6.- Demonio.
El hospital tenía sus facetas, como puede estar hecho un caos con personal médico corriendo de un lado a otro con sus trajes llenos de sangre, como tener un ambiente completamente tranquilo y aburrido. Al entrar el lugar estaba silencioso, los trabajadores hacían su labor serenamente, era como entrar a un mundo silencioso.
Camino sin detenerse a preguntar en recepción, la tímida Hyūga ya le había dicho que número de habitación era. Nadie le dijo nada, no se necesitaba algún tipo de permiso o pase para la zona a la que iba.
Después de usar el elevador, llegar al piso indicado y caminar un poco dio con el cuarto, tenía la puerta corrediza medio abierta así que no necesito tocar. Se encontró con la imagen de la mujer sentada al lado de una camilla donde reposaba la niña con la que desde hace algún tiempo se juntaba a comer, la acompañaba a casa y le ayudaba a entrenar. Se encontraba dormida, la tez clara con un leve rosado en sus mejillas ahora era pálida, su ceja y su labio estaban heridos, pero lo que lo dejo confundido y enojado fue notar que su hermosa cabellera, antes larga y negra, ahora estaba cortada disparejamente por arriba de sus hombros.
— Sasuke. -la mujer pronunció el nombre del pequeño al percatarse de su presencia en la puerta de la habitación haciéndolo despegar sus ojos de Naoki- Hola pequeño, ¿Cómo estás? -preguntó con una débil sonrisa.
Sus ojos estaban rojos e hinchados.
— ¿Qué pasó? -preguntó caminando y acercándose más a la camilla, observando mejor a la durmiente niña.
La sonrisa de la mayor se rompió, dejó ver una expresión de miedo y tristeza y se hecho a soltar más lágrimas. La mujer se tapó la cara con ambas manos, sumergiéndose en el llanto, dejando incómodo al pelinegro al no obtener respuesta y tenerla que ver llorar.
— Tardaste en venir. -el niño volteo encontrándose a un hombre parado en la puerta, cruzado de brazos y completamente serio. Se le hacia conocido, pero no recordaba de dónde.
— ¿Quién mierda eres? -preguntó enojado. No lo conocía y no estaba de humor para nada, sólo quería saber qué diablos le había pasado a Naoki.
El hombre de obscura mirada lo observó en silencio unos momentos. Pensó, después de verlo tan seguido con la niña, que él sería el primero en enterarse de la noticia, pero parece ser fue el último en saberlo.
— Ven afuera. -le dijo, haciéndose a un lado para que el menor pasara, cerrando la puerta corrediza para dar privacidad a la destrozada mujer- Algo me dice que tu sabrás quién hizo esto. -le comentó viéndolo severamente.
— Primero dime qué diablos le pasó. -exigió. Hana no le decía nada por estar llorando y este hombre venía a incordiar, sólo se estaba enojando más y más.
El hombre suspiró.
— Tiene múltiples moretones y golpes en la espalda. -comenzó a explicarle- Ceja y labio roto, órganos internos dañados, principalmente en el estómago, y músculos de los brazos desgarrados. -se volvió a cruzar de brazos- El dañó en el estómago la hizo vomitar sangre, demasiada, así que está anémica. -cerró los ojos, recordando su estado, ya que fue él quien la encontró.
— Su cabello. -fue lo único que dijo el menor, lo hizo sin pensarlo.
— Quien hizo esto fue alguien bastante esmerado. -dijo con odio- Después de golpearla, aún le sobró tiempo e imaginación para lanzarla a unos arbustos y tomarse la molestia de enredar por completo su cabello en las ramas llenas de espinas. -negó con la cabeza- Se le tuvo que cortar para sacarla de ahí.
Cerró los puños con odio, enojado, haciéndose una idea de los causantes. El Uchiha le contó todo acerca de aquellos niños que se la vivían atormentando a la chica.
La puerta fue abierta de golpe y una mujer llena de lágrimas y una sonrisa gritando por un doctor salió al pasillo, su hija había despertado.
Después de un chequeo por parte de los doctores y de que la mujer dijera saldría por algo de comida, el Uchiha y la Hyūga se quedaron solos en la habitación. Él chico la miraba sin decir palabra alguna, enojado, lleno de odio, observando su ausente y negra mirada, no estaba acostumbrado a ver ni un atisbo de emoción en sus ojos y no le gustaba.
