OO4 «Prisión mental»
Tus ojos llorosos colmados de sufrimiento,
son el mayor de mis placeres.
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15 de mayo, viernes
Las luces eran cegadoras. Los focos parecían seguirle cada vez que daba un paso, cuando en realidad eran las miradas de todos los inferiores a él, mirándole desde el suelo, envidiándole por estar en lo alto y soñar con ser él. Observando cada gesto, cada mueca y palabra que salía de su boca. Él era el rey y todos ellos sus súbditos.
Por eso mismo no se molestaba en llegar a su hora. Sin él, no habría programa. Sin él, se acabaría todo. Nadie se atrevía a mirarle a los ojos, mucho menos a tocarle, eso era algo que todos tenían prohibido. Se sintió bien saber todo el poder que poseía en su reino. Estaba bien; todo se encontraba en orden.
En un gesto soberbio, subió una de las comisuras de sus labios, dejando a la vista una sonrisa altanera, rozando lo siniestro. Acarició su móvil por debajo de su gabardina, esperando con ansias llegar a su camerino.
—JiMin Oppa, el guión del programa ya está en su mesa, pero solo quedan diez minutos para estar en el aire, ¿qué hacemos? Ay Oppa, ¡no sé que hacer!—la había cagado. Esa chica insensata que había tomado el brazo de JiMin en un intento desesperado de llamar su atención, supo que estaba en problemas al ver los ojos del contrario, repletos de asco y un odio iracundo dirigido expresamente hacia ella, una simple becaria que iniciaba su primer día en el set.
Con una risa cargada de desprecio hacia la joven que empezaba a temblar en su sitio, JiMin se giró en su dirección, quedando uno frente al otro. En su reino había entrado una rebelde, y él, como soberano, estaba en el deber de colocarla en su sitio.
Con un ágil movimiento, JiMin sacó de su bolsillo superior un pañuelo repleto de colores harmoniosos; azules, naranjas y un amarillo tan hermoso como su propio cabello decoraban esa espléndida tela de gran calidad.
—¿Ves esta pañuelo? Es un Glagliardi, hecho a mano e importado desde América.—sabía que varios camarógrafos los observaban, pero estaba bien. Una vez más, demostraría el poder que tenía y aprenderían a respetarle y, lo más importante, a temerle—Este mísero trapo cuesta más de lo que tu tendrás jamás en tus manos. Ahora, observa.
Nadie se esperaba eso. Muchas personas que pasaban por ahí se quedaron estáticos al ver al gran Park JiMin sonándose los mocos en un pañuelo de bolsillo, produciendo un gran ruido por culpa de su nariz. Y la chica, temblando de miedo por lo que iba a suceder sólo se quedó quieta en su sitio, aguardando por su inevitable final.
JiMin, uno de los mejores presentadores televisivos que había tenido Corea del Sur y amado por toda la nación, zarandeó ese pañuelo repleto de su propia mucosidad a centímetros del rostro de la pobre chica, que a esas alturas ya estaba empezando a llorar por el estrés de la situación.
—Ésto, es lo que me importa esta estúpida tela. ¿Y sabes por qué? Porque es reemplazable, todo lo es, tú lo eres, todos lo son. Así que llévate esto al basurero que está a una cuadra y quédate allí, a ver si el camión se digna en recogerte también, basura inmunda.
Y con una cruel sonrisa asomándose por su rostro, tiró ese pañuelo al suelo, diciéndole con la mirada a esa chica que lo recogiera y se fuera de allí antes de humillarla aún más. Porque podía, claro que podía hundirla mucho más. No por nada estaba en esa posición. Después de todo, él era el Rey. El jefe. El gobernante de sus vidas y carcelero de sus almas.
Él era el que mandaba, y ya iba siendo hora de que todos lo supieran.
Decidido a seguir su camino se dio la vuelta, viendo como las personas se apartaban, asustadas de él, formando una senda para llegar más rápido a su camerino. El miedo era tan eficaz y embriagador, que JiMin quería seguir sintiéndose así eternamente: poderoso. Con una renovada sonrisa caminó más rápido hacia su destino, recordando por qué había llegado tarde ese día.
No le hizo falta mirar hacia atrás para saber que esa chica se había ido y, aún mejor; que había recogido el pañuelo. Tal parece que hay personas que no tenían dignidad y era con esa gente con las que le gustaba jugar. Tan tercos, orgullosos... Para después transformarse en mansos perritos con unos cuantos golpes certeros. Sí, esas personas eran las más divertidas.
Sonriendo—siempre sonriendo— entró a su tan ansiado camerino. Su tocador lo esperaba ya con todos sus productos de belleza encima, ansiosos de ser utilizados. Se sentó frente al gran espejo y con una calma inquietante empezó a aplicarse un ligero rubor y una crema para tapar sus ojeras. Sí, se maquillaba él mismo, no soportaría que alguien tocase su tan preciado rostro.
Mientras se aplicaba un leve tono rosado a sus labios, empezó a ojear el guion. Ese día entrevistaría a un youtuber pretencioso que había publicado su primer libro—que ni siquiera había escrito él—. Aunque no le gustase entrevistar a esas personas que se colgaban de la fama, JiMin no podía hacer nada contra eso. Era el Rey, pero también un súbdito más sin conciencia propia.
Mientras seguía leyendo el guion, un malestar se instaló en su corazón. Ahí estaba todo lo que tendría que decir, cómo tendría que reaccionar a las bromas malas del artista invitado... Sí, esa era su vida, leyendo lo que otros escribían para que él lo recitara y actuara con su resplandeciente sonrisa sempiterna.
Antes era una tortuga sin nada, caminando lentamente por el sendero de la vida, viendo como las demás personas pasaban delante de él , riéndose de él... Hasta que empezó a llenar su caparazón con genuina codicia y maldad, llevando siempre en la mente, siempre a cuestas, a la muerte, su fiel seguidora y compinche de su perversión.
Y ahora estaba ganando la carrera; era famoso, tenía a todos a sus pies y le amaban. Le amaban, a él. A él. Pero todo era una cruel mentira. Los empleados que trabajaban a su alrededor tenían que firmar un contrato de confidencialidad, por si llegasen a exponer los arranques de ira de JiMin o su verdadera actitud. Su verdadera cara. Y los teléfonos móviles estaban prohibidos a no ser que fueses de un alto cargo. La empresa no se podía permitir que hicieran vídeos sobre JiMin de ningún tipo.
Pero él era el que mandaba, y por eso mismo con ansia y una veneración insana, sacó su móvil de su gabardina de marca. Ya no podía esperar más, no quería.
Lo primero era asegurarse. La puerta estaba cerrada sin cerrojo, pero sabía que nadie se atrevería a entrar. Desbloqueó el teléfono y verificó que la aplicación estuviese actualizada. Tenía que cerciorarse de que su conexión Wi-Fi fuese segura, pero por eso no había problema. JiMin era el único que la usaba y había sido puesta expresamente para él.
Con su corazón latiendo con ganas, abrió dicha aplicación con muchos sentimientos encontrados. Las ganas, la sed y el deseo eran las dominantes sobre otras; sobre la compasión, culpabilidad y tristeza, pero esos sentimientos ahora no importaban. Ahora tocaba observar su obra de arte.
Con parsimonia metió la contraseña para poder acceder a las cámaras de seguridad que tenía en ese lugar. Y lo vio. Una sonrisa aún más grande se plasmó en su rostro involuntariamente.
En su móvil aparecía un niño con rastros de sangre, con lágrimas por toda su cara y con las manos y pies atados. Era hermoso ver lo que se podía hacer con unas simples amenazas. Antes ese niño había tenido una voluntad de acero, luchando hasta el final y mordiendo a aquel que se atreviera a tocarlo, pero ahora ahí estaba, en una esquina de aquel cuarto con poca iluminación, mientras abría y cerraba la boca repetidas veces. JiMin suponía que estaba gritando, y eso sólo le hizo sonreír todavía más.
