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three



iii.
( los fantasmas del auror )




Lyra sabía bien aguantar los gritos. A los mortifagos no les gustaba oírlos.

Cuando era más pequeña y ellos probaban las habilidades de Atticus; ella siempre anunciaba las muertes de las víctimas en el momento menos oportuno en que debía molestarlos. Lyra no podía reprimirse, sin importar cuánto lo intentara; le era un alivio soltar el grito, detener las voces que chillaban en su cabeza con nombres de personas a las que no conocía. El único problema era que les arruinaba la diversión; arruinaba la concentración de Atticus.

Ellos nunca quisieron a la banshee. Ellos siempre desearon al nigromante; Lyra sólo era el dolor de cabeza que tenían que cargar para hacer a su hermano colaborar.

Despertó varias veces a lo largo de lo que sintió eran dos semanas de ajetreo. No recordaba mucho de lo sucedido; tan sólo eran destellos de imágenes sin orden en su mente, la voz de Atticus llamando a su nombre y diciéndole que todo había terminado. A veces, durante los mejores días, veía unos ojos avellana escondidos detrás de unas gafas cuadradas, llenos de preocupación y terror, y una voz suave varonil le aseguraba que ella ya no estaba en peligro, que nunca más lo estaría.

Se negó a creerle en todas las ocasiones; los mortifagos hicieron bien su trabajo de matar cualquier esperanza que tuvieran los gemelos de ser rescatados, de ser recordados. Ella sólo esperaba el momento de que la ilusión se rompiera y regresara a la cueva.

Lyra estaba sentada sobre la camilla, frotando con las palmas de sus manos sus brazos desnudos en busca de confort. A pesar de que el ambiente era cálido (suponía que por un hechizo); el helado frío de la muerte no había dejado de enviar varios escalofríos a todo su cuerpo desde que la trajeron a San Mungo. Los murmuros se hicieron más insistentes conforme pasaban los minutos, aturdiéndola de sobre manera y dejándola estática en su lugar, mientras intentaba descifrar que querían decirle las voces.

— ¿Cómo te encuentras, Lyra?

Lyra levantó la vista, viendo a la mujer pelirroja de ojos verde pasto frente a ella. Utilizaba una túnica blanca con el escudo de San Mungo estampado en su pecho y la miraba con lástima, intentando mantener la sonrisa cuando su cerebro pudo procesar la imagen que daba el aspecto de la chica.

Los mortifagos también se aseguraron de recordarle a Lyra constantemente el monstruo que ella era; ni siquiera culpó a la mujer por aquella reacción a su apariencia física.

Carraspeó, intentando encontrar su voz.

— ¿Don... Dónde está mi hermano? — logró decir, sentía la garganta seca y le dolían las cuerdas vocales de sólo tratar de hablar. Todas las veces en las que se despertó, Atticus estaba a su lado, lo que la ayudaba a no entrar en pánico alrededor de tantas caras desconocidas. Le resultaba difícil estar aquí sola y no poder apreciar el calor irregular de su gemelo protegiéndola.

— Atticus volvió a su habitación a dormir un poco, aunque se quejó mucho por dejarte aquí — la mujer le tendió un vial lleno de poción, aun luchando por mantener la sonrisa amigable en su cara — Esto es una poción para dormir, te ayudará a no lidiar con pesadillas.

Lyra lo tomó, bastante cautelosa de la idea de beberlo. La sensación inquietante de alerta constante le dijo que esto era otra farsa de mortifagos, que en realidad estaban jugando con ella y su hermano de nuevo para burlarse de ellos. Les gustaba mucho hacer eso. 

Aun así; ella sabía de primera mano que era mejor no quejarse, no enfadarlos, y simplemente seguir las órdenes; por lo que se llevó el vial a la boca y tragó el amargo líquido. Su garganta se atragantó, llenando la habitación de su tos incontrolable.

