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1.- Comienzo.






Aún era demasiado pequeña para darse verdaderamente cuenta de la situación, o al menos eso es lo que su madre creía. Podía notar que no le gustaba ir a la Academia, prefería estar jugando sola en su casa que ir a aprender cosas difíciles, su infantil mente estaba más enfocada en eso que en lo que se le acababa de quitar sin ningún aviso.

El brillo en los ojos de su madre había desaparecido al igual que su sonrisa, ya no tenía ganas de nada pero aún seguía al pendiente de su hija, después de todo sigue siendo muy pequeña.

La luz naranja del sol bajando sobre ellas era lo único que las acompañaba en su camino a casa, la gente tenía miedo de salir por el reciente acontecimiento así que las calles estaban vacías. Su pequeña niña caminaba feliz mientras mordía un enorme pedazo de galleta, el pedazo de masa con chispas de chocolate era mucho más grande que su pequeña mano lo cual la hacía ver adorable a los ojos de su madre, por un instante pudo olvidar que ambas ya no lo tenían a él en sus vidas.

Dejando salir una pequeña sonrisa despejó los ojos de su hija para mirar al frente, topándose con unos solitarios juegos para niños, pero los columpios estaban ocupados. Un pequeño niño estaba sentado sobre uno de ellos con su cabeza gacha, su mirada en el piso sin poder verse la cara, pero la mujer no necesito eso, lo reconoció de inmediato. Se detuvo un momento ocasionando que su niña detuviera también sus pasos y la mirará desde abajo esperando le dijera algo, pero sólo obtuvo una sonrisa y un leve jalón de mano al desviar su camino, notando que se dirigían a unos juegos, la pequeña no se opuso para nada. Soltó la mano de su madre mientras corría alegre a aquella estructura metálica, lista para divertirse y esperando que su madre la siguiera, lo cual no fue así. Se detuvo a pocos pasos del tobogán para apreciar como la mayor se dirigía a un niño solo en los columpios, no lo había visto, así que por curiosidad fue detrás de ella.

— ¿Está bien que estés aquí a estas horas? –preguntó la hermosa mujer de nívea piel y obscuro cabello, el niño tronó la lengua como respuesta, enojando y volteando su rostro para no verla.

A la pequeña niña eso le pareció muy grosero, infló sus cachetes para demostrar su enojo, función el ceño y emitió un quejido, ocasionando una pequeña risa por parte de su madre.

— No seas así con él, también perdió a alguien importante. –comentó con voz amable y comprensiva, obteniendo la atención de ambos niños- Mi nombre es Hana y ella es mi hija Naoki. –se presentó la mujer.

La niña miró al pelinegro, le había caído mal por ignorar a su madre pero le agradaba conocer a alguien que parecía ser de su edad.

— ¡Hola! –saludó animadamente.

Él le frunció el ceño sin saber que trataba de hacer la mujer.

— ¿Qué quiere? –preguntó irritado, sólo quería estar solo, había ido a ese parque por eso, no ah ser molestado por una mujer y su rara mini copia.

— Nada en realidad. –la mayor se sentó en uno de los columpios vacíos al lado de él- Perdiste seres queridos. –le comentó- Nosotras también perdimos a alguien.

Soltó un bufido y una leve risa sarcástica. No lo podía creer, ¿Cómo se atreve esta mujer a comparar su situación con la de ellas? El perdió a cientos, ellas sólo a uno.

— Yo no perdí sólo a una persona. –comentó amargamente.

— El que hayas perdido a solo una persona o a más de miles y por la razón que sea no hace tu sufrimiento más grande o importante que el de los demás, Sasuke. –dijo Hana, ocasionando que volviera a tronar la lengua y desviara la mirada.

La pequeña Naoki los escuchaba y observaba atentamente, comprendiendo que el niño grosero también estaba triste, como ellas, lo que no lograba entender es porque se veía más enojado que otra cosa, aunque ella se había sentido igual al principio. Le costaba creer que él ya no estaba con ella, pero tenía que ser fuerte, eso le había dicho su madre.

Le dio un vistazo a su enorme galleta, sólo tenía una pequeña mordida de hace rato, aún servía, así que decidió cortarla por la mitad quedándose con la parte donde estaba su marca de que le había dado una probada y la otra se la extendió a él.

— Mi papá no va a volver, también estoy triste. –el chico pudo notar aquel sentimiento en los obscuros ojos de la niña al mismo tiempo que una extraña determinación en querer que él tomara el pedazo que le ofrecía.

