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✘ Capítulo XXI.i ✘

Dedicado a: deviIsung adivinó a quien iba dirigido el pequeño capitulo anterior. ¡Felicidades!

Oh, por cierto, gracias por leer mi historia gsjdhd, yo amo las tuyas;;;. ❤️

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Desde el día de mi nacimiento
tú te haz encargado de ser mi mayor tormento.
Y a pesar de todos mis esfuerzos
no he recibido ningún tipo de respeto.

Hermana, yo te quiero
te admiro y venero.
Desde pequeños siempre ha sido así
así que no entiendo tu afán por hacerme sufrir.

. . .

Haré de tu vida un infierno.

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Christopher Bang. Nacimiento.

La familia Bang no esperaba expandirse más.

Después de su primera hija y el infierno que pasaron con ella en noches de vela y días desastrosos, dónde las paredes manchadas con marcador permanente negro y comida regada en todas partes era su pan de cada día, no se plantearon el volver a vivir una experiencia así.

Pero, ahí estaban... En el nacimiento de su segundo hijo.

Aunque una cosa no podían negar, y era que ese pequeño nuevo integrante era la cosa más adorable que hayan podido ver; su carita toda rellenita, sus mejillas tan abultadas, sus labiecitos, ojitos entrecerrados y cabello tan suave como el mismísimo terciopelo.

Bang padre no dejaba de tomar una y mil fotos de su amada y risueña esposa junto al pequeñito, incluso cuando está le pedía que no lo hiciese ya que no se veía para nada bien. Pero él la ignoraba y continuaba, completamente encantado de cada fotografía sacada.

Mientras, que por otro lado, Hannah de tan solo cuatro años, estaba de brazos cruzados y el labio inferior abultado, obsevando como toda la atención era otorgada a quien dijeron que era su "hermanito".

Pero, ¿cómo eso podía ser su hermano? ¡Era horrible!

Además, ¡acaparaba todas las vistas y mimos! Ya lo había dicho... ¡Pero era necesario retirarlo!

No era para nada justo...

— Hey, Hannah —su padre le llamó y ella, que estaba de espaldas sentada en una silla un poco alejada, volteó a verle con una expresión de molestia muy mimada—. ¿Por qué no vienes? No haz saludado a tu nuevo hermanito.

— Hm... —la niña se enfurruñó, a punto de negarse, pero entonces lo pensó mejor y se puso de pie, caminando hasta donde se hallaba a quien había estado evitando. Su padre la alzó y sentó a un lado de su madre, y la pequeña lo miró, ahí, más de cerca, y su cara de disgusto no fue para nada disimulada.

¡Era más feo de cerca!

— Hannah, él es Christopher, tu hermano menor —le habló su madre, bajo, amorosa, mientras acariciaba el rostro bebé que, soltando tiernos ruiditos, agarró el índice de su madre entre su diminuta manita. La adulta jadeó enternecida y la jovencita de dos moños con grandes lazos únicamente hizo de su expresión más pronunciada—. Anda, linda, ¿no te parece una dulzura?

Ella lo observó, jugando con el falange de su progenitora, abriendo su pequeña boquita rosa y formando dos tiernas medias lunas con sus ojos.

¿Dulzura? ¡Por supuesto que no!

Pero antes de poder contestar...

— ¡Cariño, esta es la toma perfecta! —Bang padre exclamó, fuerte, acomodando la cámara en un estante que, sin permiso de nadie, movió para de tal forma poder formar un trípode. Se apresuró a correr al lado de su pequeña familia en crecimiento y sonrió, pasando cada brazo por las cinturas de las mujeres de su vida—. Vamos, a la cuenta de tres digan, ¡queso! Una... —la niña visualizó al bebé, con el ceño más fruncido y el labio inferior abultado. El ruido que hacia...—... dos... —era una simple risa, tan endulzante para cualquier oído pero un fastidio para la menor que no dejaba de verle, irritada. Así que, levantando su mano...—. Y... ¡HANNAH NO!

"¡Click!"

Le había dado un palmazo, en todo el rostro.

De inmediato, el recién nacido comenzó a llorar a un altísimo volumen. Su madre le acunó, moviendolo de un lado al otro, y el padre cargó a Hannah para alejar de la escena. No quería otro incidente parecido.

Aunque si le pareció muy raro ver a la pequeña sonriente después de haber efectuado aquello.

La sentó donde antes, con él en frente, y acomodó una de sus coletas cuando ella bajó la cabeza, todavía con la misma sonrisa. Sus dedos jugando entre ellos y sus pies moviéndose juguetonamente.

Definitivamente, no estaba arrepentida.

— Hannah... —le acarició una mejilla y alzó su rostro. Ella parpadeó un par de veces, soltando un simple «¿Hm?»—. Sabes lo que haz hecho, ¿no?

— No, papi —negó, "inocente".

Pero el mayor no se comía ese cuento.

— Si lo sabes, Hannah, no le mientas a papi —riñó duramente y la niña formó un puchero al tiempo que se cruzaba de brazos. Nunca antes le habían hablado así, y ahora...—. Estuvo mal, mi vida, no puedes hacerle eso a tu hermano, ¿entiendes?

— Pero, papi, él hacía un ruido feo. Me molestaba —se quejó, actuando más berrinchudamente.

El mayor suspiró y negó.

— Solo estaba riendo, mi niña, no era un ruido feo...

— ¡Si lo era! ¡No me gustaba! Sonaba feo, feo feito —la niña inició una de sus rabietas.

— Hannah —y como última medida, el padre tuvo que aseverar su tono, provocando que la pequeña se detuviese enseguida. Sus grandes ojos llenos de lágrimas lo miraron como si fuese un monstruo. Se sentía mal, pero si no le ponía disciplina continuaría actuando de esa forma y aquello era inaceptable—. No puedes volver a pegarle a tu hermano, por nada, ¿okay? Él sigue siendo muy pequeñito y es peligroso, ¡pudiste haberle hecho mucho daño!

— Bueno...

— Solo... Que no se repita, ¿vale? —se le acercó y la abrazó, dándole suaves palmaditas en la espalda. Ella, al ratito, correspondió, aunque su carita mimada no se quitaba—. Son hermanitos y eso está mal... Debes protegerlo, no dañarlo.

No respondió.

— Siempre, mi pequeña, ¿me escuchas? —se alejó un poco para mirarle. Hannah, que no comprendía, lo miró curiosa—. Siempre debes protegerlo... Eso hacen las buenas hermanas mayores, las mejores, ¿lo harás por Chris?

Ella lo pensó, mirando en dirección al nombrado. Ahora ya no lloraba, sino que estaba tomando del pecho de su madre muy tranquilamente. Esta última le arrullaba, tarareando bajito y mirándole con un brillo tan bonito...

Eso era suyo, ese resplandor en los ojos de su progenitora, la canción que con tanto amor le estaba recitando y las caricias que le estaba otorgando...

Celos. Por primera vez, ese enfermizo sentimiento se hacía con su joven mente. Y digamos que, combinado con la envidia, no era la mejor mezcla...

Lo potenciaba, lo hacía increíblemente fuerte.

Y le incomodaba el sentirse así, sin embargo...

— Lo haré... —respondió, regresando sus ojos a su padre. No estaba muy segura, pero no tenía otra opción—. Lo haré en serio, papi.

Y aunque el hombre desconfiaba un poco de esas palabras, creyó porque, vamos, tan solo era una niña de cuatro años... Cambiaría con el tiempo, ¿no?

Era normal que se pudiese así, pero con el transcurrir de los años se separarían y serían los mejores hermanos, una gran y preciosa familia, perfecta, que mantiene su apellido Bang muy en lo alto.

Claro.

— Confío en ti, Hannah.

Nunca tuvo que hacerlo.

Christopher Bang. 7 años.

— ¿Entonces nos vemos mañana para jugar fútbol, Chris?

— ¡Cuenta con eso!

Los niños sonrieron y asintieron, sacudiendo sus manitos en dirección al castaño de rizos y piel muy pálida. Acto seguido, se dieron vuelta y fueron con sus padres, quienes les esperaban sonrientes en la otra acera.

