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six




vi.
( lord voldemort )




La esperanza era una perra, y que ella la experimentara es culpa de James. Es lo único que dirá de la situación.

Ahora, Lyra se volvió un poco complaciente. Eso sí era culpa suya, no lo negaba. Tenía experiencia en cómo la calma constante podía afectarla, podía engañar los sentidos y hacerle creer que las cosas no sucederían, así que ella debió de saberlo mejor. Confiar en el ambiente del momento era una sentencia de muerte segura, y mantener sus sentidos alerta era lo único que la haría vivir.

Con los mortifagos era así, al menos.

— ¿Qué tal estás? — James le preguntó aquella noche, a pesar de que Lyra había pasado todo el día sentada en el mueble de la ventana, sin responder a las preguntas de nadie o dar señales de reaccionar. 

El silencio comenzó al despertarse, esa sensación de encontrarse bajo el agua que Lyra sufría en sus peores momentos de distanciamiento de la realidad. No es que se sintiera mal, o que la opresión fuera tal que le quitó el aliento el resto del día, era sólo que ella no quería hablar con nadie. La molestaba la insistencia de los demás por sacarle así sea un quejido de disgusto, que nunca les dio la satisfacción de obtener.

Quería estar sola. Y tranquila. Al parecer eso era mucho pedir en San Mungo.

— No de buen humor , ya veo— dijo él, como si el desprecio y desdén de Lyra por la compañía no fuera muy evidente. James se acercó, ocupó la silla a un lado de la camilla vacía de Lyra y abrió el ejemplar que le había dado de Bibblie El Hechicero. — Bien, me quedaré aquí hasta que quieras regresar al mundo real.

Lyra no respondió, tampoco apartó la mirada de la ventana mágica; pero su inconsciente hizo el registro de que James no se movió de su lugar, para nada que no fuera servirse agua o acomodarse en la silla, pasando las páginas del libro con el avance de los minutos, luego las horas; como si las adivinanzas del nivel de un niño de cinco años le resultaran de lo más fascinante.

Al finalizar la quinta hora, Lyra resurgió del aturdimiento. Su mente reinició el ciclo de procesamiento habitual; se dio cuenta que la ventana mágica mostraba las estrellas y la luna creciente de aquella noche y decidió que ya no deseaba estar sentada, que necesitaba moverse. Le crujieron los huesos, tenía las piernas débiles y casi se tropezó en su intento de regresar a la camilla, sin hacer caso de la mirada cautelosa que James le dio. 

El malhumor se le había desvanecido sólo lo suficiente para que no sufriera un colapso por estar cerca de alguien que no fuera Atticus (a quien se le negó venir hoy, porque tenía una revisión importante con los medimagos especialistas), así que se esforzó por decir algo coherente: — Tu turno terminaba hace dos horas.

La voz le salió rasposa, la garganta le dolió y la saliva no fue suficiente para aliviar la sequedad de su boca, después de la tarde de completo silencio que pasó en la ventana. James debió de darse cuenta de su ligera mueca, por lo que le regaló una pequeña sonrisa y trató de acortar la conversación para no obligarla a hacer algo que no quería.

— Le dije a Alice que podía tomar el turno en su lugar — dijo James, sirviéndole un vaso de agua de la jarra recién llenada. No se había dado cuenta de a qué hora entraron los medimagos a cambiarla. — Lo que mi jefe no sabe, no lo molestará ¿Quieres que te lea algunas anotaciones? Reg tenía un don para la comedia, te lo juro.

Ella no tenía idea de quién era Reg. Claro, James dijo que era el hermano menor de su mejor amigo y, de acuerdo con las anotaciones, al parecer era un pequeño bastardo mezquino (con lo que Lyra se podía identificar, de cierto modo); pero no estaba segura de cuál papel podría haber tenido en la vida, qué le sucedió, a cuál camino lo llevó su destino. No importaba el qué, en realidad; ella todavía no sabía quién era él.

Lo que sí sabía era apreciar su sentido del humor. Consiguió que se riera, lo que fue sorprendente, Lyra pensó haber olvidado cómo hacerlo. Bebió del vaso recién servido, como una persona sedienta en el desierto que acababa de hallar un oasis, y lo miró a la expectativa. James tomó aquello como una señal para abrir de nuevo Bibble el Hechicero y le leyó en voz alta las burlas irónicas que Reg anexó con cada adivinanza, su voz imitando un tono inexpresivo y seco de aburrimiento que sólo lo volvió aun más gracioso.

Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento se quedó dormida. Cuando Lily la despertó para su revisión de madrugada programada; las luces de la habitación estaban apagadas, las estrellas brillaban en la ventana, tenía una sabana encima que no recordaba haberse puesto y el vaso de Lyra había sido devuelto a su lugar habitual en la mesa de noche, la jarra llena otra vez, el tomo cerrado de Bibblie El Hechicero junto a los utensilios.

— Me dijeron que tuviste un día difícil — Lily murmuró, una sonrisa débil y apagada fue lo que sus ojos captaron del rostro en la oscuridad. Ella se veía preocupada, y Lyra se preguntó qué tan mezquina había sido durante el entumecimiento, lo que medimagos de turno le dijeron a Lily. Debió ser terrible. — ¿Cómo te sientes ahora?