Se quedo callado mirando el cacho de bizcocho en la pequeña mano de la niña y soltó un suspiró, entendió que lo que dijo aquella mujer era cierto, aquella afligida mirada de la pequeña se lo dio a entender, no era sólo él sufriendo. El tener a más personas en su situación le era algo reconfortante, pero no hacía que el sufrimiento se fuera.

Tomó lo que le ofrecían y obtuvo una sonrisa de parte de Naoki.

Esa fue la primera vez que hablaron.

Después de aquel día se volvió una rutina el estrace viendo, cada tarde su madre la llevaba a aquel solitario parque donde aquel niño las esperaba, o más bien aguardaba a Hana. La niña prefería ir a los juegos que entablar una conversación con su madre o Sasuke.

Poco tiempo después se enteró de que él también iba a la Academia, iba un grado más avanzado que ella. Ninguno hizo intento alguno de encontrarse o hablarse en aquel lugar y la razón del por qué era bastante simple, a Sasuke no le interesaba en lo más mínimo entablar relación alguna con alguien, y Naoki odiaba a aquel niño.
Sí, su madre volvía a sonreír, se cuidaba mejor así que su color de piel mejoraba, pero sólo era atenta con el niño Uchiha. Con el tiempo fue comprendiendo por qué esa actitud hacía él y jamás se lo reprochó, pero él no era su hijo.

Odiaba a Sasuke Uchiha por estarle robando a su mamá.

El niño comprendía la razón de aquellas miradas de odio que le lanzaba aquella niña, sabía que la mujer Hyūga le prestaba más atención que a su propia hija, pero no le molestaba. No le interesaba que la pequeña se sintiera hecha a un lado, él se sentía cómodo con aquella mujer. El cariño que ella le daba lo reconfortaba, lo hacía olvidar su tortuosa y triste realidad, por unos minutos olvidaba su plan de venganza, todo se esfumaba durante los momentos que pasaba con Hana.

Sus horas en la Academia habían terminado por ese día. El pequeño Uchiha siempre esperaba a que todos los molestos estudiantes se fueran, así podía salir tranquilamente sin ser molestado por alguna niña, ninguna entendía que quería estar solo, caminar sin ninguna compañía le era agradable.

Al dar vuelta se topó con una melena larga y negra, pero lo que hizo que la reconociera fue el broche de un rojo intenso que usaba para sostener su extenso flequillo desde atrás y así no le molestará la vista. No le gustaba admitirlo, pero la distinguiría donde fuera. Iba caminando a unos metros más delante de él y sabía que su destino era el mismo, después de todo vive con Hana.

Detuvo abruptamente sus pasos cuando de la nada cuatro niños la jalaron y se la llevaron a la fuerza, haciéndola desaparecer de su campo de visión. Extrañado frunció el ceño, no le había gustado aquella escena, ni tiempo de que ella forcejeara le dieron y ya se la habían llevado.

Su cuerpo se movió sólo, aceleró sus pasos y fue hacía donde los vio irse.

Habían pasado unos minutos y no lograba dar con ellos. Tenía la intención de simplemente irse y ya, después de todo no era su problema, pero algo no lo dejaba. Se detenía para no seguir y no inmiscuirse en cosas que no le concernían pero su mente le decía que estaba mal, le gritaba que se apurara. Odiaba aquellos pensamientos, pero les hizo caso.

— ¡Vamos, monstruo! –escuchó el grito de un niño, así que fue hacía ahí mientras las voces iban aumentando.

Entre dos pequeñas bodegas en los límites de la barda de los terrenos de la Academia, ahí estaban cuatro niños formando un círculo, en medio de ellos en el suelo una pequeña hecha bolita soportaba patadas y jalones de pelo. No fue hasta que uno de ellos tomo sus oscuras hebras en un puño y la jaló hacia atrás, ocasionando que se callera de espaldas en la tierra. La pobre se llevó las manos a la raíz de su cuero cabelludo intentando que no le doliera tanto, sus ojos estaban cerrados fuertemente mientras lagrimas combinadas con tierra caían por sus palias mejillas.

— Asquerosos ojos. –dijo entre dientes el que la jaloneo del pelo- ¡Saca tu obscuridad y defiéndete! –gritó mientras los demás lo apoyaban entre gritos y risas.

Aquella malévola diversión no duro más que eso. Una fría y bien afilada punta de kunai estaba puesta en la garganta del niño, ninguno lo había visto venir, estaban asustados.

— ¿Qué estás haciendo? –preguntó el que tenía el arma en el cuello, su voz era temblorosa al igual que su cuerpo, tenía pavor de moverse.

