2.- Compañia
Tenía mucha suerte en estar en el único salón donde había más de un Hyūga, siete contándola a ella, cuatro de ellos le lanzaron miradas de desprecio durante toda la primera mitad de clases.
El timbre que indicaba la hora del almuerzo sonó en la Academia, para muchos eso significa un respiro y el poder saciar su estómago que gritaba por alimentos, pero para ella es sinónimo de problemas, era una de las muchas oportunidades que esos cuatro utilizaban para atosigarla.
Fue la primera en salir de su salón de clases, hecho ah correr con su almuerzo abrazado fuertemente contra su pecho. No pensaba salir del edificio, afuera había más oportunidades de llevarla a algún lugar solitario para hacerla sufrir, así que en vez de bajar las escaleras las subió, pero todavía tenía que atravesar el pasillo entero de los de último año para llegar a su destino.
— No debes de correr en los pasillos, pequeña Hyūga. -le dijo un profesor al casi chocar con él por querer cruzar a toda velocidad aquel piso.
El hombre castaño usaba una coleta de caballo y tenía una cicatriz horizontal sobre su nariz, a pesar de eso tenía una mirada amable. Lo miró algo impresionada ya que para ella salió de la nada, hasta que recordó que tenía que escapar de ciertos familiares. Sintió varios ojos puestos en ella lo que la hizo mirar de reojo, notando varios niños detrás del mayor esperando ansiosos por salir a comer, entre ellos el pelinegro que la miraba atentamente desde el fondo, esquivó de inmediato su mirada.
— Lo siento mucho, sensei. -se disculpó rápidamente para después pasar a su lado y proseguir con su escape.
El salón de último año brotó ruidosamente, contentos de ser libres por al menos un rato. El Uchiha salió tranquilamente con varias chicas detrás de él pidiéndole almorzar juntos, algunas otras ofreciéndole cajas de comida que habían preparado especialmente para él. Por más que él las ignorara para que lo dejaran en paz ocurría todo lo contrario, eso las atraía más y es algo que no comprendía de ellas, eso le molestaba.
Su humor empeoro al ver pasar a cuatro niños de ojos aperlados, dirección que también tomó aquella chica hace unos instantes.
Logró despistar al molesto grupito de enamoradas que no lo dejaba en paz y fue donde vio se fueron aquellos niños, el único lugar que quedaba en esa dirección era la azotea, a nadie le gustaba ir ahí ya que no había ni una sombra que tapara aquel intenso sol. Se topó con la desagradable imagen de como jugaban con el almuerzo de la chica, lo lanzaban entre ellos como si fuera un balón, la pequeña iba de un lado a otro intentando recuperarlo, y de pasó algunos aprovechaban para empujarla, pero ella se levantaba y seguía queriendo recuperar su comida.
— ¿Qué hacen, imbéciles? -habló fuerte lo que hizo que se detuvieran en seco para voltear a verlo, quedándose como estatuas al percatarse de quien era- ¿No que la dejarían en paz? A cambio de eso no les patearía sus patéticos traseros. -caminó firmemente hacia ellos regocijándose ante sus miradas de miedo por su presencia. Le daba risa como con ella se creían los más fuertes del mundo pensando en tener el derecho de lastimarla, pero con él eran unas indefensas y molestas ratas.
Caminó hacia la Hyūga que se encontraba arrodillada en el piso y con la cara roja, no sabía si por el esfuerzo o por la vergüenza de ser salvada nuevamente por aquel que detesta. Él no era una persona a la que le gustara ser amable con los demás, pero se había puesto aquel propósito para con la menor. Tenía la intención de ayudarla a pararse hasta que noto sus raspadas rodillas, lastimadas de tanto ser empujada. Soltó un suspiro al ver sus mejillas llenas de lágrimas.
No le agradaba que la molestaran, pero tampoco le gustaba que no hiciera nada para defenderse. Si, son cuatro contra uno, pero al menos ver un pequeño intento de protegerse estaría bien para él. Vio de reojo como los cuatro comenzaron a correr para irse de la azotea y lanzó una kunai para que se clavara en el suelo frente a ellos, se detuvieron unos instantes para echar a correr nuevamente y esta vez sí lograr irse. Tronó la lengua molestó por eso, ya se las pagaran después. Por el rabillo del ojo detectó que la chica se movía así que dirigió nuevamente su atención hacia ella, su cuerpo tambaleante se incorporaba evitando su mirada.
