two
ii.
( los gemelos )
La noche es oscura, escalofriante, aterradora y helada. El ambiente era así desde hace casi 10 años, cuando Voldemort dio señales por primera vez de que él estaba allí, al acecho, en espera de alguna debilidad de su parte, en espera de algún error que condenara sus vidas.
Aun así, el clima nunca se hizo un impedimento cuando Ojo Loco comenzaba a hablar (o mas bien, a gritar) de su plan de ataque.
Cerrar el caso Carstairs era una de las pocas cosas en la que los aurores ya habían perdido la esperanza, luego de 4 años sin nuevos recursos o nuevas pistas que dieran un cambio perspectiva de lo sucedido aquel día, más allá de la pobre declaración que dio el padre antes de desaparecer - al igual que sus hijos -. Por lo que a James no le sorprendió que todos enloquecieran en cuanto se apareció allí, anunciando a Ojo Loco que tenía la ubicación de los gemelos.
Si era sincero consigo mismo, había estado esperando las miradas escépticas que en un principio todos le dieron. Eso no significaba que de igual manera aquello no lo hubiera indignado bastante ( — ¡Podré ser un auror principiante, pero al menos yo no me asusto cada que a Ojo Loco se le da por gritar! ); pero cuando Moody tomó el pergamino que le daba y movió la varita, haciendo un hechizo de localización en un mapa adherido a la pared, la tranquilidad se perdió y la oficina se hizo un infierno lleno de ordenes a gritos de parte de los viejos aurores a los novatos.
El mapa sobre la pared siempre fue una gran ayuda para el departamento. Cuando alguien utilizaba al menos una de las imperdonables, una alarma resonaba por todo el cuartel y en el mapa aparecía la ubicación donde dicho hechizo fue realizado. En tiempos de guerra como aquellos, la alarma sonaba constantemente y había ubicaciones apareciendo cada dos por tres en todo el mapa.
En ese momento el mapa ubicaba a los gemelos cerca de Wiltshire, al sureste de Inglaterra. James tenía una leve idea de lo qué los esperaba allí, aunque trató de no mencionárselo a nadie por si resultaba estar equivocado (y aquí entre nos, James no se equivocaba muy a menudo).
— ¿Cómo conseguiste la ubicación, Potter? — inquirió una vieja auror que se había acercado a él, mirándole con extrañeza mientras Moody daba órdenes a gritos unos metros más allá de ellos — Llevamos con este caso...
— 11 años, lo sé — James sintió su ego inflarse ante la manera impresionada con que la vieja auror le miraba.
( ¡por favor! ni que fuera un delito estar satisfecho consigo mismo ¡Al menos ahora sabía que no era un desastre total dentro de aquella oficina! )
— Ahora entiendo porqué Alastor te tiene en cuenta tanto, Potter — para su sorpresa, la vieja auror le dio una sonrisa de gratitud, soltando un suspiro cansado al mirar de nuevo el punto brillante verde con la localización que las coordenadas en el pergamino habían trazado — Por fin esos niños podrán descansar en paz.
James pensó, por unos segundos, que la auror se equivocaba. Tenía el presentimiento, aunque no lo admitiera en voz alta, Atticus y Lyra Carstairs no estaban muertos. Los mortifagos no se iban con juegos; si los gemelos estuvieran muertos sus cuerpos ya habrían aparecido. Necesitaban algo de los niños; tal vez para utilizarlos como chantaje o tal vez poseían algo que deseaban (James no tenía idea de qué podrían tener un par de niños que fuera útil para ese asqueroso grupo de culto, pero sabía de primera mano que a los mortifagos no les molestaba meterse con niños); sin embargo, tenía el presentimiento de que continuaba siendo así.
Los mortifagos querían a los gemelos con ellos.
Algo seguía sin cuadrar en el panorama. Sólo tiene que esperar a que todo acabe para poder llegar a una conclusión final; en cuanto esos chicos estuvieran a salvo de nuevo.
— ¡POTTER! ¡CON EL ESCUADRÓN A!
James parpadeó cuatro veces seguidas, incrédulo, girándose hacia su jefe apenas su cerebro hizo click con la información. Moody lo ignoró de manera olímpica y siguió repartiendo a los escuadrones de aurores.