El niño también se dió vuelta, con sus ojitos cerrados y una sonrisa que podría iluminar toda una habitación oscura, caminando y saltando contentísimo...

... Hasta que chocó con algo.

Alarmado, abrió los ojos y se encontró con la funesta expresión de su hermana mayor quien, de brazos cruzados, estaba parada, sola, en dónde sus padres le habían pedido esa mañana esperarles.

Tragó en seco y acomodó su mochila en un hombro y el forro con su ukelele en el otro. Nunca habían tenido una buena relación, y para ser honestos, el joven Bang temía mucho cuando le observaba de tal manera.

Y eso era... Casi siempre.

Cuando iban a sus habitaciones, cuando comían, cuando se veían en la escuela o en los asientos traseros del auto de su padre...

— Hola, Hannah... —saludó, con la vista gacha.

— Hola, mocoso —respondió ella, tajante.

El menor hizo una mueca.

— Papá dijo que no-

— Cállate, no me interesa, mocoso —recalcó el sobrenombre, sonriendo de manera maliciosa al ver la molesta expresión de su hermanito.

Como adoraba fastidiarlo, hacerle enfadar pero, mucho más, llorar...

— Han-

— Dije que te calles.

— ¡Tú no me mandas! —se reveló el pequeño, haciendo una pataleta. La chica mordió su labio, interesada y entretenida del actuar del chico—. ¡No tienes por qué callarme!

— Claro que sí —chasqueó su lengua—. Tu voz es insoportable... No la aguanto.

— ¡Mentira! —chilló, dolido—. Mami dice que mi voz es hermosa, y-

— Solo es lastima, Chris. Te mienten siempre. Tu voz es del asco, más aún cuando cantas.

— ¡No es cierto! —sintió sus ojos arder. Las lágrimas amenazaban con manchar su inocente rostro—. ¡Mientes, mientes! ¡Les diré a papá y mamá si sigues!

Su expresión juguetona se volvió seria.

— Mira, idiota... —lo agarró fuertemente de las mejillas, enterrando sus largas uñas a propósito. Él chilló de nuevo, con sus ojos fuertemente cerrados—. Atrévete a decirles algo, y...

Christopher se imaginó lo peor. ¿Le diría a su madre que el fue el culpable de su secador roto? ¿Haría papelillo sus tareas? ¿Robaría su mesada? ¿Lo golpearía?

—... Quemaré tus figuras de Dragon Ball.

Oh, no.

— ¡No! —se exasperó. Cualquier cosa, ¡menos sus amadas figuras!—. ¡No, no las quemes! Haré lo que sea... ¡Pero no las toques! —un par de lágrimas bajaron, y él hipó, sintiéndose tan vulnerable y débil...—. Por favor...

— Entonces cállate, no abras esa estúpida boca y deja de llorar, nenita. Ahí vienen nuestros padres.

El chico giró un poco su cabeza, visualizando, de soslayo, como efectivamente sus padres iban hasta ellos. Ambos sonriendo de oreja a oreja y saludando a una que otra persona en el camino.

Así que volvió a darse vuelta para poder limpiarse el rostro de todo rastro que delatase que había estado llorando, echándole una última mirada a Hannah quien le veía satisfecha de la obediencia del menor.

Jadeó antes de girarse.

— ¡Mami! ¡Papi!

Con la cabeza gacha, corrió a los brazos de sus progenitores, fundiéndose junto a ellos en un cálido abrazo. Su madre le dió un beso en la mejilla y después muequeó, viendo extrañada a su hijo.

— Dulzura... ¿Estabas llorando? —preguntó entonces, apacible, amorosa, acariciando la misma mejilla en la que había depositado tan tierno gesto en tanto el corazoncito de Chris se aceleraba enseguida.

Vio de reojo a su hermana que venía a ellos con su misma cara molesta de todo el tiempo y, en lo que fueron segundos que pasaron como en cámara lenta para el menor, sus miradas se encontraron y no tardó en recordar la amenaza de antes, por lo cual se apresuró a negar, efusivo y fingiendo confusión.

— N-no estaba llorando —contestó, sonriendo de manera convincente. Pero la expresión de su mayor se aseveró más, en preocupación, y ya podía imaginarse a sus figuritas derretidas en la chimenea—. ¡En serio! No pasó nada, mami... —agregó con un puchero, abrazándola del cuello.

— ¿Seguro, bebé? ¿No le estás mintiendo a mami? —ella trató de que el chico soltase la legítima verdad pero, en cambio, Christopher negó nuevamente, tan o más energético que antes—. Sabes que cualquier cosa puedes decirme, bebé...

— Lo sé, mami —dijo bajito, besando su mejilla y volviendo a sonreír—. Pero no fue nada... Estoy bien.

— Ya, cariño —su esposo intervino, posando una mano en el hombro de su mujer quien, de inmediato, lo miró—. Déjalo, te está diciendo que no le sucedió nada... Él es fuerte, un campeón, ¿que no lo ves?

— ¡Es cierto, mami! —el chico posó, alzando sus bracitos y mostrando sus "músculos"—. ¡Soy muy fuerte!

La mayor regresó sus ojos al menor y pese a que quería seguir insistiendo, suspiró y cedió, sonriéndole cálidamente a su adorable niño.

— Está bien...

— ¡Ese es el espíritu, hijo! —el padre lo alzó, tomándolo por debajo de sus axilas mientras daba un par de vueltas. Christopher empezó a reír un montón mientras que exclamaba muchos "¡Basta!"—. Que nadie se atreva a meterse contigo, muestrales quien manda.

El integrante más joven de los Bang afirmó, emocionado y sumamente feliz. Había olvidado por completo lo que había pasado hace un rato con su hermana, misma que en esos instantes le veía con ojos cargados de envidia. Un par de años atrás, a ella era a quien levantaban de esa manera, girando y girando al tiempo que reían, culminando todo en cosquillas. Pero ahora, todo eso había quedado en sus recuerdos.

La madre de ambos chicos estiró su mano al Chris y este no dudó ni un segundo en tomarla, emprendiendo caminata luego de eso. La camioneta era el destino y luego lo sería su hogar.

— ¿Entonces te fue bien, cariño? —inquirió ella a su hijo, observándole amorosamente—. ¿Hiciste más amiguitos?

— ¡Oh, sí! —el niño saltó de la alegría. Sus ojitos brillando con intensidad—. Todo el mundo quería hablarme, mami... ¡Eran muchos! Y me invitaron a jugar fútbol mañana, ¡así que iré porque quiero unirme a su grupo y poder ser el líder!

La madre rió. — Oww, mi dulce pequeño...

— Hannah, mi cielo, ¿cómo te fue a ti? —preguntó el señor Bang, volteando su cabeza para visualizar a su hija.

«Vaya, hasta que al fin se acuerdan de mi» pensó la pre-adolescente, y quiso manifestarlo en voz alta, de verdad estuvo a un pelo de hacerlo, pero al final se resignó e hizo de hombros.

— Bien... —susurró, apenas audible.

— ¿Solo bien? —papá Bang enarcó una ceja, mirándola—. ¿Nada más?

— No hubo nada relevante, así que sí.

— Entiendo, preciosa.

Con la conversación quedando ahí, entraron a la gran camioneta familiar; primero los más pequeños, y luego sus progenitores, cerrando las puertas casi al unísono.

— ¿Cinturones de seguridad? —canturreó su madre con un timbre ligeramente divertido, colocándose el propio a la vez que veía a sus hijos por el espejo retrovisor.

Christopher se apuró en ponérselo, algo torpe, en tanto su hermana lo hacía más rápido y eficientemente. Vio de reojo como el adorable castaño luchaba para lograr colocarselo correctamente, y hubiese reído si sus padres no hubiesen estado ahí.

Pero lo estaban, para su lamentar.

— Hanna, ayúdalo —indicó su progenitor mientras se ponía el propio.

Ella contuvo las terribles ganas que le dieron rodar los ojos y obedeció, aunque eso no significase que realmente lo fuese a hacer amablemente; varias veces golpeó intencional pero disimuladamente el pecho o la cara de Chris con un codo, causando quejiditos que el menor se tragaba al ver la furiosa mirada que la mayor le dedicaba.

