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01 | desaparición

Luna recordaba el día en que el padre de John B desapareció porque la había llamado en un estado histérico. Nunca lo había escuchado tan angustiado, por lo que se apresuró a ponerse un par de sudaderas y la camisa del pijama y salió corriendo por la puerta, gritándole a su padre que volvería más tarde.

John B se encontraba en su porche, paseando de un lado a otro, pasándose las manos por el pelo cada cinco segundos por puro pánico. Luna corrió por el jardín delantero, estaba sin aliento por haber corrido desde su casa a la de John B, sin importar lo corta que fuera la caminata.

—¡John B! —gritó Luna mientras corría hacia él.

John B volvió para verla, su expresión se desmoronó mientras las lágrimas llenaban sus ojos. Todo lo que hizo fue abrir los brazos, ni una palabra salió de sus labios, esperando que Luna lo abrazara. Ella no dudó en abrazarlo, sin importar que tan baja era. A menudo JJ bromeaba con que Luna era secretamente una enana, porque era mucho más baja que ellos dos.

A pesar de eso se puso de puntillas y abrazó a su amigo, ofreciéndole el consuelo que tan desesperadamente necesitaba. Se quedaron así por un momento, simplemente abrazándose y evitando que John B se desmoronara, hasta que finalmente Luna se separó de su amigo.

—¿Qué pasó? —preguntó Luna en voz baja, levantando las manos para limpiar las lágrimas de las mejillas de John B.

John B se encogió de hombros—. Ha desaparecido.

—Lo siento mucho —susurró Luna, mientras ella y John B se sentaban en uno de los viejos bancos fuera de su casa—. ¿Quieres quedarte conmigo y con mi papá?

Él la miró—. ¿Harías eso?

—Sí —respondió Luna—. Mi papá odiaría la idea de que estés aquí solo. Y yo también.

John B suspiró—. No quiero invadir.

—No estás invadiendo nada —le prometió Luna—. Yo te invité.

—¿Estás segura? —preguntó John B.

Luna puso los ojos en blanco—. Sí estoy segura. Será como cuando éramos niños. Vamos, empaca tus cosas. Puedes quedarte conmigo. ¿Alguien más lo sabe?

John B negó con la cabeza—. No, te llamé a ti primero.

—Está bien. Llamaré a JJ y a Pope para que vayan a mi casa —dijo Luna.

—¿Estás segura? —preguntó John B.

Luna asintió—. Solo ve a empacar, yo me ocuparé de todo.

John B asintió y dio un paso más hacia Luna—. Gracias, Luna.

—No tienes que agradecerme —dijo Luna en voz baja.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, John B la había besado, sosteniendo su cara en sus manos mientras sus labios se apretaban contra ella suavemente. El jadeo de Luna se cortó en su garganta mientras empujaba a John B lejos de ella, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—¿Qué estás haciendo?

—Lo siento —se disculpó John B, con los ojos muy abiertos—. Lo siento, no sé...

—Está bien —dijo Luna en voz baja—. Estás molesto, lo entiendo.

—Lo siento —dijo John B nuevamente—. Es solo que siempre eres tan dulce y no sabía a quién más llamar y fuiste la primera en quien pensé y lo siento...

Luna cortó a John B cubriéndole la boca con la mano—. Mira, John B. Te quiero, pero no de esa manera, ¿de acuerdo? Eres mi hermano, John B.

—Lo sé, y tú eres mi hermana —suspiró John B, pasándose una mano por el pelo—. No sé qué me pasó. Jamás haría eso.

En circunstancias normales, él nunca habría hecho tal cosa, pero con la cantidad de coacción en la que se encontraba en ese momento, Luna pudo perdonarlo por su arrebato. John B no tenía a nadie a quien acudir además de sus amigos, y a veces las líneas se vuelven borrosas cuando el dolor te consume.

—Lo sé —dijo Luna en voz baja—. Bien, ve a buscar algo de ropa mientras hablo con nuestros amigos.

John B asintió, luciendo inseguro de sí mismo—. Está bien, sí. Lo siento.

—Deja de disculparte —dijo Luna, ofreciéndole a su amigo una sonrisa mientras empujaba su hombro—. No necesitas hacerlo.

Mientras John B entraba a recoger sus cosas, Luna llamó a sus amigos. Les informó de lo sucedido y prometieron encontrarse con ellos en su casa lo antes posible. En ese tiempo, John B había salido de su casa con la mochila al hombro.

—¿Estás listo? —preguntó Luna.

John B asintió—. Sí.

Los dos hicieron el corto camino de regreso a la casa de Luna. No era mucho; una cabaña de una sola planta con dos dormitorios, cocina, sala, oficina y un baño, pero a Luna le encantaba. Ella y su padre habían pasado el verano decorarando las paredes con cualquier color que les llamara la atención; por lo que crearon un mural que iluminaba la habitación.

Cuando Luna entró, llamó a su padre—. ¿Papá? John B está aquí.

