16° Función: Peinture Érotique
Peinture Érotique
El ver como la mano de ese sexy pintor se movía a través del lienzo hizo que sus hormonas comenzaran a alterarse; su labio inferior fue aprisionado entre sus dientes ante la idea ser follado por ese peculiar azabache.
Siendo una pintura erótica la que desencadenará esa tarde de sexo y nuevos sentimientos por delante.
Género: Smut
Directora: Moon346363
Reparto: Sujin
Clasificación: C
Función: 16
Mundo alterno.
España, Granada.
Viernes, 10 de octubre de 1986.
Seokjin corría a pasos veloces en los pasillos del castillo de Alhambra, intentando perder a su guardián, que iba siendo dejando a muchos metros atrás con el paso de los segundos; el suelo de piedra creaba un sonido silencioso, logrando camuflar el lugar al que se dirigía, haciendo que el rubio sonriera por ese detalle. Saliendo de las construcciones, comenzó a recorrer la zona llena de árboles, bajando la velocidad de sus pasos para admira de manera breve las flores y animales pequeños que había en ese terreno.
Para ese entonces, a su alrededor no había nadie más que le mirara y le reprochara el cómo comportarse, por lo que pudo destensar los hombros y caminar más relajado, no con la espalda recta ni con la barbilla en alto. Llegando a un punto en específico, se agachó y sacó un simple pantalón de tela y una camisa blanca de botones de una abertura de las raíces de uno de los tantos árboles que había a su alrededor.
Ese par de prendas, las más simples que encontró, había sido comprada en uno de sus días de escapada del castillo, aprendiendo la lección la primera vez que salió con su ropa de la corte; toda la gente del pueblo le miraba, otros le rodeaban, y otros corrían. Y lo que más les disgustó fue el que, al llevar esa ropa, le reconocieron de inmediato y se lo llevaron directamente al castillo, lugar en donde recibió una reprimenda de los católicos, encerrándolo en su habitación del palacio que estaba entre los territorios del lugar.
Dejando la vestimenta encima de la rama de un pequeño árbol, comenzó a sacarse su ropa. El ceñidor de un color dorado que se aferraba a su cintura, sosteniendo la parte superior de su uniforme militar, que era obligado a colocarse todos los días, desapareció de su cuerpo, junto con la faja roja que se encontraba debajo de ella. Por consiguiente, se sacó las algunas medallas que se prendían al saco de un rojo brillante, para después sacarse este último, dejando a la vista su blanquecino pecho. Sus pezones se endurecieron ante la repentina brisa que se produjo, a lo que se abrazó a sí mismo mientras siseaba por el estremecimiento causado. Por último, sacándose los zapatos negros —lo único que sí conservaría para su nueva vestimenta—, se sacó el pantalón del mismo rojo brillante, y que con cada día que pasaba, le hastiaba más. Sus gruesos y suaves muslos quedaron a la intemperie, aumentando el frío que le estaba invadiendo; sin esperar más, agarró la ropa pueblerina y se la colocó.
Una de las ventajas de haber sido enviado —encerrado— en ese castillo y no estar en el palacio con su familia, además de no asistir a las numerosas presentaciones de la realeza, es que la mayoría de las personas no conocen su rostro, por lo que pasaría desapercibido con esa ropa y no debía temer por ser reconocido. Al ser el hijo menor del actual rey de España, fue mandado a temprana edad al castillo de Alhambra a entrenarse y purificarse con los católicos y los de la alta sociedad que vivían en el palacio de Carlos V, llevando ya 8 años ahí, teniendo ahora 25 años de edad. Sin embargo, Seokjin sabía la razón por la que se encontraba. No era educación, no era enseñanzas, no eran modales, era un encierro para que no supieran de él. Y, en vez de sentirse triste, estaba agradecido con ellos.
La realeza no era más que una mentira y una fachada para su gente; conociendo las verdades y las manos sucias que tenían cada una de esas personas: muertes, exilios, manipulaciones, y demás, que seguramente fueron tapadas con el poder que poseían. Ellos sólo tenían una máscara en su rostro, engañando a casi todo el mundo. Y poco podía importarle a él el estar cerca o no de esas personas. Razón por la que casi siempre se encapaba, como ahora.
La ropa de la realeza fue dejada a un lado, colocándola en un lugar en donde no se ensucie ni se aje para cuando regrese.
Ya "camuflado", salió del bosque dirigiéndose a una zona en donde la pared que dividía al castillo y al pueblo era un poco más baja debido a los desniveles del suelo. Haciendo un movimiento rápido, aprovechando su cuerpo flexible, fue capaz de salir de castillo. Victoreando, apresuró sus pasos hacia el pueblo Andalusí que estaba a la orilla de la montaña.
El recorrido fue corto para llegar a su destino; regulando su respiración, que se había acelerado por el breve maratón, emprendió el recorrido de ese día. Había ido decenas de veces a ese pueblo y, aun así, se seguía maravillando de las cosas nuevas que encontraba.
Numerosas tiendas de artículos que no eran posible encontrar en el castillo; cafeterías, joyas, vestimentas, florerías. Adentrándose siempre a cada una, maravillándose por lo que encontraba, piedras preciosas que se encontraba en collares y en algunos accesorios más, las flores que poseían un color encendido y brillante, cafeterías en donde los postres y cafés eran más que deliciosos, museos en donde se encontró diversas pinturas abstractas, la hermosa fuente que se encontraba en el centro del pueblo, los caminos que tenían una decoración encima de las piedras que pisaba. Todo, sea lo más mínimo, le hace sonreír; era de las pocas cosas de las que estaba orgulloso del reino de su padre.
Aunque lo que más llamaba su atención era el arte callejero que se encontraba entre los numerosos edificios. Personas con algún instrumento cantando una armoniosa canción, personas bailando música clásica, personas sentadas en una esquina pintando en su lienzo. Era algo gratificante a su vista, ver como se esforzaban para hacerlo, sin dudas, el mejor momento de su escapada.
Mas la gente lo ignoraba. Centenares de veces vio como la gente pasaba de largo la belleza que tenía para ellos, siendo que él daría mucho para ver todos los días.
Ese día, sus pasos le dirigieron a una de las cafeterías que frecuentaba cada vez que podía y quería relajar sus pies para que ya no le dolieran. Al abrir la puerta, la campanilla sonó ante su llegada, se sentó en una de las mesas que daban vista a los caminos, esperando que alguien le atendiera; lo que más le gustaba de ella, era el delicioso aroma que portaba en todo el lugar, el olor a café y pan recién horneado, rodeándole un ambiente hogareño y que abría su apetito.
