en la mandíbula y volvió a caer. Gimiendo, escuchó a John B—. Oye, ¡déjala en paz!

—Al piso —dijo el hombre.

Mientras John B bajaba lentamente al suelo, Luna sintió que el motor cobraba vida debajo de ella y vio a JJ subiendo lentamente la escalera. Cuando Neville aceleró y envió el bote hacia adelante, JJ agarró al hombre por la parte de atrás de su camisa y usó el cambio de impulso para arrojarlo hacia atrás y fuera del bote.

—¡JJ, machete! —gritó John B.

JJ se lo arrojó—. ¡Corta la soga!

John B cortó la línea del ancla mientras JJ corría hacia Luna y la ayudaba a ponerse de pie. Ella sacudió la cabeza mientras miraba a JJ, su mano rozando el hematoma que ya se estaba formando en su mandíbula.

—Dios, Lu...

—Estoy bien —murmuró.

Los dos persiguieron a John B hasta la parte delantera del barco, donde apresuraron a Neville para sacarlos de allí lo más rápido posible. Les gritó que se iba, antes de preguntarles si lo seguían.

Mirando hacia atrás, JJ dijo—: No, estamos bien.

—Me deben un ancla —dijo Neville.

—De nada —respondió JJ. Se volvió hacia Luna—. ¿Estás bien?

Ella asintió—. Estoy bien, no te preocupes. Quería ayudar.

—Te lo agradezco, Lu —dijo John B.

Mientras se alejaban del peligro, Luna notó que JJ la miraba, y cuando ella lo miró, él arqueó las cejas—. ¿Qué?

—¿Por qué me estas mirando? —preguntó Luna.

—Te lastimaste —dijo JJ.

—Mira, Neville —habló John B, interrumpiendo a Luna y JJ antes de que pudieran seguir hablando—, están llevando a mi padre allí y eres el único que sabe dónde es. Neville, lo matarán si no nos ayudas.

—¿Van tras el oro? —preguntó Neville.

—Sí, ¿tras qué más irían? —preguntó JJ.

—Morirán de todos modos —dijo Neville—. A menos que pasen la prueba, lo cual no harán sin traducir el ídolo. Conocen la historia.

—No —dijo Luna.

—El Dorado fue encontrado por un rey guajiro. Cuando se separó de su cuerpo mortal y conoció el plano astral, no le iba a dar el oro a sus hijos así nada más —explicó Neville—. Era la fuente de su poder. Tenía que ir al hombre más sabio y, para asegurarse de que fuera así, creó la prueba del gnomon.

—Ahora hay una prueba —dijo JJ.

—Siempre hay una prueba —murmuró John B.

—El que pase la prueba tendrá acceso al oro —dijo Neville—. Si fallas, mueres. Si, de alguna manera, llegas al oro sin pasar la prueba, mueres.

—Genial —dijo JJ—. Está mintiendo, ¿no? Porque eso no puede pasar, ¿no?

—Díselo a la tripulación del San José y el Royal Merchant —dijo Neville.

—No queremos el oro, Neville —dijo John B.

JJ se rascó la cabeza, diciendo—: Bueno...

—Sólo quiero salvar a mi papá —dijo John B.

—Toma el timón —le dijo Neville a JJ.

—Sí, señor.

—Debes ir al puerto Tres Rocas —explicó Neville, dibujando en un trozo de papel—. Desde allí, busca un pasaje en ferry de un guía de río llamado José. Te llevará por el Orinoco hasta El Tesoro. Es ahí. En el bosque encontrarás un sitio.

—¿Supongo que volvemos al oro? —dijo JJ.

—Sean puros de corazón, puros de mente —dijo Neville—. Van para salvar a tu padre. El oro mata a todos.

—Muy bien —dijo JJ.

—Muévete.

—Sí, señor.

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