「Virgen」
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ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡·°¸❥↬ — Iruka-kun... ¿Eres virgen?.— Haruka de la nada le preguntó aquello al moreno sentado frente suyo. Había ido a visitar a su amigo luego del pequeño incidente con su novio y ahora no podía dejar de pensar en aquel peliplata que la volvía paranoica, por lo cual trataba de despejarse.
Iruka casi escupe el té que tomaba, sonrojándose por completo y avergonzadose.
— ¡¿P-por qué me pregunta eso?.— exclamó escandalizado y posando la taza nuevamente sobre la mesa ratona, tratando de calmarse.
— ¿Huh? ¿Qué tiene de malo?.— Haru cuestionó, juntando su entrecejo y mirándolo interrogativa.
— E-es una cu-cuestión muy personal.— dijo como si eso fuese lo más obvio del mundo. Los ojos de la castaña se tornaron blancos al tiempo que hacia una mueca de disgusto.
— ¡Vamos! Nos conocemos desde hace mucho tiempo.— cruzó sus brazos, molesta.— Por ejemplo, yo si soy virgen.— dijo con sencillez, haciendo que ahora Iruka se atragante con el panecillo que comía.
— ¡¿EEEEEEEEEEEH?!.— gritó mientras intentaba pasar las migas atoradas en su garganta, golpeando un poco su pecho. Si antes estaba rojo, ahora era bordo.
— ¡¿Por qué reaccionas así?!.— reclamó ella, comenzando a avergonzarse y enfadarse por las exageradas reacciones de Iruka.
— ¡Tiene veintiséis años!.— volvió a obviar el moreno, recordándole la edad ala castaña como si no la supiera.
— ¡¿Y eso qué importa?! Hay personas que no se sienten interesadas en las relaciones sexuales, Irubaaaaka.— refuto la mujer, con mucha razón. Iruka volvió a tomar un poco de su bebida, era cierto lo que decía pero aún así le parecía extraño... Además de que Kakashi y ella llevaban bastante meses juntos.
— Aún así... me sorprende...— murmuró luego de tragar. Haruka chasqueo su lengua con cierta molestia y suspiró.
— Como sea, ser virgen a esta edad es problemático...— declaró.— Ni siquiera sé cómo dar el primer paso...— balbuceo y fruncio su ceño mientras recordaba la escena con su novio y casi a sacando humo de las orejas de tanto arder, mirando a Iruka a los ojos.— Ayudame Iruka-kun...— rogó con su expresión de gatito, tomando las manos del chico y acunandolas en las suyas.
— Haruka-san...— él no sabía exactamente cómo ayudarla, eso era raro pues ¿qué era lo que tenía que explicarle?
— No tengas vergüenza, nosotros somos amigos desde hace muchos años, creí que sería normal hablarte de esto.— lo alentó e hizo un pucherito mientras jugaba con las manos ajenas, como una niña pidiéndole ayuda a su sensei. El corazón de Iruka no aguantaba tanto.
— B-bueno... Me pone algo nervioso.— admitió y rasco su mejilla con pena cuando Haru soltó una de sus manos. Aún teniendola a ella con esa expresión, trató de conseguir sus mejores palabras para expresar algo que ayudara y calmara a su mejor amiga.— No sé si ayudará lo que yo deba decir pero primero que nada debe tranquilizarse, Haruka-san, no debe apresurarse con sus decisiones... Si esta junto a la persona que ama y realmente le gusta, y esa persona la ama a usted, entonces la esperará el tiempo necesario, hasta que usted sienta que está lista.— habló con serenidad, tratando de transmitirle ese sentimiento a la castaña y siendo completamente sincero en su discurso. Los ojos avellana que lo miraban con expectación de un momento a otro comenzaron a brillar.
— ¿T-tú crees?.— tartamudeo aún dudosa, el moreno asintió.