Con la amenaza de antes, no tenía ni la más mínima intensión de delatarla en algo.

Acabó por colocarle el dichoso cinturón y se incorporó en su lugar, resoplando. El menor de la familia únicamente sobó su rostro, mirando a su hermana sin entender porque siempre le trataba así.

No tenía sentido, no cuando él jamás había hecho nada para general tal actuar en su contra. Recordaba siempre haber sido muy dulce y amoroso, cordial, obedeciendole incluso en cosas que no quería y callando todo el dolor y tristeza que le generaba. Entonces, ¿por qué seguía siendo así? ¿Por qué no había ninguna mejoría?

¿Que tenía que hacer para poder recibir el apoyo, protección y cariño que se supone una hermana mayor debe darte?

— ¿Listo, pequeñitos? —les sonrió su padre, encendiendo el auto.

Chris y Hannah asintieron, ninguno con muchos ánimos. El carro arrancó en cosa de segundos y su madre, que notó el ambiente algo tenso, puso música para aligerar las cosas.

Oh, música...

Los ánimos de Chris enseguida subieron, porque para él no había nada mejor que la música. Cantar, bailar o tocar un instrumento. Le encantaba, desde que tenía memoria recordaba haber estado encantado por los diversos ritmos habidos, y en lo que escuchó la simple pero encantadora melodía de un ukelele quiso uno en su poder, consiguiendolo en poco tiempo.

Ahora movía su cabeza, ya de nuevo muy de ánimos, riendo ocasionalmente junto a su progenitor por el gracioso "baile" que hacía su madre allí donde estaba, cantando también. Le aplaudió cuando terminó la canción y ella hizo un par de poco pronunciadas reverencias al compás de las risotadas de todos, excluyendo a Hannah.

Y justo entonces...

— ¡Oh, casi lo olvido! —Chris puso su mochila en sus piernas, buscando desesperadamente algo. Con el semáforo en rojo, la atención del resto recayó completamente en él, curiosos de lo que tenía tan eufórico al niño—. ¡Miren!

En su manita alzada, tenía una hoja de a cuadros que tenía un montón de números y letras, algo desprolijas pero bonitas para un chico de su edad. Aunque lo que más destacaba de todo no era aquello, sino la brillante y orgullosa sonrisa en el rostro de Christopher.

— ¡Saqué diez en un examen! —vociferó, y sus padres no tardaron en jadear sorprendidos—. ¡En uno de matemáticas!

Su mamá le quitó cuidadosamente la prueba de las manos, paseando sus ojos por toda esta. Un "10" bastante grande se mostraba en la parte superior, encerrado en un circulo, ambos de color rojo. En la parte inferior tenía un "¡Felicidades!" conjunto a la firma del profesor y una estrellita. Su sonrisa se fue haciendo más y más grande conforme avanzaba, pasándole luego este mismo al padre.

Verdaderamente, los ejercicios no tenían mayor complejidad; eran bastante fáciles, sencillos, pero claro, a ojos de un chico de la edad de Chris seguro resultaría una de las cosas más difíciles e imposibles de hacer.

Ambos miraron a su hijo, uno despeinándolo juguetonamente y la otra mirándole con muchísima honra.

— ¡Ese es mi hijo! ¡Todo un orgullo!  —gritó el hombre, pisando el acelerador al ver el verde del semáforo. Su mamá, por otro lado, se quitó cinturón para poder estirarse bien y abrazar a su pequeño, fuerte y zalameramente. Chris le correspondió de igual manera y se sonrojó a la par que reía por los besos que ella iba dejando en su carita—. Tan listo como el padre.

Su esposa le vio, levantando una de sus cejas.

— Digo... ¡Como sus padres!

— Mucho mejor —se carcajeó, alejándose de su pequeño y reincorporándose en su asiento, aunque sin dejar de mirarle—. Estamos muy contentos y orgullosos de ti, cangurito, eres realmente listo. Sabemos lo difícil que puede ser pero podemos ver el esfuerzo que le pones.

— Así es —su padre apoyó, alzando un puño—. Pondrás aún más en alto el apellido Bang, ¡muy en alto!

El pequeño solo se sonrojó todavía más, si es que era posible, con las manos metidas entre sus piernas y la carita gacha aunque sonriente. Le dolían las mejillas de tanto hacerlo, pero era un sentimiento maravilloso. Le encantaba, adoraba que sus padres le dijesen todo eso, que confiasen tanto en él a pesar de que no lo comprendía del todo a su corta edad.

De todas formas, el sentimiento era grandioso.

— Yo también saqué un diez... —habló, de repente, Hannah, mordiéndose luego el labio inferior. La envidia y los celos de haber presenciado tan linda escena con su hermano menor la habían llevado al impulso de soltar aquello, aunque no estaba del todo arrepentida—. En ciencias.

Todos le vieron, sumidos en un breve silencio, hasta que los aplausos de la señora Bang se escucharon haciendo un pequeño eco. Le siguió Chris, bastante feliz por la chica, y su papá que solo le sonrió a través del espejo retrovisor.

— ¡Eso es muy bueno, mi niña! —exclamó la madre, alegre—. Definitivamente, ambos dejarán muy en alto el apellido Bang —y miró a su marido—, ¿verdad, cariño?

— Así mismo, mi amor.

— Felicidades, hermanita —el de rulos le dedicó una de sus más hermosas sonrisas. A pesar de todo, él seguiría esforzándose para ganarse su cariño.

— Gracias...

Y ahí quedó el tema.

El auto se sumió en otro ambiente callado y Hannah muequeó, porque su hermano había recibido varios halagos, un abrazo, palabras de mucho aliento y hasta besos, ¿y ella?

Una felicitación simple y, de paso, compartida.

"Ambos dejarán muy en el alto el apellido Bang."

¿Y ya? ¿Dónde había quedado todo lo demás? ¿Por qué Christopher siempre recibía más? ¿Por qué no le daban el mismo cariño y honra?

Se echó del todo sobre su asiento, de mala gana, viendo otra vez por la ventana. Estaba cansada de reclamarles, porque sabía que recibiría la misma respuesta; "No tenemos favoritismo, solo que él es el menor". ¿Y eso qué? ¡Claro que había un favoritismo, y bastante grande! Ella también quería mimos, ella también quería cariños, esa emoción y orgullo, todo lo que él recibía sin poner un gran esfuerzo...

Era injusto.

Su mamá puso la radio de nuevo, a música con un alto volumen. Hannah cerró los ojos, perdida en su propia mente, y Chris saltó de alegría al escuchar la canción que sonaba.

I'm yours.

Enseguida comenzó a cantarla, tomando su ukelele para imitar el ritmo con las cuerdas del mismo. Su mamá también cantaba y su padre solo tarereaba. En cierto punto, el vocal de Christopher se empezó a notar más inclusive por encima de la propia melodía y todas las voces, atrapando la atención de sus progenitores. De manera disimulada, su madre fue bajando el volumen y así poder oír más de su hijo.

Well you done done me and you bet I felt it, I tried to be chill but you're so hot that I melted —recitaba preciosamente el chico, distraido, atrapado en él mismo, en el ritmo, en la letra...—. I fell right through the cracks..

» And now I'm trying to get back!

Before the cool done run out
I'll be giving it my best-est.

And nothing's going to stop me but divine intervention.

I reckon it's again my turn
To win some or learn some..

But I won't hesitate no more, no more
It cannot wait, I'm yours!

Chris tocaba su ukelele al compás de la música, realmente apasionado, con una sonrisita y los ojos cerrados. Su cabeza moviéndose de lado a lado. Estaba tan concentrado, tan metido en ese mundo dónde la música lo era todo, que no notó las caricias en sus melena provenientes de su madre hasta que abrió sus ojitos.

Ella le sonrió, Chris se lo devolvió, y la escuchó reír. Apenado, bajó la cabeza, pero ella lo tomó de la barbilla para alzarla de nuevo.

— Nunca mires abajo, bebé. Siempre mira arriba, siempre mantén tu cabeza en alto —dijo, con aires alentadores. Al más joven le brillaron los ojitos y su hermana, triste, les vio muy de reojo. Deseaba tanto esa atención, los consejos y la calidez que era total y exclusivamente de Chris.

