04.-Niégame III (kth)
Estiraste los brazos, destensaste el cuello, te recolocaste las gafas (que únicamente usabas para estudiar) y un bostezo abandonó tus labios al momento que pasabas la página de los apuntes.
Te repetías que ese sería tu último año de estudiante que, después de eso, te incorporarías a la empresa de tu padre. Con su estricto horario de ocho a siete, con las interminables reuniones; seguramente volviendo a casa cargada de papeles que revisar hasta quedarte dormida en completa soledad en tu pequeño apartamento.
Vamos, el sueño de cualquiera...
Tu móvil vibró sobre la mesa de la biblioteca y tus ojos se posaron vagamente sobre la pantalla iluminada, dejando ver un mensaje de Tae. Llevabas evitándolo como la peste durante toda la semana y no pensabas dejar de hacerlo aunque fuese viernes, faltando así por primera vez en tu vida a vuestra cita de cine.
Habías rozado con los dedos el pecado (quizás incluso literalmente) y no querías darte la oportunidad de repetirlo. No al menos hasta que aquel deseo que había despertado en ti de repente se apagase de una buena vez.
Te levantaste de la mesa para ir a la máquina de café situada al fondo de la biblioteca, bastante alejada de las mesas en la que los estudiantes repasaban las interminables montañas de apuntes, con la esperanza de que la cafeína apartase los pensamientos impuros que te acosaban. Tu móvil volvió a vibrar, esta vez en el bolsillo de tu sudadera, y suspiraste dándote por vencida ante la insistencia de tu amigo, que llevaba toda la santa semana intentando contactar contigo.
—¿Qué quieres Tae?
—¿Cómo que qué quiero? ¿Dónde estás? Llevo media hora esperándote para entrar en la sala.
—¿En serio pensabas que iba a ir al cine como si nada? —cuestionaste de manera retórica.
—Pues...sí. —Suspiraste ante la aparente inocencia de tu amigo—. Mira Hana, sé que ahora mismo las cosas están raras, ¿pero por qué no vienes y lo hablamos?
—Tae... Estoy en la biblioteca y no me voy a mover de aquí. Entra y disfruta de la peli, ya hablaremos, adiós. —Y colgaste.
Te quedaste mirando la pantalla a la espera de que otro mensaje llegase, otra llamada, cualquier cosa. Pero no ocurrió nada. Y por mucho que te doliese, eso era lo mejor.
Volviste a la mesa llevando tu café ardiente en la mano y retomaste tu sesión de estudio.
A esas horas, la biblioteca estaba casi vacía, y los pocos estudiantes que seguían allí reunidos estaban demasiado concentrados o demasiado dormidos como para reparar en que un chico de pelo negro entraba en la biblioteca, buscándote con la mirada, para sentarse a tu lado inmediatamente, mirándote con malas pulgas.
—¿Q-qué coño haces aquí? —preguntaste, recolocándote las gafas de puro nerviosismo.
—¿Tú qué crees? ¿Te parece bonito dejarme tirado de esa manera?
—No te he dejado tirado, simplemente no habíamos quedado hoy.
—Hana. —Su tono cambió y tu estómago se encogió al momento que su expresión se tornaba seria—. Sé que lo que está pasando entre nosotros te ha pillado por sorpresa y que estarás confundida y te sentirás culpable, pero no hay nada de lo que avergonzarse.
—Eso díselo a tu novia —mascullaste, sin poder creerte la actitud irresponsable de tu amigo.
—Pues en realidad lo he hablado largo y tendido con ella, desde hace tiempo, si te soy sincero.
—¿Qué? ¿Qué coño has hablado con ella?... ¿Le has contado lo que pasó? —preguntaste, llevándote las manos a la boca ante la idea.
—No, en realidad le conté otra cosa; hace como cosa de un mes.
Ni parpadeaste a la espera de que Taehyung siguiese con su explicación, pero antes de que eso sucediese, tu amigo se levantó de la silla y se fue caminando tranquilamente hacia la máquina del café.