—Jin, buenas tardes, ¿qué es lo que desea ordenar? —una hermosa chica se posicionó en frente suyo con una libreta desgastada. Seokjin sonrió ante su presencia. La chica era muy amable, hablaron una que otra vez y, aunque el rubio no le había dicho su descendencia, simplemente su nombre sabía ella, pudieron establecer una pequeña relación de amigos.
—Buenos tardes Sunmi. Dame un café y un Croissant Planchado, por favor —pidió conociendo cada uno de los alimentos que venía en la carta, y sabiendo el nombre de su preferido. La mencionada soltó una suave carcajada al adivinar en su mente lo que pediría.
La chica se despidió con un ademán para ir a dejar el pedido a la cocina y atender a los nuevos clientes.
Seokjin asentó su codo en la mesa de madera y colocó su mentón encima de la palma de su mano para poder ver a la gente caminar por las calles. Su mirada recorrió cada rincón del perímetro que lograba ver. Personas caminando de un lado a otro, saludándose cuando encontraban a un conocido, otras leyendo un periódico en sus manos, unas cuantas deteniéndose en la puerta de la cafetería para adentrarse a ella.
Quiso seguir observando más detenidamente lo que pasaba en las calles, pero el sonido leve de una taza y un platillo siendo dejado en la mesa captó su atención—. ¿A dónde irás hoy? —Sumni, que había dejado el pedido enfrente suyo, preguntó con curiosidad. Era apenas mayor de edad, y las historias que a veces le contaba el mayor de adonde iba o lo que le sucedía en cierto lugar, le llamaba mucho la atención.
—Sin rumbo, seré un pequeño pájaro volando por ahí —Se rio de sí mismo por lo que dijo, para después aclarar—: Hoy quiero ir a aventurarme. Ya sabes. Ir a lugares a los que no he ido, perderme entre caminos para no recordar de dónde vine —sus palabras guardaban un trasfondo que la chica no logró percibir. Jin suspiró con su mirada perdida y bebió de su café—. Probablemente me quede escuchando a un músico o viendo a alguien hacer un retrato.
—Me lo imaginé de ti —los dos rieron ante sus palabras—. La próxima vez que vengas me cuentas lo que sucede en tu viaje sin rumbo —fueron las últimas palabras de la castaña antes de irse a la cocina a, quizás, entregar otro pedido.
Jin no le dirigió otra mirada ni soltó otra palabra en su estadía en el lugar, simplemente se dedicó a degustar de su pan y café.
Los minutos pasaron y el tiempo para ir a caminar había llegado. Saliendo de la cafetería, no sin antes despedirse de su amiga, comenzó a recorrer.
Había aún lugares desconocidos para él, lugares que no se pudo permitir ir por falta de tiempo y por la bajada del sol, mas ese día quiso arriesgarse un poco, sabiendo que había una alta probabilidad de perderse en el trayecto. Sus pies y sus instintos eran quienes lo guiaban ese día, intentando memorizar el camino en su mente, llegando a diferentes lugares nuevos.
Nuevas cafeterías, nuevas florerías, nuevas personas, nuevos artistas callejeros, muchas cosas nuevas que hicieron que sus ojos brillaran. Sin duda, era espectacular lo que lograba ver si se aventuraba un poco hacia lo desconocido.
Su sonrisa se ensanchaba ante el paso del tiempo, haciendo que su nariz se arrugara, sus ojos se cerraran un poco y un suave sonrojo apareciera en sus mejillas debido al sol y a la emoción. Parecía un pequeño niño explorando y ansiado que algo maravilloso e increíble apareciera enfrente suyo, y sí que encontró algo parecido.
Un tumulto de gente se encontraba en una de las esquinas de la calle, un lugar en donde sólo pasaban personas y unas que otras con bicicletas. Eso le llamó la atención, era pocas las veces, por no decir nulas, que la gente se detenía para ver algo, cada una no queriendo gastar su preciado tiempo en algo sin importancia.
Se acercó dando pasos llenos de incertidumbre por lo que vería, imaginándose que podría ser un accidente o algo semejante, pero lo que vio le dejó la boca abierta.
Un chico. Un hermoso chico en el centro de todos, con un lienzo enfrente haciendo una pintura, no, haciendo arte. No era algo que Seokjin hubiera visto antes, era irreal.
En frente de él había una chica, que por lo que alcanzaba a ver por sus ropas, era hija de un alto rango; el azabache se encontraba ya pintando el suave boceto que había hecho hace minutos. Colores fuertes, cálidos, saturados, todos combinándose. Pero lo que le atrajo la atención a Jin no fue la pintura, sino que el chico. Porque, joder, la manera en la que se veía hizo estremecer cada partícula de su ser. Era la persona más candente que alguna vez pudo haber visto.
Mordiéndose el labio le detalló con detenimiento. Su cuerpo estaba sentado encima de un banquillo de madera, su vestimenta era similar a la suya, pero la diferencia muscular le hacía ver más seductor. Sus finas piernas eran almohadadas por su pantalón, subiendo más su vista, logró apreciar la blancura de su pecho que se lograba entrever por los botones desabrochados de su camisa blanca. Su mandíbula estaba fuertemente apretaba debido a la concentración que mantenía en el lienzo, sus labios tenían un leve brillo por la saliva que mantenía debido a los contantes pasadas de su lengua, su nariz de botón tenía una pequeña mancha de pintura, sus ojos poseían un brillo particular, su entrecejo estaba fruncido, dándole un aspecto rudo, pero sexy, y sus manos, oh mierda. Seokjin presionó sus labios entre sí para aguantar el suave jadeo que quería producirse. Las manos del azabache eran blancas como la nieve, provocando que sus venas se notaran con más realce, el cálido rosado que había en los nudillos, la larga longitud de sus dedos con rastros de pintura, hicieron estremecer su cuerpo.
Quería, mejor dicho, anhelaba que esas manos tocaran su cuerpo, le destrozaran tanto por dentro y por fuera, que arremetieran en su interior y le prepara con tanta vehemencia al punto de hacerle nublar la vista de placer, para después que su miembro entrara tan profundo en él y le jodiera hasta el siguiente día, llegando al punto de que no pudiera sentir más sus piernas.
Alejó su vista unos minutos en el que intentó eliminar esa clase de pensamiento y que el bulto en sus pantalones bajara. Cuando regresó sus ojos al azabache, él se paraba con la pintura en sus manos, entregándosela al hombre que venía con la chica. La hermosa mujer dio pequeños brinquitos al ver la obra, y el pintor sonrió encantado al saber que le gustó su trabajo. Seokjin sólo pudo ver brevemente el lienzo, pero el tiempo suficiente para que quede plasmada en su mente.
