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Capítulo 5 - Kyuta

Al día siguiente, bien temprano, Zoba dejó la habitación recogida y se volvió a poner su ropa ancha y tapada. Salió de la habitación silenciosamente y bajó las escaleras, abrió la puerta principal y salió sin decir nada a nada. Justo cuando iba a salir de la propiedad, una voz le dijo...

 - ¿Sales sin despedirte?

Ella se detuvo pero sin girarse a mirar. Iozen estaba meditando cerca de la entrada, sentado en una roca plana.

 - ¿Qué más te da? - dijo ella volviendo a avanzar.

 - ¿Puedo saber al menos a donde más? - preguntó él intentando mantener la calma.

 - No eres mi padre para preguntarme esas cosas - contestó seriamente - Ni aunque lo fueras, no tengo que darte detalles de mi vida.

Iozen la miró marcharse suspirando lentamente. Esta chica era un gran desafío para todos, pero al menos mientras que no estuviese en la casa, su familia estaba mejor.

La chica se dirigió a la ciudad mirando atentamente entre su flequillo. Miraba a las bestias, miraba la comida... todo era como un simple mercado humano, pero en bestia. Ella sabía que su cuerpo no mentía, que su forma zoomorfa pertenecía a este lugar y le daba curiosidad investigarlo... pero por más que paseaba y paseaba, llamando la atención de todos, no encontró a ningún tigre como ella, a excepción de uno de los discípulos de Iozen, pero era un simple tigre sin nada especial.

Abandonando el mercado siendo espiada por los habitantes, subió unas estrechas calles, llegando a zonas más pobres y aisladas del casco antiguo de la ciudad. Desde lo alto, se podía ver toda la extensión del lugar.

Su oreja se movió dentro de su capucha al oír unos pasos rápidos y unas risas en lo alto de la calle, y para no tener nada que ver, se escondió en un pequeño callejón a esperar a que pasaran esas risas. Para su sorpresa, la persona que apareció corriendo por la calle se escondió rápidamente en el callejón con ella, y al darse cuenta de su presencia, le puso una mano en la boca para que no hiciese ruido. Le pilló tan de sorpresa a la chica, que abrió mucho los ojos sin moverse. Él era... otro humano.

 - ¡¡Heeeey!! ¡¡Kyutaa!!

El oso que anteriormente ella había visto pasó corriendo de largo del callejón gritando ese nombre, sin darse cuenta de ellos. Cuando pasó, el chico se rio soltándole.

 - Lo siento, lo siento... - se disculpó - No esperaba encontrarte aquí y no quería que gritaras... oh, no recuerdo haberte visto nunca... ¿quién...?

Justo cuando el chico se agachó a verle la cara, el ojo castaño de la chica reaccionó y se volvió rojo brillante ante el chico, que reaccionó igual volviendo ambos de sus ojos así. El chico dio un grito y se alejó un poco entorpecido, y luego frotó sus ojos.

 - ¿¡Qué ha sido eso?! - dijo nervioso - ¿Por qué lo haces?

 - Yo no he hecho nada - dijo ella metiendo sus manos en los bolsillos.

Ella observó al chico frotarse suavemente sus ojos. Kyuta... así le había llamado ese oso torpe. Y si no recordaba mal, no era la primera vez que escuchaba ese nombre. Por lo visto, Ichirohiko y Kyuta eran los dos humanos a los que supuestamente debía ayudar. Que suerte encontrarse con el otro...

 - Bueno, yo soy Kyuta, por si no nos conocemos - dijo tendiendo la mano para saludar.

Ella miró su mano de reojo y desvió la mirada sin tomarla. El chico la miró confundido.

 - Bueno, eres tímida, parece... - dijo recogiendo la mano - ¿Dónde vives? ¿Qué raza de bestia eres? Ya me da miedo acercarme a mirar, vaya a ser que eso ocurra otra vez.

¿Había en este mundo un humano que menos le gustara a Zoba que Ichirohiko? Si, Kyuta.

 - No quiero atosigar, pero... ¿eres tú la persona a quien Kumatetsu dijo que traería para entrenarme? - volvió a preguntar el chico.