— ¿El escuadrón A...?
— Va directamente a la acción — la auror a su lado asintió, mirándole casi con compasión antes de darle una palmada en la espalda en señal de apoyo. — Bienvenido al equipo, Potter. Iremos con Ojo Loco.
( ¿ya había dicho que odiaba a su jefe? ¿sí? Bueno... odiaba a su jefe )
James la vio alejarse hacia donde Moody estaba, pero él se quedo viendo fijamente una foto de la familia Carstairs que habían colgado cerca de la luz verde que brillaba con la localización. Era una foto simple, la antigua mansión funcionando como fondo. Athena Carstairs, abrazada a su esposo y con una sonrisa radiante estampada en la cara; John Carstairs, con la mano derecha sobre el hombro de su hijo y una mirada arrogante en dirección a la cámara. Los gemelos, con una vida por delante, tan felices, tan inocentes. Los 4 cuerpos desaparecidos, borrados completamente del mapa.
Uno es accidente, dos es coincidencia y tres es un patrón.
— Esto será una masacre — escuchó susurrar a uno de sus compañeros.
James miró a su alrededor, viendo como todos enfrentaban sus nervios gracias a la horrible misión que tenían por delante. Algunos sacudían sus manos; otros jugaban con sus varitas; y el resto se paseaba de aquí para allá, como si tuvieran hormigas en las túnicas. Él, en cambio, mordía su labio hasta hacerlo sangrar (una mala manía con la que se había ganado varios regaños de su madre) pensando, de manera pesimista, en las cosas que podían salir mal esa noche.
Estaban ignorando algo, lo sentía, pero no tenía idea de que demonios podría ser.
— Sólo esperen, chicos — murmuró, sin darse cuenta siquiera, incapaz de apartar la mirada de las sonrisas infantiles de Atticus y Lyra. El corazón le latió a gran velocidad, adolorido y angustiado; no era capaz de hacerse una idea de lo que esos niños podrían haber sufrido todos estos años, si su teoría de que seguían vivos era cierta — Los rescataremos.
— ¡TODOS A LOS TRASLADORES!
Era hora.
§
Rosier Manor. Eso es lo que había cerca de Wiltshire.
James escuchó a Moody murmurar acerca de esta zona boscosa siendo una zona boscosa muggle, y para empeorarlo, bastante frecuentada; por lo que los escuadrones que se movilizaron en la mansión fueron ocultos con hechizos de desilusión. La estructura frente a sus ojos era casi o más aterradora de Carstairs Manor, que no era muy extraño, dado que las dos se suponía que se encontraban igual de abandonadas. O al menos, creyeron que lo estaban tras la tragedia de los Rosier.
Antes de invadir con el factor sorpresa, inquietos de pie bajo los arcos de piedra gruesa en las rejas de la entrada; Ojo Loco lo agarró del cuello de la túnica y lo jaló con él, apartándolo del resto del escuadrón.
— Sin importar que pase allí adentro, Potter — le dijo Moody, el tono de sus palabras siendo una advertencia de como se atreviera a cuestionarlo en ese momento terminaría mal para él — Tu prioridad va a ser encontrar a esos niños. Vivos, sus huesos o el cadáver en descomposición.
James tan sólo asintió con la cabeza, sintiendo un nudo en su garganta que le impedía encontrar la voz. Miro la gigante y oscura mansión y se tapó la boca con las manos, de tal forma que el vaho que sus labios expulsaban lo calentaba con cada respiración.
Entonces entraron a la casa y el caos se desató.
Luces de colores volaban en todas direcciones. Los gritos, hechizos e imperdonables se escuchaban por todo el lugar, siendo el sordo sonido que hacían los cuerpos al caer inertes al suelo un fondo para lo que, James había predicho, se convertiría en una masacre apenas colocaran un pie allí dentro. Entre el polvo, su corazón acelerado y el constante esquiva, ataca, protege que rondaba por su cabeza, James no podía estar seguro de que los cuerpos que tenía que rodear para avanzar no eran compañeros suyos o pertenecían al bando enemigo.
Una maldición asesina pasó junto a él y obligó a James a avanzar, su mano moviéndose con su varita en el automático esquiva, ataca, protege. Lanzó varios hechizos desmaius y siguió salteando cuerpos inertes del suelo.