— Sin duda... No se presione a sí misma...— aquellas palabras si habían logrado tranquilizarla pues Haru creía fervientemente que Kakashi la esperaría y que ella pronto tendría el valor para entregarse a él. No era como si no quisiera estar con él pero realmente le asustaba la inexperiencia y ser nueva en todo eso.
Luego de organizarse tomó un poco del té que su amigo le había hecho y lo miró. Él jugaba con el líquido en su taza, dándolo vueltas y mirándolo con atención, como si algo le molestara.
Un silencio se había formado mientras los dos ninjas estaban atrapados en sus propios pensamientos, hasta que Haru decidió cortarlo.
— Iru-chan ¿tú tienes a alguien que te guste?.— preguntó, recibiendo la mirada del pelinegro que pareció dudarlo y pensarlo por unos segundos.
— Pues... si.— confesó de una vez, sorprendiendo a su amiga que jamás se había enterado de aquello.— Pero jamás tendrá ojos para mí.— se encogió de hombros. Honestamente era eso lo que creía porque nunca fue lo suficientemente fuerte para plantarse y confesarse y ahora debía vivir callado y cargando con el peso de su propia cobardía.
— ¿Por qué dices eso?.— la castaña cuestionó extrañada. Le parecía raro no haber sabido sobre eso nunca. Iruka solía escuchar todas sus quejas y lloriqueos y creyó que él también se sentía a gusto contándole sus cuestiones. La verdad era que Haruka sabía menos de Iruka de lo que ella creía y eso la desanimaba.
— Porque jamás volteó a mirarme a mí, siempre hubo alguien mejor que yo.— aseguró. Ni bien dijo aquello, ella abrió sus ojos a tope y repentinamente se inclinó sobre la mesa para tomar las mejillas de Iruka y negar rotundamente.
— ¡No digas esas cosas!.— exclamó en una objeción.— Eres lindo, tu piel es linda, tu cicatriz es sexy, tu pelo es sedoso y suave, cuando lo desatas te ves extremadamente genial, eres amable, tierno y bondadoso, te ves adorable cuando te sonrojas y tartamudeas, eres inteligente y un gran shinobi.— decía atropellando sus palabras y apenas respirando. Iruka estaba asombrado, sin creer todos esos halagos que estaba recibiendo.— Esa persona que no volteó a mirarte es... ¡idiota!. No sabe todo lo que se pierde y deberías saberlo.— habló con firmeza.
Los dos se callaron, Haru respiraba agitada e Iruka seguía atónito hasta que soltó unas pequeñas risitas divertidas. Lentamente tomó las manos de Haruka que estaban sobre su rostro y las acarició con delicadeza, como si fuesen la porcelana más frágil de la historia.
— Haruka-san...— susurró con su suave voz, mirándola fijamente y sin dejar de acariciarla.— Usted es... la idiota.— una sonrisa extraña se formo en los labios del chico y a Haru le tembló el pulso. Sintió algo raro en su sistema, como un mal presentimiento.
Los ojos negros se sentían como dagas sobre los de ella, como si quisiera decir algo con tan solo su mirada.
— ¿E-eh?.— por instinto alejó sus manos del rostro de su amigo y cierta tensión cubrió el ambiente. Él se dio cuenta de ello y, borrando lentamente su sonrisa, levantó el plato y las tazas de té ya vacías.
— No puede... decirle esas cosas a un hombre con el corazón roto.— reclamó, intentando ser divertido nuevamente y borrar ese incómodo ambiente recientemente formado. Haru aún se sentía rara pero rió levemente y rasco su nuca, tratando de evitar ese sentimiento.
— Aah... jaja... Lo lamento.— dijo juguetona y se encogió de hombros.
— Servire más té.— avisó él, levantándose y yendo hasta la cocina.
— Trae algunos panquecitos.— pidió ella, acomodándose nuevamente.
— Lo haré.— asintió él y desapareció.
Haru en la sala comenzó a jugar con sus manos, nerviosa.
Iruka en la cocina trataba de calmar su corazón y se maldecía repetidamente.
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