Lo más sorprendente de su respuesta, es que Lyra no consideró la posibilidad de mentir. — Estoy... bien. Mejor que ayer.

— Me alegra — la sonrisa de Lily se volvió más genuina; mientras trabajaba hechizos de diagnóstico sobre su cuerpo. La magia suave y cálida de su varita hizo ligeras cosquillas en el vientre bajo de Lyra. — Espero que Potter no te haya molestado mucho, Alice me comentó que tomó el turno por ella.

James era la razón por la que estaba bien aquella madrugada, fue el pensamiento sincero de Lyra. Haberse dormido escuchándolo dramatizar las anotaciones en el libro era una prueba mejor que cualquier otra de ello. Nunca se sentía lo suficientemente segura alrededor de personas que no fueran Atticus, no desde que los mortifagos le arruinaron la vida, y todavía bajó la guardia con él anoche.

— Me gusta su compañía — confesó, casi sin ser consciente de ello. 

Tampoco mintió en esa: James no la hacía sentir como si estuviera loca, o desquiciada, o le faltaran cinco tornillos diferentes; incluso si no sería extraño que algo en su cerebro no funcionara bien del todo, no luego de 11 años en el infierno. James la trataba como un ser humano, como su propia persona y no una extensión de la crueldad de los mortifagos, a diferencia de todos los demás en San Mungo y el cuartel de aurores. 

Era aliviador; sentirse normal al menos unos minutos.

— Oh — Lily parpadeó; la confesión debió tomarla desprevenida. Para Lyra no era un secreto que James y Lily no se llevaban bien, dada la cantidad de veces que los oyó discutir antes; incluso si no entendía el motivo detrás de su odio mutuo. — Si es así... Me alegra que estés logrando sentirte cómoda de nuevo, es un gran paso en la dirección correcta.

Lyra apartó la cara, sin comprometerse con una respuesta. — ¿Dónde está Atticus?

— Dormido, espero — Lily frunció el ceño, y un resoplido burlón escapó de Lyra. Conocía muy bien a su gemelo; las probabilidades de que Atticus estuviera dormido enserio eran nulas. Su hermano podía hacerse pasar por un vampiro sin problemas; vivía de la noche y odiaba el día, estar despierto en horario matutino lo volvía más gruñón de lo normal. Él era raro en ese sentido. — Te daré la poción para dormir sin sueños, y mañana te levantaré temprano para los análisis con el especialista. Si necesitas algo, Frank está afuera.

— ¿James ya se fue? — se le escapó, y casi tan rápido como Lily la miró, se arrepintió de haber preguntado. 

Por supuesto que se fue; tomó el turno de Alice antes y el suyo venía después del de Frank. Merecía un descanso. A Lyra todavía no le cuadraba que un chico sólo dos años mayor que ella estuviera en el cuartel de aurores a voluntad propia, y sí, admitiría que James le era un enigma incluso sin eso de por medio; pero no es que le fascinara la idea del misterio. 

Nadie debería tener la desgracia de involucrarse en una guerra, menos a su edad.

— El turno de Alice terminaba a las 12 — Lily le explicó, con paciencia. Lyra pensó que, al prácticamente haberle confesado que se sentía cómoda a su alrededor, Lily trataría de guardarse su desagrado por James cuando estuviera hablando con ella; a favor de concentrarse en la recuperación y reintegración de Lyra a las personas en general, en lo que James al parecer ayudaba. — Pero estará aquí a las 7 am, no te preocupes.

Un calor extraño inundó las mejillas de Lyra, y luego de un segundo muy largo, se dio cuenta que acababa de sonrojarse. No sabía cómo se vería en un espejo, nunca se sonrojó antes; pero la vergüenza pudo más con ella. No pretendía que su comentario sonara como exigente.

— Gracias — murmuró, recibiendo el vaso lleno con líquido ámbar de aroma dulce.

Lily asintió, antes de darse la vuelta para salir de la habitación. Lyra saboreó la poción, sintiéndose algo estúpida por haberle dicho a Lily todo lo que dijo, y se recostó, sin apartar la mirada del tomo de Bibble, todavía con la tirita de la curiosidad de dónde podría estar Reg (si ese era siquiera su nombre) ahora y si alguna vez pensaba en las adivinanzas de Bibble tanto como lo hacía ella.

Por el rabillo del ojo, vio una sombra moverse en la esquina. Lyra se enderezó de golpe, los chillidos de las voces acompañaron el aceleramiento de su corazón a una velocidad espantosa, y fue incapaz de contener su grito del nombre de Frank cuando la sombra pareció condensarse, haciéndose de una extraña energía viva, y se lanzó a la camilla con la intención de atacarla.

Frank fue rápido en su reacción: activó el interruptor de luz y la repentina llegada de la blancura artificial la cegó por un segundo, dándole el tiempo suficiente a la sombra para desvanecerse de sus ojos sobrenaturales. Las voces no se calmaron, siguieron chillando en su cabeza con advertencia, y el sonido de la de Frank fue un pitido extraño en sus oídos cuando él se acercó a calmarla.

El libro de Bibble se abrió de golpe, y la forma de una mano pasando las hojas le advirtió a Lyra a qué venía la sombra.