¿Entrenarle? ¿Qué se había inventado ese oso ruidoso para mentirle a este chico?

 - Oye... - insistió él.

 - Me agobias.

Y con esas palabras serias y despectivas, la chica flexionó las rodillas y dando un gran salto por encima del chico con una voltereta incluida, aterrizó y se dirigió caminando hacia la salida del callejón. Kyuta la miró con ojos brillantes y dio una amplia sonrisa.

 - ¡Sí, eres tú! ¡Ven conmigo!

Y corriendo detrás de ella, la agarró por la muleca y tiró con ella calle arriba deprisa. Ella se enfadó. Quiénes la agarraban así no querían nada bueno, pero este chico no tenía maldad contra ella. Sólo la oscuridad de su corazón.

Tras eso, llegaron a una pequeña casa de sólo un piso con un gran patio de baldosas y un gallinero detrás, pequeña y humilde, desordenada y sucia. En un banco al lado de la puerta de entrada, había una bestia mono tomando el té, que los miró con curiosidad.

 - Kyuta, ¿has despistado a Kumatetsu? - dijo este - Sabes que se va a enfadar... - dijo sin importarle mucho.

 - ¡Luego lo hablaré con él! - dijo él yendo al patio agarrando su bastón de entrenamiento - ¡Vamos a entrenar!

Zoba le miró incómoda y molesta. Debía reconocer que le gustaba la mirada que tenía ese chico; sonriente pero nerviosa, segura pero no orgullosa. Ella suspiró resignada.

 - Vale, vale, entrenemos... - accedió - Pero las reglas las pongo yo: si no eres capaz de golpearme ni con tu cuerpo ni con tu bastón, me dejarás en paz.

 - Estupendo - Kyuta se preparó - ¡Pero ataca tú también!

Y con estas palabras, se lanzó a golpear a la chica, empezando la pelea. A Zoba le bastaban movimientos simples con el torso, con las manos en los bolsillos, esquivando los golpes del bastón, procurando ambos no mirarse a los ojos. Ella siempre esperaba con paciencia a que Kyuta terminase su combo para buscar algún punto desprotegido y propinar ahí un golpe tan sumamente potente que dejaba al chico sin aliento. Alguna vez incluso le quitó el bastón de las manos y le golpeó con él. Luego, el chico retrocedió, jadeando. No había conseguido golpearle.

 - ¿Qué estilo de combate es ese? - preguntó él.

 - ¿Estilo? - repitió ella - Supongo que uno propio mezclado con el callejero.

Tras unos segundos de silencio, se escucharon unos lentos aplausos. Kumatetsu había vuelto y los miraba aplaudiendo con una sonrisa de lado.

 - ¿Quién me iba a decir que te encontraría en mi casa? - preguntó  con algo de sarcasmo mientras se acercaba.

 - Oso ruidoso - le llamó ella - ¿Por qué engañas al chico diciendo que vengo a entrenarle?

 - Como dirías tú, no es de tu incumbencia - dijo sonriendo y moviendo los hombros - Ahora es mi turno, y pienso cambiar estas reglas.

 - No he dicho que acepte pelear contra ti - ella le miró enfadada.

 - Y yo he dicho que sí lo vas a hacer - dijo colocándose - Debo vengarme por esa humillación en la plaza de ayer.

Ella puso una mueca. Odiaba que la obligasen a hacer cosas, pero luego sonrió de lado.

 - Oh, ¿quieres que ahora te humille delante de tu discípulo? - contestó.

Ante eso, Kumatetsu dio un enorme carcajada mostrando todos sus dientes.

 - Ganarás si me das un golpe que me duela, el cuerpo de un oso no es tan débil como el de los humanos - dijo sacando un dedo - Y ganaré el combate si... te quito la capucha.

Ella entrecerró los ojos enfadada. ¿Iba a poner su privacidad en juego?

 - ¡Y no acepto un no por respuesta!

Y gritando eso y abriendo sus fauces con un rugido, saltó a por ella. Zoba se tenía que mover más que con Kyuta, pues este tenía un cuerpo mucho más grande que el chico y también más fuerza y velocidad dominando un estilo propio, por lo que era la versión mejorada de la técnica de Kyuta.