¿Pensaba dejarte ahí sin más, sin decirte qué coño había hablado con ella?
Si no hubieras conocido a Tae mejor que a ti misma, te hubiera dejado descolocada ese extraño comportamiento. Pero sabías de sobra lo dramático que era y lo mucho que le gustaba dejarte con la intriga; aunque en ese momento, el tema que tratabais era demasiado serio como para permitir que tu orgullo te parase de ir tras él.
—Solo hay que verte la cara para saber el mosqueo que llevas —se burló tu amigo, empeorando la situación sin parecer preocupado.
Al momento que ibas a replicar cómo la adulta que eras: propinando una patada a su espinilla, Tae se adelantó a tu movimiento y te hizo girar como si estuvieseis en medio de un tango, para colocar tu espalda contra la pared y hundir sus labios en tu cuello al momento.
Te agarraste a sus hombros cubiertos por un largo abrigo de paño camel, más por la sensación que comenzaba a invadirte que por que te hubieses mareado gracias a ese baile improvisado.
—¿Por esto no querías verme, verdad? —murmuró contra la sensible piel que componía la curvatura de tu cuello.Asentiste, sin aliento—. ¿Es por mi novia? —Volviste a asentir.
La boca de Taehyung siguió dejando besos repartidos por la poca carne que era visible a través del cuello de la sudadera y siguió subiendo; adentrándose en tu mandíbula, en tu mentón, en tu barbilla... hasta que llegó a tus labios.
No te llegaba a besar, pero poco faltaba, y mirabas a cualquier lado menos a los carnosos labios frente a ti: las estanterías repartidas a lo largo del pasillo, los estudiantes dormitando sobre las mesas al final de este...
—Tae, de verdad. N-no puedo hacerle esto.
—¿No quieres que te bese? —preguntó, mirando tus labios con una fijación demasiado intensa.
—N-no.
Y lo hizo.
Sus carnosos labios se pegaron a los tuyos dándote la vida. Todo tu ser se removió al momento, notando un sentimiento creciendo en tu interior sin posibilidad de enmienda.
Te sentías completamente cegada mientras su boca se encargaba de explorar la tuya, dejando que su lengua te diese pequeños toques de vez en cuando en los labios, que te hacían abrirla como una idiota a la espera de que la introduciese de una buena vez en tu cavidad; pero los segundos pasaban y eso no sucedía, así que tu impaciencia rebaso tu miedo e introduciste tu lengua en su boca, provocando un gemido ronco en la garganta de Tae.
Subiste las manos a su cuello, acariciando el pelo que se formaba en su nuca, aquel que siempre tocaba compulsivamente cuando estaba nervioso, y supiste que era tarde para ti: el pecado ya estaba hecho. Aún si la cosa no pasaba de ese maravilloso beso, jamás podrías volver a ver a Tae de la misma forma, y eso te asustó.
El contacto se fue apagando al mismo tiempo que tus lágrimas daban un ligero sabor salado al beso, y tu amigo se separó de ti. Pensabas que él también se había dado cuenta en ese momento de la barbaridad que habíais hecho y que estaba igual de asustado que tú. Una sonrisa enorme y cuadrada fue la encargada de mostrarte cuán equivocada estabas.
Tras dar un pequeño beso sobre una de tus lágrimas, te puso de cara a la pared con delicadeza, aferrando sus manos a tus muñecas para subirlas a ambos lados de tu rostro.
—Hana, deja de llorar de una vez; no me voy a poder concentrar si lo haces.
—¿T-te parece normal decir eso, idiota? Lo que no entiendo es cómo tú no estás igual que yo. L-la estamos cagando Tae... —dijiste entre sollozos lastimeros.
—No la estamos cagando Hana. Y no digas "cagando" mientras estamos en una situación así, por favor —bromeó, pegando sus húmedos labios en tus mejillas desde atrás.
—Tae... t-tu novia...