Tan injusto.

— Serás alguien muy grande en el futuro, mi vida —dejó un meloso beso en su frente a la par que acariciaba su cabellera—. Y espero estar para ver cómo te conviertes en esa gran persona.

"Gran persona."

El menor asintió, dejando su instrumento de lado y abrazando el cuello de su mamá tan cómodamente como el cinturón de seguridad le permitía. Esta no dudó en corresponderle, acariciando su espalda y dejando más cariños en sus rulos, además de besitos en su sien. Las palabras de aliento no faltaron, dichas a su oído, y Chris solo rió, enternecido pero con el corazón hinchado de determinación y amor.

"En el futuro."

Bang hija no les quitó los ojos de encima hasta que se separaron, concentrando su vista en su pequeño hermano que continuaba sacudiendo su cabeza al ritmo de la música de fondo mientras sus piecesitos se movían infantilmente.

Y endureció su ceño, percibiendo era aura tan segura, tan brillante delante de sí, pero también... Tan ingenua e infantil.

Corruptible.

Así que sonrió, maliciosa, y en ese preciso momento Chris la vio, ladeando un poco su cabeza por la rara expresión de su hermana. Muchas otras veces le había visto así, pero esta vez... Le producía un malestar, una molestia en su pecho.

Visualizó como movió sus labios, diciendo algo que el niño claramente no pudo llegar a comprender, para luego girar y ver hacia las afueras, como si nada.

Él únicamente rascó su mejilla, más confundido que nunca, pero le restó importancia y volvió a centrarse en la nueva canción que sonaba, sonriente, alegre, ignorante al maléfico plan que estaba maquinando su hermana, ignorante a los duros próximos días que le vendrían, ignorante a todo el sufrimiento que viviría y como su vida daría una radical vuelta de 180 grados.

Injusto... No, no importa.

Porque ahora ella sería la justiciera de su propia vida, cueste lo que cueste.

Christopher Bang. 10 años.

— ¡Aquí, aquí! ¡Pásala!

Chan reía, gritaba y corría con todos sus amigos, divididos en grupos para jugar fútbol. Le encantaba el deporte y, mejor aún, estando con aquellos que tanto quería y le hacían carcajear un montón.

Chan se conocía como un niño que, pese a ser muy joven, tenía gran popularidad. Lo adulaban, ¡incluso sus maestros lo hacían! Y aunque muchas veces le gustaba, otras le hacía sentir realmente... Incómodo.

Pero en fin, mientras eso le trajese más amigos, ¡mucho mejor! Era el lado positivo y el único que le importaba en ese momento.

— ¡Aquí, Chris, aquí! —llamó la atención uni de sus amigos, deseando que la pelota fuese dada a él. Nuestro protagonista no lo dudó y se la pasó. Observó al otro sonreír y eso le hizo sentir muy cálido el pecho, el corazón.

Y mientras su equipo se ocupaba en gran parte de como era llevado el partido, él, tal vez por azares de la vida, desvió sus brillantes ojos por un segundo de la pelota y se cruzó con otros más apagados, oscurecidos, causando que su expresión alegre se deshiciese, siendo reemplazada por una más dolida. El tiempo se le detuvo y pudo apreciar al niño, que ahora también le veía, mejor; tenía ropas oscuras muy grandes, tallas que evidentemente no eran las suyas, una carita muy pálida y mirada perdida. A un costado de su cara, cerca de su sien, había una taza agarrada con una bandita transparente. En su cachete tambien. Sus ojos verdes parecían cansados y toda su expresión corporal gritaba "Apartate, no quiero ver a nadie" aunque también "ayuda, necesito de un amigo".

Y Chris quería ser ese amigo, por alguna razón, pero cuando planeaba parar e ir hacia él, sintió algo entre sus pies. Bajó la vista y observó la pelota. Levantó la vista y vio como varios de sus contrincantes se acercaban, por lo que reaccionó rápido se llevó la pelota con él.

Cuando se vio atrapado, la pateó hacía un amigo quien comenzó a correr hacia la portería de sus contrincantes. El joven de gran popularidad lo siguió, con todo el resto de su grupo detrás.

— ¡Pásala! —exclamó al rato, sonriendo de oreja a oreja, corriendo hasta que, como pidió, el balón fue pasado. Fue con éste hasta la portería "enemiga" y esquivando a todos los que quería quitarle el objeto circular, para cuando ya estaba muy cerca, patear la con fuerza y...—. ¡Sí!

Anotar.

Se giró, sumamente emocionado, y chocó las cinco de ambas manos con todos sus amigos. Luego de eso, dijeron para seguir jugando, pero el otro equipo pidió un descanso. Chris, sin dudarlo, aceptó, aunque algunos de sus compañeros se quejaron.

Pero claro, si Christopher hablaba, nadie se oponía.

Fue directamente a su mochila, en las gradas con el resto, y agarró su envase de agua bien fría. Tomó hasta que casi se acaba y respiró, más tranquilo y relajado, aunque todavía acalorado. El sudor lo tenía bañado casi que de pies a cabeza, y seguro apestaba por lo mismo, pero eso no le detuvo de ir con una gran sonrisa amigable a dónde el chico de aura depresiva que había observado antes y ahora.

Realmente, no entendía porque no podía quitar sus ojos de él, de esa actitud tímida, cohibida, y esos ojitos que parecían llevar a un alma rota. Quizás era por su poca edad, quizás era por la inexperiencia y el sentimiento de algo nuevo. No lo comprendía, pero lo descubriría.

Sin embargo, se alertó bastante al ver que el otro niño lo hacía, viéndole asustado, y sin dudarlo, caminó, casi trotó, hasta su ubicación para tomar su mano y detenerlo antes de que pudiese alejarse.

— Oye, no huyas —reprochó, puchereando—. Solo quiero hablar contig-

— ¿Por qué?

Escuchar su pregunta, y más allá de eso, su voz, dejó muy fuera de lugar a Chris. Era suave, linda, de esas que parecen acariciarte el sentido auditivo. Balbuceó varias veces y al final, llevado por el impulso, dijo;

— Porque... ¿Quiero ser tu amigo?

— ¿En serio? —el otro niño arqueó una ceja, dudando, y como no.

Pero Christopher afirmó con demasiada efusión, causando unas risitas en el "desconocido" que hicieron, por alguna razón, acelerar el joven corazón de Bang.

— ¿Por qué querrías? —cuestionó de nuevo, soltando su mano que hasta el momento, seguía siendo agarrada por la ajena. Eso solo puso más nervioso al chico de rizos—. No soy como el resto de tus amigos...

— ¿Qué? —volteó a verlos, y de nuevo a su contrario—. ¿Cómo son ellos? Yo los veo iguales...

Su adverso volvió a reír, negó con la cabeza y, a punto de decir algo...

— ¡Chris! ¡Ya vamos a jugar de nuevo! —gritó uno de sus dichosos amigos, a la lejanía.

El nombrado solo giró su cabeza una vez más, chasqueando la lengua, y regresó su vista al pelinegro.

— ¿Quieres jugar con nosotros? —inquirió. Muy dentro de sí le estaba rezando a Diosito para que dijese que sí.

Pero él nada más hizo una mueca confusa.

— ¿Jugar con ustedes?

— ¡Sí! —insistió—. Es divertido... ¡Me gustaría jugar contigo!

— Eres raro, Christopher Bang —murmuró el niño, con el ceño tiernamente fruncido.

— ¡Chris!

El menor se exasperó, volviéndola a tomar de la mano para halarlo al campo, con el resto. Sus amigos les vieron extrañados al llegar, o más bien, viendo al de cabello oscuro extrañado.

— ¿Quién es él? —apuntó uno de ellos.

— Sí, ¿quien es? —mientras los otros veían desconfiados.

Chris observó al otro niño e iba a decir algo, pero... Él tampoco sabía el nombre de aquel que había incluído, prácticamente, a la fuerza.

Entonces, le dió una crisis existencial; cerebro en blanco, ojos mirando a la nada y boca entreabierta.

La primera... De muchas.

— Soy Noah Jones, un gusto —y como lo que el joven Bang consideró su salvación, Noah habló, sacándolo de su trance y haciendo asentir a los otros, que se fueron presentando vagamente antes de ver a su afamado amigo.

