Día 1: Bakugō × Jirō ♡
Temas: Lluvia, secador de pelo y caricias.
Advertencias: Hurt/comfort. No quirk AU. Band AU. Bakugō tiene problemas de audición. Menciones de un accidente relativamente grave.
Quiero escucharte
Kyōka aparcó su carro en el espacioso estacionamiento con el que su casa contaba. La camioneta de Katsuki se encontraba a un lado y Jirō tuvo la sensación de que estaba llenándose de polvo. Dejó escapar un suspiro ante la vista y tomó en sus manos la pequeña caja que había ido a recoger hacía una media hora. A Bakugō no le iba a gustar, pero era necesario.
Salió del auto después de unos minutos y caminó hasta la entrada con pesar.
Tan pronto abrió la puerta, el fuerte sonido de platillos y tambores siendo golpeados inundó sus oídos. No estaba segura de cuánto más aguantaría la batería en manos de un furioso y frustrado Katsuki, si podía escucharlo claramente aún cuando estaba tocando en el cuarto insonorizado de su hogar.
Se sacó los zapatos y fue directamente a dicha habitación, mientras sus manos ansiosas recorrían cada centímetro de la caja que llevaba. Sabía que lo que menos quería ver Katsuki eran aparatos auditivos, pero también sabía que su novio no podía continuar con su rutina autodestructiva después del accidente. Llevaba un mes sin hacer nada más que encerrarse en la sala de música que tenían y tocando la batería tan fuerte como podía. A Kyōka le rompía el corazón verlo así, pero no podía culparlo.
Katsuki fue quien más perdió durante la explosión.
Abrió la puerta lentamente y, lo que antes era audible y soportable, se volvió abrumador y digno de provocarle una migraña.
Bakugō estaba sentado en su banquillo, destrozándose las manos con movimientos bruscos. Bastó un par de golpeteos más y las baquetas cedieron a la fuerza innecesaria, quebrándose así sin más. Kyōka observó al rubio respirar hondo con dificultad, como si quisiera llorar, y luego levantarse con los puños apretados a buscar un nuevo par.
Supuso que era momento de intervenir y dio unos pasos hasta quedar a un lado de su novio. Con toda la suavidad que podía invocar en su cuerpo, colocó una mano en el hombro del otro para advertirle de su presencia. Katsuki solo detuvo sus movimientos y mantuvo la mirada enfocada en la pared. Le tomó a Jirō un par de movimientos para obtener la atención del rubio, pero este solo la observó por unos segundos, antes de que sus ojos se posaran sobre el objeto que llevaba la chica.
— No — espetó enseguida.
Como si el tacto de su novia le quemara, se separó rápidamente y caminó directo a la puerta, para irse a refugiar a cualquier otro lado de la casa. Kyōka gruñó con frustración y esperó un momento, antes de comenzar a caminar en la misma dirección.
Sabía que no iba a ser fácil convencerlo. Sabía que Katsuki se lo tomaría mal. Lo que no sabía es qué diablos iba a hacer para hacerle entender. Llevaba un mes insistiendo y llegando a absolutamente ningún lugar con eso. Sentía que conforme pasaban los días, iba perdiendo a su novio. No por falta de amor o interés, sino por la tendencia de Katsuki de alejar a las personas cuando algo malo pasaba. Kyōka inicialmente asumió que se recuperaría por su cuenta, como siempre, pero debió darse cuenta que lo que había acontecido en el último concierto de su tour, había sido, sin dudas, lo peor que le había ocurrido a Katsuki en toda la vida.
Ella aún recordaba todo con claridad, como si hubiera pasado apenas el día anterior y, si cerraba los ojos y se concentraba, podía escuchar claramente los gritos de advertencia de su mánager.
El sol estaba poniéndose en el horizonte y la más bella luz natural iluminaba el escenario mientras Kyōka cantaba la última canción del concierto, con el cabello pegándose a su frente por el sudor y su auricular fuera de su oído. Kaminari y Tokoyami estaban juntos, dejándose el alma en las cuerdas de sus guitarras y acompañándola en los coros. Momo saltaba al ritmo de la música mientras sus hábiles dedos creaban un nuevo riff y Bakugō estaba sonriendo como si fuera el mejor día de su vida, dando todo de sí para montar el mejor espectáculo en el mundo, incluso lanzando y atrapando sus baquetas cuando la música se lo permitía. Todo era grandioso, hasta que no lo fue.
Aparentemente hubo un error con el equipo de sonido del que nadie se percató y eso generó un fallo grave en las bocinas.
La primera advertencia que tuvieron fue la interferencia en el sonido y, tan solo un segundo después, los gritos del equipo tras bambalinas, exigiéndoles salir del escenario inmediatamente. Los cinco obedecieron enseguida, pero Katsuki era quien peor posición tenía en emergencias, encontrándose al fondo del escenario, rodeado de cables y sobre una plataforma.
Cuando Kyōka se dio cuenta que solo eran cuatro siendo alejados del lugar y resguardados por seguridad, volteó la cabeza al escenario con tanta rapidez y fuerza que estuvo segura de haberse lastimado. Y entonces lo vio.