— Lily... — el chico de ojos avellana y gafas cuadradas asomó su cabeza por la puerta abierta, sus palabras perdiéndose en el instante que se dio cuenta de lo que sucedía. Las cejas se alzaron con lo que parecía preocupación, antes de apresurarse a ayudarla, sosteniéndola del brazo para que no se deslizara en la camilla — Dioses, Lily ¿Qué le diste?

— ¡Una poción sin sueños! — Lily exclamó, viéndose indignada de lo que se escuchaba como una acusación. Sus ojos verde pasto parpadearon con el mismo horror que embargaba al desconocido — ¡No le di nada más!

El escalofrío horrible de la muerte volvió a recorrerla donde el chico tocó su piel, pero fue incapaz de alejarse del calor que él desprendía. Lyra no paró de toser, ahogándose un poco con su propia respiración, y luchó por mantenerse erguida. El chico fue de gran ayuda para eso; su mano abierta, cálida y caliente se deslizó en círculos reconfortantes sobre su espalda, encima de su bata de hospital, hasta que logró calmarse por completo.

— ¿Estás bien? — preguntó su voz, la misma voz que le decía que ella estaba a salvo y que nada le haría daño de nuevo. Lyra lo miró a través de ojos nublosos, lagrimosos y a punto de dormirse por el efecto rápido de la poción, asintiendo con torpeza a su pregunta. El chico se mostró un poco escéptico; pero la dejó recostarse y se alejó, como si se diera cuenta de lo que pensaba con su espacio personal invadido por alguien más que no fuera su gemelo — Tenemos que hablar, Lily. En privado.

Lily frunció el ceño, todavía sin apreciar el tono acusatorio anterior del chico.

— Bien — decidió, con toda la expresión de no querer acercarse a él ni con un palo de dos metros. Por supuesto, la hostilidad disminuyó de manera casi imposible cuando se giró hacia Lyra, dándole un vistazo rápido al cuerpo flojo y medio adormecido de la chica bajo las sábanas — Duerme, te prometo que Atticus estará aquí cuando despiertes.

Con el pequeño compromiso hecho, Lyra se sintió mejor y permitió al resto de sus sentidos ser afectados por la poción.

Lo último que vio antes de caer en la inconsciencia, mientras Lily se retiraba de la habitación para dejarla sola, fueron esos ojos avellana llenos de preocupación otra vez.

§

— ¡Padre! ¡padre, por favor!— lloraba Lyra, intentando zafarse del fuerte agarre del hombre de negro sobre ella. A su lado Atticus pataleaba, gritando en su idioma natal groserías que quedaban ocultas en los fuertes sollozos de la niña pelirroja.

— ¡John, por amor a Merlín! — su madre suplicó entre lágrimas; dio tres pasos en un intento de acercarse a los gemelos, pero su padre la retuvo, jalando su cuerpo frágil hacia él — ¡Son nuestros hijos, John! ¿¡Por qué dejas que hagan esto!?

— ¡Papá!

Lyra — la voz sonó lejana en su cabeza, como si estuviera en el fondo de una laguna de recuerdos que luchaba por no dejar desbordar — Lyra.

Levantó la mirada y se encontró con el hombre sentado cerca de su camilla, viéndose preocupado por su repentino sobresalto. Tuvo que parpadear varias veces para recordar dónde estaba y lo que hacía. Frank Longbottom, un amable auror que había entrado en su habitación hace media hora, la estaba interrogando acerca de su estadía con los mortifagos durante los últimos 11 años.

Lyra y Atticus ya habían hablado de la posibilidad de que esto ocurriera.

No podemos confiarnosAtticus le susurró, acariciando su mano mientras fingía analizar con atención la baraja de cartas de tarot que sostenía frente a ella — No podemos decirles. Incluso si fueron ellos quienes nos sacaron de allí. El desgraciado de John confío en alguien, y mira lo que nos pasó, lo que le pasó a mamá.

— Los aurores no son de los malos, At — le contradijo Lyra, quitándole las cartas de la mano.

