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05 | el grupo

—¡Hola linda!

Al sonido de la voz, el padre de Luna miró a su hija, sentaba en la encimera de la cocina con un bowl de cereal—. ¿Asumo que están hablando de ti?

—Sí —respondió Luna—. ¿Pueden entrar?

—Claro —respondió Roger.

—¡Adentro! —gritó Luna a sus amigos, y dos segundos después, John B y JJ entraron por la puerta principal.

Roger saludó a ambos y John B sonrió—. Hola, señor Marshall.

—Hola, chicos —respondió Roger—. ¿Qué van a hacer hoy?

—Sólo vamos a dar una vuelta —respondió JJ.

—¿Nada ilegal? —preguntó Roger.

Luna le tiró una toalla a su padre—. ¡Papá!

—Es mi deber asegurarme de que no te arresten —respondió Roger—. ¿Solo van a dar una vuelta?

—Sí —respondió John B—. Y tal vez vayamos a la playa.

—¿A una fiesta? —preguntó Roger.

—Sí —respondió John B—. Pero quién sabe.

—Iremos a donde nos lleve el viento —respondió JJ, mirando el bowl de cereal medio vacío de Luna—. ¿Puedo comer un poco?

Luna le entregó el bowl—. Claro.

JJ sonrió—. Eres la mejor.

—Bueno, cuiden de mi chica —dijo Roger.

—Lo haremos, Sr. Marshall —prometió John B.

—Papá, puedo cuidarme mejor que estos dos idiotas —dijo Luna.

—No puedes culparme por ser cauteloso —respondió Roger.

Luna puso los ojos en blanco y se volvió hacia sus amigos—. Regresaré en dos minutos.

Entró en su habitación y cerró la puerta detrás de ella. Todavía estaba en pijama, que consistía en una camiseta que le había robado a JJ hacía tanto tiempo, que ambos habían olvidado que originalmente era de él. Se puso un bikini y ropa normal antes de tomar su mochila y regresar a la cocina.

JJ estaba lavando el bowl en el fregadero y John B estaba admirando la pared colorida. Luna dejó caer su mochila sobre el mostrador—. Entonces, ¿quién está listo para irse?

—Espera —dijo JJ, mientras recogía la toalla que Luna le había arrojado a su padre para secar los platos.

—Esta pared es una locura —dijo John B—. Nunca vi tantos colores.

Luna sonrió—. Ese es el punto.

John B asintió—. Luce genial.

—Gracias —respondió Luna—. Vamos, antes de que mi papá vuelva a salir.

—Luna, ¿puedes recoger algunas provisiones de camino a casa? —preguntó Roger, mientras salía de su oficina mirando un trozo de papel—. Me vendrían bien algunas cosas.

—Provisiones, bien —dijo Luna—. ¿Tienes una lista?

—No, solo espero que me leas la mente y adivines —dijo Roger—. Por supuesto que escribí una lista. Aquí.

Le entregó a Luna una lista de la compra, así como un puñado de dinero en efectivo. Luna lo metió en el bolsillo interior de su bolso—. Bien, ¿somos libres de irnos?

—Sí, pero nada de besos —dijo Roger, señalando a los chicos—. Es muy jóven.

—Demasiado corta —respondió JJ en voz baja.

Luna le dio un puñetazo en el hombro—. ¡Oye!

—No te enojes —rió Roger—. No es como si no supieras que eres pequeña.

Luna suspiró—. Papá, por favor detente.

—Muy bien, diviértanse —rió Roger—. No gasten todo el dinero en efectivo a menos que tengan que hacerlo.

—Muy bien —dijo Luna, agarrando a JJ y John B de las manos y sacándolos de la casa—. Lo siento.

—Es lo más —dijo JJ—. Al menos uno de nosotros tiene un padre genial.

Luna suspiró—. Que manera de hacerme sentir culpable.

—¡No era mi intención!

—Bueno, mi papá los ama como si fueran sus propios hijos —dijo Luna.

—Bueno, me siento honrado —dijo John b, mientras abría la puerta trasera de la camioneta y JJ empujaba a Luna hacia la parte trasera—. Dile a tu papá que lo quiero.

—Dile tú —dijo Luna, mientras JJ saltaba a la parte de atrás para sentarse con ella.