—Hana... ella y yo lo dejamos hace más de seis meses.
—Espera... ¿Qué? —Su súbita confesión había hecho que algún fusible de tu cerebro estallase, y de repente no entendías nada de lo que sucedía a tu alrededor. Tae se dedicaba a repartir delicados besos por tu cuello y le diste un suave codazo en el hombro al escuchar su leve risa contra este.
—Fue cuándo Jin te dejó; antes de las vacaciones de primavera. Creí que esa sería la definitiva y... me atreví a contárselo todo.
—¿La definitiva? ¿Contarle qué? ¡Joder, Tae, para de besarme de una vez! —El chico te hizo caso y te diste la vuelta para mirarle.
—Creí que después de esa vez no volveriais de nuevo... Y b-bueno se lo conté. —La seguridad de tu amigo parecía haberse desvanecido y algo en tu interior se removió impaciente—. Ella ya lo sabía por lo visto, y no se sorprendió lo más mínimo.
—T-tae, ¿qué es lo que...?
—Qué llevo enamorado de ti desde que me arrastraste como una idiota en el patio del colegio hace doce años, Hana. Que me duele ver cómo esos tíos te usan a voluntad mientras tú buscas algo que nunca vas a encontrar... Y me mata ver cómo te desmoronas cuando eso pasa.
—Qué llevas enamorado de m-mi... —repetiste, en estado catatónico.
—Doce años.
—Doce años.
—Hana...
—Doce años...
—¡Hana! —Su exclamación te sacó del bucle de pensamientos y Tae sonrió al ver tu desconcierto —. Este es el último año de universidad, muy pronto estarás demasiado ocupada para vernos a cada rato. Y si no lo hacía ahora, sabía que me arrepentiría cuando tuviese que ver cómo te casabas con algún puto abogado aburrido que nunca te iba a querer como te mereces.
—P-por eso...
—Por eso te lo digo ahora... Por eso creí que lo mejor sería... —suspiró, cerrando los ojos—. Antes de que eso pasase y terminases con alguien que no te quería y que no te iba a cuidar, volverme un gilipollas de esos que te gustan.
—Osea, ¿m-me estás diciendo que por eso no quisiste hacerlo en el cine? —Tae asintió aún con los ojos cerrados—. ¿Por eso lo de la fiesta de la fraternidad?—Otro asentimiento.
Sabías que no se lo esperaba, y por eso mismo lo hiciste. Propinaste un suave puñetazo sobre su brazo y abrió los ojos al instante, visiblemente confuso. Justo cuando te miró, arrugando el entrecejo, lo besaste.
Tomaste su fina mandíbula entre tus manos e introdujiste la lengua en su boca, notando como el chico se tensaba bajo tu tacto, tuviste que separarte porque la sonrisa no te dejaba seguir con el beso y enroscaste tus manos tras su cuello, mirándole a los ojos.
—Tae, no vuelvas a hacer eso. No quiero sentir que tengo que suplicarte nada, no a ti.
—¿Nada?—preguntó, sonriendo socarronamente. Tu mueca confusa fue la encargada de contestar por ti y, antes de que pudieses descifrar sus palabras, pegó tu cuerpo contra la pared, aprisionándolo con el suyo y besándote con ansia.
No pasó más de un minuto (perdida en los calientes labios de tu amigo) hasta que comenzaste a sentir su erección clavándose sin piedad contra tu vientre.
Nunca te habían entusiasmado esos pantalones anchos que Tae llevaba a todas horas, pero entendiste la bendición que eran al poder colar tu mano con facilidad bajo el elástico de la cinturilla; tomando en tu mano aquella gloriosa erección, que parecía crecer aún más entre tus dedos.
—¿Te he dicho yo que puedas tocarme? —preguntó a milímetros de tus labios con evidente sorna.
—Para ya, idiota —susurraste, sonriente.
—¿Idiota? ¿Es esa manera de hablarle a tu novio?