§

— Revisamos todo el hospital — la voz de James fue lo primero que escuchó Lyra al salir de la habitación aquella mañana. Eran las 7:15, las ventanas mágicas mostraban la luz del día y ella tenía unas ojeras horrendas que vio en el espejo hacía menos de cinco minutos. No pudo dormir nada, ni siquiera con la intervención de la poción, y estuvo en vela el resto de la noche, incapaz de apartar la mirada del libro manipulado por el fantasma de una mano. — No hay signos de entrada forzada, y los aurores que tenemos en la planta no vieron a nadie, tampoco los medimagos en turno.

— Estaba demasiado alterada, James — dijo Frank, ninguno de los dos se había dado cuenta de su presencia allí. Lily pareció preocupada, de nuevo, probablemente nadie le avisó del pequeño inconveniente de Lyra cuando se fue a descansar en la madrugada. Ella tampoco hizo mención del asunto; sabía que no encontrarían nada y colocarlos en una búsqueda sin salida sería peligroso. Lo mejor era que pensaran que estaba alucinando, y no que sospecharan que podía ver a los muertos. — ¿Una pesadilla?

— Le administré una dosis de poción para dormir sin sueños anoche — Lily espetó, de repente, provocándoles a ambos hombres un sobresalto por la intromisión a su discusión. Lyra se removió bajo el peso de la mirada avellana de James, que daba la impresión de analizar su estado más superficial de salud. — ¿Por qué nadie me informó de esto?

— Pregúntale a tu superior — dijo James, sin importarle el ceño fruncido que recibió de Lily, para gracia de Lyra. El odio que se tenían era divertido. — ¿Estás bien, Lyra?

— Meh — fue su respuesta.

Frank se restregó el ojo con la muñeca. Los últimos meses lo acostumbraron a esa actitud críptica suya. — Tengo que dejarte, Alice está esperándome para desayunar. Vendremos más tarde, no creo que sea conveniente estar solo uno de nosotros aquí si hubo un posible infiltrado. A Moody no le gustará...

— Que hable conmigo si tiene algún problema — gruñó James, no muy contento con la mención de su jefe; mientras ocupaba el lugar a espaldas de Lyra. El protocolo de seguridad del cuartel era un poco extraño, si le preguntaban a ella; aunque tampoco se iba a quejar. — Deberías descansar, Frank, pediré refuerzos para rellenar el vacío en la seguridad.

— ¿Quieres que Atticus muerda a alguien? — Frank se burló, provocándole un resoplido divertido a Lyra. Su hermano era capaz de eso y de más, en realidad. No lo admitiría; pero se había encariñado con Frank y Alice. — No, es mejor que estemos los dos aquí para monitorearlo. Le pediré a Moody el refuerzo yo mismo, no está contento contigo y no creo que quiera verte por la oficina en estos momentos.

— Moody puede ahogarse en sangre en lo que a mi concierne.

Frank no pareció tranquilizarse con su elección de palabras; aunque tampoco siguió con el tema, probablemente lo consideró justo. Lyra se preguntó qué clase de jefe tenían. Cuando desapareció escaleras abajo, tras murmurarle una última instrucción al auror que custodiaba aquel lado del pasillo, Lily empezó a guiarla del otro lado, a hacerse los análisis, James siguiéndolas a solo unos pasos de ambas.

— La próxima vez — Lily gruñó a James, deteniéndolo del brazo antes de que entrara a la habitación detrás de ella. Lyra miró del uno al otro, y no pudo pasar por alto el ligero aburrimiento que se colaba en la expresión de James con la actitud de su medimaga. — Espero que si a mi paciente le ocurre algo, seré avisada de ello.

— Como dije, habla con tu superior — James rodó los ojos. — Mi trabajo es mantenerla a salvo, a ella y Atticus, y en eso ya me encuentro muy ocupado como para preocuparme por ti también. Ahora, suéltame el brazo que no estoy de humor, Evans.

Uh, pensó incómoda, moviendo su mirada insegura de un lado a otro. Esto definitivamente no era bueno; los meses que pasó aquí al cuidado del cuartel de aurores le habían enseñado la diferencia entre las bromas de James, los intentos de sacar de quicio a Lily apropósito y lo que era molestia real. Aquella última era la más inusual, James no daba impresión de ser alguien que se enojara con facilidad, de perder los estribos sólo porque pasaba un mal momento y quería desquitarse a las malas con el mundo. 

Se preguntó lo que ocurrió para tenerlo así. Esperaba que no fuera nada muy trascendental, o muy terrible, o potencialmente mortal a su salud. Luego de pensarlo, decidió relajar un poco el carril de sus pensamientos; tal vez era sólo el tal Moody, a quien suponía que James no tenía en alta estima estos días.

— ¿Estás... bien? — Lyra preguntó, la sensación de inseguridad y cautela todavía era parte de ella.

— Yo debería ser el que preguntara — dijo James, con una sonrisa divertida de la evidente tensión en el cuerpo de Lyra, acostada en la camilla de la habitación dónde le harían los análisis. — ¿Tienes miedo?