— Entonces... ¿Vamos a jugar?

— ¡Andando! —incitó Chris, yendo velozmente al gran campo de juego.

Su nuevo amigo sonrió dulcemente antes de hacer lo mismo.

— Woah, ¿cómo sabes hacer eso?

— ¡Eres muy genial!

— ¿Me podrías enseñar?

— Oye, ¡yo también quiero saber!

Noah no podía evitar carcajearse, asintiendo a todos con las mejillas tintadas de un bonito rosa, detalle que Chris puso atención.

Quizás demasiada.

— No es la gran cosa, yo...

— ¡Les enseñará mañana! —le interrumpió de la nada Chan, causando que su nuevo amigo le viese confundido—. Eh... Hm...

— ¡Okay! ¡Mañana después de clases! —planeó por su cuenta otro de los niños, eufórico, antes de empezar a caminar de espaldas y sacudía su mano—. Debo irme, ¡nos vemos!.

— ¡Nosotros igual! —expresaron otros tres, yéndose con el primero y dejándolos solos. Chris y Noah se miraron.

— ¿Que acaba de pasar? —el de cabello rizado se encogió de hombros, haciéndose el que no sabía, y caminó a las gradas para sentarse a un lado de su morral. Jones le siguió, frunciendo el ceño. Todavía tenía muchas dudas—. Mañana no creo poder venir.

— ¿Por qué no? —preguntó enseguida el menor, arrugando su naricita.

— Porque no... Tengo cosas que hacer —respondió el otro, con la vista en el suelo.

Chris rió.

— Suenas como mis padres. Vamos, ¿qué edad tienes? ¿Cincuenta años?

Y su amigo le vio mal, bufando.

— Tengo diez.

— Era una broma. Yo también tengo diez.

Los dos quedaron en silencio unos segundos, viéndose.

— ¿Que debes hacer? —como siempre, el curioso Bang...

— Unas cosas... —y Noah, que le encantaba evadir cada pregunta.

— Oye... —así que Chris tuvo que recurrir a hacer un puchero, que incluía ojitos de cordero a punto de entrar al matadero.

— Ah —¿y que creen? Funcionó—. Debo encontrarme con unos amigos... A hacer algo importante.

O eso creyó.

— ¿Que cosa? —indagó más.

— Eres muy preguntón —el pelinegro rió—. ¿Te lo han dicho?

Los mofletes del castaño fueron inmediatamente decorados por una preciosa gama de rojos, haciendo que el chico se llevase ambas manos a la cara. De verdad, estaba muy apenado.

— Sí... —exhaló—. Muchas veces...

Y fue en ese instante que su contrario se dió cuenta de su error. Había dado justo en un punto sensible de su ajeno, sin intención alguna, pues lo único que quería era hacerlo reír un poco, bromear.

Pero resultó el todo lo contrario, en todo lo que no quería.

Quizás él...

— Yo también era así —empezó lo que sería un relato no muy largo, o eso era lo planeado—. Pero un día, lo fui con la persona equivocada y... —apuntó su rostro, sonriendo decaído—... esto pasó.

Christopher lo miró, sin entender exactamente a lo que se refería, hasta que sus ojos viajaron de una manera más detallada por su cara y en su cabeza algo al fin conectó.

— ¿Te golpean? —se aventuró a preguntar, preocupándose de inmediato.

Y para su pesar, Noah asintió.

— Lo hacen —reafirmó—. Todos los días...

— Ouh.

— Sí...

El silencio les rodeó por un rato, mismo en el que Chris se dedicó a jugar con su envase de agua y Jones con sus dedos, manteniendo la mirada baja. Pensaba que había hecho algo mal...

Pero de la nada, Bang se puso de pie y bajó los escalones de las gradas, hasta que la planta sucia de sus zapatos tocó el suelo del campo, y se dió media vuelta, ofreciéndole su mano al otro.

— Ven.

Y el pelinegro no dudó; se puso de pie y agarró su mano, sintiéndose jalado más al centro del gran campo. La confusión al fin hacía acto de presencia, creciendo en magnitud dentro de sí.

— Chris, ¿qué vam-

— Shh —y ya en el destino deseado, se detuvo, con él delante suyo. Noah iba abrir la boca en otro intento de pregunta, pero Christopher le interrumpió una vez más—. Pelea conmigo.

El más alto se desconcertó, mirándolo como si estuviese loco y hasta riendo un poco—. ¿Qué?

Pero Chris le demostró que iba en serio cuando se pudo en pose de pelea, observándole con desafío, con reto.

— Pelea conmigo —repitió.

Su ajeno se descolocó muchísimo por solo ese par de palabras y la seguridad con la que eran dichas. ¿Pelear? ¿Con él?

— ¿Por qué? —quería una justificación.

— Porque sí —aunque eso no fue lo que recibió—. Vamos, solo...

Al ver que el joven recién conocido, por lo visto, no haría nada, él lanzó el primer golpe. Un puñetazo flojo, que realmente no causaría más que una ligera molestia en el hombro de su opuesto.

— Chris... No es necesar-

— ¡Pelea! —gritó el de rulos, dándole un empujón—. ¡Pelea, Noah!

— Pero-

Esta vez, el choque de sus manos en el pecho del azabache fue tan fuerte, que acabó en el suelo. Jones se quejó, por el dolor que viajó por su cuerpo debido y viejas heridas que no terminaban de sanar, y viéndose fue que quedaron en silencio.

El que había sido "agredido" parpadeó varias veces, con el entrecejo arrugandose más y más, y Chris solo empezaba a sentir la horrible culpa calando por su espalda, instandose con garras a sus hombros.

E iba a disculparse y ayudarlo a levantarse, pero entonces el otro se levantó y le devolvió el empujón, posicionándose en la dichosa pose de pelea.

Chris sonrió más aliviado y motivado.

Empezaron a lanzar golpes, que no eran muy fuertes, al menos no de parte de Bang. Admitía que su compañero, o bueno, ahora, contrincante pegaba realmente duro, pero eso solo le emocionaba más.

Chris no era un experto en luchas, sin embargo, tampoco era un debilucho o tenía nulo conocimiento sobre eso. Practicaba boxeo y hace años, muy pequeño, artes marciales. Así que sabía un montón de cosas sobre defensa propia, agregando, de paso, que había adquirido muchísima fuerza para su edad.

Los puñetazos siguieron, los empujes también. Noah lanzó un buen golpe que fue escudado a tiempo por Christopher, quien se puso los brazos al frente. Lo miro retador y la vista fue devuelta, algo que le fascinó. El castaño intentó dar en el estómago del pelinegro pero lo esquivó. Una patada fue lanzada y Chris no logro esquivarla a tiempo, quedándose sin aire de manera momentánea. Vio mareado al otro, se visualizaba doble, borroso, y de broma pudo esquivar otro golpe suyo para el instante que se inclinó un tanto y, con bastante impulso, se abalanzó al cuerpo de su ajeno, tomándolo por sorpresa y tirando lo al suelo.

Y Chris ya casi podía saborear la victoria, de no ser porque Jones lo había agarrado del brazo y jalado consigo, tirándolos a los dos.

Enseguida Bang lo tomó del cabello y su impropio hizo lo mismo, empezando a quejarse y dar vueltas por todo el césped. Ninguno parecía querer soltar al otro, y la situación pasó de tensa y ardua, a cómica y risueña, pues ambos se reían de la misma.

— Okay... Creo que hemos quedado estancados en un pequeño problema —inició Chris. No podía parar de reírse muy bobamente.

— Por lo visto —su amigo lo apoyó, dándole un jalón a la melena impropia. Chris le vio mal—. Ya, suéltame, y te suelto.

— ¿Y si no me sueltas? —el chico alzó una ceja.

— Confía en mi.

— Hmm, bueno.

Y apenas había terminado de pronunciar aquello para cuando sus manos le estaban liberando, sorprendido mucho a Noah. ¿Tan fácil lo había hecho?