—¿Quién ha dicho que tú seas...? —No te dió tiempo de terminar la frase cuando te sentiste de nuevo de cara a la pared.
Tae metió sus cálidas manos bajo tu sudadera y fue rozando suavemente cada trozo de tu piel, parándose en tus caderas, las cuales agarró con firmeza para hacerte sentir mejor su duro miembro contra tu culo.
Gemiste, no era de extrañar dado el estado que comenzabas a experimentar, y Tae aprovechó el momento para separar una mano de tu cadera e internarla en tus vaqueros. Rozó con delicadeza tus labios inferiores y exploró todos los rincones de tu intimidad. Cuando sus dedos parecían estar mojados al extremo, rozó dos de estos sobre tu clítoris, apretando hacia dentro como si de verdad creyese que ese pequeño botón activaba algo; aunque algo sí que activó...
—Taeee... —gemiste, con un quejido agudo.
—Aguanta un poco, cariño. Solo un poquito más —susurró entre mordiscos a tu cuello.
—N-no puedo —replicaste notándote temblar.
—¿Segura? —Asentiste.
Tae apartó la mano de tu interior, y os pusisteis de nuevo cara a cara. Entendiste al momento la fijación de Tae con ponerse a tu espalda. Sus mejillas estaban completamente rojas y al momento que lo miraste, apretó descaradamente su erección desde la base, poniendo una mueca de frustración evidente.
—¿Tanto te pongo Tae? —preguntaste con superioridad fingida.
—No sabes cuanto... —susurró.
Esperabas alguna contestación mordaz, pero su voz había sonado tan ansiosa, tan temblorosa y desesperada, que comenzaste a desnudarle, demasiado excitada ante el repentino estímulo.
Tiraste su abrigo de paño al suelo, deshaciéndote de tu sudadera mientras el chico se dedicaba a acariciar tu pelo, tu rostro y todo lo que tuviera a su alcance.
A pesar de estar estratégicamente escondidos entre las enormes máquinas expendedoras de café y aperitivos, el sitio no era el más discreto del mundo. Cualquier estudiante que se asomase al pasillo central podría veros sin dificultad alguna, pero la neblina de pura excitación que cubría tu mente, no te dejaba pensar con claridad, y antes de que pudieses comenzar a deshacerte de tus vaqueros, Tae agarró tu mano (parando tu tarea de desvestirte) y comenzando a andar entre las enormes estanterías de la biblioteca.
Querías pararle en cualquier sitio, te daba igual donde, necesitabas sentirle ya, después de la agonía que llevabas viviendo las últimas semanas. Cuando te disponias a hacérselo saber, Tae paró vuestra caminata.
Te encontraste rodeada de polvorientos tomos de arquitectura, que reposaban en las estanterías a ambos lados del estrecho pasillo en el que os encontrábais. Aunque aquél pasillo estaba ligeramente más alejado de los estudiantes que la máquina del café en la que os habíais comido la boca un escaso minuto atrás, todavía podías escuchar los ligeros murmuros de estos en la distancia, haciendo eco por la gigantesca sala y provocando que dudases un poco de lo que os disponiais a hacer; aunque antes de que la voz de tu conciencia te convenciese del peligro de vuestros actos, Tae te besó de nuevo, tomando el control esta vez y pegándote por completo contra la estantería a tu espalda.
Se apartó de ti para colocar el abrigo que había recogido junto a la máquina del café antes de esconderos entre las estanterías, de forma que pudieras echarte sobre él y el frío suelo no entrase en contacto con tu espalda.
No supiste si estabas exagerando o no, pero te sentiste querida por primera vez durante una situación así. Había sido un detalle tonto, como otro de los tantos con los que ese chico te cuidaba, pero se te antojó extremadamente excitante; nadie nunca se había tomado la molestia de pensar en ti en un momento de calentura extrema como el que vivíais, y comprendiste (al instante que te condujo al suelo y se puso sobre ti con suavidad) la diferencia sutil que había entre follar sin más y hacer el amor.