— No me gustan las agujas — confesó, removiéndose sobre las mantas. Ningún objeto filoso era parte de las cosas que Lyra toleraba a su alrededor; no después de que los mortifagos decidieran que la magia no era lo único que podían usar para torturarla y mantener a Atticus a raya, por lo que la idea de que su cuerpo fuera pinchado con esa maldita cosa no la ayudó a controlar el nerviosismo.

James le extendió una de las toallas bien dobladas en la mesa de noche. Por la mirada desconcertada que Lyra le dio, decidió explicarse: — Para apretar, cuando te saquen la sangre.

— ¿Funciona de verdad?

— Sí — él se rió de su escepticismo. — Confía en mi, te distraerá del dolor. Y no es que vayas a sentir mucho dolor — se apresuró a decir, cuando el miedo regresó a su rostro y lo volvió más pálido de lo normal. — Sólo será un pinchazo, nada del otro mundo. Se irá tan pronto como llegue, lo prometo.

Los análisis duraron el resto de la mañana, ya que el medimago decidió probar revisiones en otras áreas mientras salían los resultados del de sangre. Según el especialista, su magia estaba bastante inestable; a diferencia de la magia en una persona normal, se retraía y se encerraba ante las señales de peligro; pero eso cambiaría conforme su cuerpo encontrara el flujo normal que debería tener a su edad con la administración de pociones nutricionales a su dieta y alimentación especial. 

James pareció demasiado aterrorizado cuando escuchó ese primer diagnóstico; aunque lo cubrió fácilmente al darse cuenta de que Lyra lo miraba.

— ¿Voy a morir? — no pudo evitar preguntarle una vez que estuvieron solos de nuevo.

— ¿Qué? — la voz le subió de tono, volviéndose aguda al final. — No, por supuesto que no. Estarás bien, una vez que tu magia se estabilice. Ya escuchaste al especialista.

— Hiciste cara de que me iba a morir.

— No te vas a morir, Lyra.

Ella se encogió de hombros, no es que realmente le importara si lo hacía o no. A Lyra le daba igual, en realidad. Pasar once años en el infierno te volvía insensible a la idea de perecer, y en su lugar, comenzabas a verlo como una salida fácil. Una salida del dolor, de las torturas, de sentirse una muñequita de la que los titiriteros tiraban los hilos en cualquier dirección que a ellos les complaciera.

Además, morir significaba callar las voces de su cabeza. Ella no tenía problemas en entregar su vida misma a cambio de paz, donde no habían manos fantasmales o sombras que esperaban el momento oportuno para atormentarla. Allí, en la quietud de la muerte, nadie la miraría como si su valor dependiera de lo que otras personas estuvieran dispuestas a hacer con tal de salvarla.

Un suspiro fuerte escapó de sus labios. Tenía curiosidad de saber quién era el espíritu interesado en el libro de Bibble, o más bien, en Reg. Sólo sería capaz de manifestarse de forma sólida si tenía una conexión con el dueño del tomo. Los deseos de los muertos eran complicados, vivieron vidas que los dejaban insatisfechos y existía una larga lista de lo que querían hacer ahora que estaban atrapados en este plano, y como una banshee, la maldición de Lyra era verlos retorcerse en el veneno de un deseo nunca cumplido.

— Odio las agujas — decidió, con fervor.

James sacudió la cabeza. — Te compraré helado si salimos de aquí sin que muerdas a alguien.

— Ese es Atticus, no yo — ella se defendió de inmediato, un pequeño puchero en su cara que lo hizo reír. Había escuchado de Lily que Atticus se colocó bastante agresivo durante los análisis con el medimago especialista. — Pero acepto, me gusta el de chocolate.

Ella nunca probó otro sabor que no fuera ese. De pequeña, el helado de chocolate era el único que existía en la mente de Lyra, y era el único que se sintió natural de pedir a James. Como volver a los viejos tiempos; mamá le haría una trenza refunfuñando sobre la rebeldía de su ya largo cabello rojo y la regañaría por untarse la nariz, sólo para que Atticus decidiera que su vestido también debería hacerle juego a la mancha.

Si James vio la expresión melancólica en el rostro de Lyra, decidió no comentarlo. Lo que sí hizo fue sostener su mano cuando el medimago realizó el último análisis con agujas, prometiéndole que conocía un lugar en el Londres muggle que vendía el mejor helado de chocolate creado por el hombre y que lo colaría en San Mungo para ella.

§

Atticus se ofendió mucho con la idea de que ella recibiera helado y él no.

— ¿A quién sobornaste? — fue su pregunta, apenas entró a la habitación privada de Lyra. Él le dio la impresión de no haber dormido nada la noche anterior, lo cual la preocupó mucho; aunque su gemelo la desestimó con un ademán de mano. — Lo único que yo recibo son amenazas de Alice para que me coma los vegetales.

— Tú muerdes a la gente — dijo Lyra, sólo para darle una lamida a su cucharilla con toda la intención de ser mezquina con Atticus. El puchero que recibió a cambió de su reacción le provocó un resoplido bajo, viendo a Atticus ocupar la silla vacía junto a su camilla. Ella tuvo que tragarse una reprimenda inconsciente de que aquel era el lugar de James. — Yo recibo helado por no hacerlo.