— Oye... Es tu turno —Bang recordó, y saliendo de su trance, el mayor lo soltó. Finalmente, se dejó caer a un lado, en la grama que no llegaba mucho de haber sido cortada, mirando el cielo. Anteriormente, había estado sentado sobre el estómago del otro—. Bien... Ah. No peleas mal.

— ¿No? —el azabache pareció asombrado.

— Para nada —recalcó—. Pegas fuerte.

— Oh, perdón —su expresión delató la pena y preocupación que sentía al no haber medido sus acciones con el otro—. ¿Te hice mucho daño?

— Estoy bien —respondió como si nada Bang, sonriendo de la misma forma. Por dentro, lloraba y chillaba del dolor por cada golpe—. Práctico boxeo, así que estoy acostumbrado. No te preocupes.

— Bien...

— Puedes defenderte, ¿sabes?

— Son muchos —exhaló, viendo sus pies—. Es imposible.

— Entonces empieza a estar conmigo —propuso Chris— y seguro ni se atreven a tocarte un pelo.

— Son del último año... —informó.

— ¿Y qué? —pero el valiente Christopher no pareció temer—. No me dan miedo. Que lo intenten de nuevo para que vean como tú, yo y nuestros amigos los hacemos retroceder arrepentidos.

— ¿Nuestros amigos? —Noah lo volvió a ver, confundido.

— Sí. ¿No notas que ya te aman? —se carcajeó, alineando sus vistas—. Ahora son nuestros amigos... Y te defenderemos. Somos así, nos cuidamos entre nosotros, no permitimos que nada le suceda al otro.

— Oír eso es... Increíble.

Chris sonrió.

— Bienvenido —y se puso de pie, estirando su mano hacia él. Noah le vio con dudas, pero luego sonrió y la tomó, poniéndose de pie también. Chris hizo pose de que iba a atacarle, y el pelinegro no dudó en imitarlo, causando risas en el castaño—. Podrás contra ellos.

Entonces, le dió un empujón y seguidamente comenzó a correr, carcajeandose sonoramente, en tanto Jones procesaba todo para luego ir detrás de él, exclamando;

— ¡Vuelve aquí, Christopher Bang!

Y solo eran dos niños, inocentes, ingenuos, que no podrían imaginarse lo que les deparaba el destino...

Christopher Bang. 13 años.

Chris salió de la enorme casa, bufando.

El ruido, las personas, el calor... Dios, era tan atosigante. Pensó que esos ambientes serían más... Geniales, donde se sentía a gusto, completamente cómodo y podría disfrutar junto a todos sus amigos y amigas, pero...

Resultó en todo lo contrario.

Así que, ahí estaba, saliendo por la puerta trasera apresuradamente, luego de haber pasado entre cuerpos sudorosos y disgustantes, para Bang, quien ahora se sentía sucio, como si miles de manos lo hubiesen tocado.

Bueno, algo así había sido, pero realmente no quería pensar a detalle en eso. Ni siquiera quería pensarlo, en lo absoluto.

Solo se sentó a la orilla de la piscina, que era iluminada bajo el agua con unas intensas luces blancas. Como tenía ganas de refrescarse un poco –el ambiente de la fiesta le había dejado bastante acalorado y sudoroso, repungante– se quitó los zapatos deportivos que tenía y metió con mucha lentitud sus pies en el agua que, sorprendente, no estaba tan helada como pensó.

Suspiró, relajado, y por primera vez sonrió sinceramente al tiempo que sus ojos se posaban en el cielo; una oscurísima noche, con pocas estrellas y una luna que parecía una fina sonrisa.

Para cualquiera, no sería la mejor de las noches, pues siempre se aprecia más una con muchísimas estrellas, que iluminen todo esplendorosamente, y una luna llena perfecta, que se mostrase muy galante, con esos rayos lunares reconfortantes junto al viento fresco nocturno.

Pero a Christopher simplemente no le interesaba. Él amaba con su alma cada faceta del panorama que les cubría, ya sea nublado, poco nublado, con sol o con lluvia, en los amaneceres, en los atardeceres, y las diversas formas que tenía la dichosa luna...

Simplemente, era algo maravilloso, algo que todos deberían atesorar más. El cielo siempre les ofrecía sus mejores gamas de colores, se pavoneaba con gracia y orgullo, pero nadie era capaz de detenerse aunque sea un segundo para poder verle.

Indignante.

— Parece que alguien está teniendo una CHRIsis de nuevo.

El apedillado Bang giró su cabeza, confundido, mirando al chico de hebras oscuras y mayor altura que reía a carcajadas, viéndolo con esos ojitos grises que habían dejado de demostrar a alguien roto para dejar en evidencia a una persona más vivaz, amigable y simpática, que ahora todos realmente admiraban y amaban.

Incluyendolo.

— ¿Entendiste? CHRIS-is, que suena como crisis —rió más, sentándose a su lado—. Porque pones cara de crisis y... ¿Que pasa, Christopher?

El aludido parpadeó varias veces, mirándolo y procediendo a negar reiteradas veces, con una sonrisa que sabía calmaría todavía la preocupación que ahora colmaba la expresión de Noah.

— No es nada, tranquilo —contestó, posando sus orbes en la cristalina agua, moviendo un poco sus pies. Noah, al igual que Chris, también se quitó sus zapatos y los metió allí—. Solo necesitaba aire... Ese sitio...

— Sí, es un completo desastre, ¿hm? —el mayor rió, y Chan no dudó en darle la razón. Aunque iba un poco más allá de eso...—. ¿Te quieres ir?

— ¿Honestamente?

— Honestamente.

— Sí.

Un breve silencio se instó entre ellos, con Chris moviendo sus piecitos bajo el agua y Noah posando sus grisáseas pupilas en el cielo.

Al final, exhaló.

— A mí tampoco me ha gustado mucho... Pero todos nuestros amigos están acá, ¿no crees que podríamos divertirnos con ellos? —argumenta el pelinegro, y Christopher traga grueso, pensando muchísimo en si ser sincero o no—. ¿Chris? ¿Qué pas-

— Dirás tus amigos, ¿no? —al fin se libró, abrazándose a sí mismo. Observó entonces, de reojo, a Noah mirarle con desconcierto y confusión. No entendía porque decía aquello.

— Nuestros... De los dos —aclaró, pero el castaño negó—. ¿Por qué no?

— Sé que muchos creen en los rumores, se han mantenido más alejados de mi que de costumbre, y a ti realmente no te rechazan nada.

Oh, los rumores.

Después de que entró a la secundaría, muchas mentiras habían estado siendo llevadas de boca en boca por todo el instituto, manchando la perfecta reputación de Christopher; pasó de ser el chico más querido, popular y con quién todos querían estar, al que miraban mal por lo pasillos, apartaban y empezaban a ignorar, incluso aquellos que llevaban tiempo siendo los más cercanos a su persona.

Y no tenía ni la menor idea de dónde habían salido esos chismes, pero así como estos, se llegaba a escuchar mucho de que provinieron de un estudiante de último año.

Sin embargo, todavía no había podido comprobarlo.

— Oye, solo son mentiras inventadas sin fundamentos. En unos días lo olvidarán —comentó tranquilamente el azabache, restándole total importancia. Chris le vio unos segundos, estoico, y posteriormente regresó su mirada a lo de sus pies.

Esas palabras ya las había oído varias veces.

— Como sea —pero no lo puso en discusión. Se sentía agobiado y cansado, y ese momento estaba siendo muy perfecto para ser arruinado por tal tema—. No quiero volver, así que en un rato llamaré a mis padres para irme.

— Aguafiestas —reprochó Noah, divertido, y Bang solo chasqueó su lengua y desvió la vista, hacía algún punto cuya relevancia era nula. Solo no quería ver a su amigo.

— Yo no soy aguafiestas, sólo no quiero andar sudando como cerdo.

— Aguafiestas~.

— Y oliendo como cerdo.

— Aguafieeeeesssstaaaaaassss.

— Y estando con cerdos...

— A-gua-fiestas.

— Y... ¿Puedes callarte, Noah?

El susodicho reventó a carcajadas, causando que el menor volviese a virar sus ojos para luego verle, sin entender que era tan gracioso.

— ¿Cuál es el chiste? Yo también quiero reírme.