Sabía que no le agradaba a Naoki, y él tampoco es que la tuviera en alta estima, pero se sentía culpable. Jamás dejará de visitar a Hana, no se alejará de ella a pesar de saber que eso perjudica a la chica, pero al menos cuidará que otras personas no le hagan daño, siente que se lo debe por el daño que le está haciendo, o al menos eso no lo hará sentirse tan culpable.
La chica se logró parar derecha pero miraba hacia otro lado, incómoda. No le gustaba ser rescatada, la hacía sentir más débil e inútil de lo normal, pero no negará que le era agradable ver como sus primos se echaban a correr aterrorizados, tampoco le desagrada que alguien se preocupara por ella y le pusiera algo de atención, pero ¿Tenía que ser justo él?
Se removió incómoda en su lugar, no podía soportar aquella intensa mirada obscura sobre ella, era demasiado pesada. Tenía la mirada dirigida hacia el piso, su cabello cubría parte de su cara para no sentirse tan observada por él, principalmente para que no viera sus lágrimas a pesar de que sabe que ya las notó.
— ¿Por qué me ayudas? -quiso saber ella. Le era raro que jamás le hubiera hablado o puesto atención en todo este tiempo que llevan conociéndose y ahora de la nada la defiende dos veces.
El Uchiha sin pensarlo camino rápidamente hacia ella y la obligó a levantar el rostro con ayuda de su mano en el mentón de la fémina. Ambos pares de ojos obscuros chocaron, los de ella levemente más claros que los de él, aparte de hinchados y cristalinos por llorar. La miraba con una ceja levantada, molesto porque a él le gustaba que lo viera al hablarle, estaba harto de su debilidad, se parecía a Hyūga Hinata de su salón y eso es algo que le molestaba y lo tenía hastiado, no quería que fuera como ella.
— No sabía que fueras así de débil. -acercó su rostro más el de ella y la obligó a hacer lo mismo con su mano y así estar más cerca de él- Creía que alguien que me lanza miradas tan férreas sería más fuerte o por lo menos no se dejaría molestar y lucharía, aunque sea un poco. -le dijo refiriéndose a todas esas veces que lo miraba con odio cuando él estaba con su madre- Pero resulta que eres peor que Hinata.
La mirada afilada sobre la que tanto parloteaba se hizo presente, la chica le dio un manotazo apartando aquella mano de su rostro y agarró en un puño el cuello de su playera, ahora Naoki era quien mantenía cerca el rostro del Uchiha. No le gustaba que hablaran así de su prima.
— No sabía que eres de los que hablaba sin saber una mierda. -habló con voz firme e incluso amenazadora, aunque él no le temía ni un poco y eso se podía ver por la molesta y divertida sonrisa que apareció en el rostro del azabache.
Tomó su pequeña mano y fácilmente la apartó de él.
— ¿Por qué demonios no te defiendes? -le preguntó- Eres una futura kunoichi, ya tendrías que luchar ante ellos, aunque sea un poco.
— ¿Por qué te importa tanto? -caminó a pasos rápidos hacia su caja de almuerzo, recogiéndola- ¿De pronto ya eres amable?
Sabe que Naoki lo odia, no sólo por el hecho de que le quita a su madre. Ella intentó acoplarse a ellos, quiso entrar en aquellas conversaciones, participar, ser parte dé, pero el Uchiha la ignoró, no la dejó interponerse entre él y Hana. Ahora él recuerda todo eso al verla, está en presencia de una chica a la que poco a poco le están quitando a su única familia y él es el culpable. Odia a su conciencia por eso, detesta que su mente se hablante al ver su cara triste y solitaria, no le gusta verse reflejado en ella.
— No puedo simplemente ver cómo te maltratan. -habló sinceramente- Soy indiferente, pero no ah ese grado.
La chica suspiró cansada, aquello ultimo tranquilizo su enojo, no quería más discusiones o peleas de ningún tipo. Levanto la mirada para encararlo nuevamente.
— Gracias. -notó como el cuerpo del chico se relajó, más que nada sus hombros- Simplemente no le digas a nadie lo que pasa con aquellos. -él se encogió de hombros.
— Eso fue lo que se acordó, o al menos sé que soy de palabra y ellos no. -ella asintió con la cabeza.
— ¿Dónde está tu almuerzo? -preguntó ya que no sabía que más decir, simplemente el irse no le parecía buena idea.
— No tengo. -contesto tajante, parecía molesto nuevamente y ella comprendió que no debía preguntar sobre eso.
Su madre sigue haciéndole sus almuerzos a pesar de tenerla descuidada, pero Sasuke no tenía a alguien para eso, no hay nadie en su casa que le haga de comer. Bajo la mirada, por primera vez se sentía triste por él.