— Si me hubieran dicho que me darían helado por no morder a nadie, sería una historia diferente — él refunfuñó, con rencor. El rostro de cansancio de Atticus fue bastante evidente, a la luz artificial del techo, y el corazón de Lyra latió agitado por su gemelo. No lo había visto así de agotado desde los peores días del encierro; cuando lo sacaban del cabello a rastras de sus celdas y lo obligaban a practicar sus poderes en los cadáveres víctimas de mortifagos. — ¿Qué sucedió? Escuché a Frank hablar con uno de los aurores que custodia mi habitación, dijo que viste a alguien hace unas semanas.

— Entré en pánico — confesó, con algo de vergüenza. Llevaba toda su vida siendo una banshee, predicó su primera muerte a la edad de 1 año; ella no debió reaccionar así esa madrugada. Su descuido colocó en alerta a los aurores de una amenaza que no era física, una amenaza que sólo Lyra era capaz de verdad. Tonta, tonta, tonta. — Uhm, el espíritu vino por el libro.

Atticus echó un vistazo sobre el hombro a lo que apuntaba con el dedo índice, el libro de Bibble encima de la mesa de noche. A su gemelo no le hizo mucha gracia que James se lo diera, consciente de lo que significaba para ella; aunque Lyra le gritó que no se metiera en lo que no le importaba y la dejará con su duelo a su madre muerta en paz.

Él no mencionó a Bibble otra vez, y se esforzó por ignorar el grueso ejemplar siempre que estaba aquí.

— Te dije que ese libro traería problemas — masculló; pero retrocedió visiblemente cuando los ojos de Lyra se encontraron con los suyos. Atticus podía ser el gemelo poderoso entre los dos todo lo que quisiera; él todavía le temía y era cauteloso sobre cualquier cosa que involucrara enojarla. Capacidad de manipular a los muertos o no, Lyra convertiría su vida en un martirio peor que el de los mortifagos si se pasaba de la raya. — ¿Viste quién era? ¿Las voces dijeron algo?

— No — su murmuro provocó el ceño fruncido de Atticus. Eran pocas las almas que se escondían de la banshee; normalmente la buscaban, porque sabían que Lyra tenía la mejor oportunidad de ayudarlas. — Sólo era una sombra, ni siquiera un cuerpo. No sentí nada, ni escuché nada, aparte de que las voces casi me hacen explotar la cabeza. Parecían... enojadas.

— Un alma que enojó a las voces — Atticus palideció al considerarlo. — Eso no puede ser bueno.

Lyra se mordió el labio inferior. — Pero creo tener una idea de quién es.

— ¿Ah si?

— Lo he considerado mucho, en realidad — dijo Lyra, con la voz baja. Dio un vistazo rápido a la puerta entreabierta, el ondeo de la capa de James custodiando su habitación la colocó paranoica y alerta. Ella no estaba dispuesta a que alguien más se enterara del secreto de los Carstairs, su padre ya había hecho el suficiente daño al contárselo al Señor Tenebroso. — ¡James!

El rechinido de la madera al abrirse por completo le dolió en los oídos sensibles. James entró a paso rápido, viéndose bastante preocupado de que lo llamaran de forma tan abrupta. Todos sabían que era muy poco probable que Lyra diera importancia al mundo general una vez que estuviera con Atticus, y James siempre los comprendió mejor que los demás, así que Lyra enrojeció de culpabilidad ante la idea de haberlo asustado.

— ¿Todo en orden? — preguntó James, tras darse cuenta de que nada se incendiaba y nadie fue mordido en su ausencia.

— Sí, sólo quería pedirte que cerraras.

James parpadeó, desconcertado. — Oh, eso. Sí, claro. Atticus ¿Te has dado cuenta de que tienes la manía de dejar las puertas abiertas?

— Claustrofobia post traumática — dijo Atticus, con un encogimiento indiferente de hombros.

— Es trastorno de estrés... olvídalo.

La puerta se cerró. 

Lyra miró fijamente a su gemelo y le pellizcó el brazo como advertencia.

— ¡Oye, loca!

— Se amable con James — lo regañó, sin importarle el refunfuño rencoroso que recibió a cambio. — ¿Recuerdas que te dije que había un alma siguiendo a James? La vez que sentí la muerte de Dorcas Meadowes. Creo que es ella. Es la única alma que sé que está pero no he sido capaz de ver, y ambos sabemos que las almas confían en la banshee, se sienten atraídas a ella.

— Hablas de la banshee como si no fueras tú.

— Eso no es de lo que estamos hablando — espetó. No iba a entrar en una debate de psicología inversa con Atticus acerca de su autoestima rota y su autodesprecio inculcado. Su gemelo ya sentía suficiente culpa al ser consciente de que ella estuvo atrapada con los mortifagos por él, por el amor que le tenía. — Además, James conoció a Reg...

— ¿Quién es Reg?

— Por eso me trajo el libro — continuó, pretendiendo no haberlo oído. — Siento que esta alma está atada a los dos, a él y a Reg. O puede que sólo a James, ya que el libro está conmigo por él. Además, la madrugada que la vi, James me había leído las anotaciones de las adivinanzas, su esencia estaba en todo el lugar. Así que debe ser ella.