— Déjala ir. –la temblorosa voz ahora pertenecía a la chica, al mirar hacia abajo se topo con unos obscuros y lagrimosos ojos, eso sólo ocasionó que se enojara más y apretara el arma en su mano y hacía rechinar sus dientes.

— Primero que te suelte. –no entendía el por qué le había pedido esa tontería, simplemente su rabia aumentó.

— ¡No empeores las cosas! –gritó para sus sorpresa Naoki, más lagrimas rodaban por su sucia cara- Sólo harás que me vaya peor después.

— Hazle caso al monstruo y no te metas en asuntos de otro clan, huérfano.

Sólo eso basto, sólo esa palabra burlándose de él fue lo que desato su rabia. Sus negros ojos se obscurecieron más y se llenaron de afilada furia. Su mano izquierda, la cual no tenía la kunai, fue a tomar fuertemente su pelo y hacerlo hacia atrás, ocasionándole el mismo dolor que le hacía a la pequeña Hyūga.

— Suéltala. –le ordeno entre dientes recargando más el arma blanca en su cuello, sacando un pequeño hilo de sangre.

— No sabes en lo que te estás metiendo, Uchiha. –amenazó el niño.

— Suéltala. –volvió a ordenarle pero está vez de manera más lenta, eso sólo ayudó a que sonara más amenazante.

Molesto y sin tener otra opción soltó el cabello largo de la niña, la cual se puso de pie de inmediato con la intención de irse, pero los otros tres niños le bloquearon el paso por inercia.

— Si se va ustedes la tienen que agarrar, no se puede ir. –habló el niño a los demás.

— ¿Y que le vamos a hacer? –preguntó uno de los tres niños que le impedía el paso a la azabache.

— No me interesa, sólo no se puede ir. –los tres asintieron pero su expresión volvió a ser de espanto y de duda al percatarse de la penetrante y pesada mirada del Uchiha.

— Ven. –dijo con voz pesada. No fue necesario decir nombre, todo mundo supo a quien se refería. Trago pesadamente para después ponerse a unos pasos al lado de Sasuke, no quería estar cerca de nadie y el miedo la estaba invadiendo, lo que él estaba haciendo, a pesar de que es ayudarla estaba empeorando todo.

No lo dudó más y quiso correr a encerrarse a una de las bodegas, pero los tres niños fueron más rápido y la detuvieron.

— Sabes que no te dejaremos ir. –le dijo uno, su cuerpo se helo ya que fue más como una espeluznante promesa.

Sasuke gruñó, aquellos eran muy persistentes y molestos. Movió el brazo donde tenía el arma y lo arrojo directo a uno de los niños quien la evadió al verla venir, es lo que él esperaba ya que la lanzó para que le pusieran atención.

— Parece que eres el que manda. –dijo para arrojar al niño por el pelo a la pared y agarrarlo de su ropa para arrinconarlo contra el muro- Detén esta idiotez y los dejo ir.

— No somos tontos, le darás el valor para que nos delate.

— Ya eres bastante tonto, pequeño estúpido. –le espetó el mayor- Vamos a hacer las cosas a mi manera.

— No se irá. –volvió a decir el niño.

El azabache lo miró desde abajo, todo en el expresaba que era superior a aquel niño.

— ¿Y si te mato? –preguntó como sui fuera lo más normal del mundo. Al niño no le pareció nada agradable eso, el lo escuchó como amenaza, una real.

— No te atreverías, te estarías echando a todo el clan Hyūga encima de tu solitaria y patética espalda.

Sacó otra kunai y la clavó en la pared, justo al lado de su pálida cara, asustándolo.

— ¿Por qué no te vas a la mierda con todo tu patético clan?

— ¡No te atrevas a hablarme sí, maldito Uchiha! –gritó enojado el niño, pero con rabia y todo no se atrevía a hacer nada, Sasuke lo intimidaba más de lo que creía.

— La sueltan por las buenas o será por las malas. –dijo el pelinegro, su poca paciencia se estaba agotando.

— Asegúrame que no irá de chismosa. –parecía por fin acceder el niño.

— Ninguno dirá nada. –habló cansado- Así como ninguno de ustedes se acercará a ella nuevamente, y de ambas cosas me aseguraré yo.

La mirada desquiciada de odio que lanzo el acorralado niño no inmutó para nada al Uchiha, quien aún lo miraba desde arriba con superioridad, para después tragar su rabia y asentir con la cabeza.

— Suéltenla. –dijo el Hyūga a los demás niños, quienes se miraron con duda de hacerle caso.

— ¿Son ustedes los que quieren que sea por las malas? –preguntó Sasuke quitando el arma clavada en la pared.