— Oh, Chris —no paraba de risotearse, hasta cierto punto, que solo le vio con la cabeza ladeada y una sonrisa encantadora. Chris nunca imaginó que el chico tímido y penoso que hace años vio en soledad, se convertiría en ese adolescente vivaz y risueño, que ahora todos deseaban como amigo. Y estaba realmente feliz por ello—. Cállame.

Pero únicamente bastó esa solita palabra para que todo el sentimiento de nostalgia y felicidad se volviese pura pena y nervios, entendiendo, por todos los dramas clichés que veo su madre, a qué se refería con ello.

Podía tener trece años, y ser muy joven todavía, pero que no se dejen engañar... Su mente curiosa ya le había hecho ver cosas que ahora no quería ni recordar.

— ¿Qué dijiste? —de todos modos, quería "asegurarse" de haber oído bien.

— Oh, nada —pero el pelinegro evitó el tema, risoteándose travieso y apartando la mirada—. No dije nada.

— Oh, no me vas a salir con esas —lo agarró por la barbilla, a la fuerza, y le obligó a verlo. La distancia que les separaba era demasiado poca y solo bastó la sonrisa juguetona de Noah para terminar de acelerar de manera demencial su corazón. Okay, tal vez había visto mucho de esos dramas...—. ¿Qué dijiste?

— ¿Prefieres que lo haga o que lo diga? —se le aproximó también, manteniendo aún la mencionada expresión. A Chris se le cortó el aire un momentito, ese mismo en el que intentaba procesar todo, pero se sentía tan "Christopher.exe" se ha detenido.

— ¿Qué quieres decir con-

Tarde fue para cuando ya tenía los labios ajenos sobre los propios, soprendiéndose en demasía. Y como no... Su mejor amigo, quien nunca vio con otros ojos –o tal vez sí, pero no quiere admitirlo o pensar mucho en eso–, ahora mismo le estaba dotando de un gesto tan dulce y suave, lento, así, de la nada.

Jamás se le había insinuado, jamás había mostrado tener interés de otra manera, no de esa, o no recordaba ningún momento así.

Noah era el clásico amigo que parecía más tu hermano, siempre apoyándolo, siempre consolandolo y estando en las buenas pero, por sobre todo, en las malas y en las muy malas.

Y que estuviese pasando eso justo ahora... Todavía le parecía irreal.

Por el shock, no movió los labios o correspondió de alguna manera. Su contrario no pareció afectado, siguiendo en lo suyo hasta que unos segundos después, se alejó, manteniendo una mano en el hombro de Bang.

Y este le miraba, sin poder creerse aún que eso de verdad pasó. Se le había hecho como una eternidad.

— Noah...

— ¿Lo hice mal? —el chico arqueó una ceja, y Chris no supo que contestar. Por supuesto que no lo había mal, para nada mal, de hecho, sus labios eran realmente suaves, pomposos y... cHRISTOPHER—. ¿Chris?

— No, tú... —se relamió, por inercia, y luego se sonrojó enterito al darse cuenta de lo hecho. Oh—. ¿Po-por qué hiciste eso?

— Dijiste que querías saber que dije —se encogió de hombros, como si lo que hubiese hecho no hubiese significado nada. ¿Acaso estaba loco o era él quien lo exageraba todo?—. Ahí está.

— ¿Lo que dijiste era "Voy a besarte de pronto, sin que te lo esperes para nada, sin darte aunque sea algún tipo de advertencia o aviso, tomandote así completamente fuera de lugar ya que somos mejores amigos y eso no es lo que hacen usualmente"?

Noah fingió pensarlo, viendo el cielo antes de reír y asentir. — Sí, algo así.

— De verdad que estás loco.

— Somos adolescentes. ¿Cuando empezarás a disfrutar la vida? —se quejó Jones, rodando sus ojos al tiempo que Bang se hacia de hombros.

— Tu concepto de "disfrutar la vida" es un poco extraño —opinó, un poco burlón.

— Solo hago lo que quiero al momento, sin dudar, sin titubear. Deberías a empezar a hacerlo también, aguafiestas —contestó, viéndole con la nariz algo arrugada.

Chris se aguantó el quejarse por el mote. — ¿Así que vas por ahí besando a la gente? ¿Solo porque quieres y ya?

— No, realmente no —el chico bufó.

— ¿No es lo que acabas de decir?

— Lo que acabo de decir es que tenía ganas de besarte a ti, específicamente.

— ¿Solo a mi? —lo visualizó, confundido por sus palabras más toda la situación—. ¿Por qué?

Y el chico solo efectuó un movimiento efímero con los hombros, indiferente, por lo visto.

— Solo tenía ganas.

— Te haz vuelto muy extraño —el castaño entrecerró un poco sus ojos—. ¿Que son esas cosas?

— Y tú un completo amargado. Solo hago lo que me hace feliz.

"Lo que me hace feliz".

Bang se quedó estático en tanto el silencio les rodeaba. Únicamente podía escucharse la música dentro de la casa tras sus espaldas y la gente gritando, extasiados. Pero nada tardó en ser perturbado, de nuevo, por iniciativa de Noah.

— En serio, también deberías hacerlo. Sé que te haz sentido muy mal últimamente, Chris, sé que estás realmente mal con el tema de los rumores y por eso mismo es que debes atreverte —lo incitó, aunque sin mirarlo. Sus ojos estaban fijos en el panorama oscuro y poco brillante—. Atrévete a hacer lo que en el fondo más desees y notarás una gran diferencia. Si eso es irte de aquí, estaba bien, no me seguiré quejando, pero pienso que–

El parlanchín pelinegro no pudo seguir hablando cuando de repente sus labios estaban siendo apresados por los ajenos, empezando un encuentro de pasimornia, tal cual el anterior.

Chan no era un experto, de hecho, solo había dado un beso cuando tenía como cuatro años a una de sus compañeras de pre-escolar. Fue algo tan bobo, un toque rapidísimo de dos almas inocentes y corazones pequeños. Ahora era distinto, ahora era un adolescente que había ya visto y vivido bastante, pero no lo suficiente para obtener más experiencias de ese tipo. Así que el anterior había sido su segundo beso en toda su vida, y éste el tercero... Y resultaba ser el único efectuado por intensión propia, algo más consentido.

Así que rogaba por estar estar haciéndolo correctamente, pese a que los nervios lo hacían temblar mucho en tanto sus belfos se movían contra los ajenos, y sus manitos jalaban de su camiseta, ansioso, mientras Noah se sentía relajado, pasando, a veces, la punta de su lengua por sobre su belfo inferior y sus dedos mimando su cintura, con una delicadeza que estaba derritiendo de ternura a Christopher. Maldición, esto era magnífico, la adrenalina, el entusiasmo, el revoltijo en su estómago...

Se separaron, casi que a la fuerza. Ninguno quería parar pero sus labios ya dolían, al igual que sus quijadas. Tenían la respiración muy alborotada y las pupilas tan dilatadas como jamás en todas sus cortas vidas. Una experiencia nueva, pero única.

Y lo mejor de todo; ninguno estaba arrepentido. Todo lo contrario.

Se miraron en medio del ambiente callado que les rodeaba y sus comisuras no pudieron evitar alzarse, orgullosas aunque más que eso, felices. No sabían con exactitud que decir, la pena seguía ahí, así que Noah rompió el hielo como mejor le pareció; empujó a Christopher a la piscina.

— ¡nOAH! —se quejó apenas había emergido del agua, tosiendo un poco porque faltó poquito para que tratase agua con cloro, gracias al asombro de ser echado de la nada. Juraba que nunca había tenido una noche tan cargada de sorpresas que casi le provocan un infarto o parecido—. ¡¿Que diablos?!

Mientras tanto, el joven se reía como si no hubiese un mañana, aplaudiendo y echándose un poco hacia atrás, cayendo al final al suelo. Sus pequeñas manos se tomaban el estómago y al unísono que un par de lágrimas se asomaban por el rabo de sus ojitos. Así de tanta era su risa.

— ¡Yah! —se quejó en un tono aún más alto, llamando la atención de su amigo que ya había empezado a calmarse.

... Volviendo a reventar en carcajadas.