— La pregunta aquí es por qué se esconde de ti — Atticus frunció el ceño, los brazos cruzados encima del pecho y una postura tensa contra la silla. — Y por qué enojó a las voces. ¿Siquiera sabemos qué enoja a las voces?

— No sé, lo único que hacen es gritarme.

— Viendo cómo hablas de la banshee, no me sorprende que te griten.

— Cállate — se quejó, pegándole con la almohada de la camilla. Atticus soltó un bufido de risa, sin arrepentirse de sus propias palabras. La meta de la vida de su gemelo siempre fue molestarla y atormentarla acerca de la banshee, dado que no tenía otros amigos a los cuales traumatizar con magia nigromante; sólo para terminar siendo ellos los traumatizados. — Quiero saber quién es el alma y qué quiere con James.

— ¿Sabes? Pareces preocuparte más acerca de James de por saber porqué te rehúye, o a las voces.

Lyra se tensó. — ¿Qué estás tratando de insinuar?

— No sé ¿Quién te dió el helado?

— Sólo estás celoso de que yo reciba helado y tú no.

— Eso es... totalmente cierto y me ofende que lo sepas — Atticus frunció los labios en un puchero infantil. — Pero también tengo razón, sólo te estás molestando con esto porque se trata de él. Y ni te atrevas a mentirme, Thena.

Ella no iba a aceptar en voz alta que tuviera razón. No lo valía, Atticus no lo comprendería. Él nunca pareció darse cuenta que James los entendía, que James se esforzaba por ofrecerles su propio espacio donde no fueran molestados. Él nunca pareció darse cuenta de que James le sacó a Lyra uno de los recuerdos más preciados que le quedaban de su madre sin esforzarse mucho, que James la consoló cuando lo necesitaba y se quedó ahí con ella cuando espantó a los demás.

Hay un niño de 15 años en mi que también lo pide a gritos.

No, Atticus no lo sabría, porque Lyra guardaba esos momentos con recelo en su corazón agrietado; esforzándose en unir los pedazos polvorientos sólo para entenderlo un poco mejor. ¿Cómo un monstruo como ella sería capaz de tocar esos pequeños rayos que el sol la consideró digna de darle sin dañar todo a su paso? Sin apagar su luz, la que luchaba por existir aún.

Dos años mayor, y ya era parte del cuartel de aurores. Él ya peleaba una guerra; una guerra en la que no debería estar involucrado en primer lugar. Ni él, ni Lyra, ni Atticus, ni ninguna de las víctimas de los mortifagos que fueron enterradas en una fosa común de huesos, secretos y crímenes, todo en uno.

— Él nos comprende, At — susurró, soltando un suspiro de resignación. — Él nos vio y se dio cuenta de que.. se dio cuenta de nosotros. Como un todo. Siempre hemos sido un todo, desde que estábamos en el vientre de mamá. No hay Lyra sin Atticus y no hay Atticus sin Lyra. Y él lo sabe, cuando nadie más lo ha sabido.

— Así que tiene un gemelo — dijo Atticus.

Un gemelo al cual perdió, esa era la parte más importante del rompecabezas que era James Potter para Lyra. 

Porque él perdió a su gemelo; y no lo quería para ellos. Quería salvarlos del dolor. James sabía lo que era aquel sufrimiento, sabía lo que era la perdida, sabía lo que era esta guerra, lo que podía quitarte. No debería; pero lo hacía.

Como lo hacía Lyra, como lo hacía Atticus, como lo hacían los cadáveres en la fosa común de los mortifagos.

— Sí, tenía un gemelo.

Su parafraseo dejó mudo a Atticus, el uso del verbo en pasado fue suficiente para sacarlo de su eje habitual y lanzarlo en una órbita completamente nueva. Como hermanos, no había nada peor que imaginar la muerte de uno de ellos, y la simple idea les parecía... inconcebible, un completo insulto a la naturaleza de los gemelos, porque ¿Cómo podías vivir sin tu otra mitad?

Entonces, hubo una explosión.

Atticus levantó un ejercito de muertos a su alrededor con un movimiento de su mano, posicionándola detrás de él para servirle de escudo. Lyra se llevó la mano a los oídos, aturdida por los repentinos gritos de la voces en su cabeza, gritos que esperaban servirle de advertencia de lo que sucedería.

— ¿Qué demonios? — Atticus calló, al igual que ella, sintiendo las almas abandonar los cuerpos inertes que caían como moscas fuera de la habitación. Lyra sollozó, adolorida de escuchar intensamente en su mente la cantidad de nombres de los muertos que había a su alrededor. — Nos encontraron.

— Vienen por nosotros — gimió, las lágrimas se acumularon en sus ojos por la agonía de las voces gritando, su garganta picando, la necesidad de gritar. — At, los mortifagos...

Lyra, grita — le suplicó su hermano, preocupado. La tierra bajo sus pies tembló, y los cadáveres empezaron a salir a gran velocidad, cada vez más atormentados por el descontrol de Atticus. — No puedes seguir reprimiéndolo, te matará. ¡Tienes que gritar!

¡No puedo!