— Te quiero agradecer como es debido. -dijo aquello muy a su pesar, murmurando, pero él alcanzó a escucharla.
Sin esperar respuesta o reacción alguna del mayor se dirigió a la puerta para volver a entrar al edificio, bajo unos pocos escalones y se sentó en uno de ellos. El azabache la siguió sin pensarlo, observando todo lo que hacía, notando como desenvolvía su caja de comida, la abría dejando ver un almuerzo, aburrido si lo comparaba con todos los adornos comestibles que le ofrecían las demás chicas, pero era una comida decente. Alzó su ceja al notar como con mucho cuidado utilizaba sus palillos para dividir la comida a la mitad, partes iguales de arroz y vegetales, no entendió el por qué hacía eso. La chica alzo la vista hacía él y lo sorprendió al ver sus ojos tan decididos, pero lo que más lo confundió fue el que extendiera la caja de comida hacia él.
— No lo necesito. -habló sin pensarlo, pero ella no le hizo caso.
Esa decidida mirada le hizo retroceder en el tiempo, esa noche que se conocieron en aquel parque y ella le ofrecía un pedazo de galleta, por alguna razón le agrado recordar aquello. Suspiro rindiéndose ante ella y se sentó a su lado, pero aún tomando su distancia, y aceptó la comida la cual fue puesta en medio de los dos, ella comía con los palillos y él con los dedos.
Fue un almuerzo incomodo, especialmente porque ella aún no paraba de lanzarle miradas amenazantes. No, no se agradaban, se soportaban, aunque Sasuke toleraba más a la Hyūga que ella a él.
Llegó la hora de irse a casa, como siempre ella era la última en salir, siempre asegurándose en ser al lado de su profesor, la perfecta escusa de querer ayudarlo hasta que terminé no creaba sospechas. El adulto sin darse cuenta era usado como escudo para que sus primos no se acercaran a ella. Estivo al lado de él hasta que al final del pasillo diviso a su siguiente escudo.
Ambos adultos se saludaron con un movimiento de cabeza, su profesor de salón se despidió de ella con la mano y se alejó, dejando a la niña con el otro hombre.
— Siempre tienes cara de paranoica. -le comentó, logrando que la chica alzara la mirada para verlo.
Para todas las mujeres y niñas, incluyéndola a ella, él era un hombre apuesto. Aquel cabello azul obscuro, esos ojos negros y expresión seria y calmada lo hacían muy agradable a la vista. Ella lo sabía, admitía que le era atractivo, pero no intentaba llamar su atención, con que le sirviera de repelente de niño estaba feliz.
— No es cierto. -dijo enojada.
Era cierto. Siempre al encontrarse se le pegaba a él como una lapa y miraba a todos lados, pendiente de todo, como si algo la fuera a atacar de un instante a otro. El hombre se preguntaba por qué la chica era así, le parecía raro, pero era aún una niña y los niños hacía cosas raras sin explicación, así que no le tomaba mayor importancia, no hacía falta indagar en ese comportamiento.
— Sé que te gusta estar sola, pero no llegues muy tarde a casa. -le dijo cuando ambos atravesaron el umbral de la entrada de la Academia.
Ya había notado que a la niña le agradaba quedarse después de clases. Su comportamiento le decía que le gustaba estar sola, no hablaba con nadie, ni con los de su salón, ni siquiera con los familiares que estaban en su mismo grupo, aunque notó que ni ellos trataban de acercarse a ella. Desde que la conoció supo que la niña había puesto una muralla desde el inicio y todos entendieron de inmediato que ella no necesitaba de compañía, logrando su objetivo. Ella no congeniaba con nadie y nadie lo intentaba con ella, sabiendo que no obtendrían resultados, así que no perdían su tiempo en algo imposible.
— ¡Hasta mañana, Kisaragi-sensei! -lo despidió con una gran sonrisa, algo que ella no solía hacer, simplemente lo hacía con él al despedirse. Le agradaba el sujeto, ya tenían bastante confianza.
La sonrisa le fue devuelta con una más pequeña, pero con el mismo nivel de agrado, ese hombre le había tomado cariño.
Aún parada en la entrada de la Academia se quedó viendo como el mayor se marchaba, no queriendo salir de ahí. Miró en todas direcciones con su pequeña mochila en su espalda, ambas manos agarrando fuertemente las correas que pasaban por sus hombros por la tensión que sentía.
— ¡No hemos hecho nada! -se sobresaltó por el repentino gritó, dando un salto hacia atrás, viendo como sus molestos familiares aparecían de la nada corriendo lejos de ahí sin percatarse de su presencia.