La camioneta de John B era la cosa favorita de Luna. Era una caravana vieja; no era el vehículo más seguro, especialmente cuando lo conducía John B, pero a Luna le encantaba. Innumerables veces, se había acostado en la parte de atrás con Kiara, escapando de los chicos cuando eran muy molestos. A veces se acostaba allí con JJ, fumando marihuana y compartiendo sus secretos más profundos y oscuros.

John B no era un mal conductor, pero tenía los pies pesados y no usaba realmente el freno. Más veces de las que quería recordar, Luna había terminado tirada en la alfombra de la parte trasera de la camioneta, con sus amigos amontonados encima de ella.

Mientras Luna se sentaba con JJ, sacó la lista de compras de su padre y examinó los artículos—. Verduras y frutas. ¿Qué está haciendo, tratando de convertirme en vegetariana?

—Probablemente —respondió JJ, mirando por encima de su hombro—. ¿Dónde está el alcohol y las horribles comidas congeladas?

—Creo que está saliendo con alguien —dijo Luna, mientras buscaba un bolígrafo en su mochila para agregar más elementos a la lista—. ¿Qué otra razón habría para su repentino cambio de dinámica? También parece mucho más feliz.

—Tal vez —dijo John B—. Siempre podríamos espiarlo.

—No vamos a espiar a mi papá —respondió Luna—. Pero en serio creo que hay alguien en su vida. Probablemente por eso quiere que vayamos de compras, para mantenerme fuera de casa.

—Alguien suena amargada —dijo JJ, tocando el brazo de Luna—. ¿Por qué, cariño?

—Deja de llamarme cariño —dijo Luna—. No lo sé, supongo que siempre hemos sido mi padre y yo. ¿Qué pasa si las cosas empiezan a cambiar?

—Huimos —dijo JJ—. Tomamos la caravana, recogemos a Kie y Pope y despegamos hacia la puesta de sol.

—¿Hasta dónde crees que llegaríamos sin dinero? —preguntó Luna.

—Un par de cientos de kilómetros—respondió JJ.

John B se burló—. No llegaríamos a diez kilómetros, menos a cien.

Se detuvo frente a la casa de Pope, quien corrió hacia ellos y se subió a la parte trasera de la camioneta—. Hola.

—Hola, Pope —saludó Luna, compartiendo un puñetazo con su amigo.

Pope era el inteligente del grupo. Estaba enfocado en la universidad, le iba muy bien en la escuela y nunca hacía nada que lo metiera en problemas. Luna sabía que a su padre no le gustaba demasiado con quién elegía pasar su tiempo, pero a Pope no parecía importarle. Mientras se mantuvieran alejados de los problemas, él estaba feliz de estar cerca de ellos.

JJ era el alborotador. Luna lo había convencido innumerables veces de que no hiciera algo que lo metiera en problemas, como la vez que tuvo que literalmente taclearlo para evitar que buscara al turista que intentó tocar a Luna después de que ella le dijera explícitamente "no". Era imprudente y descuidado, y a Luna le encantaba estar cerca de él.

John B era un buen chico. Claro, podía tener un temperamento furioso, pero siempre era amable. Desde que su padre desapareció en el mar, se había vuelto más consciente de con quién pasaba el tiempo. Era lo suficientemente dulce, y Luna estaba agradecida de que el beso que compartieron hace nueve meses no fuera nada que impactara significativamente su amistad. Era como su hermano y lo amaba más que a nada.

Cuando recogieron a Kiara, ella se sentó en el asiento del pasajero vacío y se volvió para mirar a sus amigos—. Hola, tengo brownies.

—¿Son brownies especiales? —preguntó JJ, con los ojos llenos de esperanza.

—No, idiota —respondió Kiara—. Son solo brownies.

Kiara era el bicho raro del grupo. Se unió a ellos tarde, porque era del lado Kook de la isla. Al principio, Luna había dudado en aceptarla en el grupo, pero después de pasar tiempo con ella y darse cuenta de que era una defensora de la protección del medio ambiente, se entusiasmó con la idea. Además, Kiara ignoraba por completo la idea de ser una Kook, y por eso pasaba tanto tiempo con los Pogues.

Cuando llegaron a su destino, Luna salió de la camioneta con JJ y Pope detrás de ella, mirando lo que se estaba construyendo junto al océano. John B los condujo hasta una casa, en la que actualmente no se estaba trabajando, y se acomodaron para ver cómo el cielo cambiaba de color con la luz del sol.