Justo cuando Katsuki había logrado acercarse al costado izquierdo del escenario para salir de ahí, las bocinas explotaron.
Jirō suspiró pesado cuando vio al rubio en el enorme patio de la casa, a través del ventanal en la sala. Estaba quieto, con los brazos cruzados, observando el pasto debajo de sus pies como si fuera lo más importante en el mundo. Abrió el ventanal para salir y Bakugō ni siquiera reaccionó al sonido. Kyōka pensó que seguramente se debía a que no había podido oírlo y sintió que el corazón se le rompía un poco más. Ella no tenía idea de qué sería de sí si su audición le fuera arrebatada tan de pronto.
La música era su vida y también la de Katsuki.
Acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y caminó hasta quedar al lado del otro, esta vez sin tocarlo. Cuando Katsuki le dedicó una mirada breve, dejó caer su cabeza en el hombro ajeno y mantuvo la mirada al frente. Iba a intentar no presionarlo por ahora. Tal vez un momento de calma antes de la tormenta.
Cuando sintió que suficientes minutos habían pasado, se alejó con suavidad y se colocó frente al otro. La mirada de Bakugō era dura, pero Kyōka llevaba años a su lado y ya sabía descifrar todo aquello que se escondía detrás de esos ojos rudos e iracundos.
Una mano se atrevió a rozar esas mejillas pálidas y los ojos de Katsuki cayeron a la caja que aún sostenía en la otra mano. Sus ojos se llenaron de lágrimas y Jirō sintió que ella tampoco aguantaría más tiempo sin llorar.
— Estoy harto — confesó el rubio y Kyōka sintió que esto era lo más sincero que había escuchado de él desde el accidente. Su voz amenazaba con quebrarse y, aunque la pelivioleta tenía la necesidad de acallarlo y abrazarlo para protegerlo de la realidad, sabía que Katsuki necesitaba sacar todo aquello que estaba carcomiendo su mente y alma de una buena vez —. Siento que todo esto es una pesadilla, pero no logro despertar. Todo lo que escucho se siente distante y me aturde y no soporto los mareos y me siento tan jodidamente inútil y débil... No quiero esto. Quiero poder oír cada golpe que dan mis baquetas... ¡Estoy harto de no poder escuchar con claridad tu hermosa voz cada segundo de cada día! Extraño escucharte cantarme las cosas más estúpidas y tu risa y cuando tocas la guitarra...
Katsuki tuvo que parar cuando sintió que el nudo en la garganta le iba a ahogar y por fin dejó salir todas las lágrimas que tanto había batallado por no soltar. Se inclinó hacia adelante, cuando sintió que perdía el equilibrio, y eso le hizo gritar con toda la frustración que se había estado guardando frente a su novia.
Kyōka sollozó fuerte ante esto y dejó que su cuerpo se moviera instintivamente. Sus brazos rodearon el cuello del rubio y se agachó con él hasta que ambos quedaron sentados en el césped. El cielo gris sobre ellos anunciaba una fuerte lluvia, pero esa era la menor de sus preocupaciones.
Se acomodó entre las piernas de Katsuki para abrazarlo con fuerza y sintió al otro devolver el gesto, mientras se refugiaba en su pecho. Los labios de Jirō comenzaron a recorrer la cabellera ajena, dejando besos descuidados en esta al tiempo en el que las lágrimas recorrían rápidamente sus mejillas.
Se permitieron llorar en los brazos del otro, sacando todos esos sentimientos que no podían con palabras y, en algún punto, el cielo decidió acompañarlos con su propia tristeza, empapándolos en cuestión de minutos en los que no les importó mojarse. Solo les importaba estar juntos.
De un momento a otro, Jirō se separó un poco para poder ver a Katsuki. Tomó entre sus manos el rostro ajeno, para después pasar una mano por el flequillo rubio que se pegaba a su frente por las gotas de lluvia. Él la observó con esos ojos tristes, pero Kyōka pudo notar con esa sola mirada que una enorme carga se había desvanecido. Ella dejó escapar una risa débil, llena de amor y dolor y eso provocó una sonrisa quebrada en los labios de Bakugō, que solo deseaba poder escuchar el dulce sonido como antes tenía el privilegio de hacer.
Una mano temblorosa de Katsuki se atrevió a pasar por el cabello de su novia, para también sacarlo de su rostro y, pronto, ambos habían unido sus frentes y cerrado los ojos.
Kyōka acarició las mejillas del rubio con sus pulgares suavemente y sintió cómo Katsuki le apretó más en su agarre para mantenerla en su regazo. Segundos después, esas manos fuertes comenzaron a hacerse paso por su cadera, cintura y espalda casi con desesperación, como si temiera que Jirō desaparecería si la soltaba tan solo un segundo.
Ella decidió que le demostraría que no sería así. Alejó su rostro tan solo unos centímetros y sus labios delgados recorrieron con caricias pequeñas y casi imperceptibles su barbilla, hasta subir y conectarlos con los ajenos en un ósculo apasionado. Uno que gritaba "estoy aquí para ti y siempre lo estaré. Todo va a estar bien". Y Katsuki recibió perfectamente el mensaje.