Comenzó a ponerse eufórico en algún momento de la batalla; su corazón acelerado con cada paso que daba. Sintió que en vez de sangre era adrenalina lo que corría por sus venas. Se sintió imparable, derribando a los mortifagos que se metían en su camino a una velocidad impresionante, lanzando maleficios casi de manera inconsciente, como si algo en su cerebro hubiera hecho click con la lista de encantamientos que había aprendido en su vida. Explotó una pared cerca suyo sin pensarlo, dejando que los escombros cayeran sobre los mortifagos mientras él conjuraba un protego no verbal para que rebotaran en el escudo.
Vio la sangre deslizarse por el suelo fuera de grandes heridas. Vio los ojos sin vida e incluso algunos miembros separados de cuerpos inertes repartidos entre los escombros... pero no le importo. Había visto esa escena antes, y dicha escena estaba en sus pesadillas taladrando su memoria como uno de esas aparatos muggles desde que tenía 15 años.
Los mortifagos mataron a su hermana, él les devolvería el favor.
Siguió avanzando y llegó a una escalera maltrecha, que sabía lo llevaría al sótano. Bajó con rapidez los escalones y se deslizó fuera de ella hacia el grupo de 5 mortifagos que rodeaban a uno de sus compañeros.
— HASTA QUE TE DIGNAS A APARECER, JAMES — le recriminó Frank, conjurando un poderoso stupefy que dio de lleno en un mortifago a la izquierda.
— ¡Hay diversión en todo el lugar, amigo! — exclamó James con el ceño fruncido al notarlo solo, agachándose para esquivar una maldición asesina. Movió su varita y dejo desarmado a otro mortifago, del que Frank se encargó con facilidad. — ¿¡Dónde está Alice!?
— ¿¡ME VES CARA DE SABERLO!? — chilló Frank, y James pudo sentir el miedo en su voz.
Sabía el motivo por el que Frank estaría tan aterrado. Frank y Alice se hicieron aurores juntos; salieron de la academia juntos y luchaban todas las batallas que ocurrían en las misiones juntos. Que en ese momento él estuviera sólo hizo que James se preocupara por el bienestar de su amiga. No lo mencionó; a menos que quisiera a Frank desconcentrado lo mejor era que siguiera moviéndose solo por instinto, antes de ir en busca de su prometida.
James se preguntó como se sentía esa preocupación, si era parecida a la que se sentía por la familia o por los amigos. Jamás tuvo tiempo de saberlo, su vida amorosa era un asco.
( ¿podría alguien golpearlo? Enserio no estaba pensando en su fatal vida amorosa en ese momento tan inoportuno. Necesitaba terapia, joder )
§
James no supo decir si pasaron minutos o pasaron horas, pero cuando los mortifagos cayeron sin dejar uno solo de pie, y Frank salió corriendo en busca de Alice (— ¡Recuerda que la prioridad son los gemelos, James! ), él se quedó allí solo, rodeado de cuerpos inconscientes y con la respiración tan agitada que podría hacerse pasar por alguien que intentó correr a la misma velocidad de una snitch.
Frente a él vio dos puertas, igual de desgastadas. Sabía que, si habían tenido hechizos para evitar que alguien aparte de los mortifagos entrara o saliera (lo que era obvio, si no ¿por qué demonios los gemelos seguían allí? ); esas protecciones habían caído al mismo tiempo que las barreras mágicas de la mansión, cuando el escuadrón A entró por la parte trasera del lugar hace el-tiempo-que-llevaran-allí.
—Tu mami, mi mami, tras la bruja irán — murmuró, señalando una de las puertas cada que entonaba aquella canción que alguna vez escucho cantar a Sam. James no estaba seguro de donde había salido, pero sí estaba seguro de que el James de 9 años quedo asustado con las letras tan extrañas que su hermana decía. — Puerta rara de la derecha, aquí vamos.
La abrió con lentitud, e intentando ignorar el rechinar que hizo la puerta que le recordó a una de esas películas de terror que Remus los obligó a ver cuando decidió que era buena idea que él y Sirius conocieran algo del mundo muggle, entró a la habitación reprimiendo su renovado nerviosismo, iluminando la oscuridad con el lumos en su varita.