La puerta se abrió de golpe, y Frank Longbottom entró a la habitación con la varita en mano. Lyra frunció el ceño levemente, dándose cuenta de que Frank parecía ignorar la presencia de los cadáveres allí de pie.

¿Qué has hecho?

Trucos que se aprenden — Atticus le acarició el cabello, su mirada de desconfianza dirigida a Frank al verlo avanzar. Los dientes de Atticus rechinaron; el ejército de muertos pareció listo para lanzarse al ataque y Frank todavía los ignoró, estático por la advertencia en la actitud de su gemelo. — Si eres uno de esos bastardos pasándose de inteligente, te aplastaré las bolas.

Frank arqueó una ceja. — Grosero.

— ¿Quién carajos eres?

— Soy Alice — dijo no-Frank. Un pequeño suspiro escapó de sus labios por las expresiones de desconcierto de ambos. — Plan de último minuto, agradézcanle a James. Y me dijiste que me arrancarías la piel de la cara si no te decía dónde estaba Lyra en mi primera vigilancia.

Lyra lo miró. 

Atticus sacudió las manos, ofendido de la acusación en su expresión.

— ¡Perdóname por estar preocupado por ti!

— Sí, luego me coqueteó tratando de distraerme para escaparse — Alice-Frank sonrió divertida. Los muertos cayeron a su alrededor, lo que significaba que Atticus confiaba en ella, así que Lyra relajó su postura; aunque todavía no se apartó de él. — Tengo que llevarlos con James, son órdenes de Moody.

— ¿Quién carajos es Moody?

— No es el momento.

— Siempre es el momento.

— Literalmente se está muriendo gente ahí afuera, Atticus.

— ¡Tenemos una emergencia aquí! — Alice los regañó, con un ademán enojado a la puerta abierta. La discusión de los gemelos murió al instante. — ¡Ahora, muévanse! James me va a matar si no los pongo a salvo rápido. Y Moody es un sol al lado de James enojado.

Los gemelos siguieron a Alice fuera de la habitación, y el desastre del ataque a San Mungo se hizo más evidente y devastador. Había escombro a donde sea que viera, las luces titilaban débilmente y los gritos eran ensordecedores, incluso más que los de las voces; el choque de cuerpos y maleficios y las explosiones envió una sobrecarga sensorial a su cerebro que obligó a Atticus a prácticamente arrastrarla por el pasillo a la derecha porque se congeló allí mismo, casi alcanzada por un rayo verde que provenía de uno de los duelos.

Bajaron las escaleras, encontrándose a Lily en medio de una batalla sangrienta contra cinco mortifagos a la vez en la misma entrada del pasillo del tercer piso. Alice gritó, usando sus brazos para empujar a los gemelos devuelta al escondite que les ofrecía la pared, y su varita erguida atinó un hechizo stupefy al enmascarado más cerca.

— ¡Lily!

Lily esquivó un rayo verde; hizo una floritura en dirección del suelo y una larga grieta se deslizó desde sus pies hasta los del mortifago frente a ella, abriendo un hueco en la cerámica que lo tragó por completo. No pareció darse cuenta de la presencia de Alice hasta que el siguiente mortifago cayó por un renovado maleficio de la auror.

— ¡James está abajo! — gritó Lily. 

El corazón de Lyra se encogió de preocupación por su medimaga; verla luchar con fiereza y odio a los dos enemigos restantes que quedaban en el pasillo, obligándolos a retroceder hasta que dieron vuelto a una sección diferente del hospital y no se dieron cuenta de la presencia de los gemelos a espaldas de Alice. De Lily no quedó más que el rastro imaginario de su cabello rojo cubierto de polvo cuando la vista de los cuatro se desvaneció.

Alice gruñó en voz baja; pero aun así tomo a Atticus del brazo y comenzó a correr, incitándoles a seguirla de aquella manera. Bajaron más escaleras y quedaron en medio del fuego cruzado de un duelo que el auror involucrado estaba perdiendo, hasta que Alice se encargó de terminarlo con un movimiento certero y letal de varita, el cuerpo del auror y el mortifago golpeando el suelo a la vez provocó una sacudida de miedo a Lyra.

Al final, llegaron a recepción.

Lyra sintió un escalofrío subirle por la columna vertebral al sentir esos ojos rojo escarlata, que sólo la seguían en pesadillas desde hace meses, sobre ella. Sus piernas temblaron como gelatinas, demostrándole cual aterrada se encontraba de verdad; los chillidos insistentes de las voces se volvieron un pitido que molestó a su oído interno, la banshee en ella atraída por lo sobrenatural de la muerte que rodeaba aquel ser.

— El señor Tenebroso... — susurró Atticus, entrelazando sus dedos para devolverla a la realidad.

El señor Tenebroso sonrió terroríficamente, feliz de haberlos encontrado; antes de que la fuerza conjunta de Frank (que se veía como James) y James (que se veía como Alice) lo obligara a regresar a ellos, a prestarles atención, haciendo un trabajo maravilloso para retenerlo allí, o a que retrocediera, tercos de permitirle colocar una de sus asquerosas manos encima de los gemelos de nuevo. 

Lyra sólo se dio cuenta de que esto de la multijugos iba entre los tres por la sombra fuerte, enojada, que se movió junto al cuerpo de Alice con cada esquiva que le hacía a los maleficios del Señor Oscuro. ¿Por qué tomaron multijugos?