En el lienzo, la modelo estaba posicionada en el centro, el fondo era un bosque en donde deslumbraban mariposas de diferentes colores con algunas luces de diversas formas, también flores de diferentes tipos por todos lados, algunas en el cabello de chica, realzando la delicadeza de la pintura. Muchos colores destilaban en ella, pero combinándose entre sí, no haciéndola ver pesada por todos los elementos, en cambio, creando una armoniosa creación.
Su vista cayó en el azabache al ver como recibía el dinero que la chica le daba, había poco para lo que Seokjin consideraba que valía ese arte, pero más que suficiente para el azabache, incluso le había dado monedas demás. Aun así, el rubio creía que ese pintor merecía más, mucho más de lo que recibe.
Sin darse cuenta, se quedó tanto tiempo viéndole, que todas las personas se habían dispersado al ver que era la última pintura del chico por el sol ocultándose, y era el único ahí. Un sonrojo apareció en sus mejillas cuando el azabache le vio con una ceja alzada. Recién ahí fue consciente de lo que sucedía a su alrededor, y no sólo del sexy pintor. El sonrojo aumentó al recordar sus candentes pensamientos. Girando sobre sus pies, se fue dejando a un azabache confundido por su accionar.
Seokjin mantenía sus manos en sus mejillas mientras caminaba a pasos veloces, por la vergüenza y por los pensamientos que aún se mantenía en su mente. Estando éstos con más fuerza al haber conectado su mirada con el chico.
Fue lo más rápido que pudo al castillo de Alhambra, llegando una hora después ya con su ropa de la realeza, la cual nuevamente se la quitó y se dirigió al baño de su habitación.
Con la mente nublada y sin juicio, se tocó debajo de la ducha imaginando que sus manos eran las de ese perfecto chico; llegando a un potente orgasmo.
[...]
Lunes, 24 de noviembre de 1986.
Las manos de Yoongi sostenían los pinceles llenos de pintura mientras que en el suelo estaba una caja llena de pequeños vasos de plásticos llenos de ello, se encaminó hacia un grifo de agua que estaba en una zona pública, para el alcance de todos. Lavando sus utensilios, sintió un breve toque en su hombro que hizo que girara sobre sus pies y mirar al desconocido.
Lo primero que detalló fue su uniforme del ejército, cosa que le extrañó, ya que él no estaba relacionado con nadie del castillo. Lo siguiente fueron lo que tenía en su mano, provocando que frunciera el ceño al entender menos para el que le llamara.
—¿Usted es Min Yoongi? —al escuchar su nombre, apretó sus labios entre sí, pensando que quizá sería condenado por alguna cosa que ni siquiera sabe qué es. Asintió después de unos segundos, sin emitir palabra alguna—. Una persona del castillo de Alhambra solicita su presencia en dicho lugar este domingo y le ha mando esta carta con los detalles —Yoongi frunció aún más el ceño, si es que eso era posible, al escuchar las palabras dichas.
Miró con desconfianza la carta blanca que le era extendida—. ¿Cuál es la razón? —preguntó.
—Esa información no me fue dada, discúlpeme caballero. Esa persona solicitó que revisara la carta y confirmé su presencia.
Meditó unos segundos el qué hacer, intercalando su mirada de la carta al rostro inexpresivo del hombre. ¿Quién era esa persona?
Dudó antes de dar su respuesta—. Iré —fue su última palabra antes de agarrar la carta, guardándola a uno de sus bolsillos, y seguir limpiando sus brochas. Podría leerla más tarde.
El hombre no le dijo nada más, yéndose al haber cumplido su orden.
Horas después, el azabache se encontraba comiendo en su casa cuando recordó la carta que estaba en sus bolsillos. Sin muchos ánimos, abrió el sobre y sacó una hoja.
Lo primero que leyó le sacó una sonrisa socarrona.
Buenos días, pintor Min Yoongi. Le escribo esto para solicitar sus manos y sus pinturas este domingo.
Si está leyendo esta carta es porque aceptó, y estoy feliz de que lo haya hecho. No me puedo presentar debidamente, ya que le causaría problemas tanto a mí como a usted y a otras personas del castillo si se descubre que le envié esto, me disculpo por eso. Le vi un día que estaba por las calles del pueblo, me encantó la pintura que hizo, así que fui otros días para seguir viendo lo que pintaba, con el tiempo me convencí de que tenía que pedirle que me dibuje en un lienzo, porque podría catalogarlo como el mejor pintor de Granada.
Pero no cualquier pintura, sino que quiero que sea una erótica, una en donde salga yo sin ninguna prenda encima y se note el erotismo en ella. Es una de mis más grande fantasías. Claramente recibirá una gran suma de dinero. También, quiero que por favor no le diga a nadie del castillo o algún conocido de que será erótica, los que me dieron el permiso, tienen en mente que es un simple retrato, así que guarde el secreto por favor; por supuesto, recibirá más dinero por esto último.
Yoongi soltó carcajadas al terminar de leer la carta. ¿Ni siquiera le podía decir quién era? Y la incredulidad también se encontraba albergada en su risa. ¿Hacerle una pintura erótica a alguien del castillo de Alhambra?
—Me gustó. Él o ella, me dejaste sorprendido con tu carta —dijo con una sonrisa en su rostro. Intentó buscar pistas para, por lo menos, distinguir si era a un hombre o a una mujer, pero nada. La carta era tan minuciosa que no le dejaba ni sospechar ni de uno ni de otro.
Siguió comiendo mientras pensaba en lo beneficioso que sería aceptar dicha carta. Seguramente la cantidad de dinero que le darían serían bastante alta, considerando que le pagarían para que no diga que iba a hacer una pintura erótica.
—Pero puede ser una mujer que le gusta acostarse con muchos hombres y le alaben asquerosamente, o tal vez un viejo hombre con un ego muy grande que quiere plasmar su cuerpo en un lienzo —guardó silencio unos segundos—. ¿Será buena idea? —se preguntó a sí mismo, dudoso.
Lo que más le incitaba a hacerlo era el dinero, podría ser una ayuda para unos meses, ya no tendría que levantarse apenas sale el sol hasta que éste se ocultara para, si quiera, sustentar las pinturas y una comida decente al día.
—No ha de ser tan malo —intentó convencerse a sí mismo.
[...]
Domingo, 30 de noviembre del 1986.
La crema para cuerpos, que fue hecha especialmente para los de la realeza, se esparcía por las hermosas piernas de Seokjin, quien, con sus manos llenas de ese líquido espeso, las masajeaba para hacer que una suavidad y un brillo quede impregnadas en ellas. Estaba sentado en la cama mientras hacía tal tarea, su cuerpo siendo dejado a la libertad de ser visto desnudo si alguien entraba, cosa que seguramente no pasaría al tener prohibido entrar ahí. Sus brazos ya poseían ese líquido, por lo que la luz artificial lograba un resplandor suave en ellos; en su pecho se detalla sus rosados pezones que estaban levemente parados ante la espera.