Acarició con sus pulgares la imagen de ese niño que se hacía bolita contra la pared, intentando escapar entre las sombras, seguramente deseando que todo aquello sólo se tratase de una pesadilla.
Y lo era, claro que lo era, por eso JiMin lo disfrutaba tanto. Una pesadilla, un infierno, un abismo sin fondo que poco a poco consumía todas tus ilusiones. Y él iba a ver en primera fila cómo ese pequeño perdía la esperanza poco a poco.
—Y tan pequeño, eres tan pequeño... Debes estar muy asustado, ¿verdad?—el rubio acarició lentamente la figura temblorosa del pequeño que mostraban las cámaras, haciendo un pequeño puchero en un gesto de fingida compasión.—No te preocupes, es sólo hasta que to...
Pero un grito de una voz femenina lo detuvo, mas por suerte pudo actuar rápido y apagar la pantalla de su móvil a tiempo para cuando esa persona entró al camerino.
—¡Yah, JiMin! Faltan ocho minutos para estar en el aire y tú... Espera, ¿que estabas haciendo?—ella había llegado allí para darle una reprimenda a ese imbécil que se creía Dios, pero no esperaba encontrárselo sentado en una posición tensa y con mirada nerviosa. Y supo en un instante lo que había sucedido, por lo que palmeó el hombro del rubio, en señal de apoyo; ella podía tocarle, privilegio de ser su hermana mayor, supongo.—Sí, hermanito, entiendo que estar tanto sin follar te vuelva más sensible, pero estamos en el trabajo. Ya podrás masturbarte al llegar a casa, ¿si?
JiMin ni se movió. Estaba acostumbrado a las teorías que sacaba su hermana de la nada. Era una mujer imposible. Seguía sin explicarse cómo había encontrado a alguien que la aguantase. Ellos estaban unidos por la sangre y su sola presencia le irritaba.
Por eso mismo, cuando JiYeon se puso a parlotear sin ningún sentido, JiMin siguió aplicándose toques de sutil maquillaje para resaltar sus ojos marrones mientras leía el guion, intentando hacer ver que era eso lo que estaba haciendo antes.
—Ah, por cierto, ¿te acuerdas de la entrevista que le hiciste al súper modelo JungKook el viernes pasado? Ha sido un éxito, las cifras están mejorando...Oh, también está ese mensaje en Twitter que publicó JungKook Oppa, ¿es cierto que lo invitaste al programa en persona?
Aquello no le estaba gustando nada, ¿con qué derecho le cuestionaba JiYeon? No, a él nadie podía preguntarle nada, nadie se merecía respuesta, y ya estaba bastante agotado de mentir. Sin embargo JiMin, sin poder evitarlo a pesar de sus años de práctica, se tensó aún más, incómodo por el rumbo de la conversación. Pero solo tardó unos segundos en recomponerse y volver a poner su habitual sonrisa repleta de sincera hipocresía.
—JiYeon, hermana. Recuérdame cómo es posible que llegases a directora en jefa. Ah, sí, es gracias a mí. Por todo lo que hice para que llegases a esa posición, sin contar los trapos sucios que tengo sobre ti. Creo que a tu prometido no le gustaría ver cómo eres realmente, ¿verdad?—se dio la vuelta para quedar frente al espejo, pero sin cortar contacto visual con esa mujer con la que compartía sangre, hablando con una voz tétricamente aterciopelada y dulce.—Ahora, hermana, ¿me repites la pregunta, por favor? Creo que no la oí bien.
Estaba atrapada, y JiMin usaría eso a su favor. Todo lo usaba a su favor, hasta su propia caída en desgracia....
—JiMin... En serio que siento cuando en el p...—pero el rubio no la dejó terminar, levantándose enfurecido sabiendo lo que iba a decir su hermana.
—Sabes que está prohibido hablar de eso en mi presencia. Sólo estás consiguiendo cavar tu propia tumba, así que lárgate antes de que te acabe por enterrar yo mismo.