Terminaron entrando a la casa después de unos minutos más en la lluvia, casi dejando que esta se encargara de lavar sus almas y llevarse las preocupaciones con cada gota. Dejaron un charco en la entrada y luego otros más en su camino al baño. Jirō dejó los auxiliares en el lavabo y, sin mediar palabra alguna, se deshicieron de su ropa húmeda.
Entraron a la ducha y se permitieron relajarse bajo un nuevo chorro de agua, esta vez caliente y acogedora. Entre pequeñas caricias y roces llenos de amor se bañaron, colocándole el champú al otro y dejándose hacer, con pequeñas sonrisas que delataban la posibilidad de un futuro cercano sin la frustración y agonía con la que ambos habían cargado por el último mes.
Cuando acabaron, se envolvieron en suaves toallas negras y Kyōka se sentó en un pequeño banquillo y dejó que su novio secara su cabello. La pequeña máquina soplaba aire de forma ruidosa y sus mechones volaban en todas direcciones, pero no le importaba. Se sentía bien estar con Katsuki. Se sentía bien recuperar su rutina, su novio. No quería volver a sentir que lo perdía. No quería que el otro se volviera a sentir tan miserable. Ella se encargaría de recordarle lo grandioso que es, con o sin auxiliares. No sería una persona distinta por ellos. No sería más débil por usarlos. Sería el mismo Bakugō terco y resistente que ella tanto amaba.
Dejó que el rubio cepillara su cabello antes de que cambiaran lugares y, entonces, se dedicó a pasear su mano derecha por esas hebras rubias que disfrutaba despeinar y acariciar en las mañanas y a mitad de sus conciertos. No le tomó más de cinco minutos sentir los cabellos rubios ya secos enredándose en sus dedos, por lo que tomó el peine y deshizo nudos con delicadeza. Se sintió satisfecha con el resultado después de medio minuto y entonces fue hasta el lavabo, para tomar la caja mojada.
Se colocó frente a Katsuki y se colocó en cuclillas para verlo a los ojos.
— ¿Puedo? — preguntó, asegurándose de gesticular para que el rubio pudiera leer sus labios, como había estado haciendo.
Tomó un momento, pero, eventualmente, Katsuki asintió y Kyōka sonrió, para después volver a colocarse atrás de él.
Siguiendo las explícitas instrucciones que había recibido del otorrinolaringólogo, Jirō se encargó de colocar con cuidado los aparatos auditivos y, cuando acabó, no pudo evitar pasar sus dedos suavemente por detrás de las orejas ajenas, sintiendo el plástico de la nueva adquisición.
Tomó la mano izquierda de Katsuki y, después de dejar un pequeño beso en sus nudillos, dirigió esta hasta una de sus orejas. Llevó uno de sus dedos hasta el pequeño interruptor y se aseguró de hacer presión para que el rubio entendiera qué era. Bakugō respiró hondo y alzó su otra mano a la oreja restante para encender ambos auxiliares.
La reacción fue inmediata. Sus ojos se abrieron grande, mientras se concentraba en el sonido de la lluvia que antes no había sido capaz de notar y, entonces, se volteó para ver a Jirō. Ella sonrió.
— No conozco a nadie más fuerte que tú, Katsuki — murmuró. Eso fue suficiente para lograr que los ojos de Katsuki se llenaran de lágrimas nuevamente —. Pasaste por algo difícil y resultó en esto, pero mírate... Sigues siendo tú. Sigues siendo Bakugō Katsuki, el mejor baterista de todos los tiempos. Sigues siendo el chico más feroz y grandioso en todo el mundo. Nada va a cambiar eso, no para mí.
— Oh, cállate — susurró el rubio, antes de pasar sus brazos por la cintura de Jirō y sentarla en sus piernas con una sonrisa genuinamente feliz. Sus ojos cristalizados amenazaban con derramar nuevas lágrimas, pero eso poco le importaba cuando tenía la dicha de escuchar nuevamente la hermosa risa de la chica pelivioleta encima de él.
Acarició el hombro desnudo de Jirō y su mano subió hasta la nuca ajena, para sostenerla cerca de su rostro. Se permitió perderse en esos ojos obsidiana, en el sonido de su respiración, en el de sus corazones latiendo fuerte en sus pechos, en el de la lluvia, en cada pequeña cosa que se había perdido por más tiempo del que podía aguantar.
— Extrañaba tanto oír tu voz — dijo después de un buen rato admirando la belleza de su novia. Ambos sonrieron —. Te amo tanto.
Kyōka exhaló y sus manos se pasaron por el cabello rubio ajeno hasta que se entrelazaron sobre su nuca. Acercó su rostro al de Bakugō y dejó un pequeño beso en su nariz.
— Yo te amo a ti — correspondió, mientras dejaba que Katsuki acomodara su cabello detrás de sus orejas —, de cualquier forma.
¡Pues ya está! Terminé incluyendo la única temática que no había tomado para este día, pero me encantó. Según yo esta semana sería puro fluff, pero el hurt/comfort me puede mucho y esta pareja simplemente me encanta.
¡Espero les haya gustado!
Hasta mañana ♡
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