Naoki elevó una de sus manos y tocó las puntas de su ahora corto cabello, agarró un mechón y lo estiró, logrando arrancar unas pocas y débiles hebras. Miró los hilos de cabello en su palma y comenzó a llorar.
— Yo no hice nada. -dijo entre débiles jadeos, cerrando su mano con aquellos cabellos en ella, apretándolos en un puño- Yo no eh hecho nada malo. -seguía diciendo en medio del llanto- No lo entiendo.
Sasuke frunció el ceño, no soportando verla llorar, tampoco estaba acostumbrado a sentirse tan impotente. No debía pero se echaba la culpa al no haber estado con ella para evitar aquello que la tiene así.
Se paró de la silla en la que estaba sentado y se acercó a la camilla, sentándose a un lado de ella captando la atención de la chica, quien lo miró con unos oscuros orbes, más claros que los del mayor, inundados en lágrimas. Posó una mano en su cabeza, tratando de consolarla, aunque no sabía bien cómo hacerlo, así que simplemente hizo lo primero se le vino a la cabeza. De un momento a otro la chica se lanzó a abrazarlo, llorando aún más fuerte. Tardó en reaccionar al no esperarse aquello ni estar habituado a esa demostración de afecto hace mucho, pero terminó por corresponder, apretándola más a su cuerpo al sentir el dolor en los gemidos y llantos que ella soltaba.
Cerca de la puerta, un hombre observó y escuchó todo.
La horrenda imagen vino a su cabeza. Una niña en unos matojos, la mitad de su cuerpo sin lograr tocar la tierra gracias a la negra maraña de pelo fuertemente enredada en los arbustos, su boca goteando sangre ocasionando un charco rojo debajo de ella. Lo que más quedó grabado en su mente fue el verla con los ojos abiertos, llenos de silenciosas lágrimas, los cuales al captar un movimiento cerca de ella lo voltearon a ver. Sus orbes no reflejaban el dolor que tenía en esos momentos, simplemente había cansancio.
Lleno de odio y enojo salió del hospital, marchando a un lugar en específico.
Abrió la puerta de golpe, camino decidido al escritorio y dio un golpe en el mueble, dejando su apretado puño reposar en la madera, la cual agrieto.
— Harás algo por mí. -dijo siseando y con el ceño fruncido.
Repasó en su mente todo lo que le había dicho al desconocido hombre, recordando las extrañas palabras que los niños siempre le gritaban a la chica.
La observó sentado cerca de la camilla. La chica se veía totalmente demacrada, las ojeras y los ojos sin expresión alguna la hacían parecer muerta, lo cual el pensaría si no fuera porque está sentada, terminando de comer lo que le trajo su madre, la cual volvió a desaparecer.
— ¿Por qué te dicen demonio? -preguntó el Uchiha tratando de que la chica interactuara con él, al menos para que dejara aquellos automáticos movimientos que lo tenían molesto.
Quería verla enojada o que demostrara cualquier otra emoción, no sólo comiendo como un robot.
La niña Hyūga lo miró comprendiendo a que se refería, no le agradaba la idea de hablar de eso ahora mismo, no tenía ganas de nada, pero el chico estaba ahí para ella, algo que sólo su madre hacia —a veces—, y esa acción significaba mucho para ella.
— Se dice que el color de los ojos del clan Hyūga es significado de una bendición, dándole poderes a quienes los poseen. -comenzó a hablar- Eso demuestra que hay luz en aquellas personas y que se merecen esa habilidad. -posó uno de sus dedos índices cerca de su ojo derecho, volteándolo a ver- Quienes nacen con los ojos negros no son puros y tienen algo obscuro en su interior. -apartó la mano- ¿Qué otra cosa puede ser más obscura que un demonio?
Miró los negros ojos de Sasuke recordando que a él también, desde que la comenzó a defender, esos niños le gritaban demonio por el simple hecho de poseer ojos del mismo sombrío color, fue cuando recordó que muy pronto ya no se verían ya que él dentro de una semana se graduaría de la Academia.
Volvió a ver su plato de comida ya vació, poniéndose triste y temerosa por aquello.
La puerta de la habitación, después de unos leves golpes, fue abierta, demostrando la respetable imagen del líder de la aldea.