Tus vaqueros bajaron por tus piernas, guiados por las manos de Tae, que sacó su miembro de los pantalones para rozarlo con delicadeza contra tu clítoris. La forma en que su suave glande lo acariciaba, te hacía gemir, deseosa de pasar a mayores. Pero el chico parecía seguir tomándose su tiempo, recorriendo tus hombros y brazos con besos húmedos.
Agarraste su mandíbula y llevaste su boca a la tuya, bebiendo de sus labios rojizos e hinchados. Notaste el miembro palpitar contra ti, haciéndote compartir esa leve vibración y alzaste tus caderas para colocar su punta en tu entrada.
—H-hana —jadeó contra tu boca—. Espera, un poco más...
—Tae no puedo esperar más —dijiste al momento que su glande entraba por completo en tu interior.
—N-no quiero hacerte daño.
Sonreíste contra su boca, lo que provocó que te mirase confuso; apartaste con ternura el flequillo que caía sobre sus ojos y depositaste un suave beso en sus labios antes de hablar.
—Tae, tú nunca me harías daño, ¿vale? —El chico asintió sin moverse —. Pero te juro que si no me follas ahora mismo, me voy a correr así y tú te quedas como estás.
Aquél comentario pareció destensarle un poco, porque, tas dedicarte una tierna sonrisa, comenzó a hundirse en ti, mordiéndose los labios y siseando de la manera más excitante que habías oído en tu puñetera vida.
Sus siseos comenzaron a convertirse en gruñidos cuando su miembro fue devorado en su totalidad por tu caliente y asfixiante interior, y se quedó quieto, notando de seguro como tus piernas temblaban a ambos lados de sus caderas.
—¿Duele? —preguntó con tono preocupado. Negaste con la cabeza, incapaz de soltar nada más que jadeos.
Comenzó a sacarla poco a poco para volver a introducirla, y entendiste el por qué de la preocupación de tu amigo. Ya habías comprobado que Tae era grande, más de la media (bastante más para ser sincera) y notaste como tu interior ardía, llenándose por completo de él, hasta el punto de que te sentías rebosar al tenerlo dentro.
—Tae...
—No volveré a meterla hasta el fondo, tranquila —adivinó el chico, moviéndose lentamente.
Como otras veces, sus dedos viajaron a tu boca, introduciendo el índice y el corazón en ella y haciéndote chupar mientras te miraba intensamente; de seguro imaginando que eran algo más que sus dedos los que entraban en tu boca. Los sacó una vez estuvieron llenos de saliva y los llevó hacia tu clítoris para rozarlos con suavidad por encima. Tu vagina se contrajo ante el contacto y Tae apretó los labios, formando una mueca de puro placer.
—M-madre de Dios... —dejaste escapar en una exhalación.
—¿Quieres que vaya más rápido? —preguntó, con voz temblorosa. Asentiste y sin esperar un segundo, comenzó a penetrarte a más velocidad.
Se mantenía ligeramente separado de ti, para no meterla por completo tal y como te había dicho, y sus dedos obraban milagros sobre tu pequeño botón, rozándolos de manera circular sin descanso, al ritmo que salía y entraba de ti.
Sabías que no ibas a aguantar mucho más al momento que las penetraciones te mecían por completo, obligándote a morderte los labios para no dejar salir los gemidos que se formaban en tu boca, por el placer, y por la visión que Tae te daba: con sus ojos oscuros clavados en los tuyos, sus labios entreabiertos, su lengua saliendo de vez en cuando por la comisura de su boca, el sudor pegado a su flequillo...
—T-tae, más... —exigiste.
—¿Segura? —Y aunque lo preguntó, ya se movía con más intensidad. Dando envites salvajes contra tu pelvis.
A esas alturas, no pudiste aguantar los gemidos, y Tae los silenció con sus labios, evitando que resonaran de forma escandalosa en la silenciosa biblioteca.