Puede que en su carta haya dicho una que otra mentirilla. Sí quería solicitar sus manos, pero no para que dibujara su cuerpo en un papel, sino que las manos del contrario se conviertan en el pincel y su cuerpo en un lienzo, en donde el pintor recorrería cada parte de su extensión para que sus huellas quedaran marcadas, en donde su blanca piel adquiría colores rojizos por los chupetones que quería que le hiciera, demandando que le pertenecía a alguien.
Así que se está esforzando, quería lucir bonito para que su cuerpo le atrajera y cayera en sus dulces encantos, para después adentrarse en el placer que lleva queriendo sentir desde hace más de un mes.
Mes en donde sus escapadas aumentaron. En antes sólo era una escapada al mes, pero esos días fueron de hasta 2 a la semana, solamente para verlo. Y lo que está haciendo ahora es arriesgarse; convencer a sus cuidadores fue una tarea difícil, tuvo que meter engaños y mentiras para que dejaran que el pintor entrara al castillo a hacerle un simple retrato.
Utilizando el poder que poseía ahí, ordenó que uno de los guardias trajera a Yoongi su habitación, y, cuando llegara, nadie tenía el derecho de estar cerca de ese lugar.
Al ya estar su cuerpo complemente cubierto de la crema, agarró la bata blanca, colocándosela para tapar su esbelto cuerpo y esperó a que su sexy pintor llegara. Muriéndose de los nervios por dentro a la vez que mordía su labio, provocando que un tono rojizo quedara en ellos, haciéndolos ver más encantadores,
[...]
Acomodando la caja de pintura que tenía en una mano y el lienzo en la otra, Yoongi era guiado por un chico que no aparentaba ser mayor que él, pero la expresión que mantenía y su uniforme militar le hacía ver más rudo, haciendo que cualquier persona que le viera se intimidara.
Con anterioridad le había preguntado al chico a donde se dirigía, a lo que éste le respondió que a la habitación de alguien; sin embargo, cuando le preguntó quién era ese alguien, fue ignorado olímpicamente.
Después de eso, no se esforzó más por hablar, creando un silencio en los pasillos, cosa que le provocaba cierta ansiedad al azabache, normalmente no era algo que sucedía en el pueblo, siempre había un pequeño tumulto que alegraba a todos, pero, por lo visto, allí todo era diferente. Era muy sombrío.
—Es aquí —sus pensamientos se vieron interrumpidos por las palabras que dijo el contrario.
Dirigiendo su vista hacia él, vio como golpeaba la puerta de mármol recibiendo como respuesta un pase de la voz de un hombre. Su pensamiento se nubló ante la idea de tener que pintar a alguien prepotente, logrando que torciera los labios en una mueca, inconforme de eso.
El chico abrió la puerta, dejando un espacio para que pasara. Con dificultad, logró entrar y dejar sus cosas en el suelo, a la vez que escuchaba como la puerta era nuevamente cerrada, para después recorrer con su mirada el espacio al que entró.
La habitación poseía un gran espacio, en realidad. En el centro, encima de una pequeña parte con unos centímetros demás, estaba la cama con varias almohadas que se veían suave a la vista. Una pequeña mesa blanca, combinado con las sabanas, estaba al frente de ella pegada en la pared, otras más pequeñas estaban a cada lado de la cama con una linterna encima de ella. Un espejo con un borde de madera con figurillas se encontraba en la pared; como extra, una alfombra blanca con detalles dorados daba la bienvenida a los que pasaran.
—Hola —un susurro, lo suficientemente fuerte como para que le escuchara, retumbó en el desolado lugar, logrando que se sobresaltara.
Su vista cayó en la otra puerta que estaba en la habitación, su mirada recorrió al nuevo integrante en el lugar. Con dificultad, tragó saliva ante lo que veía.
No era ninguna mujer fácil o un hombre asqueroso, era lo contrario a lo que siquiera pudo haber pensado.
Frente a él estaba la mismísima sensualidad representada.
Lo poco que se lograba ver por la bata, era un derroche de sensualidad que te atraía. La parte del pecho que se veía, te incitaba a ir hasta él y lamer toda su extensión. Subiendo más, su cuello era de un color pálido que no le importaría marcar; colocar su boca en ese espacio para chuparle y morderlo con delicadeza y a la vez ferocidad para que dejara marcas que no se borraría en días. Su mandíbula estaba fuertemente marcada, dándole un toque de masculinidad, junto con sus amplios hombros. Sus ojos eran de un café claro, tan luminosos como el mismo sol. Sus labios rojizos parecían el fruto prohibido, estaba tan cerca, pero no podía ir y ponerlos entre sus labios para degustar de su sabor.
—Hola... —desviando la vista, respondió—. ¿Eres quién solicitó mi trabajo? —preguntó esta vez al recordar el por qué estaba ahí.
—Sí —el rubio eliminó los metros de distancia que los separaban—. Disculpa que no me haya presentado debidamente en la carta —extendió su mano al pintor—. Soy el príncipe Seokjin, el ultimo hijo del actual rey de España —pronunció lo último casi con amargura.
Yoongi pareció no poder procesar la última oración, ya que se quedó en un trance analizando lo que le había dicho el príncipe.
—Oh, Dios —el pintor retrocedió dos pasos, para hacer una reverencia—. Discúlpeme su alteza el no haberle saludado cordialmente.
—No, no —Jin se acercó nuevamente y, sujetándolo de los hombros, hizo que la reverencia se eliminara—. A pesar de que soy un "príncipe" —hizo comillas con sus dedos—, no me gusta que me traten con formalidad, menos tú —dijo en tono coqueto.
Yoongi adquirió un leve tono rosado en sus mejillas ante la repentina cercanía que tenía con semejante belleza, pero eso no impidió que algo no cuadrara en su cabeza.
El rey sólo tenía 2 hijos, un hombre mayor y una mujer menor, siendo el primero el próximo heredero al trono. Una mueca se formó en sus labios al pesar que el chico le estaba tomando el pelo.
—Pero... el rey solamente tiene dos hijos. Nunca ha dicho que tiene un menor —bramó.
Seokjin rio ante sus palabras—. Es normal que pienses que estoy mintiendo —señaló al notar el ceño fruncido del pintor—. Lamentablemente, lo que te estoy diciendo es la verdad, pero he sido dejado de lado para quedarme en este castillo. Cosa que de cierta manera agradezco. No sabes lo odioso que es ir a esas reuniones de consejos, asistir a desfiles, presentaciones, mantener la compostura, y muchas tonterías —bufó con un tono burlón, haciendo que se formara una sonrisa en sus labios.
Min se perdió en la hermosa manera en la que las comisuras del contrario se alzaban y pequeñas arrugas se formaran en sus ojos. Estaba mal que hiciera eso, que quedara prendado hacia alguien del que probablemente nunca más volvería a ver, pero era imposible no detallar su rostro, su cuerpo y su voz.
—¿Eh? —segundos después reaccionó al ver la ceja alzada del rubio—. Ah, sí. Digo- yo... —carcajadas salieron de los apetecibles labios de Seokjin, riendo ante los tartamudeos del azabache. —Te creo. Es algo que sí creo que harían los de alto rango, sin ofender —aclaró.
—No ofendes. Dices la verdad —carraspeando, el príncipe se dirigió a la cama, mirándolo por su rabillo del ojo, hizo una pregunta que colocó nervioso a Yoongi—. ¿Empezamos con la pintura erótica? —Sus ojos centellaron de lujuria a la vez que relamía sus labios ansiosos. El pintor asintió sin emitir palabras, sintiendo como su garganta se secaba.
Yoongi se acercó a un banquillo que estaba a unos metros de la cama, sentándose colocó el lienzo en frente suyo y la caja a un lado, al mismo tiempo que sacaba su paleta de colores, para la gama que utilizaría ese día. Blanco, rosado, piel, rojo y dorado. Fueron su elección.
Inevitablemente su mirada se dirigió al rubio. Las manos del chico se dirigían al nudo de su bata, desatándolo, más piel se dejó entrever en la cobertura de la prenda. La palidez de su cuerpo se veía con más claridad, haciendo contraste con la habitación. Inconsciente, mordió su labio inferior cuando ojos captaron la desnudez completa del príncipe, al este último dejar caer en el piso lo que le tapaba.
Sus muslos no eran ni tan gruesos ni tan delgados, eran del tamaño justo que te hiciera babear y desearlos para ti. Sus caderas eran del tamaño preciso para que contratara con su fina cintura, provocándole una silueta de reloj de arena. Sus pezones estaban levantados en la punta, y el rosado natural que poseían le daba el aspecto de un dulce. Su miembro colgaba entre sus piernas, no siendo pequeño, pero tampoco se asemejaba al suyo, haciéndole ver tierno, a pesar del momento. Su trasero voluptuoso era un deleite para su vista, sus manos hormiguearon ante las ganas de masajearlo entre sus dedos.
La fuerza que ejerció en su labio inferior mientras le analizaba, ocasionó que un ardor se instalara en la zona, haciéndole regresar a la realidad.
"Joder, que es un maldito príncipe. Estoy pecando a la hora de pensar cosas indecentes de alguien de la realeza. Además, te podría condenar si sabe tus deseos sexuales hacia él. Pero, mierda, se está entregando en bandeja de oro a mis ojos. Apreciar la hermosura que posee no está mal, ¿cierto?"
Su intento de convencimiento para seguir mirando el cuerpo desnudo de Seokjin, se vio interrumpido por este mismo cuando le habló.
—¿Te parece si me coloco encima de la cama? —una diminuta sonrisa llena de prepotencia se asomó. Puede que sea un tanto despistado, pero las ardientes miradas que le entregó el sexy pintor no era algo que cualquier persona podría ignorar. El destello que albergaban, la intensidad con la que le comía con los ojos, y el labio aprisionado entre sus dientes, era clara señal de que, por lo menos, podría tener una oportunidad ese día para que le follara.
—S-Sí —agarró el lápiz esperando a que el príncipe se colocara como guste para empezar a hacer el boceto.
Seokjin subió encima de la cama gateando, dejando más a la vista su trasero, acción que hizo que Yoon maldijera eso, y en lo más profundo de su ser, agradeciera tener un mejor ángulo para poder apreciar brevemente esa parte del cuerpo contrario.
Yoongi de removió en su puesto, buscando una posición en la que su miembro un poco erecto no se viera prisionero entre sus piernas para no estimularlos demás, suficiente tenía con la vista como para que un roce le haga reproducir un gemido.
El príncipe se acomodó boca abajo, dejando a la deriva su espalda y trasero; moviéndose, buscó un lugar en donde su miembro no se viera a aprisionado entre su cuerpo y la cama, y sonrió cuando lo encontró. Agarró una almohada, colocándolo en su cabeza, recostándola en ella, mirando hacia el pintor.
Esa imagen era digna de ser pintada en su lienzo, de eso no había duda. La luz que provenía de la ventana daba directamente en sus mechones rubios, provocando que un dorado en las puntas se detallara con intensidad, además de que sus ojos se aclararon un tono ante los rayos de sol que caían con delicadeza en ellos. Su menudo cuerpo era cubierto de un brillo que detallaba la suavidad de su piel, y sus labios humedecidos por la saliva eran el toque final.
Soltó un hondo suspiro, y empezó a dibujar con la mirada de Jin en su cuerpo.
Seokjin podía decir con libertad que se había enamorada de la expresión que colocaba el pintor al hacer su trabajo. Los días que iba, el tiempo se le pasaba volando por la concentración que mantenía en él, que hasta muchas veces se vio llegando tarde al castillo. Justo como en ese momento. Que, sin darse cuenta, Yoongi ya no estaba con el lápiz en la mano, en cambio, sostenía en una el pincel lleno de pintura y en la otra la paleta de colores.
Podía notar las miradas que le daba el pintor, pero éstas eran tan cortas que pasaban desapercibidas. Parecía no provocar nada en él. Y estaría completamente convencido de no ser por el bulto que se notaba entre la tela de los pantalones de Yoongi. Aunque él tampoco se alejaba de eso.
En esta ocasión, como él era el modelo, se encontraba mucho más cerca que cuando lo observaba en el pueblo, y la disminución de distancia, lograba un efecto placentero a la vista, pero doloroso para su miembro.
El pintor arrugó su entrecejo de imprevisto y apretó el pincel con más fuerza. Las venas de su mano hicieron una notoria aparición, recordando el día que le conoció, Seokjin sintió su pene palpitar ante el deseo de que esas mismas manos le rodearan toda la extensión para que le masturbaran.
–Mhm —un jadeo escapó de sus labios cuando inconscientemente restregó su ahora erecto pene contra las sábanas. Por suerte —o quizá desgracia—, Yoongi no escuchó su entrecortada voz.
Yoongi estaba casi en las mismas condiciones, pero siendo ignorante de la clara invitación del rubio para que lo follara. Se esforzaba en dar sólo cortas miradas, sin embargo, el que le esté dibujando, era lo mismo que seguir viéndole. El tener que hacer que su preciado pincel delineara las curvas del chico, no era buena idea para la poca cordura que le quedaba. Tampoco el tener que observar los colores para crear el más exacto, y darse cuenta del bello color que tenía la piel y labios del chico. Eso parecía ser una jodida prueba del diablo para hacerle caer en la tentación, y, oh, claro que lo estaba haciendo caer.
Seokjin ya harto de no tener acción, se levantó de un brinco provocando que el azabache le viera confuso por el ruido causado, mas este se sorprendió al ver el pene erecto del príncipe.
A pasos veloces, antes de que Yoongi pudiera reaccionar, se acercó a él y se sentó encima de sus piernas. La paleta de colores cayó al suelo por el brusco movimiento, ocasionando que manchas de pintura cayeran al suelo y unas que otras gotas en su mano. Cuando el pintor iba a hablar, unos labios colisionaron contra los suyos, dejándolo anonado unos segundos.
Los labios de Seokjin comenzaron a moverse en un suave compás, a la vez que se acomodaba de mejor manera encima de las piernas del pintor. Los segundos pasaban y el príncipe no recibía respuesta ante su dulce beso, por lo que, necesitado de que le correspondiera, sus labios agarraron un ritmo más desenfrenado y sus dientes mordieron el labio inferior del contrario.
Yoongi jadeó ante la repentina mordida, haciendo que sus labios se entreabrieran, y Jin aprovechó esa pequeña abertura para adentrar su lengua a la boca ajena.
—Ah —un gutural sonido salió del azabache ante el contacto húmedo con su lengua.
Las grandes manos de Min intentaron empujar al príncipe con insistencia, pero este último no parecía querer despegarse de él; sus acciones sólo ocasionaban que el beso aumentara de ritmo.
Con la cordura ya en el olvido, Yoongi suspiró entre el beso, dejándose deleitar del dulce sabor que poseía Seokjin.
El rubio sonrió de emoción al sentir la respuesta que le daba el otro. Ante esto, el beso se volvió más desordenado. El contacto entre sus lenguas provocaba una acumulación de saliva que se resbalaba por la comisura de sus labios, el chasquido de sus bocas se escuchaba en la silenciosa habitación, y el calor iba en aumento con el paso de los minutos. El beso entre los dos era una lucha constante para ver quién tomaba el control, mordiéndose los labios entre ellos, intercambiando saliva y los gemidos ahogados que salían de sus gargantas.
Cuando el aire les hizo falta, inevitablemente se separaron para respirar el odioso oxígeno que interrumpió el anhelado beso que quería tener desde que se vieron.
Con su respiración irregular, Yoongi entró en razón sobre lo que estaba haciendo.
Estaba besando al mismísimo príncipe de su país en su jodida habitación llenas de puros lujos.
—Y-yo... —intentó alejarlo nuevamente, pero no lo consiguió al ser besado. Y otra vez cayó ante la delicia de sabor que poseían los labios de ese hermoso rubio.
Sus ojos comenzaron a nublar se al mismo tiempo que sus pensamientos, dejándose llevar de nueva cuenta. Sus manos hormiguearon a mitad del beso, por lo que, con posesividad, las llevó a la desnuda cintura contraria, atrayéndolo más a su cuerpo.
El príncipe comenzó a mover sus caderas encima del bulto que se formó dentro de los pantalones de Yoongi. Sus movimientos ocasionaban una corriente que hacía al azabache soltar jadeos inaudibles ante las sensaciones que sentía.
Sus caderas tomaron un ritmo más lento pero constante para que sus dos miembros se tocaran entre sí. La fricción de su pene con la tela del pantalón del pintor, provocó que siseos se escaparan de sus labios ante el ardor que sentía al hacerlo, sin embargo, la ola de placer que le secundan después, lo ameritaba.
Seokjin se tomaba la libertad de recorrer todo el pecho del pintor con sus diestras, maravillándose de lo duro y fuertes que se sentían en sus palmas.
Por otro lado, las manos de Yoongi hicieron un recorrido por toda la espalda descubierta de Seokjin, masajeándola con sus dedos. Lentamente, sus dígitos comenzaron a bajar más de la cuenta, llegando al trasero del príncipe.
Sus manos empezaron a amasar esa redonda proporciones que tenía. Las agarraba entre sus dedos, para después soltarlos y por último acariciarlos con parsimonia. Los movimientos de los dos con el tiempo se convirtieron en un desenfrenado ritmo al querer sentirme más.
Sus falanges recorrieron la abertura de los glúteos del contrario, con una delicadeza inmensurable. Seokjin suspiró al sentir un dedo acariciar su entrada con suavidad. Sin hacer mucha fuerza, presiono hacia esa abertura con su dedo índice, una imperceptible calidez le rodeó la punta del dedo, además, se dio cuenta de lo estirado que estaba el interior del chico.
Una rabia incontrolable comenzó a crecer en su pecho, apareciendo en su mente la idea de que alguien más haya estado en ese lugar hace tan sólo unos días por lo flojo que estaba su entrada.
Frunciendo el ceño, sacó la punta de su dedo del ardiente interior de Seokjin, mirándolo con rencor.
—¿Soy alguien más del montón? ¿Follaste con alguien hace unos días? —vociferó con furia.
Jin alzó la comisura de un lado de sus labios, sonriendo ante la actitud dominante y celosa que poseía el pintor. Eliminando la distancia, le susurró en un tono más grave cerca de su oído—: Me preparé en la ducha para mi sexy y caliente pintor favorito, que justo en este momento se encuentra con mis piernas en su regazo. Además, nunca me he acostado con nadie más, hice esto sólo para ti —le mordió el lóbulo de la oreja con un aire coqueto a su alrededor.
Yoongi gruñó ante la imagen mental que le vino a su cabeza del chico encima suyo adentrándose sus dedos en su interior, moviéndolos en un ritmo pausado a la vez que soltaba jadeos por el dolor de la primera vez haciendo eso, y gemidos de placer cuando tocó su próstata, preparándose especialmente para él.
Su boca se dirigió al cuello expuesto de Seokjin, pasando su lengua para después con sus dientes darle un mordisco que hizo remover al rubio.
—Amm —gimoteó debido a la succión que hizo el azabache en esa sensible zona. El movimiento de su pecho comenzó a acelerarse a la vez que el ritmo de su respiración aumentaba.
Su miembro palpitaba para recibir atención, las venas se comenzaban a notar con más claridad por lo duro que se encontraba. Sus pezones estaban alzados en anticipación de un toque que le hiciera retorcer. Su entrada se expandía y se cerraba a cada segundo, ansioso de que algo le llenara hasta el fondo y le tocara su próstata sin piedad.