— Él creyó lo mismo, Ly...

— ¿Qué buscaban los mortifagos de ti y tu hermano, Lyra? — Frank preguntó, jugueteando con un broche del departamento de aurores que sostenía entre sus dedos, utilizándolo como excusa para no tener que mirarla mas de lo necesario.

Lyra desvío sus ojos por sobre Frank hacia la pared, como si pudiera ver a través de ella. Lo cual no hacía, claramente; pero su oído sensible había captado una discusión fuera de la habitación con la que podía formar toda una escena dentro de su cabeza.

La medimaga, Lily, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Frente a ella, el otro auror, el de ojos avellanas y lentes cuadrados, rodando los ojos y chasqueando la lengua de manera despectiva a la pelirroja frente a él.

— ¡No están en condiciones para...! — protestaba Lily, y el repentino sonido brusco le indicó a Lyra que había golpeado a algo, o alguien, mientras lo decía. Ella se imaginó que el golpe lo recibió el otro auror.

Frank, Alice y yo sólo estamos haciendo nuestro trabajo. Créeme, está situación te gusta tanto como a nosotros.

— ¡Pues no se nota, James!

Así que se llama James pensó, con un parpadeo rápido. Era un bonito nombre, le quedaba.

— ¿Lyra? — repitió la voz de Frank, extremadamente paciente a sus desviaciones constantes. Lyra estaba un poco sorprendida por eso; casi había esperado que se enfadara y la colocara bajo una maldición imperdonable para castigarla. Era lo que hacían los mortifagos cuando Atticus no quería cooperar; usarla como cebo. Como un juguete. 

Inhalo hondo para apartar el pensamiento intrusivo, y trató de enfocar su mente otra vez. Asintió con lentitud a la mirada desconcertada de Frank, indicándole que escuchó la pregunta. La lengua le picó por la mentira que iba a soltar, ella era mala mintiendo; pero se esforzó en recordar lo que a Atticus se le había ocurrido y lo repitió como disco rayado.

Nuestro padre tenía negocios con magos oscuros; aunque no sabía que eran mortifagos. Algo salió mal. Se disgustaron...

—... y tomaron venganza con nosotros. Creían que aquella era la mejor manera de hacerlo sufrir — terminó con voz monótona, acariciando sus brazos en busca de calor gracias al repentino frío que invadió su cuerpo y mandó un escalofrío a su columna vertebral.

La muerte pensó al instante, escuchando las voces en su cabeza intensificar el sonido de los normales susurros, convirtiéndolos en un torturado chillido que aumentaba de volumen con cada segundo que pasaba, sintiendo que martillaban su cráneo sin parar; sin tener piedad por sus sollozos de dolor. Lyra ignoró el sentimiento y parpadeó tres veces, alejando las lágrimas que querían escapar de sus ojos y deslizarse por sus mejillas, ignorando el cosquilleo en su garganta que pedía y suplicaba dejar salir el grito que anunciara la desgracia de una muerte.

Dejar a la banshee libre de una vez por todas.

Pero Lyra no podía, no frente a Frank, ni frente a nadie. Ni siquiera Atticus. Los Carstairs habían mantenido los secretos de su linaje para seguir seguros, a salvo, asegurando su protección. Y su padre rompió el juramento con el que se regía cada Carstairs: mantener el secreto familiar. Por ello su madre estaba muerta, por ello Atticus tuvo que jugar con los cadáveres de víctimas de mortifagos, por ello Lyra había sido torturada hasta tal punto que ahora parecía la representación real de la banshee que tanto temían.

Todo había sido su culpa, en la versión censurada y en la verdadera. John Carstairs era la razón por la que los gemelos tanto habían sufrido.

¡¡Y sólo dejas que nos lleven!! — gritó Atticus con la voz cargada de un odio que un niño de 6 años no debería de sentir; mirando con tanta repulsión a quien juró admirar con su vida que los huesos comenzaban a salir del resquebrajado suelo de nuevo.