El padre de Luna, Roger, salió de su habitación y sonrió a los dos adolescentes en su sala de estar—. Hola, John. ¿A qué se debe el placer?

—Hola, señor Marshall —dijo John B.

—No es un buen momento, papá —dijo Luna—. El papá de John ha desaparecido.

El rostro de Roger decayó—. Oh, lamento mucho oír eso.

—¿Puede quedarse aquí unos días? —preguntó Luna—. ¿Al menos por esta noche?

Roger asintió—. Claro, encontraré algunas mantas.

Luna sonrió—. Gracias, papá. Uh... JJ y Pope también están viniendo. ¿Está bien?

Roger enarcó las cejas hacia su hija—. ¿Nunca preguntas antes de hacer planes?

—No —respondió Luna, sonriéndole a su padre—. Gracias. Te amo.

Roger puso los ojos en blanco—. Lo sé. No se queden despiertos hasta muy tarde.

Luna acomodó a John B en el sofá cama, y mientras cocinaba palomitas de maíz en el microondas, el resto de sus amigos atravesaron la puerta. JJ fue el primero, sonriendo mientras se paraba detrás de Luna en la cocina.

—Hola, cariño —saludó JJ, sonriéndole a Luna mientras se apoyaba en el mostrador—. Mucho tiempo sin verte.

—Te vi hace literalmente tres horas —respondió Luna, sacando las palomitas del microondas.

—Sí, pero extrañaba tu cara —sonrió JJ, tocando su mejilla.

Luna puso los ojos en blanco y le dio un codazo en las costillas mientras intentaba robar unas palomitas de maíz—. No son para ti, idiota.

—Vaya, estoy herido —jadeó JJ.

Luna se encogió de hombros—. Lo superarás, cariño.

Su padre salió del dormitorio de Luna, con los brazos llenos de mantas y almohadas extra—. Hola, chicos.

—Hola, señor Marshall.

—Les traje unas mantas —dijo Roger, arrojándoselas a Pope, que atrapó aproximadamente cero—. No se queden hasta muy tarde y no vean películas que sean demasiado aterradoras.

—Buenas noches, papá —dijo Luna, mientras le entregaba el tazón de palomitas de maíz a John B.

—Oye, Lu —dijo Roger, con una sonrisa en su rostro—. Traje al señor Pickles por si te da miedo la película.

El señor Pickles era un perro de peluche que Luna tenía desde que era niña. Era viejo y le faltaba una oreja. Su padre había cosido el agujero dejado por la oreja que faltaba, y al señor Pickles solo le quedó una buena. Cuando Luna vio a su padre sosteniendo el animal de peluche, gritó.

—¡Papá! —gritó Luna, saltando sobre el respaldo del sofá para arrebatar al señor Pickles de las manos de su padre—. Dios, eres tan vergonzoso. Fuera de aquí.

Luna se reía mientras golpeaba el pecho de su padre con el señor Pickles, y Roger sonrió mientras se alejaba—. Muy bien, tú ganas. No se queden hasta muy tarde.

—No lo haremos —dijo Luna—. Vete.

Roger salió de la habitación y cerró la puerta de su dormitorio en silencio. Luna se volvió hacia sus amigos y se dejó caer en el sofá junto a JJ, quien rápidamente le arrebató al señor Pickles de las manos.

—¿Cómo es que nunca conocí al señor Pickles? —preguntó JJ—. ¿Cómo no me dijiste que hay otro hombre en tu vida?

Luna trató de recuperar al perro, pero fue retenida por JJ, quien presionó su mano contra su mejilla y empujó su rostro lejos de él.

—No, no arruines mi diversión. El señor Pickles y yo necesitamos tener una seria conversación.

—JJ —se quejó Luna, golpeando su mano.

John B y Pope se reían de Luna y JJ, y cuando Luna captó la sonrisa en el rostro de John B, se recostó en el sofá, presionando su pie contra el rostro de JJ—. Bien, tú ganas.

Pope se rió—. No te preocupes, Lu. Yo todavía tengo mi peluche favorito.

JJ silbó—. Vaya, esta noche estamos descubriendo los secretos más profundos de todos.

—Eso es todo, no me sentaré aquí —dijo Luna, levantándose.

JJ la agarró por la cintura y tiró de ella—. No. Necesito que me tomes la mano cuando la película se vuelva demasiado aterradora.

—Esto no se trata de ti —dijo Luna, golpeando el pecho de JJ—. Se trata de John B.

—Sí, JJ —dijo Pope—. Se trata de John B.

—Gracias chicos —dijo John B en voz baja—. Necesitaba esto.

—Estamos aquí para ti, amigo —dijo Pope—. Siempre.

Luna sonrió mientras ponía una película, viendo como Pope y John B se tiraban palomitas de maíz e intentaban atraparlas con la boca. JJ tenía un brazo descansando sobre el estómago de Luna mientras ella descansaba su cabeza en el regazo de JJ, y cuando lo miró y compartieron una sonrisa, supo que incluso después de esa tragedia, encontrarían la manera de estar bien.

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