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Capítulo 3

El campamento temporal se levantó en un claro improvisado, oculto por una línea de árboles que ofrecía cierta protección. El convoy se había detenido al caer la noche, y los soldados trabajaban con eficiencia para establecer un perímetro de seguridad. Los civiles rescatados, exhaustos, se acomodaron en un rincón designado, mientras los médicos comenzaron a revisar sus heridas y condiciones generales.

Jimin estaba arrodillado junto a una de las ancianas del grupo, sosteniendo su muñeca con delicadeza mientras verificaba su pulso. A su lado, Hye-jin anotaba los resultados en un cuaderno, sus movimientos mecánicos pero precisos.

—Su presión está baja, pero no es preocupante —murmuró Jimin, levantó la mirada y le ofreció una sonrisa tranquilizadora a la mujer. —Voy a buscar agua para usted, espéreme aquí.

Se levantó y se dirigió hacia el camión de suministros, donde otros soldados repartían raciones. Mientras llenaba un recipiente con agua, sintió una presencia a su lado.

—Park.

La voz baja y firme lo hizo voltear. Jeon estaba allí, su uniforme aún cubierto de polvo y su expresión igual de rígida que siempre.

—Capitán —respondió Jimin, enderezándose.

Hubo un momento de silencio incómodo. Jimin pensó que el capitán le daría alguna orden, pero en lugar de eso, Jeon señaló hacia los civiles con un leve movimiento de su cabeza.

—¿Cómo están?

Jimin parpadeó, sorprendido por la pregunta. No era que no esperara interés por parte de Hyun-jae, pero hasta ahora, sus interacciones habían sido puramente formales.

—Están estables por ahora. La mayoría tiene heridas menores o están deshidratados, por otro lado la mujer que estaba herida en la pierna... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— necesitará atención continua, pero sobrevivirá.

Jeon asintió lentamente, su mirada desviándose hacia el grupo de civiles.

—Bien, buen trabajo.

Jimin abrió la boca para responder, pero antes de poder decir nada el capitán ya se había girado para marcharse. Frunció el ceño, sintiendo una mezcla de frustración e intriga. Jeon era un hombre difícil de leer, pero esa breve interacción había dejado algo en el aire, como si hubiera algo más que no se había dicho.

(...)

La noche cayó rápidamente, envolviendo el campamento en una oscuridad solo rota por la luz de las linternas y una pequeña fogata donde algunos soldados se reunieron en turnos para calentarse. Jimin, sentado junto a Hye-jin, revisaba las notas médicas que habían tomado durante el día.

—¿Sabías que trabajaríamos así cuando te enlistaste? —preguntó ella de repente, rompiendo el silencio.

Jimin levantó la vista, pensativo.

—Sabía que sería difícil, pero no imaginé esto... ver tantas vidas colgando de un hilo.

Hye-jin asintió al escucharle.

—Sí, y la mayoría del tiempo ni siquiera puedes salvarlos a todos.

El comentario quedó flotando en el aire, cargado de una verdad amarga. Jimin quiso responder, pero un ruido en la distancia lo interrumpió. Al girar la cabeza, vio al capitán Jeon hablando en voz baja con uno de los soldados cerca del perímetro, la postura del capitán era tan rígida y controlada como siempre, pero algo en su expresión parecía más relajado, menos severo.

Hye-jin lo siguió con la mirada y soltó una risa suave.

—¿No te parece que el capitán Jeon es como un robot? Siempre tan perfecto, tan frío.

Jimin no respondió de inmediato. Había algo en el capitán que lo intrigaba, algo que no podía descifrar.

—Creo que...solo hace su trabajo —dijo finalmente.

—¿Y tú qué sabes? —bromeó Hye-jin, dándole un codazo. —Cuidado, Park, no vaya a ser que le estás echando el ojo al capitán.

—Oh, venga ya.

Jimin se rió al escucharla y la codeó de vuelta mientras negaba con la cabeza.

(...)

Horas más tarde, cuando el campamento estaba en su punto más silencioso, Jimin decidió dar un paseo rápido para despejarse. Había demasiadas emociones acumuladas en su pecho, demasiadas imágenes del día rondándole la mente.

Caminó hacia el límite del campamento, donde las sombras de los árboles se entremezclaban con la luz de las estrellas. Allí, sentado en una roca, estaba Jeon, con un cigarrillo en la mano y la mirada fija en la distancia. Jimin dudó antes de acercarse, pero algo en la postura del capitán lo hizo seguir adelante.

—¿No debería estar descansando, capitán? —preguntó suavemente.