El pintor detuvo sus besos en ese incitador cuello, provocando que el otro jadeara inconforme, más el sentir como se levantaba del puesto sujetándolo de la cintura, haciendo que de inmediato enrollara sus largas piernas en las caderas de Yoon, eliminó cualquier queja que quería producirse en sus labios.
Sus pasos le llevaron a la cama, acostándolo en un movimiento suave entre las frazadas, en donde prosiguió a repartir pequeños besos por sus mejillas, nariz y la frente para llegar a sus labios. Momento en donde una guerra de lenguas dio comienzo.
Al separarse, un hilo de saliva unía sus belfos, los dos soltando unas risas armoniosas ante ello, mientras relamían sus labios para seguir sintiendo el sabor ajeno.
Yoongi se colocó de rodillas en la cama, con el fin de comenzar a sacarse su camisa. Sus botones comenzaron a desprenderse con el paso de los segundos, en cada botón que soltaba, más piel que Seokjin era capaz de observar, la intensidad de su mirada daba clara idea de que se estaba comiéndose cada parte que alcanzaba a ver.
La camisa desapareció instantes después, el príncipe relamió sus labios ante los abdominales marcados que se notaban en Yoongi. Su diestra, inconscientemente, se alzó y tocó con delicadeza las líneas que dividían su marcado six-pack. El pintor se estremeció por el contacto frío que le dio, suspirando cuando comenzó a mover sus dedos por todo su pecho.
Le detuvo de la muñeca cualquier movimiento que quisiera hacer, para poder sacarse su pantalón y ropa interior. Por consiguiente, los besos regresaron a parar al cuerpo del príncipe. Era un contacto de labios contra piel, sólo un leve toque, casi inexistente, que provocaba suaves jadeos proveniente del mayor.
Yoongi sonreía entre su acción al escuchar los hermosos sonidos que salían de Seokjin. Sus labios se dirigieron a un pezón del chico, aprisionándolo entre éstos. Su lengua delineó la cobertura de éste, dándole un suave mordida en la punta, para succionar con delicadeza; mientras, dos de sus dedos se dirigían al otro desatendido, y los apretó entre sí, logrando incontables sonidos guturales agudos. Las piernas del mayor rodearon las caderas del pintor, atrayéndolo más a sí mismo, ocasionando que sus miembros se tocaran, los dos gimieron fuertemente, inundando la habitación con esos breves sonidos.
Sus manos recorrían con parsimonia el cuerpo contrario a la vez que se movían para crear más contacto entre ellos. Con lentitud, el menor fue bajando con besos hasta llegar a la pelvis de Jin.
Mirándolo desde abajo, preguntó—: Es tu primera vez con alguien, ¿cierto? —fue más una afirmación que una duda.
—Mmm... S-sí —respondió entrecortado cuando sintió una lamida en la punta de su miembro.
El azabache había aprisionado una parte del pene contrario en sus belfos. El príncipe llevó inconscientemente una de sus manos a la cabellera del chico, jalándole las hebras para que comenzara a moverse. Yoongi acotó la muda orden sin rechistar, lamiendo toda la extensión con la punta de la lengua, para después adentrarla hasta su garganta, en donde leves arcadas se ocasionaron por la repentina intromisión, mas eso no le detuvo. Lo que no alcanzaba a ocupar entre su boca, era sujetado por una de sus manos, moviéndolas al mismo ritmo para crear una coordinación que hacía al rubio desfallecerse entre gemidos llenos de placer.
Con el paso del tiempo, su garganta se expandía con más facilidad, arremetiendo más carne en su boca.
—¡Ah! —un grito de placer salió de los labios del rubio la sentir una pequeña intromisión en su interior—. Mierda~ oh, por favor —pequeñas lágrimas comenzaron a formarse en las esquinas de sus ojos cuando su próstata fue estimulada más de lo debido por esa intromisión.
Jaló con fuerza los cabellos de Yoongi, y empujó sus caderas hacia arriba al mismo tiempo que la boca de él se dirigía nuevamente a su miembro. Embestidas en esa pequeña boca del pintor no se hicieron esperar, como tampoco el movimiento concurrente en su interior.
Yoongi adentró en el segundo a la estirada entrada, causando estragos en el menudo cuerpo del chico debajo suyo. Abrió sus dedos, estirándolos en la dirección al otro, haciendo tijeras; sacaba y metía los dedos en su interior, preparándolo para cuando le tocara entrar en él.
Los movimientos eran desordenados entre el movimiento de su boca y sus manos, aun así, el placer que sentía Seokjin aumentaba con el paso de los segundos, por lo que no demoró mucho en el que el rubio sintiera un cosquilleo en la zona baja de su estómago.
—Ahm —sus caderas se alzaron hacia arriba y empujaba la cabeza contraria para que capturara más de su pene a la vez que tiras de semen salía de la punta de su miembro, cayendo directamente en la garganta de Yoongi. Este último mencionado tosía por la repentina cantidad de un líquido espeso en su boca, mas no dudó en tragarse lo posible, sintiendo como un rastro de éste caía por la comisura de sus labios.
—¿Te gustó? —su voz salió rasposa debido a la acción anterior.
Seokjin perdido en una nebulosa, sin estar en sus cincos sentidos, sólo pudo asentir.
Yoongi con su mano húmeda de saliva, acarició su propio miembro, jadeando ante el acto de sentir una caricia en ese lugar. Acercándose más, se colocó entre las piernas del rubio y le miró a los ojos. El príncipe tenía un brillo de lujuria, sus labios rojos por los besos dados con anterioridad, más el sonrojo en sus mejillas por el calor y la excitación; éste asintió cuando vio la interrogante entre ellos orbes negros de Yoongi.
El pintor no se hizo esperar y comenzó a adentrar simplemente la punta de su pene en el interior del hermoso chico debajo suyo. Uno de sus ojos se cerró inconscientemente ante la estrechez del rubio, sus manos se colocaron a cada lado de la cabeza del mayor, esperando a que él se acostumbrará a lo poco que había metido.
El ceño de Seokjin estaba fruncido ante la interrupción, su respiración se volvió irregular por el repentino dolor que comenzaba a instalarse dentro suyo. Mordiéndose los labios, intentó regular su respiración; le costó, pero cuando estuvo listo, asintió para que Yoongi siguiera adentrándose. Min fue lento a la hora de introducir por completo su miembro, observando cada detalle del rostro ajeno para ver si una mueca de dolor se instalaba en ese delicado rostro.