— John, son nuestros hijos — protestaba su manera golpeando el pecho de su padre, aún luchando con su agarre mientras oía a su hijo gritar blasfemias y a su hija llorar por la ayuda de su progenitor.

— Mejor ellos que nosotros, Athena

— ¿Sabes qué tu padre desapareció 5 años después de ti y tu hermano? — cuestionó Frank, levantándose del sillón que ocupaba para caminar hacia la puerta, dándose cuenta que de su boca no saldría una palabra mas.

— Él huyó, como el cobarde que es — murmuró Lyra, abrazando sus piernas aun buscando entrar en calor — Y si investigan su desaparición, ojala encuentren su cadáver comido por los gusanos.

— Él los amaba, Lyra — Frank negó con la cabeza, no comprendiendo del todo como una hija podría hablar así de su padre.

— Si alguna vez lo hizo de verdad, se amó más a si mismo ese día.

§

Atticus sacudió una baraja de cartas de tarot frente a sus ojos, tratando de llamar su atención al notar su mirada ida y frunciendo al ceño al darse cuenta que estaba ignorando lo que llevaba diciendo durante media hora.

¿Qué ves?

Lyra entrecerró los ojos con disgusto.

Te veo a ti, idiota. Soy una banshee, no psíquica. Por cierto ¿De dónde sacaste las cartas?

La medimaga Lily las tenía en su túnica.

Lyra no ignoró el implícito mensaje de que las robó. Rodando los ojos, apartó la baraja de cartas de su cara haciendo que cayeran en la camilla y golpeó el brazo de su hermano en reprimenda. Nunca le gustó ese hábito de Atticus de robar, porque empezó con los mortifagos y su instinto de proteger a Lyra, dándole las sobras de comida que ellos se guardaban para si mismos. 

Ella preferiría sólo hacer lo que les decían que hicieran; temía las consecuencias que podría tener su gemelo como se enfadaran demasiado con él.

Además de nigromante, cleptómano.

Además de banshee, intento de psiquica mal hecho...

Cállate, At — Lyra no desaprovechó la oportunidad de volver a pegarle en el brazo.

Atticus arrugó la nariz, no muy feliz por la violencia física de su gemela.

No hay necesidad de...

— Uhm ¿Chicos? — la tercera voz detuvo la conversación de repente, y los gemelos se giraron hacia la puerta abierta de la habitación, donde el auror de ojos avellana, James, los miraba con algo parecido a la confusión y la diversión nostálgica en su expresión — Sí, hola ¿Qué tal?

— ¿Qué quieres? — preguntó Atticus de forma grosera; nunca recibió bien las interrupciones de los momentos que pasaban juntos por parte de nadie. A veces llegaba a ser bastante agresivo; aunque los medimagos y los aurores que pasaban su tiempo aquí nunca se quejaron.

— Atticus — Lyra lo reprendió al atinar un nuevo golpe.

— Sólo digo — murmuró Atticus con resentimiento.

— En realidad, tiene razón — señaló James, no demasiado ofendido por la hostilidad. No se acercó a ellos, no invadió el espacio personal de los gemelos y eligió quedarse de pie en la puerta, simplemente mirándolos. A Lyra le gustaba eso; era como si James entendiera la necesidad de ambos por estar solos y juntos. La gente nunca comprendió aquello de los gemelos; estar solos y juntos — ¿Puedo hablar contigo, Lyra? Es parte de nuestra investigación.

— Frank ya la interrogó — Atticus se metió de inmediato, como el tonto protector que era.

— Y a ti te tendría que estar interrogando Alice en este momento — declaró James, su ceja arqueada de manera burlona. Atticus murmuró algo acerca de Alice y su alegría despiadada, que no era muy bienvenida por el malhumor andante que era su gemelo. La risita seca de Lyra debió sorprender a James, ya que se quedó callado, sin procesar que de verdad la oyó reír, aunque sea por unos segundos muy cortos — Eh... sí, el interrogatorio ¿Puedo hablar contigo, o vuelvo mejor mañana?