Jeon no se giró, pero Jimin notó cómo la rigidez de sus hombros se relajaba ligeramente.

—Podría decir lo mismo de usted, Park.

Jimin se encogió de hombros y se sentó en el suelo, a una distancia prudente.

—Demasiadas cosas en la cabeza.

Jeon asintió, tirando la colilla al suelo y aplastándola con la bota.

—Eso nunca cambia.

Hubo un largo silencio después de eso, pero extrañamente, no fue incómodo. Jimin miró las estrellas mientras el viento frío soplaba entre los árboles, y por primera vez, se sintió algo de tranquilidad en medio de todo el caos.

—Cuando estaba en la academia, siempre pensé que ser médico me protegería de... —hizo un gesto hacia la oscuridad— esto, la guerra, la violencia. Pero estaba equivocado.

Jeon lo miró por primera vez, sus ojos oscuros reflejando algo que Jimin no pudo descifrar.

—La guerra no perdona a nadie, Park. Ni a los médicos. Pero eso no significa que no debamos intentar proteger lo que podamos.

Jimin asintió, sorprendido por la honestidad en las palabras del capitán.

—¿Y usted? ¿Qué lo motiva a seguir adelante?

Jeon no respondió de inmediato. Parecía estar sopesando sus palabras, o tal vez decidiendo que tanto revelar.

—Tengo responsabilidades, eso es todo.

La respuesta era vaga, pero Jimin sintió que había algo más detrás de esas palabras. Decidió no presionarlo.

—Bueno, por lo que vale...creo que está haciendo un buen trabajo, capitán.

Jeon lo miró de nuevo, y por un instante, Jimin pensó que vio una sombra de una sonrisa en sus labios antes de que el capitán se pusiera de pie.

—Gracias, Park. Y descanse, lo necesitará mañana.

Jimin lo observó alejarse, su figura alta y robusta yéndose junto con su sombra.

(...)

La mañana llegó con un aire espeso que presagiaba lluvia. En el campamento, el ruido de botas sobre el suelo húmedo y los murmullos de los soldados llenaban el ambiente. Jimin se despertó sintiendo un peso en los hombros, como si el agotamiento de la noche anterior no se hubiera disipado del todo.

La pequeña carpa que compartía con Hye-jin estaba apenas iluminada por la luz grisácea del amanecer. Su compañera ya había salido, y Jimin aprovechó la soledad momentánea para respirar profundamente y prepararse mentalmente para lo que el día traería. Al salir, lo recibió el paisaje sombrío del campamento en plena actividad. Los soldados iban y venían, revisando equipo, asegurando las barricadas y repitiendo maniobras que parecían más un ritual que una necesidad inmediata.

En medio de ese movimiento, el Capitán Jeon permanecía firme cerca del centro del campamento, dando órdenes con su voz firme y tranquila. Desde donde estaba, Jimin podía verlo claramente, esa postura rígida que parecía ser una extensión de su carácter. A pesar de las circunstancias, el capitán proyectaba una calma que contrastaba con el caos que los rodeaba. Jimin se detuvo por un momento, observando cómo Jeon inclinaba ligeramente la cabeza hacia uno de los soldados que le hablaba. Aunque parecía inquebrantable, había algo en la rigidez de su mandíbula que delataba una tensión oculta, una lucha interna que Jimin no podía descifrar del todo.

—No lo mires tanto, o pensará que te debe algo —bromeó Hye-jin, apareciendo de repente a su lado con una bandeja de suministros en la mano.

Jimin se sobresaltó y le lanzó una mirada divertida.

—¿Y tú de dónde sales?

—De la carpa médica, como siempre. —Hye-jin le guiñó un ojo mientras pasaba junto a él. —Tenemos trabajo, doctor Park.

(...)

Horas después, las primeras gotas comenzaron a caer, transformándose rápidamente en un aguacero que empapó el campamento. Las carpas resistieron como pudieron, pero el agua se filtraba por los bordes y complicaba aún más las tareas del día. Jimin, con el cabello mojado pegado a la frente, estaba agachado revisando a uno de los civiles cuando escuchó la voz de Jeon detrás de él.

—Park.

Se enderezó rápidamente, sintiendo que su cuerpo respondía automáticamente a la autoridad en el tono del capitán.

—Capitán, ¿ocurre algo?

Jeon asintió hacia el perímetro del campamento.

—Necesito que vengas conmigo. Estamos evaluando una posible evacuación.