— Hokage-sama. -pronunció sorprendida la chica, mientras el niño a su lado agradecía por al fin ver otro tipo de expresión en su rostro.
Ese estado deprimente lo tenía harto y molesto.
— Buenas noches, pequeña. -saludo el anciano, entrando al cuarto viendo de reojo al niño Uchiha, extrañándose por su presencia- ¿Te encuentras mejor? -volvió su atención a la lastimada niña la cual asintió con la cabeza mirándolo atentamente, no entendía esa repentina y significante visita.
— El Sandaime te hará unas preguntas. -habló la voz de otro hombre, revelando a Shintaro Kisaragi, la persona que la había encontrado y con quien congeniaba de vez en cuando al final de sus clases de la Academia usándolo de escudo, se encontraba recargado en el marco de la entrada del cuarto.
La pequeña volvió a asentir, aún confundida.
El niño azabache se levantó de donde se encontraba sentado dispuesto a irse para dejar que el Hokage interrogara a la chica, pero no le fue permitido.
— Me gustaría que te quedaras aquí, Sasuke. -habló el mayor de ahí, deteniendo el camino del chico a la entrada.
No entendía la razón de que él estuviera ahí, ¿Acaso quiere que las ganas de matar a aquellos niños crezcan? Porque es lo único que está consiguiendo al quedarse y escuchar relatar a la chica lo sucedido, el cómo se defendió, como la golpearon, maltrataron y humillaron, todo por un simple estatus social dentro de aquel molesto clan.
Leyendo los ojos del niño, los cuales sólo demostraban ira, entendió que se sentía igual que él, con la enorme intención de ir a castigar por mano propia a aquellos chiquillos, pero sabía perfectamente eso empeoraría las cosas, así que Shintaro se vio obligado a escoltar al niño Uchiha a su casa y mantenerlo vigilado toda la noche por órdenes del Hokage, cuidando que el chico no saliera de su casa para ir a cometer múltiples homicidios.
Despertó de una mala manera todo gracias a los gritos que se escuchaban en el pasillo afuera de la habitación, despertando también a su adormilada madre, quien pasó la noche en un incómodo sillón.
— No puede pasar. -escucharon una voz fuera.
— ¡Hazte a un maldito lado, Anbu! -gritó la voz de una mujer- ¡Necesito saber cuál es el significado de está maldita broma!
— ¡Hana! -gritó otra- ¡Sal ahora mismo!
La mujer miró con el ceño fruncido la puerta, seguido de ver a su hija y dedicarle una sonrisa para tratar de tranquilizarla, saliendo del cuarto. La sorpresa y desconcierto nacieron en su rostro al ver a dos Anbus, cada uno en ambos lados de la puerta, custodiando. La atención que la mujer tenía en ellos fue robada al ser jalada del brazo, percatándose de las dos molestas mujeres frente a ella.
— Explícame por qué Hokage-sama nos está citando a mi familia y a otras tres más por el caso de tu hija. -habló entre dientes.
— ¿Qué? -soltó la mujer sin comprender.
La mano de aquella mujer fue apartada de Hana de inmediato por el Anbu, alejando a la mujer y poniéndose frente a ella.
— Sí ustedes son quienes fueron citadas tienen prohibido contacto alguno con la chica, su madre y el testigo.
— ¿Testigo? -preguntó la otra Hyūga- ¿Qué maldito testigo?, ¡Esa niña miente!
— Largo. -dijo este.
La mujer se zafó del firme agarre del ninja enmascarado, dedicándole una mirada molesta a él y a la madre de aquella niña, seguido de irse a pasó rápido con la otra mujer, quien había decidido acompañarla.
Hana agradeció al Anbu y entró al cuarto, captando la expresión nerviosa de su hija.
— Naoki. -habló en un tono bajo y temeroso- ¿Por qué hay miembros del clan involucrados en lo que te pasó?
Los niños a veces pueden dar miedo, ¿No creen?
En la imagen del capítulo tienen a Shintaro Kisaragi, dibujado por mí, pero el personaje le pertenece a UchihaDaisuke, a quien le dedicaré este capítulo.
Sí quieren ver mejor el dibujo, lo tienen en Tractus.
Espero les haya gustado el capítulo, y cualquier falta gramatical o de ortografía que vean, hacérmela saber y la corregiré de inmediato.
Las estrellas y los comentarios son bienvenidos. ❤
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