Él controlaba a todos. Él lo era todo. Por lo que con supuesta inocencia siguió mirando a esa mujer, esperando a que se retirara lo antes posible o no sería responsable de sus actos. Y JiYeon inteligentemente, identificando la mirada de su hermano menor, se fue del lugar para avisar que JiMin estaría listo a tiempo, como siempre.
Al parecer no podía tener un solo momento para deleitarse con su más reciente obra. Miró el móvil, pensando si volver a abrir la aplicación y regocijarse con el sufrimiento de ese asustado perrito, pero una llamada a su móvil distrajo su línea de pensamientos. Soltó un suspiro al ver de quien se trataba.
Se miró al espejo, volviendo a sonreír otra vez, sin percatarse de las pequeñas lágrimas huérfanas de sus ojos.
Porque JiMin expulsaba por los ojos por lo que la boca no podía...
Se relajó, practicando su timbre de voz para que saliese lo más melosa posible. Sabía como tratar con ese sujeto. A fin de cuentas, era suyo; su juguete, su títere.
Y aceptó la llamada, siendo recibido por una alegre risa que le divertía por la increíble ingenuidad que presentaba.
—¡Hola jefe JiMin! ¿Qué tal está? Sinceramente, tengo ganas de verle... Y divertirnos juntos, a ser posible.—estaban claras las insinuaciones en la voz de ese hombre, mas sabía como complacerlo lo justo para que hiciese lo que él quisiera y a la vez que no dejase de temerle.
Sin embargo, por mucho que quisiera hacer enfadar a su hermana, tenía que seguir manteniendo su máscara ante la televisión y toda Corea, por eso le pagaban, por lo que ahora tenía que ir al grano para no retrasarse.
—Hola, cariño... Dime, ¿conseguiste los cuerpos?
Sabía que nadie lo estaba viendo, pero aún así siguió fingiendo esa tierna sonrisa con la que encandilaba a cientos de personas, incluido a el sujeto que hablaba, excitado, a través del teléfono.
—¡C-claro que sí jefe! ¿Cuándo le he fallado?— ese pequeño titubeo que revelaba el placer que sintió al ser llamado de esa forma, su respiración lenta y pausada... Sí, JiMin lo tenía todo controlado.—Aunque fue difícil... Ya sabe, robar cuerpos en la morgue no es tarea fácil, pero todo por usted, jefe.
Menos mal que uno de sus tantos topos se había encargado de que los teléfonos estuvieran a salvo de cualquier ataque hacker, porque con ese hombre revelando información confidencial como si nada... Tal vez debería contarle la lengua, pero no podía, era demasiado valioso y poseía muchos contactos beneficiosos, por lo que respirando, intentando serenarse, le respondió:
—Buen perrito... Cuando nos volvamos a ver te daré tu premio, ¿sí?—se pasó la mano por su pelo rubio, desordenándolo, poniéndose más serio y haciendo su voz un poco más grave en el proceso.—Y sigue vigilándolo, quién sabe cuándo se dará cuenta. En el momento en el que veas indicios de que se empiece a acordar, me lo traes, ¿entendido?
Implantar miedo, susurrar amenazas y fingir la más pura de las inocencias. Una combinación mortal pero deliciosamente adictiva. Sobre todo para la persona detrás del teléfono, extasiado con la profunda voz de su jefe, soñando con algún día poseerlo.
Ingenuo, no se daba cuenta de que quien lo poseía era él.
—Claro jefe. Siempre fiel a usted, jefe.
Fidelidad, compañerismo... Esas palabras no existían en el negocio.
Igualmente soltó una pequeña risa mientras colgaba el teléfono, transformando inmediatamente su rostro frente al espejo, haciendo una mueca incómoda por estar tanto tiempo mostrando sus dientes color perla.
Y aquellos ojos. Sus ojos marrones que ya habían perdido el brillo que le destacaba tanto en antaño. Ahora eran opacos. Sin luz, sin color apenas. Pero JiMin estaba bien con eso. Siempre estaba bien.