Escuchó un movimiento brusco, como si el suelo se abriera de pronto por razones que no sabría explicar, y James fue atacado por un par de cadáveres agresivos que lo hicieron caer al suelo de golpe.
— JODER, MIERDA — chilló, retorciéndose para quitarse los huesos de encima. Escuchó otro ruido, y trató de mirar por encima de los huesos, viendo como de la espesa oscuridad se asomaba a rastras una figura.
James vio a un chico, de 15 años, con el rostro amoratado y lleno de sangre; él ignoraba si era propia o de alguien más. Utilizaba ropa negra, sucia y desgastada, y lo miraba con un brillo enloquecido en los ojos, como si no conociese lo que es tener consciencia humana.
— ¿Quién eres? — masculló, con un acento extraño que James no supo identificar. Era parecido al acento francés, pero con la voz más gangosa, lo cual lo hacia raro porque tenía la voz ronca. Sus ojos brillaron y su iris fue rodeado por un aro de color rojo. Rojo sangre.
James sintió como algo ejercía presión en sus tobillos, y cuando bajó la vista hacia sus pies, notó que había huesos de manos saliendo del suelo resquebrajado que de allí lo sostenían. Tragó saliva, sintiendo la bilis subir a su garganta cuando a él llegó un olor putrefacto, como de un cadáver en descomposición combinado con vomito, azufre y poción multijugos.
— In... intento ayudarte — logró decir, aun luchando con los huesos para quitárselos de encima. Su corazón latía fuertemente en sus oídos, y por la expresión del chico pelirrojo, no estaba muy dispuesto a ayudarlo si la situación se complicaba — ¡Así que, si tú estás haciendo esto, te agradecería que los llevaras bajo tierra otra vez!
De pronto, los huesos cayeron de nuevo al suelo y se hundieron en el cemento, como si fuera arena movediza. James tuvo arcadas, intentando no pensar en el posible trauma que tendría después por aquel ataque. Apoyó sus manos en la pared mohosa e intentó tranquilizar su respiración. Desde la habitación, el pelirrojo lo miraba con el ceño fruncido, como evaluando si era de fiar.
James se levantó, aparentando que no le temblaban las rodillas. Tomo su varita del suelo con lentitud, notando como el chico pelirrojo retrocedía y apretaba los dientes, arañando con sus uñas el suelo en lo que él creyó una manía nerviosa.
— No te haré nada — prometió, enderezándose lentamente al notar el suelo abrirse otra vez. El chico le enseñó sus dientes putrefactos, en un intento de parecer intimidante, y James trató de no vomitar con la sola vista, repitiéndose el motivo por el que vino — Me llamo James... ¿Eres Atticus Carstairs?
El chico gruñó, y James dejo de avanzar, sintiéndose en un juego de tira y afloja que podría terminar con su muerte como a la balanza de la suerte se le diera por no inclinarse de su lado. El pelirrojo, Atticus, asintió con lentitud, pero no se veía contento ante la mención del apellido.
— ¿Quién mierda eres tú? — preguntó Atticus, con voz demandante y rota, avanzando a rastras hacia él otra vez.
Por sus sensibles sentidos animales, James escuchó el sonido del metal siendo forzado. Movió su varita e iluminó hacia la pierna de Atticus con rapidez. Había una cadena de hierro enrollada en su tobillo, unida mágicamente a la pared y que se forzaba en cada giro brusco del cuerpo débil de su portador.
Atticus soltó un gutural gemido que sonó como si lo estrangularan, retrocediendo a la luz de su varita como un animal asustado.
— Me llamo James — repitió él, sin saber qué más hacer.
— ¡No te pregunté eso! — gritó Atticus, con los ojos rojos de furia y empujándose hacia atrás cuando James intentó dar un paso adelante, hacia la habitación en la que estaba encerrado. Las grietas del suelo se alargaron, y James tragó saliva, los dedos de los difuntos arrastrándose hacia su cuerpo de nuevo. — ¡Te pregunté quién eres! ¡Dime quién eres si no quieres que te mate!