— No, no, no. –hablaron los tres rápidamente mientras negaban con la cabeza y soltaban de inmediato a la niña, quien hecho carrera hacia la bodega donde desde un inicio pensaba esconderse.

El Uchiha lanzo al piso al niño, soltándolo y nuevamente lo miraba con superioridad.

— ¿Qué están esperando para irse? –los tres de atrás no lo dudaron y echaron a correr, el otro tardo en levantarse, no sin antes gritarle.

— ¡Malditos demonios! –exclamó con odio y siguió corriendo para alejarse.

El azabache soltó un pesado y cansado suspiro, observó dudosamente el almacén, se decía que no debía involucrarse más pero ya estaba embarrado hasta el cuello, no importaba si se hundía más. A paso lento fue al edificio, su interior era obscuro así que prendió la luz, era donde apilaban las mesas y sillas inservibles. Recorrió el lugar con la mirada hasta detenerla en la chica sentada en el piso, no le podía ver la cara ya que su melena negra se la tapaba al tener la cabeza inclinada hacia el suelo.

Naoki no quería que la viera, le daba vergüenza. Como podía aguantaba los sollozos, pero su cuerpo la delataba con aquellos pequeños espasmos involuntarios.

— ¿Por qué te molestaban? –preguntó desde la entrada el mayor.

Desde que su madre dejó de ir por ella a la Academia diciendo que ella ya tenía suficiente edad para irse sola empezó el acoso, sin importar si era muy tarde, como ahora, siempre la esperaban.
No quería dirigirle la palabra, lo único que deseaba era que se fuera, pero es lo mínimo que podría hacer por haberla ayudado.

— Mis ojos. –le contestó.

Es verdad que ella, al ser una Hyūga, debería tener los ojos aperlados como los de su madre, como aquellos niños a los que acababa de ahuyentar, como toda su familia, pero no era así. Naoki tenía sus orbes obscuros, casi negros. Entendía a lo que se refería, la molestaban por no tener los ojos iguales, la hacían menos. Él no compartía los mismos sentimientos que aquellos idiotas, para él sus ojos estaban bien, incluso le gustaban pero eso es algo que no diría.

— Son unos malditos cobardes. –comentó enojado, ocasionando una fugaz sonrisa en la chica.

No negará que le fue grato ver como aquellos temblaban de miedo ante el Uchiha, eso le había agradado demasiado.

— ¿Aún tienes algún kunai? –preguntó ella cambiando abruptamente de tema, confundiendo al azabache- ¿Me lo prestas?

Saco la afilada herramienta mirando no muy seguro a la chica. ¿Acaso piensa ir a matar a esos niños? No le importa en lo más mínimo, pero no quiere ser parte de aquello a pesar de haber amenazarlos de lo mismo hace poco. Si ella está planeando cometer algún delito que lo haga sola y no con sus cosas.

— ¿Para qué lo quieres? –preguntó algo desconfiado.

— Mi cabello. –respondió tomando una de sus puntas, mirándolo enojada- Siempre me lo jalan y por eso me tardo más en escapar de ellos.

Para él algo que caracterizaba a Naoki era su hermosa, azabache y larga melena.

— No. –dijo entendiendo que se lo quería cortar- Tu cabello está bien.

— A ti no es a quien molestan. –le gruñó.

— Tú escuchaste, ya no lo harán. –la chica soltó un bufido de burla- Dije que yo me encargaría. –recalcó molesto- Si me ven cerca de ti ni se acercaran.

Eso era cierto, después de lo que acababa de pasar y al ver como se comportaron ante Sasuke no se atreverían ni a mirarla, pero no quería. Le era suficiente martirio con que desde hace unas semanas, en vez de ir al parque ahora su madre lo haya invitado a ir a su casa, cada tarde era verlo ahí metido, los veía platicando mientras ella los evadía encerrándose en su habitación.

No quería tener cerca a quien le estaba robando a su madre.

— No necesito nada de ti. –dijo enojada y terca, para después pararse y pasar a su lado sin ningún cuidado, golpeando su hombro.

Miro como se alejaba con pasos rápidos, le molesto que se comportara así después de lo que hizo, pero no le sorprendía, sabía que no le agradaba a ella.

La chica llegó a su casa donde minutos después se escuchó como alguien más llegaba. Su mare le dio la bienvenido al pequeño Uchiha como si estuviera llegando a su propia casa después de un cansado día de escuela y su amorosa madre lo recibía.

Una bienvenida que Naoki no recibía.




Eh decidido reescribir este fic, espero les guste más.

Perdonen por cualquier falta gramatical o de ortografía. Sí hay una favor de decirme y lo corregiré. Las estrellas y comentarios son más que bienvenidos.

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