— Decisión de último momento — repitió Alice, pareciendo resignada por alguna razón. — El plan original se fue por el retrete. James cuidara de los dos.

Lyra se sintió fuera de lugar al ver la mirada que compartieron Alice y Atticus, como si aquella situación ya la tuvieran planeada. Atticus la abrazó y comenzó a retroceder con ella, dejando que Alice corriera hacia su esposo y amigo para unirse al duelo con el Señor Oscuro.

Varios bolas de humo negro atravesaron las paredes de la recepción, lo que obligó a los 3 aurores a despegarse un poco del objetivo principal para no terminar muertos por los mortifagos que los atacarían a traición sin remordimiento ni reparo alguno; mientras estos provocaban más desastre y explosiones y la caída del escombro del techo.

Atticus la jaló de la mano y ambos se escondieron detrás del mostrador medio destruido.

— ¿No puedes repetir tu truco del no ver los cadáveres? — susurró Lyra.

Él hizo una mueca y levantó el brazo una vez más.

Hubo un cambio en el ambiente cálido de San Mungo, como si la temperatura hubiera descendido de repente. Como si hubiera dementores por todo el lugar. Los cadáveres, invisibles a ojos de los demás, comenzaron a lanzarse sobre los mortifagos, siendo casi inmunes a los hechizos que conjuraban a la desesperada por las fuerzas invisibles que los atacaban.

— ¡Son los niños, idiotas! — les recriminó el señor Oscuro, lanzando a Frank bajo la apariencia de James lejos de él con un certero movimiento de su varita. — ¡Búsquenlos y tráiganlos!

— ¡Vete a la mierda y quédate ahí! — gritó Atticus, y con un movimiento de la muñeca, uno de sus cadáveres se colgó de la espalda del Señor Oscuro, manos huesudas tiraron de la piel de su cara y de los pliegues de su túnica. — ¡Te mataré antes de que toques a mi hermana otra vez, hijo de perra!

James aprovechó el desconcierto general provocado por su gemelo y se lanzó al ataque, obligando al Señor Tenebroso a concentrarse en él, sólo en él, en su varita y los maleficios que conjuraba, con la misma potencia que la del hombre detrás de aquella guerra. El aura poderosa de James le dio al Señor Tenebroso una razón para que los mortifagos no se involucraran; en su arrogancia, no quería que nadie más que él acabara con esta amenaza.

Lyra miró el duelo sobre el mostrador, asombrada. Los oídos le pitaban en advertencia, y para su suerte y la de James, lo pudo notar a tiempo. La figura de la sombra junto a James parpadeó, como si fuera a desaparecer de repente, como si fuera a morir por completo... al igual que él.

— Atticus — susurró, la uña de su dedo índice rastrilló la muñeca de su gemelo con tal de llamar su atención. — Sácalo de allí, por favor.

Atticus comprendió rápido, siguiendo la dirección de su mirada a James. Pareció sorprendido ante el espectáculo que él y el Señor Tenebroso daban; las luces de colores salían de sus varitas a una velocidad impresionante, casi como cuchilladas, estocadas de espadas, una danza de muerte que los iba a arrastrar a todos pronto.

Ella inhaló hondo. No permitiría que James muriera; sobre sus huesos polvorientos, rotos e incinerados.

— ¡Atticus, ahora!

— ¡SOTREUM NAGIS SIM SENEDRO!* — Lyra nunca había visto a Atticus hacer algo como aquello, y fue mucho mas terrorífico que la repentina aparición del Señor Oscuro en San Mungo.

Con la misma rapidez de un parpadeo; no había más rastros de mortifagos y el señor tenebroso en la destruida recepción. Atticus tenía una sonrisa loca extendiéndose en sus labios, los ojos brillando de rojo sangre. Lyra sacudió la cabeza, no quería preguntar por qué él todavía usaba los trucos que ella le enseñó, por qué confiaba que le funcionarían.

— ¿Ahora qué hacemos? — preguntó, su cabeza parecía a punto de estallar con las voces gritonas. Ella odiaba las malditas voces.

— Sobrevivir —murmuró Atticus. Sus brazos la rodearon, atrayéndola a su pecho de manera protectora. Lyra lo dejó ser, consolada por la presencia de Atticus cerca de ella. A esa distancia, casi pasó por alto la mirada rápida que él dio a la decepción destruida. — Eso es lo que siempre hacemos. Sobrevivimos, y no nos detendremos ahora. Promételo.

— ¿De qué hablas?

— Promételo, Thena.

Ella lo prometió. 

Atticus asintió, con una mirada triste en los ojos. — Volveré a ti, pronto. Sólo tienes que esperarme.

¿Por qué suenas como si fuera una despedida?

Atticus le dio un beso en la frente, consciente del miedo que su hermana sentía en ese momento al verse directamente a los ojos.

— Te amo, hermana.

Lyra sintió que alguien la jalaba por detrás, viendo como Atticus desaparecía frente a ella. Entonces todo se volvió negro, y no fue consciente de nada más.














*: "sotreum nagis sim senedro" es muertos sigan mis ordenes pero al revés

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