 - A veces observar los combates desde fuera te enseña mucho más que participar en ellos - dijo el oso sonriendo - Ver cómo te enfrentabas a Kyuta me ha enseñado tu punto débil.

Y tras esto, con un rápido movimiento de barrido, golpeó en la plataforma de sus zapatillas, haciendo que perdiese el equilibrio y cayese al suelo con un leve grito, cosa que aprovechó el oso para poner una rodilla en su espalda e impedir que escapara.

 - No se cómo puedes llevar eso puesto - dijo el oso -  es como un enorme tacón que sólo quita firmeza. No es estable y se te nota al caminar - dijo satisfecho.

Ella gruñía internamente, y se molestó cuando apretó más su rodilla en su columna y agarró con su zarpa sus dos manos en la espalda. Kyuta lo miraba todo asombrado y maravillado.

 - Muy bien, te tengo atrapada... - dijo el oso acercando su morro hacia ella con una sonrisa de lado - Ahora veamos quien se esconde bajo esta capucha...

Zoba gruñía por lo bajo mientras miraba de reojo la sonrisa de Kumatetsu mientras su enorme zarpa se acercaba. ¿Qué pensarían de ella si descubrían lo que era? Eso le importaba bien poco. Lo único que quería era conservar su privacidad, pues nunca le había permitido a nadie ver bajo su capucha.

Ante el enfado de la situación y la desesperación al notar la mano en su cabeza, dio un gruñido alto inhumano a la vez que se devolvía fuertemente. Ese grito asustó a Kumatetsu, lo que aprovechó ella para liberar uno de sus brazos y sacar sus uñas, atacando al oso en la cara y dejando un zarpazo señalado en su morro. Luego se escapó de él, y lo miró a una distancia segura.

El oso le miraba serio, con tres grandes arañazos goteantes de sangre en su mejilla. Luego cerró los ojos y se levantó, y sin decirle nada a nadie, fue dentro de su casa y cerró la puerta.

Tanto Kyuta como el mono no decían nada y miraban la escena delante de ellos. Era como si ella hubiese ganado. Luego, el mono se incorporó.

- Vamos, pronto será hora de cenar...

Y entrando con Kumatetsu, le hizo un gesto a Kyuta de que le siguiese. Zoba se incorporó, mirando su mano. Sus uñas tenían sangre. Se limpió en un cuenco de agua y la escondió de nuevo en su ancha manga, metiendola en su bolsillo.

Aún sabiendo que Kyuta la estaba mirando por la ventana, se marchó por donde había venido sin mirar a nadie, y empezó a bajar la empinada calle con gran seriedad.

- ¿Y tú? - preguntó ella sin dejar de caminar - ¿Hasta cuándo piensas espiarme?

Tras unos segundos sin obtener respuesta, se detuvo en medio de calle. Un instante después, Ichirohiko salió de un callejón.

- ¿Tan preocupado estaba tu padre por mí que te ha mandado a buscarme? - preguntó ella sin mirarle.

- Pss... - el hizo una mueca molesto - Esta ciudad es grande y puede que no encontrases el camino de vuelta a casa.

- Tienes razón - dijo ella, sorprendiendo al chico - nunca encuentro el camino a casa - dijo continuando - Porque no tengo casa.

El chico corrió hasta ponerse a su altura, a una distancia prudecial, y siguió caminando.

- Cuando mi padre me dijo que derribaste a Kumatetsu recién llegada, me costó creerlo. Nos habló de ti en la cena de ayer - dijo serio.

Ella frunció el ceño. No le gustaba que hablaran de ella porque no la conocían.

  - ¿Y tras ver lo de hoy te crees la historia?

- Lo único que creo es que tienes algo bajo la capucha que no quieres que nadie vea...

- En eso nos parecemos - dijo ella parándose - La ropa que llevamos esconde lo que somos, ¿No lo crees?

Ichirohiko miró de reojo su gorro con bufanda, y luego miró a otro lado. Su ropaje de jabalí escondía que era humano, y las ropas de ella escondían que era bestia. Aún así, él quería ser bestia, y ella... quería aparentar ser humana.



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