Lyra no diferenciaba las horas del día, en San Mungo. Lo único que le decía que el tiempo pasaba era su reflejo en el espejo; el cambio de su apariencia; la debilidad física que se iba. Al menos ya no parecía un saco de huesos, al menos las personas podían mirarla a la cara. Se sentía bien, por unos segundos, aparentar que era una persona normal y no el monstruo que atraía a la muerte como la miel a las moscas.

— Sí, no hay problema — se encogió de hombros, a pesar de la expresión traicionada de Atticus por interrumpir su sagrado tiempo compartido. Ella sólo quería terminar con esto pronto; si los aurores se iban rápido, estarían a solas más seguido.

— No — James debió darse cuenta de ello, porque sacudió la cabeza — Es mejor que vuelva mañana, trataré de engañar a Lily para que te deje quedarte otra hora, Atticus.

Los gemelos compartieron una mirada de desconcierto, que pasó a ser rápidamente de horror por parte de Atticus cuando los ojos de Lyra se nublaron y ella se encogió de dolor en la camilla, llevándose las manos a los oídos como si eso fuera a ayudar en algo. Los susurros de las voces, que se engrandecían y se volvían chillidos de tortura que martillaba, trataron de advertirle lo que iba a ocurrir.

La voz preocupada de Atticus sonó lejana para ella, tal como la alarmada de James, que se apresuró a salir de la habitación en busca de los medimagos. Lyra se mordió la lengua para contener el grito, al punto de que estaba segura que los vasos sanguíneas se reventaron, su boca inundada de sangre. Atticus la agarró de los brazos y la sacudió; pero eso fue lo último que ella sintió del plano terrenal antes de que su consciencia humana se rompiera y se esparciera.

Todo era neblina, no podía distinguir nada. Las imágenes eran borrones que su iris captaba y su cerebro se negaba a procesar. El frío súbito que la recorrió de pies a cabeza engarrotó su cuerpo; jalando entre sus dedos las sabanas blancas que cubrían la camilla que la sostenía.

Entonces las voces se detuvieron cuando se sintió sacudida, dejando en el aire de sus enredados pensamientos el nombre de la víctima que la muerte se llevó con ella.

Dorcas Meadowes.

— ¿Lyra? ¿Puedes oírme?

Parpadeó cuatro veces seguidas, siendo la cuarta la necesaria para que su cerebro por fin procesara la imagen que tenía ante ella. James tenía las manos encima de las suyas, en un intento por apartarlas de sus oídos, tan pequeñas en comparación a las de él que Lyra se sintió como una niña de nuevo, a pesar de que el embudo de hielo que era su cuerpo trató de aferrarse a la bola de calor andante que era el de James.

Ella escupió la sangre de su boca, salpicando de inmediato la túnica de James.

— ¡Lyra! — Atticus chilló, tratando inútilmente de acercarse. Alice lo agarró de la túnica que lo cubría y tiró de él hacia atrás; mientras James parpadeaba a la imagen que su cerebro se negaba a captar, el líquido rojo escurriendo de los dientes y por la barbilla de la chica, que sollozaba de angustia absoluta — ¡Suéltame Alice! ¡Lyra!

— ¿Dónde está Lily? — James espetó agresivamente, reaccionando a tiempo para sostener el cuerpo flojo de Lyra e inclinarla hacia adelante, permitiendo que escupiera la sangre encima de la camilla.

— No sé, no sé — Alice se esforzaba mucho en retener al otro gemelo, jadeando de cansancio. No lo parecía; pero Atticus tenía bastante fuerza — La medimaga en prácticas dijo que...