Un jadeo se escapó de los dos al ya estar hecho por completo esa acción. La manera en la que la calidez rodeaba el miembro de Yoongi lograba hacerle sacar jadeos, pero el dolor que se implementó en la punta, le hacía gruñir; era doloroso la estrechez que poseía el rubio. Por otro lado, Seokjin soltaba quejido de sus labios en cada mínimo movimientos, apretando más su interior cuando el azabache se acomodaba mejor.
Esa escena duró minutos, en los cuales los dos sufrían, aunque uno más que otro, hasta que el príncipe dio un movimiento de cadera, dando a entender que ya era más manejable la situación.
Suspirando, Yoongi comenzó un lento vaivén de caderas, en donde se tomaba el tiempo de salir y entrar para que no se lastimaran.
Puede que sea una folllada del momento, o tal vez no, pero quería que el rubio sufriera lo menos posible.
El ritmo que los dos tenían no se aceleró en ningún momento hasta acostumbrarse al contrario, siendo el primero en gemir Seokjin al sentir una estocada dar justo en su próstata, expulsado todo el aire contenido en sus pulmones.
El que el rubio se haya relajado, alivió a Yoongi de ya no sentir tanta presión en su miembro. El ambiente en la habitación comenzó a subir de temperatura con cada certera embestida que proporcionaba el menor. Un grito se produjo en los belfos del mayor.
—N-No te de-detengas —rogó Seokjin cuando percibió el bajar de la velocidad de Yoongi creer que le había lastimado—. Se siente bien, m-muy bien —admitió con un sonrojo en sus mejillas por la vergüenza de admitir eso.
Con sus antebrazos cubrió su rostro mientras su cuerpo seguía moviéndose debido al choque de su trasero con la pelvis del azabache. Una actitud muy tierna para la atrevida que había tenido hace minutos, logrando que Yoongi sonriera por lo tierno que se veía.
La yema de sus dedos acarició la palma de la contraria, diciéndole con esa acción que separa sus brazos de su rostro. Haciéndole caso, Seokjin le miró con un gemido escapándose de sus labios al sentir otra estocada en su punto sensible.
—Eres muy tierno —soltó en un jadeo, besando esos tentadores labios—. Muy tierno —se dieron un beso esquimal con sonrisas tontas que desaparecieron después por los gemidos que comenzaban a producirse de nueva cuenta.
El tiempo comenzó a pasar y las embestidas aumentaron de ritmo a medida que eso sucedía. Llegando a un punto en el que Seokjin pedía por más, que entrara más profundo y arremetiera contra su interior.
Queriendo darle más placer al rubio, Yoongi dirigió su mano al miembro desentendido del chico, y comenzó a masturbarle. Los gemidos, jadeos y gruñidos que soltaba el príncipe aumentaban tanto de volumen como de frecuencia; logrando que el poco eco de la habitación hiciera resonar esos sonidos en su oído.
Sólo bastaron algunas estocadas certeras para que Seokjin se corriera entre sus cuerpos, apresando con fuerza el miembro de Yoongi. Este último no pudo aguantar más, viniéndose en el interior del hermoso chico.
Con una respiración acelerada, Min se dejó caer encima del cuerpo del príncipe. Cuando se pudo recuperar, salió del interior del mayor, provocando siseos entre ellos.
Y una sonrisa se plasmó en sus labios cuando se vieron, para por último unir sus labios en un perezoso beso.
[...]
Lunes, 24 de agosto de 1987.
Seokjin bebía de su taza de café tranquilamente, sin mucho apuro y disfrutando como nunca del sabor que tenía. Agarró un trozo de pastel de tres leches, llevándoselo a la boca, gimiendo por el dulce sabor y la suavidad que inundó sus papilas gustativas.
—¡Sunmi! ¡El que hayas heredado la cafetería de tus abuelos fue una bendición para mí! Tus postres son tan deliciosos —alagó a la joven muchacha que llevaba pedidos. A pesar de ser la dueña, no dejó ese cargo al divertirse cuando interactuaba con sus clientes.
—Entonces, querido Jin, tendrás una porción extra por ser uno de los clientes que más disfrutan de estar aquí —guiñó uno de sus ojos, sacándole carcajadas al rubio.
—Me parece bien, pero ponla para llevar, por favor —hizo un puchero en sus labios, para segundos después sus ojos se entrecerrarán por la sonrisa y la idea que le vino a la mente.
Sunmi se alejó para hacer lo pedido, y guardando en la porción en una caja, regresó donde su amigo.
—Por cierto, últimamente estás viniendo todos los días. Antes era una vez al mes, ahora son casi todas las semanas. Tal vez... ¿consiste a alguien? —preguntó sugerente, con una ceja en alto.
Jin no pudo aguantar la risa otra vez. Si supiera.
—Oh, querida amiga, estás muy cerca.
La castaña chilló de emoción por lo dicho. El rubio se levantó de su puesto al ya haber terminado su café y alimentó, agarró el pastel en una de sus manos.
—Cierto, Sunmi —giró sobre sus pies, regresando la mirada a la mencionada—, nunca me presenté debidamente a ti —la chica frunció los labios sin entender—. Mi nombre es Kim Seokjin, antiguo príncipe del reino de España, que vivió años encerrado en el castillo, siendo ocultado ante todos. Ahora convertido en el ayudante del mejor pintor de la Alhambra, Min Yoongi, además de ser su pareja —le regaló una sonrisa socarrona a su amiga boquiabierta, y salió de la cafetería con una gran sonrisa. Estaba feliz, un mes en ese pueblo y sentía la dicha que nunca llegó a sentir cerca de su familia ni cuidadores.
La gran sonrisa que poseía perduró hasta llegar a la pequeña casa que tenía con su pareja, en donde con un beso en los labios, le entregó el trozo de pastel.
No se arrepentía de lo que había hecho.
Sin duda, haber pedido que le hiciera una pintura erótica, el haber dejado de ser un príncipe, fue la mejor decisión que pudo haber tomado, si eso le llevaba a este momento, en donde sentía los labios de Yoongi recorrer con ferocidad y a la vez amor su piel desnuda.
Una pintura polícroma desencadenó un romance y una pintura erótica una tarde de pasión.
Y varias pinturas de distintos géneros fueron hechas a lo largos de sus vidas, perdurando con el tiempo, siendo expuestas ante millares de personas. La gente se deleitaba de las hermosas obras, pero ninguno llegó a comprender la verdadera historia tras esos lienzos.
Una en donde un pintor y un príncipe se unieron, una en donde se desencadenó sentimientos que les fueron imposibles expresar, no hasta que el príncipe dejó de ser lo que era y se convirtió en el ayudante del mejor pintor de la Alhambra.
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©FlyKingSquad | 01082020
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