Chris, ya cansado de la constante burla, lo agarró de un pie y antes de que el otro siquiera pudiese reaccionar o defenderse, ya lo había echado al agua junto a él. Fue su turno de reír al visualizarle saliendo del agua, con una cara de odio pura.

— ¿Que no risa y risa tú? —se burló Bang, alzando una ceja con una expresión burlesca. Y su contrario resopló, quedándosele viendo un rato para, de repente, hacer lo que Chris consideró una "rara" sonrisa—. ¿Qué-

— Respira hondo —indicó para segundos después, tomarle con fuerza de los hombros y hundirlos a los dos. Demonios. Noah tenía que dejar de agarrarlo así de desprevenido, en especial con el tema de los besos que, si vamos por esos lares... Justo ahora estaba efectuando el tercero de la noche.

Chris de inmediato colocó sus manos en la nuca del chico y un par de pequeñas burbujas salieron de entre sus belfos, danzando en el agua hasta llegar y estallar en la superficie. Aquello siguió de tal manera, culminando cuando Bang ya no aguantaba mas la respiración y, separandose del muchacho, salió a la superficie, tomando una gran bocanada de aire y tosiendo un poco.

Bien, los besos bajo el agua no eran tan geniales como las películas de romance las pintaban...

Poco nada, Noah también emergió, agarrando aire también antes de empezar a reírse de su ajeno.

— No paras de burlarte de mi —mencionó el castaño, algo frustrado pero, vamos, tampoco podía quejarse demasiado. La estaba pasando realmente bien, aunque no quisiese admitirlo—. No es gracioso...

— Lo es —el más alto rió un tantito más, mirando a su amigo resoplar—. Ya, amargado solo es un poco de agua.

— Bueno, un poco de agua me ha empapado de pies a cabeza.

— Se secará.

—... A la una de la mañana.

— Yah, no te des mala vida por eso —expresó, con relajo. Más, Christopher solo se sumergió un poco más en el agua, dejando a la vista solo sus ojos y rizado cabello, ahora empapado y cayendo por toda su cara, casi sin dejarle ver—. Estarás bien.

Salió un poco, de nuevo. — Mis papás me matarán.

— Tus padres me adoran. Solo diles que fui yo, y seguro empezarán a reírse con eso —aseguró el pelinegro, agraciado, causando que Christopher suspirase porque, sí, así mismo sería—. ¿Ya los llamaste para que te vinieran a buscar? ¿O acabo de arruinarlo echándote al agua?

Por un segundo, Bang se espantó y comenzó a tocar sus bolsillos. No obstante, recordó segundos después que lo había dejado en su morral, en las sillas para tomar sol que estaban a unos metros. Dios.

— Tienes suerte que lo dejé en la mochila, ah —puchereó, aproximándose a la orilla—. Te hubiese arrancado la cabeza de haberse dañado por una tonta broma tuya...

— Ay, las amas —Noah le imitó—. Oye.

— ¿Qué? —pronunció apenas, apoyándose de la orilla para poder salir.

— Yo... Esto es raro —egresó igual, sentándose a su lado y observando como el menor exprimía todo lo posible su ropa—. Pero...

— Habla rápido, Noah. Me estoy congelando —pidió, con el mismo abultamiento de antes a la vez que lo veía. Su amigo rió nervioso y asintió.

— Solo quiero saber si esto afectará en algo nuestra relación de... Mejores amigos.

— ¿Eh? —se desconcertó un poco.

— Eso —y Jones solo rascó su nuca a la par que desviaba la vista—. Solo no quiero que nosotros-

— No cambio nada.

— ¿Uh? —lo vio, impresionado. El castaño solo pareció centrado en exprimir todo lo posible su ropa—. ¿No?

— No. Solo son besos, ¿no es así? Nada... Especial. Lo hacemos porque eso es lo que queremos, lo que nos hace sentir mejor o bien, momentáneamente. Bueno, yo lo hago por eso —Chris se encogió de hombros; ahora veía al frente, entre la oscura y frondosa maleza de los árboles a unos metros—. ¿Y tú por qué?

— Ya lo dije... Es lo mismo —respondió, más bajo, moviendo sus pies—. ¿Así que estás bien con eso?

«No, porque me hacen sentir extraño, generan tantas cosas inusuales en mi y lo único que quiero es...»

Frunció el ceño. Esa era una respuesta muy completa, un tema muy profundo. Lo más seguro se estaba enrollando él solito en un problemón creado en su cabeza, y que seguro Noah no veía como algo tan gigante.

Así que, asintió.

— Lo estoy.

— ¿Y podría hacerlo otra vez... En cualquier otro momento?

— ¿Cualquier otro momento? —el adolescente de menos años alzó una ceja, haciendo enervar más a Noah, quien negaba constamente con cabeza y manos.

— ¡E-es decir...! —empezó a corregirse—. Cuando estemos solos... En cualquier lugar... Pero solo tú y yo...

Y Bang se lo pensó, chasqueando su lengua y encogiéndose de hombros al final. Bien, si se dijo que no se auto-haría la vida cuadritos, debía mentalizate bien eso y encargarse disfrutar al cien su juventud, fuera de todas las cosas malas...

— Está bien. Puedes.

— ¿En serio? —el chico ahora parecía incluso más sorprendido, causando un par de risitas en Chris, mismo que afirmaba.

— Sí... En serio.

— ¡Increíble! —alzó su puño, con un entusiasmo que produjo que el de rizos le viese con extrañeza—. ¡D-digo! Está bien, eh... ¿Me alegra?

— Eres un idiota —murmulló el menor, meneando su cabeza de lado a lado antes de ponerse de pie e ir a su mochila—. Llamaré a mis padres ya.

— Bueno... —mantuvo sus ojos en él en todo momento, y cuando lo vio secar sus manos y marcar algo en su celular, rió y dijo;—. ¿Tienes palomitas en tu casa? Hoy se estrena el nuevo capítulo de Dragon Ball.

— ¡¿Qué?! —al menor le brillaron con intensidad sus ojitos, viendo a su amigo sin poder creerselo—. ¡¿De verdad?!

— Sí —se carcajeó un poco—. ¿Cómo no lo sabías?

— No estuve pendiente de eso... —marcó el número de su madre y puso el celular en su oreja.

Jones se hizo el inmensamente ofendido, con una mano en el pecho y el dorsal de la otra en su frente, manteniendo los ojos cerrados. — No puede ser... Eres una deshora, baka.

Baka tus nalgas, no me vuelvas a decir así, otaku que no se baña —se quejó, sacándole la lengua.

— ¡Yo si me baño! —se defendió velozmente su ajeno—. ¡Tú eres quien no lo hace, baka!

— ¡Mentira y cállate, me das cringe, ba-...! Hola mami... No... ¡No, no iba para ti!

En esas instancias Noah se permitió reír como le viniese en gana, viendo de reojo a su mejor amigo, todo enervando y tratando de arreglar el malentendido.

Entonces, colocó una mano en su estómago, sintiendo todo un revuelo alocado ahí, ah...

Si tan solo Christopher Bang lo supiese... No. Nunca podría. Tenían que mantener un status, una imagen. Jamás podrían generar tal decepción a sus familias.

Así que... Tenía que reprimir todo sentimiento hacia él. Sería lo mejor, era lo mejor...

No tenía otra opción.

***

bUenaAASS.

Aquí ya es martes JSHSJSH, ya son más de las doce, así que pido perdón, ando viendo gameplays re extensos de TLOU2, y bueno.

¡Empezamos con uno de los pasados más WOW! Y esto es solo una parte... En serio falta un buen. Me disculpó por tantas palabras, fueron 10050 al final JAHSJSHS, ay en serio, ustedes estarán tipo "Mucho texto" JAHSJSHSJS.

Si hay algo que no entiendan, díganme. Ah, y pueden empezar con las teorías... Oh, creo que esto si no lo aclare, pero Chan está en Australia. Todo lo de acá, fue mientras vivía en dicho país.

Espero que les haya gustado. El siguiente cap también es "Mucho texto" JAHSJSJS. Gracias por comentar y votar, lxs amo muuuucho. Les mando besos criollos con mucho socialismo venezolano JAJAJAJ.

Nos leemos luego. ❤️

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