Volvió a suspirar mientras miraba su reloj de muñeca. Sólo faltaban cuatro minutos, así que haciendo más fuerza de la necesaria se quitó aquellas traicioneras lágrimas con rabia y frustración, intentando no manchar su maquillaje, arreglando su camisa pulcramente planchada en el proceso.
Era hora.
Iba a salir allí, deslumbraría a todos con su sonrisa, con sus preguntas animadas y su buen sentido del humor.
Una lástima que nada de eso fuese real...
Por lo que dándose valor como siempre hacía, abrió la puerta de su camerino, yendo paso a paso hacia su sillón, no sin antes susurrar las palabras que siempre se decía a sí mismo, volviendo a sonreír fingidamente, mientras un trozo más de su corazón se terminaba por romper:
—Que empiece el show.
Hay sucesos en la vida que marcan un antes y un después. En un segundo tu vida, aquella que habías tardado tanto en construir, se desmorona frente a tus ojos sin que puedas hacer nada. Algunos sienten tristeza, otros impotencia, deseando volver atrás y cambiarlo todo.
Pero cuando SeokJin vio el cuerpo acuchillado de su hermana aquella tarde de invierno en aquel sótano abandonado, no sintió nada. Un frío gélido, un escalofrío que te congelaba los huesos, pero nada más. La impresión remplazó cualquier emoción que pudiese haber existido. Sólo sentía negación y vergüenza por ser tan débil como para no poder proteger a las personas que amaba. ¿Qué clase de policía era que no pudo siquiera proteger a su hermana menor? Y tampoco pudo con su sobrino, el alma viva de su hermana. Porque cuando veía a HoSeok, la veía a ella. Su pelo castaño con pequeños rizos, su sonrisa en forma de corazón, junto con su genuina alegría y visión del mundo.
Ellos veían la belleza en todo lo que les rodeaba. Y al final su hermana había terminado muerta y su sobrino, su pequeño angelito sin alas... No quería pensar en eso. No más, por favor.
—Es extraño... El Dokkeabi está cambiando mucho su modus opperandi. ¿Esconder los cadáveres en ríos? Eso no le pega, se siente orgulloso de su obra y normalmente los deja en un lugar fácil de encontrar. Ésto, todo esto es muy extraño.—como se estaba empezando a hacer costumbre, la subcomisaria HyeJin conducía el coche patrulla, dando toques inquietos al volante, pensando e intentando recordar a cada víctima y los escenarios donde fueron encontrados.
El inspector Kim asintió a lo dicho por su superior sin ponerle verdadera atención, estando más atento a como la noche remplazaba al día y como las farolas empezaban a encenderse, formando un camino de luz hacia su destino.
Que irónico, porque SeokJin solo veía oscuridad.
Su vida entera era un manto oscuro en el que intentaba ocultar su pasado y futuro inminente.
—Creo... Creo que debería llamar a TaeHyung, tendría que ir a la escena del crimen.—la subcomisaria habló con una voz tan trémula y frágil, que SeokJin dejó de prestarle atención al paisaje para mirar a su superior a fin de cerciorarse de que eso lo había dicho ella.
Después de aquella noticia de un nuevo cuerpo se estaba comportando extraña. Nunca dejaba que sus sentimientos le nublasen. Ya fuese un niño o un anciano su profesionalismo estaba por encima de todo. ¿Entonces por qué sus ojos estaban cristalinos? Quiso decir algo, reconfortarla de alguna forma, pero no encontró palabras. Había una sospecha de que ese cuerpo fuese su sobrino e intentaba mostrarse lo más sensato posible, y en cambio HyeJin... No lo entendía.
—Subcomisaria, no creo que sea conveniente llamar a TaeHyung, debe de procesarlo todo y recargarse, sabe que si le decimos que venga estorbará más que otra cosa.
Sonaba cruel, pero era la verdad. TaeHyung era como un robot. Cuando era él no mostraba nada, sus ojos parecidos a la plata líquida carecían de algún sentimiento; hasta que suplantaba a alguna víctima y sentía sus emociones, imaginándose cómo reaccionarían. Sólo eran esas veces donde mostraba que parecía ser una persona y no una máquina. Pero SeokJin tampoco podía culparlo, después de todo por lo que pasó...
El inspector Kim se revolvió el pelo, mirando con cuidado como las uñas de su superior se clavaban fuertemente al volante. De repente sintió su garganta seca y con una tos más que fingida, intentó sacar algún tema para salir de ese silencio.
Ese mutismo era tortuoso, porque le hacía pensar, recordar y sufrir. Y ahora lo que necesitaba era que alguien entretuviese a su cerebro para que no pensara de más.
—Yo, eh, subcomisaria, la hermana del perv... Digo de ese tal NamJoon, ¿no va a la escuela? Eh, bueno, parece estar en la edad, ¿no?—su intento de romper la tensión parecía haber sido en vano ante su falta de respuesta, hasta que vio como el entrecejo de HyeJin se destensaba y le contestaba tranquilamente.
—No, WonYoung no va a la escuela. Nunca ha ido, o eso me ha dicho.—tuvo que frenar el coche ante un semáforo en rojo, aprovechando para mirar de reojo a SeokJin—Además, no es su hermana.
El inspector Kim se consideraba un profesional. Era un experto leyendo el comportamiento y el lenguaje no verbal de las personas, y tal por lo que había visto, esos dos se trataban tal como hermanos. No pudo evitarlo y su rostro mostró la sorpresa que sintió, haciendo sonreír ligeramente a la subcomisaria.
—Ya, quien lo diría, ¿verdad?—volvió a poner el coche en marcha, prestando total atención a la carretera que cada vez se ponía más oscura.—La verdad es que Nam la adoptó... Bueno, algo parecido. Aún recuerdo cuando me llamó desesperado pensando que la había matado con su comida.
Una ligera risa se escuchó en el auto, repleta de nostalgia y genuina felicidad. Y SeokJin ya no sabía que pensar. Esa fue la primera vez que escuchó reír a su jefa, y todo por causa de aquel imbécil.
—De hecho, una vez me contó que su tío la crió. Es una chica muy complicada, se que esconde muchas cosas—una sonrisa que no llegaba a sus ojos se plantó en el rostro de HyeJin, apretando sus dientes en un acto impulsivo—Ella me recuerda tanto a mi...
Y se calló, recién dándose cuenta de que estaba hablando demás. Volvió su mirada más dura mientras ponía su espalda recta, incómoda.
El inspector Kim tenía demasiadas preguntas, y un sentimiento amargo estaba instalándose en su pecho. La frustración se estaba apoderando de él, así que soltó lo primero que se le vino a la mente. No más silencio, no soportaría volver a él.
—¿Por qué utilizan un encerado?—estaba claro que la subcomisaria no se esperaba esa pregunta por la mueca que hizo, sin despegar sus ojos de la carretera—Es decir, podrían haber puesto una pizarra electrónica y así no tendrían que imprimir ni escribir a mano...
HyeJin asintió con la cabeza, de una manera tan solemne que le hizo sentir aún más incómodo. Giró en una rotonda donde se podía ver el cordón policial y a varios policías inspeccionando algo del suelo. Aparcó el coche y, antes de salir, le dirigió una mirada a SeokJin que hizo que todos los bellos se le erizaran.
—Hay información que es mejor no meterla en la red.
De un portazo salió del auto, dejando a un SeokJin pensativo y con la mente en otra parte. Hasta que se dio cuenta que ya habían llegado a la escena del crimen, por lo que bajó de allí y fue corriendo hacia donde estaba una multitud de personas detrás de aquella cinta policial, buscando algo de morbo y acción sobre lo que twittear más tarde. No le hizo falta enseñar su tarjeta que lo identificaba como agente de policía, todos allí ya lo conocían, además de que la subcomisaria ya se encontraba allí, acuclillada y tocando el rostro de aquel pequeño con unos guantes.
El inspector no se contuvo y corrió hacia la bolsa negra en la que se encontraba el pequeño cuerpo. Su piel tenía un toque azulado y apenas se distinguían las facciones de su cara.
Todos miraban atentos a SeokJin. Esperando su confirmación ante lo inevitable.
—No, no es HoSeok. No es el...—soltó esas palabras sin dejar de mirar al pequeño, sintiendo que volvía a respirar.
El resto de equipo volvió a su trabajo al ver que no era el sobrino de su colega, pero el silencio aún seguía ahí, respetando al pequeño que había muerto antes de poder empezar a vivir.
Se colocó unos guantes y miró a HyeJin que se encontraba en frente suya, analizando su rostro, buscando indicios de que fuese a explotar. Sin tomarle importancia, giró la cabeza del niño hacia un lado descubriendo una fuerte contusión en la nuca. La sangre seguía seca, y ahí es cuando empezó con su ritual.
Acarició la mejilla del pequeño, sintiendo una presión en su corazón. Como sucedía con las víctimas de esas edades, tenía una sonrisa hecha de sangre —de su propia sangre— allí donde estaban sus labios, una metáfora para que aún en el más allá siguiera sonriendo.
Levantó la camisa de Bob Esponja que llevaba el niño, viendo allí una cicatriz reciente cosida con una precisión envidiable. Sabía lo que había pasado; ese pequeño ya no tenía corazón, se lo habían quitado. Una de las tantas firmas de ese asesino.
Muchos lo veían como algo estúpido. Si ya estaba muerto, ¿por qué coserle? TaeHyung decía que era la forma en la que expresaba su arrepentimiento. ¿Pesar? No, estaba seguro de que ese monstruo no se arrepentía de nada.
Pero vio algo más en el menudo cuerpo de ese niño que le heló la sangre. Una oración hecha con una navaja, grabada en la piel de ese pequeño.
«Este es mi regalo, Kim, para ti.»
Se tuvo que apartar y mirar hacia el río en un estúpido intento de serenarse. La subcomisaria le había bajado la camisa, sin apartar sus ojos del rostro del niño.
SeokJin se dio fuerzas. Tenía que terminar con su ritual y volver otra vez a empezar. Una nueva víctima, otra muerte y nadie a quien culpar. El inspector se acercó al oído del pequeño, sintiendo la frialdad de su piel aún sin siquiera tocarla. A pesar de el ruido que empezaba a haber siguió en lo suyo, haciéndole una promesa a ese niño y a todas las víctimas:
—Fuiste silenciado. Ahora yo te daré voz.
Después de eso se levantó y se fijó en lo oscuro que estaba. Debían de ser sobre las once de la noche, pero por suerte el equipo forense había puesto luz suficiente como para que no se diera cuenta y poder ver bien el cuerpo.
Se giró hacia los gritos que se empezaban a hacer más fuertes, justo cuando una mujer pasó por su lado y se arrodilló al lado del niño. Tenía un abrigo negro raído y a pesar del frío no usaba zapatos. Su pelo negro se veía grasoso, pero nada de eso importó cuando con sus manos temblorosas, acunó el rostro del niño.
—Mi bebé... Mi bebé...
Puso la cabeza de el pequeño en su pecho, acunándolo sin importar mojarse. Le acarició la mejilla sin poder ver su rostro debido a esa sonrisa sangrienta. Imaginaba que no quería verla porque ahora, así, en esa posición podía imaginar que seguía vivo. Pero si lo veía aquella ilusión desaparecería y su realidad la golpearía.
—Te dije que no me soltaras la mano, te lo dije, te lo dije...
Hacia delante y hacia atrás. Un vaivén de una madre hacia su hijo. Se podía notar que la mujer todavía se encontraba en shock, pero sus lágrimas no paraban de descender.
Los forenses intentaron quitarla, pero HyeJin les hizo un gesto para que no se movieran. Aquella mujer, aquella madre, seguía susurrando palabras en el oído de su hijo, intentando que reaccionara.
—Vamos bebé, no me gustan estas bromas. Despierta, abre tus ojitos para mami, abre tus bonitos ojitos...
Aquello no podía seguir. SeokJin no podía seguir presenciando eso. Se quitó los guantes, por una vez sin importarle el silencio que se había hecho a excepción de lo que decía la mujer.
El inspector apoyó la mano en su hombro. Sólo fue un pequeño contacto, un ligero roce, pero que sirvió para que la mujer se diera cuenta de la realidad.
Un grito que salió de lo profundo de su ser, exclamando al cielo, llorando por su hijo. Era el grito de alguien roto, de alguien muerto en vida. Escucharlo era desgarrador, te perforaba el corazón y lo único que podías hacer era callar y respetar a la madre que acababa de perder a su razón de ser.
SeokJin quitó su mano, sintiendo sus ojos lagrimear al pensar en HoSeok, sin saber su paradero, mientras veía a aquella mujer rota apoyando su frente con la del pequeño, con la de su retoño que ya no volvería a dedicarle sus sonrisas, y que nunca la volvería a llamar "mamá".
En ese momento, SeokJin se dio cuenta de que el silencio era un monstruo que nacía en tu cabeza y terminaba en el corazón. Destruyéndolo.
Matándolo.
CONTINUARÁ...
He llorado al escribir este capítulo, no voy a mentir.
Un consejito: ¡Tener la sinopsis en mente!
He tardado un mes (sí, un maldito mes) en escribir está kk de capítulo. Por favor, apreciarlo, porque cuando terminé de escribirlo tuve tremenda crisis existencial...
La bella hermana de JiMin, que va a ser muy importante en la historia:
He querido hablar de esto hace un tiempo, así que aquí voy.
Muchos sabrán que en Corea del Sur se utilizan honoríficos tales como "Hyung" "Unnie" "Oppa" y demás. Y como os habréis dado cuenta entre los policías no se usan esos honoríficos, ¿por qué? Bueno, no sé si esto pasa en Corea, pero en mi historia, el rango y poder es más importante que unos honoríficos. ¿Creeis que HyeJin llamaría Oppa a SeokJin cuando ella tiene más rango que él? Por eso utilizo lo de "inspector" "subcomisaria" ya que esos son sus rangos y tienen distinto poder. Espero que esto no os moleste, pero me gusta hacer las cosas lo más realista posible, y lo prefiero así.
Cuando terminé de escribir esa escena de JiMin y la becaria, me apareció esto en YouTube. Fue el destino. (*'▽')ノ
https://youtu.be/pxo8t3yuRjU
Estos son los pañuelos de bolsillo Glagliardi. Es una marca cara, pero la exageré un poco, jajaja.
Una aquí haciendo promoción de la marca, so... ¿Y mi dinero? (≧∇≦)/♡
Recreación del twitter. ♡
La fecha está bien, ya que en la historia es viernes 15 ( y sí, los capítulos hasta ahora sucede todo el mismo día ¡FIJAOS EN LAS FECHAS! ) y la entrevista con JungKook fue llevada a cabo el viernes pasado, es decir, el 8 de mayo.
Un meme con el que me reía yo sola mientras lo hacía. Lo amé, en serio. (≧∇≦)/♡
¿El
niño de las cámaras será HoSeok? ¿Qué os parece JiMin? ¿Y su hermana? ¿Para qué querrá los cuerpos de la morgue? ¿Qué pensáis sobre la relación de NamJoon y WonYoung? ¿Esconderán algo? ¿Serán de fiar?
Le quiero dedicar este capítulo a bom0903 por sus comentarios tan hermosos que me dejó en el capítulo anterior. Fuiste una gran motivación, gracias. (╥ω╥')♡
YoonGi aparecerá definitivamente cuando menos lo espereis. Mujajajsajaj, ya tengo la escena en mente. (/ω\)
Os quiero y cuidaos muchos ~ ♡♡
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