Luna se sentó con JJ, con las piernas colgando sobre el borde del andamio. Pope se paró debajo de ellos, y John B trepó hasta el techo y se balanceó en el borde, cerveza en mano y un pie colgando.

—Dios, ¿puedes no morir? —preguntó Luna, mientras lo miraba.

—¿Qué es, una caída de tres pisos? —dijo Pope—. Tienes una posibilidad entre tres de sobrevivir.

—¿Lo hago? —dijo John B.

—Sí, deberías saltar —se burló Pope, sosteniendo un taladro—. Te dispararé al caer.

—¿Me dispararás? —preguntó John B.

—Tal vez te haga entrar en razón —murmuró Luna.

—Van a tener baños japoneses con calentadores de toallas —dijo Kiara, saliendo de la casa.

—Claro —dijo Pope—. ¿Por qué no?

—Solía ser el hábitat de tortugas —dijo Kiara—. Pero, ¿a quién le importa, no?

—No puedo tener toallas frías —dijo Pope.

—¿Puedes no matarte? —dijo Kiara, mirando a John B.

—Eso es lo que dije —dijo Luna.

—No derrames la cerveza —dijo JJ—. No te daré otra.

—¡Mierda! —exclamó John B, mientras la cerveza se le caía de la mano.

—Justo cuando te dije que no lo hicieras —suspiró JJ.

—Un diez —comentó Pope, aplaudiendo a John B.

—Idiota —murmuró Kiara.

—¡Oye!

—Llegó la seguridad —dijo Pope.

—Hoy llegan temprano —dijo John B.

—Humpty Dumpty, vamos —dijo JJ—. Gary, ¿eres tú? Gary, ¡qué gusto verte!

Cuando JJ saltó del andamio, se volvió para ofrecer sus brazos a Luna. Ella arqueó una ceja—. ¿Qué esperas que haga?

—Salta —dijo JJ—. Te atraparé.

—En tus sueños —murmuró Luna, deslizándose del andamio y balanceándose para aterrizar junto a JJ.

—¡JJ! —gritó Gary.

Tomaron eso como su señal para irse, y cuando Luna corrió escaleras abajo justo detrás de JJ y escuchó a sus amigos detrás de ella, vio a Gary y su compañero entrar a la casa. Corrió detrás de JJ, quien patinó hasta detenerse cuando Gary lo agarró y realizó una media vuelta rápida, arrastrando a Luna con él mientras corría.

Cuando el compañero de Gary agarró a JJ, este logró esquivar su agarre—. ¡No soy de abrazar!

Luna corrió hacia afuera y hacia la cerca. Pope estaba justo delante de ella, y escuchó a JJ gritar—: ¡Vamos, Pope! ¡Vamos!

Pope trató de saltar la cerca pero falló, y Luna se rió mientras saltaba y aterrizaba junto a su amigo, que estaba tirada en el suelo. JJ se unió a ellos un segundo después, riendo histéricamente.

—¡Levántate, Pope! —dijo JJ.

—¡Vengan, imbéciles! —gritó Gary, siendo detenido por la cerca.

John B y Kiara ya estaban en la camioneta, y cuando John B tocó la bocina, gritó—: ¡El autobús se va!

—Vamos, chicos —dijo Kiara.

Cuando saltó a la parte trasera de la camioneta, Luna escuchó una voz que gritaba detrás de ellos—. ¡Oye!

—Mira a Gary buscando un aumento —rió Pope.

—Espera, ¡más despacio! —dijo JJ.

—¡Imbéciles! —gritó Gary.

—Chicos, le van a causar un infarto —dijo Kiara.

JJ se asomó fuera de la camioneta, sosteniendo una lata de cerveza—. ¡Estás tan cerca! Eso es —le arrojó la lata a Gary, quien no pudo atraparla—. ¡No te pagan suficiente, hermano!

—JJ, basta —dijo Kiara, empujando a JJ de regreso a la camioneta.

—Vamos, ese tipo de iniciativa es rogar que te castiguen —rió JJ.

—Dios, idiota —rió Luna.

—¿Adónde vamos? —preguntó Pope.

Luna miró a John B—. A la tienda.

—¿A la tienda? —preguntó Pope.

Luna sacó su lista—. Sí, si no quieren ir, pueden dejarme. Los alcanzaré más tarde.

—No, de ninguna manera —dijo JJ, acomodándose en el asiento al lado de Luna, con el brazo cruzado sobre el respaldo del asiento—. Iremos contigo.

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