Se atrevió a introducirla más y tus ojos se pusieron en blanco. Jamás te habían rellenado de esa manera tan exquisita, al borde del dolor, al borde del límite...
Las penetraciones dejaban un suave sonido mojado en vuestros oídos al tiempo que el pene de Tae salía y entraba con más ansia en tu interior. Clavaste las uñas contra sus hombros a través de la tela que los cubría, notándote ahí, tan cerca que dolía, tan cerca, que bastó abrir los ojos y comprobar que Tae te miraba para explotar con un agudo gemido en su boca.
Las palpitaciones que abandonaban tu vagina eran fuertes y te hacían temblar de pies a cabeza, inmersa en el orgasmo más intenso que jamás hubieses sentido. Creíste que tu corazón había dejado de latir por un momento cuando te corrías y que tu alma había abandonado tu cuerpo por unos segundos, completamente llena del miembro de Tae que te hacía cabalgar ese orgasmo de forma maravillosa.
El chico dejaba leves penetraciones para hacerte disfrutar aún más de la sensación, y una vez tu vagina comenzaba a calmarse y las palpitaciones se volvías lentas y profundas, le empujaste para sacarlo de tu interior.
—¿Q-qué pasa? —preguntó, quedándose de rodillas en el suelo.
—Veo cómo me miras cuándo lo hago, así que te voy a dar lo que quieres —susurraste al tiempo que te ponías a cuatro patas acercando tu boca a su miembro.
El gemido ahogado de Tae al sentir tus labios sobre la punta te dio la razón. Sus manos recogieron tu pelo y comenzaste a bajar poco por el tronco, rodeando el glande con la lengua en el interior de tu boca.
—H-hana, t-ten cuidado.... Joder, me voy a correr en tu boca como sigas así... —confesó, jadeando sin descanso. Murmuraste interrogante adrede para enviar las vibraciones a su punta, que se encontraba en el punto más profundo de tu garganta y Tae gimió de esa manera áspera, grave y rota que tanto te mojaba.
Te ayudaste de la mano para abarcar lo que quedaba de tronco, y apretaste la lengua contra el diminuto agujero de su glande mientras subías y bajabas los labios a lo largo de su miembro, dando así el toque final para que se corriera, clavando los dedos sobre tu cabeza al tiempo que su líquido caliente invadía tus papilas de un sabor salado y más dulce de lo normal.
Sus dedos se relajaron mientras tragabas hasta la última gota que había dejado su miembro, y te sentaste sobre tus piernas; alejándote de la erección de Tae, que a pesar de haberse corrido copiosamente, seguía dura como una roca.
Os quedasteis en silencio, procesando lo que acababais de hacer y quizás todo lo que habíais dicho en solo unos minutos.
—Entonces, nuestras citas del viernes van a dejar de ser en el cine, ¿no?— preguntaste, al tiempo que te subías los vaqueros.
—¿Por qué lo dices?
—Sinceramente, prefiero tragarme tu polla que tragarme una película de las que te gustan —respondiste sin ocultar la risa.
Taehyung se rió, acompañándote y se acercó a ti una vez vestido de nuevo con su abrigo, rodeándote con los brazos y apoyando su frente contra la tuya.
—Sabes que a ti no puedo negarte nada —susurró, pareciendo ligeramente avergonzado.
—Ni quiero que lo hagas —dijiste sonriente, dejando un suave beso contra sus labios—. Aunque, espero que sepas que ser mi novio te va a quitar años de vida
Y, aunque intentaste sonar segura, te sonrojaste ante la pequeña confesión de que en efecto querías considerarlo de esa manera a partir de ahora.
—Llevo aguantándote doce años, Hana, ya sabía en lo que me metía al enamorarme de ti —anunció sonriente.
Un profundo beso de sus labios fue el encargado de decirte que todo estaba bien, y de prometerte sin saberlo, que no necesitabas alcanzar lo imposible para sentirte completa a su lado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro