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ENERO 2024
PALERMO, BS. AS.



ARACELI'S POV





。𖦹°‧







Los suaves destellos de luz del sol matutino entran por la ventana de mi nuevo departamento. Hace un mes exacto que volví de Italia y de mis -mini- vacaciones, para empezar una carrera y perseguir mis sueños.
Aunque a veces las metas estuvieran tan lejos, Buenos Aires había sido mi único lugar en el mundo, más allá de haber estado en otro país, nada se comparaba con Argentina. Amaba cada rincón de este lugar, y este departamento había sido mi mayor logro. Los años en los que me dediqué al modelaje dieron su fruto, y junto con los pocos ahorros que tenía de años previos, pude alquilarme un departamento bastante cómodo. Por supuesto que no me sobraba la plata, debía seguir con el modelaje o perdería todo, porque tristemente, de lo que me quería dedicar no rentaba demasiado.

Un mensaje aparece en la pantalla de mi celular y mis ojos se abren de par en par al ver de quién se trata.

—¿Tu hermana? Qué raro... Hace banda que no la veo che —murmura Santi, mi novio de hace cuatro años con el que empecé a convivir este año.

Y estaba en lo cierto. Hacía un años que no veíamos a Melisa, mi hermana. Se había ido de intercambio al extranjero y había vuelto a Buenos Aires hace unos meses, pero por razones desconocidas nos decía que estaba ocupada y con mucho que hacer. Mi padre se preocupó porque pensó que algo raro le estaba pasando, pero pronto nos contó que se había puesto de novia con alguien, y que lo mejor era que confiáramos en ella que cuando pudiera nos lo iba a contar.

Nuestro contacto era casi nulo y no sabía nada, absolutamente nada de su vida. Tampoco era como que me interesara en lo absoluto, pero, en el fondo, necesitaba saber si estaba bien, porque no dejaba de ser mi hermana.


—¿Qué dice? —pregunta Santi algo consternado.

Entiendo su reacción ya que él era el mejor amigo de mi hermana, y la amistad había sido duradera hasta que... Bueno, se puso de novio conmigo. Pero Santi nunca dejaba de preocuparse por ella. En el fondo, me sentía culpable. Y no sólo por eso...

Finalmente, me atrevo a abrir los mensajes sin leer. Para mi sorpresa no había escrito en el chat privado, sino que mandó directamente un mensaje al grupo de la familia. Era raro que ella hiciera algo como sea. Nunca escribía en ese grupo, así que debía ser importante.

En cuanto leo con detenimiento, abro los ojos como plato y miro a Santi que leía por arriba la pantalla.

"Familia, necesitamos juntarnos :)"

—¿Y ahora qué pasa? —lo miro a Santi que parece tener dibujado un signo de interrogación en su cara.

—No sé amor, que raro todo. Espero que sea algo bueno —me sonríe con timidez. Sé que en el fondo la extraña, pero ella cortó cualquier tipo de amistad en cuanto supo que estaba enamorado de mí.









𖦹๋࣭⭑







Termino por colocarme un poco de gloss sabor cereza y me coloco perfume en el cuello y en algunas zonas descubiertas de mi piel. No iba a negar que me sentía hermosa al verme en el espejo. Era raro que yo me preparara así y que no fuese específicamente algo referido a modelar. Sin embargo, se sentía bien un poco de aire fresco y de cambio en la rutina. No iba a negar que, a pesar de tener una relación un tanto distante con mi hermana, sentía la curiosidad de saber cómo estaba, y qué había sido de su vida en estos meses.

Miro por última vez mi pelo que cae sobre mis hombros en cascada. Se me habían formado algunos rulos que me hacía ver mucho más hermosa. Me elegí un vestido negro de satén, que se amoldaba a mi cuerpo a la perfección y que, a mi parecer, me marcaba las caderas demasiado bien. No era muy largo, pero tampoco tan corto, sino que llegaba un poco más arriba de mis rodillas y que dejaba a la vista mis piernas.

El restaurante que había reservado mi hermana estaba bastante cerca de mi departamento, por lo que me convencí a mi misma de no pedir ningún Uber y caminar hasta allá. La noche estaba hermosa, las estrellas titilaban en la extrema oscuridad y las luces de las calles resplandecían ante mis ojos. En cuanto llego al restaurante, me permito observar la arquitectura del lugar. Las paredes, pintadas de un color neutro contrastan con las luces que cuelgan en cada extremo de los ventanales. La puerta, que ocupa la parte principal, está rodeada por docenas de hombres de traje que parecen conversar de los más tranquilos. Mi vista se pierde en el hermoso jardín que se encuentra al lado del edificio, inmenso y hermoso ante la noche. Solo unas pocas luces se encuentran en el piso, alumbrando el camino empedrado que me lleva hasta la entrada.

—Buenos días señorita, ¿Qué le puedo ofrecer? —pregunta un hombre de mediana edad, con una sonrisa perlada y unos ojos que recorren a la gente que entra y sale.

—Mi hermana reservó una mesa —anuncio con cierta incomodidad al ver al guardia mirando mi escote— Araceli... Gomez es mi apellido.

Reitero en cuanto veo que se fija en un papel donde observo una larga lista de nombres.

—Mesa 13 —me sonríe cálidamente y me apunta con la mano a la puerta de entrada.— Que tenga linda noche.

Sonrío acomodando mi vestido.

—Gracias, igualmente.

Me despido del hombre para entrar al lugar. En cuanto atravieso el umbral de la puerta, un cálido aroma a comida hace que me suene el estómago del hambre e intento encontrar con la mirada a mi familia.

Muchas mesas están ya ocupadas, con un candelabro en cada uno de ellas y, en la mayoría, un champagne adornando. Parecía de esos lugares que iría solamente una vez en mi vida, pero tuve la oportunidad de tener una hermana casada con un hombre empresario y CEO, por lo que estas cosas eran para ella una costumbre rutinaria.

— ¡Ahí está! —exclama una voz femenina que me suena bastante conocida y me giro para ver de quién se trata.

— ¡Mel! Hola —le sonrío a mi hermana en cuanto me ve y se abalanza sobre mí para darme un abrazo que me corta la circulación.

—Te extrañé hermanita —sonrío antes de separarnos y observar lo cambiada que está. Parece más adulta que yo, incluso está más hermosa que nunca, con ese cabello colorado que la caracteriza y sus ojos verdes como los de papá.— Vení, papá tiene que contarnos algo.

Trago saliva en cuanto escucho esas palabras porque siempre que pasaba eso, significaba solamente una cosa: una nueva mujer, una nueva novia de la cual papá tarde o temprano se cansaría.

Suspiro antes de seguir a mi hermana por un pasillo largo y llegar a las mesas de afuera, que se encontraban exactamente en el jardín que había visto antes, solo que este estaba del otro lado.

Había luces por todos lados y mesas de vidrio con gente yendo y viniendo.

Al fondo, en una mesa del montón, estaban mi papá y una mujer de tez pálida y cabello castaño, mirándonos con una sonrisa, embelesada.

Tragame tierra.

—Hola a todos —sonrío poniendo mi sonrisa más falsa y fingida que jamás enseñé.

—¡Hola, mi vida! —exclama papá levantándose de su asiento y dándome un abrazo, el cual correspondo por obligación.— Tanto tiempo sin verte mi chiquita.

—Papá, ya está grande para que le digas eso —lo reta mi hermana y la mujer sentada a su lado suelta una carcajada sin despegar esa sonrisa que juraría que es más falsa que la mía.— Sentate acá conmigo, Ara.

—¿Cómo andan? —pregunto mientras tomo lugar al lado de Melisa y dejo mi cartera en mi espalda. Hay cinco sillas y solo cuatro están ocupadas, una, enfrente mío, está desocupada.

—Contento de que estemos todos juntos —sonríe papá y trato de imaginarme una vida en la que estemos todos juntos con mamá. Solo que ella ya no está y papá se comporta como un adolescente.— Te quiero presentar a Giselle. Giselle ella es Araceli, mi hija más grande.

La mujer me tiende la mano y le correspondo con una media sonrisa.

—Un placer conocerte Araceli... Y a vos también Mel —sonríe complacida y papá nos empieza a servir vino blanco dulce.

—Bueno, creo que ya lo suponen —comienza mi padre—. Giselle y yo estamos saliendo, y quería tener una charla importante porque teniendo en cuenta que ahora vamos a estar todos juntos de vacaciones... Vamos a convivir los cinco.

—¿Los cinco? —pregunto alternando la vista entre Giselle y mi padre.

—Ah, me falto decirles que Giselle tiene un hijo, está ahí...

Mi padre señala la entrada hacia el jardín y con mi hermana nos damos vuelta para ver de quién se trata. En cuanto lo veo, me quedo completamente helada y perpleja, tengo que tomar un trago rápido de vino para aclararme la garganta y no morir en el intento.

Mis ojos escanean por completo su figura. Es él y tengo ganas de dejar de existir en este momento o que se apaguen las luces y poder salir corriendo.

—Franco se llama, tiene la edad tuya Araceli —comenta mi papá y lo único que escucho es su voz muy de fondo, casi lejana.

Franco se acerca a nuestra mesa y por unos segundos no me ve hasta que se sienta frente a mí. Se queda descolocado cuando me mira y parece igual de desconcertado que yo, tanto que se queda sin decir nada y sin despegar sus ojos de los míos.

—Ehm... ¿Ustedes se conocen? —pregunta Melisa.

—¡No! —repetimos al unísono los dos y mi padre se ríe.

—Yo creo que se van a llevar bien, ¿o no Araceli? —Pregunta Melisa y noto un noto de picardía en su comentario, por lo que la codeo y me aclaro la garganta evitando la mirada del morocho.

—Un gusto poder conocerte —Franco me tiende la mano y dudo por unos segundos, hasta que le doy la mía en un saludo tan rápido que casi tiro la copa— Me hablaron mucho de vos.

—Eso me pasa por tenerla tan lejos viviendo... Me siento como un padre sobreprotector —comenta papá y tardo unos segundos en procesar toda la situación.

No puedo siquiera escuchar la conversación que inician mi padre y Giselle con mi hermana por la culpa del morocho que parece vigilarme con la mirada.

Sin embargo, cuando lo miro, me regala una sonrisa de soberbia y se relame los labios después de beber un trago de vino espumado.

Lo voy a matar a este pedazo de hijo de puta. Por Dios, qué hermoso que es. Lo odio.

Cierro los ojos tratando de no pensar en todas las veces que me cogió y los años que estuvimos viéndonos a escondidas de su novia y de mi novio. De las veces que fuimos a la playa lejos de los paparazzi y de todos. El despertarnos juntos, ducharnos y dormir acurrucados. Coger sin parar todas las noches... Todo eso se terminó cuando yo me fui a Italia y él dejó de escribirme después de eso. Nunca volví a saber de él hasta... Ahora. Realmente me había enamorado, pero él me rompió el corazón tanto que no quise siquiera quedarme en casa. Así que tomé el primer vuelo a Italia y desaparecí de su vida, y él de la mía.

—Entonces... ¿Ahora somos los tres hermanastros? —pregunta mi hermana y todos estallan en risas, menos Franco, que me mira los labios y parece estar hipnotizado.

—Sí, casi hermanos —comenta Giselle y me trago las ganas de patearle la cara al idiota ese.

La puta madre quién me mandó a nacer.

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