Por instinto corrió hacia los arbustos frente al edificio, la pequeña área verde donde había un árbol grande de donde colgaba un columpio viejo. Se escondió detrás de la enorme planta, sentada hecha una bolita, su mochila abrazad fuertemente entre sus piernas y pecho deseando hacerse lo más pequeña posible.
Escuchó unos pasos cerca, pero lo que la puso en alerta y la tenso más fue que se acercaron más a ella, ramas y hojas rompiéndose debajo de aquellos pies. Por estar asustada no se puso a pensar que solo era una persona, no cuatro como siempre.
— ¿Qué estás haciendo? -se asuntó por la repentina voz, pero lo reconoció.
Alzó sus ojos para verlo. Estaba relajado y serio, con ambas manos metidas en las bolsas de su short blanco, como siempre.
El chico la miró atentamente pasando sus ojos por toda su anatomía, buscando algún golpe o herida. Se había encontrado con aquellos chicos escondidos a un costado del edificio y esperando a que su presa saliera, pero sus planes fueron interrumpidos por el Uchiha, quien apareció detrás de ellos. No hubo pelea alguna, lo miraron con miedo no queriendo más golpes, así que simplemente le gritaron y salieron corriendo.
El Uchiha camino tranquilamente hacia la salida hasta que vio una melena negra esconderse detrás del árbol, supo de inmediato quién era así que fue hacia ella. Al verla en ese estado creyó que antes de que él encontrara a esos niños ellos ya se habían topado con ella y la lastimaron, por eso no deja de verla tan atentamente.
— Nada. -dijo relajando su cuerpo y suspirando, sacando el miedo de golpe, siendo remplazado por la molestia de verlo.
— Te acompaño a casa. -le dijo, era una precaución, no quería que los niños la intercepten en su camino al privado, lujoso y gran condominio del clan Hyūga donde también viven.
Ella frunció el ceño al no agradarle la idea.
— ¿Por qué? -preguntó molesta.
— También voy para haya. -respondió con simpleza, pero ambos sabían que había otra intensión oculta en eso; la intención de evitar que unos niños cobardes se aprovechen de la débil niña.
Suspiró y sin mucho ánimo se levantó para ir a su casa en compañía del azabache, el cual la esperaba tranquilamente, como siempre ambas manos dentro de sus bolsillos, de perfil a ella y con su gran mochila en su espalda. Él llevaba más libros debido a que era un grado más avanzado que ella, el saber que más adelante tendría que cargar tanto no le gustaba.
Sí separados llamaban la atención, juntos mucho más.
El único sobreviviente, el ultimo Uchiha vivo al lado de la niña Hyūga de ojos obscuros, una anormalidad y decepción para el orgulloso clan.
Nada de eso era un secreto para la gente de la villa. Desde el nacimiento de la niña todo el mundo se enteró de la fatal noticia: Una Hyūga con ojos negros nació en la rama principal del clan. Era algo de lo que hablar pero que se comprendió al saber que el desconocido padre de la niña no pertenecía al clan, dando eso como explicación del por qué el anormal color de ojos. Nadie supo la identidad del padre, incluso muy pocos de la familia Hyūga sabían acerca de quién era. Lo único que se supo de él, la única información que todo el mundo pudo obtener de aquel hombre fue que murió.
Al Uchiha lo miraban con pena, es un niño al que le arrebataron a su familia, dejándolo sufrir sólo. Algunos aldeanos eran compasivos y no soportaban verlo tan solitario así que intentaban ser amable con él, pero el niño no necesitaba de eso, sólo se molestaba más.
Ambos llegaron al lugar. Naoki lo miró sin saber qué decir mientras él le devolvía la mirada en silencio, tranquilo. Ambos comprendieron que no era necesario decir nada, no había por qué, así que ella abrió la gran puerta y entro a su hogar.
Sasuke se quedó viendo el gran portón unos segundos más hasta escabullirse por el patio del clan, siendo silencioso en su camino, hasta al fin dar con la vivienda exacta de la niña y su madre. Entró por la ventana, siendo recibido amorosamente por Hana, mientras escuchaba como una puerta del pasillo se cerraba fuertemente.
Shintaro Kisaragi es personaje de
Pueden encontrarlo en mi libro Tractus donde subí un dibujo de él.
Perdonen por cualquier falta gramatical o de ortografía. Sí hay una favor de decirme y lo corregiré.
Las estrellas y comentarios son más que bienvenidos. ❤
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