Jimin se sorprendió por la inclusión, pero asintió sin hacer preguntas. Siguió a Jeon bajo la lluvia, notando cómo la figura del capitán se movía con una seguridad casi inquietante, como si el caos que los rodeaba no pudiera tocarlo.

Cuando llegaron al borde del campamento, un pequeño grupo de soldados discutía en voz baja mientras señalaban hacia un mapa extendido sobre el capó de un vehículo. Jeon se unió a ellos, su presencia silenciando las conversaciones al instante.

—Capitán, los informes indican que hay actividad enemiga a menos de cinco kilómetros —dijo uno de los soldados, señalando el mapa. —Si deciden avanzar, este campamento será su primer objetivo.

Jeon asintió lentamente, evaluando la información.

—¿Cuál es el estado del transporte?

—Los vehículos están listos, pero la carretera principal está bloqueada. Tendremos que usar un camino secundario, lo cual nos retrasará.

Jeon se volvió hacia Jimin.

—¿Cómo están los civiles? ¿Pueden moverse?

Jimin dudó por un momento antes de responder.

—Algunos tienen heridas que complicarán el movimiento, pero si es necesario, podemos manejarlos. Prefiero eso a quedarnos aquí esperando lo peor.

Jeon lo miró directamente, y por un instante, Jimin sintió que el capitán estaba evaluándolo, no solo como médico, sino como alguien en quien poder confiar. Finalmente, Jeon asintió.

—Prepáralos, nos vamos en menos de una hora.

(...)

El aguacero no daba tregua cuando comenzaron a movilizar a los civiles hacia los vehículos. Jimin y Hye-jin trabajaban con rapidez, ayudando a los heridos a subir y asegurándose de que todos estuvieran lo más cómodos posible dadas las circunstancias.

Jeon estaba en todas partes, supervisando cada detalle, dando órdenes con una eficiencia casi sobrehumana. Pero incluso él parecía estar sintiendo el peso de la situación. Cuando finalmente comenzaron a avanzar, la lluvia había reducido la visibilidad a unos pocos metros, y los vehículos se movían lentamente por el camino secundario, esquivando ramas caídas y charcos profundos.

Dentro del vehículo médico, Jimin se ocupaba de un niño que lloraba silenciosamente mientras su madre intentaba calmarlo.

—Tranquilo, estás a salvo —dijo Jimin, tratando de usar el tono más calmado posible.

El niño lo miró con ojos llenos de miedo, y Jimin sintió un nudo en el pecho. Había tratado con muchas heridas físicas, pero el daño emocional de la guerra era algo que nunca terminaba de entender del todo. En el asiento delantero, Hye-jin miraba hacia el parabrisas con una expresión tensa.

—Esto no me gusta —murmuró, lo suficientemente alto como para que Jimin la escuchara.

—¿Qué pasa?

—El camino. Es demasiado estrecho. Si nos emboscan aquí...

No terminó la frase, pero no era necesario. Jimin entendía perfectamente el riesgo que corrían. De repente, el convoy se detuvo y Jimin sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras escuchaba el sonido de botas sobre el suelo mojado. Jeon apareció junto a su ventana, golpeándola ligeramente para llamar su atención.

—Quédense aquí, voy a investigar qué está bloqueando el camino.

—¿Qué ocurre? —preguntó Jimin, abriendo la ventana apenas lo suficiente como para escucharlo.

—Un árbol caído. Podría ser natural, pero no podemos asumirlo.

Jimin asintió, tragando el nudo que se formaba en su garganta.

Después de unos minutos tensos, los soldados lograron despejar el camino y el convoy continuó su avance. Cuando finalmente llegaron a un lugar más seguro, Jeon reunió a los oficiales y a Jimin para evaluar la situación.

—Lo hicimos bien hoy —dijo, con un tono más suave de lo habitual. —Pero no podemos bajar la guardia.

Jimin lo observó mientras hablaba, notando por primera vez un leve destello de cansancio en los ojos del capitán. Había algo en él, algo que parecía enterrado bajo capas de disciplina y deber. Jeon terminó la reunión rápidamente, y mientras los demás se dispersaban, Jimin se acercó.

—Capitán.

Jeon lo miró, levantando una ceja.

—¿Qué pasa, Park?

—Nada...solo quería agradecerle por lo de hoy.

Jeon lo observó en silencio por un momento antes de inclinar ligeramente la cabeza, sus cabellos cortos y castaños moviéndose con sutileza.

—Es mi deber.

Pero mientras se alejaba, Jimin no pudo evitar sentir que había algo más detrás de esas palabras.

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