— ¡Soy un auror! — su voz salió aguda, el trauma de lo que había experimentado con la muerte de su hermana gemela carcomiéndole la mente ante la vista de los cadáveres. James todavía recordaba lo que fue tocar la fría piel inerte de Sam, en sus brazos, aferrado a la esperanza vaga de que su corazón volviera a latir — ¡Soy un auror, vengo a rescatarte!
Los huesos se detuvieron; aunque los ojos rojos no dejaron de mirarlo.
— No te creo — Atticus declaró, con expresión enloquecida — No te creo, maldito mortifago mentiroso. Los aurores no se acercan a este lugar, a los aurores no les importamos...
— Dioses, te lo juraré por mi magia si quieres — James dio un paso hacia atrás, en un intento patético de sacudirse la memoria de aquel horrible día — Estoy en una misión de rescate, encontré las coordenadas del lugar escondidas en el oso de peluche de tu hermana... Atticus, no soy un mortifago, vine a sacarte de aquí.
Atticus parpadeó, y el iris verde esmeralda que lo analizaba un segundo después calmó el corazón agitado de James. Bien, al menos logró pasar las barreras de la furia del chico, ahora sólo necesitaba quitarle esa cadena e ir en busca de la otra gemela.
— No sabía que eran coordenadas — murmuró, echándose hacia atrás de nuevo cuando volvió a acercarse a la habitación. James bajó la varita, indefenso entre la oscuridad, y esperó a que la respiración del chico se calmara. Consideraría una victoria que ya no hubieran grietas — ¿Eres un auror?
— ¿Quieres mi número de placa? — ofreció sarcásticamente; luego se reprendió a si mismo porque este era un niño secuestrado y traumado, maldita sea James — Lo siento, lo siento, sólo... ¿Tienes alguna idea de dónde podrían tener a tu hermana? ¿Ella sigue viva?
Los labios agrietados y ensangrentados de Atticus temblaron, y por un momento muy largo, James tuvo miedo de que comenzara a llorar. Eso sería incluso peor que hacer que lo atacaran los huesos de los difuntos.
— No sé — balbuceó, el sonido de la cadena creando un eco a través de la oscura habitación — No sé, la última vez que la vi... — un sollozo ahogado cortó el hilo de sus palabras, y Atticus alzó la cara; pálida, sucia y amoreteada — Los hicimos enojar. Normalmente la encierran en la cueva...
— ¿Tienen una cueva? — su parpadeó fugaz le advirtió que esa no era la pregunta adecuada — Quiero decir ¿Qué cueva? ¿Dónde...?
Un dedo tembloroso señaló a espaldas de James. En el lado paralelo del pasillo, una puerta de hierro reforzado y lo que se sentía como magia rota muy poderosa hizo a James retroceder, acercándose a la manija desgastada. Un escalofrío de advertencia le subió por la espalda, como si le dijera que era mejor no entrar ahí.
La idea de lo que podría encontrar ahí lo hizo querer hacerse una bola en el rincón y llorar. Sabía lo que era perder a un gemelo y ver, en persona, la conexión de otro par rompiéndose no iba a ayudar a la inexistente estabilidad mental de James tras la perdida de Sam. Si Lyra Carstairs estaba muerta, Atticus se perdería por completo. Y él no estaba seguro de querer detenerlo.
— ¡Merlín santo!
James saltó, apuntando su varita a la persona que salía de la oscuridad del final del pasillo. Soltó un suspiro de frustración y alivio al ver a Alice mirar horrorizada a la figura de Atticus en el suelo. James ni siquiera se preguntó el porque. Considerando que Atticus se veía dos años menor de la edad que se supone tiene, y que está lleno de sangre y moretones, y a su alrededor hay...
Espera ¿a dónde fueron los huesos?
Frunce el ceño mirando al pelirrojo, pero este no le devolvió la mirada, demasiado ocupado observando a Alice quien se acercaba a él. La rubia sacó su varita, pasando por alto el estremecimiento del chico, y murmuró un hechizo, rompiendo la cadena que rodeaba la pierna floja de Atticus.
James decidió dejar a su amiga intercambiar palabras con el pelirrojo, demasiado ocupado abriendo la puerta en busca de Lyra Carstairs. Al igual que en la habitación donde mantenían encerrado a Atticus, no podía ver nada gracias a la oscuridad, por lo que se vio obligado a sacar su varita y conjurar un lumos de nuevo.