— Maldición, Alice, podría ahogarse — él recriminó con fiereza, todavía sosteniéndola. Ese escalofrío habitual de la muerte que sentía durante las pocas ocasiones en que James la tocaba erizó a Lyra, dándose cuenta por primera vez de la figura borrosa moviéndose a sus espalda.

Ella sollozó cuando la sangre se detuvo de repente.

— Atticus — gimió asustada y temblando de frío.

Atticus se soltó bruscamente de Alice y se apresuró a la camilla. James se alejó justo a tiempo, ya que al chico no le habría importado arrollarlo con tal de alcanzarla, lanzándose hacia Lyra sin darle ni un solo vistazo al charco de sangre de la camilla, o reaccionar a su ropa manchada de rojo. Su gemelo le murmuró palabras reconfortantes al oído, queriendo recordarle que estaba allí para ella.

— James, Alice.

Alice se giró en su eje rápidamente, buscando la voz de Frank a sus espaldas; pero James se quedo con la vista fija en Lyra, como si quisiera que algo en la expresión de su rostro le dijera que ocurría con exactitud. Ella sollozó de nuevo y se escondió del mundo en el pecho de Atticus.

— ¿Qué pasa? — Alice preguntó con algo de temor. La cara de su prometido no indicaba nada bueno, lo que, en su línea de trabajo, sólo podía significar una cosa.

— Es Dorcas...

La mención del nombre hizo que las voces se intensificaran; aunque no de la manera normal después de anunciar una muerte. No eran los susurros inentendibles, destinados a confundirla. Era como si alguien en el más allá intentara advertirle algo a Lyra.

Dorcas pensó.

No era la primera vez que pasaba, las almas en pena que rondaban por el mundo en busca de paz siempre tenían algo que decir, alguna historia que contar. Siempre había algo que las atara al mundo terrenal, condenándolos a ver y a no ser vistos. A sufrir en el silencio que en vida mantuvieron sus secretos, aquello que tanto anhelaron hablar y nunca pudieron.

Los tres aurores salieron de la habitación, James siendo el último en hacerlo. Lyra lo notó, como volvió a mirar por sobre su hombro y giró sus ojos de ella a Atticus, como si fueran un rompecabezas que necesitara armar. Lily, que llegó unos minutos antes, se aseguró de revisar el estado inestable de Lyra; limpió la sangre sin dar más que un vistazo y luego le mandó a dormir, incluso intentando devolver a Atticus a su habitación; pero él se negó, alegando que no iba a alejarse de su gemela otra vez.

Al final quedaron ellos solos en la soledad de la habitación, viendo el falso paisaje que les ofrecía la ventana hechizada de San Mungo en la pared a su izquierda.

¿Qué quería? — susurró Atticus, jugando con un mechón de su cabello pelirrojo.

No lo sé, se fue con él — Lyra bostezo con cansancio, intentando no pensar en lo débil que parecía. Lily Evans le había dicho que aquello era normal mientras se reponía a la tortura sufrida, pero a Lyra seguía sin gustarle mucho la idea de quedarse postrada a una camilla con repentinas idas cuando a sus poderes de banshee se le daban por querer salir a jugar — Pero no era la única.

Siempre hay otra junto a él.

Atticus no habló los siguientes tres minutos, demasiado ocupado jugando con el cabello rojo de su hermana para comentar algo más. Lyra fue cerrando los ojos, sintiendo el sueño abordarla con rapidez.

¿Crees que debamos de participar de esta guerra? — murmuró, haciendo círculos con sus dedos sobre el estómago de Atticus, escuchando los latidos de su corazón que acompañaban el sonido de la tierra abriéndose bajo ellos.

¿No lo hemos hecho desde que tenemos 6, hermana? — bufo con sarcasmo.

Lyra vio el aro rojo sangre alrededor del iris de Atticus, siendo este una advertencia suficiente para llevar su mirada al suelo junto a la camilla.

¿No te cansas, At? — murmuró, preocupada ante el simple pensamiento de que su hermano llevara sus poderes al límite.

Atticus sonrió con ironía.

Sería lo mismo que yo te preguntara si alguna vez te cansas de predecir muertes — dejo un beso sobre su sien al notar su lucha por mantenerse despierta, aun sin dejar de acariciar su cabello con lentitud — Cansa, Ly, pero sigue siendo parte de nosotros y no podemos hacer nada contra ello.

§

Lyra revolvió la comida sobre su plato, sintiendo como su estómago dolía y gruñía en desacuerdo de recibir más comida. Intentó tragarse las ganas de vomitar y las arcadas que  la invadieron, regulando su respiración agitada con grandes bocanadas de aire, y vio con atención la iluminación de su habitación gracias a la falsa luz solar que entraba por la ventana mágica.

Giró la cabeza al escuchar una conversación fuera de su habitación.

— ¿Está despierta? — preguntó James, masticando una goma de mascar como si buscara sacar de quicio a quien fuera que estuviera junto a él.

Lyra escuchó un gruñido exasperado junto a golpe agudo, como del repiqueteo de tacón contra el suelo.

— ¿No duermes, Potter? — la voz irritada de Lily Evans llegó a sus oídos — ¿Por qué siempre estás aquí?

— Al igual que tú, Evans, estoy aquí porque es mi trabajo estar aquí. Por lo que no quiero discutir hoy, ¿bien? ¿Está dormida o prefieres que entre a ver?

— ¡No te...!

El sonido de la puerta abriéndose hizo que Lyra despegara sus ojos de la pared para desviarla a la figura en el marco de madera de la puerta. James la miraba desde allí, con una sonrisa sardónica y un brillo divertido en los ojos ante la cara roja de furia de Lily, como si fuera uno de sus deportes favoritos hacerla enojar.

El movimiento de una sombra a su lado hizo a Lyra entrecerrar los ojos.

— ¿Disfruta de su comida, señorita Carstairs? — inquirió James con fingida voz de profesional, ampliando su sonrisa ante el leve insulto murmurado en su contra que Lily soltó detrás de él.

— No... no tengo mucha hambre — murmuró, apreciando la diferencia de acentos entre el suyo y el de él, que parpadeo varias veces como si intentara que su cerebro procesara lo que había dicho con la voz más gangosa de la natural — Pero esta deliciosa.

— Que tierna; porque la comida de San Mungo es horrible...

Lyra juró que vio a Lily enrojecer más, si es que era posible. También juro que si ella no estuviera allí sentada en la camilla, Lily ya hubiera golpeado a James directo en la cara con su puño izquierdo, que escondía debajo de la manga de su túnica blanca.

— Lamento las molestias, Lyra. El señor Potter está a cargo de su protección por parte de la oficina de aurores — Lily pronunció el apellido como si fuera el peor insulto de todos, sin poder aguantar mas darle su mirada más desagradable al de ojos avellana.

Pero Lyra ya no la escuchaba, captando la figura que tomaba forma de chica junto a James. Entrecerró los ojos, intentado que las sombras se decidieran por proporcionarle un rostro que le diera alguna ayuda de quien podría ser, pero la sombra fantasmal no parecía muy dispuesta a mostrarle su verdadera identidad. No era la esencia de Dorcas Meadowes que Lyra sintió cuando ella murió, mas bien era la que Atticus le aseguró siempre estaba junto a James.

Lyra no tenía idea de qué era lo que quería; no mientras los murmuros en su cabeza siguieran siendo más confusos que de costumbre al tratar de concentrar su atención en dicha figura.

James giró su rostro hacia ella, y la sombra desapareció de su lado como si nunca hubiera estado allí.

— ¿Se encuentra bien, señorita Carstairs?

Lyra lo miró, notando lo atentos que parecían sus ojos en su rostro como lo había estado el día anterior, en busca de alguna expresión que la delatara. Ella tenía la sensación de que James no se detendría hasta saber el problema, y eso la aterró.

— Perfectamente.




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