Cuando vio lo que había allí adentro, casi prefirió no haber encendido la luz.
Al fondo de la habitación se encontraba Lyra Carstairs, o lo que quedaba de lo que alguna vez fue una niña de sonrisa con dientes chuecos y brillo divertido en los ojos.
Usaba un vestido blanco, desgarrado, llenó de suciedad y sangre. Tenía raspones, moretones y heridas nunca completamente sanadas. El cabello pelirrojo le llegaba más allá de la cadera, y lo tenía completamente alborotado. Pero no como el de James, no. Su cabello parecía no haberse lavado en años. La piel de sus pómulos estaba hundida y su rostro se asemejaba mucho al de una calavera. Estaba pálida y demacrada, un par de ojeras profundas bajo la cuenca de sus ojos, despojados de vida. Ella no se veía humana.
Ni siquiera en los presos de Azkaban, James había visto aquel aspecto, y eso lo hizo querer vomitar.
Sus ojos se movieron hacia él, y aquello fue lo primero que le dijo a James que ella seguía viva. Se estremeció de sólo sentir ese par de esmeraldas sobre él; tal vez ni siquiera lo miraban, en realidad, tal vez se encontraba tan perdida en su propia mente que no era capaz de procesar su presencia desconocida allí. Lyra abrió la boca; pero ninguna palabra salió de sus labios, como si hubiera olvidado lo que era hablar.
— ¡LYRA! — el grito de desesperación de Atticus se escuchó detrás suyo.
—¡SAMANTHA!—James se dejó caer al suelo de rodillas, rodeando con sus brazos el cuerpo de su hermana.
Lyra parpadeó, y James pudo notar el esfuerzo que hacia al moverse, levantando su mano huesuda hacia su gemelo.
— ¿Atticus?
— Jams, Jams —susurró Sam con desesperación, reteniendo las lágrimas mientras le acariciaba el rostro—Ya no nos queda tiempo, hermanito...
Atticus paso a su lado en un borrón pelirrojo que tomo forma bajo la luz de su varita; abrazándola con desesperación, asegurándose de que seguía junto a él.
— Estás bien, estás viva — Atticus lloró de alivio, apartando el cabello rojo seco y sucio de la cara huesuda de la chica. James se sintió como un intruso; pero fue incapaz de moverse, a pesar de que Alice lo jalaba hacia atrás para darle el tiempo a solas que los gemelos necesitaban — Saldremos de aquí, Ly.
—Saldremos de aquí, Sammie — murmuró James cuando logró encontrar su voz, sonando sus mocos y parpadeando varias veces para alejar las lágrimas al ver el adolorido rostro de su hermana —Saldremos de aquí, te lo prometo...
— No —Sam intentó sonreír, hacerlo sentir mejor, pero las lágrimas que se deslizaron de sus ojos tan solo fueron el detonante que James necesitaba para soltarse a llorar, aferrado a su gemela con desesperación —Solo tres de nosotros saldrán, y lo sabes...
— No, no, saldremos los cuatro...
— At, ya no... — sollozó Lyra, tomando las mejillas de su hermano con las manos huesudas — Ya no quiero sentir mas dolor, At.
— Ya no quiero sentir más dolor, Jams —Sam negó, e intentó sonreír una vez mas mientras secaba sus lágrimas — No lo soportó, James...
James negó, casi histérico.
— No, no —la sola mención de aquello le dio ganas de vomitar, besando la frente de su gemela con terror por la idea— Sólo aguanta, hermanita, por favor, no me dejes, ¡Ayúdenme! ¡Alguien ayúdeme! Resiste un poco más, ellos ya vienen. Saldremos de aquí, Sammie.
En vacaciones de invierno de 1975 los mortifagos habían creído divertido secuestrarlos y torturarlos, como una muestra al mundo de lo que eran capaces de hacer contra aquellos que abiertamente estaban en desacuerdo a su ideología. Y James, viendo a Lyra y Atticus aferrándose al otro de esa manera, de esa manera en la que él intento aferrarse a Sam, sabe que el presentimiento de antes que tuvo respecto a los Carstairs fue real.
— Saldremos de aquí, Ly — sollozó Atticus de igual manera, enterrando la cara en el pecho de su hermana — Saldremos por fin.
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